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  Una nueva amiga  (Une nouvelle amie)
  Dirigida por François Ozon
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Sección Oficial. Festival de Cine de San Sebastián 2014 – Donostia Zinemaldia


Una entrevista con François Ozon

P: ¿Cómo surgió la idea de UNA NUEVA AMIGA?

R: La película es una adaptación libre de un relato de Ruth Rendell, The New Girlfriend, una historia de quince páginas muy en la vena de la serie “Hitchcock presenta”: Una mujer descubre que el marido de su amiga se trasviste a escondidas. El marido se convierte en su nueva amiga, pero cuando le declara su pasión e intenta hacerle el amor, ella le mata. Lo leí cuando rodé el cortometraje Une robe d’été, hace unos veinte años, y había escrito una adaptación muy fiel para otro corto. Sin embargo, no encontré la financiación ni el reparto ideal, y abandoné la idea.

Pero seguí pensando en la historia, es más, me perseguía. Me di cuenta de que en las grandes películas que me gustaban acerca de travestidos, los personajes no se travestían por deseo personal, sino por una obligación exterior: músicos perseguidos por la mafia en Con faldas y a lo loco; un actor en paro que se convierte en actriz para trabajar en Tootsie, y otra actriz sin dinero en Víctor o Victoria… Las circunstancias externas permiten que el espectador se identifique con los personajes y que disfrute con el travestismo sin culpabilidad ni malestar, y Billy Wilder es, en mi opinión, la referencia perfecta para hablar de un tema semejante. Es verdad que en mi historia, el personaje sí sentía el deseo antes de consumarlo.


P: ¿Por eso introduce la idea del duelo, para permitir al espectador identificarse a pesar de todo con David/Virginia?

R: La idea del duelo, que no está en el relato, hace posible que el espectador y Claire entiendan el comportamiento de David antes de aceptarlo. Por eso es tan importante la escena del flash-back en la que David consigue calmar y alimentar a la niña gracias al olor de la blusa de su mujer fallecida.

Se me ocurrió después de charlar con Chantal Poupaud, la realizadora de Crossdresser, un documental sobre los transgéneros (el ritual concreto de la transformación es apasionante: la depilación, el maquillaje, la ocultación de la barba…). Conoce muy bien el ambiente y le pedí que me hablara de los travestidos que habían participado en el rodaje. Mencionó a un hombre cuya esposa estaba muy enferma, ella sabía que se iba a morir y había preferido desaparecer de la vida de su marido. Para hacerla revivir, se le había ocurrido vestirse con la ropa de su mujer y había empezado a travestirse regularmente. La idea me fascinó y me conmovió. Por fin tenía la clave para adaptar y escribir el guión.


P: Pero el origen mórbido no tarda en desaparecer. Laura cede poco a poco su lugar al tercer y liberador personaje encarnado por Virginia.

R: El principio de la película es bastante dramático, ya que gira en torno a Laura y a su muerte, pero en cuanto la nueva amistad cobra fuerza, la ligereza, el placer, la alegría reaparecen yendo de compras, al cine, a una discoteca. Las dos se ayudan mutuamente. La película regresa hacia la vida, David/Virginia nunca ha sido tan feliz como ahora y Claire se abre totalmente. Hubo un momento en que escribí una nota de intención bastante irónica: “Mi idea es que todos los hombres, al salir de la proyección, corran a comprar medias, maquillaje y vestidos, no para sus novias o mujeres, sino para ellos”. Pero los productores pensaron que podía asustar a los financieros… Mi objetivo era hacer descubrir los artificios femeninos a los hombres, hacerles entrar en el universo del travestismo suavemente, con ternura y humor. Con la idea de no burlarse nunca de los personajes, de acompañarlos y de estar siempre en empatía con ellos.


P: Cuando el espectador se ríe no es por el personaje de David/Virginia, sino porque el placer que siente al travestirse es contagioso, sobre todo en la escena de las compras en el centro comercial.

