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  Violette  Dirigida por Martin Provost
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Una entrevista con Martin Provost

P: ¿Cómo descubrió a Violette Leduc?

R: Gracias a René de Ceccaty, al que conocí en 2007. Yo estaba escribiendo el guión de Séraphine, y René me dijo: “Preparas una película sobre Séraphine, pero ¿sabes algo de Violette Leduc?” No había leído nada suyo, solo sabía quién era, nada más. Me dio un texto inédito que Violette había escrito acerca de Séraphine y que la revista “Les Temps Modernes” no quiso publicar en la época. La belleza y la lucidez del texto me dejaron estupefacto. René también me regaló la biografía que había escrito de Violette. Después de leerla, devoré La bastarda, Trésors à prendre y otros libros suyos. Llamé a René y le dije: “Debemos hacer una película acerca de Violette”. Tengo la impresión de que Séraphine y Violette son hermanas. La proximidad de sus historias las hacen inquietantes.


P: En la película nos enseña a una Violette al desnudo, con su verdad más íntima, alejada de los turbios lugares comunes que suelen acompañar la reputación de la novelista.

R: Cuanto más aprendía de ella, más me conmovía su fragilidad y dolor, mientras que el personaje público, el que se hizo famoso sobre todo en los años sesenta, extravagante y escandaloso, me interesaba mucho menos. Solo era una fachada. Quería acercarme a la auténtica Violette. La mujer que busca el amor y se sumerge en una gran soledad para escribir. La vida no la trató con ternura. Se decía que era cargante, pero eso no me bastaba. Me parecía insegura, solitaria, en constante lucha contra sí misma, siempre buscando. Creo que la inseguridad y la soledad son los dos motores que la impulsaron. No se suele hablar del riesgo que toma el artista, sea pintor, escritor o realizador. Solo se considera el éxito, si se alcanza. Hace falta ser inconsciente, pero también tener valor y perseverancia para emprender ese camino y seguir adelante. Con el tiempo, uno acaba dándose cuenta de que la soledad es muy fecunda, una aliada absolutamente necesaria, como el silencio. Nos dirigen hacia el ser interior que no deja de crecer y desarrollarse, pero a veces hace falta toda una vida para entenderlo.


P: ¿Cómo se le ocurrió dividir la película en capítulos, como si se tratara de un libro?

R: La idea llegó poco a poco. Comprendí que la sucesión de encuentros que salpicaba el recorrido de Violette correspondía a algunos de sus libros o a acontecimientos de gran importancia en su evolución. Todo se hizo aún más claro en la sala de montaje. Solo quedaban los seres que le habían importado, y el penúltimo capítulo se centra en el pueblo de Faucon, en Provenza, donde vivió y falleció.


P: Los personajes, el lugar donde compra su casa, el libro que le da el éxito… La película muestra el recorrido de una auténtica heroína hacia su liberación.

R: Sí, quería que Violette fuese una heroína y también quería incluir a todos los personajes fundamentales en su vida, personajes de los que deberá desprenderse. Para crecer, es indispensable saber liberarse de todo lo que nos ha ayudado a construirnos. Violette, que dependía de su madre y luego de Simone de Beauvoir, se libera de esta dependencia al escribir La bastarda. Por fin encuentra su sitio al abandonarlas interiormente. Por eso, el capítulo de Berthe, la madre de Violette, llega muy al final de la película, en el momento en que el conflicto ha llegado a su apogeo y puede aclararse.


P: Muestra a Berthe con todas sus carencias, pero también con la voluntad de ocuparse de su hija.

R: Berthe es un personaje central en la película. Y es una persona central en la vida de Violette, la quiere y la odia porque la ha traído al mundo. Berthe no era una mala mujer. Tal vez no era una buena madre (Violette no fue declarada en el registro civil hasta los dos años cumplidos), aunque pongo en tela de juicio eso de ser una buena o mala madre. No creo que signifique gran cosa. Berthe hizo lo que pudo y no he querido condenarla para nada, tal como hace Violette. Al contrario, quería mostrar que Violette solo ve una cara de su madre, la cara con la que quiere soldar cuentas. Pasa lo mismo con Maurice Sachs, un ser oscuro que abandona a Violette aunque la anima para que escriba. Juega un papel en la construcción íntima de la escritora en que se convertirá. Nada es blanco y negro. Hay grises, matices. Es mi objetivo, dar todas las oportunidades a cada personaje, su sitio justo. Solo así encontraré el mío.


P: Al final de la guerra, Violette Leduc conoce a una madre simbólica, a Simone de Beauvoir, que asume el papel de mentora y de mecenas.

R: Es el vínculo más potente que Violette ha tenido, a pesar de sus tumultuosas y complejas relaciones amorosas. El segundo capítulo de la película describe su encuentro en París. Violette lleva un pedido de carne a casa de un amigo de Maurice y descubre la novela La invitada, de Simone de Beauvoir, y le sorprende el grosor del libro. “Es mujer y ha escrito un libro tan grande…”, dice. Lo lee y se queda prendada. Solo tiene una idea: conocer a Simone de Beauvoir para darle su primer manuscrito, L’Asphyxie. Violette la ve en el Café de Flore, donde Simone escribe cada mañana. La observa, la sigue. Acaba por hablar con ella y darle el manuscrito. Así nace una relación que durará hasta la muerte de Violette.


