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  Los visitantes la lían (en la revolución francesa)  (Les visiteurs: La révolution)
  Dirigida por Jean-Marie Poiré
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Esta comedia continúa una saga de películas que sorprendió en la década de los noventa con los Godefroy de Montmirail y su siervo Jacquouille: 'Los visitantes no nacieron ayer' (1993), 'Los visitantes regresan por el túnel del tiempo' (1998) y 'Dos colgados en Chicago - Los visitantes cruzan el charco' (2001).

La película repite con el mismo director de sus predecesoras Jean-Marie Poiré y con sus dos máximos protagonistas: Jean Reno ("El Chef, la receta de la felicidad") y Christian Clavier ("Dios Mío, ¿pero qué te hemos hecho?"). Completan el reparto algunos de los actores más populares del momento en Francia: Franck Dubosc ("Barbacoa de amigos"), Karin Viard ("Cena de amigos"), Sylvie Testud ("Sagan") y Ary Abittan ("Dios Mío, ¿pero qué te hemos hecho?").


Comentarios de Jean-Marie Poiré (guionista, director y productor)
Todo comenzó en un avión con Christian Clavier. Fue una chispa, un deseo. Estábamos hablando de proyectos, temas, distintas cosas… Y entonces, repentinamente, nos preguntamos: ¿no seríamos capaces de pergeñar una idea lo suficientemente interesante y divertida como para hacer otra secuela de Los Visitantes ¡no nacieron ayer!? Las franquicias siempre han tenido un interés comercial, pero realizar una secuela con el único objetivo de atraer público no es interesante desde la perspectiva artística. Para que funcione, se necesita un auténtico impulso, y una idea que lo sustente.

Desde luego, el elemento decisivo estaba en los actores. Christian y Jean no son únicamente inmensamente populares, cada uno a su manera, sino también una pareja genuinamente cinematográfica a quienes el público gusta ver. Nos preguntamos si el hecho de que aparecieran algo envejecidos acaso desconcertaría a los espectadores. Y entonces comenzamos a preguntarnos qué ocurre cuando viajas a través de esos pasillos del tiempo evocados en Los Visitantes regresan por el túnel del tiempo. Puede resultar complejo, pues estar estancado en el tiempo no deja de tener sus desventajas, dado que envejeces prematuramente. Eso añadía un sentido de urgencia a la historia: si los Visitantes se quedan mucho en los pasillos del tiempo, perecerán.

Entonces volvimos a pensar en lo esencial del tema: ¿qué nos entretuvo, qué entretendría al público, y particularmente, de qué modo esta secuela renovaría el género? Era crucial narrar una historia nueva, y en un mundo que no conocíamos.

Lo que aquí se hace interesante estriba en que están en un mundo del que lo desconocen todo. Obviamente, conocen la Edad Media, y allí están como en casa; finalmente, se acomodan al siglo XX, pero el siglo XVIII empieza muy mal para ellos porque se ven en prisión. Eso es totalmente nuevo para ellos, un mundo impregnado de revolución, un mundo que está aboliendo las jerarquías sociales, un mundo donde las batallas y el peligro no tienen fin. Pensamos que sería un entorno fascinante.

Durante la Revolución, el Reino del Terror fue un periodo especial, sin duda el más dramático, el más espectacular, y el más propicio al suspense y al peligro. ¿Quiénes son Los Visitantes? Una pareja, el señor y su lacayo, que es un siervo, un esclavo. Por supuesto, la Revolución puso fin a la esclavitud y a la servidumbre, y pensamos que sería fascinante ver a la gente vivir a través de relaciones sociales fundamentales en este momento de convulsiones sociales, en que los roles sociales estaban siendo invertidos, cuando los esclavos se hicieron con el poder.

También pudimos abordar una cuestión esencial planteada en las dos entregas anteriores: ¿cuándo fue que el Castillo de Montmirail fue a parar a la familia de Jacquouille? Recordemos que en la primera película Jacquart es el propietario del castillo, y la descendiente de los Montmirail, Béatrice, vive en una casa pequeña y encantadora. Nunca mencionamos cuándo cambió el castillo de manos, y creímos que podía ser interesante mostrar el periodo en que efectivamente ocurrió: la Revolución Francesa.

