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  La jaula dorada  (La cage dorée)
  Dirigida por Rubén Alves
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Entrevista con el director – Rubén Alves

P: ¿Cómo ha llegado a éste, su primer largometraje?

R: Siempre he actuado y escrito. Hace doce años, a la edad de veinte años, ya había hecho mi primer cortometraje. Desde entonces las ganas de contar cosas nunca me han abandonado. Después escribí un guión sobre unos franceses expatriados, que vivían en Lisboa. Como ve, ya tenía el tema muy metido en la cabeza. Hugo Gélin, amigo mío desde la infancia, con quien ya había trabajado, y Laëtitia Galitzine, mis dos productores, me animaron a dejar de marear la perdiz y a empezar a hablar de lo que más me inquietaba. Luego vi un reportaje sobre una portera portuguesa en París, de un barrio elegante. Hablaba de su vida, de lo que hacía. La última pregunta que le hizo el periodista fue si pensaba volver algún día a Portugal, treinta cinco años después de haberse marchado. Respondió que sí, que había pensado volver a su país natal, pero que se sentía tan bien en su pequeña jaula dorada…. Su respuesta vino a cristalizar lo que yo quería decir. Para mí no se trataba de hacer una película autobiográfica, sino de hablar de algo que conocía de cerca, ya que nací en Francia de padres portugueses. Mis padres vinieron a Francia a la edad de dieciocho años, dejando atrás la pobreza y el fascismo portugués. Mi padre hacía todo tipo de trabajos, siempre en el mundo de la construcción, y mi madre era portera.


P: ¿Llevaba dentro la materia prima de su historia?

R: Con treinta y dos años tenía suficiente distancia con respecto a mi familia. Podía contar esta historia. En alguna parte, hasta sentía que debía hacerlo. Estoy muy ligado a Portugal. Al escribir, sin recurrir a anécdotas de personas allegadas, me apoyé en muchas cosas vividas, observadas y recordadas con sentimiento. Sobre todo, no quería caer en la caricatura, pero sí había rasgos, fuesen de portugueses o de franceses, que valía la pena subrayar y tratar con ternura. Al principio, escribí solo, luego Jean-André Yerlès se incorporó y al final Hugo Gélin completó el trío de guionistas. Éste me conoce lo suficiente como para estar seguro de lo que era capaz, incluso antes de que yo mismo me atreviera.


P: ¿Qué mirada aporta sobre la comunidad portuguesa en Francia?

R: El pueblo portugués es humilde. La mayor parte del tiempo nadie se atreve a moverse. Me asombra la cantidad de portugueses que desempeñan funciones de gran importancia en Francia y cuyos orígenes se desconocen. Se les reconoce por su nombre, a veces algo distorsionado… Es la tercera comunidad inmigrante más grande de Francia. Se estima que hay unos 4 millones de luso-descendientes en Francia, es decir mi generación y la siguiente. Existen vínculos muy fuertes entre Francia y Portugal, vínculos cuasi-afectivos, que se manifiestan de manera distinta por ambas partes.


P: ¿Cómo ha construido la intriga de la historia?

R: Para mí, la historia tenía que girar alrededor de esta familia, esa pareja con sus hijos. Sin presentar en modo alguno un católogo de tipologías, he elegido a los personajes en función de lo que pude sentir a mi alrededor, a veces incluso entre inmigrantes que no fuesen portugueses. La película también habla de la manera de asumir el estatus social y la historia. Eso va más allá de un solo país. Me ciño simplemente a lo que mejor conozco, lo que más me toca. Pero el ejemplo tiene un valor de símbolo. En Francia, cuando uno explica que es portugués, la gente a menudo dice que es trabajador, discreto, y a continuación pregunta si no conoce a alguien que le pueda hacer un trabajo de fontanería, de pintura, una mudanza…Y la cosa se queda ahí. Es decir, se cae enseguida en el tópico. Existe una imagen de cada país, a menudo una imagen muy limitada. Ningún país se escapa a ello, ni siquiera Francia. Contar esta historia fue, para mí, la oportunidad de tender un espejo cálido y agradable ante las cosas, hablando de una familia.


