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  La doctora de Brest  (La fille de Brest)
  Dirigida por Emmanuelle Bercot
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Película encargada de inaugurar la Sección Oficial a competición del Festival de Cine de San Sebastián 2016.

"La doctora de Brest" cuenta la historia real de la doctora Irène Frachon, la mujer que se atrevíó a plantarle cara a la industria sanitaria y farmaceútica francesa, cuando en 2010 se destapó el escándalo mediático en torno a la comercialización de un controvertido medicamento cuyos efectos secundarios provocaron la muerte de más de 500 personas.


Entrevista con Emmanuelle Bercot

P: ¿Qué te impulsó a hacer esta película?

R: Como todo el mundo, había oído hablar del caso Mediator pero no lo había seguido de cerca. Fueron las productoras de Haut et Court, Caroline Benjo y Carole Scotta, las que se interesaron en el libro de Irène Frachon1 y me pidieron que lo leyera.

Como correspondía a Irène Frachon decidir quién haría la adaptación cinematográfica, me reuní con ella para comer unos meses después de la publicación del libro. Eso fue hace unos seis años. Enseguida me di cuenta que esta mujer arrolladora podía convertirse en un personaje de ficción extraordinario. Cuando hablaba sobre el caso, con pasión y emoción, adquiría una dimensión totalmente nueva. Ya no era la historia del Mediator, sino la historia de la lucha de una mujer excepcional.


P: ¿Cómo se comportó Irène Frachon en esa primera reunión?

R: Tuvo una actitud muy natural, muy espontánea, nada política. Una persona corriente con una historia extraordinaria. Alguien que no reacciona de forma calculada. Tiene una energía increíble; su alegría de vivir es inasequible al desaliento. Irène se ríe mucho, incluso cuando habla de cosas serias. Es muy sensible y pasa fácilmente de la risa al llanto. Su lenguaje es muy florido, lo que da la impresión de alguien que va a meter la pata, y no le importan las convenciones sociales.

Después de esa reunión, que tuvo lugar cerca de las oficinas del Ministerio de Sanidad, dije a mis productoras que aceptaba dirigir el proyecto pero siempre que la película versara sobre esta mujer y su historia. Y al final tuvimos la suerte de que Irène Frachon nos escogiera.


P: ¿Cómo trabajaste con Irène Frachon?

R: Las cosas sucedieron en varias etapas. Cuando me hice cargo del proyecto, tenía que hacer otras dos películas: Ella se va y Con la frente en alto. Yo no quería escribir el guión. No sólo porque no tenía tiempo sino porque creía que no me correspondía a mí adaptar una historia tan compleja.

Se eligió a Sévérine Bosschem para escribir el guión. No tardamos en ir a Brest juntas. Allí pasamos mucho tiempo con Irène, tanto en su casa como en el hospital. Conocimos a todas las personas implicadas en el caso. Grabamos a Irène durante horas mientras nos contaba toda la historia.

A grosso modo, algo menos de la mitad de la película se basa en la adaptación del libro. La otra mitad se compone de relatos de primera mano, de los secretos que la gente nos contó. Cuando volvimos a París, nos reunimos con los protagonistas parisinos, sobre todo con el epidemiólogo Gustave Roussy, el "topo" de la CNAM [INSALUD francés], Anne Jouan, Gérard Bapt...

Durante más de un año, Sévérine Bosschem trabajó de forma independiente. Recopiló los miles de documentos que le había dado Irène, y acabó dominando los aspectos técnicos de la historia. Después, pero esta vez juntas, definimos el esquema general de la narración. En total, se tardaron unos tres años en escribir la película. Participé en todas las etapas con el fin de redefinir la construcción, delimitar la trama y desarrollar los diferentes personajes. Todo esto mientras trabajaba en otras películas.

Por último, unos meses antes de empezar a rodar, volví a escribir el guión para que fuera a mi medida. Durante todo este tiempo, Irène siempre estuvo disponible para asesorarnos y ayudarnos a corregir cualquier inexactitud. Antoine, el investigador que fue de gran ayuda para Irène durante todo el caso y Anne Jouan, la periodista de Le Figaro, también fueron muy útiles. Ella era muy consciente del aspecto factual de las cosas.


