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  Un doctor en la campiña  (Médecin de campagne)
  Dirigida por Thomas Lilti
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Thomas Lilti (Dirección, guión)
Antes de licenciarse en medicina, Thomas Lilti dirigió tres cortometrajes, Quelques heures en hiver, Après l’enfance y Roue libre. Es un realizador atípico ya que continúa ejerciendo como médico generalista además de su trabajo como guionista y director. En los últimos años ha desarrollado numerosos proyectos para el cine y la televisión, incluyendo su primer largometraje, Les yeux bandés, protagonizado por Guillaume Depardieu, que se estrenó en 2008. También coescribió Télé Gaucho con Michel Leclerc, y Mariage à Mendoza con Edouard Deluc. En 2014, escribió y dirigió Hipócrates, película que cosechó más de un millón de espectadores en Francia y fue nominada a siete premios César, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión, ganando el César al mejor actor secundario para Reda Kateb.

Filmografía
DIRECCIÓN
2016 - UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA
2014 - HIPÓCRATES
2008 - LES YEUX BANDÉS

GUIÓN
2016 - UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA
2014 - HIPÓCRATES
2012 - BODA EN MENDOZA
2011 - TÉLÉ GAUCHO
2008 - LES YEUX BANDÉS


Entrevista con el director y guionista, Thomas Lilti

P: ¿Por qué ha querido contar la historia de un médico rural después de dirigir HIPÓCRATES?

R: Yo era médico antes de dedicarme al cine. Así que sé lo que son las sustituciones en las zonas rurales. Las hice cuando era un joven interno y los años que pasé sustituyendo a médicos rurales con muchísima experiencia fueron una excelente escuela para mí. Cuando me convertí en director de cine, quise hacer una película para aprovechar todas esas experiencias. Desde el punto de vista de un guión, no hay nada más novelesco que un médico rural.


P: ¿No le da miedo encasillarse en un género cinematográfico tan especializado?

R: El único punto en común de mis dos películas es la relación con la profesión médica. Por encima de todo, HIPÓCRATES es una película de iniciación, más o menos autobiográfica, que cuenta lo que ocurre en un hospital y descubre al espectador los entresijos de esa microsociedad. Nada que ver con UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA. En este caso el personaje es un profesional experimentado y mi intención ha sido describir la práctica de la medicina.


P: El médico rural es un auténtico héroe popular al que la gente adora... Y cuya particularidad es estar en vías de extinción.

R: Hay que impedir por todos los medios que desaparezcan este tipo de médicos. Para mí es una problemática social de primera magnitud y he querido convertirla en el tema de una película. Por desgracia esta profesión está desapareciendo debido al éxodo rural. Por esa razón, el médico rural se ha convertido en el héroe positivo por antonomasia. Asume un papel social fundamental, creando un vínculo entre generaciones y luchando contra el aislamiento y la soledad de sus pacientes. En esta película he querido rendir homenaje a este oficio cuya importancia comprendí al hacer sustituciones en Normandía y en la región de las Cevenas cuando era un joven médico. Tuve el privilegio de conocer a hombres y mujeres excepcionales.


P: Para interpretar a este personaje ha recurrido a François Cluzet, un actor muy popular. ¿Por eso lo escogió?

R: ¡Nada menos anodino que proponer el papel protagonista a un actor muy popular! Me pareció coherente y natural recurrir a François Cluzet, muy querido por el público, para interpretar el papel de un médico rural.


P: ¿Ha escrito el guión pensando en él?

R: No suelo escribir pensando en los actores que van a interpretar los papeles. Pero siempre tengo en mente una imagen bastante exacta de los personajes. Cuando el guión empieza a tomar forma, también comienzan a surgir caras. Y François se convirtió muy rápidamente en una prioridad para mí. Veía una correlación clara entre la imagen que se iba desarrollando en mi mente -una mezcla de mi imaginación y de médicos que he conocido- y él.


P: ¿Cómo trabajó con él para conseguir esa precisión en la gestualidad, en la forma de dirigirse al paciente, en escucharle?

