Dirigida por la cineasta chilena Marcela Said (El Verano de los Peces Voladores, 2013; El Mocito, 2011; I Love Pinochet, 2001). Ganadora del premio a la Mejor Película en la sección "Horizontes Latinos" de la recién clausurada 65ª edición del Festival de Cine de San Sebastián.
Protagonizada por los actores chilenos Antonia Zegers (El Club, 2015; No, 2012) y Alfredo Castro (Neruda, 2016; El Club, 2015; Desde allá, 2015), "Los perros" explora el mundo de la alta burguesía chilena y reflexiona sobre las consecuencias de la dictadura de Pinochet en la sociedad actual del país. La película fue presentada internacionalmente en la Semana de la Crítica del Festival de Cine de Cannes. Tras su paso por San Sebastián, "Los Perros" ha participado en el Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz donde ha ganado el Premio del Jurado al Mejor Largometraje de Ficción.
Notas de producción
-Los orígenes: el coronel
Cuando realicé mi primer largometraje documental, El mocito, conocí a Juan Morales Salgado, ex-coronel del ejército que, en aquel momento, era profesor de equitación en un centro ecuestre cercano a Santiago.
Juan Morales fue el jefe del centro de represión Simón Bolivar, del que habían desaparecido centenares de personas. Quería entrevistarlo en relación con aquello. Cuando vi que no quería hablar del pasado, orienté nuestra conversación hacia la única cosa que parecía que nos vinculaba: nuestro amor por los caballos. Le pregunté si aceptaría darme lecciones, pensando que era la única manera de establecer una relación con él. Bajo la reprobación de mi entorno, Juan Morales fue mi profesor durante dos años, hasta su condena en julio del 2011. Aquellos dos años que estuve con él fueron bastante extraños, pero pude testimoniar una de las experiencias más ricas de mi vida. Hoy en día está en la cárcel, donde permanecerá hasta el fin de sus días. La idea de Los Perros nació de aquel encuentro.
-Un personaje dual: Mariana
Cuando acometí la escritura del guión, comprendí que aquello que escribía no era una historia de amor entre el Coronel y Mariana, como muchos creían, sino la historia de una mujer rodeada por cuatro hombres feroces: el marido, el padre, el coronel y el policía.
Una mujer que navega en aguas turbulentas, como buenamente puede, afrontando el caos, para encontrarse con su vida y sin elegir siempre lo mejor.
El mundo de Mariana es complejo. A través de sus ojos, penetramos en la alta sociedad chilena, una sociedad marcada por la violencia y la negación de sus responsabilidades relativas al establecimiento de la dictadura, su perpetuación y los crímenes perpetrados.
Siempre me ha gustado tratar los claroscuros, las sombras. La línea que separa el bien del mal es más delgada de lo que una se imagina. Dicha línea es la del Coronel verdugo y de Juan el salvador, un único y sólo personaje que entremezcla el crimen y la redención, el deseo y la repulsión, el dolor y el éxtasis. Es el de todos los personajes de la película -el padre castrador y protector, el marido amante y torturador, el policía salvador y manipulador.
Los Perros es la historia de esta mujer que ama su sufrimiento, que desea y teme salir de él al mismo tiempo. Desde este punto de vista, la trayectoria de Mariana no se corresponde en ningún caso con una epifanía, sino que es una constatación mucho más realista sobre la dificultad de romper las ataduras.
Cuando decide quedarse cerca del Coronel se condena, porque al vincularse con aquel impresentable cuestiona la responsabilidad colectiva más allá de la responsabilidad individual. Agita el fondo de un pasado que compromete hasta a su familia. Sin ninguna otra opción al final que regresar a su servidumbre voluntaria.
-La burguesía
Conozco muy bien el universo que describo, me pertenece tanto como yo le pertenezco. Se trata de un entorno soldado, hermético, que marca los cuerpos, las ideas, la actitud de quien es un advenedizo o es su heredero. Cualquier extracción es definitiva, penalizada con un tácito rechazo, social, familiar y económico.
Las desigualdades sociales que inflaman las relaciones entre las distintas clases, lejos de atenuarse con el retorno de la democracia hace ahora 25 años, resultan cada vez más marcadas. Si los militares han sido traducidos en justicia por su rol bajo la dictadura, las clases dirigentes que han dado apoyo a Pinochet y se han enriquecido bajo su tutela, hasta ahora siempre se han blanqueado.
