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  13 minutos para matar a Hitler  (Elser: Er hätte die Welt verändert)
  Dirigida por Oliver Hirschbiegel
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Sección oficial Berlinale 2015.

Dirigida por Oliver Hirschbiegel (El Hundimiento, El Experimento, Invasión), está interpretada por Christian Friedel (La cinta blanca) en el papel protagonista, Katharina Schüttler (Oh Boy) y Burghart Klaussner (La cinta blanca).

Un retrato emocional y sorprendente de un integrante de la resistencia alemana que trató de asesinar a Hitler en la cervecería muniquesa Bürgerbräukeller, el 8 de noviembre de 1939.

Georg Elser fue un hombre que pudo cambiar la historia del mundo y salvar a millones de vidas humanas, con tal de haber podido contar con 13 minutos más. Con 13 minutos más, la bomba que montó personalmente habría destrozado a Adolf Hitler y sus secuaces. Pero eso no iba a pasar, y el 8 de noviembre de 1939, Hitler abandonó antes de lo previsto la escena del atentado, haciendo que Elser errara catastróficamente.

¿Quién era este hombre que reconoció el peligro que emanaba de Hitler antes que muchos otros, y pasó a la acción cuando el resto, incluso los generales alemanes, obedecieron las órdenes sumisamente o permanecieron callados? ¿Qué es lo que vio que nuestros padres o abuelos no vieron o no quisieron ver? ¿El hombre que les dijo a la cara a sus torturadores que quería evitar el derramamiento de sangre de una inminente guerra mundial?

La película 13 minutos narra el trasfondo del ataque fallido a la Bürgerbräukeller, y dibuja un retrato emocional, lleno de suspense, del resistente llamado "Georgie" en su ciudad natal. Una historia que nos lleva desde sus años jóvenes en los Alpes suabios, cuando el nacionalsocialismo llegó a su pueblo, hasta sus últimos días en el campo de concentración de Dachau, donde fue asesinado poco antes de que acabara la guerra por orden del único hombre que él mismo habría querido eliminar, Adolf Hitler.


En busca de pistas
La búsqueda de pistas llevó a Léonie-Claire y a Boris Ausserer, primero a la casa de Elser, en el Jura de Suabia, donde recibieron gran apoyo de Joachim Ziller, el director del Memorial a Georg-Elser, y Primer Oficial en el ayuntamiento de Königsbronn. La autora describe su primer contacto: "Se mostró entusiasmado ante nuestro proyecto, pues creía que ya era hora de un film realista, históricamente correcto sobre Elser. Mantuvimos muchas conversaciones con él; nos facilitó todos los documentos registrados y otros papeles y material de archivo, y nos puso en contacto con familiares cercanos e importantes testigos de la época". Pronto se hizo evidente que muchos de éstos, e incluso sus descendientes, todavía eran reticentes a hablar sobre el tema "Elser": "Me emocionó sobremanera la declaración de una familiar que actualmente cuenta unos 85 años y vive en el Lago Tegernsee. Nos dijo que llevaba toda la vida injuriada por proceder de ese 'establo de los Elser', y que se había avergonzado de ello. Pero ahora, estaba harta y hablaría: '¡Me siento orgullosa!' Debido a nuestro proyecto cinematográfico, había reflexionado sobre la historia una vez más, y había llegado a la conclusión de que Georg Elser había sido un gran hombre, al fin y al cabo".

La investigación finalmente proveyó a los autores con un enfoque totalmente nuevo acerca de la personalidad del potencial asesino de Hitler. "Habitualmente, aparece en las fotos de la Gestapo tras su encarcelamiento, donde se perciben las heridas derivadas de la tortura. Una visión dolorosa. De Von Stauffenberg y de los hermanos Scholl, sin embargo, existe una iconografía completamente distinta", informa Fred Breinersdorfer. "Además, se describe a Elser como un reparador inadaptado; así que la imagen que se hizo fue la de un quejica suabio resentido de todo, y que finalmente construyó la bomba. Pero Elser, muy al contrario, fue un músico apasionado de la vida, un galán que amaba la libertad, que se hizo resistente por la asfixiante aceptación del totalitarismo nazi. Más tarde, llegado el momento de preparar el atentado de verdad, efectivamente se aisló, pero sólo para proteger a su familia, amante y amigos. En los interrogatorios, además, mantuvo con la Gestapo la táctica de negar conocer incluso a simples conocidos para no perjudicarles. Es desconcertante que esta retorcida imagen se aceptara sin rechistar tras la guerra". Su hija añade: "Durante décadas, fue tomado como un tonto solitario y un inadaptado social, cuando en realidad fue un pícaro encantador. Durante el interrogatorio, hizo declaraciones de candor desarmante como: 'No estaba allí para encontrarme con chicas, ya que conozco a chicas más que suficientes por todas partes. 'En Königsbronn, una anciana dama que le había conocido personalmente, me dijo efusivamente: 'Sí, ese Elser era un tipo muy apuesto'"!


