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  The informant  (Gibraltar)
  Dirigida por Julien Leclercq
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Un trepidante thriller, basado en una historia real, sobre el tráfico de drogas en Gibraltar

Del director francés Julien Leclerq (El asalto, Chrysalis). Escrita por Abdel Raouf Dafri y el propio Julien Leclerq, es un guión inspirado en la historia real de Marc Fiévet, un infiltrado en el grupo de camellos de Gibraltar, a quien los poderes políticos franceses terminaron abandonando a su suerte.

Protagonizada por Gilles Lellouche (Cuenta atrás, L'instinct de mort), Tahar Rahim (Un profeta, El pasado) y el actor italiano Riccardo Scamarcio (Tengo algo que deciros, A Roma con amor), es un thriller trepidante sobre el mundo del narcotráfico y los intereses creados de las administraciones encargadas de controlarlos.

En palabras del propio director “Lo que me emocionó del guión de “The Informant”, fue ese padre de familia que, por motivos económicos en primer lugar, se ve metido en un tren que acabará por arrollarlo y volverse contra él: de repente, por su culpa, su familia se encuentra en peligro y él se ve arrinconado entre el Servicio de Aduanas francés y los narcotraficante”

Respecto al rodaje en Gibraltar, el productor Dimitri Rassam señala: "Este peñón arrinconado entre Marruecos y España es una ciudad sin ley y sirve a intereses geopolíticos mucho más amplios, al mismo tiempo que concentra la vacuidad de la lucha antidroga. Tiene una especie de complicidad a todos los niveles. En definitiva, las autoridades aduaneras compiten entre ellas y pasan de erradicar el narcotráfico: lo que buscan es reivindicar políticamente las incautaciones con fines publicitarios".


Entrevista con el director Julien Leclercq

P: ¿Cómo empezó esta aventura?

R: Cuando estaba en pleno rodaje de El asalto, Dimitri Rassam me propuso un guión, entonces titulado L'aviseur, que narraba la vida de Marc Fiévet. Me reuní con su autor, Abdel Raouf Dafri, y durante un año estuvimos reescribiéndolo, mientras buscábamos al mismo tiempo localizaciones en Gibraltar, ya que era necesario que nos impregnáramos in situ de ese universo tan particular.
Tengo que decir que Abdel me pareció un excelente compañero de escritura: sentados a la mesa, siempre prevalecía la mejor idea, sin dejar lugar a egos personales.


P: ¿Qué es lo que más le impactó de la historia de Marc Duval?

R: Lo que me emocionó fue ese padre de familia que, por motivos económicos en primer lugar, se ve metido en un tren que acabará por arrollarlo y volverse contra él: de repente, por su culpa, su familia se encuentra en peligro y él se ve arrinconado entre el Servicio de Aduanas francés y los narcotraficantes. Marc es un tipo normal que no llega a fin de mes, todo el mundo puede identificarse con este hombre que mete el dedo en este engranaje de un modo un poco inconsciente. Me gustaba mucho la idea de abordar esta historia a través de la inocencia de un personaje que no es muy consciente de los daños colaterales que puede provocar y del peligro que le acecha. Me apetecía partir de esta hipótesis y, por ello, no quise conocer a Marc Fiévet, la persona en la que se inspiró Marc Duval, para no desviarme de mi imagen inicial del personaje. Después de grabar El asalto, que ideé y realicé junto con los hombres del GIGN (Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional) del modo más realista posible, quería sumergirme en la ficción y apropiarme de la trayectoria vital de Marc Fiévet.


P: ¿Se documentó mucho en este anhelo de autenticidad?

R: ¡Para serle sincero, no sabía ni situar Gibraltar en un mapa! Lo que me interesaba era que esta historia resultara verosímil en ese lugar y en aquel momento. Por lo tanto, está intrínsecamente vinculada a ese lugar particular y al boom del tráfico de cocaína y de hachís proveniente de Marruecos que hubo en los años 80. Por ello, me gustó la idea de mezclar a un francés con mafiosos italianos e irlandeses, criminales escoceses o marroquíes y con el Servicio de Aduanas francés e inglés. Y más aún cuando esto no es un artificio del guión: cuando estás allí, por la calle escuchas hablar por lo menos tres idiomas. Gibraltar se encuentra en un punto estratégico de Europa en el que se mezclan diferentes nacionalidades y culturas.


