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  Emperador  (Emperor)
  Dirigida por Peter Webber
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Peter Webber (La joven de la perla) dirige EMPEROR, a partir del guión de David Klass (Pisando fuerte; Medidas desesperadas; El coleccionista de amantes) y Vera Blasi (Woman on Top; Tortilla Soup). Produce la película Yoko Narahashi (El último samurai), Gary Foster (Algo para recordar, El motorista fantasma, Daredevil; Tin Cup; El solista), Eugene Nomura (Tajomaru; Surely Some Day) y Russ Krasnoff (El solista). Integran el equipo técnico tan notorios profesionales como los oscarizados director de fotografía Stuart Dryburgh (Texas Killing Fields; The Tempest; El piano); diseñador de producción Grant Major (King Kong; la trilogía de El señor de los anillos); y diseñadora de vestuario Ngila Dickson (El ilusionista; El último samurai; la trilogía de El señor de los anillos).


"Y así es, de acuerdo con lo impuesto por los tiempos y el destino, que hemos resuelto allanar el camino hacia una gran paz para todas las generaciones..." - Emperador Hirohito, Tokio, 1945


El drama de la guerra lleva mucho tiempo interesando al cine, aunque a menudo son las consecuencias ocultas de las conflagraciones las que plantean las controversias humanas más intrigantes y provocativas. En el oscuro intervalo existente entre el cese de la batalla y el establecimiento de la paz, las emociones afloran en bruto, los nervios y las almas se hallan al límite, en tanto se despliegan enfrontadas negociaciones y los enemigos luchan por cruzar la vasta distancia entre el instinto de venganza y el sueño de la reconciliación. EMPEROR, primer film del Hollywood actual enmarcado en la ocupación estadounidense del Japón tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, despliega una historia que contiene tanto un amor secreto como una intriga internacional en un mundo de posguerra donde las verdades escasean y las probabilidades de futuro no podían ser de gran envergadura.

La historia se basa en los hechos de 1945, tras haber lanzado las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, cuando el sagrado líder del Japón, el Emperador Hirohito, se rindió incondicionalmente. Teniendo que liderar la ocupación aliada del desvastado país, el Presidente Harry S. Truman encargó al héroe americano General Douglas MacArthur la ingente y definitiva misión de restituir el orden y preparar el camino hacia las elecciones democráticas. Sin embargo, antes de que llegara el 30 de agosto al bombardeado Tokio reducido a escombros, MacArthur era consciente del extraordinario dilema que afrontaba: ¿qué hacer con el Emperador? ¿Debía afrontar un juicio y probablemente sufrir la horca para resarcir los brutales crímenes de guerra aquel hombre venerado por muchos como un dios, encarnación viva del espíritu nipón? O por el contrario, ¿podía haber otro modo de avanzar mientras el mundo entero observaba?

Entre bastidores, a un hombre se le dieron apenas unos pocos días para investigar si la acusación contra el Emperador debía proseguir: Bonner Fellers, un americano devoto para con la cultura japonesa, quien finalmente ayudó a MacArthur a elegir un atrevido camino. La historia de Fellers lleva mucho tiempo olvidada en los vastos anales de la Segunda Guerra Mundial, tan sólo familiar a verdaderos entusiastas de la historia, hasta devenir el héroe del fascinante guión de David Klass y Vera Blasi. Al sumergirse en los registros históricos, Klass y Blasi también se abrieron a terreno imaginado, cuando Fellers se ve arrastrado no sólo a un peligroso juego político, sino también a una búsqueda obsesiva de la mujer japonesa que le introdujo en la conmovedora belleza de Japón, apoderándose de su corazón desde entonces.


El peligroso viaje hacia la paz
El viaje de EMPERADOR empezó con la productora Yoko Narahashi (El último samurai), quien lleva tiempo interesada en el territorio fértil donde este y oeste coinciden. Cuando niña, Narahashi se fascinaba con las historias de su abuelo, Teizaburo Sekiya, quien sirvió en el gran palacio como miembro clave en el Ministerio de Interior del Emperador Hirohito, y jugó un papel en el proceso de reunir a MacArthur y el Emperador, un encuentro que cambiaría sus destinos. Décadas más tarde, el Japón atemorizado por la guerra que describía el abuelo de Narahashi parecía casi inimaginable. Sencillamente, le admiraba el hecho de cómo el más terrible de los enemigos se había convertido de la noche a la mañana en el más estrecho aliado mientras Japón resurgía de las cenizas.