P: El reparto incluye a grandes actores portugueses y franceses. ¿Cómo ha hecho para juntar a semejantes talentos?

R: Desde el principio insistí en que los personajes portugueses fuesen interpretados por portugueses. Para mí, y para mis productores, era una cuestión de honestidad y tuvimos la suerte de que nuestros socios, Pathé y TFI, coincidiesen con nosotros, cosa rara hoy en día en este mundo. Entonces fui a buscar a los mejores en Portugal, lo cual, para los franceses, no significaba mucho, ya que no los conocen.

Gracias a una amiga en común, Joaquim de Almeida fue el primero al que conocí. Tiene ya una dilatada carrera internacional, vive en EEUU y en sus trabajos siempre se ha distinguido por su gran carisma. Le conocí en Cannes hace tres años, cuando estaba todavía escribiendo el guión. Fuimos a una fiesta con Hugo y nos presentaron. Lo primero que me dijo fue que ahí no había nada para comer. Me pareció un comentario muy típicamente portugués y me hizo reírme mucho. De repente me di cuenta de que quizá había encontrado el actor para el papel de José. También le hablé de lo que estaba escribiendo. Me dijo que le enviase el guión cuando lo terminara. Y así fue. Terminé el guión, se lo mandé, le gustó mucho, y dijo que sí.

Joaquim aporta verdadera densidad al papel. Interpreta a personajes cada vez más elegantes, más peligrosos, y también me gustaba la idea de que interpretase a un simple capataz, humilde, que ya no tiene nada que ver con su registro actual. Aporta una fuerza y una nobleza que, junto a lo que el guión desvela en cuanto a sus orígenes, hacen de él un personaje realmente entrañable. Porque un padre de familia portugués, incluso con una mujer que lo gestiona todo y siempre tiene la última palabra, no deja de ser un patriarca. Sigue habiendo ese lado latino, machista, y Joaquim tiene ese carisma tanto en la vida como en la pantalla.

Al principio le preocupaba un poco cómo fuese a abordar la comedia, sobre los portugueses. Sobre todo, no quería la mofa. Estábamos de acuerdo sobre ese punto. Yo quería divertirme a costa de los tópicos, pero para nada caer en ellos. Confió en mí. Hicimos lecturas exhaustivas del guión en Portugal, y quedó satisfecho. Me parece que en la película realmente irradia ese aura de padre de familia, pero lo que más me gusta de él son esos momentos en los que resulta tan conmovedor. Me gusta cuando ese tipo tan sólido parece de repente frágil, superado por las cosas. Joaquim encarna a la perfección ese tipo de humanidad. José desconoce los códigos que rigen la vida de sus jefes, no sabe cómo comportarse ante un Porsche, pero aunque se equivoque de medio a medio, sigue su lógica, su propio código de honor, y eso impone respeto.


P: Para el papel de María, ha elegido a otra estrella portuguesa…

R: María es el papel central de la película y me preguntaba quién podía encarnarla. En la película las mujeres tienen un lugar importante y presto mucha atención a ese aspecto. Concretamente pregunté a la gente a mi alrededor, en Portugal, quién sería la mejor actriz, capaz de dar vida a todas las facetas del personaje. Y siempre surgía el nombre de Rita Blanco. Rita tiene algo bastante único. La gente la adora, porque no se le puede poner una etiqueta. Intenté llegar a ella por todos los medios posibles, a través de su agente, de la gente cerca de ella, y al final me recibió en su casa de Lisboa. Me confesó que tenía ganas de conocerme porque cuatro personas distintas le habían hablado de mí. También me dijo que había tenido razón al insistir, porque tenía muchos proyectos entre manos, y que a lo mejor no hubiese leído el mío…Entendió enseguida el sentimiento que yo quería transmitir. Le parecía muy auténtico. Me dijo que para ella los detalles eran muy importantes. Yo veo las cosas de la misma manera. Enseguida nos entendimos.
En la vida real Rita no es en absoluto como su personaje, porque no es en absoluto una persona a la defensiva; es alguien lleno de humor, con una personalidad muy clara. También era importante para ella hacer este papel. Quiso conocer a mi madre, pero yo no quería mezclar las cosas. María no es mi madre, aunque sí es cierto que hay muchas cosas que tienen en común. Al final se conocieron, y yo sabía que Rita observó mucho a mi madre.

