Cinemanía > Películas > Regreso a Montauk > Comentario
Destacado: En Navidad llega a las salas de cine 'Sonic 3 la película'
  Regreso a Montauk  (Return to Montauk)
  Dirigida por Volker Schlöndorff
¿Qué te parece la película?
Gracias
Ver resultados

Una entrevista con Volker Schlöndorff

P: REGRESO A MONTAUK tuvo un largo periodo de gestación.

R: Así es. Hace unos cinco o seis años, Rainer Kölmel me propuso por primera vez hacer una película basada en Montauk, de Max Frisch. Si hubiera sido posible adaptar la novela, hace mucho que lo hubiera hecho. Max y yo habíamos hablado de ello cuando trabajábamos en la adaptación de El viajero, a partir de su novela Homo Faber, y ambos estábamos de acuerdo: demasiado autobiográfica, demasiado próxima a un ensayo. No es un relato cinematográfico. Sin embargo, unos años después pensé: "¿Y si solo usamos la trama?" Un escritor llega a Nueva York para promocionar su nueva novela. Durante su estancia se cruza con personas del pasado y del presente, dando pie a una historia bastante sencilla que transcurre durante una semana, sin mensaje, como la novela de Max Frisch. Este fue el punto de partida.


P: Pasarán varios años antes de que quede satisfecho con el guion.

R: Max Frisch dijo: "Basta con echar una mirada atrás para tener la sensación de que la vida de cada uno es una novela". Necesitaba que me ayudara un escritor para este guion y recurrí a Colm Tóibín, al que conozco desde hace varios años. Después de las primeras conversaciones, Colm escribió un primer tratamiento todavía muy próximo a Max Frisch. El proyecto nos rondó - puede que no me crea - cinco años. Nos reuníamos los dos en Nueva York, en Berlín, y escribíamos "a cuatro manos", probábamos los diálogos a gritos. Con el tiempo, acabamos decidiendo, gracias a una sugerencia de Peer von Matt, el albacea de Max Frisch, que nos alejaríamos completamente de la obra del autor para que REGRESO A MONTAUK se convirtiese en un trabajo independiente. Y a medida que se independizaba, se hacía más personal. Acabamos por crear el doble retrato de un escritor porque tanto Colm Tóibín como yo integramos experiencias que habíamos vivido.


P: REGRESO A MONTAUK es su primera película contemporánea, moderna, desde hace tiempo.

R: Hacía varios años que solo rodaba películas históricas en torno a la II Guerra Mundial o con un contenido político como punto de partida. Ni siquiera recuerdo la última vez que rodé una historia contemporánea que transcurra aquí y ahora. Además, mis películas siempre han sido adaptaciones que cuentan la historia de otros. Ahora, es mi la historia. Tiene lugar en Nueva York, ciudad donde viví durante muchos años y que conozco muy bien. Por eso es una película tan personal.


P: ¿Cómo encontró a los actores protagonistas?

R: Digamos que nos encontramos mutuamente. Hablé con muchos actores alemanes y de otros países, pero de pronto pensé en Stellan Skarsgård. Desde que nos conocimos en los Premios del Cine Europeo, nos une una amistad creciente. Stellan es un hombre jovial, pero se notan las cicatrices de alguien que ha vivido. Se quedó aterrado después de leer el guion: "¡Voy a pagar por el daño que he hecho a las mujeres!" Cuando todos nos reunimos por primera vez en agosto de 2015, nos dimos cuenta inmediatamente de que algo único estaba pasando. La sensación se intensificó en los nuevos encuentros. Quedábamos cada dos o tres meses para un fin de semana de ensayos.


P: ¿Hubo una colaboración muy estrecha con los actores?

R: Fue un placer trabajar con actores cuyos papeles fueron escritos progresivamente para cada uno de ellos. Trabajamos en equipo para pulir el guion, primero en la adaptación de las situaciones y los diálogos de Stellan Skarsgård y Nina Hoss, y luego de Susanne Wolff, Isi Laborde-Edozien y Niels Arestrup. Después de barrerlo todo y comprobar cada matiz del texto durante los ensayos, fue posible rodar la película casi de un tirón, como si de un reportaje se tratara. Pocas veces he disfrutado tanto trabajando con actores y, sobre todo, viendo a cada uno de ellos hacer suya la película. Me atreveré a añadir que Stellan Skarsgård interpreta el papel de su vida.


P: ¿Y Nina Hoss?

