Pequeñas grietas, grandes distanciamientos.
Paraísos artificiales, un perro que domar, una grieta que tapar, sillas que plegar, hay mucha gente en el patio
En el patio hay un portero roquero y depresivo, flores que regar, bicicletas robadas, un vigilante sin domicilio fijo
una tele que apagar, una grieta que tapar, vecinos que aguantar, un niño que vigilar, un amigo al que ayudar, un marido al que calmar
Antoine, de cuarenta y pico años, es músico. De pronto, decide poner fin a su carrera. Después de ir de un lado a otro durante unos días, acaba encontrando un trabajo de portero. Mathilde vive en el viejo edificio de la zona este de París donde trabaja Antoine. Es una prejubilada, generosa e implicada, que divide su tiempo entre los servicios sociales y la comunidad de propietarios.
Una tarde, descubre una preocupante grieta en la pared del salón. Poco a poco, su preocupación se torna pánico: ¿y si el edificio se derrumba? A medida que pasan los días, un sentimiento protector crece dentro de Antoine, que teme ver a Mathilde deslizarse hacia la locura. Entre patinazos e inquietudes, los dos formarán un dúo torpe, divertido y solidario que quizá les ayude a atravesar un mal momento.