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  Creative control  Dirigida por Benjamin Dickinson
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Creative Control abre un debate sobre el futuro de la tecnología, indagando los límite de la realidad y la fantasía. Cuenta con la participación de Reggie Watts, músico y humorista, y las actrices Nora Zehetner (Los hermanos Bloom) y Alexia Rasmussen (Haz caso a tu corazón, Master Of None).


Notas del director (Benjamin Dickinson)
Normalmente, la idea de una película me viene a la cabeza como una sola imagen. Creative Control surgió de la imagen de una pareja haciendo la posición del perrito en un apartamento. En la cúspide del placer, el hombre para, coge el móvil y fotografía la situación. No solo está follando, está mirándose mientras folla. Es actor y público a la vez. Y, por supuesto, nosotros, los espectadores, lo estamos observando mientras se observa a sí mismo...

Esta abstracción del deseo es el tema principal de la película. Mis personajes viven en un limpio, distinguido y post-aburguesado Brooklyn. Juegan a ser artistas en el mundo de la publicidad, la moda y la tecnología, donde el deseo se fabrica, se empaqueta y se vende por mucho dinero. Viven sus vidas y se relacionan entre sí desde detrás de sus pantallas. Al igual que en los sesenta de Antonioni, todo parece maravilloso, pero falta algo.

David es prisionero de esta utopía de Google porque tiene problemas pasados de moda. Pero existe una cura: puede anestesiar sus preocupaciones inhalando drogas de efecto rápido y liberarse de sus fantasías sexuales reprimidas en la seguridad de la realidad virtual. Mientras no interrumpa la armonía celestial de ese "mundo feliz" con sus desagradables emociones humanas, todo irá bien.

¿He dicho ya que Creative Control es una comedia?




Entrevista con Benjamin Dickinson

P: ¿Quién es David, el protagonista de Creative Control, y qué le ocurre?

R: David es una persona con mucha ansiedad que vive alejado de sus emociones y que no sabe cómo comunicarse con su novia. Es muy inteligente, pero a su vez es drogadicto, hecho que se intensifica a lo largo de la película. No posee ningún tipo de sensibilidad y está desconectado de sí mismo. De manera perversa, es un romántico que vive en una cultura de paranoia y ambición -trabaja sin descanso sin saber exactamente el porqué. En resumidas cuentas, es una persona de clase media decente que se ha dejado embaucar por un sistema que no le funciona. Sin embargo, no conoce otra alternativa.


P: Al igual que en su anterior trabajo, First Winter, en este ha combinado el drama con tonos satíricos. ¿Es una burla hacia la clase creativa de Nueva York o se trata de un análisis serio de sus preocupaciones?

R: He intentado que sea ambas cosas, porque ese mundo está lleno de absurdidades. Pero también quería tomármelo en serio porque las personas que forman la clase creativa de Brooklyn son seres humanos que sienten dolor de verdad y lidian con amor de verdad; y los compadezco. Es una línea interesante por la que moverse. Podría haber reforzado la sátira en Creative Control exagerando algunos aspectos del mundo de la publicidad, o haciendo que el constante hedonismo de los habitantes de Brooklyn pareciese aún más absurdo. Pero al escribir el guión preferí representarlo de manera más realista -pensé que si presentaba el estilo de vida de la clase creativa de manera realista, pero lo rodaba potenciando un poco el escepticismo, daría como resultado una buena comedia. Mis personajes están creados con minuciosidad, pero no son nada artificiales.


P: ¿Está de acuerdo en que sus películas son sátiras existenciales? La espiral decadente en la que David se ve sumido en la película es cuanto menos existencial.

R: Sin ninguna duda. Hasta donde me enseñaron, el padre del existencialismo fue Kierkegaard, un teólogo cristiano. Sus ensayos trataban sobre historias de la Biblia y con ellos buscaba devolverle el valor perdido a la interpretación sentimental del cristianismo -centrándose en la experiencia humana de ser cristiano. Cincuenta años más tarde, Sartre y Camus pasaron al siguiente nivel criticando la cultura occidental, nuestra concepción del bien y del mal, y nuestra idea del éxito y del fracaso. Llegaron incluso a cuestionarse la idea de que fuese posible ganar en la vida, difundiendo su enfrentamiento contra lo absurdo mientras eliminaban todos los anexos sentimentales de nuestras bases culturales. Ahí es exactamente adonde intento llegar con mis películas.