P: Absorbió muchas cosas que la ayudaron a definir esa aceptación de las cosas, esa devoción, ese sentido del trabajo…

R: Para Rita, como para Joaquín, son papeles de elaborada construcción, porque interpretan a personajes que corresponden a la imagen que nos hacemos de ellos, pero que no refleja la manera en que son percibidos en sus propias casas.


P: ¿Qué le hizo pensar en Roland Giraud?

R: La pareja de la que tenía que formar parte era tan importante como su papel de encargado de obras porque también le vemos en el entorno privado del personaje. Como para todos los personajes de esta película, no quería tener a actores a quienes se ve siempre en los mismos papeles. Es muy raro ver a Roland Giraud en el cine. Sólo hace una película al año ya que trabaja mucho en el teatro. Tenía ganas de romper esa imagen un poco estricta, tan limpia, que suele proyectar. Quería que fuese un poco estrambótico. El personaje se viste a veces de manera curiosa. Esa simpatía enorme de la que goza Roland también me permitía transmitir aspectos difíciles del personaje que hubiesen sido condenables. La verdad, es un personaje a veces arrogante, impertinente y condescendiente. Es algo que yo he visto a menudo en la vida real. Hacía falta alguien con semejante talento para asumir todo eso, dejando su suerte totalmente en manos del personaje. Roland puede interpretar cualquier registro sin perder nunca su humanidad. Incluso cuando hace algo duro se siente la humanidad detrás. Roland leyó el guión y le pareció muy conmovedor. Me dijo enseguida que la portera de su casa se llama María, que su marido se llama José, y que son amigos suyos desde hace treinta años. Les tiene mucho afecto y estoy seguro de que no se porta con ellos como lo hace su personaje.


P: Chantal Lauby interpreta el papel de su mujer…

R: Cuando terminé el guión tenía claro que Chantal tenía que estar. Ella encarna exactamente lo que yo quería para ese personaje, es decir una mujer totalmente despegada del mundo, para quien nada es grave, pero al mismo tiempo muy entrañable. Chantal interpreta eso a la perfección. Puede decir barbaridades que hacen sonreír. Tiene ese don. Yo pensé que sería una Solange extraordinaria, y me encanta lo que hace en la película porque aporta ese pequeño toque de locura que yo quería para Solange. Improvisaba mucho y a veces nos costaba mantener la seriedad en el plató. Es una persona sumamente sensible, nos parecemos mucho humanamente. Cuando leíamos el guión lloró porque le conmovió la humanidad de la pareja Ribeiro.


P: Nicole Croisille resulta sorprendente en el papel de una de las propietarias del edificio…

R: Buscaba a alguien que resultara imponente inmediatamente, que tuviera verdadera presencia. Cuando conocí a Nicole, me preguntó, más o menos, si Madame Reichert era una fulana. Me reí y le respondí que sí, pero que no era sólo eso. Porque a María le tiene mucho cariño. Tienen una verdadera relación, que además, no está exenta de sorpresas. Nicole era ideal para el papel. En primer lugar porque se mueve dentro del mundo de la inestabilidad laboral, y es tan cálida y generosa. Cuando nos vimos la primera vez, llegó con sus gafas ahumadas, con ese lado aristocrático que yo quería para el personaje. Madame Reichert no es mala persona. Es más víctima de su condición que de su mentalidad. Para mí, es, antes que nada, una mujer sola. Sin María no tendría a nadie. Me divertí mucho con Nicole, porque en la vida real es una persona divertida. Entró enseguida en el espíritu del proyecto.