P: ¿Cómo interpreta su relación con Simone de Beauvoir en la película? Da la impresión de que el comportamiento pasional de Violette exaspera a Beauvoir, a la vez que despierta su admiración. Es la única amiga de Violette; le corrige los manuscritos, la guía, la apoya. Incluso hereda los derechos literarios de Violette a la muerte de esta.

R: Simone de Beauvoir se siente fascinada por Violette, que rechazaba la idea de ser una intelectual. Siempre decía: “Escribo con los sentidos”. Para ella es una relación ambigua, algo confusa. Violette está enamorada de Simone, pero Simone no lo está de ella; sin embargo, ve en Violette la escritora inspirada que ella no es. Sabrá mantenerla a distancia sin dejar que nunca se vaya. Violette era insoportable. Si se le cerraba la puerta en las narices, entraba por la ventana. Era un auténtico dolor porque sufría mucho, pero también porque hacía sufrir a los demás. Estaba convencida de que era fea, y delante de Simone de Beauvoir llegó a convertirse en una obsesión. Pero Simone siempre consiguió burlar las trampas y seguir apoyándola para que construyera su obra. Creo que la salvó de la autodestrucción.


P: Filma a una Simone de Beauvoir desconocida, frágil y sola.

R: Sí, a la menos conocida, a la Simone de Beauvoir solitaria después de que Sartre se fuera por otros derroteros. No floreció hasta mucho más tarde, cuando conoció a Nelson Algren. La Simone frágil de la película también está inspirada en el que me parece su mejor libro, Una muerte muy dulce. Es un libro implacable, tierno y lúcido, en el que se siente toda la emotividad, todo el humanismo del que era capaz. Quería dar vida a esta Simone íntima, a la que conocemos poco, la mujer que de pronto se abre a Violette y llora delante de la que no ha dejado de llorar desde que la conoce.


P: ¿Cómo escogió a las actrices que interpretan los dos papeles principales?

R: Hablé con Emmanuelle Devos antes de escribir el guión, como hice con Yolanda Moreau para Séraphine. Sabía que debía ser ella, no podía ser otra, y quería estar seguro de que aceptaría el papel. Tendría que transformarse físicamente, aceptar teñirse de rubio, afearse con una nariz falsa. Fue más complicado para Simone de Beauvoir. Interpretar a un personaje que todos conocen no es tarea sencilla. Emmanuelle me animó a hablar con Sandrine Kiberlain. No la veía en el papel, pero en cuanto nos conocimos, me sorprendió su gracia, su inteligencia y su determinación. Estaba segura de conseguirlo.


P: ¿Qué otras personas que se cruzaron con Violette ha incorporado a la película?

R: Está Jean Genet, interpretado por Jacques Bonnaffé. Genet siente un gran afecto por Violette, una bastarda como él; son como hermanos, personas marginadas, poetas de su época, malhechores. Le dedicó Las criadas. Aparece Jacques Guérin (al que da vida Olivier Gourmet), coleccionista de manuscritos, diseñador de perfumes (los perfumes d’Orsay), homosexual, rico y también bastardo. Violette se enamora de él y le persigue asiduamente en vano. En mi opinión, Jacques es el fantasma del padre al que no conoció. Era un esteta que salvó los manuscritos de Proust. También compró los de Violette y los de Genet.


P: Un capítulo de la película describe el viaje de Violette por Francia, que cuenta en el libro Trésors à prendre.

R: Es uno de mis libros favoritos, quizá el que realmente me llevó a hacer la película. Violette era muy dependiente de Simone, que viajaba mucho. Un buen día decidió lanzarse a la aventura y salió con un macuto, atravesó el Macizo Central y acabó en Provenza. En la película llega Faucon y descubre la casa que va a convertirse en su hogar. Pero no ocurrió exactamente así. Llegó a Faucon mucho más tarde, la llevó una amiga.


P: La forma de escribir de Violette sorprende por su estilo carnal, su idioma sexual, algo revolucionario para una mujer en los años cincuenta. Entonces se decía que escribía como un hombre.

R: Así es, escribir era algo orgánico para ella. No es habitual. La criticaron mucho porque se atrevió a decir lo que nadie se atrevía a articular en la época. Y con sus propias palabras. Fue la primera en contar que había abortado, por lo que Ravages fue censurado. Lo peor es que jamás ha vuelto a publicarse en su integridad, me parece aberrante. Después de este episodio de censura, Violette ingresó en un psiquiátrico, estuvo al borde de la locura.


P: Las escenas sexuales entre Violette y los hombres se plasman en la pantalla con persecuciones, gestos crispados, una violencia contenida.

R: No estaba en el guión, surgió durante el rodaje, trabajando en el plató. En una escena en la que Violette vende alimentos de estraperlo, un hombre quiere protegerla y la acerca a él sin mala intención, pero le dije a Emmanuelle: “Recházale, no soportas que un hombre te toque”. Volvió a pasar lo mismo con René, la atrae hacia él tal como indica el guión, pero aquí también dije: “Resiste, defiéndete, no lo soportas”. La imagen habla por sí sola y se basta a sí misma. Vemos su amor y su rechazo.


P: Las novelas de Violette son una transposición novelesca de diversos encuentros. ¿Cómo se enseña en la gran pantalla una vida que ya se ha contado en varias versiones diferentes?

