Barcelona, 2002. Un ataúd coloreado con grafitis viaja hasta el cementerio de Montjuïc sobre un carro tirado por caballos. Es el entierro de Pep Grau (Carlos Álvarez-Novoa), un viejo pescador al que se ha encontrado ahogado sujeto a su barca por un complicado nudo marinero.
La voz en off de Pep Grau, que aún puede hablarnos mientras espera que su muerte sea definitiva, nos va describiendo con sentido del humor y cariño a los curiosos personajes que vivieron a su alrededor, nos relata los momentos difíciles de su infancia durante la Guerra Civil y, por último, nos presenta a Lola (Charo López), su compañera de toda la vida.
Lola, que tiene un puesto de pescado en el bellísimo Mercado de la Boquería, comienza a recibir regalos anónimos tras la muerte de Pep, orquídeas, un televisor, una Visa Oro, y descubre que su marido tenía contratado un seguro de accidente por valor de cincuenta millones de pesetas.
Silvia (Goya Toledo), una joven ambiciosa y atractiva, es la abogada de la compañía de seguros. Mario (Francesc Orella), su superior directo y amante durante los últimos años, le encarga el caso para que aclare las extrañas circunstancias de la muerte del pescador. La investigación de Silvia se convierte en el otro hilo conductor de la narración y nos permite averiguar que la muerte de Pep fue en realidad un suicidio, ya que se encontraba en la fase terminal de una enfermedad incurable.
A través de Silvia conoceremos a otros personajes, como el inconformista doctor Cipriano Mera (Héctor Alterio), viejo amigo de Pep, y su hijo Gabino Mera (Santi Millán), abogado laboralista con el que Silvia empezará una relación marcada por el rechazo de sus antiguos valores.
Paralelamente, iremos siguiendo el proceso que lleva a Lola hacia una vida llena de satisfacciones, muy diferente a los sacrificios que ha hecho desde siempre por sus hijos y su compañero.
El contacto con personas solidarias y muy distintas a las de su entorno lleva a Silvia a un mayor conocimiento de sí misma y a tomar la decisión final de destruir las pruebas del suicidio de Pep, que hubieran impedido que Lola cobrase el seguro. Después de este gesto, la voz del pescador hablará, por última vez, para decirnos que ya puede acabar de morir tranquilo.