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  Judy  Dirigida por Rupert Goold
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Invierno de 1968: la leyenda del mundo del espectáculo Judy Garland (Renée Zellweger) llega al vanguardista Londres de los años sesenta para actuar en una abarrotada sesión en la sala The Talk of the Town.

Han pasado treinta años desde que saltara al estrellato con EL MAGO DE OZ y, si bien su voz se ha debilitado, su fuerza dramática no ha hecho más que crecer.

Mientras se prepara para su actuación, lidia con los organizadores, encandila a los músicos, y se sumerge en recuerdos entre amigos y fieles admiradores, saca a relucir su ingenio y su afabilidad. Incluso sus ensoñaciones románticas parecen seguir intactas, pues se lanza a cortejar a Mickey Deans (Finn Wittrock), su futuro quinto marido.

Y, sin embargo, Judy se halla en un estado de fragilidad. Agotada tras haber trabajado 45 de sus 47 años; perseguida por los recuerdos de una infancia entregada a Hollywood; sumida en el deseo de retornar a casa con sus hijos. ¿Tendrá las fuerzas necesarias para continuar?.

Contando con algunas de sus canciones más conocidas, incluyendo el clásico atemporal "Over the Rainbow", JUDY celebra la voz, la capacidad de amar y el irrepetible estilo de "la mayor artista del mundo del espectáculo".


Sinopsis extendida
Hollywood, 1939: una joven Judy Garland (16 años) empieza a replantearse su vida de niña prodigio; el implacable calendario de rodajes la deja agotada, y le exaspera que el estudio controle cada aspecto de su vida.

Louis B. Mayer, jefe de los estudios MGM, le plantea dos opciones: o bien hace todo lo que le pida, y la convertirá en una estrella; o bien se marcha, y quedará sumida en el olvido.

Han pasado treinta años desde aquello y Judy se prepara para actuar en un pequeño local de Los Ángeles, acompañada por sus hijos pequeños. El sector del espectáculo es todo lo que ella conoce, pero su voz ya no es lo que era, su público va en descenso, y está tremendamente endeudada. Judy se resigna a aceptar honorarios de unos pocos cientos de dólares por sus actuaciones.

Esa noche, al llegar a su hotel, Judy se da cuenta de que le han dado su habitación a otro huésped, al no haber pagado sus facturas.

Sin más opciones, Judy acude de forma reacia al padre de sus hijos, Sidney Luft, para que les deje alojarse. Judy y Sid están divorciados e inmersos en una batalla por la custodia. Sid quiere que estén en su casa con él, pero Judy no puede soportar la idea de separarse de ellos -necesita que estén con ella incluso cuando ella esté de gira-.

Esa noche, tras dejar a los niños en casa de Sid, Judy se reúne con su hija mayor, Liza Minelli, en una fiesta privada en Hollywood Hills. Allí conoce a un joven empresario, Mickey Deans. Judy queda prendada por su encanto y su zalamería, y pasan la noche riendo y charlando. Ha surgido la chispa entre ambos.

Judy rememora la chispa que sintió allá por 1938 con otro Mickey -el también niño prodigio, Mickey Rooney-. Estaban los dos en una cafetería bebiendo batidos y hablando sobre si la maquinaria publicitaria del estudio prefería que fueran simplemente amigos, o bien (como querría Judy) algo más.

De vuelta en 1968, Judy se reúne con su abogado, quien le comenta que debe ganar dinero si quiere pagar los cuatro millones de dólares que le debe a Hacienda y garantizar un hogar para sus hijos. Puede que se haya quedado sin ofertas en Estados Unidos, pero en Londres todavía la adoran -¿por qué no aceptar la invitación que le hace Bernard Delfont, para dar una serie de conciertos durante cinco semanas en su moderna sala, The Talk of the Town?-.

Judy accede y se despide de sus hijos conmovida. Llega a Londres, y allí la reciben Delfont y Rosalyn Wilder, a la que han contratado para estar pendiente de la señora Garland y su consabida inestabilidad. Los nervios se apoderan de Judy durante el primer ensayo y se niega a cantar, con el pretexto de que quiere reservarse la voz para la noche del estreno. Wilder y el líder de la banda, Burt Rhodes, están lógicamente preocupados, pero todo lo que pueden hacer es dejar que vuelva a su hotel para que descanse antes de su primera actuación, a la noche siguiente.

Judy es incapaz de dormir, tras intentar sin éxito contactar con sus hijos por teléfono y preocupada por la posibilidad de que le falle la voz.

La noche del estreno, Judy no aparece por el The Talk of the Town. Rosalyn acude corriendo al hotel de Judy y la encuentra sedada, sin haber dormido, incapaz de cantar por los nervios, y suplicando a Rosalyn que suspenda la función. Rosalyn consigue que Judy se ponga su vestido de gala y llegue a la sala por los pelos.

En cuanto Judy pisa el escenario, queda electrizada por el aplauso de bienvenida del público -el escenario es su hogar, y sus admiradores, su amor incondicional-. Su actuación es arrolladora.

