Estimado Jean-Luc,
Gracias por invitarme a ver EL LIBRO DE IMÁGENES (...) Usted recrea un material pictórico con diferentes fuentes y formatos. Deforma la imagen, le cambia el color, la aumenta o la reencuadra. Bloqueó toda seducción proveniente de imágenes, de texto, tartamudeó, le tembló la voz, interrumpió, lo tapó.
Hay constantes interrupciones, divididas entre lo que se representa y el cinematógrafo, con su debido desarrollo, sus perforaciones, su descomposición. Encuentra la discontinuidad con medios digitales.
La bella y precisa definición del contrapunto nos da una clave.
Olas, llamas, bombardeos, ejércitos, historia y el mundo como un espectáculo estruendoso a lo Dovzhenko o Vidor. Una gran sinfonía. Pero no para contarlo como una historia. Ya no es "cine".
Como dijo el primer lector de Moby-Dick (según Giono): - Esto no es un libro. - No, dijo Melville.
Esto no le hace a usted popular, frente al mundo digital que lo muestra todo y no esconde nada (eso sentía yo en las películas de Vigo y espero haberlo evitado al final).
Esto suponiendo que entendemos lo que usted intenta decirnos. Eso es lo increíble de su película.
De hecho, "Es necesario llamar la atención". Pero no se ha demostrado así, como a veces se dice, con "el gobierno de las fieras" de Victor Hugo.
Marx inventó las adaptaciones en su Luis Napoleón. La historia se repite, pero ya no como una farsa. Los desaciertos morales se confunden con los crímenes de estado. Hay criminales que solo existen por la guerra. La humanidad se está destruyendo a sí misma. Desde hace años, la guerra ha estado en todas partes, cada vez más literalmente, en el sentido de Goya o Joseph de Maistre (así podemos explicar la presencia de este último).
La adaptación sigue.
Decir que EL LIBRO DE IMÁGENES es muy valiente y que no tiene precedentes es una trivialidad. Pero esa es la sensación que me da. Es cierto, como dicen los jóvenes que le escriben en Lundi matin, que usted es el único, etc. (No saben cuánta razón tienen, tengo curiosidad de que vean esto).
Usted siempre ha tratado temas históricos, pensando que para eso debería usarse el cine.
Desde Historie(s) du cinéma, siempre se trataba de eso, no de la cinefilia que cuenta sus pequeñas historias (no está mal).
Esta vez lo que importa es la historia.
De hecho, usted no está dejando de lado el cine, solo que ya no es lo predominante.
Es tan útil como el estuche donde el analfabeto de Fuller encuentra rápidamente las letras de imprenta.
Usted se queda con el personaje, el jeroglífico con el que soñaba Eisenstein. (Sus tres apariciones también son magníficas: el búho, sus manos sobre la Biblia y el caballero teutón. Quería construir su catedral de las artes él solo. Su resistencia ya era la de la esperanza y también la de la soledad.) Usted encuentra todas las imágenes en las películas o en pésimos noticieros. Solo es justicia. Mucho mejor si Ridley Scott sirviera para cumplir un encargo de impresión.
Y para no alejarse del cine, lo único que se necesita son las dos tomas largas de El placer donde vemos cuerpos en movimiento, dando una definición de eso mismo.
El pensamiento se desarrolla a través de imágenes y sonidos ("un pensamiento / vendrá / continuará", como en un collage que hizo una amiga utilizando textos de la pantalla de Historie(s) du cinéma).
Es un bloque y se articula como los cinco dedos... otra de tantas cosas que no entendía en el papel.
Por último, aunque la reutilización de Historie(s) es lo que menos me interesa - uno nunca cambia su caligrafía - me gusta la idea de la inmortalidad a través de películas líquidas, desde Vértigo a Pasión bajo la niebla, pasando por Torrentes humanos.
Y los momentos de paz de una Arabia feliz, donde veo la alegría de Barnet: una puesta de sol, un barco flotando en el mar, los rincones del Magreb que juegan para una Arabia que todos tenemos detrás de nuestros ojos.
De nuevo, gracias.
Un cordial saludo,
B. E. (Bernard Eisenschitz)
Premios
Cannes 2018 - Palma de Oro Especial
San Sebastián 2018 - Sección Zabaltegui-Tabakalera
Gijón 2018 - Sección Esbilla