Cinemanía > Películas > Los exiliados románticos > Comentario
Destacado: Llega a las salas de cine comerciales 'Vaiana 2'
  Los exiliados románticos  Dirigida por Jonás Trueba
¿Qué te parece la película?
Gracias
Ver resultados

La tercera película de Jonás Trueba, ganadora del Premio Especial de la Jurado, Biznaga de Plata a la Mejor Música y Mención Especial de la Crítica en el Festival de Málaga y presentada internacionalmente en BAFICI.

Interpretada por Vito Sanz, Francesco Carril, Luis E. Parés, Renata Antonante, Isabelle Stoffel, Vahina Giocante, es una producción de Los Ilusos Films y Javier Lafuente, distribuida por CineBinario Films.


Une simple histoire
La idea de Los exiliados románticos surge de un envite entre amigos, y creo que no será la primera película que nace a raíz de alguna clase de apuesta o reto...

Quería hacer una película que tuviese la virtud de la levedad y que, sin embargo, estuviera cargada de personajes y situaciones. Que se sintiera ligera, sin coartadas dramáticas ni falsas expectativas, y que se pareciese a la vida; o, al menos, a un fragmento de la vida.

Sobre la marcha descubrí que lo que estábamos haciendo era una película sobre la amistad. Pero la amistad sin exaltaciones, cuando ya se ha hablado de casi todo pero aún así seguimos hablando y riendo, porque nos sabemos condenados a estar juntos.

Quería también hacer una película sobre el relaciones amorosas que han sido o que podrían haber sido. Detenernos un momento ahí, en lo que no tiene la forma definitiva de una gran historia y sin embargo sigue produciendo alguna clase de emoción, una duda, la posibilidad de algo por venir o revisitar.




Scènes de La vie française
La frase que más nos decíamos los unos a los otros antes del rodaje era: "nos hemos tenido que inventar una película para irnos todos juntos de viaje" y luego reíamos, con arrogancia impostada, como si realmente fuésemos profesionales de algo y nos apeteciese más el rodaje que el viaje. Como si en el fondo prefiriésemos el cine a la vida. O quizá reíamos para disimular el miedo que nos daba otra frase que repetía mucho Jonás, "no tengo ni idea de lo que vamos a hacer". Todos reíamos, como si no nos diese miedo la improvisación. Sin embargo, algo se escurría y se notaba porque en seguida nos consolábamos los unos a los otros. "Algo saldrá. Seguro que va a ser una película genial". Todos hablábamos sin parar e impostábamos la risa sin parar.

Y de repente cogimos la furgoneta e hicimos un viaje de muchas horas, cruzamos una frontera, grabamos tres planos, vimos que iba en serio, que hacíamos una película, que en Toulouse nos recibían con la mesa puesta, que antes de dormir todos suspiramos pensando que si el cine vale la pena es por hacernos cruzar fronteras.

El tercer día de rodaje llegamos a la Chapelle, una iglesia desacralizada donde se hacen conciertos. El plano consistía en que Vito y yo, sentados en una mesa, nos moríamos de risa mientras Francesco y Renata se desencontraban en la cocina. Ellos se sentaban con nosotros en la mesa y reíamos todos juntos. Y, de repente, se borró la frágil línea que diferencia el cine y la vida, la verdad del artificio. Los cuatro empezamos a reír de verdad, lloramos, a mí me empezó a doler la espalda, Vito casi se cae. Escuchamos el ‘corten’ y seguimos riendo, y todo el equipo estuvo riendo los siguientes 12 días. Riendo y hablando. Riendo y compartiendo. Inventamos un nuevo lenguaje fraternal en el que nos reconocíamos, en el que la risa era el santo y seña. Y nos olvidamos que éramos profesionales y que una vez tuvimos miedo por no saber qué iba a suceder, de qué iba a ir la película. Estábamos todos allí por lo mismo, por reír haciendo cine, que es lo mismo que decir reír por haber vivido. Dejamos de ser un equipo de cine para ser un grupo de amigos que se unen para conseguir aquello que se han propuesto: que la película que están haciendo se confunda misteriosamente con la vida.