He de decir que éste es uno de los más extraordinarios repartos con que haya trabajado nunca. Hoy hay actores por doquier de cada generación. Hay esta idea de pasar el testigo a la siguiente generación. En ‘Papi’ en la resistencia, Clavier era el joven, y Jacqueline Maillan, Michel Galabru, y Jean-Claude Brily representaban la generación previa. Era muy divertido. Cuando realicé Twist again à Moscou, con Clavier y Philippe Noiret, eso mismo también se hacía fascinante. En cierta medida, eso implica distintos estilos de interpretación, y otorga a los personajes gran variedad. En Los Visitantes, particularmente, donde la historia pasa de una generación a la siguiente, creo que es divertido comprobar que eso se reflejaba en el reparto. Ésta es una película sobre linaje, ¡tanto en la pantalla como en la vida real!

Hacer películas significa tener una visión de las cosas, y realmente no he cambiado, porque todavía me gusta el humor, tanto como siempre. Me encanta hacer el tonto, ver a distancia la historia… y todavía es el caso. El resto viene con la experiencia. No me preocupa afrontar la dirección de una película de esta amplitud. Los filmes son un poco como los niños: los quieres todos, y a veces incluso aquéllos que no resultan tan bien. Obviamente, éste es un caso particular porque es el único film que ya ha tenido una secuela. Se trata de una tercera entrega, pero está justificada porque es una cinta generacional. Es una película con un tema apasionante que se podría hacer una y otra vez, cada vez llevando a nuestros personajes a otro periodo. Siento por Los Visitantes ¡no nacieron ayer! mucho afecto; me lo pasé bomba haciéndola. Para mí, encontrarme con esos personajes otra vez era algo muy emocional. Durante las primeras sesiones de maquillaje y de vestuario en los estudios de París, cuando súbitamente vi llegar a Jacquouille y Godefroy, tuve la impresión de reencontrarme con viejos amigos. Fue muy emotivo.

¿Habrá más entregas de Los Visitantes? Es muy posible, porque el desenlace de este film es un tanto abierto, pero de nuevo deberíamos tener un argumento que ¡valiera la pena! Christian y yo hemos invertido mucho tiempo en la escritura de Los Visitantes la lían, porque buscábamos un modo de que el proyecto existiera como film independiente, en sí mismo. Y es cierto, de hecho se puede ver Los Visitantes la lían sin haber visto las dos anteriores, y creo que es una película muy original si la comparamos con las otras dos. Nos transporta a un universo muy distinto.


Comentarios de Christian Clavier (guionista, productor, y personaje de Jacquouille Fiscal)
El deseo de hacer esta película fue súbito, sencillamente quise trabajar con Jean-Marie Poiré de nuevo. Compartíamos un deseo común de escribir una película juntos, y lógicamente pensamos en una secuela de Los Visitantes regresan por el túnel del tiempo, en cuyo desenlace los dos héroes, presos del tiempo, se ven atrapados en tiempos de la Revolución Francesa. Obviamente, no podía tratarse de una simple secuela con el mismo tipo de escenas rodadas de distinto modo. Por otro lado, lo que nos interesaba era el Reino del Terror, el momento más oscuro de la Revolución, cuando los franceses se enfrentaron brutalmente los unos a los otros.

La primera escena que se me ocurrió fue la cena con Robespierre, y la búsqueda de un nuevo nombre para Jacquouille. Nos partimos de risa, y desde ahí delineé todos los personajes. Dimos con una idea atractiva y comenzamos a escribirla.

Pronto tuvimos una primera versión, y escribimos unos pocos borradores más. Buscábamos un tercer personaje que aportara algo nuevo, un nuevo argumento, desde luego, pero también diversos papeles para más actores que no tan sólo los dos principales.

El problema de las secuelas es que a menudo se hacen tan sólo por motivos comerciales. Aquí tenemos nuevas aventuras para Godefroy y Jacquouille, pero no se trata del mismo tipo de secuela que hubiéramos podido hacer hace veinte años, aprovechando el éxito de la primera película. Teníamos un deseo auténtico y un buen argumento.