P: Luego llegó la peliaguda cuestión de quién interpretaría a Irène Frachon.

R: Me hice esa pregunta ya antes de escribir el guión. Y no encontraba respuestas. No se me ocurría ninguna actriz francesa que pudiera interpretar el papel. El problema era considerable porque durante los casi tres años que pasé escribiendo el guión, no supe quién iba a interpretar a Irène Frachon. Fue Catherine Deneuve quien encontró la solución. Acabábamos de terminar Con la frente en alto y mientras cenábamos juntas me habló de una actriz que trabajaba en la serie Borgen. “Deberías ver la serie. Esa actriz estaría genial en ese papel y además creo que habla francés", me dijo. Al día siguiente empecé a ver Borgen. También encontré una entrevista de televisión con Sidse Babett Knudsen en la que hablaba bastante bien francés, sólo tenía un ligero acento.

Después, todo sucedió muy rápido. Caroline Benjo y yo fuimos a Copenhague. La reunión fue muy bien. Sidse leyó el guión, que todavía era un borrador y aceptó enseguida el papel. Para ser sincera, si Catherine Deneuve no hubiera sugerido a Sidse para hacer el papel, ¡no creo que nadie hubiera pensando en ella!.

Después tuvimos que contárselo a Irène Frachon, que sentía mucha curiosidad por saber quién la interpretaría. Íbamos a comer juntas y estábamos muy preocupadas por su reacción. ¿No le parecería muy extraño que hubiéramos elegido a una actriz danesa de la que nunca había oído hablar? Pero ocurrió exactamente lo contrario. Cuando mencionamos el nombre de Sidse se puso a gritar. ¡Estaba loca de contenta! Como es lógico, no sabíamos que la familia Frachon era muy fan de la serie Borgen. Para Irène, que Sidse hiciera de ella en la película era un auténtico sueño.


P: Así que en lo que se refiere al reparto, no intentaste ceñirte a la realidad. Hubieras podido elegir una actriz bretona...

R: Bueno, para empezar, ¡Irène Frachon no es bretona! (Se ríe). Yo supe desde el principio que eso no era ningún problema. La batalla de esta mujer es universal. No importa cuál sea su nacionalidad, tiene la misma fuerza. Pero creí que la idea no le iba a gustar a Irène Frachon. Después de todo ella es francesa y es una historia francesa. Pero como es muy inteligente, con una mente muy abierta y una mujer intelectualmente honesta, no le importó.


P: Irène Frachon no tiene ningún complejo con manifestar su fe protestante. De hecho es una faceta muy importante de su personalidad. Sin embargo, es un aspecto que no aparece en la película. ¿Puedes decirnos por qué?

R: Tienes razón, la fe de Irène Frachon es un factor extremadamente importante. De hecho, resistió gracias a su fe y también gracias a su familia y a la gente increíble que tenía a su alrededor. Sin embargo, la fe de Irène se omite completamente en la película y sólo vislumbramos algunos detalles de la familia. ¿A qué se debe? Sólo habría tenido sentido si no hubiera sido anecdótico, y no se puede decir demasiado en dos horas. Además quería que la historia fuera lo más universal posible y al mismo tiempo evitar señalar demasiado a Irène. Debo añadir que ella nunca expresó el deseo de que su fe se mencionara en la película. Pero le prestó a Sidse su cruz hugonote para que la llevara en el plató. Así que ese aspecto del personaje no se omite del todo.


P: ¿Recuerdas la primera vez que Irène Frachon se reunió con Sidse Babett?

R: Por supuesto, aunque yo no estuve desde el principio. Me las arreglé para llegar quince minutos tarde. Fue en un restaurante cerca de la productora, en París. Cuando llegué, vi que habían congeniado. Ambas son personas muy abiertas, con una energía increíble. Sus energías conectaron inmediatamente. Por supuesto, Sidse no conocía a Irène Frachon ni estaba familiarizada con el caso del Mediator. Estaba descubriendo y absorbiendo el personaje que iba a interpretar.


P: ¿Ves una similitud física entre ambas?