R: François Cluzet se implicó muchísimo en la preparación de la película. Lo mismo que Marianne Denicourt. De hecho, François fue quien propuso experimentar métodos poco ortodoxos. ¡El primero fue eliminar toda la puntuación del guión! A veces, los técnicos tenían problemas para seguir el texto, pero sirvió para replantearnos todos los mensajes del guión. Además, los actores se sintieron más libres. Nada era inamovible. El segundo consistió en organizar lecturas con todos los actores de la película, sin excepción. Creo que esas lecturas colectivas han contribuido a reforzar la cohesión del equipo, a crear entre nosotros un verdadero espíritu de pueblo.


P: ¿François Cluzet y Marianne Denicourt conocieron a algún médico rural de verdad?

R: François no lo necesitó, pero Marianne sí. Conoció a médicos generalistas y estuvo con ellos en sus visitas. Le sirvió para recoger sus testimonios. Creo que se ha inspirado en gran medida en esos momentos pasados con ellos. También sé que Marianne y François han leído mucho sobre el tema. Además, intercambiamos documentales, libros de fotos, artículos de periódicos: una serie completa de documentos que nos ayudaron a elaborar un lenguaje común.


P: ¿Todos los personajes que se ven en la pantalla, incluyendo los pacientes, son actores profesionales?

R: Sí. Todos menos uno, un agricultor que sale al principio de la película y al que François Cluzet aplica un vendaje. Es una pequeña escena de improvisación que al final decidimos incluir en la película.


P: ¿También los personajes con una discapacidad mental?

R: En el grupo de jóvenes discapacitados mentales, los figurantes no son actores. Pero Yohann Goetzman, el joven autista que vive en un centro especializado, ya había hecho de actor en películas realizadas por él mismo. Y como también hace teatro y toca en un grupo de música, se puede decir que ya tenía un vínculo con las profesiones artísticas y cierta experiencia ante las cámaras.


P: ¿Por qué ha querido contar con discapacitados mentales?

R: Mucha gente, incluyendo jóvenes, que sufre una discapacidad mental, vive en zonas rurales. Y son los médicos generalistas los que los atienden, a pesar de no tener una formación específica. Y además no quería recurrir a un actor profesional para este papel y menos aun sabiendo que Yohann tenía ganas de participar en la película. Abordó su papel igual que cualquier otro actor.


P: En la película, el médico rural es una especie de hombre para todo, que cura, que es un confidente, un consejero...

R: Es cierto que curar y ejercer de confidente forma parte de la singularidad del médico rural. Otra característica es que hay cada vez menos médicos rurales. Así que están sobrecargados de trabajo lo que hace que estén agotados. Y además, cada vez hay menos posibilidades de que los sustituyan o los ayuden.


P: Jean-Pierre Werner está en una situación límite. Nada más empezar comprendemos que está enfermo y a lo largo de la película vive una especie de carrera contra la enfermedad.

R: La figura del médico enfermo me gustaba. Me permitía abordar la dimensión novelesca que buscaba. De esta forma, mi personaje vive una aventura muy particular. Además, poner en escena un médico enfermo me permitía sortear la problemática de los desiertos médicos; no tratar la cuestión de forma frontal sino más bien eludiéndola para abordar la temática fundamental de la transmisión de conocimientos. El hecho de que esté enfermo le obliga a aceptar ayuda. Le imponen una sustituta. Tendrá que transmitirle todo su saber.


P: Es el médico del hospital que trata su tumor el que propone a Nathalie que vaya a ayudarle, a apoyarle...

R: Y existen varias razones. Para empezar, Nathalie, la médico que interpreta Marianne Denicourt, no tiene formación para ejercer en una zona rural. El médico de hospital, al enviarla a ayudar al doctor Werner, sabe perfectamente a quien se enfrenta: ¡un auténtico cabezota! Es uno de esos médicos con mucha experiencia al que no le gusta que decidan por él. De hecho, a Werner no le hace ninguna gracia su llegada.


P: Al principio le hace alguna que otra novatada...

R: La pone a prueba. Es un hombre que vive solo desde hace mucho tiempo. Y no tiene ninguna gana de que alguien se meta en su territorio. Además está enfermo y no quiere que se sepa. Así que esta mujer representa un peligro para él. Pero las novatadas no duran mucho al comprender que es una médico competente. Se da cuenta que podría necesitarla. Sin olvidar la dimensión altruista de Werner: le gusta transmitir lo que sabe.


