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  Primavera en Normandía  (Gemma Bovery)
  Dirigida por Anne Fontaine
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Entrevista a Anne Fontaine

P: ¿Cómo llegó a sus manos la novela gráfica de Posy Simmonds?

Conocía a Posy Simmonds por su obra Tamara Drewe, y de inmediato me sentí favorable a una novela titulada Gemma Bovery: el juego de palabras indirecto sobre un arquetipo literario femenino me pareció prometedor y lúdico. Cuando leí la novela, los personajes me intrigaron y conmovieron: sentí su potencial cómico y su profundidad humana, y el tono del autor me sedujo, entre comedia feroz e ironía formidable. También me conmovió el encuentro improbable entre un panadero y esta joven inglesa de hoy en día que va a cambiar la vida del protagonista, en tanto éste, convencido de tener la libido bajo control, se cree sexual y afectivamente ¡prejubilado! Pero hete aquí que pierde todo control en esta asociación entre un personaje de ficción -Emma Bovary- y Gemma Bovery. Ese lado fetichista me pareció extremadamente seductor para un futuro guión. Traté de mantenerme fiel al libro aunque con ciertas libertades: Posy Simmonds hace que Martin Joubert, el narrador, intervenga bastante indirectamente en la historia, en tanto que en la película se le ha dado una mayor presencia y movilidad.


P: Ha escrito el guión con Pascal Bonitzer y Posy Simmonds.

R: Lo que me llega del tono de Posy Simmonds es su agudo sentido de la comedia, pues hay un lado "Woody Allen francés" en este panadero depresivo en el que la fantasía y la singularidad suscitan la comicidad. Con Pascal, me dije que su sentido del humor se mezclaba con la desesperación cuando hace hablar a un personaje: para mí, esos dos aspectos devienen indisociables. El personaje de Joubert es como si viviera por delegación un amor que va in crescendo por una joven de increíble sensualidad que no lo mira como hombre deseable, sino como panadero... Me pareció que el tono y el espíritu eran esenciales para expresar la comicidad de esas diferencias. Desde que comenzamos a escribir, Pascal y yo desarrollamos rápidamente una empatía común por el sujeto; después, incorporamos a Posy para los diálogos en inglés. Era una colaboración preciosa pues, a veces, le "traicionábamos", y cuando se lo decíamos, tenía la flexibilidad de acoger favorablemente nuestras proposiciones. Era, pues, interesante poder disponer de sus reacciones frente a situaciones inventadas que se inspiraban, algunas, en la historia inicial, pero que no pegaban forzosamente con el cómic. Por ejemplo, se comprendió que para el film era preciso que la narración fuera más inmediata y más directa que la de la novela gráfica, por naturaleza más literaria.


P: ¿Cómo se esbozaron los personajes?

R: Queríamos que el panadero viviera la historia en primer plano, y que toda la intriga se desarrollara a través de su mirada, al contrario del libro, que multiplica los puntos de vista, lo que en el film hubiera generado confusión.

Gemma Bovery permanece bastante fiel al personaje del libro, es decir, un cruce entre una "Madame Bovary" contemporánea y una inglesa de hoy, imprevisible e inconstante, incapaz de articular su vida afectiva y el magnetismo que ejerce sobre los hombres tan sólo con mirarlos. En cambio, mientras que en el cómic puede parecer en ocasiones antipática, con Pascal hemos intentado hacerla encantadora y generosa: cierto que manipula a los hombres, pero casi inconscientemente. De tal suerte que, en el film, es menos calculadora y espera algo del amor, como Madame Bovary.

En el libro, Charlie es más neutro y no tiene carisma. Me pareció interesante que no fuera llamativo, pero que no obstante tuviera cierto encanto.

En cuento a Patrick, en el cómic es un seductor compulsivo; por mi parte, he optado por un personaje más extraño, más turbio, y más tóxico, lo que hace que la historia devenga más ambigua.


P: El panadero se cree un deus ex machina, le divierte tirar del hilo...