El director
Los productores estaban particularmente felices de poder contar con Oliver Hirschbiegel a la dirección. "Con un proyecto de estas dimensiones, dudas una y otra vez si estás en el camino correcto" —admite Oliver Schündler—. "Pero entonces envías este guión a Oliver Hirschbiegel, quien permite se le hagan llegar docenas, si no centenares de guiones, y que en la pasada década ha declinado todas las ofertas provenientes de Alemania; y cuatro días más tarde se sienta frente a ti, te sonríe, y pregunta: 'Así qué, ¿hacemos o no esa película?' ¡Le encantaba el guión, sin ningún 'si', 'y' o 'pero'!

Fred Breinersdorfer confirma que Hirschbiegel era "un absoluto golpe de suerte" para la película: "Comenzando por su enorme bagaje sobre los tiempos de los nazis, que acumuló debido a su interés personal al realizar El hundimiento, pasando por su sensacional capacidad cinemática, hasta llegar a su increíble virtuosismo en el manejo de los actores y el equipo técnico". "Nunca antes había conocido a un director que viera en mente el film acabado mientras aún está rodando y además con tanta precisión como lo hizo Oliver —añade Schündler—. Hirschbiegel no sólo tenía un conocimiento preciso de los años 1933-1945, sino que también podía narrar los más grandes dramas en los espacios más limitados: "Nos dimos cuenta inmediatamente de que, por un lado, con él teníamos una rigurosa mente política, y por otro, un narrador emocional de primer orden."


El rodaje
Tras el largo tiempo de preparación, llegó finalmente el rodaje desde principios de julio hasta principios de septiembre de 2014: 14 días en Baden-Württemberg, 10 en Baviera, 10 en el sur del Tirol, y 6 en Berlín. "Los numerosos traslados requirieron naturalmente un enorme esfuerzo logístico, pero ello es esencialmente inevitable en películas históricas si se quiere dar con escenarios verdaderamente convincentes" —asegura Boris Ausserer—. "Por ejemplo, llevábamos buscando por todo Baden-Württemberg para encontrar un auténtico pueblo de trabajadores que se pareciera a Königsbronn en los tiempos de Elser. El problema estribaba en que la mayoría de los pueblos habían sido restaurados bellamente, y hacían gala de pintorescos entramados de madera en las fachadas, pero en la década de los treinta se solían encalar". La producción finalmente dio con Weidenberg, en la Alta Franconia, donde se podían filmar muchos exteriores, como la escena en el mercado, pero también las tomas en torno a la casa de los padres de Elser.

Para Ausserer, era particularmente interesante observar al realizador y su director de fotografía, Judith Kaufmann, en su primera colaboración. "Ambos sentían curiosidad por el otro"—asegura el productor—. "Tras una semana, aproximadamente, apenas ya intercambiaban una palabra. Y no porque no pudieran aguantarse, sino porque se entendían casi a ciegas: una mirada, o un leve grito eran suficiente para saber qué es lo que se tenía que hacer. Creo que los dos estaban hechos el uno para el otro". También estuvieron enseguida de acuerdo con el concepto de producción: mientras las escenas de interrogatorios quedaban bañadas prácticamente en grises monocromos con encuadres estáticos adrede, con miras a obtener una atmósfera de desesperanza, Judith Kaufmann filmó los flashbacks del pasado multifacético de Elser mayoritariamente con una cámara de teléfono móvil y unos atrevidos colores llamativos.