P: Hoy en día, la clase creativa urbana -especialmente la de Brooklyn- es un blanco fácil para la burla, con sus urbanizaciones caras, sus clases de yoga y esa dependencia tecnológica que tienen. ¿Qué han hecho esas personas para que le interesen como tema para sus películas?

R: Es un estilo de vida muy deseado. Esa es la razón por la que quería hacer una película bonita. Hoy en día Brooklyn ya es una marca. Si vas a París, verás que todo el mundo quiere hablar de Brooklyn. Se trata de un estilo de vida y de una mentalidad que no tiene fronteras. La razón por la que la mayoría de los graduados universitarios de clase media quieren vivir allí es porque allí pueden ser artistas con un estilo de vida muy cómodo, allí pueden crear cosas en lugar de trabajar con números como un banquero. Es un mundo con el que estoy muy familiarizado y con el que he tenido que lidiar durante los últimos quince años que he pasado en Nueva York. Además, creo que estas personas se han convertido prácticamente en un modelo en nuestra cultura. No un modelo al que seguir, como un héroe, sino a una norma; se están convirtiendo en hombres corrientes con cierto nivel económico. Su mundo es un mundo muy cómodo, pero hay un problema en el paraíso: no son felices.


P: La ansiedad es un tema clave de la película. ¿Crees que la ansiedad es ineludible en la era digital? Y si el yoga no es el antídoto, ¿cuál es entonces?

R: La ansiedad es algo inevitable para los humanos modernos -probablemente ya lo era para nuestros antepasados, pero su ansiedad era una ventaja genética, pues evitaba que fuesen devorados por otros depredadores más fuertes. Es una parte esencial del ser humano, pero no sé si existe otro antídoto para la ansiedad que no sea enfrentarse a ella en lugar de evitarla. De hecho, creo que es un error pensar en una cura. No tenemos ni idea de cuántas personas en nuestra sociedad toman antidepresivos o medicamentos para la ansiedad, pero creo que el número es superior al que conocemos. Me interesa esa idea de tratar la ansiedad en lugar de buscar su naturaleza. Hace unos diez años, en la revista "Adbusters" vi la foto de una mujer sentada en la cama con las manos en la cabeza que parecía muy preocupada -probablemente cogida de un anuncio farmacéutico- con una frase que rezaba: "Crisis". Al pasar la página aparecía de nuevo la misma foto, pero esta vez ponía: "Adelante". Para mí esto resume lo mejor de "Adbusters", ya que lucha por cambiar los fundamentos lingüísticos e, incluso, visuales, de lo que es la vida. Si no puedes levantarte para ir al trabajo porque estás preocupado por algo, si no puedes ganar dinero y ser un buen consumidor, ¿acaso la solución es tomarse una pastilla que se ha testado durante tres meses? La solución a la ansiedad, si es que existe alguna, es ahondar en los problemas y examinarlos.


P: ¿Y qué hay del yoga? Lo ridiculiza bastante tanto en First Winter como en Creative Control, pero debe de haber algo de verdad en su utilidad como remedio para la ansiedad, ¿no?

R: Yo hago yoga, por eso lo he introducido en las dos últimas películas que he hecho, aunque en la primera satirizara la cultura del yoga. Se trata de una técnica tradicional que consiste en ponerse en contacto con tu cuerpo, incorporar la respiración y aprender a encontrar consuelo en el malestar. Para mí, el yoga es una forma de entrar en mi cuerpo y salir de mi neurosis y mi ansiedad, para así estar más conectado a lo que está pasando en el momento presente. Pero el yoga tiene otra cara como paliativo, cura, culto o respuesta. Según lo que sé de yoga, este no da respuestas, no es una solución, sino más bien un camino. El yoga te lleva a un estado en el que te vuelves más receptivo a la realidad. El yoga puede verse como una pastilla que se toma, pero para mí su auténtica función es volver a ponerte en contacto con lo que está pasando aquí y ahora.


P: Veo que ha aderezado el reparto con celebridades hípsters como Reggie Watts, Gavin MacInnes, anteriormente en Vice, y Heems de Das Racist. ¿Podría hablarnos de estas elecciones y de por qué buscó a personas reales del mundo que está analizando en Creative Control?