R: La comedia nace a partir del placer que siente el personaje. Estamos con él, con su inocencia. El deseo de David es muy claro. Encuentra y acepta su identidad a la mitad de la película: será Virginia. Es el primero en pedirle a Claire que le diga la verdad a Gilles, que deje de mentir. Claire está más alterada, se hace muchas preguntas, da un paso hacia delante, se echa para atrás. Paradójicamente, es un personaje mucho más torturado y neurótico. Al principio, no sale de su asombro, incluso le dice a David que es un enfermo, un pervertido, pero recorre un cierto camino y acaba aceptando plenamente el deseo de David y su propio deseo por Virginia.


P: Al principio de la película, recorre veinte años del pasado utilizando unos pocos atajos visuales muy conseguidos.

R: Era muy importante para identificar a los personajes. En el guión había una voz en off que lo explicaba todo, pero durante el rodaje intenté contar y visualizar lo máximo posible a través de los movimientos de la cámara. Al llegar a la sala de montaje, me di cuenta de que la voz en off sobraba. Me serví de las etapas estereotipadas de la vida, la infancia, la amistad, el matrimonio, el nacimiento de un hijo, la enfermedad, la muerte… Corría el riesgo de caer en el kitsch puro y duro, había que encontrar el distanciamiento adecuado para hacer surgir la emoción.


P: UNA NUEVA AMIGA transcurre en un lugar poco definido desde un punto de vista geográfico.

R: Algunas de mis películas están ancladas en una realidad muy precisa y muy documentada. Algunas crean un mundo propio, como Ocho mujeres, En la casa o UNA NUEVA AMIGA. Quería reencontrar la dimensión universal y atemporal de los cuentos de hadas, un género que aparece desde el principio con el cuerpo de Laura en el ataúd, y al final, cuando Virginia se despierta como la Bella Durmiente.


P: ¿Por qué escogió a Romain Duris?

R: Vi a varios actores e hicimos pruebas de maquillaje y de pelucas para ver qué aspecto tendrían de mujer y si funcionaba. También era una forma de poner a prueba su deseo de feminidad. Romain se impuso, no porque fuera “la más guapa de todas”, sino porque comunicaba su alegría al travestirse. Había una auténtica encarnación, un placer fetichista cuando se ponía las medias, los vestidos, sin ironía ni distanciamiento. Me había fijado en su manera graciosa y lúdica de cantar la canción “Lola”, de Jacques Demy, en 17 fois Cécile Cassard, de Christophe Honoré.

Deseaba tanto interpretar a David/Virginia que me pareció obvio que debía ser él.


P: ¿Cómo fue la construcción física del personaje?

R: Hicimos muchas pruebas de maquillaje y de pelucas. Luego le pedí que adelgazara, como hago generalmente con todas las actrices. Era importante que se sintiera cómodo con su silueta. No tardó en pedir un par de zapatos de tacón a Pascaline Chavanne, la diseñadora de vestuario, y empezó a trabajar por sí solo.

Era necesario feminizar a Romain sin enmascarar su masculinidad. Todo giraba en torno a la dosificación según las escenas y el estado del personaje. Virginia vuelve a andar como un hombre y enseguida tiene barba. Pero en otros momentos, debía estar muy guapa… Al principio, Virginia no está a punto, es demasiado sofisticada, exagera su feminidad. Al igual que muchos travestis que he conocido, y que al principio se visten con la ropa de su mujer o de su madre, a Virginia le cuesta encontrarse, busca un estilo… Poco a poco descubre cómo andar, la ropa adecuada. Al final de la película, lleva pantalones y chaqueta, ya no es rubia como Laura, ha recuperado su color. No le hacen faltan accesorios para sentirse femenina, sencillamente ha florecido. Por fin ha encontrado su look.


P: Claire se ha vuelto más femenina.

R: Vestía de una forma banal, pero redescubre el placer de vestirse gracias a un hombre que se traviste y que le devuelve algo de su amiga Laura, una parte más luminosa, más femenina. Al final, Claire también asume su propia feminidad. Lleva un vestido, está embarazada. Hubo un tiempo en que la película se llamó “Soy mujer”, pero cambié el título porque me dio miedo que los espectadores lo asociaran a David. El personaje que se convierte en mujer en la película es ante todo Claire, y de hecho, así lo canta.


P: Al igual que en muchas películas suyas, los personajes funcionan como reflejados en un espejo, y el deseo de Claire se hace patente al observar el de David/Virginia.

