La adaptación cinematográfica de este bestseller mundial sobre el descubrimiento de sí mismo por parte de un profesor que decide huir de su rutina diaria para intentar una vida nueva, es fascinante.
La película, dirigida por el maestro BILLE AUGUST, cuenta con un elenco extraordinario, encabezado por JEREMY IRONS y con actores de la talla de CHARLOTTE RAMPLING, LENA OLIN, CHISTOPHER LEE, BRUNO GANZ, MÉLANIE LAURENT, JACK HUSTON, MARTINA GEDECK, TOM COURTNAY y AUGUST DIEHL.
Pascal Mercier, sobre la película, TREN DE NOCHE A LISBOA
Cuando vi la película, la pantalla no dejaba de enviarme las imágenes de mis fantasías. Fue una experiencia de una gran fuerza hipnótica. Desde la primera secuencia desapareció la noción del tiempo normal y la volví a encontrar sólo al final, con dificultad. Con esta película uno deja atrás el marasmo de la vida cotidiana y va hacia una zona de mayor claridad. Con imágenes de una gran belleza y gran fuerza poética, la historia lleva al espectador hacia un Portugal lejano, hacia tiempos pasados. La historia de la película no es idéntica a la historia de la novela. Eso sólo obedece a la lógica del otro medio. Pero conserva los contornos psicológicos de los personajes, su profundidad y la naturaleza del drama.
Más allá de, y de acuerdo con este libro, Bille August ha hecho una película filosófica en la que reflexiona sobre cuestiones existenciales que nos preocupan a todos. Entendemos cómo Gregorius lee las reflexiones del médico y poeta portugués. Querríamos que la voz de Jeremy Irons no dejase de oírse. La verdad, querríamos que la película no acabase nunca. Cuando terminó la película y se encendieron las luces en el cine pregunté: ¿Cuándo podré volver a verla?.
Bille August sobre TREN DE NOCHE A LISBOA
TREN DE NOCHE A LISBOA es un thríller extraordinario. Como bien dice el título, se trata de un viaje. Para mí, es, ante todo, el viaje de un hombre que ya no espera nada de la vida y que, gracias a un encuentro completamente fortuito, es empujado a la realidad de una vida distinta, donde encuentra un nuevo sentido a su vida y llega a vislumbrar algo de esperanza en el futuro. La afirmación del protagonista en la secuencia inicial - que dice a una mujer a quien acaba de salvar del suicidio ¿no sabe usted que la vida puede cambiar en cualquier momento? es la principal sentencia.
Irónicamente, el protagonista tiene que aprender a asumir eso. Lo absurdo de la condición humana afirmar semejante verdad sin ser capaz de vivirlo siempre me ha fascinado. Quiero enseñar al espectador la contradicción de la naturaleza humana, sin dejarle solo dentro de esa tragedia, y me gustaría que tuviera la posibilidad de cambiar su vida y caminar hacia horizontes mejores.
Entrevista con Bille August
P: ¿Cómo le llegó este proyecto?
Ya me gustaba la novela, que había leído hace siete años, cuando salió. Evoca un ambiente muy particular. Cuando el Studio Hambourg me propuso realizarla, acepté inmediatamente. Sabía que me iba a gustar mucho traducir este ambiente en imágenes cinematográficas.
P: ¿Cómo tradujo en lenguaje cinematográfico los elementos literarios y filosóficos del libro?
R: Siendo el cine, como es, un medio emocional, y el libro un medio intelectual, nuestro protagonista Raimond Gregorius sirve, de alguna manera, de puente para vincular los dos aspectos. Es un hombre muy introvertido, no participa en el mundo, sólo tiene contacto con sus alumnos. Pero entonces encuentra a esa joven en el puente; lo que llama su atención es el libro, y le empuja a ir a Lisboa, donde descubre un mundo nuevo. Inicia un viaje y aprende algo sobre sí mismo. Su evolución se muestra en sus encuentros con la gente. Por eso sólo tenemos algunos raros pasajes con la voz en off.
P: ¿El rodaje ha sido también una especie de viaje?
R: Sí, cada día discurrió de manera distinta. A veces llegas al plató con una idea precisa sobre una escena. Y cuando la ruedas, te das cuenta de que no está bien. Al verla y montar por la noche el material diario vas desarrollando no sólo una sensación de la película sino que también ves que puedes modificarla. Los actores también descubren cosas nuevas. Como un viaje, un rodaje es un proceso continuo.
P: ¿Hay un tratamiento distinto para marcar los distintos niveles temporales?
R: No, considero eso un tópico. El público de hoy es lo suficientemente conocedor de las cosas; no necesita imágenes desteñidas o en blanco y negro para reconocer que algo está ocurriendo en el pasado. Como en The Hours, que me parece una excelente película, saltamos entre las distintas esferas temporales. En El Padrino una de mis películas favoritas hay un montón de flashbacks y la película es de una sola tirada. Tren de noche a Lisboa cuenta, en el fondo, una única historia y reposa en una única atmósfera.
P: ¿Cómo ha sido volver a Lisboa veinte años después de La casa de los espíritus?
R: Magnífico. La enorme diferencia radica en el hecho de que en aquella época Lisboa representaba Chile para la película; esta vez Lisboa constituye realmente el centro, tal y como indica el título. Mostramos los rincones más interesantes de la ciudad, hemos descubierto cosas bonitas, apartadas de las atracciones turísticas. Es una ciudad que, a diferencia de otras grandes ciudades, no está todavía cinematográficamente agotada. La gente tiene todavía esa inocencia tan entrañable.