Tras la función, Judy se recupera en su camerino; está completamente agotada y tiene la voz ronca; teme no poder completar todos los conciertos.

De vuelta en el hotel, otra vez le cuesta dormir. Su mente divaga por las épocas en que trabajaba para el estudio y recibía pastillas para dormir, pastillas para mantenerse despierta y pastillas para perder peso. Recuerda una fiesta en una piscina en su decimosexto cumpleaños -o, más bien, en la fecha que el estudio consideró conveniente para celebrar su cumpleaños, dentro de su apretada agenda-, en que le prohibieron comer de su propia tarta de cumpleaños, y ella se rebeló tirándose a la piscina con toda la ropa puesta.

El éxito de Judy en el The Talk of the Town continúa, pero cada noche se siente un poco más agotada y, sin sus hijos, un poco más sola. Una noche, después de la función, se le acercan dos de sus seguidores más fieles, Stan y Dan, que estaban esperándola junto a la entrada de artistas para conseguir un autógrafo. Se quedan de piedra cuando Judy les propone cenar juntos, y acaban yendo a su casa con ella y cenando una tortilla (mal cocinada).

Judy se da cuenta de los problemas que esta pareja homosexual ha tenido que atravesar para mantener su relación perseguidos por la ley -la música de Judy les ha brindado consuelo a lo largo de sus padecimientos-. Judy queda profundamente conmovida.

Judy regresa a su hotel para pasar una noche en blanco más. Despierta de un sobresalto al oír golpes en la puerta, y de repente aparece Mickey Deans, que la toma en sus brazos. Judy está eufórica -se van de compras, ella le presenta a la banda-, Mickey la hace sentirse joven de nuevo.

Su felicidad termina en una entrevista para la televisión en la que el entrevistador le pregunta por el impacto que ha tenido su carrera sobre sus hijos. Judy se siente culpable, tras la entrevista, y empieza a beber. No está en condiciones de actuar esa noche, pero insiste en hacerlo -como era de esperar, la interrumpen y la hacen abandonar el escenario entre abucheos-.

Apenada, Judy rememora lo que ocurrió tras su acto de rebeldía en la fiesta de su decimosexto cumpleaños. Louis B. Mayer se le acerca y le recuerda que, igual que le procuró su fama y su fortuna, con la misma facilidad podría arrebatárselas. Asustada, Judy le responde que nunca más volverá a defraudarle.

De nuevo en 1968, el día después del concierto que terminó con abucheos, Judy se disculpa ante Delmont. Él insiste en que visite a su médico, y éste le advierte que su estado de salud es delicado y debería permanecer en casa, descansando junto a sus hijos.

Mickey consigue hacerla salir de su melancolía al decirle que ha cerrado un acuerdo con una cadena de cines gracias al cual Judy podrá retirarse, comprar una casa en Los Ángeles y dedicar todo su tiempo a sus hijos.

Judy no imagina su vida sin Mickey a su lado y le propone matrimonio. Él, contagiado por su entusiasmo, acepta.

Ya felizmente casada, y con Mickey cerrando el acuerdo con los cines en Estados Unidos, Judy regresa a los escenarios para continuar con sus actuaciones en el The Talk of the Town. Todo es felicidad hasta que una noche Sid aterriza en la ciudad para decirle en persona que sus hijos, aunque la quieren, desean seguir viviendo con él cuando ella regrese. Judy, desolada, se niega a creerle. Vuelve al hotel y allí encuentra a Mickey, que ya ha vuelto de Estados Unidos. Su gozo se torna en desesperación y rabia al saber que el acuerdo con los cines no ha salido adelante. No podrá retirarse, y no podrá regresar a casa.

Más sola que nunca, Judy bebe sin parar antes de salir a escena -se le olvidan las canciones, su voz está cascada, y termina tropezando y cayendo ante una lluvia de abucheos-. Al salir de la sala, llama a Lorna para preguntarle si de verdad Joey y ella desean quedarse con Sid. Cuando Lorna responde afirmativamente, Judy oculta su desolación y anima a su hija, diciéndole que no pasa nada.

Tras la debacle de la noche anterior, Rosalyn llega al hotel de Judy para comunicarle que Delfont ha suspendido el resto de actuaciones, y la invita a tomar una copa de despedida con Burt.

Entre dulces y champán, Judy piensa en lo bueno que le queda, como es el amor incondicional que percibe por parte de sus admiradores. Le pregunta a Rosalyn si puede volver con ella al The Talk of the Town, para despedirse.

Esperando entre bastidores, Judy recuerda cuando en 1939 decidió anteponer el amor de sus seguidores a todo lo demás. Después de todos estos años, Judy sigue sin poder resistirse a su público. Pide permiso para salir al escenario por última vez. Aunque su actuación resulta exitosa, su voz le flaquea según se acerca al final de Over the Rainbow. Pero su público no le falla y, encabezados por Stan y Dan, cantan con ella la canción en pie.