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  Moliere en bicicleta  (Alceste à bicyclette)
  Dirigida por Philippe Le Guay
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Entrevista con Fabrice Luchini

P: ¿Cómo nació la idea que da pie a PASEANDO CON MOLIERE?

R: Hace dos años, Philippe Le Guay viajó hasta la Isla de Ré para proponerme el papel de Jean-Louis Joubert en la obra Las Chicas de la Sexta Planta. Dimos un largo paseo por la ciénaga e hice lo que hago casi todas las mañanas: trabajar en “El Misántropo”. El misterio y la admiración que siento por este texto es tan grande que me acompaña a todas partes. Me fascina la inteligencia de Filinto, un hombre de sociedad que ha sabido madurar. Filinto entiende que una mente profunda solo puede avanzar si está enmascarada, en el sentido que da Nietzsche a la palabra máscara. Esto queda claro cuando Filinto le dice a Alceste: “Pobrecito, ¿aun crees que debes decir la verdad? La verdad es tu locura.” Me gusta la actitud sincera e ingenua de Alceste, en esto reside su riqueza. También me interesa la confrontación que genera y el poder del uso del lenguaje. El caso es que Philippe y yo estábamos dando un paseo por la isla cuando empecé a recitar frases de ambos personajes, ya que ambos me gustan por igual. De pronto, Phillipe me comenta: “Sería estupendo hacer una película sobre esto.”


P: ¿Qué ocurrió después?

R: Después rodamos LAS CHICAS DE LA SEXTA PLANTA y un buen día, apareció Le Guay con un guión que él mismo había escrito, inspirado por mi obsesión con “El Misántropo”. El guión sitúa la historia en la Isla de de Ré y Philippe vino a ofrecerme el papel de Serge Tanneur. Así que la idea inicial fue mía pero el guión es suyo. En lugar de serle fiel a Molière y a la idea de un hombre extraño que recita el texto como ejercicio, Le Guay convirtió la trama en comedia. La Isla de Ré acaba aportando su carácter y la obra pasa a llamarse PASEANDO CON MOLIERE.


P: El guión es sorprendente. Arranca con un problema de tuberías.

R: Sí, y gana interés con la aparición de Gauthier Valence. Para interpretar a Molière un conocido actor se ve forzado a ir en busca de otro, que se ha retirado en la Isla de Ré. Lo más sorprendente es cómo Molière alimenta la película, casi de forma fraudulenta – no de manera cultural, directa o didáctica. Le Guay pudo haber hecho una película sobre el teatro pero hubiera resultado increíblemente aburrida. El teatro llevado al cine es un rollo. Sin embargo, él lo convirtió en comedia. Nada más empezar, lo que escuchas es una versión distinta al texto de Moliere. Ya no es teatro, es Francia a través del lenguaje que usa la gente. La película es también una reconciliación con el teatro.


P: Es como si la película reconstituyera la energía del texto de Molière.

R: Eso es, parte de su energía. De otra manera, el texto estaría muerto, la página impresa está muerta. Ese es el trabajo del actor, lo que da vida a esos personajes impresos.


P: Hay algunos personajes extraños en la película como Zoé, tabernera y actriz porno, a quien el personaje de Serge Tanneur, y Gauthier Valence, interpretado por Lambert Wilson, invitan a leer un pasaje de Célimène.

R: La verdad es que acabamos llevando a Molière a los lugares mas insospechados. Eso es trabajo de Le Guay.


P: Son conocidos su amor por los grandes textos, su pasión por la Isla de Ré y su gusto por la polémica. ¿Cuánto se parece usted a Serge Tanneur?