R: Este proyecto removió muchas cosas en todos y cada uno de nosotros, los recuerdos de lo que se nos escapó en la vida, en las relaciones, y que nos pesan. Nina Hoss era aún más misteriosa, quise que mantuviera esa faceta secreta. Nunca he hablado con ella de temas personales, de su vida. Nina se parece un poco al papel que hace. Es sorprendente darse cuenta de lo prosaica que puede llegar a ser; nada que ver con la mujer ideal, fría y distante que conocemos en los escenarios. Y a eso precisamente se enfrenta Max, el protagonista. Ha tenido 17 años para modelar a su antojo a una mujer idealizada. De pronto, la tiene delante y ella le cuenta lo que le ha ocurrido en ese intervalo: algo terrible que nada tiene que ver con él. Ha descubierto a una mujer que va a buscar la ropa al tinte, que pone gasolina en el coche. Una mujer de verdad en vez de una mujer soñada. Al trabajar con Nina Hoss, vi que hacía lo mismo. Es una mujer maravillosa, pero sobre todo es una genial amiga.


P: ¿Cómo enfocó el rodaje? ¿Cómo visualizó la película?

R: Durante el rodaje, muchas cosas me hicieron pensar en la Nouvelle Vague; por ejemplo, cuando a Raoul Coutard, el director de fotografía de Jean-Luc Godard, se le ocurrió rodar un travelling en una silla de ruedas. Ahora que a la moda del digital le empieza a faltar el aire, es posible recurrir de nuevo a métodos más sencillos, rodar una película sin pensar únicamente en las posibilidades técnicas. Para mí es muy importante, y por eso me llevo tan bien con el director de fotografía Jérôme Alméras. Realizamos numerosos viajes para buscar las localizaciones, lo que nos permitió ir a la misma velocidad. Por encima de todo, nos esforzamos en contar la historia a través de los actores. Desde luego, los decorados eran impresionantes, Nueva York, el faro, las inmensas playas de Montauk. Pero lo esencial son las personas que se mueven sobre este telón de fondo, sus emociones, la tristeza que sienten por haber perdido algunas oportunidades.


P: La música subraya a la perfección los sentimientos que acaba de describir, ¿de dónde viene?

R: La gran mayoría fue escrita por Max Richter. Le descubrí hace años por la música que compuso para Vals con Bachir. Desde entonces había querido trabajar con él. Escuché óperas suyas en Berlín, en el Covent Garden de Londres, conciertos filarmónicos en París, y manteníamos un contacto regular. Por fin tuvimos la oportunidad de colaborar. Max vio la película y nos reunimos en su casa-estudio de Oxford. Dio la casualidad de que un disco suyo de 2008, "24 Postcards in Full Color", contenía todo lo que queríamos para la película. Pasamos tiempo en su estudio probando músicas que ya existían y no compuso gran cosa nueva. Hay piezas compuestas especialmente que salpican la película, entre ellas una del compositor Thomas Bartlett, del grupo irlandés The Gloaming. Primero la grabamos en Nueva York y luego en el estudio de Peter Gabriel en Londres. También grabamos músicas adicionales con Cian Boylan en Dublín. Además, la actriz Bronagh Gallagher, que hace el papel de amiga de Rebecca, canta una canción country en la escena del restaurante "Lobster Roll" en Montauk. También fue una suerte encontrar la grabación danesa de "Old Folks", de Ben Wesler, para una cita muy emotiva.


P: ¿Por qué Montauk es un lugar propicio para la nostalgia?

R: Montauk significa "fin de la tierra" en el idioma de los amerindios que habitaban la zona. Es una isla muy cercana a la costa que avanza en el Atlántico con el faro al final del todo. Hay lugares así en Portugal, en Bretaña, donde se tiene la impresión de haber llegado al fin del mundo. La vida no se detiene, pero solo queda pensar en el pasado. De hecho, el mito de Montauk se lo debemos a Max Frisch. Antes que él, solo unos pocos se habían interesado por el faro de Long Island, gente como Andy Warhol, Peter Beard y Julian Schnabel. La mayoría jamás había oído hablar de Montauk. De pronto, gracias a la novela, Max Frisch lo convirtió en un lugar mítico. Un lugar donde se pierde el contacto con el mundo, donde solo queda el cielo y una playa interminable, donde nos asedian los recuerdos. Y los fantasmas surgen de entre la arena, empujados por el subconsciente. Durante los ensayos con los actores o las numerosas conversaciones con amigos y miembros del equipo, siempre aparecía alguien que contaba haber vivido lo mismo. Todos, hombres y mujeres, se plantean saber si están con la persona idónea o si no dejaron pasar un gran amor en el pasado. Es la pregunta universal que está detrás de la historia, aunque no aporte ninguna respuesta.