La Revolución Francesa es un momento trascendental de la historia francesa, un momento en que la sociedad queda patas arriba. Los pobres toman el poder, y los poderosos devienen vulnerables, comienzan a darse cuenta de que su poder no les es propio por designio divino. Las cartas se barajan de otro modo. Es tiempo de oportunidades. Está naciendo un mundo nuevo. La naturaleza de las relaciones entre los sexos, la vida privada de las parejas, evolucionan. Y lo mismo la relación entre jefes y trabajadores, entre propietarios y todos los demás. Todo andaba revuelto. Los revolucionarios, pese a su vertiente sangrienta, también eran visionarios. Hicieron una historia extraordinaria, y cambiaron la faz de Europa y del mundo. En ese contexto, situar un señor y su lacayo como personajes, el segundo súbitamente haciendo demandas, obviamente se hace interesante para con el linaje y la historia de Francia. Nuestra intención original era ver lo que ocurre cuando te ves confrontado a tu archirecontratatarabuelo, dependiendo de que éste fuera un revolucionario importante o un noble refugiado. Es fascinante. Somos un país con historia. Los franceses adoran la historia, y yo también, pues nos enseña mucho sobre el presente.

La Revolución es el nacimiento de nuestra República. Connota toda la cuestión del laicismo. El crimen por blasfemia fue abolido en 1789, nuestro argumento se torna una cuestión candente ¡súbitamente!

En Los Visitantes la lían, estamos interesados en nuestros dos héroes y sus descendientes. Los descendientes de Jacquouille están a punto de confiscar un castillo de los descendientes de Godefroy. Los Montmirail, que fueron nobles medievales, gente particularmente violenta, guerreros y protectores de sus pueblos, han devenido cortesanos irresponsables, decadentes e incapaces de defender nada. Por el contrario, los descendientes de Jacquouille se han hecho revolucionarios, comenzaron a querer posesiones, a dirigir, como resulta frecuente con las revoluciones. Un grupo reemplaza al otro, con todo lo injusto que haya en ello. ¡Y jugamos con eso en la película! La historia de Francia es una increíble serie de actos tan inconstantes como opuestos: los franceses están bastante divididos entre sí. No cabe duda de que es una gran cualidad, porque las contradicciones ¡hacen a la gente creativa! Creo que esa época es una condensación de todo lo que va a pasar a lo largo de las próximas dos centurias, hasta hoy.

Siempre he sido un actor de grupo, desde los días de la compañía de café-teatro Le Splendid. A mi modo de ver, no hay nada mejor que compartir. Se hace fascinante combinar a actores y actrices de substratos distintos y formaciones distintas en un mismo film para narrar una historia sobre Francia. Philippe de Chauveron me enseñó eso en Dios mío, pero ¿qué te hemos hecho?, y tuve una cata de ello en Les profs, con su mezcla de generaciones… Quería reproducir eso y multiplicarlo ad infinitum. Conseguimos a Karin Viard, Franck Dubosc, Alex Lutz, Sylvie Testud, Christian Hecq, Jean-Luc Couchard, Ary Abittan, algunos extraordinarios actores belgas, y algunos chicos muy jóvenes, como Stéphanie Crayencour. Y con ellos, Jean, Marie-Anne, y yo mismo, ¡los pilares de la película! Me recordó ‘Papi’ en la resistencia, excepto que entonces nosotros éramos los jóvenes, frente a Jacqueline Maillan, Michel Galabru, Jean Carmet, Julien Guiomar, Jacques François… Creo que es un pase del testigo muy interesante. Y todos acudimos con esta misma idea, que sugiere que el placer que nosotros experimentamos al hacerla, y el que ellos tuvieron al venir, probablemente es el mismo del público.

No escribimos con este o aquel actor en mente, sólo queríamos ofrecer unos papeles auténticos. Christian Hecq (Marat) vino para dos días, y obtuvo un papel muy importante. Lo mismo vale para Nicolas Vaude, quien encarna a Robespierre, y para todo el Comité Central de Salud Pública, con Cyril Lecomte, Lorànt Deutsch… ¡Teníamos un amplio espectro del cine francés!

Mi personaje, Jacquouille, es un superviviente. Se las arregla para escapar en el último minuto. Teme el ambiente exterior. Proviene de un mundo muy duro con él, y al tiempo tiene una dimensión infantil que se traduce en una curiosidad ilimitada. En situaciones peligrosas, se asusta, aun actuando intrépidamente. Todo ello le hace un personaje original.

Jacquouille ya ha descubierto la República y el mundo moderno, así que regresa al tiempo de la Revolución con una manera de ver que es la de nuestra época. Ha comprendido algunos principios que le permiten apreciar el mundo moderno. Se hará algo más astuto que antes, pero le dividen algunos sentimientos contradictorios. Tiene su propio modo de comprender todas las eras por las que ha atravesado.