Preparado para la violencia, por responsabilidad
Johann Georg Elser y el atentado contra la vida de Hitler.
Por el profesor universitario Dr. Peter Steinbach,
Director científico del Memorial de la Resistencia Alemana, Berlín


El 8 de noviembre de 1939, el curso de la historia del mundo, atónita ante el asalto a Polonia que la Wehrmacht alemana había iniciado unas pocas semanas antes, hubiera podido experimentar un giro que habría ahorrado a la humanidad del momento mucho dolor y aflicción como consecuencia de la destrucción bélica, la ocupación alemana, los campos de exterminio, el genocidio, la cautividad de guerra, el bombardeo de las ciudades, la expulsión y la división de Europa.

La lucha de los nacionalsocialistas contra los oponentes bélicos no se entendía exclusivamente contra el enemigo extranjero, sino también en casa, en el "frente interno". Allí, podía girarse y se giraría contra todos los que habían sido considerados oponentes por las autoridades en la lucha por el reclamo del liderazgo filosófico. En Alemania, la gente que había sido definida como "enemiga" filosófica y racialmente había sido bautizada como partidaria del supuesto "mal absoluto". A menudo, los vecinos devinieron asesinos con la aprobación del estado, movilizados renovadamente, y finalmente motivados a la guerra antes que llevados a la misma, de la que sólo habrían podido librarse si los alemanes hubieran girado las armas contra su propio gobierno.

Pero el 8 de noviembre de 1939, olvidado y desplazado con demasiada rapidez tras 1945, un único hombre había intentado dar un giro distinto y decisivo a la guerra que ya había comenzado. Mientras tanto, su acto ha sido reconstruido meticulosamente por la ciencia histórica, y es, comparado con los cincuenta, muy bien conocido.

Orígen y carácter
Nacido en 1903 en Hermaringen, Württemberg, Georg Elser creció en Königsbronn con una situación familiar difícil y constreñida. El padre era alcohólico e irascible; la familia vivía en la pobreza. Muy pronto, Elser despuntó con talento excepcional para la labor artesana y artística. Tras siete años en la escuela, y un aprendizaje en labores de fundición en Königsbronn, que hubo de abandonar por motivos de salud, comenzó el aprendizaje como carpintero. Era un excelente trabajador, y se enorgullecía de su oficio, pero también exigía reconocimiento y una remuneración acorde. Sorprendía en él su alto sentido de lo justo. Daba gran importancia a su independencia interior y social tanto en su vida laboral como en la privada,. Ello incidió en cómo vivía la vida, lo que no siempre hallaba la aprobación de su entorno, y redundaba en la impresión que Elser era un inadaptado social. Tuvo que cambiar en varias ocasiones de lugar de trabajo en el contexto de los conflictos económicos de finales de los años veinte, que a continuación llevaron a una horrible crisis económica. Aunque esto fue interpretado luego como debido a su inquietud, la ausencia de encargos para empresas era la razón para sus cambios de posición, ya que todos y cada uno de sus patronos apreciaban grandemente sus logros profesionales.

Se consideraba a Georg Elser una persona introvertida y taciturna, y ello, pese a ser alguien muy sociable. Practicaba música desde sus días en la escuela de Königsbronn. En Constanza, se unió a un club de vestidos folklóricos; en Königsbronn, al club de la cítara. Tocaba el contrabajo para la sociedad coral de su ciudad natal, y frecuentemente incitaba al entusiasmo por las danzas que acompañaba musicalmente. También le agradaba hacer largas excursiones con amigos. Atraía a las mujeres; les agradaba por su actitud amable y fiable. En 1930, su amiga Mathilde Niedermann dio a luz a Manfred, uno de los hijos de Elser.

No parece que a Elser se le hubiera estimulado políticamente hasta su aprendizaje. Se hizo miembro del sindicato de carpinteros, y en 1928/29 se unió a los comunistas de la "Roter Frontkämpferbund", pero sin un compromiso férreo en ninguna de las dos organizaciones. Hasta 1933, votaba por el Partido Comunista de Alemania por iniciativa propia, pues consideró este partido el que mejor representaba los intereses de los trabajadores. Elser rechazó rotundamente el ascendiente nacionalsocialismo desde un principio. Evitaba las manifestaciones de la Sección de Asalto (SA), del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, y de las Juventudes Hitlerianas, y rechazó categóricamente el "saludo de los nazis". Para él, era anatema asistir a los discursos públicos de Hitler, que se emitían por radio y que tronaban en lugares públicos por medio de altavoces. Todo ello demuestra que la propaganda nacionalsocialista no le impresionaba.