R: A menudo construimos nuestro deseo con relación a lo que sienten los demás; nos alimentamos del deseo de los demás para saber quiénes somos. En mi película Regarde la mer, la relación-reflejo acaba mal; una de las dos mujeres se deja matar por la que le robaba su identidad. En esta, los deseos se nutren mutuamente gracias a la muerte de Laura. Su ausencia abre un abismo en el que Claire y Virginia se encuentran.


P: ¿Por qué escogió a Anaïs Demoustier?

R: Claire es un personaje complicado del que seguimos el punto de vista y, sobre todo, las reacciones como espectadora de la metamorfosis de David/Virginia. En realidad, tiene muy pocos diálogos, seguimos la evolución en su rostro: sus deseos, sus miedos, sus mentiras a Gilles y también a sí misma.

Vi a muchas actrices para el papel, pero no tardé en ver que Anaïs era la más interesante si quería filmarla como observadora. Siempre pasa algo en su rostro, en su mirada, y en las pruebas con Romain no me quedó ninguna duda de que debía ser ella.

Le pedí que cambiara de color de pelo. Me parece que tiene la tez de una pelirroja y quería hacer resaltar las pecas.

Además, con Pascal Marti, el director de fotografía, trabajamos mucho los colores otoñales. El cabello pelirrojo encajaba a la perfección en la lógica cromática.


P: ¿Y Raphaël Personnaz?

R: Le había visto para el papel de Virginia. En principio, es más fácil imaginarle de mujer que a Romain, pero no acababa de funcionar. Le llamé para decirle que no le escogía para el papel de Virginia, pero que me gustaría ofrecerle el de Gilles, y me contestó: “Genial, prefiero hacer de Gilles, no me sentía cómodo en el otro papel”.


P: ¿E Isild Le Besco?

R: Isild encarna el rubio relumbrante. Al igual que para el personaje de Claire, era importante escoger a una actriz juvenil que pudiera pasar de dieciséis a treinta años… y que tuviera un rostro luminoso, lo bastante singular como para que siguiera presente en toda la película.


P: La escena de la discoteca tiene una dimensión casi documentalista.

R: Quise mostrarla desde la mirada de Claire, que descubre ese ambiente. Me inspiré en las discotecas de los años ochenta. En aquella época había más mezcla de edades y clases sociales en el ambiente gay. Todavía no había llegado el sida, no había barreras, pero ahora ya no es así. El casting de la escena fue muy importante porque quería mostrar las caras y la belleza de toda esa gente. Es el corazón de la película, un momento de bienestar, de comunión, en el que la pareja “anormal” formada por Virginia y Claire es aceptada sin prejuicios. Cuando escribí ese instante suspendido, pensé en dos escenas de melodramas que me gustan mucho: la fiesta en casa de los amigos del jardinero en Solo el cielo lo sabe, de Douglas Sirk, donde de pronto, el amor de la pareja parece factible, y en la balada en casa de la abuela en la costa azul en Tú y yo, de Léo Mac Carey.


P: ¿Y la canción “Une femme avec toi” (Una mujer contigo), de Nicole Croisille?

R: Quería una canción muy sencilla. La letra era perfecta, con un ligero decalaje de sentido con la historia. Cuando entrevisté a travestis para interpretar el número, todos se quedaron muy sorprendidos de que escogiera ese tema. No suele utilizarse en el medio transformista, prefieren apoyarse más en la ironía.


P: Como en los melodramas de Douglas Sirk, su película gira en torno a la diferencia y a la aceptación del otro.

R: Sí, el travestismo no es el tema de la película, sino más bien la forma de enfrentarse a las diferencias y a los prejuicios. Aquí están más interiorizados que en la obra de Douglas Sirk; la época y la sociedad han cambiado, ya que incluso los suegros de David, a pesar de proceder de un medio burgués muy católico, son más bien tolerantes, mientras no se entere nadie… La película toca fantasías que el espectador puede o no compartir, no importa; lo esencial es ver cómo cada uno acepta la extrañeza del otro y encuentra su identidad más allá del género masculino o femenino. Al final del guión, la voz en off de Claire citaba la famosa frase de Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”.

