Una película del director Roschdy Zem, libre adaptación de la biografía escrita por Gérard Noiriel: Chocolat clown nègre.
Han dicho
Omar Sy llega a su máximo en una actuación apasionante
(Studio Ciné Livé)****
Una hermosa película con un mensaje atemporal de igualdad y fraternidad
(Télé 7 Jours) ****
Omar Sy está imperial
(Le Parisien) *****
La fortaleza del film recae en las interpretaciones, que van del ayer al hoy y de la comicidad a un devastador revés
(Libération)****
Las escenas de Foottit en el circo son verdaderamente remarcables, el acrobático Thiérrée -evocando el estilo de Chaplin- realmente hace que el circo parezca de nuevo excitante
(The Hollywood Reporter)
Zem y su elenco han devuelto a la vida a un pionero del circo que fue trágicamente olvidado en el momento de su muerte en 1917
(Screen Daily)
Entrevista a Roschdy Zem
P: ¿Conocías la historia de Footit y Chocolat?
R: No, la descubrí cuando leí el guion. Cuando Nicolas y Eric Altmayer me ofrecieron el proyecto, ya tenían una versión muy avanzada del tratamiento, con todos los personajes y un tema fascinante. Encontrar una idea original es tan raro en Francia como en cualquier otro sitio, así que todo el mérito es de Eric y Nicolas.
P: ¿A qué se debió ese entusiasmo tuyo, que Omar describe como contagioso?
R: La verdad es que se dieron varias circunstancias. Por un lado, estaba la perspectiva de hacer una película sobre el París de principios del siglo XX con toda su suntuosidad y, por otro, la de contar la historia de una gran amistad entre dos hombres. Luego, estaba Chocolat, un sibarita que vive la vida al máximo, sin que olvidemos su vida anterior como esclavo. Chocolat aprovecha todas las oportunidades que se le presentan para convertirse en una gran estrella. Con un personaje tan optimista, podíamos tratar el tema de la película sin pasar de puntillas por nuestro pasado colonialista, pero sin caer en el dramatismo tampoco. Eso era algo muy importante para mí.
P: ¿Cómo trabajaste con Cyril Gély en la adaptación del guion?
R: De alguna manera, sentía que tenía que trabajar con otro guionista en la adaptación del guion para hacerlo mío. En este caso fue con Olivier Gorce, el guionista con el que escribí a medias Omar m'a tuer. Los dos nos centramos en la relación entre Footit y Chocolat en la pista, pero sobre todo cuando estaban fuera de la carpa principal.
P: Esta es tu primera película de época. ¿Cómo preparaste el rodaje?
R: Los jefes de departamento, es decir, el primer ayudante de dirección, el director de fotografía, el diseñador de producción, el diseñador de vestuario, etc. ya estaban listos para trabajar seis meses antes de que empezáramos a rodar, así que pudimos empezar a prepararlo todo con bastante antelación. Teníamos por delante bastante trabajo de investigación. Sin embargo, en las películas de época, la verdadera dificultad está en la logística. Decidimos rodar en París en lugar de hacerlo en un estudio de Praga o de algún otro país. Cuando estás rodando los exteriores de una película de hace un siglo, puedes montar todos los decorados que quieras, pero siempre habrá una grúa en la distancia señalando con su dedo acusador. Cuando empezamos a hacer el desglose del guion, fijamos los ángulos de la cámara para esas escenas y creamos un story board teniendo presentes una serie de efectos especiales.
P: ¿Cómo decidiste cuál querías que fuera la estética de la película? ¿Tomaste como modelo alguna película en concreto?
R: La verdad es que hubo varias. Nuestro diseñador de vestuario, Pascaline Chavanne, el director artístico, Jérémie Duchier, el director de fotografía, Thomas Letellier, y yo vimos las mismas películas. A la hora de dirigir me inspiré en varias secuencias de La vida en rosa (Olivier Dahan). Barry Lindon (Stanley Kubrick) nos sirvió de referencia para el tratamiento de las imágenes. La estética es algo fundamental en esta clase de películas. A la hora de elegir los colores y el vestuario, nos basamos en los documentos y las pinturas de la época, y después comprobamos cómo quedarían en la película, porque en el cine digital algunos colores no combinan bien aunque se vean fantásticos cuando los miras directamente. Después de elegir los colores, tienes que combinarlos. Incluso el maquillaje de los payasos tenía que ser el adecuado. Por eso, no quisimos que ninguno de los jefes de departamento trabajara al margen del resto. Cuando diseñamos la iluminación, nos basamos en los trajes, y elegimos los trajes en función de los decorados. Para los trajes de los personajes masculinos tuvimos presentes los trajes femeninos y que los que llevaban puestos los personajes principales tenían que combinar con los de los extras. Al ojo humano no le gustan las interferencias y un color levemente chillón en un segundo plano puede arruinar una escena emotiva.
P: Omar ya formaba parte de la aventura cuando recibiste el proyecto, pero ¿cuándo pensaste en James Thierrée para el papel de Footit?
R: Cualquiera habría pensado que la mejor pareja para Omar sería otro actor famoso. Sin embargo, para este papel necesitábamos a alguien que conociera el circo por dentro y James no es solo un actor, es alguien que crea sus propios números. Cuando surgió su nombre, todo el mundo se entusiasmó. Omar Sy con James Thierrée... ¡Genial! Y, además, algo único. Teniendo en cuenta las cualidades de cada uno, sabía que de la combinación saldría algo explosivo, y no me defraudaron en absoluto.
P: James Thierrée dice que conseguiste calmar el miedo que tenía a las escenas de circo. ¿Cómo te planteaste el rodaje?
R: James lo hace todo en sus números: dirige, hace los decorados, escribe los sketches, actúa... Lo lógico es que le dejara hacer sus propios números porque ¿quién podía coreografiarlos mejor que él? Le di carta blanca y solo le pedí que introdujera unos cuantos toques modernos. Cuando estábamos rodando, les pedí a Omar y a él que se movieran con libertad: "Si os divertís, nos divertiremos todos". Yo me encargaría de seleccionar las mejores escenas. A la hora de montar la película, tenía un montón de material bueno, porque todos sus números eran muy divertidos y originales. Sin embargo, solo podía utilizar de dos a tres minutos de cada número de diez. El cine no es una grabación de vídeo y aunque quería conservarlo todo, sencillamente no podía.
P: ¿Cómo enfocaste las escenas de Omar y James juntos?