De modo ejemplar, demostró con su complot, preparado largamente, que un único hombre, para nada en el centro del poder, fue capaz de evitar la arrogancia del gobierno nazi, incluso en el controlado contexto rural, y reconocer la injusticia, indignarse, y actuar decididamente. La comprensión política de Elser vino marcada por su propio empeño en alcanzar la libertad e independencia, y por una combinación de experiencias y de tradiciones bien diversas. Piadoso, sindicalista, y con nociones políticas: todo ello se sobreponía en su filosofía, que no era extraña a la anarquía. Pues anarquía no era sinónimo de caos, sino que reflejaba el anhelo por una sociedad sin dirigentes. A esto se añadía un agudo ojo para con la realidad. El deterioro de las condiciones de vida después de 1933 devino un motivo decisivo para su oposición al nacionalsocialismo.

En 1937/38, hubo otro motivo político que pasó a primer plano: preocupaba a Elser los exhaustivos preparativos propagandísticos y militares para la guerra. Cuando supo que en septiembre de 1938 los poderes occidentales cedían a las demandas alemanas en la Conferencia de Munich, sintió que tenía una tarea que cumplir. Se alarmó para sí cuando las tropas alemanas marcharon sobre el territorio de los sudetes, y cuando unos pocos meses después también ocuparon el territorio checo para convertirlo en un protectorado.

El hecho
Con miras a encontrar un lugar adecuado para su atentado, Elser fue a Munich el 8 de noviembre de 1938. La ciudad permanecía como centro del culto a la memoria nacionalsocialista tras el ascenso al poder de Hitler. El 8 de noviembre de 1938, la tarde del quinceavo aniversario del golpe de estado de Hitler de 1923, inspeccionó la Bürgerbräukeller; al día siguiente, observó la marcha memorial del liderazgo nacionalsocialista por todo Munich, la consagración de nuevas banderas por contacto con la Blutfahne ("bandera de sangre"), y el homenaje a los muertos del 9 de noviembre de 1923, que pseudoreligiosamente habían sido sublimados como "testigos de sangre". Y tomó una decisión: reservar la Bürgerbräukeller como lugar para el asesinato con explosivos del líder de los nacionalsocialistas, y llevar a término el atentado, que consideraba inevitable.

Elser preparó el golpe con determinación. En su taller, "Trabajos de armazón Heidenheim", se las arregló para organizar un mínimo de 250 comprimidos de pólvora prensada y varios detonadores. Fabricó los explosivos en su ropero, luego en una maleta de madera con falso fondo. Al mismo tiempo, dibujaba planos para un dispositivo explosivo que luego la Gestapo y la prensa bautizarían como "máquina infernal", y desarrolló un complejo mecanismo detonador con dos detonadores por si uno de ellos fallaba. En abril de 1939, regresó a Munich para inspeccionar la seguridad del salón y sus accesos. También midió la columna detrás del atril, donde pretendía ocultar el dispositivo. Incluso llegó a intentar ser empleado por la Bürgerbräukeller, aunque sin éxito.

Desde abril de 1939, Elser llevaba trabajando en una cantera de Königsbronn, y pudo apropiarse de cien cartuchos explosivos y de más de ciento veinticinco detonadores de mecha. Tras un accidente de trabajo en 1939, que probablemente provocó, se concentró por completo en los preparativos para su atentado. En julio de 1939, probó explosiones en el frutal de sus padres, y un mes después, se trasladó a Munich decidido a llevar a término el atentado según lo planeado. Desde septiembre, llevaba viviendo en la Türkenstraße como inquilino, mientras se ocupaba en talleres artesanos de Munich como trabajador ocasional para no otra cosa que fabricar partes que necesitaba para la construcción del dispositivo explosivo. Noche tras noche, Elser se ocultaba en la galería del salón de baile de la Bürgerbräukeller para quedar encerrado y desapercibido tras el cierre. Con instrumentos rudimentarios, entre agosto y noviembre de 1939, logró preparar la columna tras el atril de Hitler de tal modo que pudo ocultar los explosivos y los detonadores.