R: No (risas). Enseguida renuncié a la idea de contar con una actriz que se pareciera a Irène, sobre todo porque no hay ninguna. Su semejanza radica en la energía que desprenden y en que les gusta hacer el payaso.


P: ¿Has tenido que lidiar con el mundo de la medicina en tu vida personal?

R: Sí, mucho. Creo que es una de las razones por las que Irène Frachon quería que yo compartiera esta historia. Mi padre era cirujano del corazón en el Hospital Lariboisière de París. Durante mucho tiempo quise ser cirujano. Mi pasatiempo favorito cuando no tenía colegio era ir a ver operar a mi padre. A partir de los diez a doce años, pasaba mucho tiempo en los quirófanos. A los quince hice prácticas de observación en varias unidades quirúrgicas de Lariboisière. Siempre me han fascinado los hospitales. Me gusta ir a los hospitales. Me siento a gusto. Y creo que eso le gustó a Irène.


P: Así que antes de ir a La Fémis (prestigiosa escuela francesa de cine), ¿querías estudiar medicina?

R: Sí, hasta los quince años. A veces mi padre me advertía lo duro que era este trabajo para las mujeres. Para los hombres también porque yo apenas le veía. Recuerdo que yo estaba muy en contra las farmacéuticas, de sus lobbies, de su poder. Era algo de lo que solíamos hablar en casa.


P: En la película hay, desde un punto de vista médico, dos escenas increíbles: una operación a corazón abierto y una autopsia. Vamos a empezar con la operación. ¿Era un territorio familiar?

R: Esta escena en el quirófano me resultaba muy familiar. Pero aun así fui a ver una operación de corazón para refrescarme la memoria antes de rodar la escena.

Cuando estábamos filmando, me acordé de todo lo que había sentido... Fue muy emocionante rodar una operación a corazón abierto, con el personal del Hospital Universitario de Brest: un cirujano de verdad, anestesistas de verdad, una enfermera de verdad...

¡Sólo la operación fue falsa, pero parece tan auténtica! No pude arriesgarme a filmar una operación de verdad por motivos sanitarios. Podría haber usado las instalaciones de cámaras que suele haber en los quirófanos pero sólo hubiera tenido imágenes de vídeo. Para mí era muy importante elegir mis ángulos, así que nos decidimos por una técnica clásica de tres cámaras: no podíamos repetir las mismas tomas una y otra vez. Para el interior del cuerpo, utilizamos efectos especiales.


P: Decidiste mostrar y casi tocar los órganos con la cámara, sobre todo el corazón.

R: Era fundamental que se viera el daño físico y orgánico causado por el Mediator, para que el público pudiera ver y sentir los efectos que tenía ese medicamento en la carne de algunas personas. De todas formas siempre quiero que mis películas sean lo más parecidas posibles a la realidad física.


P: Hablemos de la escena de la autopsia. Aquí también tuviste que recurrir a los efectos especiales...

R: ¡En efecto! ¡No matamos a la actriz! No sé si está permitido, pero sé que me habría resultado difícil filmar una autopsia de verdad, el cuerpo de alguien sin contar con su autorización. Antes de esta película no había visto ninguna autopsia. Así que solicité ver una. Es... ¿cómo decirlo? ... una experiencia metafísica. En mi vida hay un "antes" y un "después" de esa autopsia. Es algo vertiginoso e insoportable a la vez. Sin embargo, has querido compartir esa experiencia con el público... La autopsia estaba en el guión desde el principio. Fue un momento muy importante para Irène, una especie de revelación, cuando todo encajó. Después de verla quería compartir mi experiencia con los demás. Sé que algunas personas no podrán mirar, pero quería que el público experimentara el aspecto físico de las cosas. ¡Y Dios sabe cuánto dulcificamos la realidad en el montaje!.


P: Es raro ver una escena como esta en el cine. Y es imposible no reaccionar cuando ves ese cuerpo abierto en canal y desmembrado.

R: Encontrar el equilibrio adecuado era importante para evitar el rechazo del público. Mostramos algunas cosas, pero no lo peor. La escena se centra en lo que siente Irène cuando ve lo que ha sufrido el cuerpo de su paciente.


