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  Los tontos y los estúpidos  Dirigida por Roberto Castón
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Motivaciones

Motivaciones del director: la (de)construcción familiar y la (de)construcción fílmica
La aceptación de uno mismo, la soledad, la búsqueda del amor y la (de)construcción de la familia son los cuatro ejes temáticos principales sobre los que giraba ya mi anterior largometraje “Ander” y vuelvo sobre ellos en “Los tontos y los estúpidos”, pero de manera muy diferente.

“Ander” tenía un único protagonista, el resto eran secundarios muy importantes, cada uno con sus historias particulares (subtramas) que incidían notablemente en la trama principal. En “Los tontos y los estúpidos” partimos de cuatro protagonistas, que, si bien no parecen conocerse entre ellos, pronto nos daremos cuenta de que tienen mucho que ver los unos con los otros, incluso más de lo que ellos mismos saben.

El orden de los cuatro temas no está elegido al azar, sino que uno es causa/efecto del siguiente. Empecemos por el primero y aparecerán irremediablemente el resto.

Los cuatro protagonistas tienen que aceptase a sí mismos, o al menos intentarlo, para seguir adelante. Miguel tiene que aceptar su enfermedad, vivir con ella y no contra ella; Lourdes, su complejo de inferioridad; Mario tiene que reconocer que su vida de éxito profesional encubre una vida personal y sentimental desastrosa sin más cariño que el que pueda recibir de sus hijas (frágiles y caprichosas, a semejanza de sus padres); por último, Paula, se niega a aceptar su propia edad y esa negación la obligan a fantasear con jóvenes hermosos, sin permitirse más que eso, fantasías, hasta que la autorepresión se hace insoportable. Todos, por este motivo, están, se encuentran, se sienten terriblemente solos.

Este sentimiento de soledad, a veces insoportable, junto con algunos elementos externos propiciados por los múltiples secundarios y sus subtramas, crean el entorno propicio para que los cuatro personajes intenten buscar el amor o recuperar el perdido. Pero mientras Miguel y Lourdes, los que se autodenominan de manera afectiva “tontos”, lo hacen poniendo el énfasis en las similitudes que hay entre ellos y no en las muchas cosas que los separan, los otros, Paula y Mario, los que se espetan “estúpido/a” a la mínima ocasión, actúan como tales (estúpidamente) buscando el amor donde inconscientemente saben que no van a encontrarlo. Así, mientras unos forman una familia “diferente” basada en la sinceridad, la confianza y el amor (en una de sus múltiples variantes), los otros perecen en el intento y deben conformarse con su triste destino: seguir como hasta ahora, pero peor, al saber que han perdido una nueva oportunidad de rehacer sus vidas, ya fuese juntos o por separado.

En la nueva familia formada por Miguel y Lourdes, el azar y el “cambio de sexo” de la madre de esta última son los grandes incidentes inductores. El azar hace que coincidan varias veces tanto en el supermercado (estableciendo una cordial relación dependiente-cliente) como en el hospital (encuentros no tan cordiales por lo que conlleva de vergüenza y tristeza). Es el cambio de la madre moribunda, con metástasis en el cerebro, que decide morir como un hombre, o al menos vestido como tal, lo que le hace ver a Lourdes las cosas de otra manera. Ya no todo es blanco y negro, quizá también haya grises. Eso la decide a confiarse a su nuevo amigo: Miguel. Miguel por su parte agradece esa confianza con la suya propia contándole su terrible secreto. La reacción de Lourdes es la que necesitaba y ve en ella y en ese hijo que va a nacer una solución amable y, ahora sí, sincera a esa soledad.

No es casual que el sujeto distorsionador de la familia “estándar” (Mario, Paula e hijas), sea un joven extranjero, lejano y cercano a un tiempo: un joven francés, bello e inteligente. Paula y sus hijas se vuelven locas por él, cada una a su manera. Mario enseguida lo ve como un enemigo capaz de arrebatarle lo poco que tiene: el cariño de sus hijas. Aun así no consigue caerle mal y por segundos (o por minutos, o por horas; ni sabemos este detalle ni importa realmente) se deja embaucar por su simpatía y por su belleza. André es la síntesis y la antítesis de todos ellos. ¿O André no existe y es una fabulación/alucinación colectiva?

Me gustaría resaltar el carácter tragicómico de “Los tontos y los estúpidos”. No hay mayor tragedia que aquella que pueda resultar cómica a los ojos de un extraño, porque de ese modo ni siquiera se puede producir empatía con la/el persona/personaje que sufre. Pero también hay momentos de pura comedia que alivian al espectador de la sobrecarga de drama. Esas risas o sonrisas que puedan suscitar en el público ciertas secuencias hacen intuir un halo de esperanza en al menos una de las parejas.