R: Le mentiría si le dijera que no tenemos nada en común. Dicho esto, nos separa mucho más de lo que me gustaría. Por ejemplo, me encantaría retirarme a una isla pero no lo hago. Es una simple fantasía. Si me quedara mucho tiempo en la Isla de Ré, creo que caería en una depresión. No soy un Thomas Bernhard como mi personaje. Ni siquiera soy Celiniano. Tiendo más al intercambio y siento curiosidad por la psicología de los demás. Admito que soy una persona curiosa y bastante traviesa. Mi trabajo de verdad es servir a la comedia. Philippe Le Guay quería basarse en la ficción para contar la historia pero eso tenía el peligro de convertirse en algo demasiado biográfico. No puedo evitar citar la frase de Deleuze: “La gran literatura, la verdadera literatura existe cuando ya no está en el dominio de lo privado.” A nadie le importa la vida de Céline. “Viaje al Fin de la Noche” es una gran obra pero no porque trate sobre la miseria del autor, sino sobre la miseria en general. Proust es grande porque “En Busca del Tiempo Perdido” no trata sobre su niñez, sino sobre la niñez en general. Estos autores escriben con un gran sentido de la proporción. El trabajo de Le Guay fue alejarse del simple reportaje, aunque el papel de Serge Tanneur sea el más cercano a mí que he interpretado nunca. Dicho esto, creo que mi personaje es parecido a Jean-Louis Trintignant, alguien que ha leído a Céline y a Thomas Bernarhd.


P: La irritación permanente que muestra Tanneur hacia su compañero de reparto, como cuando suena su móvil durante el ensayo … En esto, ¿se parece a usted?

R: Eso es cosa de Le Guay. Pero es verdad que tengo un problema con lo moderno. No es casualidad que me guste leer a Muray en el teatro. Me gusta la idea de ser anti-moderno.


P: ¿De dónde vinieron los comentarios hirientes hacia el teatro y el cine?

R: De nuevo, eso es trabajo de Le Guay, transportar al personaje de Alceste al mundo actual. Se reapropia de su verdad, de su poder, de su amplitud de mira, su elocuencia. Es estimulante y un poco cruel – en el buen sentido. En ello, hay picardía.


P: ¿Qué puede decir de su relación con el personaje que interpreta Maya Sansa? Ella es la que le conduce a usted y a Gauthier Valence a un triángulo amoroso, al estilo JULES y JIM?

R: O al estilo Marivaux – la relación entre dos hombres y una mujer italiana viene de Marivaux. Una vez más, eso fue cosa de Le Guay. A Philippe le gusta trabajar con los defectos emocionales de la gente y para mí fue muy gratificante llevar esto a escena. PASEANDO CON MOLIERE es Le Guay y yo. Es el resultado de nuestras largas conversaciones y eternas discusiones. Es el fruto de nuestra colaboración y nuestras diferencias.


P: ¿Sus diferencias? ¿A qué se refiere?

R: Nos conocemos desde hace 17 años y con el tiempo, Philippe ha adoptado una postura que encuentro sumamente irritante. Desafía a la larga tradición de los grandes moralistas franceses quienes, mucho antes que Freud, levantaron sospechas acerca de la naturaleza humana. ¿Qué es lo que nos cuentan Chamfort, La Rochefoucauld y La Bruyère? Que no existen los actos heroicos como tales. En cada acto, hay una organización del Yo. Todo lo que hacemos es por nuestro bien y estoy totalmente de acuerdo con esa idea. No se trata de una idea siniestra. Estoy convencido de que estamos condenados a tener un ego y nunca nos desharemos de el. Para Philippe, quien tiene una visión de la humanidad afín a Dostoyevski, esa idea le resulta intolerable. Cree que la afabilidad puede transformarnos. Por eso PASEANDO CON MOLIERE es la prolongación de las diferencias que existen entre Phillipe y yo. Él es muy cortés y yo soy totalmente escéptico. Es el choque de mi pesimismo y su ingenuidad. Es como si Don Quijote luchara contra los malditos genios del pensamiento francés. La película es también una historia de amor. No hay película sin una historia de amor con el director.


P: ¿Phillipe es Filinto?

R: Sí. Totalmente.