En el primer film, Jacquart, uno de los descendientes de Jacquouille, era el propietario del castillo: para sorpresa de Jacquouille y gran contrariedad de Godefroy, dado que éste no puede entender por qué no posee el castillo su propio descendiente, que vive con un vagabundo. Ahora, un descendiente de Jacquouille reclama el castillo: Jacquouillet vive con la hermana de Robespierre, Charlotte, interpretada por Sylvie Testud. Ella es un personaje variopinto, pero políticamente está con el agua al cuello ya que permanecer cerca de Robespierre no es ninguna ganga. De hecho, era muy peligroso en la época: el Comité Central de Salud Pública estaba cortando cabezas, y Marat pedía más de ellas cada día en los artículos que escribía.

Jacquouillet se parece a Jacquouille sin parecerse a él, como es el caso para muchos de nuestros personajes, gracias a los remarcables efectos especiales de Emmanuel Pitois. Odio las historias acerca de dobles. Siempre quise crear personajes nuevos en las películas de Los Visitantes. Sus físicos deben cambiar, y para ello necesitamos confiar en los efectos especiales. También se trata de un film mágico para el público general, incluidos los niños… una película fantástica. Hay esa dimensión mágica, ingenua. Está el argumento, las situaciones curiosas, la interpretación, y entonces, la fantasía: los efectos especiales, el viaje en el tiempo… Estar atrapados en una era durante tanto tiempo… lo pasan mal intentando recuperar sus cuerpos, que se están deteriorando. Se hallan en gran peligro a diversos niveles, así que también es un film de aventuras.

Para un actor, interpretar a dos personajes tan radicalmente distintos en un mismo día es muy excitante: no llevan el mismo vestuario, y no es la misma época. No son en absoluto los mismos personajes, ni tienen la misma mentalidad. ¡Es fascinante! Puede sonar rudo, pero se necesita un poco de flexibilidad divertida, y una sinceridad que permite convertirte en uno u otro muy rápidamente. Creo que las ropas hacen al hombre: cuando te pones un vestido, te metes en el personaje.

Los Visitantes ocupan por completo un lugar especial en mi carrera. Ha sido mi mayor éxito. La película transformó mi carrera, mi status como actor. Facilitó grandemente poder obtener financiación para películas, escribirlas, abrió un mundo de oportunidades. Jacquouille ¡me ha dado mucho!

La fuerza motriz es el deseo. Somos artistas, no hay resorte mecánico para realizar una película como ésta. Nunca calculas. No creo que los artistas, actores, guionistas, o directores reaccionen si no es por instinto, por el placer de hacer algo. Y gracias a ello, tenemos la oportunidad de ser creativos y de desafiar los retos. Si piensas demasiado, nunca haces nada. Cuando Depardieu me ofreció la miniserie Napoleón, me recordó que sólo había hecho unos planos como Thénardier en la miniserie de Los miserables, “¿quieres hacer de Napoleón?.” Me lo pensé treinta segundos y dije que sí. Así son los retos en la vida de un artista, al menos es como yo los siento, y así es como he funcionado siempre: por instinto. Siempre se puede pedir todo.


Comentarios de Jean Reno (Godefroy De Montmirail)
Estoy aquí por un gran papel en un relato nuevo, innovador, un relato con actores y actrices de la nueva generación, un relato que acontece durante el Reino del Terror, por tanto en un momento muy intenso de la historia.

Jean-Marie Poiré y yo revivimos nuestra vieja complicidad. Y con Christian regresamos al instante a nuestra vieja camaradería y alquimia. Las situaciones eran nuevas, pero la relación era la misma, así que todo volvió fluidamente, de inmediato. Rodar con Jean-Marie resulta bastante sencillo porque tiene la trama, sabe a dónde nos ha de llevar, el lugar, el ritmo, el tono. Es bastante sencillo.

La Revolución Francesa ha dejado su marca en el mundo. Es como El discurso del método: hay momentos como esos en la historia de Francia que cambian el mundo; obviamente, se trató de un momento crítico muy importante en la historia de Francia. Estuvo lleno de giros, y nos fue a favor para la comedia y las carcajadas.

En esta nueva historia, mi lacayo, Jacquouille, se ha hecho más listo, o en cualquier caso mas sabio que antes. Sabe muchas cosas ahora, lo que quiere decir que ya no puedo manipularle como solía. Lo que le digo puede ser cierto, pero ahora le resulta difícil creerme porque ha adquirido otro tipo de conocimientos, se ha acostumbrado a las cosas modernas: grifos en el baño, por ejemplo, agua corriente fría y caliente, interruptores de la luz, incluso automóviles, por lo que lamenta aquellos tiempos. Es un incordio, porque tengo problemas para convencerle de que siga con nuestro viaje en el tiempo.