P: ¿Cómo se esbozaron los protagonistas?

R: Hay tres personajes masculinos: Marc, un padre de familia que se encuentra en el lado correcto de la barrera y que se embarca en esta aventura casi a su pesar; Claudio, que por el contrario está situado en el lado incorrecto; y por último, el personaje de Tahar Rahim, inspirado en varias personas reales, que tiene buen fondo, pero se ve obligado a transigir en sus compromisos, ya que la maquinaria a la que sirve acaba por deshumanizarte. Incluso cuando sabe que va a destrozar vidas, no tiene más alternativa que llegar hasta el final. Me gustaba mucho la idea de ver a ese personaje extremista, que cree en lo que hace, sin pistola ni placa. Para mí, es una especie de primo hermano francés del Kevin Costner de Los intocables y del Russell Crowe de American Gangster.


P: Marc suele verse superado por los acontecimientos…

R: Lo que me encanta de él es que tiene necesidades básicas: es todo instinto, nada reflexivo. Todos los personajes que le rodean juegan una partida de ajedrez y mueven sus peones, ya sean los Servicios de Aduanas ingleses y franceses o Claudio, que ya ha negociado su huída con las autoridades americanas. En definitiva, todos van un paso por delante, mientras que Marc vive el momento, sin ninguna estrategia, ya que pensaba realmente que todo aquello se acabaría en una semana como mucho. Progresivamente, se ve envuelto en una aventura que se desarrolla en distintos niveles y en la que hay cada vez más riesgos. Primero se cita en un coche, en un muelle, después se ocupa de un pequeño alijo de chocolate y –tercera etapa– del tráfico de una tonelada y media de chocolate, para posteriormente pasarse a la cocaína y ¡terminar detenido con seis toneladas de mercancía en un barco camino de Canadá!


P: Claudio es un personaje fascinante, con esa mezcla de dulzura y brutalidad…

R: Sobre todo, no quería crear una caricatura del mafioso con pistolera y revólver colgado, esnifando rayas de coca en discotecas. Para durar más de diez años en este mundo, hay que ser un verdadero estratega y tener inteligencia. Además, según el testimonio de Marc Fiévet, Claudio era brillante. Porque aunque se trate de tráfico de droga, realmente estamos hablando de estrategia.


P: ¿Qué prioridades tenía en términos de puesta en escena?

R: Quería hacer una película con un aspecto sobrio y clásico, rodada con verdaderos objetivos de Cinemascope e inspirada en las imágenes del cine de los años 70, utilizando filtros «chocolate». Me encantaba la idea de alejarme de los códigos tradicionales gris-azul del cine negro y hacer una película policíaca a pleno sol. Mi referencia absoluta fue Zodiac, de David Fincher y, como este último, quería tomarme mi tiempo y, sobre todo, no cortar en exceso. Intentamos reflejar este enfoque en el decorado y el rodaje, para dotar al conjunto de un ritmo clásico, en la línea de Pollack y de Pakula.


P: ¿Y el montaje?

R: Cuando sentía que podía cortar una secuencia sin afectar al resto, ¡lo hacía sin dudar! Quería que cada escena aportara algo de información y no resultara superflua. Cuando hago que un actor entre en escena, lo que me interesa es comprender lo que motiva al personaje y lo que pasa por su cabeza. De hecho, era muy importante reescribir la película durante el montaje, ya que se trataba de un mecanismo de engranajes. Es la primera vez que dedico tanto tiempo al montaje para mejorar el guión.


P: La película se desarrolla hace 25 años. ¿Fue difícil reconstruir una época tan lejana y tan cercana a la nuestra al mismo tiempo?