R: Así es, ya que es narrador, a caballo entre director cinematográfico y escritor, alguien que incide en la realidad. En el mercado, ante su panadería, confiesa al espectador que es como un "director que acaba de gritar ¡Motor!" Ve al joven señor, que se ha auto presentado a Gemma, acudir a su encuentro; entonces se imagina los diálogos en voz alta, y sus "criaturas" repiten sus propias réplicas, como si fuera un demiurgo. Por supuesto, está turbado. En el fondo, se halla tan implicado en la intimidad de estos personajes que vive las historias de los otros por delegación.


P: Lo que no le impide sufrir, bien al contrario.

R: Tanto si observa la casa de enfrente a través de su ventana, como si está en el mercado, donde examina la cristalización que el mismo ha provocado entre el señor local y Gemma, construye un dispositivo que teme, al organizar relaciones que le hacen sufrir. Si bien es adivinable que ha conocido desbordamientos amorosos en el pasado, desde que se ha hecho con la panadería hasta cierto punto está "estabilizado", encuadrado en una vida familiar estructurante. Y de repente, la venida de Gemma sacude ese equilibrio. Es bastante repentino y, poco a poco, en razón del nombre fuertemente evocador de la joven, fetichiza la relación. Pues su pasión es doble: ella se polariza sobre la proyección de este destino paralelo que él imagina, y que Gemma se dispone a coger, y sobre la turbación erótica que le suscita esa mujer irresistible. Cuando dice que diez años de tranquilidad sexual se han volatilizado de un plumazo por un "gesto insignificante", evidencia su hipersensibilidad. Y como suele suceder, los amores platónicos hacen sufrir de modo tanto más irresoluble cuanto que no se confrontan a la realidad.


P: Sin embargo, el "director" que es Martin no puede impedir lo ineluctable...

R: Existe ironía permanente en el modo en que Gemma, inconsciente, sigue los pasos de Emma Bovary... lo que dice mucho sobre la fatalidad y la crueldad del destino. Y pese a todo el andamiaje de sabiduría de Joubert, la situación se le escapa, lo que le hace más humano. Por otro lado, cuando declara que "la vida imita al arte", se ve en posición de quien no tiene otra opción que dejar que las cosas lleguen sin poder controlarlas. Las relaciones entre lo imaginario, el destino y la realidad me fascinan y crean un efecto de sorpresa: es, creo, lo que aleja la película de las comedias románticas clásicas.


P: Podemos creer que el personaje de Martin se ha construido a medida de Fabrice Luchini...

R: Y sin embargo, ha sido imaginado ¡por una inglesa! Pero cuando leí la novela gráfica, superpuse inmediatamente a Fabrice Luchini, no sólo como intérprete, sino como un ser que tiene a Flaubert en la sangre en lo más profundo de sí mismo. Al conocerlo bien, y habiéndole escuchado hablar a menudo de Madame Bovary de manera tan propia, tenía la impresión de que ese papel no esperaba a otro. Así pues, escribí el guión diciéndome que había muchas posibilidades de que el personaje le placiera, y que le conmoviera, igual que a mí, este literato obsesivo que lleva una vida tranquila de panadero hasta que ese encuentro fantasioso transforma su propia realidad. Era formidable tener un actor como Fabrice pues dispone del sentido de la fantasía y del desfase, pero también el placer y el amor por las palabras, lo que se ajusta al mismísimo tema del film. He tenido mucha suerte de poder contar con un actor así, pues sólo Fabrice podía hacer pasar esta obsesión por Madame Bovary como algo del todo natural. El proceso de encarnar al protagonista, y también su locura, se concretó desde el momento que pronunció, a su manera inimitable, "Gemma Bovery". Era tanto más importante cuanto se trata de un personaje que observa la vida de los otros por una ventana, lo que le sitúa en una condición de voyeur que proyecta historias. Dado que me pareció que el personaje se acerca a un realizador de cine, percibí había un vínculo soterrado muy fuerte entre nosotros.


P: Raramente se le ha visto en el cine bajo esta luz.

R: Quería hacerle bello, me importaba lo que veían sus penetrantes y brillantes ojos verdes: dado que interpreta a un personaje que parece tener una vida sexual más bien imprecisa, me pareció interesante proporcionarle cierto carisma físico. El hecho de que actualmente sea más maduro le va muy bien: hay una intensidad y sobriedad que se reflejan en su rostro.