Mi personaje, Godefroy, está muy consternado porque la gente cuestiona la nobleza, a él, que tiene el derecho sobre la vida y la muerte de sus siervos. Está estupefacto cuando esos tipos con pluma en el sombrero ¡quieren cortarle la cabeza! Es un shock que aterroriza a Godefroy.

Esta película reúne a actores de todas las procedencias y edades. Vienen del teatro, del cine francés y belga, algunos son jóvenes, otros menos… ¡Es fantástico! Quise expresarles lo feliz que me sentía. La historia pedía a gritos ese tipo de diversidad. Exigía sangre nueva, distinta, para el drama y la comedia. Esa diversidad es un gozo… fue una idea maravillosa del guión reunir a Sylvie Testud y a Karin Viard. Es imposible citar a todos. Fue un gozo y un honor. Y lo digo muy sinceramente.


Comentarios de Franck Dubosc (Gonzague de Montmirail, noble progresista, diputado de la Convención)
El personaje que encarno, Gonzague de Montmirail, es un descendiente de Godefroy. Es el único que aseguraría el linaje y la continuidad de los Montmirail. Pero ¡es un cobarde! A diferencia del resto de la familia, ha decidido seguir la corriente, hacerse revolucionario y rebelarse contra los nobles. No por convicción sino por miedo: está aterrado, como todos los que pensaban en ese tiempo. Su miedo y cobardía añaden comicidad al film.

Christian me habló de este proyecto hace mucho tiempo. Vi el primer largo, igual que muchos otros franceses, ahora pertenece a nuestro patrimonio; pero no he visto el segundo largo. Pienso honestamente que Los Visitantes la lían no es simplemente una nueva entrega, es un film nuevo. Podría ser el primero.

Había personajes en este guión de los que oí hablar por primera vez en las clases de historia de la escuela… pero, a fin de cuentas, no necesitas saber la historia de Francia para reír, o para entender la película. Christian y Jean-Marie la han escrito maravillosamente bien, y tenemos una idea clara sobre el Reino del Terror. No fue un buen momento que vivir. Podías recibirlas de todas partes. A Christian Clavier le encanta ese periodo de la historia. Confía en el realismo histórico para atraer a los expertos, pero incluso alguien que no sepa nada sobre la Revolución Francesa puede aprender algo aquí sin que le moleste el aspecto especializado. Es una comedia, fluye fácilmente, y lo que resulta agradable es que no se trata de un humor crudo.

Las prendas ayudan ciertamente, eso seguro. Como suele ocurrir, en este apartado se ha llevado a cabo un trabajo realmente artístico e, incluso más importante, indispensable, pues hablamos de una época cierta. Christian y Jean-Marie Poiré escribieron un guión muy sofisticado, muy arraigado en la realidad, por lo que las ropas y los decorados tenían que estar a la altura. Y nuestro trabajo consistía en usar todo eso y ser divertidos.

Se hace extraño encontrarte con personajes que has visto y conocerlos como miembros de una audiencia… Les vi como si estuviera encontrándome con ellos por primera vez, y tanto mejor porque el personaje que encarno también estaba viéndolos por primera vez.


Comentarios de Karin Viard (Adélaïde de Montmirail, condesa a la fuga, madrastra del comisario)
Encarno a Adélaïde de Montmirail, integrante de la familia de Godefroy de Montmirail. Soy una noble, mi marido hace poco que murió y tengo dos niños pequeños. También están los hijos de la primera esposa de mi marido, que por tanto son mis hijastros, a quienes dan vida Franck Dubosc, Alex Lutz y Stéphanie Crayencour. Mis hijastros ¡tienen la misma edad que yo! Mantenemos una relación tensa. Me odian y yo les correspondo.

La condesa adora a la Reina. Adora al Rey. No entiende que esto sea el fin de los privilegios. Quiere seguir comiendo bollos. No comprende en absoluto lo que está en juego. Puede ver que el mundo está cambiando, incluso su propia familia. Su hijastro, interpretado por Franck Dubosc, es un comisario revolucionario, pero ella piensa que está haciendo el ridículo y espera que lo olvide. No puede imaginarse qué va a ser la Revolución Francesa. Y es más, ella vive en provincias: en París se cortan cabezas, pero en provincias las cosas no son del todo iguales.