P: Ya desde el primer encuentro vemos que estos dos personajes van a tener problemas...

R: Por eso quería que el personaje femenino no fuera una jovencita. Quería que tuviera un pasado y que empezara una nueva etapa de su vida.


P: ¿Ese perfil tan particular ya estaba en el guión desde el principio o ya pensaba en Marianne Denicourt para el papel?

R: Un poco de ambas cosas. Está claro que después de HIPÓCRATES no quería volver a hacer una película sobre el aprendizaje. Quería que ese personaje de médico fuera una mujer en plena madurez, dispuesta a emprender una segunda etapa en su vida. Me gustan los hombres y las mujeres que vuelven a empezar y que lo hacen de cero. Después de ser enfermera, Nathalie decide retomar los estudios para ejercer de médico en el campo. Es lo contrario de lo que ocurre en la actualidad porque los médicos jóvenes no quieren ejercer en el medio rural por nada del mundo. Además, tiene una formación, unas técnicas que Werner no tiene o ha perdido. Poco a poco se da cuenta de que son complementarias y que necesita a Nathalie.


P: Hay diferentes niveles cinematográficos en su película: un nivel realista, casi naturalista; y también un aspecto casi documental, todo mezclado con una trama muy novelesca...

R: Tenía mucho interés en señalar las "carencias" del servicio público actual pero también quería contar una historia que estuviera bien documentada, que fuera fiel a la realidad. No quiero hacer películas de denuncia ni películas intimistas, sino más bien mezclar ambos géneros. Está claro que hay un intento de recuperar la dimensión política y social de las películas de los años 70/80. En mi opinión, el cine francés actual carece de esa dimensión. En el fondo, me gusta contar historias novelescas situándolas en un universo documentado y realista. La confrontación de esos dos elementos forma la materia y la inspiración que necesito para hacer películas.


P: UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA es una película que tiene un trasfondo social, sociológico y geográfico muy fuerte. Por el contrario, parece que el trasfondo político se ha dejado de lado...

R: No creo haber eliminado completamente ese aspecto, aunque es cierto que sólo lo trato con pequeñas pinceladas. Para mí, UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA también es una película política. Como mínimo, una película comprometida. Por ejemplo, aborda el problema de lo que en Francia se denominan 'desiertos médicos' y de los centros de salud. Esa es la gran cuestión política de la medicina rural actual, y yo dejo caer mi opinión en alguna que otra escena...


P: En su película nos habla de la igualdad en el acceso a la sanidad, del derecho a morir en casa...

R: Desde luego. La problemática del derecho a morir en casa también está presente en la película. Defender los cuidados a domicilio en el medio rural es un tema totalmente político.


P: El doctor Werner regala a Nathalie un ejemplar de Diario de un joven médico de Mikhaïl Boulgakov. ¿En qué otras obras se ha inspirado para escribir el guión de esta película?

R: En efecto, me gusta muchísimo esa novela sobre el aprendizaje. También me he inspirado en Un hombre afortunado, el libro de John Berger. Fue Marianne Denicourt quien me lo dio. Hay otro libro de fotografías que fue una excelente fuente de inspiración para mí y para mi director de fotografía: Médecin de campagne de Denis Bourges (Les Édition de Juillet). Martin Winckler escribió en el prefacio de este libro: "Ser médico rural es echar raíces, aunque hayamos crecido en la ciudad o hayamos viajado mucho. Se adopta el ritmo, la manera de hablar, las costumbres. No sólo consiste en curar a los enfermos y ser el confidente de sus problemas. El médico rural también es testigo de los cambios del paisaje, de los acontecimientos del pueblo, de las despedidas y las llegadas. Se forma parte de la comunidad. Se adquiere el sentido de pertenencia. Y de eso también se habla en mi película.


Entrevista con François Cluzet

P: ¿Por qué aceptó este papel de médico rural? ¿Tiene alguna relación especial con la medicina?