R: En teoría, no fue una época glamourosa. Por ello, nos preguntamos cómo establecer una línea estética de colores y accesorios. Pero en lo que respecta al guión, lo que me gustó de esa época fue que no se vivía, como ahora, en la inmediatez permanente: por ejemplo, para llamar estabas obligado a tomarte el tiempo de buscar una cabina telefónica. Por ello, podíamos jugar con los puntos de cita, ya fueran telefónicos o físicos. En esta línea, me encanta la escena en la que Gilles Lellouche debe abandonar en plena noche la casa del mafioso para avisar a Tahar Rahim: si hubiera transcurrido en la actualidad, nos tendríamos que haber contentado con enviar un SMS desde el cuarto de baño.


P: ¿Cómo se desarrolló el rodaje?

R: Rodamos los exteriores en España y los interiores en Canadá: me encantaba la idea de ajustar perfectamente la continuidad de una escena entre interior y exterior.

Lo que me gustó de la coproducción fue que se trataba de una verdadera película internacional, con equipos compuestos por franceses, españoles y canadienses. Como anécdota, ¡en Montreal trabajé con la maquilladora jefe de Ridley Scott y Martin Scorsese!


P: ¿Y qué tal el casting?

R: ¡Gilles Lellouche me contestó que sí al día siguiente de mi boda! Creo que lo elegí en un momento perfecto de su vida: acaba de pasar los cuarenta y durante los dos últimos años ha madurado mucho. Es un tipo muy inteligente en cuanto a su papel y su personaje. Se pasaba las noches buscando en e-Bay la misma cazadora de cuero que llevaba en los años 80: para él, era el atuendo de su personaje. ¡Terminó por encontrarla y hacer que se la enviaran desde Asia!
Por lo que respecta a Tahar Rahim, al instante caí rendido a sus pies, es un tipo brillante. Posee una capacidad para transformarse y una aptitud para ponerse en la piel del personaje alucinantes. Para date cuenta, solo había que verle aterrizar en vaqueros y deportivas, tal como es en la vida real, ¡y encontrártelo tres días más tarde en traje y corbata, con su libreta!


P: ¿Y Riccardo Scamarcio?

R: ¡Para mí, ante todo estaba Romanzo Criminale! Antes de conocerlo en persona, no sabía que era toda una estrella, me di cuenta cuando nos vimos en Roma. Visitamos la ciudad en coche ¡acosados por chicas que salían de todas partes! Es un autodidacta que ha aprendido francés él solo y es puro instinto, en eso se parece a Tahar. No quería que intentara hablar un francés perfecto, sino que conservara sus fallos. Además, estábamos de acuerdo sobre la estructura del personaje: Claudio lo tiene todo a nivel material, pero a pesar de todo, se siente solo. Más allá de los trajes de Gucci, de los coches de lujo y de las chicas fáciles, se trata de un tipo que quiere construir una familia.


P: Se nota que hay una gran complicidad entre los tres actores.

R: Hay que decir que todos han crecido con las mismas películas y que tienen en mente las mismas referencias. Y, sobre todo, que los tres son muy trabajadores y tienen unas extraordinarias ansias de cine. Además, llegaron al sur de España una semana antes del rodaje y todos se implicaron a fondo. Por la noche, nos reuníamos en mi habitación para hablar de qué haríamos el día siguiente y creamos un equipo muy unido.


P: ¿Qué orientaciones siguió para la música?

R: Trabajé con Clinton Shorter, compositor canadiense que escribió la banda sonora de Districto 9 y de Contrebande, con Mark Wahlberg. Es guitarrista y esto nos permitió obtener ese sonido español que deseaba. La verdad es que Clinton supo acentuar la tensión y la presión que se siente en la película. Con esta coproducción, lo que me interesaba era trabajar con un compositor al que no hubiera podido acercarme de otro modo.


Entrevista con Gilles Lellouche

P: ¿Qué le llamó la atención de este guión?