P: Volvamos a la lucha entre Tanneur y Valence. Entendemos que Tanneur está feliz con los ensayos mientras Valence solo piensa en volver a Paris, una vez haya convencido a Tanneur para hacer la obra.

R: Tanneur le dice: “Has venido a ofrecerme a Alceste, y ¿te quieres marchar enseguida?” Así es como piensa Tanneur. No es un hombre de negocios como Valence, que quiere el papel por la fama que le va a suponer. Tanneur no solo quiere interpretar a Alceste: él pretende que este material eterno y sublime, no se vulgarice, no se destroce al representarlo. Es un hombre que no se anda con medias tintas. Es un Glenn Gould. Prefiere tocar para sí mismo. Gould, en un momento dado, ya no quiso dar conciertos. En ese sentido, mi personaje es parecido a Glenn Gould.


P: Hay una escena preciosa en la que vemos a Lambert Wilson y a usted en el jardín, trabajando sobre el texto de “El Misántropo”, mientras van saltando desde un muro bajito. Es un homenaje muy bonito al proceso creativo de un actor.

R: Esas improvisaciones fueron maravillosas, divertidas y poéticas. El público será testigo de cómo se ensaya de verdad, de cómo avanza el texto. Hay algo intangible en todo ello. Es algo que se mueve en el campo de la energía humana en el Molière es el “fotógrafo”. Philippe fue lo suficientemente inteligente para darme un margen de maniobra. Tenia que ser yo mismo cuando trabajaba.


P: ¿Qué tipo de actor interpreta en la película y qué rasgos aportó usted al personaje?

R: No escogí esta profesión para recibir recompensas narcisistas, psicológicas o económicas. De ser así, no me hubiera sentido atraído por la actuación. Escogí esta profesión como vocación, después de leer a Jouvet. No me refiero a cuestiones cinematográficas. Eso no me interesa. Hago esto para trabajar sobre el movimiento, mi movimiento al hablar, al respirar. Me interesa el camino que hay de Feydeau a Labiche, de Labiche a Molière, de Molière a La Fontaine… Durante 30 años, me ha obsesionado dar con el tono adecuado de lo que está escrito sobre papel. Siento obsesión por dar vida a una página muerta. PASEANDO CON MOLIERE es el fin de esa trayectoria. Desde que trabajé en la película de Le Guay, siento que esa obsesión por trabajar sobre los textos de Molière, cada mañana, tal y como lo hacía Sacha Guitry y antes de él, su padre, se ha sosegado.


P: ¿A Jouvet le hubiera gustado la idea de ensayar a Molière montado en una bicicleta?

R: Le hubiera encantado. Porque vuelve a descubrir el impulso físico de los textos. Jouvet decía que los actores son atletas emocionales.


Entrevista con Lambert Wilson

P: Es la primera ocasión en la que ha trabajado con Philippe Le Guay.

R: Coincidí con Philippe Le Guay un par de veces en algunos festivales. Conmigo siempre fue extremadamente abierto y encantador, a diferencia de muchos directores que se comportan de manera indiferente e incluso hostil hacia los actores. Con el tiempo, desarrollamos una relación de amistad, basada en una fascinación mutua. Vi sus películas y me gustaron mucho. Él conocía mi trabajo y quisimos hacer algo juntos.


P: ¿Cuál fue su reacción inicial al leer el guión de PASEANDO CON MOLIERE?

R: Me gustó todo: la historia, el diálogo, el tema del lenguaje… Pensé que era un personaje que yo podía interpretar –cuando eres actor existe una voz interior que te susurra palabras de certeza al oído. Aunque el proyecto sea todo un reto, esa voz te dice que encontrarás la manera de hacerlo. Philippe Le Guay me ofreció el papel de Gauthier pero pensé que no era el actor indicado. Eso es algo que me pasa de vez en cuando. Sin embargo, debo de haberle parecido lo suficientemente elocuente a Phillipe para que me propusiera como candidato a productor. La segunda fase del casting consistió en convencer a Fabrice Luchini para que me incluyera en los créditos. Para él, fue indispensable saber que podíamos hacer este viaje juntos.