R: Siempre he querido ser actor pero no para interpretar sino para vivir. Para vivir los papeles. Me ha permitido vivir retazos de vidas como si fueran vidas enteras. Siempre soñé con hacer de médico. Somos muchos los que hemos querido tener esa relación con la humanidad, la salud, la curación, el fracaso, todas esas situaciones melodramáticas que ofrece la medicina. Y después, conocer a Thomas Lilti terminó de convencerme. Es alguien muy especial, abierto a las opiniones de los demás. Ha debido ser un buen médico porque se ha convertido en un director de cine excepcional. Siempre he admirado a esos médicos que deciden dedicarse al cine, a la literatura o al teatro. Como Chejov por supuesto. Es interesante ver como al científico acaba gustándole lo irracional. Y está el personaje, ese doctor Werner, enfermo, que tiene que pensar en sí mismo, darse prisa en cambiar de actitud. Está claro que el sacerdocio, la vocación, son más fuertes que nada. En ese sentido, ser médico se parece bastante al oficio de actor. En nuestra profesión también hay vocación, pasión, abnegación, es casi obligatorio.


P: Encarna a la perfección a un médico, su gestualidad, su capacidad para escuchar, su mirada, su relación con los demás. ¿Cómo ha conseguido interiorizar tanto el personaje?

R: Es un papel extraordinario. Un papel muy agradecido y que requiere sensibilidad. ¡Un médico enfermo que solo se ocupa de los demás! Un altruista de verdad. La entrega también es fundamental en nuestro oficio. No hay que tomar al público por imbécil. Hay que sentir las emociones antes de transmitirlas.


P: Un papel en el que rechaza cualquier relación de seducción. Como si estuviera prohibido enamorarse de Nathalie. Un auténtico corazón solitario...

R: Este médico es demasiado íntegro para necesitar ese tipo de cosas. Como actor, también desconfío de la seducción. Podría intentar seducir a todo el mundo. ¡Usted también podría hacerlo para conseguir la mejor entrevista! Pero es como un maquillaje y se parece muchísimo al narcisismo, al egocentrismo. En la historia de la película, a pesar de que estoy solo y enfermo, le atesto a Nathalie: "¿Pero quién demonios la envía? ¡Esto no es para usted, déjelo! ». Cuando comete el primer error le digo: "¡Fuera! ¡Váyase!" Como si saber el oficio fuera lo único importante. Es algo que se ve en todos las personas apasionadas. De hecho, a mí también me interesó pasar de actor debutante a artista. Me hubiera podido limitar a ejercer este oficio como protesta, como una reivindicación social por lo que me había tocado vivir. Pude caer muy fácilmente en ese tipo de comportamientos. Pero tuve la suerte de conocer a directores, sobre todo de teatro, a actores, actrices, que me obligaron a pensar que lo más interesante de este oficio era enriquecerse en el plano humano, la tolerancia, compartir, colaborar... Jouvet decía: "¡El actor vale lo mismo que el hombre!" Hay que hacer una carrera de artista intérprete y no de actor arribista, individualista. El cine es un deporte colectivo. ¡Si no te gusta eso, dedícate a otra cosa porque te estás perdiendo una mina de oro!


P: Thomas Lilti y Marianne Denicourt insisten en su aportación al trabajo de equipo. Esas grandes sesiones de lectura que realizó con todos los actores. Esa petición de suprimir toda la puntuación del guión. ¿Siempre trabaja de forma tan colectiva?

R: Vengo del teatro donde se sabe que todo no depende de un solo actor. Sólo me gusta el trabajo en equipo y sólo juntos podemos superarnos a nosotros mismos. Un actor que se supera solo, no es más que un tipo que se mira el ombligo. Con Alain Françon, que fue el director de escena de La Colline, trabajamos varias semanas sentados en una mesa. Al final, tenías confianza en ti mismo y en los demás, no era mi trabajo sino nuestro trabajo. ¡No éramos el genio que sale de la lámpara y que de repente ilumina la sala o la película! Nos decíamos: Cuanto mejor lo hagas tú, mejor lo haré yo. Y eso lo comprendimos muy bien Marianne y yo. Todo lo que aportó ella fue para mejorar la película. A los dos nos gusta colaborar. Creo muchísimo en el trabajo previo. Después, dejo de trabajar, vivo el papel y sólo me preocupa el ambiente del plató y mis compañeros. La idea de suprimir toda la puntuación es de Peter Brook. Hay quince formas de decir una réplica si se quita la puntuación. Sólo es una cuestión de actitud. De jugar con la actitud.


