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  Clan salvaje  (Mange tes morts)
  Dirigida por Jean-Charles Hue
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Clan Salvaje es un trabajo del cineasta francés Jean-Charles Hue, quien nuevamente vuelve a trabajar con la familia Dorkel, para ofrecer un retrato frenético de la comunidad gitana yeniche. Clan Salvaje es una de las películas francesas más destacadas y aclamadas de 2014, ganadora del Premio Jean Vigo a la mejor película francesa, y recompensada también en el Festival de Cine de Turín como mejor película. En España, ha pasado por los festivales de Sevilla 2014 y el IBAFF 2015.


Jean-Charles Hue (El director)
Cineasta francés nacido en 1968. Desde el año 2003, filma con su cámara las aventuras de los Dorkel, una familia yeniche del norte de Francia originarios de los nómadas centreuropeos. En 2009, realiza su primer largometraje, Carne Viva, donde explora la mitología urbana de Tijuana. En 2010, rueda su primera ficción, La BM du Seigneur, entre cine policíaco y western gitano.

2014 · MANGE TES MORTS- CLAN SALVAJE
2010 · LA BM DU SEIGNEUR – FID Marsella en 2010
2009 · CARNE VIVA – Festival Internacional de cine de Turin en 2009
2008 · Y’A PLUS D’OS (cortometraje)
2007 · L’OEIL DE FRED (cortometraje)


Ficha artística
Frédéric Dorkel (Fred Dorkel)
Jason François (Jason Dorkel)
Mickaël Dauber (Mickaël Dorkel)
Moïse Dorkel (Moïse Dorkel)
Philippe Martin (Tintin)
Christian Milia-Darmezin (Boniface)


Entrevista con Jean-Charles Hue

P: ¿Cómo conociste a la familia protagonista de esta película?

R: Hace 18 años, cuando estudiaba en la escuela de arte de Cergy-Pontoise, solía pararme a menudo para ver y charlar con los viajeros con quienes solía cruzarme al borde de la carretera, hasta que un día dos de ellos, cuando descubrieron que mi madre se apellidaba Dorkel, me hablaron de la Familia Dorkel en la periferia de París. Conocí entonces a Violette y sus hijos, Fred, Jo, Maurice y Sandra, quienes me llevaron directamente a un encuentro evangélico que tenía lugar al lado de una caseta. Un pastor hablaba del Señor en un estado entre el trance y la iluminación, y todos los gitanos se giraban hacia mí, el “payo”. Cuando comprendieron que éramos parientes, pensaron que yo era un huérfano en busca de una familia de adopción. Me llevaron a la Asamblea evangélica de Gien. Allí, he visto cosas increíbles: un gran descampado, 40.000 gitanos y el alargado cuello de una jirafa que pasaba por encima de un mar de caravanas; se trataba de uno de los animales del circo Bouglione que prestaba su carpa a la iglesia evangélica.


P: ¿Qué particularidades tiene esta comunidad yeniche?

R: Contrariamente a los gitanos venidos de la India, los yeniches vienen del centro de Europa, principalmente de Alemania, como lo prueba la numerosa presencia de palabras de su vocabulario. Algunos dicen que son descendientes de los Celtas. Como los gitanos, se pusieron en marcha hacia nuevas tierras después de perder sus medios de subsistencia. Algunos tunantes se unieron a ellos, si hacemos caso de la traducción de la palabra “yeniche” que querría decir estafador en francés. Esta comunidad llegó a Francia en la Edad Media.

Desde el “despertar” evangélico de los años 50, las diferentes comunidades de pueblos nómadas se han mezclado. Gitanos y yeniches no se han llevado siempre de la mejor manera. A mi modo de ver, esas viejas rivalidades se deben a un déficit de estima por la cultura yeniche, debido a una pobre práctica del arte musical. La bella silueta de la bailarina gitana acompañada por la música de violines se ha asociado siempre a los gitanos como un aura imborrable. Los yeniches han sido más temidos que admirados por su talento. A los ojos de los gitanos, son gentes brutas y peligrosas que se hacen sus propios tatuajes mediante carbón y aguardiente. Su resistencia al dolor y su fuerza física han sido siempre legendarias.


P: ¿Qué implicaciones tiene rodar con genta tan nómada?

R: La película estuvo a punto de interrumpirse en numerosas ocasiones pues no son actores dóciles, entre peleas y persecuciones. Antes de cada escena, los cojo un momento para explicarles cuál es la importancia de la secuencia, quién debe tomar la palabra, quién debe retirarse a un segundo plano, y les leo también los diálogos, que luego generalmente reinventan. Lo que me interesa es que la realidad y la ficción se mezclen: como en las primeras fotos de Larry Clark o en su primera película, Kids. No importa si se trata de un documental o de una ficción, lo que importa es encontrar el equilibrio entre lo que queremos explicar y la forma cómo lo vamos a explicar, siguiendo los códigos de la comunidad. Para ellos, lo más importante es ser creíbles, que las situaciones sean coherentes psicológicamente y que las escenas peligrosas no les avergüencen, justamente a ellos que han nacido con un volante entre las manos. Por ejemplo, cuando el joven Jason debía ponerse como una furia con su hermano por haber matado a un payo, se opuso a hacerlo: “¡no voy a enfadarme y gritar contra mi sangre por un payo!”.


