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  La promesa  (A promise)
  Dirigida por Patrice Leconte
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Drama romántico dirigido por el director Patrice Leconte (“El marido de la Peluquera”) y que cuenta en el reparto con Rebecca Hall ("Transcendence", "Iron Man 3"), Alan Rickman ("El mayordomo", "La saga Harry Potter") y Richard Madden ("La canción del cielo", "la serie de televisión Juego de Tronos").


Notas del director
La promesa es una película sensual, intensa, inolvidable.

Inolvidable porque, más que nunca, la iluminación, los decorados, el modo en que se ha rodado, el guion, el ritmo, todo ello se forjará con precisión para transmitir las vertiginosas sensaciones de la historia. Preside mi mente una idea precisa, refinada, cautelosa, pero nunca yerma: el inquietante encanto de un film emana de su mise en scène.

Intensa, porque la novela de Stefan Zweig es una maravilla de concisión, como si el autor se hubiera tomado muy en serio deshacerse de todo cuanto no concerniera estrictamente a la historia y a las sensaciones que emana. La adaptación, escrita por Jérôme Tonnerre, respeta ese deseo de pegarse a lo esencial con el fin de que cada escena vibre con algo secreto, tácito pero deslumbrante.

Sensual porque de eso va todo: el deseo de los amantes. Amar sin saber si hay posibilidad de ser correspondido. Soñar sin ser capaz de expresar el sueño. Mantenerlo en secreto, pero viviendo de una mirada, del más ligero de los contactos, del roce prohibido de piel contra piel. Filmar la piel, el deseo de acariciar... Pues la novela de Zweig plantea una magnífica pregunta: ¿resiste el paso del tiempo el deseo del amante?

Mientras me acerco a este nuevo film, soy consciente de cuánto mi atención se verá atraída en todo momento hacia la voluntad de expresar esas “pequeñeces que nos transportan”, estando muy cerca de los personajes, de sus tormentos, de lo mucho que se juegan emocionalmente y que Zweig describe tan bien.

Una última e importante cuestión: la elección del inglés.

Habría sido estúpido rodar el film en francés, enmarcado como está en la realidad alemana de un contexto histórico extremadamente específico: vísperas de la Gran Guerra. Estuve considerando rodar en alemán por respeto al espíritu de Zweig y a sus escritos. Pero, por un lado, no hablo el idioma y, por otro, ¿no sería absurdo para un realizador francés ir a Alemania y rodar en alemán una película basada en Stefan Zweig?

Así que, de acuerdo con el consejo de los productores, optamos por el inglés, cuya condición internacional es indiscutible, un idioma que permite a Marco Antonio decir “te amo” a Cleopatra, y a Freud saludar a Jung con un “¿qué tal?” sin levantar ampolla alguna.




Una entrevista a Patrice Leconte

P: ¿Por qué ha querido adaptar la novela de Stefan Zweig?

R: Jérôme Tonnerre, amigo y habitual coguionista, me recomendó Viaje al pasado porque creyó que algunos de los temas que contiene podían interesarme. Días después, acabé la lectura consciente de que la historia se había apoderado de mí. De hecho, me habían afectado las emociones y sensaciones que transpiraba. Llamé a Jérôme para decirle que su recomendación había hecho mella en mí y que me parecía que debíamos adaptarla juntos, la mirada puesta en una película.


P: ¿Le atrae particularmente la obra de Zweig?

R: Aunque me encanta su obra, no es un escritor que esté en mi mesita de noche, y jamás se me había pasado por la cabeza adaptar una de sus historias. Decidir adaptar un libro es como entreabrir una puerta: vislumbras una oportunidad. Es igual que con todo lo que me ha pasado en mi carrera, mi contacto con este libro ha sido al tiempo casual y determinante. Me ha despertado recuerdos que me afectaron mucho en su momento.


P: ¿Qué es lo que le interesó particularmente de esta historia?