Las primeras investigaciones para perforar este silencioso asentimiento ven la luz. Me inspiré directamente en una de ellas para Los Perros. Un cierto número de actores de las generaciones más jóvenes, afortunados o no, se atreven a cuestionar la falsa imagen de paz social. Lo que instaura una tensión en el seno de las clases dirigentes, una amenaza permanente sobre la perpetuación de su poder.
Así pues, el contexto de la película es el de un país dominado por una violencia sorda, donde los cuarentones bien nacidos que rodean a Mariana desprecian a la junta militar embrutecida por los negocios sucios, cerrando los ojos sobre los orígenes de su propia prosperidad. Esta atmósfera de amenaza debe inundar la película y transmitir al espectador el sentimiento de una inseguridad permanente.
Pese al fuerte anclaje contextual de la película, se trata de una historia que no es específicamente chilena. La idea de que el valor de un hombre no puede reducirse al de sus actos, desde este punto de vista resulta central. Fácilmente pueden establecerse paralelismos, por ejemplo, con la burguesía de la vieja Europa, de fuerte tendencia patriarcal, especialmente evocada por Antonioni.
-Puesta en escena
Antes de rodar El verano de los peces voladores, había ya realizado tres documentales sobre temas políticos: I love Pinochet, un retrato del fascismo ordinario en el año 2001, Opus Dei, un viaje al centro de un movimiento integrista católico, y El Mocito, del que he hablado anteriormente.
Trabajando en aquellos conceptos y con aquellas imágenes descubrí que filmar lo esquivo es más apasionante que intentar desvelar o propagar una realidad que se querría objetiva.
Para la presente película -tanto como para la anterior- he intentado entremezclar la narración con un dispositivo de puesta en escena que ponga en valor el sentido del espectador más que la explicación didáctica de los desafíos.
En la realización, ello pasa por la construcción de atmósferas de tensión, de misterio, de imágenes metafóricas que simbolizan el estado interior de mis personajes y la violencia psicológica y social de la que son víctimas.
La cámara es fija, pero se transporta a mano, dando una inspiración sensible a la imagen. Está cerca de los personajes, para poder entrar en sus estados interiores. También hay planos muy largos, por contradicción, para jugar con rupturas del montaje, creando fricciones en las relaciones entre planos y mostrar a los personajes perdidos en la inmensidad.
Antonia Zegers, la actriz principal, encarna perfectamente su personaje en el incumplimiento. Hemos trabajado sobre la base de la referencia que es Gena Rowlands en Una mujer bajo la influencia, de Cassavetes, para trazar el retrato de una Mariana frágil, impactante y emocionante.
Alfredo Castro, uno de los mejores actores chilenos, ha sabido declinar con sutileza la paleta de juego necesaria para dar cuerpo a Juan, oscilando entre una personalidad luminosa y un alma torturada. Actor fetiche de Pablo Larrain, ya había interpretado papeles con las mismas características, con un talento que se confirma en Los Perros.
Todo ello contribuye a componer una obra extraña, en la que un cierto número de temas y humores se entremezclan y se dan respuesta, lo que espero que cree en el espectador una sensación física que interpela.
Entrevista con Marcela Said
P: No es la primera de sus películas que evoca la dictadura chilena. ¿Diría que se trata de un tema como cualquier otro o, por el contrario, es una obsesión?
R: No se trata necesariamente de una obsesión, pero como yo crecí durante la dictadura de Pinochet, en un ambiente muy militarizado, ello forma parte de mi propia historia. Cuando tenía 13 años, alguien me explicó qué era una democracia, en aquel momento comprendí que Chile no lo era... A pesar de no ser una víctima directa de la dictadura, esto no puede ser para mi un tema como cualquier otro.
P: Su obsesión -algo que se nota en la mayor parte de sus películas- sería más bien el mal, con "m" mayúscula...
R: Sí, pero el mal en sentido amplio. No me interesan necesariamente los "torturadores" de la dictadura, se trata del mal ordinario. El torturador, finalmente, puedo ser yo, tu, tus seres queridos... un día bajo coacción puede obligarnos a lo peor. Es preciso tener conciencia de que un monstruo habita en cada uno de nosotros. Mientras no lo hayamos comprendido, estaremos en peligro. De esta forma nace el fascismo.
P: Usted ha descubierto, en la escritura de su primera ficción, la necesidad de incorporar algo de usted misma en un personaje para convertirlo en más humano. ¿Mariana es usted?
R: Sí y no. Tenemos puntos en común, seguro. Como yo, Mariana es muy curiosa. Curiosa con la naturaleza humana y sus límites. ¿Hasta dónde es capaz de ir la persona humana? Es el tipo de pregunta que yo me planteo. Pero ella, de entrada, es insolente, intrigante, imprevisible. Nunca se sabe lo que va a hacer. Es lo que me gusta del cine: lo imprevisible.
