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  Le fils de Joseph  Dirigida por Eugène Green
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Una película que ofrece múltiples lecturas sobre lo verdadero y lo falso, la paternidad y la filiación.


Entrevista con el director (por Hugues Perrot)

P: Para su última película, Le fils de Joseph, se ha basado en el mito del sacrificio de Abraham...

R: El núcleo de la historia de cada una de mis películas o mis novelas suele surgir como un relámpago, pero luego lo desarrollo de una manera "mítica". Para los griegos de la época clásica, un mito era una historia cuyo mero desarrollo narrativo comportaba la posibilidad de expresar una o varias verdades. Conozco a personas en la misma situación de Marie y Vincent, es decir, una mujer que educa sola a su hijo porque el padre, por alguna razón, no ha querido reconocerlo. Pienso que las mujeres que han tomado la decisión de educar a sus hijos en solitario son mujeres valientes, llenas de vida, una vida que desean prolongar en otro ser humano. Marie sabe que la vida que lleva es tan difícil para ella como para su hijo ya que puede provocar en él un sentimiento de odio hacia ella. De ahí la ira del personaje de Victor Ezenfis. Al principio no comprende el amor de su madre hacia él, ni su coraje. Ve en ella una madre que le ha privado del padre, que le esconde su existencia. Marcha en su búsqueda pero la revelación que obtiene no la encuentra donde esperaba.


P: Como suele ser habitual en sus películas, ha construido Le fils de Joseph en varias partes. Aquí todas ellas se refieren a pasajes bíblicos.

R: Sí, la película se divide en cinco partes, que se refieren todas a pasajes de la Biblia: "El sacrificio de Abraham", que muestra la ira de Vincent contra su madre y su falta de comprensión hacia la ausencia del padre; "El Becerro de Oro", sobre el entorno editorial, con sus juegos de poder y su tendencia a la idolatría;

"El sacrificio de Isaac", donde vemos a Vincent intentando sacrificar a su padre, en un reverso del mito; a continuación, en "El carpintero" se establece entre Jesús y José una relación filial no basada en lazos de sangre; Por último, "La huida a Egipto", donde Joseph, Marie y Vincent dejan París para irse a Normandía. Esta relación con la Biblia es importante para mí, como todo lo que forma parte de mi cultura y de mi experiencia vital.


P: En la parte del becerro de oro, vuelve a utilizar una forma de expresión que le gusta, la sátira, para hablar del mundo literario. En le Pont des Arts lo hace sobre el mundo del teatro y de la música barroca y en La Sapienza de la arquitectura. ¿Qué relación tiene usted con este recurso?

R: La sátira me resulta natural cuando se trata de hablar de entornos que conozco y de los cuales quiero destacar rasgos un poco grotescos. No es que haya tenido problemas con las editoriales en las que he publicado pero siempre hay alguna dimensión un poco ridícula en los círculos cerrados. Comparto una parte de la ira de Vincent, pero para mí, la sátira es una forma de liberarla de manera amable dejando espacio para el amor.


P: El personaje de Mathieu Amalric, Pormenor, un mandamás en el medio de la edición con un oscuro poder plenipotenciario, puede parecer a primera vista condenable porque es moralmente reprobable. Pero se nota que su personaje ha perdido algo, lo que le confiere un aspecto humano que no existía, por ejemplo, en el personaje del Innombrable en Le Pont des Arts.

R: Hay esta idea pascaliana en la cual es posible recibir un don y rechazarlo. El personaje de Pormenor puede haber rechazado ese don recibido en su infancia o haberse alejado de él al iniciar su ascensión en el mundo literario. Al final de la película, Pormenor se da cuenta que quizás ha dejado escapar o ha perdido algo en su vida. Es lo que he intentado dar a entender discretamente, con el juego sutil de Mathieu Amalric en la última secuencia, sin por ello redimir al personaje in extremis. Me parecía importante, sin embargo, poder plantear esta dimensión humana en un personaje que precisamente parecía desprovisto de humanidad.


P: Como en su película La Sapienza, la transmisión entre Joseph y Vincent se da en ambas direcciones, cada uno aporta algo al otro, permitiendo así descubrirse a sí mismos pero también al mundo que les rodea. La ciudad de París parece mostrarse en su verdad a Vincent y deja de parecerle hostil.

R: Es verdad. Vincent tiene una revelación donde no se la espera. No es en su padre biológico donde va a recuperar esa figura ausente en su vida pero sí en su tío, cuya existencia desconocía, y de quién ignora hasta el final el parentesco que les une. Esta transmisión pasa ante todo por la palabra, pero también por el arte, como intermediario que les permite prolongar su relación. No concibo el arte de otra manera. Debe ser vital, debe conectar con la vida de una manera u otra. La visita al Louvre permite un acercamiento entre Joseph y Vincent . Lo que Vincent siente, cuando camina en el Palais Royal y se levanta el viento, es del mismo orden que la revelación que tiene ante los cuadros que ve con Joseph. Paris se descubre ante él, como un personaje, de la misma manera que Joseph y Marie se le descubren a él y también entre sí.