Nunca he interpretado este tipo de personajes, y debo añadir que, con excepción de unos pocos días en una película con Diane Kurys, jamás había actuado con vestidos de época. Obviamente, es emocionante. Es brillante. Los decorados son suntuosos, y al tiempo es una enorme farsa. Actúas como si estuvieras todavía en la escuela, es la monda, es muy irreverente, y eso lo hace muy divertido… la dicotomía entre unos decorados y un vestuario espléndidos, todos los medios posibles en la película, y el hecho de que ¡sólo sea una broma elaborada!

Obviamente, fui a ver Los visitantes ¡no nacieron ayer! y Los visitantes regresan por el túnel del tiempo, películas que se han convertido de verdad en parte del patrimonio de Francia, casi del mismo modo que La gran juerga. Pero yo no pertenecía a ese enorme club de fans que ahora descubro existía. Ignoraba hasta qué punto la gente está loca por esas películas, incluso en mi propia familia. Creo que están muy bien hechas, y son muy divertidas, pero desde entonces he descubierto que hay una auténtica multitud de seguidores que harían lo que fuera para colarse en el plató.


Comentarios de Sylvie Testud (Charlotte Robespierre, compañera de Jacquouillet)
Yo soy Charlotte Robespierre, la hermana de Robespierre. Es una revolucionaria, muy implicada en política y derechos humanos, pero al mismo tiempo quiere ser muy flexible. Con Jean-Marie y Christian, la imaginamos como alguien muy encantadora, pero que llegaría hasta el fondo una vez tiene una idea. Eso la hace atrayente, pero también acaso aterradora.

En su convivencia con Jacquouillet, posee un ascendente muy fuerte y muy marcado sobre él. Como fiscal, Jacquouillet es temido por la nobleza, y por todos aquéllos que temen la Revolución, pero en casa, está sujeto a la autoridad de su esposa. No lo domina por la fuerza sino porque intelectualmente es más fuerte que él, comprometida sinceramente y del todo honesta. Te preguntas si a veces no sospechará que su marido más bien viviría con todo lujo y privilegios...

Por encima de todo, soy una fan de Los Visitadores. La labor de Jean-Marie Poiré me es muy familiar, me encantan sus películas. Me sé un montón de diálogos que se han convertido en expresiones cotidianas. Estaba totalmente estupefacta, porque no soy de los que acostumbran a participar en este tipo de películas. Me sentí muy alagada, pero a la vez muy nerviosa: ¿estaría a la altura? Habitualmente, se me lIama para cosas que son mucho más oscuras y duras, así que me tomé esto como una flor, o incluso como un ramo de flores.

Comencé con una escena en la que estoy ante todo un jurado. Godefroy y Jacquouille están con el agua al cuello, y voy a tratar de defenderlos. Fue fabuloso, y todo eso se rodó como… me sentí como ¡si estuviera actuando en Amadeus!

Jean-Marie Poiré insistió en que el aspecto de Charlotte fuera muy elegante, y todo estuvo mucho más allá de lo que me esperaba. Sus guantes resultaban particularmente importantes, porque le conferían una imagen arrogante: por ejemplo, en la escena en el mercado. Charlotte no es alguien que vaya a tocar la fruta sin sus guantes. Todo esto devienen indicios que vierten luz sobre este más bien singular carácter de alguien muy altruista, pero que también tiene sus límites.

En esta película, aprendí cómo es trabajar con un instructor. Fue la primera vez, y lamento no haber recurrido a ellos anteriormente, pues habitualmente vierto horas aprendiéndome los diálogos. Mientras que esta vez sólo necesité unos minutos. Es muy efectivo, es un método, y adquiere un valor verdaderamente pedagógico… Fue impresionante, toda una emancipación.

El Reino del Terror es un periodo relevante. Francia es el país de la Revolución, lo mismo que decir un país que abolió los privilegios para dar libertad a la gente, pero que al tiempo empleó la guillotina como si no hubiera un mañana, por lo que devino una época muy peligrosa, un tiempo en que la gente que vivía entre lujos se codeaba con gente que vivía entre mugre. Fue un momento de la historia que hizo nuestro país exactamente como es ahora: todo es 50/50, la gente grita, y sin embargo todos quieren una vida con todas las comodidades. ¡Eso es Francia!