P: Tanto en usted como en Mariana se observa una mezcla de atracción y de repulsión respecto a lo que denominamos verdugos...
R: Así es. Porque no hay nada totalmente negro ni totalmente blanco. Mariana no es exactamente una burguesa que quiere emanciparse, algo que no me habría interesado. Se trata de un personaje complejo. Y lo que sucede a su alrededor lo es más todavía. El Coronel, considerado como un verdugo, es capaz de hacer lo mejor respecto a ella, mientras que el propio padre de Mariana es capaz de lo peor.
P: Dicha diferencia se constata hasta en las dos escenas de amor de la película. Allí donde el Coronel intenta proporcionar placer a Mariana, el policía que la condena, abrupto, sólo piensa en su propio disfrute...
R: Efectivamente. El policía se aprovecha de la situación mientras que el Coronel participa de la generosidad. Se le considera como un verdugo y, en cambio, es capaz de hacer el bien. En cambio, quien representa a la ley abusa de ella. Lo que por otra parte me interesaba con esta película era esclarecer la personalidad civil. Algunos militares hicieron el trabajo sucio, eran peones. Seguro que deben pagar por ello, tanto como los demás. Si el terror ha podido existir en mi país, era para instaurar un sistema económico neoliberal. Los Estados Unidos son responsables, tanto como la burguesía chilena, que se enriqueció bajo Pinochet y que hoy día no se considera responsable de ningún delito.
P: Como en su ficción anterior, El verano de los peces voladores, la relación padre-hijo en Los Perros está muy presente. ¿Se trata de otra de sus obsesiones?
R: [Risas]. Solamente me di cuenta con posterioridad. No lo hice a posta. Quizás me apeteció o deseé, inconscientemente, "matar al padre". El mío tiene un carácter muy fuerte, dominante, apoyó la dictadura... En el sentido que pensaba que Pinochet era bueno para el país, ni más ni menos que muchos otros chilenos... Cuando yo era joven era para mi algo sorprendente. Pero se trata de una historia complicada, y no es nuestro tema.
P: Por otra parte, como el padre en El verano de los peces voladores, el de Los Perros cree estar por encima de la ley...
R: Es una parte de la clase política chilena. El personaje del padre de Mariana está inspirado en mi propio padre, usted lo habrá entendido, pero también en el de una amiga y en otros personajes existentes. Es un arquetipo. Representa el poder. Toda aquella clase política de derechas que cree estar por encima de las leyes, aquellos burgueses que hicieron fortuna con Pinochet y permanecen en la impunidad... Pero al mismo tiempo -y se trata de una contradicción que me gusta- adora a su hija, a quien ha criado en solitario tras haber sido abandonado por su esposa. Una vez más nos encontramos con lo peor y lo mejor de nosotros mismos. Como anécdota, el formidable actor que interpreta al padre tiene 85 años. Como el mío.
P: Antonia Zegers, a quien vimos en varias películas de Pablo Larrain, resulta sorprendente en su papel. ¿Cómo la eligió?
R: Hice un casting con muchas actrices, pero cuando encontré a Antonia, me gustó su energía. Tiene mucho carácter. Esto me interesó, pero pensé que no iba a ser siempre fácil. Como ella también es muy generosa, todo fue muy sencillo. Con Alfredo Castro, por otra parte, que interpreta al Coronel, o con Elvis Fuentes [el policía], un actor que descubrí en el teatro y que nunca antes había hecho cine, sucedió lo mismo. Tuve mucha suerte al encontrar unos actores tan buenos. Ellos fueron mis "cómplices" en cierto sentido. Sabiendo que la película era políticamente incorrecta para Chile, necesitaba apoyo.
P: ¿Quiénes son los "perros" del título?
R: Se trata de varias cosas. Se trata de los perros de la película, los de Mariana, pero también de los hombres que la rodean. Su padre, su marido, el policía... Todos son muy machos. Por mucho que ella diga "No quiero recibir más órdenes", sufre a pesar de todo aquella violencia machista. Los Perros evoca también a los militares que fueron "utilizados" como perros para llevar a cabo el trabajo sucio durante la dictadura. Está también aquella expresión que la burguesía chilena empleaba para definir a la "gente de abajo", aquellos que no eran como ellos: "el perraje", que viene de la palabra perro. Finalmente, en Chile, hay muchos perros vagabundos...