Una entrevista con Stellan Skarsgård

P: ¿Qué fue lo primero que le vino a la mente cuando oyó hablar de Montauk?

R: Antes de leer a Max Frisch y el guion, el famoso faro del siglo XVIII que vemos en tantas fotos. Sabía que un gran número de artistas como Andy Warhol habían estado allí. Personalmente nunca había ido a Montauk, pero ahora ya he podido formarme una imagen. Es un poco como si hubiera ido a rodar a la punta más septentrional de Dinamarca, donde pintaron todos los impresionistas escandinavos porque la luz es incomparable. La luz de Montauk es muy similar. Además, se refleja en el océano de una forma incomparable. Y el ruido de las olas es fabuloso.


P: ¿Qué le convenció para participar en el proyecto?

R: Tenía muchas ganas de trabajar con Volker Schlöndorff porque admiro profundamente toda su obra. Para mí está entre los grandes realizadores, por su inteligencia y sensibilidad. Pero lo que realmente me convenció fue el guion. Las palabras... Era pura literatura, muy diferente de los guiones que suelen mandarme. El inglés de Colm Tóibín es preciso, maravilloso. REGRESO A MONTAUK va contra mis principios. Suelo decir que el cine debe alejarse al máximo de la literatura. El texto no es lo más importante, sino lo que ocurre entre líneas. Pero no podía negarme solo porque iba contra mis principios. La película empieza con un monólogo de Max Zorn que dura casi cinco minutos. Esto ya me pareció muy estimulante.


P: ¿Cómo describiría a Max Zorn? ¿Qué clase de hombre es?

R: Prefiero no describir a mis personajes porque acaba siendo reductor. Me esfuerzo en encarnar a una persona de verdad y de estar lo más cerca posible de la realidad. Todo esto es contradictorio e irracional. Sin embargo, le diré que más que la intriga o la historia, Max es el primer plano de la película: un hombre que fantasea excesivamente con una antigua historia de amor. Y descubrir la realidad es traumático. Pero la película también habla de dos mujeres y de cómo ven a Max esas dos mujeres.


P: ¿Qué hace diferente a Volker Schlöndorff como realizador?

R: Trabaja muy deprisa y se adapta fácilmente. Solo le preocupa el resultado, le da igual el método escogido para conseguirlo. Por lo tanto, el actor es libre de probar cosas y abordar cada escena desde una perspectiva diferente. Eso no significa que perdamos tiempo. Rodamos mucho, muy deprisa, sin esperas interminables y, a menudo, sin cortes. Es un método que me gusta mucho porque la espontaneidad logra momentos imprevisibles. Pero esto solo puede funcionar si el realizador confía plenamente en el actor. Volker lo oye todo, lo ve todo, se fija en cada matiz. Y le gusta que nazcan momentos especiales.


P: ¿Cómo fue el rodaje en Nueva York?

R: Cada vez que aterrizo en el aeropuerto JFK, tengo palpitaciones y mi ritmo cardíaco se acelera. Este subidón de adrenalina no se calma hasta que me voy. La energía de la ciudad es contagiosa, muy poca gente permanece inmune. Nueva York como telón de fondo es algo particular porque la vemos en muchas películas. Cualquiera tiene una imagen de la ciudad antes de conocerla realmente. El Empire State, los taxis amarillos... Pero en REGRESO A MONTAUK no se enseña Nueva York como una postal. Rodar en medio de la ciudad fue bastante caótico. Para empezar, dado el presupuesto, no podíamos cortar las calles, y había que estar al tanto para que no nos derribara un coche. Pero fue perfecto para mostrar la realidad tal como queríamos. Y fue genial hacerlo con un realizador con la enorme experiencia de Volker Schlöndorff.


P: ¿Porque lo explica todo?

R: Es una forma de decirlo. Volker tiene grandes conocimientos literarios y artísticos, es una enciclopedia viviente. Entiende inmediatamente lo que el otro quiere, en qué se basa y de qué habla cuando reflexiona sobre escenas individuales. Acepta ideas y sugerencias, pero lógicamente sabe mejor que nadie por qué rueda una escena de tal o cual forma. Puede rechazar una sugerencia con más firmeza que un realizador menos experimentado, incluso la de un actor con tantas tablas como yo.