P: ¿Cómo lo consiguió?

R: Philippe Le Guay organizó un almuerzo en un restaurante en Paris, en el distrito 9, donde ambos solemos ir. Fue una comida tranquila, amigable, sin ninguna presión. Después vino una tercera fase, quizás la más compleja: la lectura de guión. Fue entonces cuando me di cuenta de donde me estaba metiendo. Para Fabrice fue muy importante mi manejo del lenguaje de Molière. Hablamos de ello como si fuéramos dos músicos que no se conocen, pero tienen que hacer un dueto. Lo importante es tener el mismo acercamiento hacia la obra. Después siguieron las sesiones de lectura de guión, a las que consideré sumamente útiles. Cuando llegué al rodaje, sentí que había respeto mutuo y me senti tranquilo. Soy un fan absoluto de Fabrice. Me gusta su inteligencia y su sentido del humor. Encuentro fascinantes su erudición y su memoria. Pero tengo que admitir que, antes de conocerle, su nivel cultural me daba miedo. Le había visto un par de veces en la tele, cebándose con periodistas. Me daba miedo enfrentarme a él. Sin embargo, entre nosotros hubo cierta complicidad porque yo me dejé llevar. No puse barreras y fui honesto.


P: ¿Cuál es su análisis de las diferencias entre Serge y Gauthier? ¿Es una batalla filosófica, teatral o una lucha de egos?

R: Ante todo, Serge y Gauthier se sienten motivados por el poder. Cada uno quiere algo del otro. Serge y Gauthier son dos actores pero podrían ser dos hombres de negocios. Entre ellos hay una permanente conquista que conlleva seducción, crueldad, sadismo, humillación y dependencia. Es como un juego sacado de una novela de Beckett. Podrían estar en una isla desierta. Durante el rodaje de PASEANDO CON MOLIERE no tuve la sensación de estar haciendo una película sobre actores aunque fui consciente de la realidad del trabajo del actor.


P: Molière y los ensayos de “El Misántropo” marcan el inicio de su enfrentamiento.

R: Es evidente. El guión saca a relucir los temas propuestos en “El Misántropo”. Nos habla sobre las verdades de nuestra relación con la sociedad y las relaciones entre los hombres. Hay dos filosofías que se enfrentan. Una está a favor de la indulgencia con los hombres y otra ataca sus estupideces. Serge y Gauthier usan estos argumentos para atacarse mutuamente. Sin embargo, Le Guay pone el énfasis en el conflicto entre ellos dos, no en sus ideas. Lo maravilloso del personaje de Gauthier es que emprende un viaje. Al principio, llega como Filinto y de manera gradual, encuentra su vertiente Alceste. Deja de lado su cara amable, esa bondad casi hipócrita, para entregarse a su verdadero yo. Ese cambio se lo debe a Serge, quien le arrincona y le hace descubrir su verdadera esencia. Hacia el final de la película, mi personaje está preparado para hacer de Alceste porque ha sabido expresar su rabia. La semana que el personaje pasa en la Isla de Ré, le resulta terapéutica, ya que le ayuda a dar rienda suelta a su rabia interior. Me fascinó llevar a cabo esta transformación.


P: En el lado opuesto está Gauthier, que cae víctima del “olvido”.

R: Durante los ensayos, juega a olvidarse de una frase pero cuando empiezan a rodar la escena en el Teatro de l’Atelier, Gauthier se olvida de verdad y esta vez, delante del público. Entonces, mi personaje continua la escena y su Alceste resulta brillante. Sin embargo Philippe Le Guay decidió cortar esa parte de la escena. Creo que es lo único con lo que no estoy de acuerdo. Cuando vi la película terminada, le dije: “Haciendo eso, has condenado a Gauthier. El público entenderá que la única persona que puede hacer el papel de Alceste es Serge.”