P: ¿Cómo lo dirige?

R: Con él, experimento, y siempre de modo lúdico. Busco tonalidades, vamos demasiado lejos en una dirección, efectuamos varios ensayos, y luego retrocedemos: es preciso dar con el tono exacto mientras nos preguntamos hasta dónde podemos llegar. Jamás lo bloqueo imponiéndole un marco excesivamente constreñido; se ruedan nueve o diez tomas, y luego le digo: "ahora, olvida cuanto te he dicho y haz lo que quieras". Pero, ante todo, lo más importante es la absoluta confianza que hay entre nosotros.


P: ¿Pensó en Gemma Arterton tras ver Tamara Drewe?

R: Vi a Gemma en Tamara Drewe, y en cierto modo me dije a mí mismo que a partir del momento en que había encarnado ya a un personaje de Posy Simmonds, no le interesaría. Así pues, entrevisté a actrices inglesas con un objetivo en mente: era preciso que fueran sexys y que hablaran francés. Pero ninguna entre las que me encontré generó en mí evidencia alguna. Finalmente, me encontré con Gemma, y desde que me abrió la puerta y me leyó un pequeño texto francés escrito por ella misma, comprendí que me las tenía con una bomba atómica: desbordaba tal energía que hacía imposible no amarla. Posee una belleza cálida y generosa, no genera distancias, aunque sus vacilaciones y sus idas y venidas se deben a su juventud y a su franqueza; no hay manipulación alguna. Ni siquiera tuve necesidad de hacerle ensayar: se vino a Francia tres meses antes para sumergirse en la cultura local antes de trabajar el personaje. Para evitar que perdiera soltura al hablar en francés, lo que deviene un riesgo en actores que aprenden un idioma extranjero, le pedí que no dejara de moverse y que estuviera en la acción. En suma, se presentó en el plató extremadamente preparada y me dijo que sentía al personaje cerca de ella.


P: ¿Y con respecto a los otros papeles?

R: A partir de la pareja Fabrice-Gemma, elegí a los actores que gravitan a su alrededor. Pues los personajes secundarios introducen la idea de que esos ingleses consideran Francia como un remanso de verduras, y la mirada a veces desconfiada de los franceses hacia los ingleses. Pese a que éste no es el tema principal de la película, enriquece el corpus principal. Estoy muy contenta de confiar a Elsa Zylberstein el papel de una mujer borderline aquejada de fobias extrañas y de concepciones insólitas para con el gusto o la nutrición. Escribimos juntas varias de sus réplicas, y me sorprendió su capacidad para hacerse rara sin caer en el ridículo. Encarna perfectamente el espíritu de Posy Simmonds, cuyos personajes en ocasiones están al límite de lo exagerado pero sin perder atractivo.

Isabelle Candelier, que me encantó con Bruno Podalydès, tiene un papel aparentemente ingrato, pero muy divertido y eficaz: dibuja a una mujer un tanto mandona, con los pies en el suelo, por turnos, exasperada e indulgente con un marido encerrado en su mundo interior, una pareja que se complementa. La familia se cierra con Kacey Mottet-Klein, ya formidable en Gainsbourg, o en las cintas de Ursula Meier, cuya singularidad es asombrosa. Para Hervé, el joven señor de la localidad, hijo de familia de alta posición, algo débil y suerte de juguete sexual, elegí a Niels Schneider tras descubrirle en los filmes de Xavier Dolan, en los que me pareció que tenía cabeza de angelote; entre la estatua que se rompe y él existe determinada connivencia en la fragilidad. En el papel de su madre está Edith Scob, a quien amo desde siempre, que da una dimensión de extrañeza cómica a la película, casi sobrenatural. Y Pascale Arbillot tuvo la amabilidad de darnos el pequeño guiño final...

