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  La última aventura de Robin Hood  (The last of Robin Hood)
  Dirigida por Richard Glatzer, Wash Westmoreland
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Richard Glatzer y Wash Westmoreland (Quinceañera, Pedro, The Fluffer y Grief ), son guionistas y directores de este film que presenta los últimos años de la vida del icono de la gran pantalla Errol Flynn.

En el elenco artístico Kevin Kline (La Conspiración, Un pez llamado Wanda), Susan Sarandon (Thelma y Louise, El Cliente) y Dakota Fanning (The Runaways, la Saga Crepúsculo: Eclipse).


La inspiración para crear La última aventura de Robin Hood
Por Richard Glatzer y Wash Westmoreland

En 1959, una avalancha de revistas con nombres como Hush Hush (En Secreto) and On The QT (Clandestino) se cebaron en la escandalosa historia de Errol Flynn, Beverly Aadland –su Lolita adolescente– y Florence Aadland, la madre ávida de publicidad de la joven. Las publicaciones arrojaban una luz sórdida sobre los tres protagonistas: un viejo verde, una jovencita de moralidad relajada y una típica madre manipuladora de Hollywood. Pero nosotros vimos algo más: una historia que en cierto modo estaba basada en temas trascendentales: fama e infamia, amor y egoísmo, predestinación y libre albedrío, mortalidad e inmortalidad, todo ello escondido detrás de los titulares de la prensa sensacionalista.

No hemos sido los primeros en entrever las dimensiones de la historia. Florence, molesta por la sórdida naturaleza de la cobertura nacional, se lanzó a escribir su propio libro en colaboración con el escritor de literatura barata Tedd Thomey, con la intención de dejar las cosas claras y, en 1961, publicó The Big Love. Su obra recibió elogios inesperados de personas como William Styron, que la calificó como “una Obra Maestra estadounidense”. También captó el interés del director Robert Aldrich que intentó, sin éxito, utilizar la obra como un vehículo para Bette Davis. Varias décadas más tarde, Jay y Brooke Allen adaptaron el libro en forma de monólogo para la actriz Tracy Ullman. No obstante, ninguna de estas encarnaciones de la historia fue muy significativa. Quizá ahora, en esta época de Twitter, reality shows, televisión y selfies, en la que todo el mundo aspira a alcanzar la fama, esta historia llegue a tener un eco real.

En la película, Flynn comenta “En este país sin Dios, la fama es como una religión”. Errol Flynn se vio lanzado al estrellato de forma instantánea gracias a películas de capa y espada como El Capitán Blood y Las Aventuras de Robin Hood, convirtiéndose de la noche a la mañana en una sensación para el público aficionado al cine. Sin embargo, en 1943 el juicio por la violación de una menor le convirtió en un ídolo caído y le provocó una visión profundamente cínica acerca de la naturaleza de la fama. Por otra parte, para Florence conseguir el acceso a Hollywood (su equivalente al “Cielo”) merecía cualquier sacrificio. Cuando vio frustradas sus propias ambiciones, su hija se convirtió en el vehículo para alcanzar un destino que siempre consideró como «predeterminado». Beverly, por su parte, atrapada entre estas dos personalidades tan descomunales y sujeta a sus propias proyecciones y deseos, finalmente tuvo que encontrar su propio camino.


La aventura que hemos vivido para realizar esta película ha sido épica. Cuando hace diez años comenzamos a hablar en serio sobre la película, había un elemento de la historia destacaba sobre el resto: Beverly Aadland todavía estaba viva y residía en Palmdale, en la zona alta del desierto de California. Era una persona claramente reservada y escéptica, reacia a responder a preguntas acerca de sus años de relación con el actor. Pero después de mucha investigación y de superar la inspección de un amigo de Beverly, quedamos con ella y su marido Ron (un trabajador de la construcción) para comer en un restaurante mexicano. Cuando afrontamos el tema de The Big Love, Beverly se puso a la defensiva. “¿Por qué está todo el mundo tan interesado en mi madre?”, nos soltó. “Yo también soy interesante”.

Durante varios años de contactos, llegamos a conocer bien a Beverly. Tenía una memoria extraordinaria y podía recordar las conversaciones palabra por palabra. El relato de esos años glamurosos y turbulentos parecía preservado en el tiempo, de una forma honesta y sincera.

Beverly nos presentó a Ronnie Shedlo, el ayudante de Flynn en aquella época, un productor independiente residente en Londres por aquel entonces. Ronnie también tuvo algunas dudas inicialmente, pero a la larga llegó a ser un gran apoyo y un gran recurso para nosotros. Él fue quien nos relató la reunión que tuvo Flynn con Stanley Kubrick, quien irónicamente había pensado en él para el papel de Humbert Humbert en Lolita.

Llegamos a estar obsesionados con los años cincuenta, los últimos días dorados del sistema de estudios de Hollywood. Para las referencias visuales, nos inspiramos en películas como Buenos días tristeza, Un extraño en mi vida o Con la muerte en los talones. Queríamos evocar el aspecto del Tecnicolor del último período, la época en la que el proceso de tres bandas alcanzó su mayor realismo.

Hace unos tres años, de forma totalmente inesperada, el proyecto alcanzó velocidad de crucero. Por casualidad, Kevin Kline vio el guión después de que su agente lo leyera como muestra de escritura para otro proyecto y quedó muy impresionado. Entonces se sumaron al proyecto nuestros productores soñados, Killer Films y A & E Networks, que tuvieron la fantástica idea de crear el tipo de película de la que huyen frecuentemente los grandes estudios. En una nueva fase, Susan Sarandon se sumó al proyecto como la perfecta Florence, y por último, se incorporó la maravillosa Dakota. Tuvimos que estudiar la forma de producir una película con un presupuesto modesto que llevase al espectador a Los Ángeles, Nueva York, África, Cuba o Vancouver, y todo ello sin salir de Atlanta. Gracias a la inmensa capacidad de nuestro maravilloso equipo, logramos convertirlo en realidad.


La relación entre Errol Flynn y Beverly Aadland todavía es polémica; hoy quizás más que en los años cincuenta. No encontramos ninguna justificación para ello y no hemos querido realizar ningún juicio. Quisimos simplemente mostrar lo que experimentó Beverly y por lo que atravesaron Florence y Errol; sus impresiones, engaños, manipulaciones, fallos, esperanzas, sueños y temores. Porque tal y como una vez dijo Jean Renoir “lo terrible de este mundo es que todos tienen sus razones”.