P: Antes de comenzar el rodaje, ¿viste películas o series sobre este tipo de investigación?

R: No veo muchas series. Pero sí veo muchas películas sobre procesos judiciales. Erin Brockovich es mi máxima referencia. Es una película perfecta de ese género. También vi o volví a ver Todos los hombres del Presidente, Norma Rae, Moneyball: Rompiendo las reglas, Legítima defensa, Veredicto final...


P: La escritura y el montaje tienen un estilo muy "americano"...

R: Quise contar este tipo de historia como se hace en el cine americano. La puesta en escena no se parece mucho al resto de mis películas. En este buscaba ser lo más eficaz posible.


P: En la película, un personaje dice: "Sólo encuentras lo que buscas". Podríamos añadir: "Sólo puedes filmar bien lo que sientes de verdad".

R: La historia que voy a contar tiene que apasionarme. Me identifiqué enormemente con Irène Frachon y con el caso Mediator.


P: La película también es una despiadada denuncia contra la administración sanitaria. En ese sentido, también es una cinta política, más que un retrato de esta Erin Brockovich de Brest.

R: Me escondo detrás de Irène. Ella es la que denuncia; yo me limito a seguirla en su aventura. No estoy denunciando nada que ella no haya denunciado antes. Todos los hechos mencionados en la película han sido probados.


P: Jacques Servier, el poderoso Director General de la farmacéutica que lleva su nombre, no aparece en la película. ¿Por qué?

R: Nos limitamos al punto de vista de Irène Frachon. Ella nunca fue a la farmacéutica Servier. Nunca conoció a Jacques Servier. Podría haber mostrado al "malo", como suele hacerse en este tipo de película donde se enfrentan dos partes. Dudé un poco, pero al final decidimos contar la historia sólo desde el punto de vista de Irène. Y por lo tanto no veremos nada que ella no haya visto.


P: Muchos espectadores descubrirán la connivencia que puede producirse entre algunos médicos y algunas farmacéuticas. Antes de interesarte por este caso y a pesar de que tu padre hablaba de este tema contigo, ¿pensaste alguna vez que este tipo de práctica podía alcanzar tal magnitud?

R: No soy ingenua; entiendo el poder de las farmacéuticas. Pero también sé que hay muchos médicos que trabajan muy bien con los laboratorios, sin ningún conflicto de intereses ni corrupción. Como dice Irène en la película: "Yo también colaboro con los laboratorios y apoyo la innovación terapéutica".

Dicho esto, ciertos hechos de este caso me sorprendieron enormemente. Por ejemplo, el hecho de que Antoine, el investigador que ayudó a Irène a elaborar su caso desde el punto de vista científico, no fuera aprobado por el INSERM [Instituto Francés de Salud e Investigación Médica] sólo porque algunos empleados de Servier eran miembros del jurado. ¿No es de locos?


P: En la película, alguien dice: "No hay verdadera lucha sin miedo". El miedo -el miedo de Irène- es omnipresente. ¿Tú también sientes ese miedo?

R: No, en absoluto. No me asusto fácilmente. Irène habla mucho sobre el miedo que sentía. Está claro que atravesó momentos difíciles. Por ejemplo, cuando se vio obligada a retirar el subtítulo de su libro: "¿Cuántos muertos?" Cuando habla de esto, comprendes que tocara fondo. Fue muy difícil expresar todo esto en la película. Sin embargo, a pesar de que es una película de género, yo no quería centrarme en su paranoia, en la sensación de que todo el mundo estaba contra ella, que estaba rodeado de enemigos. Por otra parte, ni a ella ni a sus hijos la amenazaron nunca físicamente. Hubiéramos tenido que falsear la realidad para reflejar eso en la pantalla y yo siempre quise atenerme a los hechos de la historia, sin extrapolarlos ni deformarlos.


P: Ella dice a menudo que tenía miedo de que amenazaran a sus hijos, a su familia. Eso era impensable, y si hubiera sido el caso, habría estado dispuesta a renunciar a todo. Háblanos de su marido.