P: Contrariamente a La BM du Seigneur que alternaba momentos documentales y ficcionados, Clan Salvaje es una obra puramente cinematográfica…

R: Inicialmente, La BM du Seigneur tenía que ser una home movie, una película montada mediante material documental que había acumulado durante mucho tiempo. Pero finalmente, me apeteció convertirlo en una ficción y mi productor me siguió. Escribí un guión y volví a rodar. Pero no sabíamos si algún día La BM du Seigneur se estrenaría en cines. Clan Salvaje es una ficción al 100%. Se trata de una película pensada y escrita como tal, aunque mi cine se nutre de la vida de toda la comunidad. Las dos tienen en común que nos sumergen en historias vividas por los Dorkel e incluso por mí mismo, además de la propia mitología de los gitanos. Este periplo en coche sucedió efectivamente pero numerosos elementos inventados fueron añadidos creando una road movie, una especie de cabalgada cercana al western.


P: ¿De dónde surge el dilema que se plantea Jason, la elección entre una vida cristiana y una vida de delincuencia?

R: Desde el primer momento en que entré en su mundo nómada, comprendí que cada uno de ellos debía elegir entre los dioses de la guerra y el Cristo resucitado. Muchos jóvenes se sienten obligados a ponerse a prueba –al menos por un tiempo– yendo a robar o desafiando a la policía. Es algo que remonta a la época en que los gitanos luchaban por su supervivencia. Tras unos años de prisión, algunos de ellos se han orientado hacia la religión puesto que su mundo no está exento de Dios ni de mitología. Recuerdo haber visto entrar en trance a algunos que rezaban en las reuniones evangélicas y, cinco metros más allá, a otros grupos de jóvenes no creyentes haciendo carreras de coches robados antes de prenderles fuego al romper el alba. El paraíso y el infierno juntos, en definitiva. En la Biblia, está escrito que Dios vomitó a los tibios. Cada elección vital no es sino radical. En la película, Violette sabe que su joven hijo adoptivo, Jason, se encuentra en la edad de elegir. Sabe también que la salida de prisión del hijo mayor, Fred, puede llevar a Jason a seguir su mismo camino. De nuevo, el bautismo es la única muralla verdadera en la que refugiarse.


P: El periplo nocturno en la carretera iniciado por Fred semeja un ritual iniciático.

R: Fred es un hombre chapado a la antigua aunque esto parezca no corresponderse con su edad. Necesita tener siempre una misión para poder existir, tanto para él mismo como para los suyos. Los antiguos tienen una expresión para decir que uno se aventura fuera de la comunidad, le llaman “ir al mundo”. Cuando era joven, atribuía a esta expresión el hecho de traspasar las fronteras, adentrarse en terra incognita: cualquier cosa podía suceder durante una de aquellas aventuras en coche, un encuentro con la policía o con el Diablo en persona. Y de hecho es lo que sucede en el film. Al alba, tener la sensación de volver todavía vivo de un combate, es el retorno del guerrero que ha conseguido alargar algo más la libertad de la comunidad. Las creencias han sido probadas y preservadas. No es un combarte egoísta ni privado de moral sino un combate que se libra “en el mundo”, en los límites territoriales, allí donde se decía antaño que vivían los dragones.


P: El destino de Fred parece también el crepúsculo de un mundo. Uno piensa evidentemente en el cine americano, una especia de John Wayne en El Hombre que mató a Liberty Balance…

R: Sí, es el fin de un mundo donde la diferencia entre payos y gitanos existió realmente. Este aspecto crepuscular me ha provocado una impresión muy fuerte en mí mismo desde tiempo atrás. De muy joven, adoraba por encima de todo los westerns, sobre todo cuando los héroes envejecidos encontraban el sentido de su vida en un combate final. Cuando conocí al clan Dorkel, fue como si cogieran forma bajo mi mirada las problemáticas de los mercenarios de Grupo Salvaje, como el discurso del pastor que abre la película. Cuando Fred recupera su coche en el garaje enterrado – ¡el equivalente de la montura de su época!– funciona de manera parecida: lo desentierra o lo recupera y con él su pasado. Si el mundo ha cambiado, Fred no lo ha hecho.


P: La película hace también referencia al polar. ¿Tu idea era partir de la comunidad gitana para abordar el género policíaco?

R: El polar, el cine negro, el western y otros géneros como el fantástico o un cine poético como el de Paradjanov siempre me han parecido subyacentes en el germen del mundo nómada. Yo mismo he vivido epifanías y tiroteos en el curso de un mismo día. Recuerdo el día en que tuve ocasión de comprar una pistola. Parecía una escena digna de Melville: una antigua casa de las afueras, destrozada y aislada, la mujer preparando una sopa de col mientras el marido presentaba un abanico de pistolas sobre la mesa. Cuando sacó una P38, las imágenes de El círculo Rojo me vinieron nítidas a la cabeza. Compré esa pistola entonces y he rodado todas mis películas con ella. No creo haber llevado los gitanos hacia el cine de género: son los gitanos quienes han acogido el cine en ellos.