R: Enseguida me di cuenta de que entre los dos había una relación auténtica. James era el que tenía más experiencia en cuanto al mundo del circo. Era muy exigente durante los ensayos, con él más que con ningún otro, incluso un poco autoritario algunas veces. Cuando vi durante las pruebas de filmación cómo sonreían los técnicos, supe que teníamos algo bueno entre las manos. Omar pasó por una especie de etapa de formación, pero de repente se liberó. Su lenguaje corporal y su voz cambiaron como resultado de ese trabajo previo. En cuanto a James, percibía su locura, su forma de ser, siempre inmerso en una búsqueda permanente. Mi único temor era que desapareciera esa magia, pero no fue así.
P: ¿Cómo elegisteis al resto del reparto?
R: Todos los actores a los que preguntamos aceptaron. En mis películas anteriores había tenido algunas negativas y había algunos actores a los que no me atrevía a pedirles solo cinco o seis días de trabajo. Para esta película, no solo aceptaron algunos actores acostumbrados a interpretar papeles principales, sino que no se lo pensaron dos veces. Bruno y Denis Podalydès, que interpretan a los hermanos Lumière, firmaron enseguida aunque solo tenían un día de trabajo. El mismo entusiasmo demostraron Olivier Gourmet, Noémie Lvovski, Clotilde Hesme, Frédéric Pierrot... Aparte de su entusiasmo por el guion, yo diría que les encantaba la idea de trabajar con Omar. En general, me gustan más las entrevistas personales que las pruebas.
P: James y Omar hablan de la implicación y de la fuerza de los actores de reparto...
R: A menudo se dice que el director es el barómetro de una película, sin embargo, creo que los actores también lo son. La energía de James y Omar iluminaba literalmente el escenario. Durante los doce días que duró el rodaje, su extraordinaria vitalidad inspiró a todo el equipo y a mí me sirvió de muchísima ayuda. De hecho, los actores secundarios pensaban que los más favorecidos eran ellos, porque el intercambio era muy estimulante.
P: ¿El hecho de haber sido actor influye en tu manera de dirigir?
R: Por supuesto. Me comporto como me gustaría que los demás se comportaran conmigo, con paciencia y amabilidad. No creo en las relaciones difíciles. Sin embargo, yo preferiría no usar el término "dirigir". Los actores saben cómo actuar, es más una cuestión de hacerles sentir de otra manera, de darles algunas opciones a la hora de interpretar. Además, lo que más me preocupa siempre es lograr el tono adecuado, porque lo auténtico tiene su propia tonalidad. Mi labor es ayudar al actor a escucharla, echarle una mano cuando me necesita para encontrar el tono correcto. Unas veces lo logras, y otras no: hacen falta dos para bailar el tango.
P: ¿Cómo conseguiste que Omar superara su aprensión a las escenas de Otelo?
R: Omar pensaba que estaba pisando terreno sagrado. Todos teníamos en la cabeza la versión de Orson Welles, pero le dije: "¡Olvídate de eso! Interpretar a Otelo significa dejarte la piel y tú sabes cómo hacerlo".
P: ¿Qué secuencia te resultó más complicada de rodar?
R: No fueron las escenas violentas. La escena en la que Omar es torturado en la cárcel tiene mucha fuerza, porque la situación es muy elocuente. Sin embargo, yo quería que las escenas teóricamente más triviales tuvieran la misma fuerza, como esas escenas en las que la gente que pasa por la calle se vuelve para mirar, porque la peor violencia es la que Chocolat sufre a diario. También las escenas para las que no teníamos todavía los decorados, por ejemplo, cuando Chocolat visita la Exposición Universal. Rodar en un decorado que se creará después durante la fase de posproducción era algo nuevo para mí y me resultaba desconcertante. Por otra parte, en los números de circo, James necesitaba mucha libertad de movimiento en la pista y enseñó a Omar lo mismo. Tuvimos que adaptarnos, sobre todo porque nunca hacían el mismo número dos veces. Esto también hace que fueran tan increíbles.
P: ¿Qué has aprendido de esta película?
R: ¡A ser atrevido! Las limitaciones de presupuesto, el tiempo que tienes para rodar aunque procuro no lamentarme mucho. En mi primera película, no fui muy atrevido. Empecé a ser más valiente en la segunda y seguí así en la tercera. En esta película, se convirtió en una especie de leitmotiv. Todas las mañanas me preguntaba: "¿Qué puedo aportar a la secuencia de hoy? ¿Qué le añadiría más valor? ¿Cómo puedo ir más allá del guion?" Pero también como actor aprendí mucho sobre cómo enfocar un papel, por ejemplo, con Frédéric Pierrot. Lo mismo que los demás actores secundarios, siempre se implicó mucho en la película aunque no dependía de él. Por no hablar de James y Omar. Estaban siempre centrados en su trabajo y nunca estaban satisfechos. Aunque la cámara estuviera apagada, seguían metidos en el personaje, con un deseo de superación permanente.
P: ¿Qué recuerdos te llevas de esta película?
R: El recuerdo de una aventura larga y extraordinaria, mi experiencia profesional más maravillosa hasta la fecha. Nunca podré agradecérselo lo suficiente a Nicolas y Eric Altmayer. Ha sido una época increíble, llena de encuentros extraordinarios, en la que he descubierto el mundo del circo y el trabajo y el sacrificio que exige. Ya nunca volveré a ver el circo de la misma manera. También recordaré el último día de rodaje. Cuando trabajas en una película, vives como en una burbuja, por los tres meses que te pasas trabajando en ella y por la atmósfera que hay allí. En esta ocasión, la burbuja duró más tiempo y salir de ella me resultó más difícil. Se acaba la euforia y, de repente, te ves solo en la mesa de edición. Por un lado, te da penaque termine el rodaje pero, al mismo tiempo, te sientes feliz por haberlo conseguido, porque solo se terminan un diez por ciento de los proyectos que se empiezan.
P: Por último, ¿qué mensaje quieres transmitir al público con esta película?
R: La historia de dos hombres que se conocen, crean algo juntos y a los que, al final, termina separando la vida. Pero es también la historia de la emancipación de un hombre, Chocolat, que descubre la vida, se vuelve más cerebral, menos ingenuo y, por lo tanto, en un adulto menos sumiso. Es una historia que habla también de Francia. Sin buscar culpables ni acusar a nadie, Chocolat marcó su época y después cayó en el olvido. Y no es el único. Hablar de él nos ayuda a conocer mejor nuestro pasado, y siempre he creído que es algo fundamental para vivir mejor en el presente.