R: He modificado varias cosas. La película es una evocación, una interpretación, no es una biografía filmada. Siempre hay mucho de mí en mi cine y he escogido caminos parecidos a los míos. También escribo y fui pintor. El cine es el arte que congrega a todas las artes, por eso me siento cómodo. Violette era poeta. Fue la primera mujer en hacer autoficción, ¡y con qué lenguaje! Abrió el camino a muchas mujeres, no debemos olvidarlo. La película le rinde homenaje.


P: ¿Qué elementos biográficos ha modificado?

R: Entre otros, este: Una noche, Violette se atreve a besar la mano de Simone en un taxi. Lo he cambiado. Es importante tomarse libertades con la historia porque ante todo se trata de una película, no de una biografía.


P: ¿Cómo reacciona Simone de Beauvoir? En la vida real, me parece que no le gustó nada.

R: En la película tampoco. Pero intento mostrar la forma en que, a partir de ese rechazo, Violette intentará otro camino para entrar en el corazón de Simone. Lo hace escribiendo y dedicándole L’Affamée. Es una auténtica declaración de amor.


P: La pasión amorosa alimentó sus libros, pero también decía: “Soy un desierto que monologa”.

R: La pasión, desde luego, pero sobre todo la frustración. Había diferentes formas de abordar a Violette Leduc. Se podía escoger la vertiente de la mujer escandalosa, porque era escandalosa por su franqueza, tenía un humor tremendo, una personalidad muy fuerte, disfrutaba con las aventuras dudosas; pero si se lee toda su obra, es fácil entender que todo eso no era más que un pretexto. Buscaba otra cosa. Transformaba sus amores malogrados o imposibles en libros. Siempre estaba sola.


P: Se nota un aspecto casi militante en su voluntad de realizar retratos de mujeres marginales, a las que se ha juzgado erróneamente.

R: Sí, me preocupa el olvido, la injusticia social. Violette Leduc no es una autora menor. Es una gran artista. Esta mujer de orígenes modestos se bate y se debate en un mundo que la juzga porque no nació en su seno. Sigue siendo un problema actual. Transforma su relación con ese mundo a través de la escritura. Encuentra su sitio. Es una pionera, como lo fue Séraphine.


P: La película opta claramente por despojar a Violette de todo lo inútil, haciendo que su obra sea aún más universal.

R: Sí, fue así desde el principio. Pero los condicionantes presupuestarios también resultaron muy positivos porque me obligaron a apartar el lado más histórico, caro y pesado, que podía haber sido peligroso para la película, y todo lo que sobraba en la puesta en escena. Había que conseguir el objetivo con menos, ir a lo esencial.


P: ¿Cómo fue el trabajo con los miembros del equipo técnico?

R: La fuerza de la película se debe también a Yves Cape, el director de fotografía, al que ahora considero como a un hermano. Trabajamos mucho antes del rodaje, documentándonos acerca de la época, viendo películas. Estuvimos mucho juntos. La película acabó por convertirse en el sueño de ambos. Es misterioso, pero también fundamental. Siento que una película se hace con todos los miembros del equipo. Ya habíamos trabajado con Thierry François, el director artístico, y con Madeline Fontaine, la diseñadora de vestuario, en Séraphine. Thierry tiene una visión muy particular, siente, ve, y nunca se equivoca. Trabajamos la paleta de colores juntos porque cualquier objeto, cualquier detalle que aparece en la pantalla tiene su importancia. Lo mismo ocurre con Madeline Fontaine. Nuestras dos visiones se complementan. Formamos un todo con Brigitte Moidon, la directora de casting, Ludo Troch en el montaje, Pascal Jasmes, Ingrid Ralet y Emmanuel Croset en el sonido, pero no solo están ellos. Cada miembro del equipo cuenta, es un elemento fundamental del conjunto. Pasamos mucho frío, siempre perseguíamos la luz porque anochecía enseguida, los días son muy cortos en diciembre y en enero, pero nos animaba la alegría de hacer la película, de plasmar una época. Todos deseábamos que Violette existiera para lo mejor.


P: ¿Cómo escogió la música?

R: Violette necesitaba una partitura tan fuerte y potente como la de Michael Galasso para Séraphine. Pero Michael ya no está con nosotros. Me sentía perdido. Empecé a buscar y encontré a Arvo Pärt. Tenía la composición “Fratres” en la cabeza, y cuando hicimos la prueba con la imagen, no cupo la menor duda.


P: Su película, siguiendo las novelas de Violette, ¿es como “la recuperación del destino” según la expresión de Simone de Beauvoir?

R: ¿Cómo cambiar las cartas que nos ha repartido la vida, cómo hacer algo con la desgracia? La película empieza en 1942, en un paisaje invernal áspero y brutal, de tonos sombríos, al amanecer. Acaba con una puesta de sol en el sur, con Violette en toda su gloria después de la publicación en 1964 de La bastarda, con un prefacio de Simone de Beauvoir. Es el camino hacia la luz.

Entrevista realizada por Laureline Amanieux


Una entrevista con René de Ceccatty

P: ¿Qué le empujó a coescribir el guión de VIOLETTE con Martin Provost?