R: No fue tanto la cuestión de si el amor puede o no permanecer en el tiempo como si el deseo puede durar por años que pasen. Había algo vertiginoso en esa idea en torno a declarar el amor pero jurar pertenecerse mutuamente en tiempo a venir. Me pareció muy conmovedor el hecho de que esos personajes experimenten un deseo tan fuerte sin decírselo.


P: ¿Cree que reprimirse de este modo es propio de la época?

R: No, y en todo caso no he abordado el tema como historiador. Me proyecté como hombre, me identifiqué con los personajes, sentí la emoción físicamente.


P: La cinta se enmarca en Alemania, y se inicia en 1912, pero no percibimos demasiado las tensiones del momento. ¿Ha sido deliberado?

R: Absolutamente. Pese a que la película transcurre en un momento y lugar concretos, no quería que la Gran Guerra, que en 1912 ya se estaba gestando, se adueñara de lo que me parecía más importante: los sentimientos que unen a esos dos personajes. Evolucionan en una burbuja emocional que parece anestesiarles para con los hechos externos. Pero no he inventado nada, pues Zweig en su historia no refleja nada más referido a los inicios de la guerra de lo que nosotros hacemos.


P: En general, ¿es su historia fiel a la novela?

R: El espíritu de Zweig está ahí, y los aspectos emocionales son los mismos del libro. Pero adaptar una obra es adoptarla. Debes proyectarte en ella; debes inventar. Más allá de las ideas narrativas que tengamos, el único cambio destacable ha sido en el desenlace. Zweig, a un tiempo escritor y hombre profundamente pesimista (como su suicidio demuestra), dio a la novela un desenlace extremadamente desilusionado. En el libro, cuando Charlotte y Friedrich se reencuentran, son como extraños. Es invierno, el deseo se ha atenuado y su amor se ha congelado. Para el cine, sin buscar el happy end, hemos tenido que proporcionar a su reencuentro algo más de creatividad, un destello de esperanza.


P: ¿Cuáles son los gozos y cuáles las sombras al realizar un film de época?

R: No he tenido ningún problema al realizar un film de época. Si bien me gusta ser preciso, siempre me concentro en los sentimientos de los personajes, sin permitirme agobiarme por los muchos detalles. Lo que se me hizo inmediatamente claro fue que en 1912 (y más en Alemania), la moda en las mujeres era del todo triste y en absoluto atractiva. Sus ropas cubrían el cuerpo totalmente. Ver la muñeca, la nuca o el cuello, los hombros, y ya no digamos el antebrazo o el tobillo ¡era del todo imposible! Pero dado que el deseo es el tema, quería y necesitaba que se viera piel. Pascaline Chavanne, la diseñadora de vestuario, me tranquilizó rápidamente al decirme que nos podíamos permitir ciertas libertades con la época sin pecar de anacronismo o de florituras incongruentes.


P: Inicialmente, usted quería rodar en Alemania y en alemán. ¿Qué le hizo cambiar de parecer?

R: Justo al principio, creí que el único modo de adaptar este libro honorablemente era una coproducción con Alemania y en alemán. Pero me di cuenta rápidamente que rodar en un idioma que no hablo en absoluto era simplemente raro. Dado que rodar en francés hubiera sido absurdo, mis productores (Fidélité) sugirieron que rodara en inglés con un reparto anglosajón. La idea resultaba muy atractiva; este idioma universal permite que la historia se sitúe en Alemania y que los personajes hablen inglés sin problemas.


P: ¿Cómo abordó la cuestión del reparto?

R: Dado que mi conocimiento sobre actores británicos es limitado, necesité a un director de reparto de allí. Conocí a una mujer extraordinaria, Suzy Figgis, que trabaja con Tim Burton, y con quien me entendí de maravilla. De inmediato, sugirió a Rebecca Hall como protagonista. Sólo la había visto en Vicky, Cristina, Barcelona, de Woody Allen. Cuando nos encontramos por vez primera, me pareció que era un poco “chica corriente”, y no estaba seguro que pudiera ser mi Charlotte. Pero como pasa siempre, la idea se abrió paso. Nos vimos de nuevo, hizo algunas pruebas, y ocurrió algo mágico. Es remarcable constatar cómo esta encantadora mujer moderna, que apareció por el plató con pantalón de jogging, podía transformarse. Con el vestido, el cabello arreglado, y el maquillaje, se convirtió en el personaje, con una sensibilidad intensa.

