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  La mujer que sabía leer  (Le semeur)
  Dirigida por Marine Francen
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Protagonizada por Pauline Burlet ("La vida en rosa"), Géraldine Pailhas (nominada al César a Mejor Actriz de Reparto por "Joven y Bonita"), Françoise Lebrun ("La escafandra y la mariposa"), Iliana Zabeth ("Mi hija, mi hermana") y Alban Lenoir (nominado al Lumière 2016 a actor revelación por "Un Français"), "Le Semeur" es la primera película de Marine Francen, que ha sido asistente de dirección de Michael Haneke y Olivier Assayas.


Marine Francen
Tras pasar su infancia en el campo, Marine Francen se mudó a París para cursar estudios de literatura e historia. Descubrió el cine a través de un trabajo de producción (para la compañía de James Ivory e Ismail Merchant) y después, entre 1999 y 2012, trabajó como ayudante de dirección. Ha trabajado principalmente en largometrajes (para realizadores como M. Haneke, O. Assayas, R. Berry, T. Marshall, J-F Richet, G. Le Bomin, M. Leclerc). Ha escrito y dirigido cuatro cortometrajes, uno de ellos documental. También ha realizado un foto-reportaje sobre Shanghai, que se publicó en la revista francesa de gran renombre, Télérama, en 2005.


Entrevista a la directora

P: ¿Qué inspiró tu película?

R: Todo empezó cuando descubrí El hombre semén,
escrito por Violette Ailhaud. Una maestra escribe su propia historia en el pueblo en el que vivía, en donde una serie de acontecimientos afectan en un momento dado a los aldeanos. Es una misteriosa novela corta de la que me enamoré, e inmediatamente me puse en contacto con el editor.


P: ¿Qué fue lo que te conmovió de la historia?

R: Me atrajo el libro, por su tema y su poderosa visión poética. Enseguida sentí ganas de elaborar una versión cinematográfica. La historia parece más un largo poema en prosa que un relato. Funciona mediante sugerencias y por eso todo tuvo que construirse de abajo hacia arriba. Me sentí muy libre. Ésa es otra cosa que me gustó del libro. Sentía que el texto expresaba una visión increíblemente realista y poderosa de los deseos de las mujeres. Más allá de su contexto histórico, cuenta lo que significa ser mujer una vez eliminadas las referencias sociales, culturales y de nacionalidad… una vez eliminado todo aquello que sirve para vestir a una mujer, de cierta manera.


P: ¿Cómo abordaste el contexto histórico de la historia?

R: No quise ceñirme a una precisión histórica absoluta, pero me fascinó el contexto. Me parecía muy rico - no muy conocido, pero increíblemente pertinente a día hoy. Ailhaud nos habla de la protección de la libertad en todas sus facetas. Es un tema que trasciende fronteras y épocas, y también quería transcribir ese aspecto contemporáneo.

La historia resuena poderosamente con lo que está ocurriendo hoy, sobre todo en cuanto a la lucha de la gente normal que ahora mismo está contraatacando, que se siente en peligro por defender los valores de la República Francesa, que eran muy nuevos en aquel entonces.

Lo que están defendiendo las mujeres es, en primer lugar, su libertad: de pensar, de existir, de defender sus convicciones, que encarnan plenamente, por ser lo que son.

La lucha que lideran es una continuación de la batalla que lideraron los hombres en el momento de derrocamiento del gobierno. Pero su rebelión se expresa con una especie de necesidad primordial de amar y ser madres, para poder seguir creyendo en el futuro y seguir transmitiendo sus valores.


P: La falta de hombres se expresa fundamentalmente en lo que se refiere a la sexualidad y al deseo.

R: La ausencia de hombres se alarga y, conforme van pasando los meses, perturba la supervivencia psicológica y física de las personajes. Para luchar contra la muerte que les acecha - muy probablemente la muerte de sus maridos y de sus hijos varones, y también la muerte de su aldea - las mujeres siguen sus instintos. Como animales. La fuerza de la vida se adueña de ellas. Y yo creo que ésa es la fuerza increíble de las mujeres - la capacidad de llevar ese instinto primario que guía nuestras vidas mucho más de lo que pensamos. Yo crecí en el campo y me sentía cómoda con las mujeres. Me encanta su modestia, y, en ciertos momentos, su sorprendente crudeza.

En todas las sociedades, tanto occidentales como orientales, creo que las mujeres tienen una libertad de expresión entre ellas que es mucho mayor que la que suele haber entre hombres. Yo quería que la película reflejase eso.