Para los ingleses, reparé en Mel Raido (que interpreta a Patrick) en una serie británica: me gustaba su costado tóxico y extraño que destila cierta tensión. En cuanto a Jason Flemyng, en quien ya había reparado en varias películas, le elegí porque encarna la gentileza y la generosidad, y tiene el aire de un tipo correcto, lo que conmueve tanto más cuanto que es el hombre a quien todos engañan. Por contra, no conocía a Pip Torrens, cuya composición como gran burgués reaccionario divertía sobremanera a Fabrice Luchini durante el rodaje.


P: La película rezuma una extraordinaria sensualidad.

R: Creí que el erotismo, oblicuo e indirecto, debía estar en los paisajes y la atmósfera de Normandía, pero también en el oficio de Martin: tal y como él mismo dice, amasar el pan le procura gran calma, es su "yoga". Cuando inicia a Gemma sobre la amasadera, y ella está muy cerca de él, existe una forma de erotismo intenso que emana de su aliento y de sus gestos. Me gustaba mucho la idea de esa fabricación artesanal que contrasta con un cerebralismo muy activo: el pan reconcilia a Martin con algo del orden natural tras una carrera intelectual poco brillante. Dado que los dos personajes no sostienen una relación sensual directa, hacía falta que se percibiera la sensualidad por otro lado.


P: La luz resulta cálida y suave. ¿De qué modo ha trabajado con el director de fotografía Christophe Beaucarne?

R: Es el tercer largo que ruedo con él, tras Coco, de la rebeldía a la leyenda de Channel, y Dos madres perfectas. Se trata, pues, de un colaborador importante para mí. Hemos elaborado una luz envolvente y cálida, sin caer en un academicismo demasiado plano. Queríamos una iluminación natural y sublimada, a fin de que hubiera verdad, pero reinterpretada en relación a las emociones de cada escena. Como consecuencia, elegimos rodar en un momento del año en el que el campo normando ofrece su mayor belleza: era tanto más determinante impregnar un lado solar a la película cuanto que el tema tiene una cierta negrura.


P: El cuadro resulta de una amplitud formidable.

R: Rodamos en Scope, pero la cámara a menudo va al hombro, lo que genera sensación de fluidez y de sensualidad sin despliegue de gran aparato. En realidad, he pensado la película a través de la mirada de Luchini: incluso cuando él no está en pantalla, se tiene la sensación de que hay alguien que no cesa de merodear. Y ello es lo que produce, creo, cierto misterio y tensión. Por otro lado, la cámara tenía que hacer idas y venidas bastante ágiles entre las visiones oníricas de Martin (la alucinación en la catedral o la escena de baile de otra época) y la realidad, como para indicar que se está constantemente en su cabeza.


P: Es la segunda vez que trabaja con Bruno Coulais, tras Mon pire cauchemar.

R: Creí que sería interesante alternar entre una melodía inglesa, adecuada para Gemma, y una música de cine propiamente dicha. Con Bruno, se buscó una voz femenina pura y llena de gracia, y nos sedujo la del grupo Moriarty. Por su lado, Bruno ha compuesto la música con anterioridad para dar con un tono particular, al tiempo vigoroso e irónico, sin convertirse psicológica o romántica. Lo que me ha complacido ha sido que se trata de una partitura que se percibe entregada pero que no es ni figurativa ni redundante para con la acción. Trabajar con Bruno es un verdadero placer: sabe mostrarse muy flexible sin renunciar a su propio universo.


Entrevista a Fabrice Luchini

P: Es la segunda ocasión que trabaja con Anne Fontaine.

R: Y me enfrenta cada vez a criaturas asombrosas: Louise Bourgoin en La Fille de Monaco, y la extraordinaria Gemma Arterton en esta película. Anne es una cineasta muy original, jamás está en el pathos de la sociedad. Creo que es debido a la confianza que ha hecho gala en el plató, de su renuncia al control, Primavera en Normandía es su mejor largo.


P: ¿Cuál fue su primera reacción ante el guión de Primavera en Normandía?

R: Me gustó su singularidad. No se trataba de ilustrar la Madame Bovary de Flaubert, sino de multiplicar las idas y venidas entre la novela y la ficción contemporánea. Pasar a Flaubert de contrabando, como Molière en Molière en bicicleta. Es el mismo enfoque: se buscan textos y se resucitan en otra vida.