R: Mi relación con Violette empezó hace 40 años. Y en este caso, fue un cúmulo de circunstancias. Conocí a Martin Provost en 2007 a través de un amigo de ambos. Martin buscaba una editorial para una novela que acababa de escribir, y entonces yo trabajaba en la editorial Seuil. Leí y publiqué el libro, que evocaba de forma conmovedora sus recuerdos de niñez y de adolescencia. En aquel entonces, Martin preparaba la película Séraphine y me dijo con una sonrisa: “Es probable que no conozca a esa pintora”. Pero le contesté que conocía la obra de Séraphine de Senlis y que Violette Leduc había escrito un maravilloso texto inédito sobre ella que me dio Carlo Jansiti. De hecho, lo cité en el libro que había escrito acerca de Violette, Eloge de la Bâtarde. A partir de ese momento, Martin empezó a interesarse en la obra y la vida de Violette Leduc, que le pareció apasionante. Me preguntó si me apetecía escribir un guión con él y con Marc Abdelnour una vez acabado el rodaje de Séraphine.


P: Ha escrito dos libros sobre Violette Leduc, ¿qué le apasiona de esa mujer?

R: En Violette todo me dice algo. Sale en otra novela mía, La Sentinelle du rêve, en la que le di un nombre diferente, Véra Carolus. La descubrí con mi hermano, Jean Pavans, en el programa de televisión “Dim Dam Dom”, donde hablaban de una mujer singular cuya valentía y descaro estaban hechos para fascinar a los dos adolescentes que éramos. Pero en esa época me interesaba más Jean Genet, del que quería leer toda la obra. Luego, mientras estudiaba filosofía, leí algo de Violette, pero no fue hasta el año 1972 cuando mi hermano me dijo: “Ha muerto, debes leerla”. Yo tenía veinte años, vivía solo por primera vez. Me costaba enfrentarme a mi homosexualidad. Me preguntaba qué vida me esperaba, incluso en aquella época en que evolucionaron tanto las costumbres. Leer la obra de esa mujer tan sola que llevó una vida absolutamente libre, que había pensado tanto en el amor, en la identidad sexual, en la creación, que hablaba de la homosexualidad masculina y femenina con términos que nunca había leído hasta entonces, que inventó un estilo con semejante audacia, una audacia tan poco habitual en la prosa, fue una especie de consuelo, me aportó una fuerza nueva, me animó, era como una presencia a mi lado… Despertó en mí un eco muy poderoso en el momento en que pensaba dedicarme a la escritura. Se inició un proceso de identificación.


P: ¿De qué forma participó en el guión de la película VIOLETTE?

R: Era necesario escoger una parte limitada aunque representativa de una vida muy plena. Le aconsejé a Martin que se limitara al periodo comprendido entre 1942 y 1964, es decir, entre que empieza a escribir y el éxito de La bastarda, ya que Martin estaba interesado sobre todo en describir a un personaje que lucha con la creación y que acaba por imponerse, como le ocurrió a Séraphine de Senlis. Obviamente, Martin, Marc y yo dimos muchas vueltas. Intercambiamos varios cientos de páginas de correspondencia durante la preparación del guión, pero Martin decidió la última versión.


P: ¿Sacaron los diálogos de los libros de Violette Leduc?

R: En parte, pero nos tomamos muchas libertades. Por ejemplo, usamos diálogos de La bastarda y de La Folie en tête, pero hay muy pocas citas exactas.


P: Usan una voz en off, la voz interior de Violette, únicamente para los extractos de sus textos literarios.

R: Dudamos mucho en incluir esos pasajes; no queríamos una voz en off convencional, pero habría sido una lástima, y así nos lo dijeron los productores Miléna Poylo y Gilles Sacuto, no disfrutar del idioma de Violette. Martin escogió unos textos que le gustaban y me pidió que le propusiera otros que pudieran integrarse en el guión de forma natural.


P: La película se esfuerza en plasmar el vaivén entre la vida de Violette y su forma de transfigurar la vida mediante la escritura.

R: La forma en que utilizaba su vida y la palabra escrita era excepcional. Quería ir más lejos que Colette, y así fue: descubrió un lenguaje que describe las sensaciones sexuales o, en general, las sensaciones emocionales y estéticas; tenía una capacidad tremenda para la introspección y para cambiar imperceptiblemente de registro, para pasar del lirismo poético a la cotidianidad más prosaica. Poseía un dominio absoluto de la metáfora. En la película, Martin muestra a Emmanuelle Devos haciendo gestos muy comunes; por ejemplo, Violette limpia carne en una pila o se lava… Vemos su relación con la materia, con el cuerpo, sus relaciones con personas muy sencillas. A pesar de ser una intelectual culta y refinada, era perfectamente capaz de usar un idioma popular porque vivía en un ámbito modesto, socialmente desfavorecido.


P: La película conmueve por el contraste entre una estética sobria y la escritura de Violette, que alcanza elevados niveles metafóricos.

R: Con Violette, que tanto gustó a las mujeres y a las feministas, cabía el riesgo de ir demasiado lejos en la exaltación. Escribía en un estilo barroco; incluso puede parecer sobrecargado, aunque no lo sea. Es una poetisa que sabe medir las palabras incluso en el exceso. La sensibilidad de Martin Provost es más masculina, más reservada. Los momentos de exaltación o de excitación son, por contraste, mucho más fuertes en las escenas en que Violette pierde el control.

Durante la escritura del guión, reconozco que me empeñé en respetar el texto de Violette; insistí en que Martin incluyera escenas de delirio, de sueños, de alucinaciones (me refiero sobre todo a novelas como L’Affamée y La Folie en tête, donde describe su pasión por Simone de Beauvoir y por Jacques Guérin), así como crisis agudas de paranoia. Pero cuando se retiraban estas escenas que a mí me parecían necesarias, Martin siempre me decía: “Confía en mí, ya verás como lo expresaremos de otra forma”. Los guionistas tienden a ser más explícitos que el realizador, que encuentra soluciones visuales.