Además, quería que fuera un melodrama de verdad, llegar al fondo de la historia de amor sin perder el suspense sentimental que tiene el relato de Ruth Rendell: las llamadas telefónicas a escondidas, las citas secretas, la entrada en el garaje… Pero aquí, el suspense no está relacionado con el mundo exterior, sino con los dos personajes: ¿Cuándo se darán cuenta de que se atraen, cuándo dejarán de engañarse acerca de sus sentimientos? Claire y Virginia rehúsan ver que están enamorados porque están atrapados por las obligaciones sociales y familiares, pero al final, el deseo les puede.


P: La única vez que hacen el amor, Claire rechaza a David: “Eres un hombre”.

R: Una frase literal que casi hace sonreír. Claire se ha perdido, sabe que no está en la cama con una mujer, pero casi lo había olvidado y ese sexo masculino la proyecta en la realidad, un poco como ocurre en el relato. Pero el personaje de Ruth Rendell mata cuando descubre el vello que la asquea. En este caso, es como si Claire matara a Virginia al rechazarle, aunque de forma simbólica y accidental. Su rechazo solo es una etapa en el recorrido que realiza. Luego la hará revivir al aceptarla tal como es y reconociendo que se ha convertido en mujer con ella. En cierta forma, Claire resucita a Virginia, lo que no pudo hacer con Laura.


P: Quizá sea su película más optimista, incluso más utópica. Plasma fe en el amor y en la posibilidad de asumir los sueños y las diferencias.

R: Es la primera vez que cuento una historia de amor en una película, así de sencillo. He realizado películas sobre la identidad, pero es la primera vez que la identidad se construye y se alimenta a través de un sentimiento amoroso.


Una entrevista con Romain Duris

P: ¿Cómo le llegó el proyecto de UNA NUEVA AMIGA?

R: François Ozon me llamó para hablarme de un papel: “Tengo la impresión de que te gustará porque me han dicho que te apetece interpretar a una mujer”. Era verdad. Es algo que me viene de la infancia, cuando mi hermana mayor me disfrazaba con ropa de niña para ir a cenar con la familia o con amigos de mis padres. Era su muñeca y me encantaba. Puede que ese placer muy básico de disfrazarme de niña fuese una forma de empezar a ser actor.


P: ¿Qué le gustó de la historia?

R: Me gustó mucho que lo descarado de la transformación en mujer empezase a partir de un duelo por una muerte, filtrado a través de la mirada de Claire y hecho posible por un sentimiento de amistad seguido de amor. El travestismo de David en Virginia se muestra con profundidad y pudor, no es un chiste o la simple interpretación de un actor. Me encanta la chispa del principio, cuando David le declara con toda sinceridad a Claire que se disfraza para solucionar la carencia materna de su hija. Su deseo de travestismo es sobrecogedor y coherente, responde a una motivación humana generosa.


P: E incluso cuando su motivación se hace más personal, vive su placer con gran pureza e inocencia.

R: Sí, incluso cuando Claire le reprocha que se traviste únicamente por su propio placer, intenté que David fuera lo más sincero posible. Tenía ganas de sumirme en algo honrado, humano. No quería encerrar al personaje en una problemática demasiado singular; me apetecía que la película hablara a mucha gente, que abriese puertas, que plantease la cuestión del género de forma muy amplia: sí, es posible sentirse atraído/a por otro género y no debe ser un problema.

En la escena en que David parece disfrutar vistiendo a su mujer muerta, el aspecto mórbido habría podido cobrar demasiada importancia, pero cuando rodamos la escena, había conseguido sentir dentro de mí a Virginia con gran inmediatez y coherencia, no necesitaba justificar en ningún momento que, para ella, el travestismo es ante todo un espacio de libertad, de placer…


P: Desde luego, consigue comunicar ese placer.

R: Lo sentía dentro de mí y creo que se nota. Cuando llegué para hacer las pruebas, sabía que disfrutaría. No importaba que François me escogiese o no, la felicidad existía y pienso que se dio cuenta mucho antes de saber si las pelucas me quedaban bien o mal.


P: El travestismo, más que el tema de la película, es un medio para encarnar la diferencia que debe superarse por amor.

