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  Fuego en el mar  (Fuocoammare)
  Dirigida por Gianfranco Rosi
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El cineasta Gianfranco Rosi presenta su particular visión de la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa desde la 2ª Guerra Mundial.


FESTIVAL DE BERLÍN 2016
OSO DE ORO A LA MEJOR PELÍCULA. SECCIÓN OFICIAL A COMPETICIÓN
PREMIO DEL JURADO ECUMÉNICO
PREMIO OTORGADO POR AMNISTÍA INTERNACIONAL
BERLIN MORGENPOST READER'S AWARD


Gianfranco Rosi (dirección, dirección de fotografía, producción)
Nació en Asmara, Eritrea. Después de asistir a la universidad en Italia, en 1985 se traslada a Nueva York y se gradúa en la Escuela de Cine de la Universidad de Nueva York. Tras un viaje a la India, produce y dirige su primer documental, Boatman, que se proyecta con éxito en varios festivales internacionales como el Festival de Cine de Sundance, el Festival de Locarno y el Festival Internacional de Cine de Toronto.

En 2008, Below Sea Level, rodada en Slab City, California, gana el Premio Horizontes del Festival de Cine de Venecia. La película también gana el Gran Premio y el Premio de los Jóvenes del festival 'Cinéma du Réel' en 2009, el premio al mejor documental del Festival de Cine One World de Praga, el premio Vittorio De Seta en el Bif&st de 2009 al mejor documental y es nominado a mejor documental en los Premios del Cine Europeo de 2009.

En 2010, rueda la cinta El Sicario -Habitación 164, una película-entrevista sobre un asesino de los cárteles mexicanos de la droga convertido en informador y gana el Premio Fipresci que otorga el Festival Internacional de Cine de Venecia y el premio Doc/It al mejor documental del año. También gana el premio a la Mejor Película en DocLisboa en 2010 y en Doc Aviv en 2011.

En 2013, realiza el documental titulado Sacro GRA, que gana el León de Oro del Festival Internacional de Cine de Venecia.

Filmografía
1993 BOATMAN SELECCIÓN OFICIAL, FESTIVAL DE CINE DE SUNDANCE
2001 AFTERWORDS SELECCIÓN OFICIAL, FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VENECIA
2008 BELOW SEA LEVEL SELECCIÓN OFICIAL, FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VENECIAMEJOR PELÍCULA / PREMIO HORIZONTES
2010 EL SICARIO - ROOM 164 SELECCIÓN OFICIAL, FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VENECIA PREMIO FIPRESCI
2013 SACRO GRA SELECCIÓN OFICIAL, FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VENECIAGANADOR DEL LEÓN DE ORO
2016 FUOCOAMMARE (FUEGO EN EL MAR)COMPETICIÓN OFICIAL, FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE BERLÍN. GANADOR DEL OSO DE ORO


Declaraciones del director
Fui por primera vez a Lampedusa en el otoño de 2014. Mi idea era filmar un cortometraje de 10 minutos para presentarlo a un festival internacional. La idea de los productores era hacer una pieza corta, una película instantánea, que ofreciera una imagen diferente de Lampedusa a una Europa pasiva e indiferente cuya comprensión de la crisis migratoria era confusa y estaba distorsionada. Ese también era mi caso. Para mí, Lampedusa había sido durante mucho tiempo una maraña de voces e imágenes generadas por anuncios de televisión y titulares impactantes sobre muertes, emergencias, invasiones y protestas populistas.

Pero una vez en la isla descubrí una realidad que no se parecía en nada a la que transmitían los medios de comunicación y la narrativa política. Me di cuenta que sería imposible comprimir un universo tan complejo como el de Lampedusa en unos pocos minutos.

Comprenderlo exigía una inmersión completa y prolongada. Y no iba a ser fácil. Sabía que tendría que una forma de introducirme en ese universo.

Entonces, como suele ocurrir en la realización de documentales, ocurrió algo totalmente imprevisto. Acudí a Urgencias por una molesta bronquitis y conocí al Dr. Pietro Bartolo. Me dijo que era el único médico de la isla y que había estado presente en cada desembarco de inmigrantes rescatados en los últimos treinta años. El decidía a quien había que enviar al hospital, quién iba al centro de detención, y quién había fallecido.

El Dr. Bartolo no sabía que yo era un director en busca de una posible historia así que me contó sus experiencias en las urgencias médicas y humanitarias. Lo que dijo, y las palabras que utilizó, me afectaron profundamente.

Nos entendimos muy bien y me di cuenta que podía convertirse en un personaje de la película. Después de hora y media de intenso debate, el médico me enseñó en su ordenador imágenes desgarradoras que no se habían visto nunca, así que vi de primera mano la realidad de la tragedia migratoria. En ese momento supe que tenía que transformar el cortometraje de 10 minutos que me habían encargado en mi nueva película.

Después de poner en marcha la producción del proyecto, me instalé en Lampedusa y alquilé una pequeña casa en el antiguo puerto donde me quedé hasta el final del proceso. Quería contar la historia de esa tragedia a través de los ojos de los habitantes de la isla, cuyo modo de ver y escuchar las cosas, y la vida, habían sufrido un cambio gigantesco en los últimos 20 años.

