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  El último acto  (The carer)
  Dirigida por János Edelényi
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Casi siete años después del éxito internacional de Prima Primavera, el director húngaro vuelve al cine con una ingeniosa comedia dramática sobre la vejez, un himno a la vida y al teatro shakesperiano. Destaca el ganador Emmy Brian Cox (Nurémberg, Troya) en el papel de Sir Michael Gifford, un legendario actor que sufre una forma degenerativa de Parkinson. Completan el reparto la joven Coco König (Assassin's Creed, 2016) , Anna Chancellor (Soñadores, Cuatro bodas y un funeral) y Emilia Fox (El pianista, Belleza invaluable).


Premios y festivales
Festival Internacional de Cine de Edimburgo 2016: Best of British

Stony Brook Film Festival 2016: Premio a la trayectoria (Brian Cox) y Premio Opening Night (János Edelényi)

Festival Internacional de Cine de Palm Spring 2016

Festival Internacional de Cine de Chichester 2016


La crítica internacional ha dicho
"Un genial Brian Cox en el papel de su vida" - (Giampietro Balia, CINEUROPA)

"Divertida y profundamente conmovedora" - (Louise Keller, URBAN CINEFILE)


Entrevista con el director

P: ¿Podría hablarnos un poco de El último acto?

R: Es una película que trata sobre la vejez y la enfermedad, y sobre no dejarse vencer por ellas. Es una película sobre una joven que deja su país llena de temores y ambiciones.


P: ¿En qué se inspiró para hacer la película?

En primer lugar, la reciente pérdida de mi padre y mi cuñado. Mi padre abandonó este mundo a la edad madura de 83 años; pero el hermano de mi mujer, un director de televisión nacionalmente conocido, nos dejó tan solo a los 58 años después de seis años de sufrimiento. En segundo lugar, aunque he de admitir que fue hace muchos años, yo también tuve que abandonar mi país natal, mi profesión y mi éxito prematuro como joven cineasta, condenándome a mí mismo a una desarraigada existencia como refugiado político. El baile con la muerte de mi padre se prolongó durante un año. Implicó estancias frecuentes en el hospital, y perdura en mi memoria como un dúo cómico, hecho para disfrute propio y, a su vez, para disfrute de sus compañeros de habitación del hospital. También nos ayudó a aprender a reírnos de la muerte. Éramos el Gordo y el Flaco de la planta del hospital. Aunque no llegamos a citar a Shakespeare como Sir Michael y Dorottya en la película, sí que surgieron algunas de las frases más bufonescas que aprendí de pequeño. «Ya me has metido en otro lío».


P: Parece que hay mucho de su padre en Sir Michael, ¿no?

R: Es quizá su sueño hecho realidad. El equivalente en el mundo real del momento de la despedida, el eje central de la película –que simboliza la lucha de Sir Michael contra la enfermedad– es uno de los últimos momentos de mi padre hablando en una reunión de la asociación de vecinos de nuestro edificio. Se pasó meses ensayando el discurso, pero cuando abrió la boca para hablar, solo pudo emitir un revoltijo de palabras incomprensibles. Sin embargo, nadie se rio. De hecho, al final de su «último gran discurso» lo aplaudieron con lágrimas en los ojos.


P: Es obvio que, al vivir aquella experiencia, experimentó muchos momentos que ha utilizado en la película, ¿no?

R: La necesidad de la constancia en los hábitos diarios es algo que pude vivir de cerca durante el prolongado sufrimiento de mi cuñado. También me inspiré mucho en cómo era capaz de dirigir a la perfección la emisión en directo del concurso que dirigía por aquel entonces, aunque cuando llegaban los anuncios, con dificultad lograba recorrer el camino entre el baño y la sala de control. Había perdido la capacidad de decir «cámara uno» y «cámara dos» pero era capaz de mezclar las imágenes de los monitores con una precisión increíble. Más tarde, en un centro para enfermos terminales, vi cómo la sencilla acción de afeitarse o la de aplicar la loción para después del afeitado, podían convertirse en el último bastión de la dignidad humana. Con mi cuñado yo empezamos a practicar la comunicación mediante mensajes de texto, creando una conversación cada vez más llena de faltas de ortografía, hasta llegar a su último mensaje, que mi mujer sigue llevando consigo en la tarjeta de memoria de su móvil.


P: A pesar de todos esos momentos tan trágicos, la película está hilada con humor. ¿Cómo consigue mezclar ambos aspectos?

R: La vida lo hace por mí. Pero es cierto, esta película es una mezcla viva de comedia y tragedia. Tal vez eso le dé un carácter único. Por otro lado, y no menos importante, está presente la doble visión que es el resultado de mi propia experiencia al haber sido degradado (¿o quizá ascendido?) de exitoso director de películas húngaro a conductor de camiones –por cortesía de los sabios dirigentes de la República Popular de Hungría– y el modo en que aquello influyó en la percepción que tenía del mundo que me rodeaba. Los ciudadanos pudientes a los que les llevaba las televisiones que les vendía la empresa que me contrataba, así como las propinas que tenía que lograr sacarles, eran mis dos fuentes de ingresos y las figuras de cera de la riqueza que en aquel momento podía estudiar con desinterés.