R: Sí, la película también es una gran historia de amor. Al principio, no hay amor entre Claire y David, pero la muerte de Laura, el deseo de travestismo de David y la relación clandestina que surge de ese deseo hacen florecer un sentimiento que va más allá de la amistad. David no está enamorado de Claire, pero Virginia se enamora de Claire. La película demuestra que en una historia de amor, poco importa el género de la persona amada.


P: En su opinión, ¿el final de la película es utópico o realista?

R: Me parece totalmente creíble, natural. Es una respuesta a los refractarios al matrimonio para todos. Da igual lo que piensen, da igual que se manifiesten, no se puede ir contra la evolución. La vida es ese movimiento de libertad y de amor.


P: ¿Se documentó sobre travestismo para preparar el papel?

R: François me pidió que viera Crossdresser, de Chantal Poupaud, y Bambi, de Sébastien Lifshitz, la historia de una transexualidad asumida desde la infancia es conmovedora. Su feminidad no gira solo en torno a lo sexual, los ligues, el placer, tiene un componente mucho más amplio e interior, maternal incluso. Su plenitud y su dulzura me inspiraron mucho para el papel.

No me apetecía conocer a travestis, pero un poco antes del comienzo del rodaje, me crucé con uno en la calle y me alegré mucho. Tenía unas piernas preciosas, hubiera podido ser Virginia en su comportamiento liberado de mujer.


P: Físicamente, ¿cómo se preparó?

R: Con la “coach” y coreógrafa Chris Gandois trabajé los andares, los gestos, cómo usar el cuerpo. Lo hice sin decírselo realmente a François. Sentí que podía asustarle porque él quería que David mostrara torpeza durante su transformación en Virginia, pero yo necesitaba estar seguro de mí mismo. Además, no rodamos en orden cronológico. ¿Cómo iba a conseguir ser perfectamente natural de mujer al cabo de cinco días de empezar a rodar?

Aprendí a andar con tacones, a sentarme cruzando las piernas… Sobre todo se trataba de sentirme cómodo. Sabía que encontrar los gestos adecuados para Virginia, sin exagerar nunca, me permitiría sentir más al personaje y su feminidad, y hablar con una voz más grave o más aguda.

Pero de algo estaba seguro, no quería interpretar a una loca, no era el camino, en eso estábamos de acuerdo François y yo. La risa no debía proceder del cambio de Virginia, sino de las situaciones; por ejemplo, cuando David finge ganas de vomitar delante de su suegra porque tiene carmín en los labios.


P: ¿Cómo se adaptó al look cambiante de su personaje?

R: No entendí la selección de vestidos al principio, me parecían raros, me sentía embutido dentro. Pero confiaba en Pascaline Chavanne, la diseñadora de vestuario, cuyo trabajo había visto en otras películas de François, y no intervine. Había que encontrar el equilibrio en la feminidad de Virginia. Al final de la película lleva vaqueros, tiene el pelo más oscuro… Se ha convertido en una especie de Mick Jagger en femenino, cuando al principio todo dejaba pensar que sería Lauren Baccall. Pero no cabe duda de que ha interiorizado su feminidad.

Gill Robillard, la maquilladora, trabajó en la misma dirección que Pascaline. Es la primera película en la que he disfrutado con las sesiones de maquillaje, y no me importaba en absoluto levantarme dos horas antes que los demás. ¡Me sumergí en mi papel de actriz!


P: También adelgazó…

R: Al principio, François tenía como referencia “Casa Susanna”, un libro de fotos de travestis estadounidenses entraditos en carnes. En el guión se deja muy claro que los vestidos de Laura me quedan pequeños. Pero cuando empecé a trabajar con Chris, no me gustó la relación entre un poco de grasa y la mujer que llevo dentro. La sensación no me ayudaba. Necesitaba tener poca cintura. Y sé que tengo poca cintura, ¡todas lo dicen! No iba a interpretar a una mujer sin utilizar mis atractivos naturales y me puse a régimen. Al adelgazar, también se afinó mi rostro.


P: Se habla mucho de Virginia, pero ¿y David?

R: La mayor complejidad residía en interpretar a David. Lo más sencillo habría sido interpretarle en oposición a Virginia: triste, un hombre roto, sombrío, que cuando se viste de Virginia, vuelve a iluminarse. Pero no me apetecía. David no se transforma en Virginia para huir de la pena o de la frustración, sino para encontrarse mejor. Y disfrutar.