Quería que el guión estuviese lleno suspense, desde el principio hasta el final. Que hubiera tensión por la ausencia de los hombres, por miedo a lo desconocido. Que la tensión se transmitiera a través de la expresión de sus ojos, de sus cuerpos llenos de deseo. Mi motivación a la hora de hacer películas viene de mi deseo de encontrar una manera de expresar sensaciones sin palabras. Por eso me interesó esta historia. Lo que experimentan esas mujeres es muy físico. ¿Qué pasa realmente en tu cuerpo cuando lo que sucede en él puede llegar a superar lo que crees que entiendes con la cabeza?.


P: Ruedas una situación transgresora, pero nunca resulta provocador.

R: Quería sentir la tensión, la carencia, el deseo, pero quería alejarme del tópico de "mujeres que se pelean como gatas en celo" por un hombre. La necesidad sexual y el deseo pueden ser muy fuertes, pero eso no es ni sucio ni negativo, es un ansia vital normal. El reto consistía en mostrar lo que se puede llegar a sentir en una situación así, sin hacer ningún juicio moral.

Más allá de la extrañeza de aquel pacto y de su lado transgresor, todas las mujeres logran encontrar su lugar porque respetan el derecho de las demás a tener necesidades sexuales. Y de algunas a ser madres. Yo quería expresar estos distintos niveles de comprensión y aceptación de esa nueva manera de vivir.

La escena en la que caminan avanzando juntas, todas, con sus ovejas, con Jean en medio, es emblemática de esa vida de posibilidades que han logrado construir, a pesar de una situación que podría parecer invivible. Demuestran que puede funcionar. Igual no durante años, pero sí en un momento de supervivencia. Se pueden superar muchos tabúes cuando forman parte de una dinámica de necesidad más grande.


P: El creciente amor que Violette siente hacia Jean la coloca en un dilema nuevo, entre ser fiel a sus sentimientos y el pacto que tiene con las otras mujeres.

R: Esos sentimientos de amor que surgen son, precisamente, la belleza de la historia. Violette ha hecho un pacto con las otras mujeres; ella entiende sus necesidades. Pero tener que compartir a Jean se le hace increíblemente torturador. A pesar de sus celos, las otras mujeres respetan la relación amorosa entre ambos. También creo que es magnífico que estas mujeres, que se han acostado con un extraño, siguen igual de enamoradas de sus maridos cuando éstos vuelven. El hecho de tener necesidades y sentir desesperanza no significa que ya no amen a sus maridos.


P: Sabemos poco de Jean...

R: Quería conservar un aspecto de fantasía en su personaje - para que no se sepa nunca quién es realmente. Esas mujeres lo construyen como un sueño, y luego llega el momento en que ese sueño se convierte en realidad. Jean aparece. Ese enfrentamiento con la realidad resulta, forzosamente, más complejo de lo que habían imaginado. ¿A qué se dedicaba ese hombre realmente? ¿Por qué termina allí? ¿Por qué se queda? ¿Porque realmente quiere, o porque se está escondiendo? ¿Es trigo limpio? Me parecía interesante que todo eso no quedase claro - y así ir mostrando que él también encuentra el amor sin haberlo buscado. Y, lejos de ser un hombre encantado de la vida como único varón entre tanta mujer, tampoco resulta fácil para él. De hecho, Alban Lenoir vivió algo así durante el rodaje.


P: A Violette y a Jean les encanta leer. La lectura fue un punto de contacto crucial entre ellos.

R: Más allá de la atracción puramente física, también comparten sensibilidades únicas. Los libros y la lectura también son el elemento que distingue a Violette del resto de la aldea y que le permiten ir forjando un vínculo especial con Jean. La lectura desempeña un papel doble: es el vehículo de la causa socio-política de transmitir conocimiento a los hijos, y también es el catalizador del amor.


P: ¿Cómo concebiste la cinematografía?

R: Quería que la cinematografía fuese bella y poderosa, pero no una belleza de tipo tarjeta postal. La opción de cámara en mano, cerca de los actores, y del formato 4:3 me ayudó a evitar ciertas trampas.

Me obsesionaba la idea de ir siempre más allá de la ilustración, quedándome con lo que sienten las mujeres, desde dentro.

Rodar un grupo cuando tienes poco tiempo para realizar los planos también es un reto que te hace cuestionarte.

El trabajo de Artavazd Peleshian, sobre todo en "Las cuatro estaciones", me ayudó mucho a expresar los estados de ánimo que buscaba. La fuerza y el poder de la narración en esas imágenes fue la pauta que guió mi escritura. Pedí a todo el equipo que viera sus películas. Yo, también, quería expresar lo que era esencial para los personajes, simplemente colocándolos en ciertas situaciones: cómo viven, cómo su deseo surge del aislamiento y de la necesidad, cómo sienten la irrupción de una presencia masculina en sus vidas.


