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  Todos queremos lo mejor para ella  (Tots volem el millor per a ella)
  Dirigida por Mar Coll
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Inauguración SEMINCI 2013.


El proyecto
Mar Coll tiene una propuesta audiovisual muy personal e interesante que se puso en evidencia con su cortometraje LA ÚLTIMA POLAROID y que se consagró con su primer y exitoso largometraje TRES DIES AMB LA FAMÍLIA. El suyo es un cine intimista que cuenta, a través de pequeñas historias, las grandes verdades de la vida que todos sentimos. Es un cine que toca al espectador, que le llega. Con una capacidad impresionante para la dirección de actores y con un brillante trabajo de cámara, invisible, pero siempre en el sitio adecuado en el momento preciso, Mar ha destacado por su visión naturalista de nuestra sociedad y por saber desvelar, mágicamente, los pequeños secretos tras los cuales se encuentran las emociones universales. (Sergi Casamitjana / Lita Roig / Aintza Serra – productores ejecutivos)


Biofilmografía de la directora
Mar Coll nace en Barcelona en 1981. A los 18 años entra en la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya), donde se gradúa en la especialidad de dirección. Como proyecto de fin de carrera realiza el cortometraje LA ÚLTIMA POLAROID seleccionado en múltiples festivales españoles e internacionales, y valedor de diversos premios, entre ellos el tercer premio del prestigioso certamen de televisión “Versión española”.

Con su primer largometraje, TRES DIES AMB LA FAMÍLIA obtuvo el Goya a la Mejor dirección novel, la Biznaga de Plata a la Mejor dirección, a la Mejor actriz y al Mejor actor en el Festival de Málaga, la Navaja de Buñuel a la película revelación del año, y los Premios Gaudí a la Mejor película, Mejor dirección y Mejor actriz.


Notas de la directora
Cuando empezamos a escribir TODOS QUEREMOS LO MEJOR PARA ELLA, la concebimos como un drama, con algunos apuntes de humor negro, pero un drama a fin de cuentas.

Partíamos de la historia de un par de conocidos que habían sufrido un traumatismo y tratábamos de imaginar el terrible proceso de intentar recomponer tu personalidad como quien junta las piezas de un jarrón roto.

Como único mapa, la imagen de ti que te devuelve un entorno empeñado en que nada cambie, porque difícilmente puede afrontar una pérdida extraña e indefinible: el jarrón recompuesto no podrá ser nunca exactamente igual.

Geni nacía así como un personaje abocado al fracaso.

Quizá me reconozco en parte de su esfuerzo por encajar en las expectativas que genera. Igual que me reconozco en su torpeza. ¿Quién no ha soñado alguna vez que al llegar al colegio descubre con angustia que ha venido en pantuflas? Geni se siente un poco así, como si deambulara por el mundo con los zapatos equivocados: por más que se esfuerce, siempre hay algo que finalmente la delata.

A medida que fuimos trazando la película con la idea de convertir ese punto de partida en algo más esperanzador, nos dimos cuenta de que, justamente en esa incapacidad natural de acatar plenamente la convención, no por ideología sino por incomprensión, radicaba la autenticidad del personaje y su pureza. Algo que la coloca en cierto modo por encima de aquellos que esperan otra cosa de ella. Paradójicamente, el comportamiento errático de Geni es el que acaba cuestionando los valores y formas del mundo que la rodea.

Así, la “pobre Geni” fue poco a poco convirtiéndose en un personaje geni-al en su desconcierto, divertido, impulsivo, empático, tierno y por momentos incluso clarividente.

El resultado es que el drama del que partíamos, ha derivado en una película más ecléctica que, si bien contiene una mirada dura hacia nuestro mundo, ha sucumbido al ímpetu vitalista de su protagonista, volviéndose más libre, más fresca y más conciliadora a lo largo de su metraje. Y lo cierto es que me siento mucho más cómoda con ella.