P: ¿Cómo describiría la forma de trabajar de François Ozon?

R: Lo primero que me viene a la cabeza es su impaciencia. Pero creo que esta urgencia encaja muy bien con el cine, aporta una dinámica, evita las miles de preguntas que tenemos todos, permite ir más deprisa, no estancarse. También creo que su impaciencia tiene que ver con el hecho de que no usa un primer operador, él mismo encuadra. Acabamos de filmar una escena y ya está metido en la siguiente. Para los actores es genial, no esperamos, pero para los técnicos es mucho más duro. Ha sido la primera vez que he trabajado con un realizador que se ocupa de sus encuadres, y me ha gustado.

También me ha sorprendido hasta qué punto François da libertad a los actores y me ha tranquilizado ver que interviene en momentos muy precisos. Es muy lúcido, sabe perfectamente cuándo cuaja algo, el momento en que las emociones, la verdad, lo natural o la vida penetran dentro de la escena. Está muy pendiente de eso. También sabe exactamente qué planos necesita. No mueve la cámara en todas direcciones para asegurarse de que será más fácil en la sala de montaje. Decide lo que quiere rodar en el plató, lo que es muy agradable para los actores.


P: ¿Cómo fue trabajar con Anaïs Demoustier?

R: La conocí durante unas pruebas para otra película y tenía muchas ganas de que la escogieran, pero no fue así. Sabía que era impecable y no estaba equivocado. Es increíble hasta qué punto atina, de qué manera se refleja todo en su rostro…


P: ¿Encarnar a una mujer le ha permitido explorar una faceta suya que desconocía?

R: Cuando François me preguntó cuál era mi mejor perfil, no supe qué contestarle, pero luego me encantó hacerme esas preguntas, ser consciente de que uno de mis perfiles era más masculino que otro. Me acerqué a preguntas que quizá sean más habituales en las actrices, pero que forman parte de nuestra profesión, incluso para un hombre. Siempre se toca una fibra femenina cuando se interpreta. El hecho de entregarse a un personaje, a una mirada, expresar emociones… Desde que empecé a trabajar como actor hace veinte años, intento desplazar mi parte masculina, y esta vez, de golpe, he abierto la puerta de par en par.

Interpretar a Virginia también me ha permitido dar mayor importancia al silencio, a sentirlo, a nutrirlo. Virginia no habla enseguida, su silencio nunca está vacío, existe, es femenino. En esta película no me ha asustado, pero hasta ahora tenía tendencia a llenar el silencio con gestos. Los actores que me dejan boquiabierto son lo que saben callarse. Cuando Niels Arestrup lanza una frase, viene de lejos, la ha mascado y digerido. Hay un silencio antes, durante y después.


P: ¿Esta experiencia le ha hecho concebir su profesión de otro modo?

R: Hay muy pocas ocasiones para encarnar una transformación tan radical, y esta me ha dado alas. Ahora, gracias a Virginia, no me preocupa tanto tomarme el tiempo necesario para vivir plenamente mis personajes. Virginia es uno de los papeles que más me ha marcado. La echaré de menos.


Una entrevista con Anaïs Demoustier

P: ¿Cómo fue su encuentro con François Ozon?

R: Las primeras veces que nos vimos, François era bastante escéptico. Se hacía muchas preguntas acerca de Claire y de su edad. Hice unas cuantas pruebas con la directora de casting dándome la réplica, pero no resultaba brillante. Por suerte, volvimos a hacer pruebas con Romain y fue absolutamente genial. Es una película que, paradójicamente, gira en torno a dos personas de diferente sexo. La química fue inmediata.


P: ¿Cómo se enfrentó a su personaje?

R: En el guión no se sabe mucho de esta joven que sobre todo observa. Creo que algunas actrices rechazaron el papel porque pensaron que no había nada que interpretar, pero estaban muy equivocadas. Descubrí un auténtico filón en lo que no se dice, en los huecos, en los silencios… Un personaje no muy definido puede ser muy rico: tiene secretos con relación al espectador, a los otros personajes, al realizador…


P: Su personaje toma la posición de observadora, pero acaba expresando el mismo júbilo que Virginia.