Action musicale
Fantaseaba en verano con hacer una gira francesa. A la vez, y sin yo saberlo, Jonás preparaba una película también por Francia. ¡Unámonos!, dijimos. Tocaré donde rodéis vosotros, será divertido. Vale. Y harás la banda sonora. Por supuesto, será un placer. Por dentro, aterrada. ¿Cómo voy a hacer yo una banda sonora? Demasiado tarde, ya he aceptado.

No sabía nada de la película, apenas unos retazos. Conocía a alguno de los actores y a algunas personas del equipo. Ilusión y miedo. Desfilan ante mis ojos escenas, planos, secuencias, la luz que reina, varias ciudades francesas. Sólo algunos parecen saber qué se está haciendo pero todos trabajan. Es esa camaradería y entrega del cine que he visto otras veces. El "todos a una" que no veo en la música porque no requiere tanta orquestación… Todo se rueda, se recoge. Yo me dejo llevar y me dedico a ser feliz. Casi no pienso en la banda sonora, tomo notas que sé que no servirán para nada.

Volvemos. Nuestro viaje se ha convertido en una película. No hay una gran historia, no hay intriga, ni un final glorioso, sin embargo tiene algo que emociona profundamente. Tiene eso que me gusta tanto de las películas de Jonás, ese afán humilde de rodar lo que ve, lo que le pasa, a él y a la gente que quiere, sin artimañas, sin aderezos ni filtros.

Así que con el anhelo desesperado de estar a la altura y sin ninguna directriz, me pongo a encadenar notas y ritmos. No pienso en tiempos, ni en poner música a momentos concretos. Intento confiar en mi intuición y dejarme llevar por las sensaciones de los planos que acabo de ver. Le mando a Jonás los fragmentos que tengo y una canción que brota casi sin mi consentimiento. Le gusta. Ay.




Una película sobre la marcha
Cuando pienso en esta película ahora, después de haberla hecho, pienso sobre todo en lo fácil que hubiera sido no hacerla. La mayoría de las películas arrastran consigo un proceso largo de maduración y reflexión que suele desembocar en otro proceso largo de escritura, pre-producción, rodaje y montaje. Me atrevería a afirmar que todos los cineastas solemos "forzarnos" en cada nueva película que decidimos abordar, nos cargamos de razones y nos convencemos a nosotros mismos antes de convencer a los demás. Pero mi caso con "Los exiliados románticos" ha sido más bien al contrario. Un día me encontré en un bar especulando en clave de broma sobre la posibilidad de una película bastante absurda y cómica; otro día me descubrí pensando aquella broma de forma cada vez más seria.

Algunas conversaciones después aquello había tomado la forma de una nueva producción ilusa y poco después estábamos de nuevo en marcha, esta vez de manera literal, con la promesa de abordar un rodaje en apenas dos semanas grabando sobre la marcha en Madrid, Toulouse, París y Annecy, una pequeña cámara de fotos Lumix GH3 y una furgoneta Volkswagen modelo California. Sé que todo esto puede sonar poco serio o hasta frívolo, pero lo cierto es nunca antes me había embarcado en una aventura tan exigente, y no solo a nivel cinematográfico. Quizá a algunos les sorprenda leer esto y luego ver la película, tan sencilla, tan poco ostentosa en sus desplazamientos y valores de producción, prácticamente reducidos a la anécdota. Creo que ése y no otro era el ánimo de todos los que vivimos los intensos días de rodaje, sintiendo que le arañábamos a los últimos días del verano una película que apenas habíamos entrevisto antes, que nos sorprendía e intrigaba en cada plano, sin saber bien cuál podría ser el siguiente.




Han dicho
Un zarpazo al tiempo, al verano, a la juventud y, ya puestos, a la propia vida. Al amor - EL MUNDO

Un acto de amor al cine - FOTOGRAMAS

Una obra honesta, sentida, sensible, artesanal y, sobre todo, disfrutable - OTROS CINES