No concibo una película sin esperanza. Por mínima que sea, siempre debería haber un resquicio a esa posibilidad. Es una postura política, sin duda. Como el hecho de que no la haya, desde luego, pero a mi modo de ver menos “noble”. Y que la esperanza y la comedia esté del lado de los “tontos”; y la desesperanza y la tragicomedia estén en sintonía con los “estúpidos”, también es una postura política. Pero el cine siempre es político. Incluso, como dice Marcel Hanoun, el cine de “entretenimiento” también es político porque consigue evadirnos, distraernos de los problemas reales que tenemos y a los que volvemos en cuanto se enciende las luces de la sala.

El cine ha de ser, además, un acto de honestidad hacia el espectador. Y esa honestidad se consigue con una coherencia interna entre fondo y forma, entre contenido y continente.

¿Cómo abordar pues estéticamente una (de)construcción de la familia de forma coherente? No se me ocurrió mejor forma que mediante una (de)construcción fílmica.

Dividimos el espacio escénico e cuatro grados entre lo real (1) y lo creado (4), siendo el exterior del plató el grado 1; el primer tercio del plató donde está el material y personal técnico-artístico el grado 2; la mesa de lectura donde los actores leen/ensayan junto con el director el grado 3; y el fondo del plató donde se recrean algunas secuencias sobre potentes fondos negros el grado 4. Después, usamos por contraste los recursos fotográficos y sonoros del cine: cuanto más nos acercamos a la ficción, más real se vuelve la imagen (color, HD, sonido 5.1.); y viceversa, la realidad es fotografiada en B/N y muda.

Cine político, pero honesto, sin ases en la manga. Con la nuevas reglas del juego bien expuestas en los primeros minutos del primer acto. Personas que son actores que son personajes que son personas. Espectador activo y cómplice. El objetivo último es la credibilidad de lo que se está contanto tanto de lo real como de lo ficticio. Sin credibilidad no hay empatía con el espectador, sin empatía no hay emoción, sin emoción no hay cine.

Roberto Castón
Director y guionista


Motivaciones del productor
Tras nuestro primer encuentro laboral con “Ander”, he descubierto en Roberto Castón no solo a un gran director capaz de reflejar con austeridad y emoción los sentimiento de unos personajes muchas veces encerrados en sí mismos, sino que también descubro en él a un guionista, capaz de fijar su mirada en las relaciones que construyen nuestro día a día y contar a través de ellas situaciones universales, esas por las que todos atravesamos, cada uno según sus circunstancias, y que todos somos capaces de identificar.

Ander supuso para Bitart el arranque de lo que queremos que se convierta en una línea de trabajo prioritaria, la producción cinematográfica de largometrajes. Tras participar como co-productores del largometraje de animación “La crisis carnívora” de Pedro Rivero, así como en la producción de los cortometrajes: ”El cruce” de Jon Cortegoso, “Torre” de Oscar Santos o “La calma” de David González, además de nuestra dilatada experiencia en el mundo de la publicidad y la creación infográfica, trabajar en “Ander” y ver nuestro esfuerzo reconocido de forma tan clara a nivel internacional(1) hacen que nuestra apuesta financiera, humana y moral hayan apoyado un proyecto en el que creemos y que consideramos que de nuevo puede atraer la mirada de un gran número de espectadores. Ser conscientes de que festivales como Cannes conocen y esperan nuestro actual film han supuesto un estímulo extra para luchar por conseguir la financiación necesaria así como para comprometer a nuestros medios técnicos y nuestra plantilla en “Los tontos y los estúpidos”.

La apuesta europea por el cine arthouse, independiente, social y de coste reducido está siendo una realidad en los últimos años. Historias singulares de personajes que luchan por superar sus limitaciones en un mundo global narradas desde un punto de vista esperanzador. En ese sentido, el trabajo de Roberto Castón enlaza directamente con cineastas como Jaime Rosales ("La Soledad"), Andrea Arnold (“Red road”), Joachim Lafosse (“Nue Propriété”), Claire Denis (“35 rhums”), Joao Pedro Rodrigues (“Odette” o “Morrer como um homen”), Cesc Gay (V.O.S.) o Alain Guiraudie (“Le roi de l’évasion” o "L'Inconnu du lac"), pero también clásicos como Louie Malle, Alain Resnais o los hermanos Tavani.

Castón sabe como utilizar los recursos para sacar el máximo provecho, asume una producción modesta como parte del conjunto de características de la misma, usa esas desventajas y las convierte en virtud. Se trata en definitiva del tipo de director y del tipo de película que una productora incipiente desearía tener entre sus manos, mientras va incrementando su capacidad para mover proyectos, cada vez, de mayor envergadura.

Fernando Díez
Productor Ejecutivo
Bitart New Media