Gracias a la ayuda de Peppino, un ángel de la guarda de la isla que más tarde se convirtió en mi ayudante de dirección, fui entrando en contacto con la gente de la isla y llegué a conocer sus ritmos, su vida cotidiana, su manera de ver las cosas. Y como había sucedido con el Dr. Bartolo, tuve otro encuentro fundamental, esta vez con Samuele, un niño de 9 años hijo de un pescador, que me conquistó. Me di cuenta de que a través de sus ojos claros e ingenuos podía contar la historia de la isla y de sus habitantes con mayor libertad. Lo seguí mientras jugaba con sus amigos, en el colegio, en casa con su abuela y en el barco con su tío. Samuele me permitió ver la isla de otra manera y con una claridad que no había conocido antes y, a través de él fueron surgiendo otros personajes de la película.

Mi decisión de mudarme a Lampedusa lo cambió todo. En el año que pasé en la isla tuve que capear el largo invierno y luego los meses en el mar, y llegué a conocer el verdadero ritmo de la avalancha de inmigrantes. Era necesario ir más allá y no limitarme a ir corriendo a Lampedusa cuando había una emergencia como hacían los medios. Al vivir allí me di cuenta de que la palabra emergencia no tiene sentido. Todos los días hay una emergencia. Todos los días pasa algo. Si quieres comprender el verdadero sentido de la tragedia necesitas no solo estar allí, sino estar en contacto permanente con lo que ocurre. Sólo así pude comprender mejor los sentimientos de los isleños, que llevaban 20 años observando cómo se repetía la misma tragedia.

Después del comienzo de las operaciones de rescate como Mare Nostrum, que trata de interceptar barcos en el mar, ya no se ven emigrantes en Lampedusa. Pasan como fantasmas. Los llevan a un muelle del puerto viejo, los trasladan en autobuses al centro de detención para asistirlos e identificarlos, y unos días después los envían a la península.

Al igual que con los aterrizajes, de los cuales filmé decenas, la única manera de comprender lo que ocurre en el centro de detención es entrar en él y verlo de cerca. Es muy difícil rodar en el interior, pero gracias al permiso que obtuve de las autoridades de Sicilia, pude mostrar el centro, sus ritmos y reglas, sus habitantes y sus costumbres, sus religiones y sus tragedias. Un mundo dentro de un mundo, aislado de la vida cotidiana de la isla. La mayor dificultad estuvo en encontrar una manera de filmar ese universo y transmitir una sensación no sólo de autenticidad y realidad, sino también de la humanidad que encerraba.

Sin embargo, no tardé en comprender que la frontera -que en su momento fue la misma Lampedusa, cuando las barcas llegaban directamente a la isla-se había trasladado al mar. Pedí permiso paraembarcar en un buque de la Marina italiana que opera frente a la costa de África y pasé cerca de un mes en el Cigala Fulgosi mientras participaba en dos misiones. Allí también aprendí los ritmos, las reglas y las costumbres de la vida a bordo hasta que nos topábamos con tragedias, una tras otra. La experiencia de filmarlas es indescriptible.

En mis películas he descrito a menudo mundos cerrados, ya fuera de forma literal o imaginaria. Estos universos, a veces tan pequeños como una habitación, se rigen por sus propios movimientos lógicos e internos. Captarlos y transmitirlos es la parte más complicada de mi trabajo. Es lo que ocurrió con el grupo de marginados que vivían en el desierto americano (Below Sea Level). Era un mundo aislado con sus propias reglas, donde la frontera era la identificación con una forma de pensar o una circunstancia particular. Pasó lo mismo con el narco-asesino convertido en informador de la policía, encerrado en una habitación de hotel, que recrea sus crímenes y explica las reglas de su universo delictivo (El Sicario). Se puede decir lo mismo de otro grupo humano que vive en las márgenes de la vía de circunvalación de Roma (Sacro GRA). Así que en Lampedusa tuve que comprender el funcionamiento, si puedo llamarlo así, de otro conjunto de mundos concéntricos, con sus propias reglas y su sentido del tiempo: la isla, el centro de detención, el Cigala Fulgosi.

Es imposible dejar Lampedusa, al igual que es imposible decidir cuándo una película está terminada. Si esto es cierto en todas mis películas lo es especialmente en ésta. Pero un incidente me hizo comprender que el círculo se cerraba de alguna manera. Decidí hacer esta película sobre Lampedusa después de conocer al Dr. Bartolo, así que para cerrarla sentí la necesidad de retornar a ese encuentro. Fui a ver a Bartolo, pero esta vez con una cámara que puse en marcha para filmar su testimonio, su historia. Y como pasó al principio, mirando en la pantalla del ordenador donde almacena su archivo de 20 años de rescates, Bartolo, con su inmensa humanidad y serenidad, logró comunicar la magnitud de la tragedia, y el deber de ofrecer ayuda y refugio. Exactamente lo que se necesitaba para poner punto y final a la película.