R: Siempre he tenido una curiosidad enfermiza por las historias reales y los acontecimientos varios y, aún más, por los enredos inextricables en los que personas normales se lanzan de cabeza sin mirar al fondo. Huelga decir que me cautivó ese personaje que se ve atrapado entre los tentáculos del Servicio de Aduanas y de un narcotráfico que cree controlar, pero que acaba superándole completamente. En Gibraltar, la mecánica del guión, dividido en tres capítulos, estaba muy bien hilada. Además tiene una ambientación sorprendente, no se trata de una película policíaca, ni de un thriller, ni de una historia política, ni social, sino que tiene de todo un poco al mismo tiempo, y eso es algo que no se hace casi nunca en Francia. Por último, el guión narraba con total precisión la fascinación por el rey-dinero tan propia de los años 80, una premonición de lo que vivimos hoy en día.


P: ¿Conocía usted los «arreglos» organizados por los Servicios de Aduanas de los diversos países implicados?

R: En absoluto. Así como hay polis que utilizan confidentes, los Servicios de Aduanas, que consideraba una institución más que respetable, recurren a «chivatos». Lo más delirante de todo es que en Gibraltar, los Servicios de Aduanas eran jueces y verdugos al mismo tiempo, al organizar operaciones enormes y después detener a aquellos que utilizaban ¡con fines publicitarios! Por lo tanto, descubrí un montón de historias alucinantes y me documenté mucho. Pero no quise conocer a Marc Fiévet, tenía miedo de que llegara a influir sobre mi percepción del personaje. Me ha pasado con bastante frecuencia que al conocer a personas reales que tenía que interpretar, he quedado bastante decepcionado. En general, la gente reescribe un poco su propia historia y la novela por motivos personales, y no me gusta juzgar a los personajes que interpreto.


P: ¿Cómo describiría a su personaje?

R: Es un inocente arrinconado contra la pared. Al principio, es un poco más inteligente y chanchullero y se ve forzado a huir al extranjero. Al final, esa dimensión se desvanece. Pero eso no impide que le manipulen completamente, aunque él piensa que los Servicios de Aduanas le protegen. Por ello, se viene arriba y alimenta un fantasma sobre una vida a la que no tiene acceso y que le gustaría llevar. Es un personaje que da gusto interpretar, porque está actuando constantemente y es impulsivo e instintivo, posee un oportunismo animal, pero está lejos de ser un intelectual. Le tengo mucho cariño, como a todos los personajes vulgares.


P: ¿Cómo se pone uno en la piel de un personaje así?

R: Parto de la premisa de que nunca hay que juzgar a los personajes. En caso contrario, los interpretas con una coquetería que se vuelve contra ellos. Equivocado o no, siempre interpreto por instinto: preparo mis papeles, pero intento comprender lo que se esconde tras el personaje. De algún modo, me esfuerzo por quedar por encima de mi propia mezcla. Lo que me resultó complicado con Marc, fue ponerme en la piel de un tipo que puede encontrarse con una pistola en la sien o poner en peligro la vida de su hermana. Me esforcé mucho por evitar convertirlo en un macho alfa.


P: ¿A veces tiene cargo de consciencia?

R: Está completamente perdido, pero nunca se para a reflexionar, ya que está siempre actuando. De este modo, sus cargos de consciencia son bastante efímeros. Posee un lado esquizofrénico que lleva hasta el final: cuando está en familia, le domina la razón, pero cuando está trabajando, se deja embriagar por la acción y el afán de dinero.


P: Han rodado en los mismos escenarios en que se desarrolló esta historia, en Gibraltar…

R: Sí, y eso es lo que nos permitió sumergirnos en el ambiente de la película, ya que allí «sientes» la droga, el narcotráfico en cualquier acepción y los barcos que navegan desde la punta de Tánger hacia el océano. Gibraltar es una especie de tierra de nadie: un enclave inglés en mitad de una España que agoniza entre viviendas sociales en ruinas, edificios inacabados y un clima un poco nocivo. Nosotros, como actores, estábamos en nuestra salsa, trabajábamos todas las noches, con Riccardo y Tahar, para reapropiarnos mejor de nuestros papeles. Fue muy estimulante estar siempre juntos en aquel lugar.