P: ¿Qué es lo que más te impactó del destino de Chocolat?
R: Las similitudes que había entre la trayectoria de Chocolat, Omar y la mía. Nos reíamos y decíamos: "La verdad es que somos unos impostores". Omar es un magnífico actor y muy generoso, se merece todas las cosas buenas que le han pasado. No obstante, nuestra generación creció sin ver cómo el hijo de un inmigrante se convertía en una gran estrella. Así que cuando me vi en el estudio con algunos actores que siempre había admirado... Durante casi veinte años, me preguntaba cuándo me despertaría alguien diciéndome: "¡Oye! ¿Qué estás haciendo aquí? Este no es tu sitio". Además, yo habría cedido: "Perdón, me dijeron que podía estar aquí, pero ya me marcho". Hoy en día, ese sentimiento de ser un impostor ha desaparecido, pero descubrir cómo triunfó hace un siglo un artista "de color"... me conmueve y me entristece al mismo tiempo, porque no ha quedado nada de él. A lo mejor esta película cambia las cosas y nos hace pensar en nuestra propia vida. ¿Qué quedará de lo que hemos hecho?
Entrevista a Omar Sy
P: ¿Conocías la existencia de Chocolat antes de empezar a trabajar en este proyecto?
R: ¡Qué va! Lo descubrí en 2011. Estaba rodando Al otro lado de las vías (David Charhon) para Mandarin Cinema cuando una noche entró en mi camerino Nicolas Altmayer, uno de los productores. Me contó que quería producir una película basada en la vida de Chocolat. Todavía no tenía el guion, solo algunas notas, pero despertó mi curiosidad. Así es como descubrí que Chocolat fue el primer artista negro que triunfó en Francia, que formó pareja con George Footit a comienzos del siglo pasado y que sus números fueron los que inspiraron la idea del payaso blanco y el augusto. Conocía la expresión francesa "être chocolat" (ser objeto de burla) sin saber que se debía a él. Después de leer el libro de Gérard Noiriel (Chocolat clown nègre), mi motivación subió un grado más y seis meses más tarde, estaba leyendo el primer borrador del guion de Cyril Gély.
P: ¿Qué es lo que más te atrajo del proyecto?
R: La historia de Chocolat me conmovió. Nacer esclavo, escapar y convertirte en un artista es una peripecia increíble. No dejo de pensar en todo el trabajo y coraje que se necesitan para llegar tan lejos. La historia de su ascenso y caída me pareció igual de interesante. Chocolat hacía reír a la gente con los estereotipos sobre los negros. A medida que la sociedad fue avanzando, y la gente empezó a tenerlos en más estima, ya no querían reírse de ellos. Esto fue algo positivo para los que sufrían racismo, pero no para él, porque lo hundió en el olvido. Chocolat era un artista y yo quería que su trabajo y su talento tuvieran reconocimiento. Y, por último, no hay películas de época con papeles para actores negros.
P: ¿Por qué te resultó interesante trabajar en una película de época?
R: Probé el futuro con X-Men: Días del futuro pasado (Bryan Singer), pero bucear en el pasado en una época que realmente existió es muy parecido a un viaje en el tiempo. Era algo que me parecía muy divertido y pensé que no se me presentaría otra oportunidad como esa en mucho tiempo. Cuando me dijeron que tendría que pasarme como mínimo un día entero probándome trajes, me asusté un poco, pero me di cuenta de que eso me acercaría aún más al personaje. Cada prueba de vestuario era como un nuevo encuentro con Chocolat, incluso antes de empezar a rodar. Siempre que me probaba un traje, cambiaba mi postura corporal. Pascaline Chavanne y su equipo han hecho un trabajo concienzudo y excelente. Durante las primeras semanas de rodaje, filmamos los días de gloria de Chocolat en los que iba siempre bien vestido. Una noche que llevaba puesto un traje de ahora, me di cuenta de que faltaba algo: el chaleco y todos esos complementos que hacían que los trajes de principios del siglo XX fueran tan maravillosos. Y, de repente, aunque el traje estaba hecho a medida, me sentí como si llevara un chándal.
P: Detrás del payaso Chocolat hay un hombre: Rafaël Padilla. ¿Cómo lo ves?
R: Como un niño grande que necesita divertirse. Ser el hijo de un esclavo y haber sido esclavo también él debe ser una carga difícil de soportar. Aunque no seas un esclavo, no siempre te sientes libre, así que cuando es algo real como le pasaba a Chocolat... Me pregunto cómo puedes crecer, cómo puedes incluso sentirte realizado. Y, sin embargo, él lo consiguió. Eso es un signo de una voluntad firme. Encontró la libertad actuando, riendo, en el placer. Aparte de eso, tuvo que luchar y abrirse hueco para alcanzar el lugar donde él creía que tenía que estar. Probablemente, los momentos de gloria debieron ser los más duros de aceptar para él. Me imagino su vida como una montaña rusa, con momentos extraordinarios, seguidos de episodios de soledad. Si quieres saber mi opinión, creo que si terminó en las calles, puede que haya sido porque inconscientemente lo quería así de algún modo.
P: ¿En qué se parece a ti?
R: Nunca busco parecidos entre mis personajes y yo, porque me ha costado mucho definirme a mí mismo y siempre intento evolucionar. Creo que es complicado saber quién eres realmente. Por otra parte, empiezo por intentar comprender a los personajes que interpreto. En cierto modo, me siento cercano a Chocolat aunque no vivimos en la misma época. En comparación con él, nunca he tenido dificultades de verdad, pero puedo comprender a un artista que ha tenido que luchar tanto. Solo puedo imaginar el sentimiento de culpa que debe haber sufrido por su éxito. De alguna manera, experimento lo mismo aunque a una escala diferente. Cuando comparo mi situación con la de otras personas como yo, me pregunto: "¿Me merezco esto? ¿Por qué yo? ¿Por qué les resulta tan difícil a los demás?" Si exceptuamos a Chocolat, el contraste entre su vida y la vida cotidiana de los demás negros fue enorme.
P: Chocolat tuvo que demostrar que no solo era un cómico, sino también un actor. ¿Te ha pasado a ti igual?
R: No, el trabajo de un actor en una comedia o un drama es el mismo. Aunque siempre me han atraído los papeles dramáticos, no me he atrevido enseguida con ellos, ha sido algo más progresivo. Me gusta ponerme a prueba, superar mis límites, pero eso no tiene nada que ver con demostrarles a los otros que soy un actor; es más una especie de reto personal. Quiero ver hasta dónde puedo llegar como actor.
