Amparo es una mujer de treinta y tantos años que vive con su padre, José, viudo, de unos sesenta. Es licenciada en derecho, carrera que no ejerce pues trabaja como administrativa en una gris oficina de servicios para pequeñas y medianas empresas. Es viuda desde hace tres años, cuando perdió a su marido e hijo en un accidente de tráfico. Ella conducía el coche familiar.
Tras la muerte de su familia, Amparo se negó a volver a pisar el domicilio familiar, que permanece cerrado hasta hoy, y cuyas letras sigue pagando.
Se construye por tanto una ficción: abandona su trabajo de abogada penalista en un bufete para tomar un empleo de ocho a tres sin responsabilidades, una ficción en la que, del mismo modo que es posible decidir lo que a uno le pasa, también es posible dejar de decidir, que la vida te pase sin rozarte.
Entrampada económica y emocionalmente con un pasado que no quiere reconocer y del que tampoco quiere escapar, sólo suprimir, Amparo vive una vida solitaria y rutinaria junto a su padre. Se siente culpable porque piensa que las cosas de la vida dependen de lo que uno decida. No sabe, tendrá que aprenderlo a lo largo del proceso que relata la película, que la vida es más amplia que cada persona sola, que nadie decide solo las cosas que le pasan.
Su padre considera que Amparo no tiene derecho a echarse la culpa de lo que pasó ni a hacer como que no vive, como que no tiene casa, ni afectos, ni futuro.
Montar a caballo es la única evasión que Amparo se concede. El hijo del encargado del picadero donde Amparo monta fallece en un accidente. Esta conexión sentimental, esta obligación moral, la impulsan a luchar por una indemnización justa para los padres, Floro y Rosa. En busca de pruebas de que la responsabilidad del accidente es de la empresa, Amparo va desvelando un enjambre de irregularidades y corruptelas laborales, administrativas y medioambientales que salpican hasta altos cargos de la Administración con un solo fin: el dinero.
En esta pesquisa legal y en este despertar a la vida, la acompañan, además de José, su padre, Miguel Ángel, su jefe en la gestoría y pretendiente siempre desairado, y Agustín, un joven estudiante de Minas que le sirve de asesor y con quien acabará teniendo una relación amorosa.