P: Se nota que hay mucha complicidad entre usted, Tahar Rahim y Riccardo Scamarcio.

R: Conocía a Tahar desde hacía tiempo y teníamos ganas de rodar juntos. Es un actor muy concentrado, siempre da lo mejor de sí mismo y posee una mirada muy pura y fiel de las cosas.
Elije sus películas con mucho cuidado, ya que tiene una concepción muy alta del cine. Admiro enormemente su talento y ha sido un placer y un privilegio tener un compañero tan comprometido y con tanto talento. En cuanto a Riccardo, sabía que era toda una estrella en Italia. Y, sin embargo, tiene una humildad absoluta: nos entendimos bien y congeniamos al momento. Fue apasionante rodar a su lado, ya que tiene mucha más experiencia que Tahar y que yo: posee tal intensidad natural que no necesitaba sobreactuar.


P: ¿Cómo dirige Julien Leclercq a sus actores?

R: Forma parte de esa generación de realizadores que controlan a la perfección el corte, las elecciones artísticas y el estilo de puesta en escena. Desde el principio, Julien confió en nosotros: desde la primera lectura comprendió rápidamente que estábamos muy motivados y que nos metimos completamente en la piel de nuestros personajes, hasta el punto de que reescribíamos ciertos diálogos por la noche, tras la jornada de rodaje. Julien ha sido muy valiente, se ha encontrado frente a una película bastante dura, siendo solo su tercer largometraje, con un equipo internacional y detalles de guión difíciles de trasladar a la puesta en escena. No ha sido fácil, ¡ha tenido que asegurarse de que su grupo de actores estaba lo suficientemente implicado como para no tener que hacer de niñera! Por nuestro lado, confiamos en su labor como realizador con los ojos cerrados.


Entrevista con Tahar Rahim

P: ¿Cómo llegó hasta este proyecto?

R: Comenzaba un rodaje seis meses después y tenía ganas de participar en una película más accesible, más popular. Hablé de ello con mi agente, y le dije que me venía bien incluso un papel secundario. Entonces, un productor amigo mío me habló de Gibraltar y me reuní con Julien Leclercq, que tenía ganas de trabajar conmigo. Sin embargo, en aquella fase, mi personaje todavía no estaba del todo definido, así que estuvimos hablando de ello y conseguimos enriquecerlo.


P: ¿Qué le pareció el guión?

R: Me pareció una historia maravillosa, más aún porque me encanta el trabajo de Abdel Raouf Dafri. Me pareció que el guión tenía un ritmo muy bueno, me gustaron los personajes, el trío masculino parecía sacado directamente de una película de gánster y estaba muy bien construido. Lo que resulta interesante es que los tres protagonistas rompen las reglas: el aduanero, al que interpreto yo, rebasa la línea amarilla, Marc Duval sale de la legalidad y el mafioso se cambia de chaqueta. Esto es lo que ofrece una dimensión menos caricaturesca y mucho más humana.

Lo que también me sedujo fue que el guión explora un universo que nunca antes había visto en el cine francés, y que se desarrolla en un lugar muy particular, lo que confiere a la película la envergadura de un proyecto internacional.


P: ¿Quién es su personaje?

R: En un «chico de oro»: todo lo que emprende tiene éxito. Pero esta vez, quiere ir más rápido que la música, ¡quiere conseguir en cinco años lo que la mayoría de las personas obtiene en diez! Por lo tanto, se lanza a su misión y su exceso de celo le costará caro, ya que termina alejándose de sí mismo. Él, que esperaba mantenerse íntegro y firme hasta el final… Quería reflejar hasta dónde puede quebrantarse la integridad de un hombre al servicio de la justicia. Al final, tendrá que elegir entre su carrera y el chivato.


