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Destacado: Julianne Moore y Tilda Swinton en 'La habitación de al lado' de Pedro Almodóvar
  Maudie  Dirigida por Aisling Walsh
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Notas de la directora (Aisling Walsh)
Maud y Everett Lewis. Una pareja incompatible. Dos almas que solamente existen en los márgenes de la sociedad pero que se encuentran y se cambian mutuamente a lo largo de su vida juntos. Maudie es el retrato íntimo de estas dos personas y de su viaje hacia el descubrimiento del amor.

La película muestra dos paisajes. Por un lado, la vastedad de Nueva Escocia, los grandes cielos, las estaciones que los atraviesan, la belleza, la desolación, el aislamiento... En dicho paisaje, la intimidad de una cabaña de 3x4 metros, plantada en el margen de una carretera. La casa de Everett Lewis, gris y monótona. La casa que Maudie convertirá en la Casa Pintada, llena de color, transformando cada pulgada de cada superficie.

El segundo paisaje de esta película es la interpretación de Maud del mundo que la rodea. El paisaje de sus pinturas, el color y la simplicidad, naíf y esperanzado. Sus obras son el mundo tal como lo ve a través de su mente. Sus pinturas no representan personas; solo ella y Everett son las figuras humanas que aparecen en algunos de sus cuadros.

Si Maud es un pájaro herido, Everett es el espantapájaros. Son ese par de figuras que no encajan, plantadas una al lado de la otra en el paisaje. El pájaro herido y la figura alta y harapienta, a menudo vestida de rojo. Estos son Maud y Everett Lewis. La dama frágil que mira el mundo desde la ventana de su casita y el hombre con el que ha venido a vivir. Vemos como se enamora de esa figura alta y silenciosa.

Tomé como referencia las obras de artistas como Andrew Wyeth y Elmer Bischoff. Maudie tiene algo de los mundos que ellos representaban: el paisaje inmenso que contrasta con el retrato íntimo de dos personas. Los espacios amplios y abiertos en contraste con la intimidad de la Casa Pintada. Oscuridad en la luz. Un mundo monocromático dentro de otro, radiante y colorido.

Muchos artistas pintan lo que les resulta familiar. Se pintan a sí mismos y pintan los paisajes que les rodean. Maud no se pintaba a sí misma, por lo menos al principio. Pintaba animales y el cambio de las estaciones a su alrededor. Un par de bueyes en la nieve, tres gatos en primavera, un ciervo en verano... Sospecho que cuando finalmente intentó pintarse a sí misma se encontró con una cara que no le gustó mucho. Quizás no logró entenderla. A lo mejor era demasiado tímida.

Me la imagino mirando por la ventana y viendo a Everett, observándole mientras trabaja, vestido de rojo. Entonces hace la primera marca en el cristal de la ventana, pintando a Everett una y otra vez. Se convierte en la figura que observa en muchos de sus cuadros pero, a medida que la relación que hay entre ellos va evolucionando, Maud consigue pintarse también a sí misma, un retrato espejo muy sencillo. Ya no es una figura solitaria sino que forma parte de una pareja. Maud y Everett Lewis. Juntos.


Maud Lewis: su vida y su obra artistica
Maud Dowley Lewis nació el 7 de marzo de 1903 en South Ohio, una comunidad cerca de Yarmouth. Jack, su padre, pudo proporcionarle una vida moderadamente próspera puesto que era un respetado artesano que fabricaba arneses y hacía de herrero. Agnes, su madre, cultivaba actividades artísticas como la pintura, la talla tradicional o la música. Maud nació con los hombros inclinados y la barbilla sobre el pecho y llevó una vida confinada en casa pero feliz tras dejar la escuela a los catorce años, quizás para huir de las burlas de sus compañeros. Su madre le enseñó a tocar el piano hasta que una artritis reumática juvenil desfiguró sus manos. Dicha deformidad física pudo haber sido su peor suerte pero, fue peor la pérdida de sus padres al cabo de un par de años .

¿Quién cuidaría de Maud? Afortunadamente, una tía que vivía en Digby se encargaría de ella. Pero poco más tarde, un anuncio de un hombre llamado Everett Lewis, que buscaba una asistenta para su casa de Marshalltown, cambiaría su vida por completo. Everett, un hombre tacaño y parsimonioso, pero indiscutiblemente trabajador, se casó con Maud en 1938 y se dedicó a cocinar y cuidar de la casa mientras su esposa dedicaba la mayor parte de su tiempo a profundizar en su mundo interior, creando imaginativas y sencillas obras de arte.

Su estilo era tan original como sus personajes. Solía pintar un mundo sin sombras, hojas de otoño en paisajes invernales e incluso bueyes de tres patas. Su alegría interior se trasladaba a las pequeñas tablillas que pintaba con una determinación y vitalidad insuperables. No es de extrañar que su obra llegara incluso a llamar la atención de la Casa Blanca de Nixon.

Maud fue increíblemente creativa y autodidacta; se especializó en pintar la vida rural cotidiana, amaba los animales y apreciaba la belleza de la naturaleza. Comenzó vendiendo sus cuadros por solo unos dólares pero vio como se incrementaba considerablemente su valor a lo largo de los años. Everett también comenzó a disfrutar vendiendo y negociando las pinturas que Maud hacía por lo que se instalaron en esa rutina. La felicidad que pintaba atrajo a vecinos en un principio y, más tarde, a turistas, logrando incluso un interés nacional. Su notoriedad creció, los encargos empezaron a llegar y su sencillez sigue hoy en día cautivando al público que, continúa intrigado por las escenas cotidianas tan variadas que pintaba. Actualmente, la obra de Maud está en colecciones grandes y pequeñas de toda América del Norte, siendo valorada dentro del mundo del arte como una gran pionera del Arte Naïf.


La casa pintada
La casa de Maud y Everett se suele considerar como la joya de la vida y el trabajo de la pintora. Tras la muerte de Everett en el año 1980, la casita junto a la carretera empezó a deteriorarse a causa tanto de la climatología como de los vándalos que tomaban fragmentos de tejas, persianas y puertas. Como reacción, un grupo de ciudadanos del área de Digby crearon la Sociedad de la Casa Pintada de Maud Lewis, con el único propósito de salvaguardar el enclave. En el año 1984, la casa fue vendida a la provincia de Nueva Escocia que la cedió al cuidado de su galería de arte en la ciudad de Halifax. La casita fue restaurada primorosamente, devolviéndola a su condición original y la instalaron en la galería como parte de la exposición permanente de Maud Lewis. En el lugar de la casa en la granja de los Lewis en Marshalltown, Nueva Escocia, se ha erigido una escultura de acero en su memoria.

Tras debatir diferentes opciones se decidió que toda la filmación de Maudie transcurriera en una réplica del hogar de los Lewis. Pero conseguirlo fue todo un desafío.