P: A veces, la película se aleja de la realidad biográfica o histórica.

R: Martin Provost no quería ser del todo realista. En la película, Violette besa a Simone de Beauvoir, algo que nunca habría hecho en la realidad, pero no importa, sirve para mostrar sus impulsos. El espectador entenderá que estamos en un registro subjetivo. Tampoco se la ve envejecer, no hay arrugas artificiales; para que fuera realista, habríamos necesitado a tres actrices de diferentes edades. Lo importante era plasmar la mirada interior de Violette. También debíamos dejar sitio para los otros personajes: Jacques Guérin, que ocupa un lugar muy importante y complejo en la vida de Violette; Jean Genet, con quien tiene una relación atormentada, complicada, mezcla de veneración y celos, de amistad amorosa y autoflagelación, de orgullo y provocación, de rivalidad y adoración literaria; o René, al que consagra toda una novela (La Chasse à l’amour). El guión que escribimos era mucho más largo, contábamos los episodios con más detalle, pero sería una película de cuatro horas.


P: Violette sufrió mucho por ser fea, pero la película demuestra que gustaba mucho a los hombres y a las mujeres.

R: Era el gran problema de Violette. Simone de Beauvoir cuenta que le decía: “Soy un desierto que monologa”, y Simone de Beauvoir le contestaba: “Pero hay flores en el desierto”. La película enseña la sensación que tenía Violette de su fealdad. Podía gustar a un hombre de treinta años, un hombre apuesto como el joven albañil René. Tenía algo que permitía superar la sorpresa que provocaba ver su rostro. Hombres y mujeres se enamoraron de ella y la persiguieron, como su exmarido Jacques Mercier. Ella se fue, pero él estaba dispuesto a vivir con ella. Una personalidad como la suya no dejaba indiferente a nadie.


P: Entre los grandes personajes de la vida de Violette, descubrimos a una Simone de Beauvoir generosa, dispuesta a apoyarla, algo que hasta ahora no se había mostrado en el mundo literario.

R: Me gusta mucho la forma en que Simone de Beauvoir aparece en la película, porque siempre se la ha criticado. Sin embargo, ayudó a Violette, una escritora totalmente diferente, con entrega y discreción. Intuyó que Violette lo necesitaba. Era capaz de admirar a alguien desde la humildad. Sartre transformó a Jean Genet en un personaje sartriano en el ensayo San Genet, comediante y mártir, mientras que Simone de Beauvoir no recude a Violette a una demostración en el prefacio de La bastarda en 1964. No aplastó a Violette con su notoriedad. Incluso luchó para que se publicara L’Affamée, a pesar de que era una carta de amor que Violette le dedicaba. Beauvoir corría el riesgo de que se la acusara de publicar a su “novia”, ya que la atacaban sin piedad por el ensayo El segundo sexo. De hecho, intentamos ser muy precisos en lo referente a las relaciones de Violette con las editoriales, sobre todo en cuanto al doloroso episodio de censura de Ravages. Los editores no quisieron publicar la escena del aborto ni las escenas de sexo entre dos chicas. En la película se ve a Simone de Beauvoir protestar con toda la razón.


P: A menudo muestran a Simone de Beauvoir sola, alejada de los salones literarios.

R: Así es como la ve Martin, pero en la realidad, Simone de Beauvoir no estaba sola. Tenía a su alrededor una corte decidida a protegerla. Aunque no compartía piso con Sartre, casi siempre estaba con él o con amigos y colaboradores de la revista “Les Temps modernes”. A Martin se le ocurrió mostrar a Simone abatida por la muerte de su madre, sola en el taller de la calle Schoelder, donde Violette le lleva el manuscrito de La bastarda. Del mismo modo, la soledad de Violette es relativa. Se quejó mucho de vivir en la oscuridad, pero Camus publicó su obra. Cocteau y Marcel Jouhandeau la describen como una gran escritora. ¿Qué otro autor se ve apadrinado por Sartre, Cocteau, Genet, Simone de Beauvoir, filósofos como Yvon Belaval e incluso psicoanalistas desde su primera novela? Mucha gente se interesó de inmediato por ella. Nunca estuvo realmente en la oscuridad. Además, publicaba con regularidad en la revista “Les Temps modernes”.


P: La película, tal como dice el personaje de Simone de Beauvoir al final, cuenta la salvación de Violette a través de la literatura.

R: Violette sabía cómo luchar contra la desesperación. Es la razón por la que Simone de Beauvoir confiaba en ella, porque Violette sabía encontrar las fuerzas necesarias para transformar la desesperación en literatura, para luchar contra la locura mediante el arte. Tenía una vitalidad extraordinaria, aunque en un momento dado hubo que ingresarla para ser sometida a una cura de sueño. Fue el momento más negro de su vida, cuando se sumergió en un delirio de persecución. Lo describe en La Folie en tête y en La Chasse à l’amour.


P: En su opinión, ¿por qué es desconocida, por qué se la ha tachado de autora “menor”?