Narahashi era consciente de las muchas historias personales acerca de cómo la ocupación integró el pasado en un nuevo futuro para ambas partes: Japón y Estados Unidos, pero una en concreto le llamó la atención: la de Bonner Fellers, quien desde fuera puede parecer una figura menor entre los integrantes del equipo recién llegado junto al General MacArthur en 1945, pero resultó que devino el puente humano entre dos modos de vida que cambió la historia en aquellos días de peligros y desconfianza.

"Me sentí fascinado por cuanto vi en aquella auténtica historia internacional, una historia de Japón y Occidente" —comenta Narahashi—. "Siempre me han atraído los héroes ignorados, y cuando supe de Bonner Fellers, reparé en que era alguien a quien todavía nadie conocía, pero en él recayó una gran empresa que cambiaría la historia. Aquello era un comienzo muy convincente".

Cuando Narahashi comenzó a investigar a Fellers y a leer algunos de sus escritos de la guerra, reparó en que en ocasiones escribía sobre las visitas que en Japón hacía a un "amigo" de quien omite el nombre, y se preguntó si acaso era un idilio subrepticio. No podía haber prueba alguna, pero Narahashi vio en ello la oportunidad para la imaginación del guionista de dar un paso adelante. Así brotó la semilla del personaje de ficción llamado Aya, la atractiva maestra de escuela que descubre a Fellers un aspecto del Japón que cambiará para siempre su mente para con aquel país, aun cuando la pareja sufre la desgracia debido a la guerra.

El instinto de Narahashi se vio reafirmado cuando le habó de la película a su tío de 101 años, el hijo de Teizaburo Sekiya. Recuerda: "Nos dio su bendición, y cuando le pedí si tenía un mensaje para nosotros, nos dijo: ‘Haz que sea una apasionada historia de amor.’"

Narahashi aportó al novelista y guionista David Klass la idea de la ardiente historia de amor intercultural en el Japón ocupado. Klass es conocido por thrillers como El coleccionista de amantes y Medidas desesperadas, pero también ha trabajado como maestro de escuela en Japón. Pergeñó el primer borrador.

En el ínterin, hizo aparición un equipo de producción estelar, integrado por Gary Foster y Russ Krasnoff de Krasnoff/Foster Entertainment (reconocidos por un amplio espectro de destacados filmes, desde Algo para recordar y El solista a El motorista fantasma y Daredevil), y el actor y productor cinematográfico Eugene Nomura. Todos se sintieron atraídos por el potencial de mezclar historia, intriga y romance, además de por una narración basada en hechos reales que nunca antes se había visto en pantalla.

"Siempre quise hacer un film sobre este periodo" —informa Foster—, "y la historia de cómo MacArthur y Fellers tuvieron que afrontar esta tremenda decisión sobre el Emperador en un espacio de tiempo tan corto, bajo las mayores presiones, me parecía muy dramático. Luego, me enamoré perdidamente de la historia de amor del guión".

Foster se sentía particularmente cautivado por la idea de verter luz sobre una parte de la Segunda Guerra Mundial que hasta ahora jamás había sido abordada por el cine. "El público ha visto mucho acerca de la vida durante la guerra, pero la historia que no se ha explicado es cómo se negoció la paz una vez finalizadas las hostilidades" —puntúa—. "Esta historia es algo nuevo que da a conocer un periodo que muchos creyeron ya saber de diferente modo, y ello me fascina sobremanera".

El productor Eugene Nomura entendió la historia no sólo como histórica, sino también como convincentemente relevante para con nuestro propio tiempo de conflictos internacionales e incertidumbre global, así como también respecto del imprevisible desastre natural en Japón. "Ésta es una historia acerca de cómo se reconstruyó Japón tras la guerra; y el Japón tras el tsunami de 2011 resulta parejo, hasta cierto punto, al de 1945" —observa—. "Así que creo que narrar esta historia significa mucho ahora mismo en lo referido al país que trata de reconstruirse y funcionar rectamente".