P: Exacto, es la primera vez que interpretas el papel de un joven que se hace mayor en una película que explora muchos registros. ¿Supuso un reto para ti?
R: Sí, para un actor este personaje es un auténtico regalo, la vida de Chocolat está llena de altibajos. Me ofrecía la oportunidad de interpretar escenas cómicas y dramáticas. Hay escenas de circo, de amor, de pelea y de esa euforia que acompaña al éxito. Luego viene su decadencia, con el alcohol y las drogas. Como rodábamos de forma desordenada, para seguir el orden cronológico correcto, tuve que hacer algo de trabajo técnico, que es algo que no había hecho nunca. Después, estaban las escenas de teatro clásico: otro reto. Esas eran algunas de las secuencias a las que tenía más miedo. Nunca he actuado en el teatro ni he hecho ningún curso, así que me daba miedo parecer ridículo. Me decía: "Si lo hago mal, es una pena, pero hay algo peor todavía, estoy comprometiendo a Chocolat, que no se merece esto". Porque en ese momento de la película, Chocolat tenía que demostrar que puede interpretar el papel de Otelo. Para hacerle justicia, tenía que interpretarlo lo mejor que sabía. Sentía una presión enorme. Para ayudarme, tenía que desacralizar al teatro, a Shakespeare, o sea, ¡todo! Así que me lancé e interpreté la escena como las otras. Sin embargo, siento que incluso hoy la presión sigue estando ahí. No tengo ninguna experiencia en este campo, ninguna orientación, así que me resulta difícil valorar mi trabajo.
P: ¿Cuánto tiempo necesitaste para preparar el papel?
R: Aparte de las conversaciones con Roschdy (Zem) y Gérard Noiriel, investigué un poco para comprender el contexto social y político de aquella época. Por otra parte, el circo era un territorio desconocido para mí. Por suerte para nosotros, James Thiérrée, el actor que interpreta a Footit, conocía ese mundo desde dentro. Ensayamos durante cuatro semanas en las que practiqué con Fred Testot. Los actores somos, de alguna forma, descendientes de los payasos, pero James me enseñó algunas particularidades de su mecánica interpretativa: el ritmo, los movimientos corporales... Tuve que aprender a utilizar mi cuerpo de otra manera. James me enseñó cómo se mueve un payaso, pero era el payaso que interpretaba él, yo tenía que convertirme en mi propio payaso. Practicamos un montón, investigamos... Fue agotador, pero me gusta prepararme porque eso suple mi falta de técnica y me permite interpretar con más libertad... aunque después en el escenario, necesite algunos días para ajustar el personaje. Conversación tras conversación, escena tras escena, al final logro un equilibro entre mi visión del personaje y la del director.
P: James Thierrée proviene del mundo del espectáculo, que es un mundo totalmente distinto al tuyo. ¿Cómo encontrasteis un terreno común?
R: No fue fácil, cada uno tenía su carácter, su propio universo. Necesitábamos conocernos y alcanzar la misma complicidad que existía entre nuestros personajes. Sé cómo trabajar con un compañero, vengo de hacer una película de dúo, pero James, no. Discutíamos, nos peleábamos. Encima, éramos dos hombres... se convirtió en una pelea de gallos. Fue algo intenso, pero productivo. El hecho de estar juntos cuando nos sentíamos contentos, cuando estábamos cansados, de buen o de mal humor, creó una complicidad que no solo se debía al trabajo. Llevamos esa experiencia al escenario y nos convertimos en un auténtico dúo. Conocer a James ha sido extraordinario, es alguien que puede sentirse muy seguro de sí mismo, pero a veces puede caer en la duda más absoluta y eso es lo que lo hace entrañable. Y después está esa pasión que siente por su profesión. A mí me gusta sentarme entre una escena y otra, en paz y en silencio, pero él es incapaz. Es una persona hiperactiva y siempre está buscando ideas nuevas, está un poco loco y me hace reír. En último término, si nuestra actuación resulta poética es gracias a su inspiración y a su trabajo. He aprendido muchísimo trabajando a su lado.
P: ¿Qué te ha aportado?
R: Me ha ayudado a madurar. Cuanto mejor es tu compañero, mejor te hace a ti. Es como en un partido de tenis, te tira bien la pelota y tú tienes que mejorar tu nivel para devolvérsela. A James le gusta ir más allá de los límites, y a mí también, pero no llegar tan lejos. Sus ganas de explorar cosas nuevas me han llevado a sitios a los que no habría llegado nunca en este mundo. Eso se lo debo a él. Le gusta ensayar y a mí, no. Siempre hago todo fácil y sencillo, porque me gusta mantener un punto de frescura para la toma verdadera. Pero imitándole, me di cuenta de que puedes ensayar y ensayar sin que tu interpretación se vuelva mecánica.
P: ¿Cómo ves la relación entre Footit y Chocolat?
R: Como la mía con Fred, cada uno en su burbuja. Una película de dúo es como una historia de amor, aunque a un nivel artístico. Comienza con una especie de amor a primera vista. Conoces a alguien que te corresponde, con quien puedes compartir cosas y evolucionar y eso fue lo que me pasó con Fred. Entre nosotros hubo una explosión y eso mismo pasó con James, pero de forma más concentrada. Para imaginar las relaciones entre Footit y Chocolat, me fijé en mi pasado. Sé que hay relaciones que pueden funcionar perfectamente en el escenario, pero ser mucho más difíciles en la vida real, porque son dos mundos aparte. Footit y Chocolat tenían puestos distintos en la sociedad. Crecieron juntos, pero para mantener la amistad, tienes que estar al mismo nivel que el otro. Footit consideraba a Chocolat como a un igual pero, desgraciadamente, cuando alcanzaron la fama, no fue así.
P: Esta es la primera vez que te dirige Roschdy Zem...
R: Cuando los productores mencionaron su nombre, me sorprendió al principio. Aunque admiro su trabajo, no había pensado en él, pero cuando Roschdy me habló de la película, me di cuenta de por qué era una idea magnífica. Es un hombre muy entusiasta y los dos tenemos algo en común: somos hijos de inmigrantes y procedemos de los barrios humildes. Sin embargo, Roschdy empezó a mediados de los 80, así que a él le resultó más difícil que a mí hacerse un hueco. Cuando empecé, él y otros como él ya habían allanado el terreno de juego. Comprendí que, con su experiencia, le daría un enfoque interesante a la película.