P: ¿Cómo fue trabajar con "sus" mujeres, Nina Hoss y Susanne Wolff?

R: No nos conocíamos. Son dos actrices geniales y fue un privilegio estar con ellas. También digo lo mismo de Isi Laborde-Edozien. Las tres son actrices muy diferentes, pero tienen algo en común: una gran presencia ante la cámara, pero sin ideas preconcebidas. Se dejan llevar por el momento, son abiertas y espontáneas. Es maravilloso. Fue un auténtico privilegio, a mi edad, estar rodeado por tres mujeres jóvenes tan maravillosas


Una entrevista con Nina Hoss

P: REGRESO A MONTAUK es su primera película con Volker Schlöndorff, ¿cómo ocurrió?

R: Trabajé con Ulrich Matthes, que había rodado a menudo con Volker. Este fue el punto de unión, pero jamás habíamos hablado antes, hasta que nos conocimos en 2012 durante los Premios del Cine Europeo en Malta. Después, Volker vino a verme al teatro Schaubühne de Berlín y una noche me preguntó si podía mandarme un guion. Vaya pregunta... Y desde el primer momento me pareció increíble. Hacía mucho que nadie me mandaba algo así. REGRESO A MONTAUK es una mezcla perfectamente dosificada de melancolía y de humor lacónico que me gustó mucho. REGRESO A MONTAUK me sonaba más bien como una despedida definitiva, un adiós a una forma de hablar y de pensar, una reflexión en torno a la vida, casi un adiós al humanismo, pero carente de nostalgia.


P: Stellan Skarsgård cree que jamás ha tenido un papel con tanto texto como en esta película.

R: Sí, es verdad. Por eso me sorprendió el guion. Solo había conocido personajes con tanto diálogo en el teatro, y eso me atrajo. ¿Cómo conseguir que no fuera teatral? Me parece un regalo maravilloso que un personaje tenga tanto que decir y la libertad de hacerlo. Estaba impaciente por empezar a trabajar.

P: ¿Qué opinión le merece Rebecca, su personaje?

R: Es complicada, pero la veo claramente. Si no fuera así, no habría podido encarnarla. Pero prefiero no decir mucho, es muy misteriosa y es fácil proyectarse en ella. La historia se cuenta desde el punto de vista del autor. Al principio, Rebecca es lo que Max ve. Puede decirse que aparenta ser una mujer que controla su vida. Gana mucho dinero y le ha ido muy bien como alemana del Este trasladada a Nueva York. Pero no sabemos por qué Rebecca no quiere volver a Alemania, hay zonas oscuras. El propio espectador debe reunir los elementos dispersos para entender quién es esa mujer. Primero la vemos a través de la mirada de Max, pero acaba escapándose de la proyección del hombre, lo que me parece maravilloso. De pronto se vuelve autónoma. Saberlo desde el comienzo mientras interpretaba a otra mujer me apasionó. Lo que también me atrajo es que Max se cree responsable de la desgracia de esta mujer, algo muy presuntuoso por su parte, y ella no se corta a la hora de hacérselo saber.


P: ¿Por qué le da una nueva oportunidad a Max?

R: Porque sabe que no todo ha terminado. Acabó mal en la época y quiere saber si la llama puede reavivarse. ¿Es posible perdonar al cabo de 17 años y volver a empezar donde se dejó entonces? Reencuentra emociones que creía perdidas y entra en el juego porque le apetece. Las emociones no desaparecen por estar triste o porque el destino ha sido duro. Rebecca se siente cómoda con Max, se conocen, conocen sus cuerpos, se sienten protegidos.


P: ¿Cómo fue trabajar con Stellan Skarsgård?

R: Sumamente agradable y muy especial. Con él es posible probar cosas diferentes sabiendo que te seguirá si vas en otra dirección. Lo llamo "bailar el swing juntos". Es genial. Como un baile.


P: ¿Qué puede decirnos del realizador, de Volker Schlöndorff?