Me encantan las escenas entre Jacquouillet y Charlotte. En una pareja, siempre resulta divertido que uno tenga ascendencia sobre el otro, y éste otro se de por vencido mientras en realidad todavía trata de hacer las cosas a su manera. Pero creo que lo que más me gustó fue la relación que tuve con Christian, Jean-Marie Poiré y Jean Reno, porque todos ellos pensaron la película muy seriamente, aunque cuando empezaban a reír y a hacer el tonto no eran sino como chiquillos. Era eso exactamente lo que necesitaba. Me sentí muy bien entre ellos. A fin de cuentas, todo lo que hicimos fue hacer el bobo…


Comentarios de Marie-Anne Chazel (Prune, conserje del edificio de los diputados / Sans-culotte / seguidora de Robespierre)
Prune es un personaje nuevo que interpreto, es la antepasada de la Dama Ginette. Es una mujer del pueblo, pelirroja como es, ¡constituye el DNA de su linaje! Una revolucionaria acérrima. Los vientos de cambio la llevan en volandas; lleva mucho esperando por esto. La hace feliz que los nobles, cuyo escarnio y desdén hubo de sufrir, finalmente van a tener que pagar las consecuencias. Es una ferviente partidaria del Comité Central de Salud Pública, y una absoluta admiradora, por no decir fanática, de Robespierre. Me imagino que es la que inventó la promoción de productos de campaña: lleva pendientes con guillotinas colgantes, collares, medallas… es realmente una revolucionaria ejemplar. Tiene todo el arsenal.

A nivel social, no hay gran diferencia entre Prune y la Dama Ginette. Ambas son mujeres de clase baja. Pero Prune es algo mejor: es una conserje, la guardiana de la residencia privada de los Montmirail, en tanto la Dama Ginette es una indigente. Junto a Philibert, su querido, Prune representa el futuro, los que creen en el cambio social en la batalla por el poder. Pero no resulta particularmente simpática ni amable.

Supe pronto de la existencia del proyecto, y sabía que había un personaje de la familia de la Dama Ginette. Pero no la he interpretado como la Dama Ginette. Tiene una presencia real, una auténtica función, representa a una facción extrema de la gente, los “sans culottes”. Me entusiasmé cuando lo supe; cuando leí el guión, me pareció muy divertido aunque también fascinante, porque se aprendía mucho mientras una reía abiertamente ante los varios giros de la trama. Y además, había sido tan divertido hacer las dos primeras películas. Y lo que éstas han significado para mí ha sido tan importante en mi vida que obviamente dije que sí.

Lo que me alcanzó al leer el guión, fue todo el trabajo que hicieron acerca del periodo. Inteligentemente, acertaron al envejecer a los personajes, porque ¡no podían regresar igual que veinte años antes! Pero funciona, gracias a la noción enteramente mágica de los pasillos del tiempo. Me interesaba mucho cómo iban a mostrar esa época de gente frenética. La locura se había apoderado, un frenesí, cada uno hacía esto o aquello o lo de más allá para bien o para mal. Y la cinta posee cierta noción visual sin tomarse a sí misma demasiado seriamente. No hace juicio alguno, no hay moral en la historia, y en el desenlace hay un gesto de asentimiento que me encanta de verdad.

Cada vez que trabajo con Jean-Marie Poiré como director, me impresiono y maravillo. Lleva en su cabeza la película entera. Se puede decir que cada toma se le impone, aunque él aún mantiene un auténtico sentido de libertad. Hay que seguirlo, es como el rock and roll, pero es fascinante porque es muy divertido. Los resultados son atípicos, le asiste su propio toque. Es su marca artística distintiva. Siempre ha estado ahí, y acaso ahora más que nunca. Hay algo obvio, y fluido, ese modo fácil que tiene de ver las escenas, y nunca desatiende una toma. Lucha por defender cada una de sus diálogos y cada una de sus imágenes. Es impresionante.


Comentarios de Ary Abittan (Lorenzo Baldini, marqués de Portofino)
Christian me ofreció la película inmediatamente después de Dios mío, pero ¿qué te hemos hecho? Lo leí y acepté al instante porque te ríes en cada página.

Mi personaje, Lorenzo Baldini, Marqués de Portofino, conoce a Godefroy y a Jacquouille en prisión. Se pega a ellos porque cree que con esos dos volverá a casa sin castigo. Y no los va a soltar en todo el metraje. Es pusilánime, un tanto mujeriego, está a punto de ser guillotinado, pero así que pasa por delante cualquier moza, se olvida. Es un tipo feliz. Al ser marqués, pertenece a una familia aristocrática. Iba a ser guillotinado cuando se tropieza con Godefroy y Jacquouille. Y dice: “¿Quiénes son éstos que hablan un francés tan tosco?” Nada más leer esta línea, ¡me vinieron ganas de hacer la película!