P: María Vieira interpreta a la criada de los propietarios, un personaje con mucho colorido…

R: Maria es un poco la Jacqueline Maillan portuguesa. Empezó haciendo sketches y en el vodevil. Es sumamente popular en Portugal. Su personaje se inspira en la niñera de Hugo. La conozco bien ya que, cuando mi madre llegó a Francia, vivió en la casa de esa mujer. Entonces Rosa, la asistenta de la pareja, es un poco la niñera de Hugo. Imaginé enseguida a María en ese papel. Es una mujer menudita con una voz increíble y una energía desbordante, que no se deja avasallar…Pero existía el problema del idioma, porque no habla francés. La llamé a Brasil, donde acababa de terminar una serie importante. Le hablé de la importancia del lado humano y sumamente auténtico de los personajes. Le encantó el guión y empezó enseguida a trabajar sus réplicas en francés. Por lo tanto llegó al proyecto muy entregada, con el tipo de energía que la caracteriza. Su personaje es un homenaje a todas esas personas que comparten las cosas cotidianas de esas familias con las que viven, donde son empleados domésticos que casi llegan a formar parte de esas familias, guardando las debidas distancias. Dan de comer, lavan, escuchan, oyen. En la película el hijo de sus jefes es un poco el suyo. Esa intimidad también le permite pasar a la acción y decir las cosas con franqueza cuando los demás no se atreven.


P: Maria y José tienen una hija, Paula, una pieza fundamental en la historia…

R: Es cierto. Paula ayuda a todo el mundo a cuestionarse, porque se atreve a decir cuatro verdades a sus padres y porque ama a alguien que no es de su “condición”. Va a obligar a todos a mirarse de verdad, no únicamente a la gente de su familia. Hace todo lo posible para que todo vaya bien. Es una joven abogada, muy segura de sí misma en su trabajo, y por lo tanto no tan a gusto con su condición de hija de inmigrantes. Su trayectoria en la historia resulta, por lo tanto, incluso más conmovedora. Espero que deje huella en mucha gente. Barbara Cabrita interpreta a Paula. Hace mucho rodamos juntos una serie de M6 y me había quedado con que fuese de origen portugués. Su ascendencia no fue un factor suficiente como para que se adaptase al personaje. A nuestro primer encuentro llegó en moto, una moto muy grande. Cuando se quitó el casco, y su pelo quedó suelto descubrí a una mujer seductora, con carácter, como Paula. Barabara irradia frescura, alegría, comunicatividad. Me confesó que ese papel llegaba a tocar cosas muy hondas en ella, en cuanto a sus raíces. Barbara va a menudo a ver a su abuela a Portugal. Dice que cuando está allí, es otra. Llega a sentir cosas que no siente en Francia, aromas de su infancia…Yo estaba encantado, porque se implicó a fondo en la película.


P: Paula está enamorada de Charles, el hijo del jefe de su padre…

R: Para Charles, todo va bien en la vida. No tiene nada que demostrar. Seguirá al frente del negocio de su padre. Es una especie de neófito de la vida. No entiende nada de problemas de raíces. Para él, todo es muy claro y sencillo. Para encarnarle, quería un tipo moderno, cool, que chocase fuertemente con el personaje de Paula. Conocía a Lannick Gautry, a través de otro proyecto con Hugo. Tiene una fuerza arrolladora, que yo necesitaba. Ante Paula, hacía falta densidad y capacidad de respuesta. Es tranquilo, hasta el momento en que resulta necesario reaccionar. Lannick es un actor cuya virilidad encaja bien con la sensualidad de Barbara. Es un actor que me gusta mucho, de los que hay pocos.