Richard Madden es un actor muy joven célebre por la exitosa serie de Juego de tronos. Hay algo un tanto salvaje en su personaje de la serie; lleva barba. Me estuve preguntando si, una vez afeitado, mantendría su atractivo, si sería capaz de retratar a este joven pobre y oportunista, loco de amor pero extremadamente reservado, un personaje propio de Balzac del todo distinto a todo cuanto el actor había encarnado. Pero su entusiasmo e inmersión intensa en su trabajo me convencieron.

Alan Rickman me sorprendió de un modo distinto. Varias personas que han trabajado con él me dijeron que era un gran actor pero un hombre complicado. Sin embargo, nos entendimos muy bien y confió en mí. Se mostró increíblemente dócil en el plató. Al ser consciente de las contradicciones de su personaje, pudo encarnarlo con gran emoción y reserva. Mientras le veía actuar, me saltaron las lágrimas. Un talento tan preciso y valioso electriza.


P: ¿Cómo dirigió a los actores?

R: Igual que si hubieran sido actores franceses. Con la misma complicidad y confianza. Pero sentí el placer que experimentaban al ser filmados por el director. Filmar yo mismo a los actores es esencial en mi trabajo, aunque muy pocos directores lo hacen. Sin embargo, los actores adoran esta positiva sensibilidad europea. Rebecca Hall, que acababa de rodar Iron Man 3, una gigantesca maquinaria americana en donde se la necesitaba durante cinco minutos al día para actuar ante una pantalla verde, estaba encantada. Lo mismo que Alan Rickman, quien me admitió que tras dos enormes producciones americanas había perdido ligeramente su gusto por actuar. Cuando me abrazó al final del rodaje y me dijo que yo le había devuelto las ganas de seguir en el cine, fue mejor que si me hubieran concedido ¡la Legión de Honor!


P: ¿Dónde rodaron?

R: En Bélgica. Tras buscar muchas localizaciones, hallamos allí todos los lugares que necesitábamos para la película. El equipo técnico lo conformaban mis colaboradores favoritos, pero la mayoría, y lejos de ser los menos importantes, eran belgas. Fue un rodaje muy agradable porque fue muy desenfadado. Todo era harmonioso. Los actores británicos se mostraban abiertos, accesibles, confiados, centrados en su labor. No he trabajado con los peores actores franceses, todo lo contrario, pero no había visto jamás un ambiente de trabajo de tanta calidad. El tiempo atmosférico estaba de nuestra parte, las cosas fueron realmente bien, a pedir de boca, diríase. De verdad que disfrutamos de un pequeño “estado de gracia” en esta película.


P: ¿Qué quería en materia de música?

R: Elegí a Gabriel Yared muy pronto porque llevaba tiempo deseando mucho trabajar con él. El reto consistía en ilustrar los sentimientos con gran restricción; en ser lírico sin caer en el sentimentalismo. Apretar el acelerador y el freno a un tiempo no era fácil pero resultaba cautivador. Su banda sonora es admirable.


P: ¿Le ayudó de algún modo para este film su reciente experiencia con la animación en Le magasin des suicides?

R: Si cambio de género a menudo es para evitar el riesgo de dormirme. Pero no puedo decir que esa experiencia me ayudara para el presente largo, dado que se trata de áreas del todo diferentes. Cuanto sé es que esa película hizo que me percatara de lo mucho que me gusta rodar. Me divirtió mucho hacer un film de animación, pero me hubiera gustado más estar en el plató.


P: ¿Piensa retirarse, o seguirá por ahora?

R: Lo ignoro. Durante cuarenta años, siempre he sabido cuál era el próximo film, pero me parece que este constante rodar hacia adelante finalmente ha comenzado a hacerme sentir vértigo. Por primera vez en mi vida, he optado por finalizar un rodaje sin saber lo que haré a continuación.