P: ¿Cómo llegaste a reunir a ese grupo de mujeres?

R: Por encima de todo, buscaba actrices que resultasen creíbles como mujeres oriundas de un entorno rural. También quería diversidad física - no estereotipos de revista. En paralelo con Violette, el grupo tenía que expresar distintos facetas de la feminidad. Cada una de ellas experimenta la necesidad a su manera, según su deseo, su edad, y lo que eso significa en cada etapa de sus vidas. ¿Cómo se manifiesta la necesidad física en una mujer ya casada y con hijos? ¿O en una joven inexperta con un gran deseo de descubrir el sexo? Y después de ese descubrimiento físico, ¿cómo pueden empezar a surgir sentimientos que ella no esperaba siquiera ver emerger?. Mi directora de casting pensó, con razón, que dado que tenía que juntar a un grupo, no tenía sentido conocer a las actrices individualmente. Así que hicimos el casting en grupos y lo fuimos puliendo, poco a poco, fuimos mezclandolas.

Después, trabajé con las actrices las condiciones de vida de esas mujeres, para que pudiesen sentirlas en sus cuerpos. El vestuario también ayudó, sobre todo el llevar corsés, y el hecho de que algunas de ellas llevasen prendas de época reales, para así poder sentir las limitaciones físicas además de prepararse para trabajar la tierra. Todas las actrices aprendieron a usar las herramientas agrícolas. No se trajo ninguna doble al plató. Experimentaban plenamente las condiciones de vida de los personajes que representaban.


P: ¿Por qué elegiste a Pauline Burlet para interpretar a Violette?

R: Cuando escribo, no pienso en el casting. Prefiero que el personaje se imponga a mí, en vez de elegir previamente a alguien que luego vaya a determinar el personaje. Cuando terminé de escribir, el tema empezó, como no, a obsesionarme. Pero dentro de ese rango de edad, de las actrices a las que conocía no veía a ninguna Juliette. Un amigo director, belga, me habló de Pauline. Ella vino a París, y para mí la elección fue clara. Como un flechazo. Ni siquiera había empezado el casting todavía. Estábamos terminando de montar la financiación. No estaba en condiciones de prometerle aún nada. Ella participó en las distintas sesiones de casting en grupo.

Estaba dispuesta a hacer cualquier papel. De hecho, le preocupaba un poco interpretar el papel de Violette. Pero yo lo tenía clarísimo.

Para el papel de Rose, usé a Pauline como punto de partida, porque quería que las dos jóvenes fuesen distintas y se complementarán. No tardé mucho en elegir a Iliana Zabeth, y me encanta lo que aporta al personaje. Y en cuanto a las madres, no pensé en términos de parecido físico con sus hijas. Elegí a actrices que, por encima de todo, encarnasen el poder de esas mujeres.


P: Como Geraldine Pailhas.

R: Geraldine es una de esas actrices que tiene una visión realista y sincera de la feminidad, que se acepta como es, con la edad que tiene.

Geraldine estaba entusiasmada con el proyecto. Se metió muy bien en la dinámica del grupo. Y aunque no era la prioridad principal, había algo en su personalidad y su aspecto físico que hizo que funcionase bien como madre de Pauline.

En cuanto a Françoise Lebrun, tenía exactamente lo que yo quería que expresara: tenacidad y misterio. Ese rostro magnífico, esa presencia poderosa pero tierna. Su personaje ejerce autoridad sobre las demás; tiene poderes naturales, dotes especiales para curar y comprender lo que está pasando en los cuerpos de las mujeres jóvenes que sus madres se niegan a ver.


P: ¿Y sobre la elección de Alban Lenoir para el papel de Jean?

R: Buscaba a un actor de entre 35 y 45 años, con una presencia fuerte, que pudiese resultar intrigante. Alban es, por encima de todo, una persona física. Es atractivo, pero no demasiado guapo, con una presencia poderosa.

Y su actuación es muy acertada. Me incliné por él porque podía sentir su entrega total. Necesitaba ese compromiso, más aún puesto que era una película coral, donde se pueden generar tensiones entre actores de trato difícil.

Jean escribe lo siguiente a Violette: "Que este niño sepa que fue fruto del amor entre un hombre libre y una mujer libre".

Esa carta no está en el libro, pero sintetiza perfectamente lo que está en juego en esta historia: las mujeres han empezado una rebelión para defender su libertad. Y Jean participa en esa rebelión al aceptar su pacto. A través de esas palabras, Violette entiende la libertad de Jean y toma su propia libertad. Ella es responsable de su tierra, de su madre, de los niños a quienes tiene que enseñar a leer, y del grupo de mujeres a las que está vinculada por ese pacto. Es una mujer libre, autónoma y moderna.