R: Sí, Claire vive íntimamente cosas muy fuertes, pero de otro modo que Virginia, aunque es cosa de las dos. Claire es un personaje sorprendente. Al principio puede parecer tímida, con una vida ordenada, cuando en realidad es muy fuerte y se muere de ganas de vivir. Claire posee una gran feminidad interior que quiere florecer. Tiene pocas oportunidades de expresarla con su marido, pero su sensualidad se abrirá gracias a Virginia. Entra en el juego y disfruta con la complicidad, la excitación y la libertad que crea el travestismo. De hecho, no tarda en dirigir e instrumentalizar a Virginia. David se convierte un poco en su muñeco, cada vez tiene más poder sobre él, sobre todo porque es la única que sabe su secreto. Y cuando se entera de que ve a una psicóloga, le duele haber perdido la exclusiva.


P: El dolor por la muerte de Laura une a Claire y a David, pero la pérdida del modelo también contribuye al florecimiento de ambos.

R: Claire quería y admiraba profundamente a su mejor amiga, pero vivía a su sombra. Al perderla, se ve obligada a salir del reflejo y a ir hacia algo real, más sincero. Le excita el peligro y las estratagemas que David y ella deben inventar. Me encanta cuando miente a su marido. Gilles es enternecedor, no entiende nada de lo que le pasa a su mujer, no está en el mismo nivel de sensibilidad. Me gusta la forma en que François Ozon filma la soledad de las mujeres, la tristeza cotidiana de vivir con alguien que no nos comprende. Es algo que sentí en Joven y bonita.

En esta película, la emoción es aún mayor porque Claire y David comparten esa soledad. Como espectadores, nos dan ganas de ser generosos con ellos. Es una situación agradable, no hace falta juzgar, podemos dejarnos llevar por su placer y sus deseos.


P: A medida que Virginia se revela, Claire es cada vez menos andrógina.

R: En las pruebas de vestuario, François fue categórico. Siempre decía: “Claire no debe estar demasiado guapa al principio de la película”. Luego entendí que tenía razón, había que rebajar su feminidad para liberarla poco a poco y hacerla sentir cada vez más cómoda en su cuerpo de mujer. Disfruta en compañía de Virginia, lo que le permite encontrar su lugar y asumir su feminidad, aunque quizá no se note en su ropa. No cambia radicalmente de vestuario, al contrario de Virginia, que tiene una idea estética de la feminidad mucho más caricaturesca. Para ella, ser mujer significa llevar un vestido rosa con tacones de doce centímetros.


P: ¿Se documentó acerca de los travestis?

R: No, preferí que siguiera siendo un misterio, un mundo desconocido, como lo es para Claire en la película.


P: Más allá del tema del travestismo, UNA NUEVA AMIGA cuenta una gran historia de amor.

R: Desde luego. No se trata tanto de la historia de un hombre que se viste de mujer, como la de dos seres humanos que intentan amarse, abrirse el uno al otro, más allá de sus diferencias, del peso del conformismo y de lo prohibido. No es una película militante, sino una película que muestra a personajes que se atreven a asumir sus deseos más profundos. Me parece muy bello hacer una película que se plantea una pregunta esencial: “¿Nos amamos o no nos amamos? ¿Tenemos derecho a amarnos?”. Al principio parece imposible, ¿qué van a hacer juntos? Y al cabo del rato entran ganas de que se quieran. Y ese es el gran logro de la película, sobre todo cuando se piensa en los debates que suscita el matrimonio para todos y la necesidad que tienen muchos de estigmatizar, de decir “un papá y una mamá”, “un hombre y una mujer”… A partir de una historia y un personaje muy especiales, la película tiene una envergadura universal y acaba concerniéndonos a todos.


P: ¿Cómo fue el rodaje?

R: Trabajando, François disfruta como un niño, con esa mirada suya llena de chispas pícaras y alegres. Hace muchas películas y pensé que pondría el piloto automático, pero para nada. Su entusiasmo es impresionante. Gestiona muy bien al equipo y siempre está gritando “¡Motor, motor!”, aunque los técnicos no estén listos. Hay que pisar a fondo. Al principio, su rapidez me puso nerviosa, incluso me dio miedo. Pensé que al rodar tan deprisa no daría tiempo para una buena interpretación, pero basta con compartir su energía. A partir de ese momento, todo es genial, nos lleva, nos empuja a un ritmo embriagador.