P: ¿Cómo fue trabajar con él?
R: Roschdy tiene una virtud que hace más fáciles las relaciones: es sincero. En esta profesión, tienes que leer a menudo entre líneas. Solo había tenido una comunicación así de fácil y rápida con Eric Toledano y Olivier Nakache. El hecho de que sea también actor hace más fácil ese toma y daca. Roschdy sabe cómo pedir las cosas, porque sabe en qué estado te encuentras. Valoro mucho su trabajo, así que no quería decepcionarle... Eso es otra cosa que hace que subas el nivel de tu interpretación.
P: Esta es también la primera vez que has trabajado con actores que provienen del teatro y del cine de autor...
R: Otra de las virtudes de Roschdy es que elige a los actores que encajan mejor para un papel, no por la fama que tienen. En cuanto a la elección del reparto, se merece un diez. Clotilde Hesmes, Olivier Gourmet, Alex Descas, Olivier Rabourdin, Frédéric Pierrot, Noémie Lvovsky... Todos ellos son actores de reparto de primera categoría. Yo sigo considerándome un principiante, así que fue muy gratificante. Se transformaron en los personajes que interpretaban y llegaron al plató con la misma energía e implicación que teníamos nosotros. Cuando tengo un papel pequeño, no me implico tanto. A lo mejor, es su forma de trabajar, pero me gusta pensar que actuaron así para esta película en concreto. Cuando ves la belleza de los decorados y el vestuario, te das cuenta de que nadie se tomó su trabajo a la ligera. Todos compartíamos el deseo de hacer una película maravillosa sobre estos dos cómicos y la carrera profesional de Chocolat.
P: Háblanos de Marie, ¿qué papel desempeñó en la vida de Chocolat?
R: Uno muy importante. La Marie real se divorció de Chocolat. Cuando piensas en lo que el divorcio significaba en esa época y, sobre todo, formar un hogar con un negro, solo puedes hacerte una idea de la valentía que requería. Su amor por él me emociona. Cuando Chocolat tiene que volver a vivir en una caravana, Marie le acompaña.
Clotilde Hesme fue capaz de encarnar ese amor sin límites. Su mirada es tan intensa que es fácil interpretar a un hombre enamorado de ella. A lo mejor piensas que Chocolat convirtió en un desastre su vida, pero yo creo que, al contrario, triunfó. Quería ser un hombre como los demás y a los ojos de Marie, es lo que fue.
P: ¿Esta película representa un punto de inflexión en tu carrera?
R: Ha sido una experiencia única, el descubrimiento de un personaje y de una profesión. Y luego están esos otros descubrimientos maravillosos: James, Roschdy, Clotilde... He tenido mucha suerte de poder ver trabajar a unos excelentes actores cada uno con su método. Me gusta ver trabajar a los actores, coger algo de cada uno, soy un poco como un ladrón. Por lo general, no siento celos de los actores técnicos, de hecho, me encanta interpretar de forma instintiva, pero cuando veo a Clotilde trabajando, me doy cuenta de que su técnica no le impide sentirse libre. Eso me hizo desear aprender también una parte de esa técnica.
P: Entre algunas de las similitudes entre la vida de Chocolat y la tuya están que los dos estáis casados con mujeres blancas y los dos trabajáis con niños enfermos. ¿No resulta un poco raro?
R: Mi mujer, de hecho, lleva diez años en una asociación para niños enfermos y yo visito los hospitales para hacerles pasar un buen rato. Por eso, claro que se me puso la carne de gallina cuando descubrí que Marie y Chocolat hacían lo mismo. Es otro de los motivos por el que esta historia me emociona especialmente. Yo no nací como un esclavo, soy un hombre libre y se me considera un hombre igual que los demás, pero es muy distinto en el caso de Chocolat. Sin embargo, puedo imaginarme lo que le pasaba por la cabeza e intentando entenderle, he aprendido cosas sobre mí.
P: ¿Con qué te gustaría que se quedara el público de la vida y el destino de Chocolat?
R: Me haría feliz simplemente que tuvieran la curiosidad suficiente para descubrirlo, porque ser un artista significa dejar una huella detrás de ti y Chocolat ha desaparecido por completo. Me gustaría que resurgiera para que todos los sacrificios que hizo no hayan sido en balde. Y de nuevo, como artista, a Chocolat le habría gustado tener la misma consideración que Footit, sobre el que hay un motón de material de archivo. Espero que sea así en el futuro y que a Chocolat, esté donde esté, le guste la película... que sienta, en cualquier caso, todo el amor que hemos puesto en ella. Y para terminar, tengo un deseo personal: cuando Intocable triunfó de una manera tan espectacular y me dieron el César, oí a menudo que era el primer artista negro en Francia que lograba un éxito así. Pues, para poner las cosas en perspectiva, me gustaría que la gente recordara a partir de ahora que antes que yo... estuvo Chocolat.
Entrevista James Thiérrée
P: ¿Habías oído hablar de Footit y Chocolat?
R: No, aunque me crié en ese mundo. Mis padres hacían números que hoy en día llaman "el nuevo circo". Cuando era pequeño, me relacioné con las familias del circo tradicional. Mis padres tenían unos posters muy bonitos de Totor, Dudule o de Los hermanos Fratellini, pero no supe quiénes eran Footit y Chocolat hasta que Roschdy me contó su historia.
P: Has trabajado en quince películas sin haber hecho hasta ahora el papel de un payaso...
R: Era casi un tabú. Para mis padres y para mí, todo lo que tuviera que ver con el circo tradicional estaba en el extremo contrario. Mis ideas artísticas, al igual que las suyas, eran vanguardistas. La nariz roja representa lo contrario de lo que hago en el teatro. Cuando me ofrecieron el papel, experimenté al principio un poco de miedo, un sentimiento de incompatibilidad. Me dije: "¿Cómo van a hacer los números circenses? ¿Se van a limitar a contar una historia sentimental o la película va a incidir también en las relaciones artísticas entre ellos?" Enseguida le plantée a Roschdy esas preguntas y después le mostré el tratamiento tan desastroso que habían tenido hasta entonces en el cine las escenas de circo. Le comenté que lo que funcionaba en la carpa no tenía por qué funcionar necesariamente en la gran pantalla. Roschdy me contestó que el tema esencial en la película era la relación entre George (Footit) y Rafaël (Chocolat). Me daba miedo que Omar y yo interpretáramos los números como marionetas, sin que parecieran reales y sin que tuvieran fuerza. Por mis orígenes sabía que teníamos que ir con cuidado. No obstante, el personaje de George Footit me parecía muy atractivo. Habría sido un imbécil si hubiera dicho que no a la película por pensar que era poco para mí.