P: Son muchos los artistas que sufrieron la censura de aquellos regímenes comunistas. ¿Fue una experiencia amarga?

R: Intenté aprender de ello. El cambio de país y de profesión implica un cambio profundo de perspectiva. En muchos sentidos, todos los seres humanos del mundo entero somos iguales. Lo que es maravilloso son los detalles y las diferencias. Como director de cine, me siento especialmente fascinado por la idea del enfrentamiento cinematográfico. En este caso se trata del conflicto y –espero– la química entre un gran actor inglés disciplinado y un carácter aparentemente tímido con un alma de Europa del Este auténtica. Por tanto, la película es una especie de doble visión: por un lado, un intento de retratar las costumbres y los paisajes de Inglaterra a través de la perspectiva externa de Dorottya (yo mismo); y por otro lado, mostrar a su vez una perspectiva interna con Sir Michael y la mayoría de los miembros de su familia. Esta visión interna ha sido elaborada con el máximo detalle por el aclamado y prodigioso novelista, guionista, ensayista y crítico Gilbert Adair, junto a su colaborador Tom Kinninmont, que, además de todo lo que aportan, han contribuido a que evitemos el sentimentalismo.


P: Háblenos un poco del actor protagonista.

R: Tuvimos mucha suerte en contar con Brian Cox desde muy pronto. El papel de Sir Michael se desarrolló específicamente para aprovechar sus puntos fuertes. Brian evoca a los actores británicos nombrados caballeros, así como la fuerza y la magnitud de sus actuaciones shakesperianas. Se trata de una larga tradición que abarca tanto la generosidad como la rivalidad. Desde Gielgud y Olivier, pasando por O’Toole y Harris, hasta llegar, supongo, a actores actuales como Michael Fassbender y Ralph Fiennes. Se trata de una valiosa tradición de la que Brian Cox forma una parte importante. Al ver en pantalla a Sir Michael, el público ve tanto la imagen de la propia carrera de Brian como la de sus compañeros y predecesores. Cuando interpreta el viejo y épico rechazo del dramaturgo a “entrar dócilmente en esa noche inquieta”, simboliza al gran olimpo de actores británicos que sienten “rabia contra la agonía de la luz”, tal y como expresó de manera tan elocuente Dylan Thomas.


P: También cuenta con mujeres excepcionales, ¿verdad?

R: Sí, Anna Chancellor y Emilia Fox son dos talentos extraordinarios con una comprensión instintiva del material. Emilia ya viene de un gran linaje teatral: su madre, su padre, su tío, su hermano y sus primos son actores. Hasta tiene algún parentesco con John Gielgud y Ellen Terry, y estuvo casada con el hijo de Richard Harris, Jared. Así que no es de extrañar que encontrara reverberaciones interpretando a la hija de Sir Michael. Anna Chancellor también tiene un linaje sorprendente. Parece ser que tiene parentesco con Ana Bolena y Jane Austen. Obviamente, no sabía esto cuando les di el papel. Pero estuve encantado de trabajar con una actriz tan brillante. Anna es capaz de darle la vuelta a una frase y conferirle un significado cómico o pícaro, elevándola a un nivel superior. Es muy comedida, no creo que pudiera sobreactuar aunque lo intentase, pero aporta mucha diversión a la película. Coco Konig es otro gran descubrimiento. El último acto es su primera película, pero he sabido que ya la han seleccionado para hacer otra, Assassin’s Creed, con Michael Fassbender. La primera vez que la vi fue en una producción de teatro dirigida por el recientemente fallecido Luc Bondy sobre el escenario del Berliner Ensemble. Coco es mitad húngara y mitad austriaca de nacimiento, aunque hace poco lo hizo igual de bien en una producción del Odeón de París. Estoy seguro de que tiene una gran carrera por delante.


P: Háblenos de su director de fotografía.

R: Tibor Mathe es una leyenda en Hungría. Es la persona con más premios y galardones profesionales del país, como muestran los reconocimientos por su trabajo en Woyzeck, Witman fiúk y Ópium, diario de una mujer poseída, entre otros muchos. Ya había trabajado con él antes en Prima Primavera, donde su cámara fue capaz de hacer que el viaje físico de la película pareciera mucho más amplio de lo que esperábamos con un presupuesto tan ajustado. Es un maestro del paisaje, especialmente del paisaje más expresivo de todos: el rostro humano. Para prepararnos para The Carer, Tibor y yo vimos varias veces juntos Agosto y el clásico de Chekhov dirigido por Nikita Mikhalkov: Una pieza inacabada para piano mecánico. Las dos películas están basadas en obras de teatro, cuyos diálogos y actuaciones son la clave de su éxito. Sin embargo, el uso inteligente y la distribución de los interiores claustrofóbicos y los amplios exteriores, así como el gran cuidado con el que se ha utilizado la luz natural y artificial, concede a ambas películas un ritmo maravilloso y una profundidad emocional añadida.


P: ¿Quiere añadir algo más?

R: Creo que El último acto, ante todo, una película de actores. Su éxito reside en sus habilidades y su talento. Mi trabajo –y el trabajo de todos– es crear «una tormenta perfecta» de guion, dirección, trabajo de cámara, sonido, música y ambiente para que brille. Afortunadamente, brillan con mucha intensidad.