Anne Fontaine (y en cierto modo Posy Simmonds en su cómic) ha tenido la genialidad de no abordar a Flaubert de frente. Es todo lo contrario que en la adaptación de Chabrol.


P: Casi que estamos ante una investigación policial...

R: Exacto. Se invita al espectador a reseguir un caso policial sobre la belleza, el poder y el espíritu flaubertiano.

Desde el punto de vista del guión, lo que es formidable es que el personaje que encarno ve materializarse la novela ante sus ojos en tanto que, precisamente, no nos hallamos en la novela. Estamos presos en tal sensualidad que no buscamos la referencia a Flaubert. Estamos en Flaubert.


P: Martin (el personaje al cual interpreta) se convierte en un personaje literario.

R: Y, él que se convierte, revela en sí mismo a los seres que le rodean. En este sentido, tengo la sensación de que la película nos ha impactado. Incluyendo a Anne Fontaine.


P: ¿Había leído la novela gráfica de Posy Simmonds?

R: La leí tras descubrir el guión, y también me pareció muy original. Aunque sé muy poco de cómics para opinar.


P: La primera escena, cuando Gemma entra en la panadería y se queda perpleja ante tal variedad de panes en las vitrinas, resulta realmente increíble.

R: Ella está literalmente en éxtasis ante los panes de Martin, ¡goza! ¡Y cómo! Y es eso lo que hace la escena sublime. Desde que entra en la tienda, se siente en otro universo. "¿Qué es la belleza?" -Se pregunta Stendhal-, "una promesa de felicidad." Esta mujer que entra en la panadería es una promesa de felicidad.


P: Martin se enamora al instante.

R: Se cruza con ella en pleno campo normando mientras Gemma coge flores; sostienen una conversación increíblemente banal, y ella se despide con la mano. Se percibe bien que Martin no evidencia interés en sus ojos. Y ahí, gracias a la habilidad de Anne Fontaine y de Pascal Bonitzer, los guionistas, oímos a Martin decir: "Con aquel gesto insignificante, se puso final a diez años de tranquilidad sexual".


P: Veredicto que se confirma cuando le explica a la joven cómo se amasa el pan...

R: Una secuencia ardiente; de una sensualidad inmensa.


P: Aficionado a la literatura y, literalmente, loco por Flaubert, Martin ha fracasado en su carrera como editor. Está en sus últimas...

R: Sí. Ha acabado por tomar la panadería de su padre porque no tiene trabajo. Aunque tiene esa magnífica capacidad de verlo todo de manera literaria.


P: Paradójicamente, es al amasar el pan que reencuentra el gusto por la poesía: "Es -dice- la corteza de la vida".

R: Sí, existe una correlación muy agradable entre la fabricación del pan y la sensualidad. El trabajo de la luz de Christophe Beaucarne, el director de fotografía, se suma a esta alquimia.


P: Al proyectarse así plenamente en la literatura, se convierte en un personaje flaubertiano... que añade a la escena otro personaje flaubertiano.

R: ¡Es un director! ¡Exactamente! Es, desde el comienzo, la palabra empleada por Anne Fontaine para describir a Martin. Hay también una pequeña faceta de Martin: detective, investiga sobre la joven.


P: Podría aplicarse la declaración de Flaubert: "Madame Bovary soy yo".

R: ¡Absolutamente!


P: ¿En qué estado de espíritu se halla cuando rueda?

R: Reivindico una forma de estupor idiota: no es necesario dominar el conjunto del papel, se arriesga menos y es más dúctil. Es como la masa del pan entre las manos del realizador. Es lo contrario del trabajo en el teatro. En el cine, es necesaria cierta idiotez feliz: es interesante.


P: ¿De qué modo ha preparado el personaje de Martin?

R: Anne Fontaine quería que hiciera prácticas en una panadería. Pensé: " ¡Aquí estamos con Stanislavski! Tendrá que contratar a otro actor porque no estoy dispuesto a pasarme quince días ¡mirando a un tipo mientras hace su pan!" Anne estuvo de acuerdo conmigo.