El trabajo era agotador. Elser tenía que esconderse y fue sorprendido en varias ocasiones. Metía los escombros en un saco casero y se los llevaba de día, bajo la mirada de las camareras de la Bürgerbräukeller. El trabajo devino una carrera contrarreloj puesto que todo debía estar terminado para el mitin de noviembre de 1939. Aunque no podía evitar la guerra, que Alemania había comenzado al invadir Polonia el 1 de septiembre de 1939, ello robustecía la determinación de Elser para evitar "incluso un mayor derramamiento de sangre".

Durante la noche del 2 de noviembre, Elser ocultó finalmente su artefacto en la columna, y rellenó el resto de la cavidad con explosivos adicionales y pólvora. El complicado mecanismo detonante, que permitía activarse seis días antes, se instaló la noche del 5 de noviembre de 1939. En la mañana del 6 de noviembre, activó los dos mecanismos de relojería para la tarde del 8 de noviembre. Con eso, luego confesó que dejó "la cosa seguir su propio curso". Tras una última inspección de los detonadores de tiempo la noche anterior al 8 de noviembre, Georg Elser dejó Munich camino del Lago de Constanza con la intención de pasar a Suiza.

Hitler se salvó por una coincidencia: debido a la guerra y al ataque planeado de las tropas alemanas en occidente, había decidido por una vez no hablar personalmente en el aniversario de su golpe de estado. En lugar de él, iba a hacerlo su teniente Rudolf Heß. Pero inadvertidamente, Hitler decidió dar un breve discurso fundamental, en el que atacó al gobierno británico. Habló significativamente muy poco tiempo en relación a eventos anteriores, y acabó mucho antes de lo que Elser había previsto. Hitler partió hacia Berlín inmediatamente. Debido a las condiciones meteorológicas, le fue imposible tomar el avión, y tuvo que arreglárselas mediante un tren especial de la Reichsbahn. Sobre las 9h de la noche, Hitler, junto a sus oficiales nacionalsocialistas de alto rango, abandonó el salón, en el que el artefacto explotaría veinte minutos después. Perdieron la vida ocho personas, entre ellas una camarera: la muerte de esta mujer inocente le pesó mucho a Elser. Donde se hallaba el atril de Hitler, había un buen montón de escombros. La explosión había reventado la columna tan manipulada y causó el colapso del techo.

Elser ya había sido arrestado una hora antes en Constanza, a muy poca distancia de la frontera con Suiza, y traspasado a la policía dados los sospechosos objetos de sus maletas. Tras largos interrogatorios y torturas, confesó el hecho unos días después, y su intención de lograr con él la paz en Europa. Estuvo preso durante cuatro años, primero en el campo de concentración de Sachsenhausen, y luego en el de Dachau, totalmente aislado. El 9 de abril de 1945 le dispararon con insidia por orden del mando de la Gestapo. Esos son los hechos en pocas palabras.

Elser – ¿Terrorista o Resistente?
Elser se puso en contra del totalitarismo dictatorial y devino su víctima. Todo aquél que se opone a los tiranos merece que la posteridad considere las razones que le motivaron desde la ética y la moral a adoptar una decisión, pero no la aseveración difamatoria que Elser sufrió tildándolo de terrorista irresponsable. Entretanto, el acto de Elser se valora; y escuelas, plazas y calles llevan su nombre. Fue un hombre excepcional porque rebasó sus propios límites, y con su acto se sitúa por encima de sus contemporáneos.

Elser no fue un terrorista, sino un resistente. El nacionalsocialismo sabía esto. Hicieron una conexión que la sociedad alemana tras la guerra en Alemania no quiso reconocer. Asesinaron a Elser el 9 de abril de 1945, tan sólo unas pocas semanas antes del final del estado nacionalsocialista, en el mismo día que Bonhoeffer, Canaris, Sack y Dohnanyi. Elser no está cuestionado, pues su acto es comprensible si uno acepta que el Tercer Reich era un estado indecente e ilegal. Lo que sigue siendo cuestionado para la posteridad contemplativa es la sociedad alemana que apoyó el gobierno de Hitler, y los militares que estuvieron de su parte hasta el amargo final, y que difamando a la resistencia incluso después de 1945, mantuvieron el moralmente reprobable juramento a su "Führer" y a una bandera que llevaba la esvástica.


Entrevista al director Oliver Hirschbiegel

P: 13 MINUTOS constituye su primera película alemana en prácticamente diez años. ¿Qué fue lo que le motivó tanto como para hacerle volver a su país natal?