P: Hablemos de las escenas de ensayo. Todas son muy diferentes.

R: Me encanta el lenguaje del teatro clásico. A veces me siento más en casa sobre el escenario que en las escenas cotidianas de mi vida privada. Lo difícil fue regular el progreso de mi personaje. Para empezar, cuando Serge y él trabajan en la primera escena del primer acto, Gauthier no consigue meterse en el texto. Tiene una apreciación de la obra como poco solida. Quiere modernizarla, lo cual es ridículo. Es como si un músico quisiera interpretar a Mozart sin tocar sus notas. Mi personaje hace de contrapunto a su metedura de pata. Pero a medida que ensayábamos, me sentía más cómodo. Dicho esto, estoy a años luz de Fabrice, en el sentido que él conoce “El Misántropo” de memoria.


P: Más allá del conflicto entre los dos actores, da la sensación de que somos testigos de un “trabajo en proceso”.

R: Me preocupaba que las escenas de ensayo resultaran algo falsas. Pero al final lo que estás viendo es a dos actores trabajando, luchando con un texto. Sientes su pasión y aprecias las dificultades que tienen – la ardua tarea técnica de las palabras, el esfuerzo de la memoria y la atención del significado. Mostramos solo la punta de iceberg de lo que conlleva el trabajo de un actor, pero el resultado es auténtico.


P: Molière y su “Misántropo” emergen modernizados.

R: Eso se debe al guión de Le Guay. Al fin y al cabo se trata de una película, así que no tenía sentido proyectar el texto como se haría sobre un escenario. El resultado tiene un aire más moderno. Cuando le enseñé la película a unos amigos extranjeros, se mostraron fascinados por la temática de Molière. Les pareció muy accesible a pesar de que no estaban familiarizados con el lenguaje del sigo 17 francés. Esa es otra de las virtudes de esta película.


P: El trío compuesto por Luchini, Maya Sansa y usted aporta ligereza a la película.

R: Personalmente, creo que el trío es delicioso. Me encantan los momentos que comparten. Obviamente, uno piensa en JULES y JIM de François Truffaut y Philippe Le Guay no dudó en tomar prestada la música de esa película para subrayar esta herencia. La mujer italiana, interpretada por Maya Sansa, es un personaje necesario para la trama: ella permite que se cierre el círculo de la narrativa. Sin ella, Serge y Gauthier seguirían ensayando indefinidamente. El doloroso mordisco de los celos que ella inspira en los dos hombres fue una decisión acertada por parte de Philippe. También me gustan mucho todas las escenas de exteriores que hay en la película: ellos montando en bici, cuando van buscando casast… Eso inyecta oxígeno a la historia. Sin estas escenas, la película hubiera resultado muy estática.


P: Philippe Le Guay sueña alegremente con ser la inspiración del personaje que usted interpreta.

R: Es muy amable. Nunca he tenido que encarnar la filosofía o el mundo interior de un director. Dicho esto, la experiencia me encantó. Jamás me he sentido tan bien defendido en un rodaje.


P: ¿Comparte usted su afición por el personaje de Filinto?

R: En la vida realyo soy un Filinto. Siempre busco el lado positivo de las relaciones humanas y puedo llegar a ser algo hipócrita por mi exceso de amabilidad. Pero mi temperamento como actor tiende a ser más parecido al personaje de Alceste. Teatralmente, me siento más cómodo con el exceso. Me resulta más difícil estar siempre en control, como Filinto.


Entrevista con Philippe Le Guay

P: PASEANDO CON MOLIERE surgió de manera inusual.