P: A veces parece indignado por lo que tiene que sufrir Marc…

R: Hablé de ello con Julien. No quería que apabullara a Marc, aunque al principio tuviera cierta tendencia a dominarlo. Poco a poco, quisimos convertirlo en un tipo muy honesto, que ya había tenido bastantes chivatos pero que, por falta de experiencia, se acercaba poco a poco a Duval. Y cuanto más se acerca, más le costará acabar con él.


P: ¿No tiene el menor remordimiento?

R: Al contrario, se enfrenta a un cargo de conciencia. Es lo que más me interesó de este personaje: gracias a él, comprendemos hasta qué punto podemos ser fieles a nuestras convicciones y en qué momento nos resignamos a traicionarlas por nuestra carrera profesional. Si no existiera esta dimensión, sin duda no habría hecho la película.


P: ¿Se documentó sobre el contexto de la película?

R: Le pedí a Julien que me facilitara toda la documentación posible y fue él quien me lo dio todo, sin que yo tuviera que documentarme por mi cuenta. Como se trataba de un personaje al que debía interpretar y no de un simple papel de composición, devoré fotos y documentales sobre Gibraltar y los Servicios de Aduanas y artículos de periódico sobre el tema.


P: ¿Qué pensó de Gibraltar?

R: No tenía ni idea de qué esperar de aquel lugar y descubrí un universo gráfico extraordinario. Es una mezcla imposible entre arquitectura antigua y grandes torres de edificios situadas al lado de preciosas playas, de grúas y de barcos. La ciudad de Gibraltar desprende una atmósfera híbrida, a medio camino entre Europa y el Norte de África. Y, al mismo tiempo, posee un lado de tierra de nadie, a veces desierto, del que emana una forma de singularidad. Eso es lo que le confiere a la película una identidad visual propia, nueva en el cine francés.


P: ¿Cómo se desarrolló el rodaje con Gilles Lellouche?

R: ¡Nos hemos hecho verdaderos amigos! Nos entendimos a la perfección. Para empezar, es un actor maravilloso y confiamos el uno en el otro de inmediato. Teníamos las mismas ganas de superación, pero nada que ver con la rivalidad. A veces, nos autocriticábamos, aunque siempre de forma constructiva. Básicamente, funcionamos del mismo modo: al igual que él, yo necesito «sentir» el lugar de rodaje y la situación dramática para hacerla evolucionar. Ambos somos muy instintivos.


P: Hábleme de cómo dirige a sus actores Julien Leclercq.

R: Es un realizador que confía muchísimo en los actores. Antes de preguntar a los actores, empieza explicando cuáles son sus objetivos. Con él, tienes la necesidad de sentir que la película se realiza entre todos, por así decirlo. Nos pregunta constantemente cómo sentimos nuestros personajes. Julien se ha convertido en un verdadero amigo con el que me gustaría volver a trabajar. Solo se preocupa por el resultado final, se dedica a esto porque ama la profesión al 100 %. Yo soy muy sensible ante este estado mental y ambos compartimos los mismos fantasmas del cine.


Entrevista con Riccardo Scamarcio

P: ¿Cómo entró usted en este proyecto?

R: Cuando me reuní con Julien Leclercq, me explicó que buscaba a un actor italiano para el papel de Claudio, un personaje inspirado en un mafioso real que fue el enlace de Pablo Escobar en Europa. Me pareció una historia intrigante y me puse a investigar en Internet. No solo descubrí que había todo un halo de misterio alrededor de aquel criminal, sino que el personaje de Marc, interpretado por Gilles Lellouche, había vivido una auténtica pesadilla, víctima de traiciones y de cambios de alianzas. Para mí, era una especie de metáfora de nuestra sociedad, en la que la frontera entre «buenos» y «malos» está cada vez más difuminada.


P: ¿Conocía usted los «arreglos» organizados por los Servicios de Aduanas de los diversos países implicados?