R: El guión y el protagonista principal me parecieron fascinantes. Siempre he dicho que si se presentaba un tema alemán que me atrajese, me involucraría inmediatamente. Ése ha sido el caso. Primeramente, leí el guión más que nada por curiosidad, pues conocía la historia de Georg Elser, y lo cierto es que no podía imaginarme cómo podría explicarse de un modo apasionante. Pero mientras leía, me sentí inmediatamente atraído por los acontecimientos. No podía dejarlo, ardía en deseos de saber cómo iría avanzando, pues una y otra vez me sorprendía, y hacia el desenlace todavía otro par de giros me dejaron perplejo. En aquel momento, ya sabía que sencillamente tenía que hacer esta película.


P: ¿Ya conocía la historia de Elser?

R: Sí, desde muy joven. El Tercer Reich me ha tenido ocupado desde que tengo uso de razón. Todas las preguntas para las que no he hallado una respuesta desde mi más tierna edad no me han dejado nunca en paz: ¿Cómo pudo pasar? ¿Por qué nadie hizo nada para oponerse? ¿Por qué no hubo nunca ningún movimiento de resistencia serio? En el intento de encontrar todo lo posible sobre los tiempos nazis, me crucé con Georg Elser ya en mis tiempos de escuela. Me pareció alguien muy interesante, pese a que entonces tan sólo se conocía una fracción de cuanto sabemos de él actualmente. Entonces, todavía se le consideraba el personaje extraño, obsesionado con la idea de asesinar a Hitler. Décadas más tarde, mientras preparaba El hundimiento, volví a tropezarme con Elser, y ya entonces pensé: ¡qué historia tan cautivadora!


P: ¿Qué es lo que le ha fascinado más de él?

R: Su clarividencia. Al fin y al cabo, Elser no es un hombre organizado a nivel político, sino sencillamente un espíritu libre que cree en la individualidad y en la autodeterminación. Es alguien con curiosidad por el mundo y que quiere escapar de las constricciones de la vida rural. Actualmente, puede que alcanzáramos a considerarle un hippie. Percibe una energía que considera destructiva: un sistema que lo controla todo, que cree en la violencia y en la eliminación de toda individualidad o creatividad. Todo eso es lo diametralmente opuesto a sus principios. Y siente una intensa urgencia interna de enfrentarse a este sistema.


P: Es sorprendente, dado que es un simple carpintero del campo.

R: Bueno, tener la mente abierta y la capacidad de la presciencia no es privativo de determinado nivel educativo o del entorno urbano. Elser siente sencillamente que necesita hacer algo. Sabe que eso sólo funcionará si es capaz de eliminar a ese tipo, Hitler. Y como reparador ingenioso, reflexiona acerca de cómo lograrlo. Que tal hombre pueda armarse de valor para realizar algo así plenamente por su cuenta, es extraordinario. Al fin y al cabo, Elser es cualquier cosa menos un terrorista. Creo que no había día que no sintiera en lo más hondo que, si Hitler se salía con la suya, mucha gente iba a morir. Ello le tenía obsesionado.


P: ¿Por qué Georg Elser, además de Stauffenberg o los estudiantes de la Rosa Blanca, fue explícitamente ignorado durante décadas?

R: Por un lado había varias teorías de la conspiración: se aseguraba que Elser era a) Un secuaz de los servicios de inteligencia enemigos, un traidor, pues, de su propia gente, o b) Un contratado por los nazis para ejecutar el ataque, para que Hitler pudiera celebrarse como inmortal. Esas teorías han persistido con variaciones, y sólo se han desmentido de modo inequívoco recientemente. Y por encima de ello: mueve a vergüenza la idea de que un pequeño artesano del campo suabio sea el único en darse cuenta de lo que está pasando en Alemania, y actúe contra ello. Obvio que genere el reflejo de barrer esta historia debajo de la alfombra. Así que ¡ya es hora de llevarla a la gran pantalla!


P: ¿No tuvo algunas dudas dado que ya había dos films sobre Georg Elser?