Para afinar más el guión, Foster incorporó a la guionista Vera Blasi, conocida por su pasión por la historia y sutileza, con personajes psicológicamente ricos. Dio con el alma de la historia al instante. "Para mí, se trata de cómo la justicia y la verdad se yuxtaponen a la oportunidad política y a cuanto devendrá el mayor bien para el mundo" —explica—. "Lo hallo fascinante y sigue siendo muy importante en nuestro planeta".

Blasi entendió la historia de amor entre Fellers y Aya como el vehículo perfecto para narrar la historia de dos culturas aparentemente dispares empujadas a entenderse para convivir. "La historia política y la romántica aportan dos visiones diferentes del mundo en 1945" —añade.

Efectivamente, en el guión definitivo, la intensidad del anhelo de Bonner Fellers por dar con Aya es a un tiempo la fuente de su respeto a la cultura japonesa y la inspiración en su cometido por averiguar si el Emperador ha intentado poner fin a las terribles consecuencias de la guerra. El espíritu de Aya impregna cada movimiento de Fellers, aunque todavía ignore el destino de ella.

"Una historia de amor siempre es universal" —concluye Narahashi—, "pero la belleza de la historia de amor de Emperador reside en que lleva a un hombre americano a tomar una decisión definitiva para Japón".


Amor, guerra y neo-noir
Con una historia atravesada por el suspense político, la búsqueda de un amor perdido, y los oscuros días que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial en Japón, los realizadores sabían que necesitaban a un director para Emperor que evocara al tiempo sus intrincados temas y ese periodo apenas entrevisto. Eligieron a Peter Webber, el director británico que hizo de La joven de la perla un hipnótico cuadro fílmico.

"Nos encanta su pasión" —dice Gary Foster—. "Entrevistamos a unos cuantos directores, y hubo distintos enfoques que enfatizaban ora la historia de amor, ora el thriller político, pero Peter halló un modo de integrar ambos. Podía añadir tanto el músculo del thriller como el romanticismo lírico de una relación que podría haber cambiado la historia".

El guión extasió a Webber. "Recibo muchos guiones, pero sólo me interesan unos pocos" —admite—. "Con éste, sentí al instante que me encantaría hacerlo.’ No podía dejar de leer. Sabía algo sobre MacArthur y la ocupación. Leí sobre la posguerra en Japón y el desmantelamiento de su imperio. Pero había esa pequeña y oscura esquina de la historia nunca antes abordada, y me pareció sería emocionante verter algo de luz sobre ella".

Sigue: "Pero esta historia no habla sólo del pasado. Hay algo plenamente contemporáneo y relevante acerca de la diferencia entre venganza y justicia".

En efecto, todas las sombras morales y dificultades sentimentales de la historia le recordaron a Webber los films noirs clásicos, en los que el corrosivo talante de sus misterios refleja tanto aquello por lo que pasan sus personajes como la dramática incertidumbre del mundo en su conjunto. "Había algo en el guión que me recordaba El tercer hombre" —apunta Webber, refiriéndose al clásico de amor y engaño de Carol Reed en la Viena de posguerra—. "Aquí hay más thriller político, pero quería hacer un neo-noir impregnado de este clásico en lo referido a detalle y atmósfera. Lo entiendo al tiempo como thriller político, historia de amor, y oscuro film noir".

Una vez al cargo de la cinta, Webber se puso a hurgar tanto libros de historia como cualquier tipo de referencia visual que hallara sobre el periodo, exploró metraje de archivo singular y efectuó varios viajes a Japón. Dado que la historia está dramatizada, disponía de libertad visual, aunque la autenticidad en los detalles del momento seguía siendo vital. Se comprometió a respetar la complejidad de la cultura japonesa que Aya desvela a Fellers con consecuencias de tanta envergadura.