P: ¿Cómo se ha modificado su estilo con el transcurso de los años?
R: Uno aprende con la experiencia; trabajo de manera mucho más económica, incluso desde el punto de vista narrativo.
P: Jeremy Irons, el actor protagonista, también lo fue en La casa de los espíritus. ¿Pensó en él, desde el principio, para el papel protagonista?
R: Sí, desde el principio. No sólo necesitábamos un actor excelente. También necesitábamos a alguien creíble en el papel del profesor de instituto, que irradia inteligencia, alguien polifacético. Y, por supuesto, también un actor de renombre que nos ayudase a financiar la película. Le enviamos el guión y dos días después aceptó el papel.
P: El resto del reparto, hasta para los papeles más pequeños, es impresionante. ¿Qué fue lo que convenció a los actores?
R: El libro incorpora un abanico de figuras secundarias realmente espléndidas, bien descritas, que representan un reto para un actor. Y evidentemente querrían también colaborar con un realizador especial. Es una cuestión de confianza. Los actores son seres vulnerables. Si confían en ti, puedes hacer todo con ellos, pedirles de todo.
P: Un actor necesita confianza. ¿Qué necesita un director?
R: La sensación, mientras la está haciendo, de que su película es la historia más importante, y que tiene que ser contada. Si un director consigue transmitir a cada espectador la sensación de que se le ha susurrado un secreto al oído, sólo a él, se crea una cierta magia. Y este libro tiene el potencial de hacer eso.
Entrevista con Jeremy Irons
P: ¿Qué tiene que tener un papel para convencerle de que lo interprete?
R: En principio, no tanto. En este momento estoy muy ocupado, y he aceptado muchos papeles. Después de Lisboa, viajé a Nueva Orleans para hacer Hermosas criaturas, y después a Budapest para trabajar en Los Borgia. Tiene que ser una figura interesante y el realizador tiene que ser alguien con quien tenga ganas de trabajar.
P: ¿Entonces aceptó enseguida trabajar en TREN DE NOCHE A LISBOA?
R: Sí, incluso antes de leer la presentación. Me gustó el guión y sabía que íbamos a rodar en Lisboa. Hace 20 años ya estuve allí para el rodaje de La casa de los espíritus, y me pareció maravillosa. Además, TREN DE NOCHE A LISBOA es una película absolutamente extraordinaria, sin explosiones, el tipo de película por la que, desgraciadamente, hoy en día, no se apuesta.
P: ¿Cuál ha sido el reto interpretativo?
R: Interpreto a un hombre en el que la acción se desarrolla esencialmente en la cabeza; es decir, estoy obligado a hacer poco, a decir verdad, casi nada. Y los actores siempre quieren hacer muchas cosas. Hacer eso requiere mucha disciplina. Para mí eso está bien porque normalmente no soy tan disciplinado. Estoy muy contento con mi oficio. Para mí es un privilegio poder colaborar con personas a las que admiro, y espero estar siempre al nivel necesario para afrontar nuevos retos.
P: ¿Cómo funciona la colaboración con un director? Tiene que haber química, ¿no?
R: Es maravilloso si hay buena química. Lo más importante, sin embargo, es que a partir del momento en que los actores y el director quieren hacer la misma película, todos tiren en la misma dirección. Hacer una película a partir de un libro que tematiza pensamientos filosóficos distintos y maneras muy distintas de plantear la vida, es una tarea difícil. Eso requiere un director con una capacidad de identificación y que sea capaz de crear un ambiente que permite contar la historia. En principio, sólo hago lo que él me dice.
P: El protagonista Raimond Gregorius se encuentra en un momento de encrucijada en su vida. ¿Ha vivido usted alguna vez algo parecido?
R: Puedo entender los sentimientos de mi personaje, pero no son de una naturaleza que les haga más cercanos que otros personajes que he interpretado. Al actuar, aprendo mucho más sobre otros hombres que sobre mí mismo. Descubro actitudes diferentes, que no forzosamente comparto, pero que tampoco juzgo. No juzgo a la gente. Sin embargo, cuando tenía treinta años ocurrió algo crucial en mi carrera: dejé una película para poder rodar otra, con la que sentía cierta obligación. Una decisión que hubiese podido significar el fin de mi carrera. No fue así, pero en aquel momento, le estuve dando vueltas y vueltas durante 24 horas para poder tomar una decisión. Cuando uno ya ha tomado semejante decisión en la vida, tiene la sensación de ser dueño de su propio destino.
P: Entonces, como actor, ¿uno no tiene derecho a temer el fracaso?
R: Es cierto. Ir sin miedo es algo que intento transmitir a los actores jóvenes. A la hora de interpretar, tienen que ir hasta sus límites. En ese contexto, cito un poema de Christopher Logue. «Come to the edge. We might fall. Come to the edge. It's too high! Come to the edge! And they came, and we pushed. And they flew.» (« Acercaos al borde. Podríamos caernos. Acercaos al borde. Es demasiado alto. Acercaos al borde. Y se acercaron, y les empujamos. Y volaron). De la misma manera, mi personaje, Raimond Gregorius, que, en el fondo, cree que la vida es algo predestinado, tiene que osar hacer algo, tiene que lanzarse, cambiar algo en su vida. Y se atreve a darle la espalda a su ciudad y viajar a Lisboa.