Jacquouille la Fripouille y Godefroy son prácticamente personajes de cómic. Los franceses los adoran, los queremos profundamente, integran nuestra cultura popular. Es un periodo muy interesante para estos dos personajes, y perfecto para reír pues la familia de Jacquouille logra rebelarse. El rol social de ambos se invierte, y resulta muy divertido, interpretar eso es brillante. Es un periodo maravilloso para un film de época, particularmente para la comedia, y ¡especialmente para Los Visitantes!

Creo que en el universo de la comedia francesa, Los Visitantes ¡no nacieron ayer! fue un punto de inflexión determinante. Fue tan ingeniosa, tan divertida… Y estaban esos dos actores consumados, Jean Reno y Christian Clavier. Para mí, era emocionante trabajar con ellos, divertirme con ellos en espíritu de equipo, que es lo que a Christian le encanta. Eso es lo que ha hecho conmigo, con Franck, Karin, Alex, Marie-Anne… Y me siento feliz de ser parte del grupo.


Comentarios de Alex Lutz (Robert de Montmirail, el hermano menor del diputado)
Yo soy Robert de Montmirail, hijastro de la Condesa, que Karin Viard interpreta de modo tan magnífico y divertido. También soy el hermano de Gonzague de Montmirail, interpretado por Franck Dubosc. Soy muy consciente de mi alcurnia y un tanto fatalista: no me engaña la dirección a la que la Revolución nos está llevando.

Dado el derecho de primogenitura, Franck Dubosc, mi hermano, se lo lleva todo. Está a favor de una Revolución capaz de crear una monarquía constitucional. Pero Robert, mi personaje, sufre expolio. Es un noble desheredado que no obtiene sino migajas. Todas sus ventajas, su patrimonio, desaparecerá. Eso le convierte en un personaje curioso, pues es un cínico frustrado, aunque con coraje: su crianza le obliga a hacerse cargo de la situación cuando es imperativo. Tiene sentido del honor. Robert es un noble terrateniente que posee un dominio en la Dordoña. Es alguien pegado a la tierra, a quien enoja todo el movimiento, los imbéciles que le rodean, Jacquouille, quien apesta, los austriacos… Esta Revolución Francesa ¡le está resultando de lo más inoportuno!

Me enamoré de la primera película, como creo es el sentir común. Recordamos imágenes, hay expresiones que se han convertido en parte de nuestra cultura popular. Cierto día de rodaje en que acabábamos de desvestirnos, tuvimos que regresar al plató. De repente, todos íbamos de un lado para otro, había un auténtico revuelo. Una de las ayudantes de vestuario exclamó: “¡Esto es imposible! ¡Qué ‘binz’!” (desastre)… una expresión de Los Visitantes. ¡Increíble! No la dijo expresamente, simplemente estaba exasperada. ¡Vaya metateatro!

El vestuario ayudaba enormemente, porque el personaje es algo singular. Hay cierta ironía. Y aquí está, enojado, y habla con cinismo. El hecho de que sea un film con reparto de conjunto hace las cosas más claras: cuando actuamos juntos, las prendas encima, cada actor ocupa su lugar y, bastante extrañamente, eso te ayuda a dar con el tempo y el ritmo correctos.

Hacer esta película fue estimulante, porque tenía el respaldo de una gran producción, y porque ¡todos íbamos disfrazados y comportándonos como idiotas! Ése es el espíritu que me gusta, un espíritu de creación inspirada, ideado y llevado adelante por Christian y Jean-Marie. En el guión vi la misma velocidad de ciclón que en ‘Papy’ en la resistencia, que me encanta, con ese gran grupo de gente... Con sólo leerlo, me pareció rico, desbordante, generoso… El hecho de que el guión acontezca en esa época de transición que es la Revolución Francesa nos habla a todos, básicamente de un modo más bien inconsciente, y eso es bueno. Toca la esencia francesa, como las comedias de Gérard Oury con Louis de Funès, esa encarnación de lo francés que cristaliza todas nuestras buenas cualidades y todos nuestros defectos. O como Le Splendid: un grupo que logró retratar lo francés en situaciones muy francesas. Esta película alcanza a hacer eso incluso más que la primera película.