Tampoco había rodado antes con un director que coreografiara las escenas con tanta intensidad y virtuosismo. Le bastaba un plano para plasmar lo que había en el guión. Es maravilloso sentir que la cámara está bien colocada para captar lo que se interpreta. Siempre se mueve un poco, con François detrás, totalmente metido en la escena con nosotros.


P: ¿Cómo fue rodar con Romain Duris?

R: Tener a Romain de compañero es un placer. Se implicó mucho, me animaba, había complicidad entre él y yo, me ayudó mucho sobre todo porque tengo bastante menos experiencia que él. Creo que él siempre había soñado con interpretar un personaje así, y su entusiasmo, como el de François, es contagioso. Ni para él ni para mí se trataba de “otra” película.

Había momentos en que veía a Romain, el actor, un hombre apuesto, y de pronto veía a una mujer más o menos guapa, más o menos vestida. Tenía la sensación de trabajar con alguien imposible de encajar en una categoría. Era muy extraño, vivía realmente las fluctuaciones de Claire.


P: “Eres un hombre”, le dice Claire a Virginia antes de salir corriendo de la habitación del hotel. ¿Qué nos dice esta reacción en el recorrido amoroso del personaje?

R: No está nada claro que vayan a enamorarse. Claire prefiere pensar que son cómplices, amigas que salen de compras y se peinan. Hay momentos en que su relación se hace mucho más ambigua, podría girar hacia algo más sensual y carnal, pero Claire cierra los ojos. Así, cuando el deseo aparece, se siente muy turbada. Claire está realmente enamorada de Virginia, pero si esta le recuerda que es un hombre, todo se hace más complicado. “Eres un hombre” también es su manera de decirle: “Eres el marido de Laura”. Claire es mucho más compleja de lo que parece: dos pasos adelante, tres atrás.


P: Cuando canta al final de la película en la habitación del hospital, su voz es segura y, a la vez, tiembla de emoción.

R: Temía rodar la escena del hospital. No había ensayado con François, la preparé a solas, confiaba en mí. Debía encontrar el equilibrio necesario, no exagerar la emoción, no poner una voz de cantante. Cantar intimida mucho. Pensé que lo mejor era no hacerme preguntas, que la canción era un regalo para Virginia. Me centré en la letra con la esperanza de que la ayudaría a despertar.


P: Su registro suele ser naturalista, pero aquí es totalmente diferente.

R: En una nota de intención, François decía que veía la película como un melodrama. Eso me abrió perspectivas diferentes. Tengo la sensación de ser más extrovertida de lo habitual, de estar más sumergida en la emoción. He llegado a un momento de mi vida en que me apetece menos interpretar papeles cotidianos y realistas. Tengo ganas de hacer cosas más estilizadas, líricas, lúdicas. En UNA NUEVA AMIGA me alegré de descubrir que la puerta estaba abierta, sobre todo tratándose de personajes que se interpretan a sí mismos, que mienten y se mienten.


P: Hay un vaivén constante entre la risa y las lágrimas.

R: Nos reímos mucho en el plató. A menudo, François se moría de la risa al acabar las escenas y llegué a pensar que rodábamos una comedia en el estilo de Potiche, mujeres al poder. Pero al final, cuando rodamos las escenas del hospital, nos dimos cuenta de la gravedad y de la tristeza de la situación. Es una ida y vuelta constante entre escenas de auténtica ternura y otras en las que reímos con los personajes que van de compras, al campo de fin de semana, a una discoteca…


P: ¿El final de UNA NUEVA AMIGA le parece utópico o realista?

R: La imagen del final es muy fuerte, con los tres personajes que se alejan de la mano. Parece un cuento de hadas: “Fueron felices y comieron muchas perdices”. Pero para mí es un final de lo más realista. La película es capaz de hacernos creer en esa realidad, hacerla evidente, mostrarnos que no es un amor imposible, que está al alcance de la mano. Basta con abrirse, escuchar los deseos, preguntarse por la tolerancia y quiénes somos realmente. Y es exactamente lo que hace Claire en la película.