P: ¿Qué tiene de atractivo el personaje de Footit?
R: George es alguien peculiar: áspero, insociable, un puñado de emociones frágiles. En la pista, parece existir una especie de ósmosis con Chocolat, pero desparece por completo cuando vuelve al camerino. Cuando se da cuenta de que se siente muy unido a su compañero, le gustaría decirle: "Te quiero, eres mi mejor amigo". Pero no puede. Y luego, experimenta esa inevitable angustia por la pobreza. En aquella época, o estabas en la cima de la fama o en la miseria, no había término medio. Footit ahoga su angustia en el trabajo. Le obsesionan el éxito, la excelencia... eso es lo que hace bello a este personaje. Sin embargo, no soy tan fanático de él como para defender su forma de ser por encima de todo. La falta de comprensión por parte de Footit de todo por lo que tiene que pasar Chocolat me parece inexcusable, pero también me parece humano. Las cosas no siempre son de color de rosa. Cuando Chocolat acude a él, le suelta de buenas a primeras: "No estoy buscando un negro, busco un payaso". Vale, esa es su visión artística, pero donde otros ven solo a un hombre negro, él capta todo el potencial cómico de Chocolat. El público enseguida los aplaude y les pide más números. Cuando el dúo se separa, George lo ve como una injusticia. Para mí era importante que existiera esa relación entre Footit y Chocolat y que su separación nos resultara dolorosa.
P: ¿Qué tienes en común con tu personaje?
R: Los dos crecimos en el teatro. El circo era para George como el teatro para mí: un templo, una iglesia, una especie de circo romano. Hay algo existencial y sublime en la confrontación entre un ser humano y un grupo. Luego, está la fe. George es creyente, está convencido de que puede llegar cada vez más alto. Yo también vivo solo para el trabajo, ¡hasta el extremo! Tengo que aprender a hacer otras cosas y no solo a trabajar. Resulta tentador refugiarte en un templo, pero también tienes que enfrentarte al mundo, hacer amigos y buscar respuestas.
P: ¿Cómo preparaste el personaje de Footit en la pista y cómo es en la vida real?
R: Existe un contraste increíble entre los dos, es un poco como el Doctor Jekyll y Mr Hyde. Fuera de la pista, George es insociable, está siempre tenso. Parece un hombre perdido en un traje negro propio de un empleado de notaría; resulta difícil imaginar que es un payaso. En la pista, sin embargo, es otro hombre, alguien con muchos matices, una especie de abanico o calidoscopio del ingenio. En cuanto al maquillaje, Nathalie Tissier y yo coincidimos en cómo tenía que evolucionar la máscara tras la que se esconde George: la boca termina hundiéndose, llevándose con ella su alegría de vivir, como en el retrato de Dorian Gray. Para el pelo, nos mantuvimos fieles al personaje histórico, con un tupé tieso sobre la frente que hacía que pareciera un punk. También hablé mucho del vestuario con Pascaline Chavanne. Tuve que aceptar convertirme en un personaje que parecía un bombón gordo y enorme y acostumbrarme al disfraz para imaginar cómo me movería con él. A la fatiga del rodaje, se sumaron las horas de maquillaje y la gran cantidad de trajes, pero a menudo me decía: "¿En qué otra película tendrías la oportunidad de interpretar a un personaje tan camaleónico como este?"
P: Tenías algunas exigencias en cuanto a los números circenses. ¿Cómo los preparaste?
R: Los números de circo a dúo han dejado poca huella, pero suficiente para definir un cierto tono y nivel de energía. Por otra parte, Omar y yo no somos Footit y Chocolat. Sin ir tan lejos como para intentar ser el opuesto exacto, tuvimos que buscar nuestro propio estilo cómico e incorporarlo a la visión de Roschdy. Nos encerramos durante cuatro semanas. Omar es ya un payaso, actuaba como tal y ya había trabajado en el escenario. Todo lo que necesitábamos era trabajar el aspecto primitivo y físico. Omar me decía: "Para mí, todo depende del diálogo". Y yo le contestaba: "Y para mí, de la expresión corporal". Los dos nos esforzamos: yo me acostumbré a utilizar mi voz y él, su cuerpo. Un número a dúo es complicado, pero a fuerza de ensayar, las cosas van saliendo de forma natural. Lo único que no conseguimos fue un ensayo con público. Normalmente, vas modificando un sketch según las reacciones del público, pero en el cine, eso es imposible. Omar y yo nos poníamos enfrente de la cámara esperando que funcionara la magia y que el montador utilizara aquello que nos había salido mejor.
P: ¿Cómo hiciste para ponerte en la misma onda que Omar?
R: Fue todo un reto. Tuvimos que ir conociéndonos poco a poco y aprender a comunicarnos para alcanzar una especie de fusión. Nos gritábamos: "¿Pero quién te has creído que eres? Vale, no soy como tú, pero ¿entonces qué hacemos?" Después de que nos dijimos las cosas a la cara, volvimos al trabajo y terminamos divirtiéndonos como niños. Omar y yo podríamos haber mantenido las distancias, es bueno ser un profesional, pero creo que la cámara sabe si las cosas se dan igual en la vida real o no. Si al ver la película sientes solo una pizca de la complicidad que había entre nosotros, lo habremos conseguido.
P: ¿Qué te ha aportado?
R: En los momentos de duda, Omar fue un punto de apoyo. Tiene energía, inteligencia, instinto... Y es increíblemente tranquilo. Yo estoy tenso, estoy siempre dándole vueltas a las cosas. Sentía que podía confiar en él. Esta película era complicada, con un montón de logística, limitaciones técnicas y marcas en el suelo. Yo estoy más acostumbrado al escenario, donde tienes mucha más libertad. Omar sabe moverse dentro de esas limitaciones, tiene una naturalidad especial para ello. Le robé sus trucos secretos.
P: ¿Qué tipo de relación mantienes con el cine?
R: Me siento como alguien que está de visita. Llevo en los escenarios casi veinte años e intervengo de vez en cuando en alguna película. El cine tiene mucho que aportarme. Cuando, como yo, tienes tu propio mundo, tu propia empresa, lo haces todo tú solo y adquieres una forma de hacer las cosas que puede convertirse pronto en una trampa. En el cine, tengo que trabajar con lo que tengo en mi interior: la sutileza, los detalles, la vida... estás continuamente examinándote.