R: Para nada, pero fue un tema que me interesó desde el primer instante. Siempre tengo curiosidad por saber lo que se cuece en los servicios secretos y confieso que desconocía completamente que los Servicios de Aduanas pudieran funcionar como agencias de información. Gibraltar trata de la criminalidad y el tráfico de drogas, pero también analiza y critica a las instituciones que personifican el orden y la justicia. Sabía que Gibraltar era un punto álgido, pero no sabía que existiera tanto tráfico. Cuando estás allí, lo sientes al momento: es un lugar fronterizo, invadido por el misterio. Te encuentras al final de Europa y al principio de África, en los confines del Mediterráneo y del Océano Atlántico.


P: ¿Quién es su personaje?

R: Es un criminal que no duda en matar a sus enemigos, pero que posee su propia moral. Respeta este lema: «En último recurso, mentir siempre, traicionar jamás». Dicho de otro modo, posee un código de honor que se puede comprender o condenar. Libra su propia batalla, su propia guerra y considera que los «legitimados» por la ley también se comportan de modo violento. Por lo tanto, está convencido de tener una buena razón para actuar como actúa y considera que es más condenable la actitud de aquellos que se encuentran dentro de la legalidad. En Internet descubrí que estuvo mucho tiempo en libertad porque lo protegía la CIA y poseía información muy comprometedora. En general, en las películas de este género, interpreto al «villano» pero aquí traté de no hacer de Claudio solo un criminal y explorar sus matices y sus «zonas grises».


P: ¿Se inspiró en otros mafiosos del cine?

R: No me inspiré en personajes claramente identificados. Pero en mi memoria de cinéfilo y en mi cuerpo de actor, me han marcado mucho películas como Uno de los nuestros, Atrapado por su pasado, Donnie Brasco y, en general, la filmografía de Scorsese y Coppola. Todos ellos me han permitido formarme mi propia representación cinematográfica de los mafiosos. Para Julien, lo más importante era crear un personaje muy sereno, pero que pudiera tener ataques de violencia e ira. Es un hombre muy elegante, que observa antes de actuar y que no se precipita: en primer lugar, siempre utiliza la cabeza y la reflexión. Sin embargo, tras su aparente tranquilidad, se esconde una violencia terrible.


P: Hay algunos puntos en común con el personaje que interpretó en Romanzo criminale…

R: Es verdad, aunque en Romanzo criminale era un fascista, más intelectual que Claudio, que actuaba sobre todo en nombre de sus ideales políticos. En Gibraltar, mi personaje es un tipo muy inteligente que ha llegado a compartir una parte del narcotráfico en Europa con el cártel de Medellín. Personifica la mafia internacional que ha ganado respetabilidad y que colabora con abogados, jueces, banqueros, etc.


P: ¿Su amor por la hermana de Marc es un amor sincero?

R: Se enamora realmente de ella y no miente sobre sus sentimientos. Pero comprende que cuando uno se compromete con una vida como la suya, ya no hay vuelta atrás. Ahora bien, lo único que desea es llevar una vida en familia como todo el mundo, a imagen de Marc Duval. Gracias a los sentimientos que le mueven, hemos trabajado con conceptos del amor, la lealtad y la traición, como en las mayores películas épicas.


P: ¿Con qué se queda del rodaje con Gilles Lellouche y Tahar Rahim?

R: Siempre es difícil rodar en un idioma que no es el tuyo. Por suerte, Gilles, a quien adoro como actor, fue un auténtico compañero, se mostró muy cercano y simpático en todo momento. Por la noche quedábamos para volver a trabajar las escenas que rodaríamos los días siguientes. En él encontré a un compañero con el que he llegado a tener una gran complicidad. Lo mismo me pasó con Tahar, aunque no tenemos muchas escenas juntos. He tenido la suerte de trabajar con actores de gran talento y personas excepcionales en el plano humano.


P: ¿Cómo dirige Julien Leclercq?

R: Es un realizador que confía en sus actores, algo que para mí resulta muy importante, ya que me da una fuerza increíble. El director es mi primer espectador: si te mira con buenos ojos y te apoya, te sientes invencible. Está constantemente al lado de sus actores. Además, Julien está abierto a cualquier propuesta, aunque si no está de acuerdo, no duda en decirlo.