R: Es un hombre que ama incondicionalmente a su esposa. Y es mutuo. Es una familia increíble. ¡No he visto otra igual! ¡Una familia de ensueño! Están profundamente unidos y todos se admiran. Cuando hacía lecturas del guión, la gente me decía que ese tipo de familias no existe, que no puede existir.

Pero lo cierto es que no sólo existe -como puede atestiguar todo el equipo de la película- sino que Irène logró resistir gracias a esa familia tan extraordinaria. No estaba sola.


P: Irène Frachon ha dicho muchas veces que debería existir una ley que castigue a los que atacan a los delatores. Me imagino que estás de acuerdo.

R: Sí, al cien por cien. Hay que proteger a los delatores y castigar a los que los atacan. Pero en un caso del tribunal de Luxemburgo ocurrió todo lo contrario. Los delatores fueron condenados. Es como si el tribunal les dijera: "Tenéis razón en revelar estos hechos, pero como está prohibido, seréis condenados". ¡Es terrible!


P: En tu opinión, ¿de dónde saca las fuerzas Irène Frachon? ¿De su agudo sentido de la justicia?

R: Es su instinto de médico. Su verdadera vocación. A ella no le importa su carrera aunque está considerada una excelente médico. Puede que no sea una gran científica, pero es una buena facultativa con instinto y capacidad para diagnosticar. Creo que sacó sus fuerzas de la empatía que sentía con las víctimas. Y también de sus convicciones éticas y morales. Irène Frachon lucha por una causa justa. Es pura. Su candor le impide ver el mal. Es una médico que sólo se dedica a tratar y a cuidar a las personas. No busca el poder y por lo tanto nunca tuvo miedo a arriesgarse.


P: ¿Cómo logró Sidse Babett Knudsen meterse en la piel del personaje?

R: Yo quería compartir la visión y la increíble energía de Irène Frachon. En la realidad, Irène tiene lo que la gente denomina "carácter". Así que trabajamos mucho ese aspecto. Sidse y yo queríamos reproducir la forma de andar de Irène, su lenguaje corporal.

A Sidse le costó algo de tiempo captar el personaje y meterse en la piel de esta mujer incansable que también puede ser agotadora. Hace gala en todo momento de su don de palabra, su vitalidad, su lenguaje florido, su alegría de vivir. No perseguíamos una imitación estricta, pero bastó una tarde con la familia Frachon para que algo hiciera clic. El trabajo en el vestuario también fue de gran ayuda. Además quería que el ritmo de la película fuera sostenido y Sidse trabajó muy duro en la pronunciación y los diálogos.


P: ¿Ves similitudes entre Irène Frachon y Birgitte Nyborg, la heroína de Borgen?

R: Birgitte Nyborg es impresionante. Trabaja en política, le gusta el poder. Creo que esta es la gran diferencia con Irène Frachon a la que ese tipo de cosas no le importan nada. Ella quiere que triunfe la justicia, algo muy diferente. Y sus motivaciones no son personales. Pero ambos comparten el mismo tipo de energía, aunque no la ejerzan por las mismas razones.


P: En lo que se refiere a la iluminación, ¿cuál era vuestro objetivo?

R: Tuvimos que rodar muchas escenas en interiores y resultaba difícil iluminar estos espacios tan poco cinematográficas. Además rodábamos a un ritmo frenético. Cuando teníamos tiempo, intentábamos dramatizar las escenas y los paisajes con la iluminación. Por ejemplo la escena con el "topo", el hombre del CNAM: este mundo luminoso no tiene nada que ver con la atmósfera que impera en las oficinas administrativas.


P: Has trabajado en estrecha colaboración con tu montador para darle un ritmo muy acelerado.

R: El montaje de la película ya estaba prácticamente decidido antes del rodaje y era una premisa. Hay un gran número de planos y de ángulos diferentes. Era la primera vez que abordaba este género en una película. Quería que la historia y el ritmo de la investigación avanzaran rápidamente para enganchar al público.


P: Vuelves a trabajar con Benoît Magimel después de Con la frente en alto.