P: Siendo un director como eres, ¿dejas que te dirijan?
R: Soy plenamente consciente de lo importante que es para un actor tener la mente abierta. Nunca podría haberme embarcado en un proyecto como este y elegir el camino equivocado, me habría convertido en un obstáculo cuando tendría que ser un instrumento. Esta es una de las profesiones más maravillosas que existen y siento un enorme deseo de ser un actor que responde a la visión de alguien.
P: ¿Qué clase de director de actores es Roschdy Zem?
R: Al principio, me hizo perder los nervios; tiene una clase de confianza en ti que yo pensé que era descontento. Entonces me dije: "Vale, este el punto de no retorno. ¿Qué está pasando?" Entonces comprendí que una vez que ha elegido a los actores, Roschdy les da total libertad: "Te he confiado una misión, hazla bien que yo me encargaré de capturarlo". Te da una enorme responsabilidad y eso es, a veces, apasionante y otras, angustioso. Puede provocarte vértigos. Sin embargo, al final cedí y terminé rindiéndome gracias a mi capacidad de interpretar. Por otra parte, esta no es la clase de película en la que el director sigue a los actores con la cámara al hombro esperando a ver qué va a pasar después. No hay espacio para la improvisación; esta es una película épica, hecha por un ejército de personas, donde todo está reglamentado. Tienes que encontrar tu propia libertad entre dos marcas en el suelo e inyectarles vida. ¡Y eso es muy difícil!
P: Cuéntanos cómo fue la experiencia de trabajar con otros actores.
R: Es fantástico trabajar con grandes actores, porque te hacen mejor. En nuestro universo, además de Omar y yo, hay dos familias circenses. La primera en las provincias, comandada por Delveaux. Le tomamos mucho cariño a la troupe, con Frédéric Pierrot como maestro de ceremonias, Noémie Lvovsky como su mujer, el enano Marval, el gigante... Durante tres semanas, fue emocionante compartir nuestro duro día a día durante el rodaje, caminando pesadamente por el barro. Hacía frío y había mucha humedad, pero eso le iba perfectamente al ambiente de la historia. Para alguien como yo que valoro la inmersión total, era algo ideal. Y, después, estaba el nuevo circo en París, dirigido por Olivier Gourmet. Todos son unos actores extraordinarios.
P: ¿Qué recuerdos te llevas de esta película?
R: Los de un largo recorrido. Mis miedos iniciales desaparecieron. No quería que las escenas de circo se consideraran como algo meramente estético y quería que el público percibiera cómo iba cambiando la relación entre Footit y Chocolat. Me doy cuenta de que Omar sentía lo mismo. A pesar de la fatiga después de tres meses de rodaje, habría sido un placer alargar la experiencia con él. Hemos filmado una historia muy atractiva. Ha sido una gran aventura y lo hemos logrado juntos.
P: ¿Con qué te gustaría que se quedara el público de la relación entre Footit y Chocolat?
R: Aunque presenciamos su inexorable caída, existe una especie de redención, porque es evidente que estaban unidos por un profundo afecto, que sus corazones nunca dejaron de latir al unísono, incluso cuando las cosas se torcieron. Aquello que los unía era más fuerte que lo que los separó.
Entrevista Eric y Nicolas Altmayer
P: ¿Cómo supistéis de la existencia de Chocolat?
NA: ¡Por pura casualidad! Fue en 2009. Estaba hojeando las páginas culturales de una revista francesa, Express, cuando un artículo me llamó la atención. Hablaba de un espectáculo dirigido por Marcel Bozonnet que estaba basado en un texto de Gérard Noiriel. Era una conferencia-performance sobre la vida del payaso Chocolat. De repente, descubrí que el primer artista negro de la escena francesa había sido un payaso y que fue una gran estrella de principios del siglo pasado... Como muchos, pensaba que Joséphine Baker había sido la primera. Inmediatamente me puse a buscar cosas en internet y después vi la película de los hermanos Lumière de la que hablaba el artículo: una película del dúo cómico Chocolat y Footit. Fue entonces cuando empecé a pensar en hacer una película.
P: ¿Qué os hizo pensar que la vida de Chocolat podría ser el tema de una película?
EA: Su increíble destino. Nació como esclavo en Cuba, se convirtió en una gran estrella en París durante casi quince años y, al final, murió en la pobreza y el olvido. Lo único que queda, por cierto, es una expresión en francés bastante anticuada que significa que te han engañado: "être chocolat". Un destino extraordinario, pero olvidado... es un tema muy atractivo. Tenía la sensación de que había algo sobrecogedor en esta historia. Sin embargo, dado su alto coste --hacer una película de época es caro- parecía complicado financiarla. Necesitábamos un actor famoso para obtener la financiación necesaria y en 2009 no había ningún actor negro que fuera lo suficientemente famoso, así que decidimos posponer la idea.
P: Al final, el proyecto llegó al mismo tiempo que despegaba la carrera de Omar Sy...
NA: Sí, en 2011 el éxito de Intocable hizo subir como la espuma la carrera de Omar. El talento ya lo tenía y ahora tenía la suficiente fama como para sostener una película de gran presupuesto. El primer paso era encontrar a Gérard Noiriel, el autor de la obra. Por aquel entonces estaba escribiendo un libro sobre la vida de Chocolat y le ofrecimos un contrato sobre sus derechos de autor.
EA: Además, casualmente, hacía poco que habíamos conocido al autor teatral Cyril Gél. Su primera obra, L'Autre Dumas, había sido adaptada al cine y nos invitó a ver la segunda, Diplomatie. Como sabía que le gustaban los temas históricos, le hablé de la historia de Chocolat. Eso era una forma de medir el interés que podría despertar en un autor. Cyril Gély no había escrito nada para el cine, pero la historia le pareció fascinante. Nos pidió que le dejáramos escribir el guion.
P: ¿Cómo reaccionó Omar Sy cuando le hablastéis de Chocolat por primera vez?
NA: Enseguida se le iluminó la mirada. Fue durante el invierno de 2011; estábamos produciendo Al otro lado de las vías (David Charhon), una película en la que Omar interpretaba uno de los dos papeles principales. Una noche, a las dos de la mañana aproximadamente, mientras el equipo preparaba una escena peligrosa, entré en la caravana de Omar. Las circunstancias eran perfectas para contar una historia. Le pregunté que si había oído alguna vez hablar de Chocolat. Me contestó que no y le hablé entonces de su trayectoria artística. Omar enseguida se sintió entusiasmado con la idea y el personaje, pero antes de decir que sí, quería ver el guion. Eric y yo decidimos arriesgarnos a escribir un guion con Cyril Gély sin saber si a Omar le interesaría el papel. Le di un dossier para que lo fuera leyendo mientras le llegaba un primer borrador del guion.