R: Me encantan sus películas. No diré que no lo esperaba de él, pero incluso así me quedé estupefacta ante tanta energía, modernidad, entusiasmo, amor por el trabajo y las personas que colaboran con él, y la velocidad... La energía que Volker aporta a la película fue motivo de mucha alegría. También me impresionó la forma en que Volker y el maravilloso director de fotografía Jérôme Alméras, al que no conocía, trabajabab con tanta sincronía. Ambos saben lo que buscan y lo que quieren. No necesitan nada más. No es muy agradable para un actor hacer cien variaciones de la misma toma y nunca saber cuál se seleccionará al final. Es obvio que toda película adopta su forma definitiva en la sala de montaje, y REGRESO A MONTAUK no es una excepción. Pero en este caso disfruté mucho con el rodaje y la elaboración de las escenas. Volker Schlöndorff es un realizador sumamente atento, tan pendiente de los actores que una casi se siente mimada. Además, con él es posible reírse de muchas cosas.


Una entrevista con Susanne Wolff

P: ¿Qué fue lo primero que se le ocurrió cuando le llegó el guion de REGRESO A MONTAUK?

R: Tengo recuerdos personales asociados con Montauk. Fui por primera vez en 2007 y llegué hasta el faro. Me gustó que un guion transcurriera en un decorado que ya conocía.


P: ¿Qué le atrajo del papel de Clara?

R: Desde el punto de vista de la interpretación, Clara ocupa un lugar aparte, ya que REGRESO A MONTAUK es un triángulo amoroso. Lo más difícil fue conseguir que resultara interesante, más que una mujer "molesta", para usar la misma palabra que Volker Schlöndorff. Si hubiera sido un espectáculo de marionetas, el público me habría dicho: "¡Vete ya! La princesa está detrás de ti. Eres la bruja, la fea. El príncipe no debe escogerte a ti". Me apetecía proponer un contramodelo seductor de Rebecca y de Nina Hoss, respectivamente.


P: ¿Se identifica con Clara?

R: El personaje me cae muy bien, pero no podría vivir como ella. Es muy paciente con Max Zorn, aunque sea obvio para todos que este cuenta su propia historia. Es lo que me interesó de Clara.


P: ¿Se sentía en desventaja al ser "la otra mujer"?

R: No tengo tanto diálogo como Stellan y Nina, pero Clara está muy presente en la historia. Los buenos guiones consiguen definir bien a un personaje con unas cuantas frases. Me pareció fantástico ofrecer un retrato de Clara con tanta rapidez.


P: ¿Puede ponernos un ejemplo?

R: Cuando le dice a Max: "Te quiero, ya lo sabes". Los estadounidenses usan "Te quiero" para cualquier cosa. Clara lo dice de pasada, pero consigue meterlo todo en esas dos palabras. Cuando dice "Te quiero", es tan lógico para ella como tener dos piernas. No está dispuesta a rendirse. Su relación con Max ha sido puesta a prueba, pero - y eso es algo que jamás haría y por eso me interesa el personaje -, no habla de sus problemas. No se pelea con Max, le escucha, se retira y toma una decisión. Clara podría ser la típica mujer molesta tipo "¿Dónde estabas? ¿Por qué no viniste a la fiesta?" Nadie se lo reprocharía, pero en vez de eso le declara su amor. Me parece genial.


P: ¿Cómo fue el rodaje?

R: Solo tengo una palabra para describirlo: perfecto. El ambiente era muy agradable, muy libre. Habría podido no ser así con nombres de la talla de Volker Schlöndorff y Stellan Skarsgård: los nervios habrían podido impedirnos sacar lo mejor, pero fue todo lo contrario. Nunca había estado tan relajada en un rodaje, a pesar de ser la primera vez que rodaba en inglés. Volker es un hombre tranquilo y cortés, hace que todos se sientan cómodos y dispuestos a abrirse. Como actriz de teatro me gustó mucho que primero se dedicara a observar y a trabajar el guion.


P: ¿Hubo buena química con su compañero de reparto Stellan Skarsgård?

R: Nos vimos por primera vez en casa de Volker. De pronto, tuve delante a ese hombre grande y carismático. Es inmenso, y eso ya me gustó mucho porque yo soy alta. Luego me asusté un poco. Parecía muy diferente de la persona que había visto en la pantalla. Mucho más fuerte, enérgico y exigente. Me sentí un poco intimidada. Más tarde nos sentamos todos a la mesa a comer sushi y beber vino tinto, y Stellan fue increíblemente amable y cortés conmigo. Volvimos a reunirnos dos o tres veces para hablar de los diálogos, quitar o mover bloques, unir escenas. Pero nada de eso se hacía sin tener en cuenta el papel de los demás, era un auténtico intercambio entre todos. Stellan es tremendamente seguro delante de la cámara.