"En el film, he procurado evitar clichés culturales manidos como las delicadas flores orientales y cosas así" —comenta Webber—. "Antes de 1945, Japón era de hecho un país ya moderno, ligeramente occidentalizado. Pero aun así, chocaba culturalmente con los americanos. Dado que la cinta se ve a través de los ojos de Bonner Fellers, en realidad se trata de un hombre que intenta penetrar en una cultura imperial que inicialmente parece impenetrable".

Aunque los asesores históricos, en cuyas filas estaba Pedro Loureiro, historiador bélico y archivista militar, contribuyeron a la veracidad del film en todo el conjunto de acontecimientos, Webber admite que le interesaba mucho más mantenerse fiel al espíritu de los personajes. "Pese a procurar la exactitud en cuantos detalles podíamos, nos centramos en crear un espectáculo inteligente" —explica.

Convencido del adagio que reza: "Eres tan bueno como tus colaboradores", Webber comenzó el proceso con el reparto, en busca de actores antes capaces de llegar al centro de las personalidades en colisión de los personajes que elegidos por el aspecto físico y fotográfico.


Fox habla sobre Fellers
Para encarnar a Bonner Fellers, los realizadores necesitaban a un actor que el público estuviera dispuesto a acompañar en su incursión personal y política entre los escombros del Japón de 1945, alguien inteligente y con sensibilidad romántica. Hallaron la combinación en Matthew Fox, que está situándose rápidamente entre los primeros actores protagonistas de hoy. Tras destacar en papeles de éxitos televisivos como Party of Five y Perdidos, Fox ha intervenido recientemente en el thriller En la mente del asesino (Alex Cross), de Rob Cohen, y en el film de acción Guerra mundial Z, de Marc Forster.

"Matthew posee una inteligencia poco común en los actores protagonistas" —comenta Peter Webber acerca del actor que estudió económicas en la Universidad de Columbia—. "Y tiene la apariencia. Existe en él esa sensación de Hollywood clásico que me encanta".

Gary Foster añade: "Hay un tipo de fuerza masculina que parece esencial para el personaje de Fellers, y Matthew tiene eso claramente. Además, en el film es quien investiga, así que debe ser lúcido; Matthew transmite gran inteligencia. Y también tiene ese lado romántico, donde se quiere verle besar a la chica".

Fox admite haberse emocionado con el guión y por el modo en que Fellers reacciona ante una situación compleja. "En el contexto de nuestra historia, resulta un hombre muy honesto" —comenta—. "Es alguien a quien cargan con una labor casi imposible, de enorme importancia, y al tiempo se ve absorbido por ese amor que sólo se tiene una vez en la vida".

Fox no tardó en empezar a leer acerca del auténtico Bonner Fellers, quien tras estudiar en una universidad cuáquera de Indiana, inicialmente sirvió en la Segunda Guerra Mundial como agregado en Egipto dedicado a la supervisión de las operaciones militares británicas, para verse en el centro de la controversia cuando sus informes encriptados resultaron célebremente interceptados y descodificados por los alemanes. Luego, soldado de carrera entregado, Fellers comenzó a trabajar en operaciones de guerra psicológica en el Pacífico. Pero no fue hasta que la contienda acabó oficialmente que tuvo su papel fugaz en la historia.

Fue entonces, como brigadier general, y en calidad de especialista sobre Japón, que recibió el encargo del General MacArthur de investigar la cuestión potencialmente explosiva del Emperador. Con más de 3’5 millones de soldados japoneses aún armados y muy desasosegados, y con sólo unos pocos días para desempeñar su investigación, Fellers comprendía que los riesgos eran enormes. Se había confiado en un hombre corriente para un escenario extremadamente singular.

"Leí cuanto pude conseguir sobre la época" —comenta Fox—, "todos sus auténticos informes. Lo que me llevó a un plano enteramente distinto de interés para mí. Este tipo de actividad me encanta: lograr hacer algo que me enseña y que me desafía".

Alcanzó a entender al Fellers retratado en Emperador como alguien motivado a un tiempo por el corazón y la cabeza. "Algo que no dejaba de sorprenderme del guión era su condición de historia de amor épica" —comenta—. "Cuando la guerra separa a Fellers y Aya, comienza a obsesionarse por la cultura japonesa esperando entender las razones por las que ella es como es, lo que le lleva a una comprensión mucho más plena de Japón".