R: Libros como L’Asphyxie, L’Affamée, Ravages tienen títulos oscuros, que muestran un mundo sombrío, cerrado. La homosexualidad o, mejor dicho, la bisexualidad, podía reducir el círculo de lectores, pero paradójicamente su supervivencia literaria se debe a que entró en el campo de los estudios de género en Estados Unidos. Sin embargo, su homosexualidad femenina es mucho menos patente que la homosexualidad masculina de Jean Genet. Puede que el desinterés que mostró cierta crítica literaria hacia ella se deba más al hecho de que fuera una mujer que intentaba describir sensaciones crudas. Se le reprochaba que escribiera con “las tripas”, se le reprochaba su exhibicionismo del dolor. Según las personas que la conocieron, era insoportable, siempre se quejaba, necesitaba ser el centro de atención, pero no es lo que comunica en sus libros. También es verdad que el éxito instantáneo de La bastarda hizo que se sospechara de su talento. Cuando yo trabajaba en la editorial Gallimard hace 25 años, le recomendé a Antoine Gallimard que publicara sus obras en la colección “L’Imaginaire”. Quería que formara parte de los fondos de la editorial. Desde entonces, se ha vuelto a publicar su trilogía autobiográfica y varias obras suyas se reeditaron el otoño pasado.


P: ¿Violette sigue representando hoy en día un símbolo de libertad?

R: Sí, porque su fuerza estilística es única. Pero ella no se veía a sí misma como un símbolo de libertad. Al contrario que algunas autoras más recientes, Violette no se autoproclamaba, tampoco intentaba escandalizar, pero sí ponía el listón muy alto en cuanto a escritura. Sabía hasta dónde quería llegar en busca de la libertad y tenía el valor suficiente para asumir la carga. Su vida era el material íntimo del que se servía. Desde luego, existía el riesgo de caer en el egoísmo, en el autocentrismo, pero su obra contiene una dimensión literaria muy poderosa. En lo que dura un siglo, muy pocos escritores alcanzan una dimensión semejante y aparecen como símbolos atemporales de libertad. Ojalá la película, que ha sabido comunicar su talento, reestablezca la importancia de Violette y permita que la descubran otras generaciones.

Entrevista realizada por Laureline Amanieux

Septiembre de 1964



La bastarda es un éxito rotundo
Es difícil entender lo que significó la publicación de La bastarda. No cabe duda de que el prefacio firmado por Simone de Beauvoir tuvo mucho que ver con el éxito de la novela. El libro y su autora contaban con el aval de una escritora cuya integridad y compromiso hacia la causa de las mujeres no podía cuestionarse desde la publicación de El segundo sexo (1949). Con la publicación de Memorias de una joven formal (1958), La plenitud de la vida (1960) y La fuerza de las cosas (1964) había demostrado hasta qué punto su vida personal se identificaba con sus convicciones filosóficas y feministas, por lo que el libro de Violette Leduc se leyó como la obra de una mujer auténtica y valiente.

El hecho de ser bastarda, una especie de maldición social contra la que luchó liberándose de la sofocante losa familiar y escribiendo una obra poética original, no era su única característica diferente. La bisexualidad, la defensa del aborto, la atracción que sentía por el estraperlo, la amistad con homosexuales, todos los elementos que revelaba acerca de su personalidad y de su vida despertaron, según quien la leía, simpatía o repulsión. Pero marcaban. El estilo sumamente inventivo que usaba ya había caído mal en el círculo de la crítica reaccionaria, que se mofaba de ella antes de que se hiciera famosa, en cuanto publicó sus primeros libros. Sin embargo, los grandes escritores del momento, además de la pareja formada por Sartre y Beauvoir, Albert Camus, Jean Genet, Jean Cocteau, Marcel Jouhandeau y Natalie Sarraute, habían elogiado su talento.

Cuando La bastarda la sacó de las sombras, fue adoptada por las primeras militantes de lo que se convertiría más tarde en el MFL (Movimiento Feminista de Liberación). Violette Leduc firmó el manifiesto de las “343 salopes” (343 cabronas) para la legalización del aborto. No es de extrañar que se hiciera amiga de escritoras del mundo entero, sobre todo de Kate Millett. La fealdad de que tanto se quejó de joven se notaba menos con la edad. Su personalidad brillante, elegante y provocadora hacía que todos quisieran que participara en cenas y reuniones donde sus insolencias eran bienvenidas.

Su obra fue traducida a varios idiomas ya que era considerada una militante de la causa feminista. Se convirtió en referencia obligada en las tesis sobre estudios de género a partir de los años noventa. Paradójicamente, el estatuto de autora profundamente literaria, que había sido subrayado por sus “padrinos” desde el primer momento, tardó en volver a ser reconocido. La publicación de su biografía, por Carlos Jansiti, y de su correspondencia personal reavivó el interés por una obra mirada con cierta condescendencia durante un tiempo, a pesar de que en 1970 la publicación de La Folie en tête no hizo más que confirmar el elevado contenido poético de su prosa y su singularidad.

Violette Leduc nunca creyó en un éxito que le parecía un poco “vulgar” y, sobre todo, tardío. Sin embargo, concedió numerosas entrevistas en las que mostraba una mezcla de insolencia, que la convertía en la invitada ideal para programas de televisión y de radio, y de profundidad psicológica y refinamiento intelectual que dejaban patentes su cultura y sus exigencias literarias. Más aún, su veneración casi mística por la literatura.