R: También está Jake Lodwick, el hombre que crea Augmenta en la película es el hombre que ha creado Vimeo en el mundo real. Pensé que si tenía relación con gente de ese mundo, ¿para qué elegir actores que los imitasen? Lo que quería hacer está muy relacionado con lo que está pasando ahora mismo o con lo que pasará mañana mismo. El caso particular de Gavin MacInnes es muy interesante, porque se ha convertido en un tertuliano de derechas, algo bastante llamativo. La cultura Vice encierra un elemento fascista, y no creo que sea una coincidencia que se hiciese tan popular durante los ocho años en los que George Bush fue presidente. Por alguna razón cuando los líderes del estado eran más conservadores, hubo un crecimiento del hedonismo libertario extremo que Vice representa muy bien. Pasolini hizo una película sobre esto, Saló. Es un fenómeno muy interesante.


P: Como superpotencia mediática, Vice no dista mucho de la agencia Homunculus de Creative Control. Parece que Vice también está tomando el control de la cultura e, incluso, el del mercado inmobiliario de algunas partes de Brooklyn. ¿Acaso es una forma perversa de "control creativo"?

R: Ahora mismo, en el metro de Nueva York hay un cartel de un escuadrón de policía antidisturbios aproximándose mientras que una mano lo empuja hacia atrás. El mensaje significa -resulta que el anuncio es para los informativos de Vice de la HBO- que Vice opone resistencia al estado policial. Pero al mirar el cartel de cerca, se puede ver que el logotipo de Vice está grabado en el escudo del agente de policía. El auténtico mensaje del cartel, que extrañamente es de 1984, es que en realidad Vice representa a las permanentes fuerzas del estado. Para mí es una imagen impactante. La primera vez que lo vi en el metro, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y me dije a mí mismo que estaba en un auténtico momento orwelliano, donde signo y significante están completamente en conflicto.


P: Cuando se piensa en el mundo de la tecnología se suele hablar del Silicon Valley. Sin embargo, no se suele retratar al Silicon Alley de Nueva York, excepto en la novela Al límite de Pynchon. ¿Has trabajado en el mundo de la tecnología de Nueva York? En ese caso, ¿en qué se diferencia de su homólogo de la Costa Oeste?

R: He trabajado con y para Google, así que estoy algo familiarizado con su cultura. Lo que de nuevo nos traslada a 1984. ¿Cuál era el eslogan de Google? "No seas malo". Algo así debería ser obvio, ¿no? ¿Acaso es necesario decirlo en un eslogan? Para mí, el hecho de que tengan que decirlo ya es sospechoso. En Google trabajan personas maravillosas, pero mi experiencia laboral allí -me refiero al Google de Nueva York, no he trabajado en el del Oeste- es que se trata de una empresa gigantesca, y la tecnología tiene unos tiempos que pueden ser invisibles para los individuos que trabajan en ella. Lo que conozco del mundo de la tecnología es, en su mayoría, anecdótico. Sin embargo, Jake Lodwick, amigo mío, vendió Vimeo a la empresa IAC y lo despidieron por insubordinación. Por tanto, tiene una perspectiva muy particular sobre el mundo de la tecnología. Yo creo que la tecnología es neutral, no es ni buena ni mala. Pero sí que percibo señales indicios alarmantes en la cultura de la tecnología. Si buscamos publicidad de Microsoft de sus próximas gafas de realidad aumentada, las HoloLens, encontraremos un vídeo precioso de YouTube con música inspiradora y sonrisas que invita a pensar que el mundo va a cambiar a mejor. ¡Piensa en todo lo que se puede hacer con las HoloLens! Para mí esa cultura es como El Show de Truman en su parte más utópica, y me horroriza. Tengo la sensación de que hay una especie de extraño fascismo tecnológico en el que la gente quiere vivir sin defectos humanos -o quiere diseñarlos. Hay siete mil millones de habitantes en la Tierra, con todo tipo de problemas, adicciones, neurosis... Sin hablar de las situaciones extremas en las que viven las personas del Tercer Mundo. La idea de las HoloLens es prematura y su visión de una sociedad hedonista al estilo Aldous Huxley, en la que nunca debemos sentir nada malo, da un poco de miedo. Podemos follar con alguien, pero sin estar realmente cachondos. Parezco un socialista (risas), pero en realidad no lo digo tanto desde el punto de vista político, sino desde un punto de vista humano.


P: En Creative Control hay dispositivos electrónicos por todas partes con ligeros avances de la tecnología de la que ya disponemos en la actualidad. ¿Crees que la tecnología es una fuerza que nos divide o que nos une?