P: ¿Qué contenía el dossier?
EA: Unas cuantas notas biográficas basadas en el trabajo de Gérard Noiriel, algunos documentos fotográficos, los anuncios a los que había prestado su imagen Chocolat y también algunas fotos de la pareja cómica que formó con Footit, en fin, cosas que probaban su existencia y que demostraban la enorme popularidad del artista. Esa breve presentación de cinco o seis páginas sirvió para que Omar tuviera en mente la idea antes de leer el guion. Las similitudes entre su pasado y el de Chocolat eran tantas que hizo que quisiéramos que él lo interpretara.
P: ¿Qué comparten Omar y Chocolat?
EA: El mismo carácter entusiasta que busca el placer y la risa. Más tarde, nos dimos cuenta de que había otras coincidencias. Omar es, sin duda, el primer negro que se ha convertido en una gran estrella de cine en Francia; ha abierto brecha, como Chocolat. Su mujer también es blanca. Empezó como pareja cómica de Fred, igual que Chocolat y Footit, y los dos artistas van a los hospitales a hacer reír a los niños enfermos. Nunca imaginamos que encontraríamos a un actor tan parecido a Chocolat, o que James Thiérrée encarnaría de forma tan verosímil a Footit. Eso fue parte de la magia de este proyecto.
P: ¿A qué se debe ese parecido de James Thiérrée con Footit?
NA: A su conocimiento del circo, de la mímica y del lenguaje corporal, igual que Footit con Chocolat. Además, está siempre torturándose, preocupado, concentrado. Chocolat era más bromista y despreocupado. Cuando Omar y James se conocieron por primera vez en nuestro despacho, tuvimos la sensación de que teníamos delante de nosotros al dúo Footit y Chocolat. Los dos actores mantuvieron una relación parecida a la de la película. Se fueron conociendo, discutieron, hicieron las paces y, al final, lograron una relación tranquila.
P: Esta película no es un biopic, es una historia ficticia inspirada en el libro de Gérard Noiriel sobre la vida de Chocolat...
NA: A Gérard Noiriel no le pareció mal que nos tomáramos algunas libertades con respecto a la realidad histórica; lo importante era no traicionar su espíritu y que los hechos siguieran siendo pausibles. En cuanto al contexto histórico, teníamos investigadores, y Cyril se aseguró de mantenerse fiel a la realidad de la época.
P: ¿Cómo fue el trabajo con Cyril Gély?
EA: Cyril nos pasó un primer borrador que nos gustó mucho. Tenía un hilo narrativo, unos personajes... Tardó casi tres años en darle forma, con muchos avances y retrocesos. Cyril nos envió su trabajo y nosotros le devolvimos varias páginas con nuestras notas y observaciones. Después, nos volvió a enviar otra versión y pasamos de seis o siete páginas de notas a media página y, después, a solo unas cuantas líneas.
P: ¿Qué te hizo pensar en Roschdy Zem para dirigir la película?
EA: Roschdy Zem es un narrador de historias y un director de actores. Era el más indicado para aportar un punto de vista inteligente y sensible, porque gracias a su propia trayectoria personal sabe perfectamente no solo lo que es ser un artista, sino también lo que significa abrir brecha.
P: ¿Cómo conciliasteis vuestros puntos de vista?
NA: Cuando te acercas a un director, buscas una determinada visión de una historia, porque, en último caso, cuando dirige a los actores y el story-line en el rodaje, es su punto de vista el que prevalece. La visión de Roschdy de la película encajaba perfectamente con la nuestra. Podríamos haber elaborado el guion antes de contratar a un director. Le advertí a Cyril Gély que el director que eligiéramos probablemente necesitaría adaptar el guion para hacerlo suyo, lo cual puede resultar en algunas ocasiones doloroso para un guionista, pero es algo natural. Roschdy y Olivier Gorce, su coautor, empezaron a trabajar en el guion con Cyril y después en una segunda fase, ya solos, elaboraron el guion técnico definitivo.
P: ¿Cambió mucho el proyecto que teníais en mente con respecto al que finalmente se hizo realidad?
EA: Una película está en continua mutación. La idea original pasa por los guionistas, los adaptadores y, finalmente, por el director, que le da su propia visión, pero sin traicionar la nuestra. A menudo, empezamos un proyecto, costeamos su desarrollo y pasarle la antorcha a un director forma parte del proceso. Además, cuando empiezas los preparativos y después el rodaje, dejas partir al barco. Luego, pides noticias con frecuencia, pero a una cierta distancia, para dejar que el equipo se exprese con total libertad. Finalmente, el proyecto vuelve a ti durante la fase inicial del montaje y ahí es donde entablas un diálogo permanente con el director.
P: ¿Qué representa Chocolat para vosotros personal y profesionalmente?
NA: Una aventura que sintetiza todos los motivos por los que estamos en esta profesión: empezamos con una idea, nos planteamos contar una historia y combinamos todos los elementos que necesitamos para crear el proyecto. Después, embarcamos en el proyecto a todos los talentos y colaboradores que necesitamos para que tenga éxito. También tenemos que convencer a nuestros socios financieros, a los canales de TV y a los distribuidores de que nuestra idea es buena. Siempre es difícil reunir el presupuesto necesario para hacer una película, pero había un enorme entusiasmo por hacer esta. La emoción que suscitaba el destino de Chocolat produjo una suma de deseos mutuos y complementarios; nos daba la oportunidad de resucitar la memoria de un artista olvidado y crear al mismo tiempo un magnífico melodrama. Todos compartíamos la convicción de que con esta historia y los talentos que iban a trabajar en ella, Chocolat podría convertirse en una película que hiciera historia. Espero que sea así.
P: ¿Qué creéis que la película puede aportarle al público?
EA: Chocolat es descaradamente una película para el gran público, en el mejor sentido de la palabra. Queríamos hacer una película espectacular, impactante y llena de emociones, que en nuestra opinión es el principal placer que proporciona el cine. Me gustaría que el público se emocionara con la historia de Chocolat y su compañero especialmente si consideramos que su increíble historia demuestra que cuando hay entusiasmo y energía, todo es posible.