R: Estaba preparando LAS CHICAS DE LA SEXTA PLANTA e intentaba conseguir que Fabrice Luchini accediera a hacer el papel protagonista. Fabrice es bastante despistado. Se dejaba el guión en los taxis o en las habitaciones de hotel. Así que llegué a la Isla de Ré para darle una nueva copia. La metí en la cesta de la bici y fui a su encuentro. Pero me perdí por la ciénaga y Fabrice tuvo que venir en bici a rescatarme. Mientras pedaleábamos por el campo, le dije: “Realmente eres un misántropo, escondido en tu lugar de retiro.” De pronto, él comenzó a recitar el comienzo de la obra de Molière: “¿Qué es lo que pasa? Dejadme, os ruego …” Fabrice recitaba los diálogos de ambos personajes, de Alceste y Filinto, a la perfección. Se sabía prácticamente la obra entera de memoria. Fue entonces, cuando me vino la idea de la película y se me ocurrió el título: PASEANDO CON MOLIERE. La historia de un actor aislado en el Isla de Ré.


P: ¿Y todo eso ocurrió mientras pedaleaban?

R: En efecto. El cielo estaba nublado, el sol se ponía, las gaviotas circulaban por encima nuestro. El texto y la teatralidad de la vida misma se fusionaron. Fabrice hizo que esto fuese posible. Hace 30 años, él tuvo la idea de hacer “El Misántropo” interpretando a Alceste y Filinto así que cuando le comenté esta idea, inmediatamente me confirmo que lo haria.


P: Fabrice pensó que lo iba a dirigir él, ¿no?

R: Sí. Él pensaba rodar con una cámara DV, tener tres semanas de improvisación y un equipo reducido. Sin embargo, a los tres meses, cambió de idea.


P: ¿Qué ocurrió entonces?

R: Hicimos LAS CHICAS DE LA SEXTA PLANTA y un año más tarde, le pregunté si le apetecía la idea de Alceste. Mi idea era muy sencilla: un actor que viene en busca de otro, que vive recluido en una isla y le propone actuar en “El Misántropo”. Imaginarme a Fabrice siendo un ermitaño fue muy fácil. Ya tenía el pañuelo, la chaqueta forrada de piel y la barba de tres días. Inmediatamente pensé en Céline viviendo en Meudon. Estuve a punto de regalarle un perro pero hubiera sido demasiado. Así es como imaginamos la idea original de la película. La cercanía que nos une, después de haber trabajado juntos en cuatro películas, me sigue emocionando.


P: Se nota que Fabrice Luchini le inspiró para el papel de Serge Tanneur.


R: Efectivamente. Fabrice es toda una inspiración. Recopilé la información que sabía de él: su amor por los textos y esa tendencia misantrópica que a veces exhibe. Él alberga el sueño de retirarse del mundo pero afortunadamente, no lo hace.
Mantuvimos conversaciones interminables sobre la gente y sobre nosotros mismos. Él dice que no existe la generosidad, que todo el mundo vela por sus propios intereses. Yo hago el papel del hombre ingenuo, el que lo ve todo de color de rosa. Mi personaje es un altruista que mira más allá de si mismo. Fabrice es pragmático mientras yo soy el indulgente. Fabrice cree que la indulgencia es una máscara que me pongo, algo que alimenta mi narcisismo y quizá no esté tan equivocado.


P: Esta filosofía la verbaliza el personaje de Lambert Wilson.

R: Lambert Wilson es mi representante en la pantalla. Gauthier Valence es una estrella televisiva, un héroe querido por todos que se siente con la necesidad de complacer a los demás, a toda costa. Dicho esto, no pretende esconder lo lamentable que es la serie en la que trabaja. Acabas entendiendo por qué Gauthier Valence quiere hacer de Alceste: en su interior se esconde algo que quiere defender.


P: ¿Cómo eligió a Lambert Wilson?

