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  Nunca es demasiado tarde  (Still life)
  Dirigida por Uberto Pasolini
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El trabajo de John May consiste en encontrar a los familiares de los que han muerto solos. Es un tipo meticuloso hasta la obsesión y su vida es tranquila y ordenada hasta que su jefe le anuncia su futuro despido por recortes. Involucrado todavía en su último caso, John se liberará de las rutinas y por fin sabrá lo que es la vida, con su excitante y peligrosa imprevisibilidad.


Sinopsis larga
Londres Sur, la actualidad. John May (Eddie Marsan) es un funcionario de la administración local que se ocupa de localizar a los parientes más próximos de aquellos que han muerto solos. Muy meticuloso, organizado hasta lo obsesivo, John May va más allá del cumplimiento del deber en cada uno de sus trabajos. Sólo cuando se han cerrado todas las puertas y comprobado todas las pistas, John se aviene a dar un caso por cerrado y empieza a organizar los funerales de sus "clientes" olvidados, para los que escoge la música adecuada y escribe elogios fúnebres que sólo él escuchará. Con gran rigor se asegura de que estas almas reciban digna sepultura, ya sea la anciana señora que enviaba tarjetas de felicitación a su gato en cada uno de sus cumpleaños o el caballero australiano cuyas cenizas han sido enviadas a su país natal para ser enterradas allí.

John May disfruta tanto con su trabajo que éste se ha convertido en toda su vida: no tiene familia ni amigos. Lleva una vida sana, tranquila y ordenada, en la que todo es como siempre ha sido: lleva la misma ropa todos los días, recorre el mismo camino hacia el trabajo todos los días, come lo mismo todos los días y todos los días vuelve a casa para cenar lo mismo.

Un día le asignan un nuevo caso: un anciano alcohólico llamado Billy Stoke ha aparecido muerto en el piso de enfrente de su propia casa. Cuando John acude al lugar para buscar pistas sobre la vida de su vecino, ve el reverso su propia vida: donde la cocina de John May tiene armarios pulcros, estantes ordenados y muebles escrupulosamente limpios, este piso está lleno de bolsas de basura, platos sucios y sillones desvencijados.

Cuando John empieza a investigar la vida de Billy Stoke, su jefe le da una noticia devastadora: su departamento va a ser objeto de una reducción de plantilla, un recorte destinado a reducir gastos, y John May va a ser despedido. ¿Y ahora qué hará él sin su trabajo, sin su rutina?

Pero por el momento lo que más le preocupa es su último caso, y por lo tanto suplica a su jefe que le dé unos días más para terminarlo. Más perseverante que nunca, poco a poco John arma el rompecabezas de la fracturada vida de Billy Stoke. Stoke murió solo y alcoholizado, pero tenía una historia muy interesante. Desde el ex compañero en la fábrica de tartas que recuerda su ganas de vivir y amar hasta el veterano de las Malvinas que le debía la vida, las personas a las que conoce John May pintan el retrato de una personalidad épica que inspiraba amor y exasperación en igual medida, pero que acabó arruinado y destruido por sus demonios personales.

Y sobre todo, sus pesquisas le conducen hasta la hija distanciada de Billy Stoke, Kelly (Joanne Froggatt), a la que éste abandonó cuando era pequeña; estos dos seres solitarios sienten una natural atracción mutua.

A medida que recorre el país conociendo a las personas que formaban parte del pasado de Billy Stoke, e invitándolas al funeral, John May empieza a liberarse de las rutinas que hasta ahora han gobernado su vida y empieza a vivir por fin la vida. Prueba otra clase de comidas, pide chocolate en vez de té, se pone un jersey distinto, va al pub, queda con Kelly en una cafetería. Y unos días antes del funeral de Billy Stoke, John May hace otra cosa que nunca había hecho antes, con consecuencias estremecedoras y trágicas.