Cuando está con Aya, Fox percibe que Fellers siente como si apenas existieran barreras culturales. "Creo que Fellers entiende posible ese amor, cualesquiera que sean las circunstancias" —sigue—. "Cuando la comunicación no es enteramente posible por el lenguaje, resulta más pura y honesta. Cuando ambos están juntos, es como si fueran los únicos en el mundo".

Esta sensación se hizo orgánica entre Fox y su coprotagonista, Eriko Hatsune. "El idilio tenía que ser muy auténtico, así que tuvimos que compartir mucho" —explica—. "Nos tuvimos entera confianza; nos zambullimos juntos. Era esencial para el film que interactuáramos honestamente, que nos diéramos mutua calidez, y creo que lo logramos".

Fellers sostiene con el General MacArthur una relación muy distinta, erigida sobre el respeto pero complicada por la mutua incertidumbre para con sus respectivas intenciones. Aunque Fellers se entregaba al ejército y era a su modo ambicioso, no compartía las aspiraciones mucho mayores y personales de MacArthur. Pese a la presión que soportaba para satisfacer tanto las demandas del General como las suyas, Fellers nunca permitió que ello influyera en sus investigaciones. "Veo esa relación más como la de un padre y un hijo en el sentido de que Fellers admira a MacArthur. Éste posee una serie de cualidades que el primero no percibe en sí mismo. Admira su desparpajo".

Trabajar con Tommy Lee Jones hace que todo ello se ponga de relieve. "En verdad que Tommy hincó los dientes a fondo en este material, pues vierte el máximo interés: fue muy alentador" —admite Fox.


Jones habla sobre MacArthur
El General Douglas MacArthur es quizá el militar americano más icónico de todos los tiempos, célebre tanto por sus brillantes victorias como por su personalidad complicada y controvertida. Extravagante y presumido, también desplegó inteligencia y un coraje pétreo, y en 1945 parecía una conclusión lógica que aspirara a la presidencia de los Estados Unidos.

Para encarnar a una figura que la mayoría de americanos ya conocen por los libros de historia, los realizadores sabían que necesitaban a alguien con una personalidad impresionante. Ello les llevó directamente al oscarizado actor, Tommy Lee Jones, célebre por crear personajes indelebles, desde el implacable marshal tras un hombre buscado en El fugitivo, al lacónico sheriff que investiga una serie de asesinatos en el Texas rural de No es país para viejos, pasando por el Agente K para alienígenas en la franquicia cómica y de acción Hombres de negro.

"Asediamos a Tommy" —bromea Peter Webber—. "Sintió curiosidad e interés por el guión, pero llevó su tiempo atraparle y atraerle, aunque finalmente lo logramos. Y ha sido grandioso cómo ha podido canalizar el espíritu de MacArthur. Resulta inmensamente encantador, carismático, y algo intimidante, pero MacArthur era así, por lo que se supone que debe dar miedo. Me lo pasé en grande trabajando con él".

Jones admite que era una tarea irresistible. "MacArthur ha intrigado a la gente durante medio siglo, y ha desempeñado un papel importante en la evolución de la historia mundial" —continúa. Pero también era consciente de que tendría que abordar al hombre de dentro a fuera—. "No tengo gran parecido con MacArthur, pero a la que te metes en un uniforme militar con un montón de medallas en el pecho, y fumas una pipa de mazorca... ésa es la imagen que cultivó y devino icónica".

Como Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en Japón, MacArthur gozó de la fama de haber dirigido la ocupación más pacífica en toda la historia de la guerra, lo que ocurrió a finales del verano de 1945, cuando el General tomó su trascendental decisión sobre el Emperador.

Tras leer varios escritos biográficos, Jones concluyó que MacArthur tenía muchos motivos distintos para abordar el arriesgado camino que emprendió, desde la necesidad de mantener la paz a sus propias expectativas políticas. "No creo que sus sensaciones personales fueran tan importantes como pensar estratégicamente" —observa—. "Deponer al Emperador y someterlo a juicio hubiera generado a MacArthur muchos más problemas que soluciones. Además, también estaba lo que moralmente era correcto. Fue un paso inteligente y de amplias miras hacia la paz".