P: ¿Quién es el doctor Werner? ¿Cuál es su historia? Seguramente tiene un hijo, una pareja...

R: Sí. No es un suicida sino más bien un hombre que se viene abajo, como muchas personas enfermas. Y que de repente decide que lo único que le interesa es seguir practicando la medicina. La entrega absoluta. ¡Genial! Le gusta la gente y ese es el secreto.


P: Pero surge cierto vínculo entre Werner y Nathalie cuando el alcalde sufre el accidente. Sabe cómo tratarle mientras que él no sabe...

R: Sí, y va más allá de un simple reconocimiento de orden profesional. Ella es competente y eso le da legitimidad. Es entonces cuando descubre su encanto, su feminidad, su sonrisa. El esfuerzo que ha hecho para ser médico rural es admirable. Y, en ese sentido, ambos se parecen.


P: El único momento en el que el doctor Werner se enfada es cuando surge un problema de tipo ético. Me refiero a la ética de la responsabilidad, de la convicción. Todo se resume en el caso del anciano que quiere morir en casa, y que ella quiere trasladar al hospital por buenos motivos.

R: Werner también es un médico moderno, que ha comprendido lo que significa el acompañamiento al final de la vida. ¿De qué sirve trasladar al anciano, separarlo de su perro, sacarlo de su hogar, cuando le ha prometido que le dejará morir en su casa cuando ya no haya esperanza?


P: UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA también es una película política que habla de las zonas rurales francesas que se sienten abandonadas, de esos médicos que aceptan pasar consulta por 23 euros...

R: Desde luego, también es una película política y social. Se dicen verdades, la sectorización, el enorme peso de la administración francesa, lo que se denomina los desiertos médicos. Cuando se vive en París o en ciudades grandes se suele creer que los médicos son todos unos burgueses que ejercen en el boulevard Saint Germain y que cobran 150 euros por consulta. ¡Y no es así para nada!


P: ¿Ha leído libros o ha vuelto a ver películas para hacer este papel?

R: Me he decantado por un trabajo introspectivo. De niño, tuve la suerte de contar con médicos que me salvaron del asma y algunos de mis seres queridos han sufrido enfermedades graves, así que he visto de cerca lo que es un o una médico. Personifican la entrega total. Y también me he acordado de los médicos malos. Por ejemplo de uno que llevaba varios meses sin querer hacerle una radiografía de pulmones a un amigo. Al final, accedió y le dijo: "Me juego un caramelo a que no tiene nada". Mi amigo se hizo la radiografía y le diagnosticaron un cáncer incurable. Así que llamó al médico y le dejó el siguiente mensaje en el contestador: "Ha perdido usted, me debe un caramelo". La humanidad de mi amigo que sabiendo que iba a morir quiso dejarle ese mensaje, me conmovió... ¡Lo cierto es que yo también soñaba con ser médico pero sólo siendo actor se puede vivir todo!


Entrevista con Marianne Denicourt

P: En HIPÓCRATES era médico de hospital y ahora es médico rural en UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA. ¿Es la misma profesión, el mismo papel, o es muy diferente?

R: Son papeles totalmente diferentes y dos maneras de ejercer la medicina. Para mí la implicación fue muy diferente. En HIPÓCRATES, no realizaba casi ningún gesto médico. La temática de las relaciones de poder entre los miembros del personal médico era mucho más importante que la relación médico-paciente. Y en UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA ocurre todo lo contrario. Prepararme para este papel me llevó mucho tiempo. Aprendí algunos gestos básicos con un médico de cabecera: tomar la tensión, utilizar un estetoscopio, tomar el pulso, escuchar a un paciente. Aprendí a hacer un torniquete, a colocar una compresa, a limpiar heridas, a hacer suturas con una enfermera, la misma que trabajaba en HIPÓCRATES. También hice un curso de socorrismo en Protección Civil. Aprender todas esas cosas hizo posible que me concentrara en mi papel cuando llegué al plató de rodaje. Después de HIPÓCRATES, Thomas Lilti me hizo un regalo maravilloso al proponerme un papel antes incluso de escribir el guión. De esa forma pude trabajar sobre este personaje durante dos años antes del rodaje. Me dio una libertad extraordinaria y también asumí una gran responsabilidad. Thomas aceptaba mis ideas y le agradezco mucho su confianza. Ha sido fantástico estar tan implicada en la creación de un personaje.