R: No. El telefilm sobre Erler, Der Attentäter, data de los años sesenta, cuando todavía se retrata a Elser como un inadaptado ingenuo. Y el film de Brandauer resigue la clásica tensión in crescendo propia de Hollywood. Ello se evita en el guión de Breinersdorfers, y eso es lo que me gustó particularmente: que aquí, el suspense se crea por vía psicológica, por la situación en la que se ve atrapada toda la gente. Por así decirlo, para mí, 13 Minutos es como el trasfondo de El hundimiento: mientras que allí me concentraba en las semanas finales del Tercer Reich, aquí hablo de los años treinta, cuando el nacionalsocialismo se está expandiendo lentamente.


P: En términos concretos, ¿cómo procedió en su visión para la realización?

R: Quería crear una sensación de estar permanentemente cohibido. Ésa era la sensación que tenía, una vez y otra, cuando me ocupaba del régimen nazi. También Jean Genet describía eso así cuando iba de excursión por Alemania como desertor, vagabundo y ladrón en 1937: le parecía como si todo el país estuviera atrapado bajo una enorme campana de cristal. Eso es lo que trataba de mostrar, sin denunciar a la gente. Mi intención estaba en mostrar la vida auténtica en el campo alemán en aquellos días: una comunidad tradicional de pueblo que se ve progresivamente invadida por nazis.


P: Eso puede apreciarse en el festival de la cosecha, por ejemplo.

R: Exacto. Observas eso, y primero piensas: ¡qué acogedor! parece divertido, me gustaría sumarme. Pero en cierto momento, comienzas a ver las esvásticas, y te das cuenta de que ya hay unos tipos de esos de la 'Sección de Asalto' rondando por ahí, y de repente, esa sensación agradable se te queda atravesada en la garganta.


P: Respecto a otra escena clave: ¿cómo realizó la secuencia del discurso de Hitler en la Bürgerbräukeller?

R: Teníamos reconstruido el interior de la Bürgerbräukeller dentro de un almacén de fruta al sur del Tirol, aunque sólo era un tercio del salón, por lo que tuve que emplear espejos para reflejar la pared del fondo con miras a obtener los correspondientes contraplanos. Y sólo disponíamos de unos 100 extras, que hicieron las veces de varios miles con ayuda de la animación digital. El equipo de CGI se encargaba de obtener imágenes de las otras secciones del salón, por así decirlo. Además, empleé unos pocos trucos sencillos que demuestran su eficacia desde los años treinta: sólo había medio pasillo que poder rodar desde la galería, y finalmente invertí el peinado de Christian Friedel, puse en su lado opuesto la cadena en su reloj de bolsillo, y entonces le reflejé en un espejo.


P: ¿Y cómo abordó las escenas de interrogatorios?

R: Para crear una atmósfera de desesperanza, nunca moví la cámara durante los interrogatorios: no hay panorámicas o trávellings, las tomas son estáticas, las imágenes parecen delimitadas. Copié esto de maestros como Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa, pero obviamente esto sólo podía funcionar porque disponía de tan tremendos actores. Si la cámara no se mueve nunca, la dirección ha de ser sólida. No hay engaño.


P: ¿Cómo trabajó con Burghart Klaussner y Johann von Bülow a este respecto?

R: Quería mostrar a Müller, el personaje de Johann, como un soldado del todo severo y pragmático que va tras su objetivo, desenmascarar a Elser; es un servidor adusto. Obviamente, eso exige de un actor una increíble restricción, pero Johann solucionó su labor con brillantez. Con Burghart, lo importante para mí era una actitud contraria: tenía que suscitar cuantas más facetas mundanas mejor en su encarnación de jefe de policía, Arthur Nebe. Pues Nebe era un oportunista, y también un pragmático, pero mucho más flexible y complejo. Al final, incluso se vio implicado en el atentado de Stauffenberg de julio de 1944.
El registro de los interrogatorios también evidencia que Nebe sentía fascinación por Elser en cierto sentido. Así que presioné a Burghart para que su personaje brillara con todos los matices posibles, lo que por supuesto asumió agradecidamente.


P: ¿Y cómo describiría su labor con Katharina Schüttler?

R: Podría formularlo de este modo: montamos tiernamente la misma ola. Lo bueno de Katharina es que no se puede estar seguro de lo que hará a continuación. Lo cierto es que no lo sabe ni ella. Siempre permanece en el personaje, pero siempre añade algo nuevo, de tal modo que cada toma con ella es ligeramente distinta. Además, nada le asusta: no importa lo que le pidas, se lanza a ello con coraje y feliz despreocupación, igual que un alocado caballo de carreras. ¡Fascinante!