El sorprendente revés del destino de Japón que hizo posible que de su meteórico surgir deviniera un poder mundial pacífico es la parte de la historia que más conmovió a Jones. "Creo que fascinará a la gente observar el origen de la profunda amistad entre Japón y EE.UU". —concluye—. "Es una parte importante del pasado siglo, en tanto seguimos adelante".

Para Gary Foster, Jones aporta al papel esa clase de gravedad, y también de humor, que saca a la superficie todo ello vívidamente, y permite un MacArthur de compleja humanidad. "Me fascinaba verle trabajar" —comenta el productor—. "Es uno de esos actores que denota gran fuerza de maneras muy persuasivas. MacArthur es un papel que exige ese tipo de fuerza, y Tommy lo logra. Comprendió la época, investigó lo suyo, sabe algo acerca de Japón, y fue un gran colaborador. Su MacArthur es un personaje fantástico digno de ver, donde juega a muchos juegos".


El amor de Aya
Si bien el General MacArthur y Bonner Fellers son figuras históricas, Aya es un enigma, un amor de ficción que deviene la puerta por la que Fellers conoce las maravillas y belleza de la cultura japonesa. Se dispuso la búsqueda de una actriz con el atractivo para impulsar tanto la búsqueda de Feller como su trascendental decisión sobre el Emperador, una actriz debutante que fuera un descubrimiento para el público internacional.

Finalmente, logró el papel Eriko Hatsune, una joven actriz emergente de Japón que previamente había aparecido en la adaptación a pantalla grande de Tokio Blues, de Ang Dhun Tran.

"Eriko es una joya" —describe Yoko Narahashi—. "Cuando la ves, te preguntas ¿de dónde ha salido esta mujer? Es una criatura encantadora".

"Cuando me encontré con ella, quedé absolutamente embelesado" —añade Peter Webber—. "Posee un talento interpretativo fresco y natural, no hay nada falso en ella, ni en lo más mínimo. Aporta al film algo increíblemente especial".

Para Hatsune la película ha sido un viaje enorme, uno que comenzó con tener que aprender inglés, y siguió en tanto iba penetrando en el vibrante espíritu de Aya, que deviene una especie de espectro etéreo que se va entretejiendo a lo largo de todo el film. "He aprendido de Aya lo maravilloso que es amar con el corazón y saborear cada bello momento de la vida" —comenta—. "Y agradezco a los realizadores haberme permitido la libertad de ser yo misma y encontrar la inocencia de Aya".

Aunque Aya en sí misma no existió, Hatsune efectuó su propia investigación de la época y el momento, particularmente acerca de la típica vida de una joven maestra soltera: "Incluso observé algunas clases impartidas por un amigo de mi madre" —explica—. "Vi el modo en que el profesor trataba de enseñar con afecto, y sentí que sería lo mismo para Aya en cualquier tiempo y lugar".

Sin embargo, incluso la vida de una maestra de escuela no se libraba de los efectos de la guerra. La guerra podía separar a Aya de Fellers, pero no detener sus emociones, apunta Hatsune, incluso cuando ha cambiado todo lo demás entre ellos. "Lo que no había cambiado era el inmenso amor que Fellers sentía por Aya" —comenta—. "Incluso cuando no se pueden ver, creo que ella se siente reconfortada por su amor. No habría podido haber "otro" para ninguno de ellos".

Igual que Matthew Fox, a Hatsune le emocionaba que pareciera se desarrollara tanta química orgánica entre ellos. "Matthew transmite una sensación calma" —sigue comentando—. "Es muy honesto y educado, pero más que eso, en él pude sentir la vida que Fellers había vivido. Como actor, le admiro mucho".

La actriz también sintió que Peter Webber hacía todo lo posible para capturar esa química. "Nos dio toda la libertad y amplitud" —observa—. "En mis escenas con Matthew, se mostraba muy sensible a nuestro espacio. Es como si se moviera en torno a nosotros cuidadosamente, sobre una pieza de cristal. He podido explorar la profundidad del amor como nunca antes".