P: En Un hombre afortunado, John Berger describe al médico rural como un héroe. ¿Ha tenido la sensación de ser una auténtica heroína, a diferencia de HIPÓCRATES, donde sólo era un eslabón de la cadena?

R: Antes de leer el libro de John Berger, había leído los de Marie Didier, en particular Contre Visite y Dans la nuit de Bicêtre. Después, conocí a esa mujer que además de ser una fantástica escritora, es médico. Descubrí su humanidad, las maravillosas relaciones que tiene con sus pacientes, su rostro, su coraje... Para mí, Marie Didier es una auténtica heroína. Ha sido una de mis fuentes de inspiración. En lo que se refiere al libro de John Berger y del fotógrafo Jean Mohr, también es magnífico. Retrata la extraordinaria entrega de un médico rural.


P: Una entrega como la del doctor Werner en la película

R: En efecto. Es ese compromiso con los pacientes lo que François Cluzet interpreta con tantísimo acierto. Antes sólo había rodado unos pocos días con él en 'El libro extraviado' de Raúl Ruiz. Trabajar con él en UN DOCTOR EN LA CAMPIÑA me ha permitido conocer mejor su personalidad extremadamente noble, sincera y generosa. Es un actor al que le gusta compartir. Al igual que él creo que la fuente de la creatividad está en la relación con el otro, en la colaboración. François quería que trabajáramos cada escena con Thomas, para identificar los problemas, para analizar la evolución de las relaciones entre nosotros.


P: En la película no tiene la edad del típico médico sustituto joven. Tiene un pasado...

R: Un papel es como una ecuación con muchas 'x'. Hay que resolver muchas cosas. A veces se utiliza la realidad para elaborarlo. En el hospital de Alès conocí a una mujer que después de ser enfermera había estudiado medicina. Me acordé de ella para hacer el papel de Nathalie. Ese es el misterio que encierra Nathalie. ¿Por qué está ahí? ¿Por qué se empeña a pesar de las zancadillas que le pone Werner? Está claro que ha sufrido y que quiere pasar a otra cosa en su vida. Además tampoco tiene otra opción. Puede que eso sea la vocación, el compromiso: esa necesidad imperiosa.


P: Aunque hay que decir que vuelve a su hogar, a la casa de su padre. Así que en cierto modo, vuelve a sus raíces...

R: Sí, tiene toda la razón. Tiene la fuerza de los que ya tienen un pasado y no va a darse por vencida fácilmente.


P: Además también ha sido médico de urgencias...

R: Thomas quería que lo fuera por la escena con el alcalde que se lesiona y al que hay que intervenir de urgencia en plena noche.


P: Es una escena importante en la que vemos que la transmisión de conocimientos entre el doctor Werner y Nathalie es recíproca. Conoce técnicas que él desconoce.

R: Esta escena ocurre cuando está decidido a prescindir de Nathalie. Pero comprende que la necesita y su relación da un giro.


P: Los actores que le dan la réplica, ¿los considera actores o más bien pacientes?

R: Interpretar consiste en desdoblarse, en creérselo. Es muy extraño. ¡De repente, era médico, tenía delante de mí un paciente y me lo creía! Hay que decir que todos los actores con los que he trabajado son tremendamente auténticos.


P: Es evidente que su trabajo de preparación con François Cluzet ha sido muy importante. ¿Los actores han intervenido en la escritura y la preparación de una película?

R: En este momento trabajo en Viejos tiempos, la obra de Harold Pinter que interpretaré próximamente en el teatro del Atelier con Adèle Haenel y Emmanuel Salinger. Delphine Seyrig, Françoise Fabian y Jean Rochefort la representaron en 1971. En sus memorias, Françoise Fabian recuerda esta frase de Pinter: "Quiero que los actores opinen. Son la carne de la obra". Es así de sencillo. Se puede ser buen director, pero si no hay espíritu de colaboración, no se transmite nada. Una película se construye también partiendo de los actores, de la confianza que se les da. Y Thomas lo ha comprendido muy bien y lo ha puesto en práctica en la película.