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  Hipócrates  (Hippocrate)
  Dirigida por Thomas Lilti
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Escrita y dirigida por Thomas Lilti, la película está protagonizada por Vincent Lacoste, Reda Kateb, Jacques Gamblin y Marianne Denicourt.


FESTIVAL DE CANNES 2014 - Semana de la crítica – Película de clausura
FESTIVAL DE GIJÓN 2014 - SECCIÓN OFICIAL

PREMIOS CÉSAR 2015 SIETE NOMINACIONES y UN PREMIO:
- Mejor película
- Mejor director
- Mejor montaje
- Mejor guión original
- Mejor actor protagonista (Vincent Lacoste)
- Mejor actor secundario (Reda Kateb) - PREMIO
- Mejor actriz secundaria (Marianne Denicourt)


Thomas Lilti (Dirección, guión)
Antes de licenciarse en medicina, Thomas Lilti dirigió tres cortometrajes, Quelques heures en hiver, Après l’enfance y Roue libre. Es un realizador atípico ya que continúa ejerciendo como médico generalista además de su trabajo como guionista y director. En los últimos años ha desarrollado numerosos proyectos para el cine y la televisión, incluyendo su primer largometraje, Les yeux bandés, protagonizado por Guillaume Depardieu, que se estrenó en 2008. También coescribió Télé Gaucho con Michel Leclerc, y Mariage à Mendoza con Edouard Deluc.


Entrevista con Thomas Lilti

P: Antes de convertirte en director de cine estudiaste medicina. ¿Qué tiene Hipócrates de autobiografía?

R: No sólo estudié medicina, también ejercí la profesión de médico. Mi carrera médica corre en paralelo con la de director de cine autodidacta, hasta la preproducción de mi primera película, Les Yeux Bandés (Los ojos vendados). En mi segunda película quise fundir ambas trayectorias. Por lo tanto, Hipócrates es una película autobiográfica pero no es una historia real. Benjamín soy yo, pero sigue siendo un alter ego ficticio. Es un médico interno muy joven, como fui yo. Y al igual que él, mi padre era médico. Pero aparte de mi experiencia personal en el mundo de la medicina, quería hablar de la estructura y los métodos de trabajo en un hospital a través de mi protagonista.


P: De hecho, Hipócrates tiene dos personajes protagonistas, Benjamín y Abdel.

R: Esa es la paradoja de este proyecto. Al principio no quería centrarme en Benjamín sino rendir homenaje a los médicos extranjeros que conocí durante mi trabajo en el hospital. Ellos son los que me enseñaron medicina. Ellos son los que cubren los turnos de noche, los que están ahí cuando las cosas se ponen feas. Son extranjeros de 35-45 años con mucha experiencia y con los que estableces vínculos de amistad y fraternidad. Al principio, Hipócrates era la historia de Abdel.


P: Esos vínculos hacen que los ritos de iniciación conformen la esencia de Hipócrates. Son una parte crucial de la vida de un hospital donde se desarrolla casi toda la acción.

R: Mientras lo escribíamos, el guión dejó de lado de forma espontánea y casi sistemática todo lo que ocurría fuera del hospital. Este extraño fenómeno siguió produciéndose durante el montaje ya que se descartaron más escenas externas. El viaje de Benjamin y Abdel a Pigalle adquirió mucha más amplitud pero su importancia disminuyó de forma natural ya que la realidad de los hospitales es que son lugares cerrados, aislados del resto del mundo. Cuando eres interno, pasas el 90% de tu tiempo en el hospital. Todos los ritos sociales, las amistades masculinas, las historias de amor, el descubrimiento de las responsabilidades, la relación con la muerte... tienen lugar en ese recinto cerrado. Así que era evidente que Hipócrates debía desarrollarse allí.


P: Pero al haber un solo escenario surge un problema considerable: ¿Cómo filmar o representar el hospital?

R: Esa es una de las principales apuestas de Hipócrates, sobre todo porque la televisión lleva filmando hospitales de forma intensiva en los últimos veinte años y eso ha alimentado el inconsciente colectivo con una imagen muy precisa. Una de las vías de escape era filmar las relaciones humanas dentro de ese escenario, más que el escenario en sí mismo, pero sin traicionar la realidad. Mientras rodábamos nunca perdí de vista esa realidad porque es la correa de transmisión de la película y de sus elecciones artísticas. Por ejemplo, la diversidad de escenarios. En París casi todos los hospitales están diseñados como un campus universitario en el que no hay dos edificios iguales y cada uno de ellos tiene funciones claramente definidas. Tuvimos que reproducir esos entornos diferentes sin perder de vista a los personajes que habitan en los edificios. Esa es la imagen que tengo clavada en la mente: hombres y mujeres cruzándose, compartiendo los espacios. Las paredes sólo sirven como cobijo.


P: Tu manera de filmar la vida en ese entorno es una visión diferente a la que el cine francés ofrecía tradicionalmente de la vida en un hospital. Por lo general, se muestra como un mundo de gente importante que se relaciona en un entorno administrativo y "blindado", por decirlo de alguna forma.