Algunas fechas de la vida de Violette Leduc (1907-1972) Por René Ceccatty
1907 - (7 de abril) Nace Violette Leduc en Arras. Berthe Leduc, su madre, trabaja de criada en casa de los Debaralle, una familia burguesa y protestante de Valenciennes. Se queda embarazada de André, el hijo Debaralle, tuberculoso. Decide no decir nada a nadie y deja la casa de los Debaralle para dar a luz sola en Arras. Posteriormente encuentra un trabajo como dependienta.

1913 - Berthe Leduc regresa a Valenciennes con su madre y se instalan en los arrabales de la ciudad. Las dos mujeres crían a Violette, que siempre ha sabido quién es su padre. Los abuelos paternos la ayudan materialmente con un capital del que podrá disponer al cumplir la mayoría de edad y una renta procedente de los intereses.

1913 - Berthe conoce a Ernest Dehous, que tiene una tienda de muebles antiguos.

1920 - Berthe y Ernest Dehous se casan. La familia se instala en una casa en un barrio pequeñoburgués de Valenciennes, y Violette ingresa en un colegio privado.

1923 - Nace Michel Dehous, medio hermano de Violette.

1924-28 - Durante su internado en el instituto de Douai, Violette es presa de dos pasiones sucesivas. La primera por Isabelle P, una compañera del dormitorio común, y por Hermine, una vigilante (cuyo verdadero nombre es Denis Hertgès). Sus pasiones salen a la luz y con ellas, el escándalo. Hermine es despedida. Violette se traslada a París con su madre y su padrastro. Primero viven en la plaza Daumesnil. Al poco, Violette decide vivir con Hermine, primero en un hotel y luego en diferentes apartamentos.

1928-32 - Violette trabaja en el departamento de publicidad de la editorial Plon y más tarde de telefonista en la productora cinematográfica Synops, dirigida por Denise Piazza-Batcheff.

1931 - Conoce a un comercial, “Gabriel” (Jacques Mercier), en el cine Marivaux viendo The Loves of Ariane, de Paul Czinner, con Gaby Morlay. Tienen una relación sexual (incompleta para Violette) en un taxi. A pesar de la atracción mutua, no volverán a tener relaciones sexuales. Gabriel conoce a Hermine, la acepta por amor a Violette, y durante unos años se convierte en una sombra observadora.

1935 - Hermine deja a Violette, que regresa a casa de su madre. Violette conoce a Maurice Sachs en casa de Denise Batcheff y se enamora de él a pesar de saber que es homosexual. Maurice Sachs es escritor y aventurero, amigo de Jean Cocteau, Jacques Maritain, Gaston Gallimard. Vive del tráfico de obras de arte, escribiendo guiones, dando conferencias, haciendo traducciones.

1939 - Violette reencuentra a Gabriel por casualidad delante de Notre-Dame. Él se dedica ahora a la fotografía. Se convierten en amantes y se casan un mes después, pero se separan al poco tiempo. Violette está embarazada, pero no quiere tener el niño. Se divorcian una vez acabada la guerra. Maurice Sachs la anima a que escriba reportajes culturales, artículos teatrales, de moda e incluso historias cortas. El modisto Lucien Lelong, entusiasmado por uno de sus reportajes, le encarga textos publicitarios. Otro modisto, el famoso Jacques Fath, hace lo mismo Los dos le ofrecen ropa y sombreros.

1942 - Durante la guerra, Violette se refugia en Ancelins, Normandía, con Maurice Sachs. Vive gracias a los artículos que escribe para el diario “Paris-Soir” y revistas de moda como “Elle”. Le encargan textos de propaganda para las mujeres cuyos maridos luchan en el frente. Maurice Sachs, harto de oírla quejarse de su infancia, la convence para empezar a escribir lo que se convertirá en L’Asphixie.
- Se dedica al estraperlo para sobrevivir. Maurice Sachs la pone en contacto con clientes adinerados.
- Unos meses después, Maurice Sachs se va a Alemania. ¿Obligado o por voluntad propia? Nunca se sabrá. ¿Trabajó voluntariamente para los alemanes que acabaron por matarle? Violette se niega a ayudarle cuando Maurice le pide que simule estar embarazada de él para que pueda regresar a Francia.
- Una vez acabada L’Asphyxie, da a leer el manuscrito al joven filósofo Yvon Belaval, que le habla de Simone de Beauvoir y de su obra La invitada.
- Violette gana dinero con el estraperlo: se encarga de distribuir kilos de carne y de mantequilla.

1944 - Los gendarmes franceses la detienen. Delata a sus proveedores a cambio de quedar libre. Regresa a París, donde primero vive en casa de Alice Cerf, antes de volver a la suya. Ve a Simone de Beauvoir sentada en el Café Flore.
- La guerra acaba y Alice Cerf lee el manuscrito de L’Asphyxie y se lo pasa a Simone de Beauvoir. Esta, entusiasmada, quiere conocer a Violette. A partir de ese momento, Simone ve a Violette regularmente, y esta última se enamora de ella. Consciente del amor que ha despertado, Simone de Beauvoir la anima a escribir sobre el tema, dando pie a L’Affamée.

1945-46 - Sigue viviendo del estraperlo. Vuelven a detenerla por segunda vez con Michel Dehous, su medio hermano más joven que ella.
- Violette se divorcia de Gabriel, que vive con otra mujer. Vuelve a ver a Hermine, cuya indiferencia y dureza la humillan.