P: Jean-Pierre Martin interpreta a Carlos…

R: Su personaje representa a algunos de mis tíos. Tiene su energía, su vocabulario florido y rimbombante, su porte, incluso ciertas reflexiones suyas. Cuando se enfada con su hijo y le dice que vistas las notas que saca en Mates haría mejor en centrarse en el fútbol, es algo que he sacado directamente de cosas vividas. He presenciado esa escena en Portugal. Hacía falta mucha fuerza para interpretar a ese personaje. Mandé el guión a Jean-Pierre Martins, con una breve nota. Es portugués, pero nadie lo sabe. A Jean-Pierre le gusta estar alrededor de una mesa con la familia y los amigos, comiendo y bebiendo. Es un bon vivant, y yo quería eso para el personaje, con ese lado alegremente tosco, de mirada chispeante. Carlos es el cuñado de María y el marido de Lourdes. Nacieron en Francia, o han llegado a Francia muy jóvenes. Conocen bien los códigos. Se las saben todas. Tienen raíces portuguesas pero no hay que tomarlos por imbéciles. Jean-Pierre es realmente de esta generación. Después de leer el guión, dijo que sí porque le había llegado de manera especial. Yo estaba encantado porque encarna lo que yo quería en el personaje de Carlos. Cuando dice a su hijo que deje los estudios para centrarse en el fútbol, nos lo podemos imaginar perfectamente.


P: ¿Cómo ha llegado a elegir a Jacqueline Colorado para el papel de Lourdes, la hermana menor de María?

R: Es una actriz a la que adoro. También hace teatro. Es portuguesa y se implica mucho en la comunidad. Incluso ha tenido un programa de radio portugués. Varias personas me habían hablado de ella para este papel. Cuando la llamé estaba de vacaciones, y, después de leer el guión, cogió el primer avión. Todo se cerró de un día para otro. A través de su personaje, yo quería retratar un poco a esas mujeres que tanto vemos en Portugal, que son “vendedoras de pescado” como se dice allí. Abren las ventanas, chillan y ponen a todo el mundo al corriente de todo. Son unas trágicas. Es el lado verdaderamente latino que se expresa a través de esos personajes tan llenos de colorido. Jacqueline encarna eso a la perfección. Y tenía muchas ganas de hacer esta película.


P: ¿Y para el más pequeño de la familia?

R: Para el hijo adolescente de José y María, Pedro, tuve la suerte de encontrar a Alex Alves Pereira, gracias al casting. Lo que me convenció fue su mirada. Tiene lo que yo llamo la mirada “portuguesa”, un poco triste, cargada. Alice Isaaz interpreta a su amiguita en la película, Cassiopée. Es de una gran belleza, y proyecta una naturalidad extraordinaria sobre la pantalla. Tiene algo único. Creo que va a tener una gran carrera como actriz.


P: ¿Cómo ha sido el rodaje?

R: Rodamos durante nueve semanas y media, del 14 mayo al 19 de julio, sobretodo en el distrito 16 de París. El edificio que nos sirvió para la película está situado en la avenida Iéna, junto al edificio de la Fundación Calouste Gulbenkian, que alberga una colección de arte portugués. Sería un signo, me dije. Habíamos hecho los interiores en un estudio y para acabar, como en la película, tuvimos la suerte de poder ir a rodar en Portugal, en el norte, en una región vinícola que se llama O Douro, cerca de Oporto. Todo ese valle ha sido declarado patrimonio mundial por la Unesco. Las colinas están estructuradas en espaldera para el cultivo de los vinos de Oporto. Soy de Lisboa, pero mi padre es del norte. Tenía ganas de enseñar algo que no se suele ver, y ese lugar es bastante singular. Rodar allí ha sido también un regalo para el equipo, porque hace un tiempo magnífico, casi demasiado calor, con 40º a la sombra.


P: ¿Cómo ha hecho para dirigir a todos esos actores, precedentes de horizontes tan diferentes?