R: Sinceramente, creo que ambas cosas. Espero no ser un exagerado, pero creo que Internet ha hecho que la gente esté más conectada y sea menos racista, menos homófoba, y que se preocupe menos de los roles de género. Yo tengo 33 años. Me refiero a los niños que tienen 15 años menos. Tienen un mayor acceso a otros puntos de vista, y esto es un aspecto positivo de la conexión digital. Pero también existen aspectos negativos que aparecen en Creative Control. Personalmente, puedo poner el ejemplo del móvil. ¡A veces tengo la sensación de ser un drogadicto del móvil! No puedo pasar más de unos minutos sin mirarlo, porque en cualquier momento puede llegarme un mensaje o un correo que haya que contestar. Lo primero que hago por la mañana es mirar el móvil. Puede que sea un anticuado, parece que la gente más joven no se preocupa por estas cosas. Pero también creo que la pornografía también es un problema en cuanto a las relaciones personales. Al mismo tiempo, el subidón de dopamina que sentimos cuando alguien le da a "me gusta" a una foto nuestra en Instagram, debilita en la misma medida nuestra capacidad de afrontar las situaciones difíciles. No creo que la tecnología sea la culpable, la tecnología solo magnifica y amplía las tendencias humanas. Por una parte es buena, porque podemos ver con mayor claridad el racismo, el sexismo y toda la hipocresía de la iglesia y del estado. Pero la tecnología también amplía todas las vías que tomamos lidiando con las dificultades que tiene ser un mamífero en este planeta. Somos nosotros los que decidimos qué queremos hacer con esta herramienta.


P: Ha decidido trabajar de nuevo con Adam Newport-Berra, su director de fotografía en First Winter. ¿Qué aporta a sus películas y por qué ha optado por rodar en blanco y negro en esta ocasión?

R: Adam es muy amigo mío. Tenemos las mismas ideas estéticas, pero también hablamos sobre la filosofía de la película y sobre cómo vamos a representarla estéticamente. Tenemos una forma de comunicarnos en la que podemos abordar este tema tanto desde el punto de vista de la belleza como de la fidelidad. Es una relación que no he tenido con ningún otro director de fotografía con los que he trabajado. Es tan minucioso como yo; me desafía, me cabrea, tenemos una relación muy interesante. El blanco y negro fue idea mía. Nos inspiramos en los trabajos de Antonioni de principios de los sesenta, la trilogía formada por La aventura, La noche y El eclipse, cuyo tema también me inspiró. En El eclipse la problemática gira en torno a la banca y los nuevos rascacielos que se están construyendo en Roma. La noche va de un matrimonio que se deshace debido a las presiones del nuevo siglo. La aventura trata de gente que no puede entender por qué no es feliz siendo guapa y rica. Estas películas son en blanco y negro. Al igual que La dolce vita, lo que constituye otra gran referencia. El mundo en el que vive Mastroianni en esa película, ese nacimiento de las celebridades a principios de los sesenta, me resultó muy similar a la cultura de la tecnología y a los medios de comunicación en los que vivimos. También está Manhattan, de Woody Allen. Nos hemos inspirado en todas ellas, tanto en su estética como en su temática. Sin embargo, en Creative Control hay pequeñas apariciones de color. Cuando aparece el avatar de Sophie, empieza a hacerlo en color. También hay un poco de color en la interfaz de usuario de Augmenta, aunque no se note. Pensé que era una manera interesante de utilizar la estética para mostrar cómo la tecnología nos resulta mucho más real y de cómo nuestros mundos virtuales nos parecen mucho más atractivos y coloridos. La realidad aparece en blanco y negro mientras que la locura lo hace en color. Esa es la razón principal del uso del blanco y negro.


P: ¿Qué hay de la música compuesta por Drazen Bosnjak? Es preciosa y muy relajante, pero no cuadra con la creciente ansiedad reflejada en la película. Háblanos de ello.

R: Fue una idea que se me ocurrió muy al principio. Casi toda la música clásica que aparece en la película es de Vivaldi, máximo representante de la música barroca, pero también hay algo de Bach y de Henry Purcell, uno de los pocos ingleses que formó parte del Barroco. En esa época, había gente vestida de forma extravagante componiendo valses minuciosamente en bonitas habitaciones. Vi que había una analogía con los creativos de Brooklyn en sus bloques de rascacielos acristalados, que había algo de barroco en ese mundo, como si hubiera alguna conexión entre el Barroco europeo y la cultura de Nueva York en la que me centro. Conforme la película avanza, paso al Romanticismo y oímos a Schubert. Me pareció que sería muy gracioso ver a personas dentro de un mundo moderno tan tecnológico con música barroca de fondo, una música que conduce la historia. La pieza de Vivaldi que aparece al principio suena como un concierto conductor en clave menor. A mí me parece que evoca a alguien muy serio, concentrado y ambicioso que está ahí para conseguir sus objetivos, como alguien colocado de anfetaminas. Quería que Vivaldi apareciera como música de fondo.