P: El primer perro de la película, aquél que Mariana quiere tanto, sin embargo es un bastardo, no se trata de un perro de raza...
R: Sí, lo elegí expresamente. Mientras que el segundo, el que le ofrece su marido tras la muerte del primero, es un dálmata... que a Mariana no le gusta demasiado. A través de un perro anodino podía evocar las clases sociales, muy marcadas en Chile. Están los burgueses, los domésticos, los militares, que no pertenecen a la burguesía, los pobres... La gente no se mezcla en absoluto. Mariana prefiere a su perro bastardo y no duda en cantar canciones populares románticas con su empleada doméstica.
P: Aparentemente, a usted le gustan las metáforas de animales. Además de los perros, existe aquella comparación con los caballos, que es preciso amaestrar, como a las mujeres. O todo lo contrario...
R: Sí. Un amigo de su marido compara a Mariana con una yegua... Le dice: ""Tu yegua es divertidamente salvaje. Tienes que domesticarla, sino estás muerto". Se trata de otra temática de la película, la principal acaso: el lugar de las mujeres en la sociedad chilena. Como puede observar, sólo hablo de dictadura. Mi próxima película hablará de otro tema. Tratará de la violencia hacia las mujeres y de sexualidad.
P: ¿Considera que Los Perros es una película feminista?
R: No sé si mi película lo es, pero en todo caso he descubierto que soy feminista. Debe saberse que procedo de un país donde nuestro cuerpo no nos pertenece. El aborto todavía está legalmente castigado, si se sorprende a una mujer abortando, va a la cárcel. Estamos en el año 2017... Cuando se procede de una sociedad así, resulta imposible no convertirse en feminista.
P: Respecto al personaje de Mariana, lo que es interesante es que no se trata de una heroína. Al final de la película tiene una bomba entre las manos, en sentido figurado, claro está, pero opta por no hacerla explotar...
R: Sí, cuando puede hacer caer a su padre, y a toda su clase social, se alinea con los suyos. No le traiciona, incluso si parece inmoral. Desde que escribí el guión -y nunca cambié de rumbo- mi película estaba construida a partir de lo siguiente: No quería a una heroína. No se trata de una película de Hollywood. Sabía que podía ser poco atractivo. Pero no hago películas para complacer a nadie. Yo hago cine para incitar a la reflexión.
P: Hablemos de la música, que también desempeña un papel importante. Desde la primera secuencia de la película, muy misteriosa, parece que estemos en una película de David Lynch...
R: Quería que hubiera tensión. Era necesario que la música fuera original, extraña... Cuando Grégoire Auger me hizo escuchar aquellas cuerdas, que me recordaban un poco el ladrido de un perro, supe que era lo que necesitaba. La música no debía ocupar todo el espacio, pero tenía que ayudarme, acompañando el relato. Elegí no tener miedo.
P: La fotografía también es muy hermosa. La luz parece completamente natural...
R: Casi. Hay muy pocas luces accesorias, excepto quizás en las escenas nocturnas. La cámara, una Alexa, con una excelente definición, nos permitió rodar incluso cuando estaba oscuro. He trabajado con el director de fotografía Georges Lechaptois, que también es de origen chileno, pero era la primera vez que rodaba allá. La verdad es que me ayudó muchísimo. Elegimos rodarlo todo con la cámara en mano, siguiendo en cierto modo la respiración de Mariana.
P: Viene del mundo del documental. Han pasado diez años hasta que ha escrito su primer guión de ficción. Hoy en día, ¿puede decirse que ha encontrado su medio de expresión ideal?
R: Sí, adoro la ficción. Incluso si es más militante, el documental finalmente es más limitado. Y no es necesariamente más creativo. La ficción permite contar el mundo tan bien como un documental, e ir "más allá" incluso. Yo me siento más libre. Tengo mucho menos miedo que antes, me siento cómoda en el ejercicio de la escritura, incluso cuando me toma más tiempo.
P: ¿Cree que Los Perros va a sorprender a los chilenos?
R: Es posible. Pero las películas que me gustan están hechas para sorprender. Pienso especialmente en Portero de noche, de Liliana Cavani, o La pianista, de Michael Haneke. Son películas formidables, perturbadoras, inesperadas. El cine lo permite. Vivimos en sociedades que nos controlan intensamente, cada vez más. Lo que se puede decir o no, lo que se puede hacer o no, cómo comportarse, etc. Si en el cine no pueden superarse los límites, ni en el arte en general, ¿dónde podremos hacerlo entonces?.