R: Lambert pertenece a esa gran tradición anglosajona de actores que pueden hacer de todo. Aparenta ser muy hábil pero al mismo tiempo es un hombre que comparte sus heridas internas y su lado oscuro. Lambert encarna a la perfección el papel de hombre sincero y uno que puede burlarse de él mismo. No dudó en adoptar un nuevo look, con ese peinado tan impecable y su toque extravagante. El abrigo blanco le otorga un aire majestuoso y ridículo. Es el contrapunto de Fabrice.


P: Sobre papel, su proyecto resulta algo radical.

R: Es cierto que existe un lado minimalista: dos actores ensayando la primera escena de “El Misántropo” con la duración de una película. Pero también tiene el poder de los actores y el espejismo en el que juegan junto a Molière. En lugar de la trama, son los personajes los que le dan identidad a la película. Me encanta darles vida y contradicciones.


P: Se aseguró de incluir pausas que ayudan a la historia a respirar.

R: Esa fue la gran ventaja de rodar en la Isla de Ré. No es un lugar de vacaciones sino un espacio bastante inhóspito con calles vacías, persianas bajadas y la playa barrida por el viento. Hay belleza en esa melancolía, propia de los lugares vacacionales abandonados.


P: Durante los ensayos, Serge y Alceste mantienen puntos de vista opuestos sobre el texto de “El Misántropo”.

R: Quise que volvieran continuamente a las mismas discusiones para sacar a relucir el texto mientras ellos se atacaban verbalmente. Por eso decidí centrarme en la escena 1 del primer acto. Reúne las posturas filosóficas de Alceste y Filinto y el eterno problema de elegir entre la indulgencia y la verdad. No quise desviarme con la obra entera y acabar seleccionando extractos.

En cualquier caso, el texto es maravilloso así que no se te hace pesado al escucharlo una y otra vez. Es lo opuesto del cliché en el sentido de que “hay que quitarle el polvo a los clásicos”. Aquí, es Molière el que limpia el polvo.


P: Cada ensayo está filmado de manera muy específica.

R: Hay ocho ensayos y cada uno versa sobre un tema diferente. Tuve que pensar en cómo dirigir cada uno. Pensé en los duelos de BARRY LINDON de Stanley Kubrick, o los que aparecen en SCARAMOUCHE, la magnífica película de George Sidney. Luchini y Wilson son maravillosos porque aceptan mostrar sus fallos. En la primera lectura, Fabrice tiene que tener un estilo excesivo al actuar pero se da cuenta de que es falso. Pero incluso cuando es excesivo o está rabioso, es capaz de encarnar al verdadero Alceste. Cuando está más contenido, es emocionante. El espectador puede apreciar lo que lleva al personaje a ese lugar. En la película, somos testigos de cómo se prepara un actor. Esta dimensión educativa siempre ha estado en el corazón del proyecto.


P: Hay algo fantástico en las escenas en las que forcejean.

R: Hay gente que puede llegar a irritarse con ese lado narcisista de ciertos actores pero solo hace falta verles ensayar para apreciar ese punto altruista, esa pasión que sienten hacia las palabras. Serge y Gauthier saben que Molière es más grande que ellos y se ponen a su servicio. Se ven motivados por la misión de poder expresarlo.


P: De esta confrontación, cada uno sale siendo mejor persona.

R: Quise devolverles a sus respectivos mundos interiores. Serge le arranca la fachada de estrella televisiva a Gauthier y éste le devuelve a Serge el sentido del deseo. Pasa de ser una persona rencorosa a convertirse en un idealista desapegado. Al final, en la playa, se reconcilia consigo mismo y los dos acaban siendo mejores personas.


P: Hablemos de personaje de Maya Sansa.

R: En esta versión de “El Misántropo”, necesitábamos a una Célimène. Pero debido al aislamiento de la isla, era imposible convertirla en el personaje seductor de la obra de Molière. Así que opté por lo contrario: creando un personaje aún más misantropo que Serge.
Francesca es una mujer italiana que ha llegado a la isla para vender su casa, debido a un divorcio peliagudo. Tiene las heridas abiertas: afirma que todos vamos a morir, que nuestros cuerpos se pondrán flácidos y nos pudriremos en la tumba para acabar siendo polvo. Es una especie de Cioran en mujer. Sin embargo, el personaje tenía que resultar atractivo y pensé en Maya Sansa, a quien vi en BUONGIORNO NOTTE de Marco Bellocchio, y en VOYEZ COMME ILS DANSENT de Claude Miller.