P: Y, por supuesto, ¿cómo trabajó con Christian Friedel?

R: Bueno, ya se advierte en La cinta blanca lo fascinante como actor que es. Y debo decir que nadie hubiera podido dar vida a Georg Elser ni por asomo como él. Nuestro primer día de rodaje ya funcionó tan fluidamente que supimos que éramos como dos hermanos manejando al unísono el bote. Sólo había que echar un vistazo a la habitación, o lanzar una pista, para que al instante todo se moviera en la dirección precisa. Era la simbiosis perfecta. En el periodo de ensayos, sólo le había pasado a Christian unas pocas notas sobre Elser, que comprendió inmediatamente e hizo funcionar.


P: ¿En qué consistían esas notas?

R: Por ejemplo "Stenz", un término bávaro referido al hombre de mujeres desenfadadas. Elser es un tipo que sabe gusta a las chicas. Pierden la razón por él, es el músico sensible tan distinto de los otros tipos. Las mujeres a menudo creen que los hombres más excitantes son aquéllos difíciles de atrapar. Pero a Elser le gustaban las mujeres de verdad; le encantaba la vida con ellas, y estoy convencido de que también era un excelente amante. Otra idea básica para Christian, "Pop star". Como músico, Elser siempre era objeto de atención pública, y en el film le quería apoyado en su bicicleta como si hubiera saltado de la cubierta de un CD de Beck. O: "Capricornio". Un tipo especial, que no sólo despunta por trabajar meticulosamente, sino por cierta forma de ascetismo. Encerrarse en el Bürgerbräukeller durante 30 noches y hacerse rasguños en las rodillas en el proceso, probablemente no le ocurriría a un Sagitario o a un Libra; es más propio de un Capricornio.


P: ¿Qué lección podemos extraer de Georg Elser en nuestros días?

R: Coraje moral. Cuando se llega al momento en que uno se dice: "¡No voy a aceptar más esto, me resulta imposible tener la consciencia tranquila!" me recuerda inmediatamente a Edward Snowden. También él había observado durante años lo que estaba pasando en un sistema supuestamente democrático; esto no le dejaba en paz hasta que salió y pasó su información al público aún sabiendo que eso acabaría con su vida tal como la conocía. Aceptó tener que estar huyendo permanentemente, ser expulsado de todo el mundo, vivir con miedo por su vida. Pero aún así, se puso derecho y dijo: "¡Esto no puede ser!" En lo que concierne a esta urgencia interna, Snowden, un hombre altamente inteligente y sofisticado, no es distinto de Elser.


P: ¿Cuál fue su mejor experiencia durante el rodaje?

R: Nuestros dos días de rodaje en el Lago Constanza fueron particularmente bellos. En esta secuencia, hablamos del espíritu de un nuevo comenzar a principios de los treinta, cuando emerge una sorprendente cantidad de ideas nuevas, que luego son suprimidas otra vez en Alemania: Jazz, el concepto de amor libre, el movimiento "Wandervogel", los naturistas… Durante casi todo el rodaje, tuvimos básicamente mal tiempo, siempre con nubes amenazadoras, lluvia, tormentas... pero en esos dos días precisamente, tuvimos sol en el Lago Constanza, y una luz propia de verano. Para nosotros, aquello era como una enorme fiesta hippie: era como si se nos hubiera lanzado un cable desde los alto. Pero está mal remarcar esos dos días.


P: ¿Por qué?

R: Porque todos y cada uno de los días de rodaje de esta película fueron una experiencia extraordinaria. Cada mañana, iba a trabajar con curiosidad, el corazón abierto y una sensación de inmensa alegría. Eso era del todo excepcional. Y no se acabó con el fin del rodaje: también monté la película en tiempo récord. Eso no se debía tan sólo al hecho de que el material fuera tan bueno, sino también a que tenía a mi lado a Alexander Dittner, un montador extremadamente rápido y hábil.


P: Si la gente compra una entrada y ve el film acabado, ¿qué obtienen a cambio de su dinero?

R: Se experimenta una personalidad fascinante, que se trasciende a sí misma. Al tiempo, se observa un sistema que arruina siglos de viejas tradiciones de un pueblo cultivado. Y creo que todo esto se cuenta de tal modo que el espectador no está simplemente observando una pieza de museo sin moverse, sino que se ve metido en la historia.