R: ¡Es algo así como mi actor fetiche! Yo quería que él encarnara a Antoine, el brazo derecho de Irène. Es quien le proporcionaba los conocimientos científicos que ella no tenía. Sabía que podía transmitir la bondad, la amabilidad y la humanidad de Antoine, así como su aspecto algo aniñado. Irène tuvo mucha suerte de conocer a gente increíble a lo largo de su periplo. Ella era un señor de la guerra, pero contaba con magníficos soldados. La película también es la historia de un equipo. Como alguien dice en la película, sin ellos no habría podido hacer nada. Pero ellos no hubieran hecho lo que ella hizo.


P: Con la frente en alto, La doctora de Brest son dos películas muy imbuidas por la idea de la justicia.

R: Desde luego. He estado obsesionado desde niña con la idea de justicia.


P: ¿Te consideras una directora comprometida políticamente?

R: No, no especialmente. No me considero una activista. Tengo mis opiniones, mis ideas y mis sentimientos de indignación, pero rara vez paso a la acción. Sólo me implico cuando estoy detrás de la cámara. Que haga el retrato de una mujer comprometida políticamente, no significa necesariamente que yo también lo sea.


P: Pero tus películas suelen tener una dimensión política...

R: Es fantástico que mis películas me permitan expresar mis ideas. Me siento absolutamente implicada en la historia que estoy contando y apoyo totalmente el punto de vista.


P: ¿En algún momento pensaste interpretar a Irène Frachon?

R: ¡Nunca! Ni siquiera se me pasó por la cabeza. Ya no quiero actuar en las películas que dirijo. Me encanta trabajar con los actores. ¡Dirigirme a mí misma significaría perderme el placer de trabajar con otra persona!.


P: ¿Al final, Irene Frachon es una verdadera heroína?

R: ¡Desde luego! Creo que el enorme impacto que tuvo este caso se basó en quién era ella, en su personalidad, y también en el hecho de que es una mujer.


P: Y la película está dirigida por una mujer y producida por mujeres...

R: (risas) ¡Es cierto!


P: Sin embargo, no podemos decir que Irène Frachon sea una feminista.

R: Es lo que iba a decir. No estoy segura de que lo sea en sentido estricto. De hecho no lo sé. Es una mujer valiente. Pero creo que le gustó que otras mujeres contaran su historia.


P: ¿El aspecto educativo de la película era importante a la hora de escribir el guión? No es fácil de entender y plantea ideas bastante complejas...

R: Era importante que la gente que no sabía nada del caso del Mediator quisiera ver La doctora de Brest. Cuando estaba escribiendo la película, esta inquietud por el aspecto divulgativo era omnipresente. ¿Cómo hacer que fuera comprensible? Tratamos de simplificar las cosas lo más que pudimos. Al final, el guión es un poco técnico al principio, pero después ese aspecto desaparece por completo.

Al final, creo que no entenderlo todo no tiene demasiada importancia en este tipo de película. Enseguida te identificas con la batalla que libra Irène, con lo que siente, con la energía que tiene que desplegar para que las cosas avancen. Los aspectos técnicos se convierten en un tema menor. No pasa nada si el público no comprende todas las sutilezas del caso. No siempre lo entendemos todo en las películas sobre casos judiciales, ni siquiera en las mejores. Por ejemplo El dilema de Michael Mann. Me encanta esa película y no entiendo la mitad de los detalles; pero no me importa, me identifico con los personajes, quiero saber lo que les va a ocurrir.


P: Se podrían haber evitado cientos de muertes si la farmacéutica Servier y las autoridades sanitarias hubieran hecho su trabajo. ¿Qué podemos decir del sistema judicial en este caso? ¿Lento, demasiado lento? ¿Indulgente, demasiado indulgente?

R: Por el momento, el proceso penal es tremendamente lento. Esperemos que acabe sucediendo algo. Las víctimas también tienen derecho a la justicia.


P: A veces, Irène Frachon cita a Albert Einstein: "El mundo es un lugar peligroso para vivir, no por los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada al respecto"

R: Creo que eso es totalmente cierto. Muy pocos de nosotros podemos compararnos con Irene Frachon. Por el contrario muchos de nosotros nos parecemos a los que se sientan a ver como otros resuelven los problemas.