P: En Creative Control, Brooklyn aparece más encantadora y distante que nunca. En algunas escenas ha disminuido la velocidad creando un efecto muy bonito, casi hipnótico. ¿Qué cámaras ha usado en la película y por qué las ha elegido?

R: Rodamos todo con mi cámara favorita, la Alexa. Según dice todo el mundo, es la que tiene mayor alcance. También es la cámara digital que más se parece a las tradicionales. Aunque creo que las lentes que usamos, las lentes anamórficas, tienen mayor importancia. Esta es otra de las cosas que tomamos de Manhattan. Woody Allen rodó en Nueva York con lentes anamórficas en blanco y negro, ese es el principal motivo por el que quería usarlas. También me gustan las proporciones. En una toma anamórfica, uno tiene mucho espacio negativo gracias a la anchura y las personas parecen muy altas. Por tanto, si uno va a hacer una toma de cuerpo entero con una lente anamórfica, ha de estar muy alejado de la figura. El entorno que rodea a las figuras humanas se vuelve tan importante como ellas mismas. Si ruedas con un formato 4:3, como en The Wire, todo es más humano y te induce a hacer tomas del cuerpo. Con lentes anamórficas percibes mucho más el entorno, pero de forma casi inconsciente. Lo que yo quería era trasmitir el ambiente en el que viven mis personajes. Porque me parece que una gran parte de sus conflictos y ansiedades está relacionada con lo que los rodea, las estructuras que habitan y el sistema del que forman parte. Estas personas no viven en un vacío, gran parte de la presión proviene de fuerzas del exterior.


P: Has recurrido a la compañía francesa de efectos digitales Mathematic para crear la interfaz de usuario de Augmenta que domina Creative Control. ¿Cómo los encontró y qué fue lo que le gustó de ellos?

R: Ya tenía relación con Mathematic porque había hecho unos anuncios en Francia en los que se encargaban de la posproducción de los efectos visuales. Asimismo, tenía un inversor francés que posee parte de la compañía. Creo que la gente de Mathematic fue la que mejor comprendió la película de todos aquellos a los que se la enseñé. En general, los franceses me han apoyado mucho. De hecho, seguramente sean los mejores en efectos visuales en la actualidad. Mathematic ha hecho todos los grandes videoclips que han salido en Francia en los últimos cinco años. Los videoclips franceses están viviendo un renacimiento gracias a miembros de Mathematic como Romaine Gavras, que hizo un par de vídeos fantásticos para M.I.A., y Megaforce, que hizo el vídeo de Dancing anymore para Is Tropical, una de las mayores influencias en los efectos de Creative Control. Si ves este video en particular, entenderás por qué elegí a Mathematic para la película, tanto por su sentido del humor como por su extrañeza y absurdidad.


P: La relación entre tecnología y marketing ya se ha explorado con anterioridad, desde la película Her de Spike Jonze a la serie británica Black Mirror, pasando por la trilogía de novelas de William Gibson que comienza con Mundo espejo. ¿Por qué le interesa tanto este tema y qué es lo que le parece que lo hace cinematográfico?

R: Cuando haces publicidad sobre algo, lo vendes. Eso significa que estás enfatizando toda su parte sexy y atractiva, y minimizando todo lo que no lo es. Aquí hay muchas tensiones; no se trata de mentir, pero definitivamente estás contando una historia. Y es una forma de contar historias que no persigue la belleza o la verdad, sino hacer dinero. Cinematográficamente hablando, el poder de la narración al servicio del dinero da lugar a una situación de la que se puede sacar mucho jugo.


P: La agencia de publicidad digital Homunculus, uno de los escenarios principales de Creative Control, ¿está basada en alguna agencia que haya conocido o es enteramente fruto de la ficción? ¿Qué es lo que le interesa de este ámbito?