R: En la actualidad, los hospitales han dejado de ser instalaciones ultramodernas. De hecho algunos están mal conservados y bastante decrépitos. Los jefes de departamento son ahora funcionarios públicos que, aunque lejos de la miseria, ganan significativamente menos que los especialistas en la medicina privada. El 30-40% de los médicos que trabajan en los hospitales públicos son extranjeros provenientes de países fuera de la Unión Europea, mal pagados y que viven de forma bastante precaria. Quería mostrar esa realidad sin convertirla en el tema de la película, que no es una historia sobre esa problemática. No es una denuncia.


P: Pero la película tiene un claro componente social, casi político ya que los internos están a punto de votar para ir a la huelga.

R: Es cierto. Pero mi intención era filmar un movimiento colectivo en ese tipo de estructura. No quería sobredimensionar los temas sociales y que la historia recurriera deliberadamente a aspectos más ficticios, como el accidente de Benjamín. Eso es lo que permite que la escena que mencionas ocurra. Los movimientos y las revoluciones no los provocan nunca el descontento o los defectos del sistema, sean del tipo que sean, sino acontecimientos precisos con un fuerte impacto emocional. Intenté estructurar Hipócrates desde ese punto de vista. Esa escena sólo funciona porque a lo largo de la película nos hemos ido familiarizando con los rostros que hay en ella. La historia de Benjamín y Abdel es el epicentro, pero también es importante mostrar el aspecto colectivo, para que el público sienta curiosidad por personajes más secundarios. Ninguno está ahí sólo para servir a un propósito; todos se juegan algo, por poco que sea. Está claro que hoy en día, contar una historia sobre un lugar como ese abarca mucho más. No recuerdo quién dijo que se puede evaluar el estado de un país observando cómo son sus prisiones. Creo que eso también se aplica a los hospitales, aunque ese no era mi objetivo. Aunque no esquiva ese aspecto, Hipócrates no es un manifiesto.


P: Entonces, ¿ese deseo de no reducir Hipócrates a un retrato social fue lo que te llevó a convertir el suspense que rodea un error médico en el hilo conductor de la historia?

R: Como director, mi objetivo es entretener. No deseaba que fuera una película policíaca ni un thriller de tema médico, pero sí quería hablar sobre los errores médicos y sus consecuencias. Y, a través de ellos, la problemática de la impunidad. Los tres pilares del mundo hospitalario -el nepotismo, el corporativismo y la ética- siguen estando muy presentes. Es lo que yo he conocido. Quería hablar sobre los efectos perversos que se generan en un entorno jerárquico: es evidente que protege pero no evita la culpa, no impide que la gente tenga dudas. Cuando era un joven interno, esa relación con la impunidad es lo que me resultó más doloroso porque te permite pasar de la ética a la moral ya que te preguntas que si no se castiga un error se puede deducir que nunca se cometió. Y es una disyuntiva aún más importante para un interno joven como Benjamín.


P: Las diferencias de edad entre los personajes tienen mucha importancia en Hipócrates. Benjamín se mide a Abdel, que tiene doce años más que él, y a su padre. ¿Este aspecto generacional influyó en la elección del reparto de la película?

R: Como mucha gente, conocí a Vincent Lacoste en The French Kissers (Les Beaux Gosses). No diría que escribí Hipócrates para él, pero no tardé en identificarle con el personaje de Benjamín. De todas formas, quería un actor muy joven. Sobre todo no quería que alguien de 30 interpretara a un chico de 20 como suele pasar a menudo. La autoridad natural que desprende Reda Kateb, tanto en la pantalla como en la vida real, también lo convirtió en una elección evidente para el papel. Sólo me dejé guiar por mi instinto. Sentí que tenía muchas cosas en común con los médicos extranjeros con los que yo había trabajado. Así que ambos actores encajaban de forma natural con sus personajes. El Profesor Barrois tenía un papel mucho más importante en el guión. Las técnicas interpretativas de Jacques Gamblin son muy diferentes a las de Vincent y Reda y eso provocó un contraste que se convirtió en una ventaja al añadir la rigidez que exigía el personaje. Y entre los tres está Normandy. Quería a una mujer que irradiara autoridad al tiempo que creaba cierta ambigüedad debido a su innegable belleza. No quería que fuera una médica amargada, una rata de laboratorio solitaria. Marianne Denicourt era perfecta para el papel.


P: Hipócrates también tiene algunos personajes secundarios de lo más pintorescos. Sobre todo Philippe Rebbot que cuenta en una divertidísima escena un episodio del Dr. House. Esto recuerda que en los años 70 los hospitales fueron los escenarios favoritos del cine francés, pero después han sido un territorio casi exclusivo de las series de televisión americanas. ¿Cómo explicas esa transición?

R: Hay una realidad inapelable: a la gente que trabaja en los hospitales le encantan las series médicas. Además, creo que los hospitales son un lugar perfecto para esos tipos de intrigas. La televisión lo ha explotado a fondo, desde las comedias a las series policíacas. Antes de eso, la televisión se apoderaba de ciertas profesiones y convertía a sus miembros en héroes, en algunos casos literalmente, pero sin contar realmente la historia del mundo de los personajes, que es lo que he querido hacer con Hipócrates. Mi idea inicial no consistía en contar las vicisitudes de un joven interno de medicina sino los entresijos, la historia que discurre entre bastidores.