Un gran experto en caballos con quien tuve trato en el rodaje de Perceval, de Éric Rohmer, me dijo un día: "La gran característica de los caballos estriba es que en el mismo instante en que ven a la persona que va a montarles, saben si es o no buen jinete. Si es malo, deciden inmediatamente que le harán caer. Pero Gérard Philippe era tan buen actor que logró hacerles creer que montaba bien a caballo". Modestamente, yo he conseguido hacer creer que soy buen panadero.


P: Gemma Arterton está literalmente radiante en el papel de Gemma.

R: Esta chica es sublime, es una actriz excepcional. Roza la perfección y tiene ese genio propio de los actores anglosajones. Durante dos meses, hablamos poco, pero comprendió muy bien quién era yo. Cuando oíamos "motor", éramos como dos inconscientes que se comprendían, se amaban y se respetaban. Háblenos del rodaje....

Un momento inmensamente gozoso. Antes de ir al rodaje, me paseaba durante horas por el campo, como los héroes de Flaubert, y como Martin en la película. Luego, llegaba al plató, y no tenía la sensación de interpretar sino más bien la de comunicar mi pasión por Flaubert.


P: Gustave Flaubert se mofaba mucho de la burguesía. En Primavera en Normandía, en cierto sentido, los criticados son los ingleses adinerados que se han reubicado en Normandía...

R: Tiene razón: esos ingleses ricos son los señalados con el dedo. El personaje que encarna Elsa Zylberstein, absolutamente caricaturizado, es formidable. Y lo mismo el actor británico (Pip Torrens) que da vida a su marido. Por otro lado, ya hay cierta transposición en la novela gráfica de Posy Simmonds.

Volviendo a Flaubert y a su visión de la burguesía, me gustaría añadir que se contenta con mostrar cuanto ve: le fascina la necedad. Pero no se sabe lo que Flaubert, pensaba realmente y es esto lo que le hace un escritor único: su obsesión estaba en no escribir sobre él. Lo repite incansablemente en su correspondencia: "Por encima de todo, no escribir sobre mí. Es preciso estar en la obra como Dios en la creación, todo el tiempo presente, pero invisible". Los grandes estilistas tienen eso en común: van más allá de la cosa privada. Proust es genial porque no habla de su infancia, habla de la infancia; Céline es genial porque no habla de su miseria sino de la miseria. Todo cuanto está vinculado a lo privado secreta ruindad.


P: ¿Primavera en Normandía alcanzará a rehabilitar a Flaubert entre el público?

R: ¿Qué es en la actualidad Madame Bovary? Un mal de cabeza para los estudiantes obligados a leerla para las pruebas del bachillerato. Gracias a Primavera en Normandía, descubrirán un alocado poder libidinoso que se enfrenta a lo real. Y puede que revisen su posición acerca del autor.


Entrevista a Gemma Arterton

P: ¿Qué es lo que le sedujo de este proyecto?

R: Debo reconocer que, al principio, cuando recibí el guión, no estaba muy segura de querer participar en este proyecto porque ya rodé Tamara Drewe, otra adaptación de Posy Simmonds. El tono era parejo, pero la protagonista era muy distinta y tenía algo que me seducía más: me reconocía más en Gemma que en Tamara. Por otro lado, la historia se desarrollaba en Francia, y la perspectiva de aprender francés me complacía. Sin olvidar que Anne Fontaine es una realizadora de gran sensibilidad, y realmente tenía que rodar a sus órdenes.


P: ¿Conocía la novela gráfica de Posy Simmonds?

R: Sabía de la existencia del libro, pero no lo había leído. Así que primero leí el guión y luego la novela, que es tremendamente brillante. Por otro lado, la película se aleja algo del libro dado que lo esencial de ésta acontece en Londres, al revés de la película. Posy es tanto más genial cuanto que muestra una infinidad de detalles y resulta muy preciso en la caracterización de personajes. Además, lo que me interesaba es que en la novela Gemma es mucho más agresiva, mucho más hosca, y abiertamente antipática. Cuando se rueda una película, no es posible desarrollar un personaje como éste pues ¡a nadie le apetecería verlo! Quería identificarme con la protagonista.


P: ¿Le ha ayudado a comprender mejor a su personaje la heroína de Flaubert, Emma Bovary?