P: El trío recuerda a JULES y JIM de François Truffaut.

R: Eso es inevitable. En cuanto unos amigos andan en bici en una película, es JULES y JIM.


P: ¿Por qué introdujo a Zoé, la actriz porno?

R: El personaje de Zoé cumple otra función. Ya que PASEANDO CON MOLIERE es una película sobre actores pensé que podría ser divertido incluir a una actriz porno. Serge y Gauthier le tienden una trampa al pedirle que lea unos versos alejandrinos. Es evidente que ella no es Sarah Bernhardt, pero la frescura con la que lee los versos produce emociones inesperadas.

Zoé también cumple otra función: la de aportar contemporaneidad a la película. Me fascinan las entrevistas con estrellas porno, en las que salen hablando sobre su oficio y sus aspiraciones con toda seriedad. Lo dicen demostrando indiferencia absoluta hacia la sexualidad, como si no pasara nada.


P: La Isla de Ré se ve magnificada en la película. A veces, incluso resulta ridiculizada.

R: Lambert llega a decir: “Odio la Isla de Ré, los chavales rubios en sus bicis, las familias católicas, etc.…” En la película, la isla tiene dos caras: el lugar aislado y lluvioso y la isla del civismo llevado al extremo. Es más, Gautheir le hace ver esa contradicción a Serge. En lugar de irse al Lago Baikal en Siberia, para su retiro escogió una isla, un lugar semi urbano. La película necesitaba esta dimensión social. En cierto modo, es una transposición de la corte de Versailles de Molière. Al final de la obra, Alceste corta todos sus lazos con la vida social.


P: ¿Cómo trabaja con un actor que ha conocido durante 20 años?

R: El personaje de Fabrice en esta película es muy diferente al que hace en LAS CHICAS DE LA SEXTA PLANTA. Fue muy estimulante explorar esta otra dimensión de su naturaleza. Al contrario de cómo se le percibe desde fuera, Fabrice no intelectualiza a sus personajes. Tiene un instinto endiablado para sortear ese cliché y no actuar tal y como indica el texto. Tiene la energía suficiente para mantener la atención de ochocientos espectadores sobre un escenario. Pero en el cine, su estilo es muy distinto. No controla nada, se vacía. En la mente del espectador, está tan asociado con las palabras y el texto, que hubiera sido un magnifico actor de películas mudas. Me encanta filmar la manera en la que recibe el diálogo de sus compañeros.


P: ¿Dejó usted espacio para la improvisación?

R: El tema de la película es la libertad del actor así que hubiera sido absurdo prohibirles improvisar. Fabrice y Lambert disfrutaron al parodiar las distintas maneras de recitar versos alejandrinos. No quise ahondar mucho en sus vidas privadas – siempre permanecen como personajes de ficción. No me gusta la manera en la que ciertos directores exponen a los actores. A mi eso me parece una fantasía de poder.


P: Sin embargo, PASEANDO CON MOLIERE trata sobre la lucha de poder.

R: Lo hice a pesar de mi mismo. Hace 10 años, dirigí NIGHTSHIFT, una película sobre un juego perverso de manipulación entre dos trabajadores de una fabrica. A pesar de que el contexto es distinto, esa película también habla sobre la lucha de poder. El personaje de Lambert se rinde ante las manos de Luchini y espera ser puesto a prueba. Es muy vulnerable porque él es quien quiere algo y Serge juega con su deseo. La película muestra cómo se libera uno de esta dependencia. Es una versión descafeinada de un tema muy serio.