P: También está la escena en la iglesia donde el Poème Harmonique interpreta una pieza de Domenico Mazzocchi...

R: Sí, es lo mismo. En ese momento , Vincent tiene una revelación estética. No entiende los versos cantados en latín que hablan de la muerte de un hijo y el dolor de la madre, pero recibe directamente la emoción a través de la música y la energía de los artistas. Algo se abre en él y comprende, por fin, el amor que le tiene su madre y su valor para enfrentarse a la vida. Justo después, decide presentar Joseph a su madre, y nacerá una nueva relación entre ellos. Fruto de esta experiencia estética, se forman dos parejas: Marie y Joseph, Joseph y Vincent. Mantener la integralidad y la duración de la pieza musical es importante tanto para Vincent como para el espectador, porque solo así cobra sentido.


P: Podríamos pensar que ese giro a través del conocimiento les aleja precisamente de esta relación inmediata con el mundo pero, sin embargo, parece que les permite aferrarse a las cosas y a su entorno.

R: Sí, es la diferencia que Alexander, el arquitecto de La Sapienza, distingue al final de la película entre el saber y la sabiduría. Es el conocimiento lo que conduce a la sabiduría. Saber que se obtiene a través del conocimiento pero también con la experiencia de vida. Es importante, en mi opinión, que una persona aprehenda el mundo a través del arte de una manera directa, sin intervención del intelecto y que la experiencia estética le haga ver otra realidad, le revele otra verdad que la que creía conocer.


P: Esta transmisión entre Joseph y Vincent parece posible porque se establece entre un adulto y un adolescente, como las parejas que formaron los personajes de La Sapienza.

R: En el fondo, me considero todavía como un adolescente y de hecho tengo muchos amigos cercanos que son mucho más jóvenes que yo. La relación que tengo con ellos me permite mantener viva la proporción de juventud que hay en mí. Me aportan tanto como yo les aporto a ellos. La transmisión se produce en ambas direcciones. Es cierto que en mis anteriores películas los personajes tenían más o menos la misma edad y evolucionaban juntos. En La Sapienza y Le fils de Joseph, la relación entre adultos y adolescentes es tal vez más cercana a la que mantengo hoy en mi vida.


P: ¿Cómo ha elegido usted a los actores adultos de la película?

R: Conocía muy bien a los actores de los tres papeles principales por haber trabajado ya con ellos: Natacha Régnier en Le Pont des Arts, Fabrizio Rongione en La Sapienza, y Mathieu Amalric en el mediometraje Les signes. Había visto trabajar a María de Medeiros, en el cine y en el teatro, en francés y en portugués, y fue un placer trabajar con ella por primera vez. También había compartido experiencias con la mayoría de los otros actores cuando hacía teatro. El trabajo con los actores, como con el equipo técnico de este rodaje, ha sido un verdadero placer.


P: ¿Cómo fue el encuentro con Victor Ezenfis que vemos por primera vez en el cine?

R: Victor es un joven de rápida y fina inteligencia. Me di cuenta enseguida que podía encarnar a Vincent. Tiene esta vida interior que conviene al personaje. Nunca les pido a los actores que interpreten escenas en las audiciones. Sólo les pido que se presenten porque lo que más me importa es descubrir esta vida interior y ver de qué manera emerge. He trabajado con Victor como con cualquiera de mis actores, estableciendo una relación de confianza que nos ha permitido trabajar en perfecta armonía y me ha parecido convincente en todas las situaciones.


P: ¿Es la primera vez que dirige una escena de amor?

R: Sí, si se refiere a la representación de un acoplamiento físico. Aún a riesgo de escandalizar a algunas personas, creo que la censura permitió un erotismo que ahora se ha perdido. Desde mediados de los años 70, lo vemos todo, así que ante escenas de sexo, a menudo me siento como si asistiera a una clase de zoología. Ya nada es sugerido, todo aparece frontalmente sin imaginación. Así que preferí filmar los muelles del sofá en el que Pormenor y su secretaria hacen el amor, me parecía una buena manera de sugerir el acto erótico, un tanto cómica y a la vez un poco triste, porque la percibimos desde el punto de vista de Victor. Estaría bien recuperar algo de la emoción asociada al pudor y al deseo, que no es otra cosa que la ausencia de culminación. Lo saben todos los grandes poetas de amor desde Sapho. Un plano sobre dos manos que se tocan pueden evocar mucho más acerca del deseo amoroso que un abrazo filmado explícitamente sin maquillaje.