R: Absolutamente. Me ha permitido comprender la misma identidad del personaje, la ociosidad, pues Madame Bovary no tiene gran cosa que hacer en su vida, y que Gemma es una Madame Bovary de hoy. Igualmente útiles me han resultado la sociedad y las tradiciones descritas en el libro, todavía identificables en la Normandía actual. Ello se corresponde con la idea romántica que se hacen los ingleses de Normandía, y es exactamente con ese estado de espíritu que Gemma y Charles desembarcan en la región.


P: ¿Cómo describiría a Gemma? ¿Es consciente de ser una joven de belleza cautivadora?

R: ¡Ni por asomo! No tiene en absoluto confianza en sí misma. En Londres, no era más que otra chica normal sin nada de extraordinario, y sin experiencia alguna con los hombres. Cuando se instala en Normandía, se ilumina, y creo que contrasta con el entorno, es exótica, cuando ella misma ¡no se siente en absoluto exótica!


P: Hábleme de la relación entre Gemma y el personaje de Fabrice Luchini.

R: Al principio, no conoce a nadie, y este hombre la ayuda un poco a ubicarse: ella le ve a diario cuando acude a comprar el pan, y le parece alguien amable aunque un tanto extraño. Pero al no hablar el mismo idioma, los malentendidos resultan inevitables, y también me ocurría eso con el mismo Fabrice, porque en aquel momento yo no hablaba demasiado bien francés. Algo así acontece entre Gemma y Martin: no alcanzan la buena comunicación y, como consecuencia, la relación no resulta del todo clara. Gemma lo aprecia sin ser consciente de que él está obnubilado por ella. Esto es importante porque, al fin y al cabo, cuando ella finalmente se da cuenta de que la ha confundido con Madame Bovary, queda conmocionada ya que no está enamorada de él. Y a la vez, él alcanza a conmoverla puesto que es alguien romántico, que vive una ficción, y ella misma siempre ha estado buscando el modo de huir de su cotidianidad, de modo que ambos tienen eso en común. Él la contempla con la mirada maravillada de un niño. A decir verdad, no se trata de algo sexual pues, si fuera el caso, resultaría un poco repugnante. Le embarga la inocencia en esa relación.


P: ¿Cómo se preparó el papel?

R: Dado que tenía que aprender francés, me instalé en París algunos meses antes del comienzo del rodaje. Estaba asustada porque ¡no hablaba una palabra del idioma! Por lo tanto, me sumergí un tanto en la cultura local, y recuerdo que Anne me repetía sin cesar: "¡Te pareces al personaje!" En cierto sentido, tenía razón: me correspondía con Gemma, pues se supone que está inmersa en una cultura que no es la suya, y se siente como una forastera. Más tarde, me fui a Bretaña unas cuantas semanas para perfeccionar mi aprendizaje de francés. Y también salí con franceses, fui con ellos a conciertos, etc. En sí mismo, fue una manera de prepararme.


P: ¿Le acompañó Anne Fontaine en toda esta fase de preparación?

R: Pasé mucho tiempo con Anne; es la primera vez que rodaba con un director que me acompañara tanto durante la preparación. Nos encontrábamos una o dos veces por semana para hablar de la película, y ella me explicaba cómo recitar mi texto sin entonación alguna, simplemente para que me habituara a la sonoridad de las frases. Por otro lado, una vez en el plató, no quería obsesionarme con el idioma en detrimento de mi trabajo como actriz. Sin duda alguna, ha sido la preparación más larga que haya tenido jamás para una película, empecé en enero y rodamos a finales de agosto.


P: ¿Qué tipo de realizadora es ella?

R: Tiene gran respeto por el texto, cosa que yo valoro en un realizador. Trabaja con mucha anticipación para asegurarse de que los cambios que quiere aportar se materialicen en el momento del rodaje. Por lo tanto, cuando está en el plató, sabe exactamente lo que quiere y está sobradamente preparada. Al tiempo, es alguien perfectamente abierta a los acontecimientos inesperados que pueden presentarse, y a mis propuestas, y son situaciones que si resultan espontáneas le importan. Es una directora formidable con las actrices: consagra una enorme cantidad de tiempo a la preparación, pero una vez en el plató, está enteramente al servicio de los actores y ¡deja de preocuparse por completo del ángulo de la cámara! Adopta completamente el punto de vista del actor, lo que yo aprecio mucho.