R: Es todo ficción. Intenté imaginarme lo que les pasa ahora a las agencias de publicidad, que se están convirtiendo en productoras, empresas tecnológicas y creadoras de páginas webs, todo a la vez. Para hacerlo todavía más innovador, me imaginé una empresa de publicidad futurista donde las cosas estuvieran integradas de manera más vertical de lo que lo están ahora. Coloqué al ex fundador de Vice Gavin McInnes a la cabeza de la agencia por una razón, pero no voy a decir nada más al respecto. Puede que haya algunas empresas de medios de comunicación localizadas en Nueva York en las que me haya basado, pero no voy a dar ningún nombre.


P: Personajes como el tecnochamán, interpretado por el humorista Reggie Watts, tienen claramente un carácter cómico, pero a su vez cierta semejanza con la realidad. No hay mucha diferencia entre este personaje y personas como Shingy, el profeta digital de AOL, que cobra un salario de seis cifras por definir el futuro a medida que va tomando forma. ¿Todos sus personajes están basados de algún modo en personas reales?

R: Lo fantástico de Reggie es que entendió lo que yo estaba intentando hacer con el personaje. Quería crear un personaje que tuviera una relación equilibrada con la tecnología. Algunas de las cosas que Reggie dice en la película parecen tonterías, pero son tonterías basadas en koans budistas. Cuando habla de espirales frente a bucles, aunque pueda resultar ridículo, hay algo de verdad aunque se presente de manera cómica. Ya sabes que el humor de Reggie se basa en deconstruir el lenguaje, así que aceptó el reto de interpretar a este emperador con traje invisible desde una perspectiva pseudoespiritual. No estoy satirizando al tecnochamán completamente, digamos que solo un cincuenta por ciento. Si te fijas en el personaje de Reggie desde otro ángulo, verás que ayuda a David porque aunque haga que se derrumbe, al final así es cómo David logra conectar con sus sentimientos y ser más humano.


P: La escena final de la película es desgarradora y hermosa, como sacada de Antonioni; esos bloques de edificios acristalados de Brooklyn como fuerza disruptiva y alienante. ¿Qué opina de estos espacios en particular que han cambiado de manera tan dramática el aspecto de nuestras ciudades?

R: Personalmente, me siento incómodo en esos lugares. Vivo en una planta baja parecida a la cueva de un monje en Clinton Hill. No podría vivir en un sitio como el de David. Mirándolos desde fuera, no me gustan demasiado. Es la misma ansiedad que Godard expresaba en Dos o tres cosas que sé de ella, con esas tomas hacia arriba de rascacielos parecidas a las de un documental. Sin duda Antonioni recalcó mucho esto con las tomas de los edificios de El eclipse. Si son tan hermosas es, en parte, por la tensión que hay en ellas. Los edificios son espacios antisépticos diseñados para experimentar placer y, sin embargo, nos encontramos con todo este sufrimiento.


P: ¿Cuáles han sido tus principales retos a la hora de escribir, dirigir y protagonizar Creative Control?

R: Es muy difícil dirigir y actuar al mismo tiempo, no sé si volvería a protagonizar una de mis películas. En diez minutos, tienes que ir y venir un montón de veces, basándote en las emociones cuando haces de actor y en el análisis cuando haces de director. Además tienes que dirigir a los otros actores. La situación se vuelve un tanto esquizofrénica, pero creo que esto me ayudó a volverme lo suficientemente loco como para poder interpretar a David de forma adecuada.


Críticas
"Visualmente exquisita y hábilmente narrada" - (Eric Kohn, INDIEWIRE)

"Benjamin Dickinson entrega un trabajo que anuncia su llegada como director para tener en cuenta en los próximos años" - (Richard Roeper, CHICAGO SUN-TIMES)

"Cautivadora" - (Jordan Hoffman, THE GUARDIAN)

"Divertida e imaginativa" - (Noel Murray, LOS ANGELES TIMES)

"Su tono contemplativo, su sinuosa narrativa, su soberbia fotografía en blanco y negro y su aire de humor irónico, la hacen genuinamente fresca" - (Ben Kenigsberg, VARIETY)

"Uno de los más interesantes y recientes ejercicios en el cine futurista" - (Roger Moore, MOVIE NATION)


Premios y festivales
NBR - National Board of Review 2016: Top 10 Mejores películas independientes del año
Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires 2016
CPH PIX - Festival Internacional de Cine de Copenhagen 2016
Festival Internacional de Cine de Denver 2015
Festival Internacional de Cine de Denver 2015


Ficha artística
Benjamin Dickinson - David
Nora Zehetner - Juliette
Dan Gill - Wim
Alexia Rasmussen - Sophie