1946 - Publicación de L’Asphyxie en la colección “Espoir”, dirigida por Camus, de la editorial Gallimard. Conoce a Jean Genet.

1948 - Gallimard publica L’Affamée. Jean Genet, gran admirador suyo, le presenta a Jacques Guérin, un rico coleccionista homosexual. Riñe con Jean Genet, que ya no soporta la exaltación invasora de Violette. Jacques Guérin establece un rito amistoso de cenas semanales y Violette se enamora perdidamente de él.

1951 - El amor que siente por Simone de Beauvoir se hace insoportable y esta le aconseja que se vaya de vacaciones al centro y sur de Francia, mientras ella se va a Noruega. Se escriben regularmente. Llegada a Provenza, Violette descubre su pasión por la naturaleza siguiendo las huellas de Van Gogh.
- Su relación con Jacques Guérin es cada vez más difícil. Este le encarga que escriba Thérèse et Isabelle, donde evoca su primera pasión adolescente cuando estaba interna. Violette lo escribe en España. A su regreso, exige cobrar de inmediato e incluso va a la fábrica de Jacques a pedirle el dinero.

1955 - Publicación de Ravages (Gallimard), censurado por la editorial. La falta de éxito y el orgullo hacen que Violette caiga presa de la locura, asustando a Simone de Beauvoir.

1956 - Ingresa en la clínica Versailles para someterse a una cura de sueño. Convalece en la Vallée-aux-Loups mientras escribe La vieille fille et le mort. Jacques Guérin la visita regularmente.

1957-58 - Se recupera poco a poco durante el invierno del 58. Empieza a pensar en La bastarda y empieza a psicoanalizarse.
- Una lectora que la había visitado en el 57 le escribe desde Marsella y le hace descubrir Faucon, en Drôme, donde se instala primero en condiciones muy duras antes de encontrar una casa frente al monte Ventoux. Escribe La bastarda, el libro que le dará la gloria, entre los olivos.

1964-72 - Publicación y tremendo éxito de su primera novela autobiográfica, La bastarda, con prefacio de Simone de Beauvoir. En 1970 aparece La Folie en tête, donde cuenta su relación con Genet y su pasión por Jacques Guérin, así como su manía persecutoria. La novela tiene éxito, pero menos que La bastarda. En la tercera entrega, La Chasse à l’amour, publicada póstumamente en 1973, cuenta su tratamiento psiquiátrico.
- Durante los últimos años de su vida se hace famosa. Participa en numerosos programas de televisión, sale mucho, aparece en varias películas, escribe artículos sobre Brigitte Bardot y sobre varios rodajes, se rueda la película Teresa e Isabel a partir de su obra Thérèse et Isabelle, publica el texto erótico Le Taxi.

1972 - (28 de mayo) Enferma de cáncer y fallece en su casa de Faucon después de haberse sometido a un tratamiento en el hospital de Avignon.

1973 - (Enero) Su madre Berthe muere ocho meses después.
1974 - Fallece Isabelle.

1986 - Fallecen Simone de Beauvoir y Jean Genet

1992 - Fallece Hermine

2000 - Fallece Jacques Guérin


Críticas francesas

aVoir-aLire.com (Frédéric Mignard) *****
Violette adorna el género de cine biográfico con una joya de melancolía y de sufrimiento que no dejará indiferente a nadie. Una película tan fuerte como Séraphine, posiblemente más. En la primera, Yolande Moreau estaba sola, pero en esta contamos con dos espléndidas actrices que merecen ser nominadas a los César.

Marianne (Lisa Vignoli) *****
Una película turbadora con un casting explosivo.

Positif (Jean-Philippe Domecq) *****
Martin Provost ha orquestado una dirección de actores en la que cada uno interpreta magistralmente su personaje. Uno de los mejores papeles de Emmanuelle Devos.

20 Minutes (Caroline Vié) ****
Violette Leduc, una genial novelista con mucho carácter, se une a Séraphine en el panteón de las artistas visionarias que Martin Provost rescata del olvido. Violette se sumerge en la mente de una mujer torturada con un pudor a la altura de su virtuosismo.

La Croix (Arnaud Schwartz) ****
Una película poderosa sobre la dificultad de nacer para ser artista, sobre la soledad y la frustración, plagada de las asperezas y ambivalencias del personaje.

Le Journal du Dimanche (Alexis Campion) ****
Una película conmovedora.

Les Fiches du Cinéma (Nicolas Marcadé) ****
Un retrato de Violette Leduc fiel a las características de su modelo: rugoso, algo tieso y desprovisto de seducción inmediata, pero doloroso, íntegro, testarudo, intenso.

Première (Christophe Narbonne) ****
Una poderosa reflexión acerca de la condición femenina y de la creación .

Télé 7 Jours (Viviane Pescheux) ****
Emmanuelle Devos es toda sutilidad. Un papel mayúsculo para una actriz mayúscula.

TéléCinéObs (Guillaume Loison) ****
El realizador consigue sin aparente esfuerzo poner orden en este torbellino de facetas insuflando un misterio y una tensión que envuelven lenta, pero decididamente a Emmanuelle Devos.

Télérama (Pierre Murat) ****
Observamos a dos monstruos literarios totalmente opuestos unidos por la certeza de sus talentos mutuos. Los encuentros entre Emmanuelle Devos y Sandrine Kiberlain son fascinantes.