P: ¿Es la primera vez que rueda con un equipo francés?

R: Adoro esta experiencia porque aquí ha habido un inmenso respeto por el cine. Todos los técnicos han brillado, cada uno en su especialidad, y nuestro director de fotografía era grande. Para todo el mundo, lo más importante era narrar la historia lo mejor posible.


P: ¿Cómo ha sido su colaboración con Fabrice Luchini?

R: Ha sido muy extraña, un poco a imagen de la película. Lo más cómico fue que, al principio, no hablaba francés, y él explicaba todo tipo de cosas curiosas acerca de ese tono suyo tan característico. Aquello me dejaba indiferente pues ¡no tenía la menor de idea de lo que decía! Todo el mundo estallaba en carcajadas, ¡menos yo! Nuestra relación se reduce a eso. Pero a medida que nos acercábamos al final del rodaje, me iba gustando cada vez más trabajar con él, y me era enormemente grato darle la réplica. Me encanta la escena en que mata al ratón: trata de concentrarse y permanece en silencio durante un largo tiempo, mientras que yo me pongo a gritar porque el ratón me sube al pie. ¡Cómo llegamos a reírnos rodando esta secuencia!


Entrevista a Posy Simmonds

P: ¿Una relectura contemporánea de Madame Bovary?

R: Tuve la idea del libro un día que me crucé en un café de Italia con una mujer muy bella. Se agobiaba por los bolsos de las tiendas de lujo y trataba a su amante como un perro. Y mientras éste no sabía qué hacer para satisfacerla, ella no cesaba de suspirar fastidiada. De súbito, me dije: " ¡Es una Madame Bovary de hoy en día!" De regreso a Londres, propuse a mi editor escribir la historia de una Madame Bovary inglesa. Volví a leer el libro de Flaubert, que había descubierto hacía quince años: entonces, lo que me impresionó fue que Emma era una mala madre, pero al releerla más tarde, me di cuenta de que se trataba de una obra mayor. Decidí tomar prestada a Flaubert la intriga: una mujer que se casa con un hombre al que no ama verdaderamente, y que acaba por cansarse de él al punto que se agobia tanto que imagina que si cambia de marco podrá cambiar de vida.


P: Una mirada francesa

R: Estaba convencida de que era necesario un punto de vista francés y, en consecuencia, un realizador francés que llevara el libro a la pantalla. Tanto como decir que me sentía encantada de saber que Anne Fontaine, de la que me gustó mucho Coco, de la rebeldía a la leyenda de Channel, deseaba realizar la adaptación. Para mí, era esencial que un cineasta se apropiara del libro y propusiera su propia interpretación. En consecuencia, comprendí perfectamente que las escenas londinenses no aparezcan en la película, o que la sátira de los ingleses en Francia no sea tan feroz como en el libro. Asimismo, la famosa secuencia del carruaje se ha descartado, pues daba una imagen demasiado dura de Gemma: en el libro, en ocasiones resulta cruel y cínica con los hombres, pero en la película se quería que el personaje fuera más adorable y dulce.


P: Reparto de ensueño

R: Fabrice Luchini es extraordinario y, gracias a su interpretación, resulta mucho más sexy y enigmático que el Joubert del libro, con todo y también ser ¡un voyeur! Basta con mirar su rostro, extremadamente expresivo, para comprender que tiene una vida interior muy rica. En cuanto a Gemma Arterton, maravillosamente sensual, creo que la cámara la adora. Elsa Zylberstein, en su papel de Wizzy, está formidable como pesada a quien empujar al pozo de buen grado. Es una actriz brillante. Un redescubrimiento.

¡Me encanta la película! He reído mucho e incluso me han sorprendido los muchos detalles del guión que había olvidado. Adoro la escena en que Joubert le muestra a Gemma cómo amasar el pan, o incluso la pirueta final, que no revelaremos...