R: Para empezar, tirando de lo afectivo. En el tiempo que llevo en este oficio, observo a mis amigos directores y algunos me aconsejan hacer las cosas así o asá. Es cierto que la técnica y las reglas son importantes, pero siempre llega un momento en que hay que dejar todo eso de lado. Porque al fin y al cabo, cada vez que he procurado hacer lo que procede técnicamente, aquello no funcionaba; no estaba contento conmigo mismo. Así que sigo mi instinto. No me considero un realizador. Para mí, es cuestión de instinto. Es cierto que realizo, pero lo que prevalecía en mi modo de dirigir era el instinto. Lo que cuenta es lo que se siente ante la persona. Mi objetivo no es practicar tal o tal oficio, sino transmitir emociones tan fuertes como las que yo siento en mi propia vida.


P: ¿Había secuencias que esperabas con impaciencia, o que veías con aprensión?

R: Las secuencias de las comidas, donde había mucha gente, las veía con cierta aprensión. La secuencia de la comida en el jardín, cuando se descubre al tío Carlos, fue técnicamente difícil. Surgieron momentos un poco complicados, en los que me preguntaba en qué estaría pensando cuando escribí eso. Una mesa, alrededor de la cual hay doce personas, con un perro, niños, réplicas constantes, las condiciones atmosféricas…en fin, todo, el conjunto. Pero, a pesar de todo, salió bien.

La escena que más esperaba, - bueno la verdad la secuencia entera - fue la del fado, esa canción típicamente portuguesa durante la cual Paula toma consciencia de lo que realmente es. Durante la canción, el montaje alterna entre numerosos personajes y la historia avanza mucho. No he querido subtitular la letra de la canción, tan bonita. La música y la voz hablan por sí solas. El espectador lo vive a nivel de la sensación. El fado es algo muy particular, algo culturalmente muy fuerte. El fado, para los portugueses, es la fatalidad. El echar de menos a alguien, pero con placer dentro del dolor. Este momento en la película es el momento clave, cuando todo se enreda y desenreda. Era muy importante tener un número de fado en la película. Aunque es una comedia, hacía falta ese toque de nostalgia. La que canta es una buena amiga actriz, Catarina Wallenstein, una joven estrella portuguesa. Cuando nos conocimos hace años le pregunté si sabía cantar fado porque en mi historia sobre expatriados franceses en Lisboa quise poner algo de fado. Me había dicho que no. Tres meses después, estaba en Lisboa y me llamó, para que nos viésemos. Delante de mí se puso a cantar fado, y me quedé boquiabierto. Es algo realmente particular… Aunque no se ha hecho esa primera película, aquí está ella ahora, cantando.

Y en cuanto a la película misma, hay ciertas escenas que me llegan a tocar muy de cerca, como ésa en la que María y José discuten junto a la mesa del sótano. José dice: “Desde siempre no hemos hecho más que trabajar, ahora toca dedicarnos a algo de placer.” Y su mujer le contesta: “Sí, pero es que a lo mejor eso es lo que nos gusta.” Son las frases clave de la película. Lo resumen todo. Uno tiene que asumir lo que es. Trabajar puede ser un placer. Lo que otros definen como el placer – viajar, ir a un restaurante – igual no les corresponde. Asumir lo que uno es, hacer lo que uno cree, sin preocuparse por lo que puedan pensar los demás. Es una de las cosas que dice la película y que resuena muy hondo en mí.


P: ¿Cómo ha vivido este rodaje de su primer largometraje?

R: Curiosamente, con bastante serenidad. Tenía ganas de contar esa historia. Comencé con la primera secuencia de la película, cuando Rita Blanco y Nicole Croisille están podando rosas en el patio del edificio. Mi primer plano es el travelling de María que entra en el edificio. Todo se hizo imbuido de energía y de calor humano. Tengo muchas ganas de hacer una segunda película. Igual en esa segunda película no hay ningún portugués, pero espero hacerla con la misma energía, la misma humanidad y hablar con sentimientos honestos de las cosas que nos conmueven a todos.