Foster dice que ello se palpa en pantalla. "Eriko entiende el sutil arte de trabajar frente a la cámara" —concluye el productor—. "Igual que Aya, ha de representar muchas cosas en esta historia, y le asiste esa cualidad clásica, etérea con que afrontarlo".

Breve nota sobre la ocupación del Japón y sus consecuencias.
"Hemos decidido llegar a un acuerdo ante la presente situación recurriendo a una medida extraordinaria". Así empezaba el Emperador Hirohito su primer discurso radiado, el 15 de agosto de 1945, para anunciar la rendición incondicional de Japón ante las Fuerzas Aliadas en la Segunda Guerra Mundial. Por aquel entonces, Japón había perdido las vidas de más de 2 millones de soldados, y 800.000 civiles, y había visto sus ciudades históricas y campiña idílica reducidas a los cascotes rotos de cuanto una vez fueron. Cuando se hizo ese discurso, un mundo sacudido por años de batallas globales esperaba ansioso ver si Japón podía afrontar una transición pacífica hacia una nueva realidad.

El día previo al discurso del Emperador Hirohito, el Presidente Harry S. Truman había nombrado al General Douglas MacArthur como Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas. Fue MacArthur quien tuvo la responsabilidad de liderar una ocupación que permitiría a los japoneses la esperanza de la reconstrucción, al tiempo que desmilitarizaba la nación, abría el camino hacia la democracia, y abordaba algunas de las causas raíz de la guerra. Al llegar tuvo inmediato conocimiento de que debería encontrar el modo de romper la intensa tensión psicológica de un país que había sido tomado por su enemigo de hacía mucho, un país en el que se había dicho a sus 3’5 millones de soldados armados que se rindieran. Durante los siguientes seis años, los Estados Unidos permanecerán en Japón supervisando un experimento atrevido no exento de serias controversias y desafíos, pero que todavía se considera el más destacado modelo de cuanto una ocupación puede lograr.

A lo largo de esos seis años, el Japón feudal deviene una democracia moderna, con una constitución nueva hecha realidad, donde las mujeres tienen el derecho de voto, los cambios en la distribución de tierras y los sindicatos crean oportunidades, y una población hambrienta arranca una nueva economía que convertirá Japón en un centro neurálgico de la tecnología.

Una vez que se decidió que no se procesarían al Emperador y otros miembros de la familia imperial, el primero devino un valor de la ocupación que respaldaba la nueva constitución y que se refería a sí mismo como "el primer demócrata japonés". En el día de Año Nuevo de 1946, Hirohito efectuó una declaración formal que informaba que el papel del Emperador había cambiado y que su ‘divinidad’ era un "concepto falso". Siguió siendo una figura pública activa de Japón, a menudo con un papel diplomático entre los líderes mundiales, mientras asimismo dirigía investigaciones como biólogo marino. El Emperador Hirohito falleció el 7 de enero de 1989 tras luchar contra el cáncer.

El General MacArthur devolvió el poder al gobierno japonés en 1949, pero permaneció en el país hasta 1951. En este tiempo, también fue nombrado Comandante en Jefe del Mando de las Naciones Unidas, con la supervisión de la guerra entre Corea del Norte y Corea del Sur. Tuvo conflictos con el Presidente Truman acerca de la conducta de guerra, y cuando las bajas aumentaron, Truman le relevó de sus funciones, poniendo fin a 52 años de servicio militar. Sin embargo, fue recibido en casa como un héroe. Tras largas especulaciones respecto de si se presentaría como Presidente, jamás lo hizo, aunque siguió asesorando a los políticos en asuntos militares. Falleció el 5 de abril de 1964.

Bonner Fellers dejó Japón en 1946, se retiró del ejército y se hizo activo en la política del Partido Republicano. Murió en 1973.

En cuanto a Japón y los Estados Unidos, la amistad que se forjó en aquellos difíciles días de 1945 ha permanecido hasta ahora con profundo impacto en ambas naciones.