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  El oficial y el espía  Dirigida por Roman Polanski
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Sección oficial del Festival de Venecia 2019. Gran Premio del jurado y Premio FIPRESCI a la mejor película de sección oficial.

Roman Polanski dirige esta película basada en la historia real del Capitán Alfred Dreyfus, un soldado francés de origen judío que fue acusado falsamente de espionaje y condenado a prisión permanente. Émile Zola popularizó con su libro 'YO ACUSO' (J'acusse) esta historia, conocida como 'el Affaire Dreyfus', que conmocionó a la Francia de finales del siglo XIX.

Este thriller de época tiene como protagonistas a Jean Dujardin, Emmanuelle Seigner y Louise Garrel, y Mathieu Amalric.


Entrevista a Roman Polanski

P: Roman Polanski, ¿por qué ha querido hacer una película sobre el Caso Dreyfus, un punto de inflexión simbólico en la historia de Francia y de Europa?

R: Las grandes historias suelen convertirse en grandes películas, y el Caso Dreyfus es una historia excepcional. La historia de un hombre acusado injustamente siempre es fascinante, pero además es un tema muy actual si tenemos en cuenta el recrudecimiento del antisemitismo.


P: ¿Cuál es el origen de la película?

R: Cuando era muy joven, vi la película norteamericana La vida de Émile Zola y la escena en la que degradan al Capitán Dreyfus me impactó muchísimo. Ya entonces me dije que algún día haría una película sobre esa aterradora historia.


P: Tuvo que superar bastantes dificultades para hacer la película. El primero fue en qué idioma hacerla ya que los primeros productores con los que habló del proyecto querían que fuera en inglés.

R: Cuando propuse el proyecto hace siete años a mis amigos y socios de ese momento, les entusiasmó la idea, pero pensaron que era imprescindible hacer la película en inglés para obtener financiación de los distribuidores internacionales, sobre todo en Estados Unidos.

Es cierto que las películas norteamericanas ambientadas en Francia se hacen siempre en inglés. De hecho, La vida de Émile Zola es un buen ejemplo. Era más fácil vender las películas en los mercados internacionales. Incluso Stanley Kubrick hizo en inglés Senderos de gloria, su película sobre la Primera Guerra Mundial.

Pero la verdad es que yo no veía a todos esos generales franceses hablando en inglés. El público actual es más sofisticado y está más dispuesto a ver películas y series de televisión en su idioma original con subtítulos.


P: Al final, Alain Goldman se ofreció a producir la película en francés.

R: Así es. El año pasado, en enero de 2018, Alain Goldman se ofreció a producir la película en francés. ¡Me puse contentísimo! Además, fue el principio de una gran aventura. Empezamos a rodar en noviembre. ¡Y aquí estamos!


P: ¿Cómo desarrolló el proyecto?

R: Robert Harris y yo acabábamos de terminar El escritor. Robert estaba muy entusiasmado con la idea, así que nos pusimos manos a la obra de inmediato. Al principio, parecía evidente que debíamos contar la historia desde la perspectiva de Dreyfus, pero no tardamos en darnos cuenta de que no iba a funcionar: toda la acción, con sus numerosos personajes y giros, tuvo lugar en París, mientras que nuestro protagonista estaba atrapado en la "Isla del Diablo". La única historia que podríamos haber contado sería la historia de su sufrimiento.

Le dimos muchas vueltas y al final, después de más de un año de trabajo, Robert encontró la solución a nuestro dilema: era mejor dejar a Dreyfus en su roca y contar la historia desde el punto de vista del Coronel Picquart, uno de los personajes principales de la historia. Pero teníamos que ganarnos la vida, así que decidimos aplazar el proyecto mientras yo hacía otra película y Robert escribía una novela sobre el Caso Dreyfus.

Trabajó en el tema durante un año y su libro El Oficial y el Espía (el título francés, D:, es un poco desconcertante), basado en una investigación histórica exhaustiva, se convirtió enseguida en un best-seller. Mientras tanto, yo terminé de rodar La Venus de las pieles y cuando recuperamos nuestra historia, ya sabíamos cómo queríamos contarla.


P: ¿Cómo eligieron el casting?

R: Jean Dujardin nos parecía perfecto para el papel de Picquart. Se parece a Picquart, tiene la misma edad y es un gran actor. Una película de esta envergadura necesita una estrella y Jean Dujardin lo es. ¡De hecho, ha ganado un Oscar! Así que era una elección natural y sólo nos faltaba saber si le interesaba el proyecto. Y descubrimos que estaba deseando hacerlo.

Así que para narrar la historia eligió al Coronel Picquart como protagonista. En ese momento, este hombre soltero, con una amante (que interpreta Emmanuelle Seigner) casada con un alto funcionario, es un outsider social y un "antisemita natural", como era la gente a finales del siglo XIX. Sin embargo, es él quien salva involuntariamente al Capitán Dreyfus.

Picquart es un personaje fascinante y complejo. No es un antisemita activo. No le gustan los judíos, pero es más por tradición que por creencia. Es oficial de contra-inteligencia y cuando descubre que Dreyfus es inocente se toma muy en serio el caso y decide desenmascarar la verdad.

Cuando se lo cuenta a sus oficiales al mando, le ordenan que se calle: ¡el ejército no comete nunca ese tipo de errores! A pesar del fiasco de 1870, el ejército, al igual que la Iglesia, es una institución intocable. No importa si los soldados sienten remordimientos o se enfrentan a un dilema moral: el ejército está por encima de la verdad y la justicia.


P: ¿Qué lleva a Picquart a contradecir la versión oficial? ¿La pureza de sus principios morales o la obediencia a la ética militar?

R: En la película hay una conversación memorable entre Picquart y el Comandante Henry, su principal oponente. Henry le dice: "Me ordena matar a un hombre, y lo hago. Me dice que fue un error, lo siento, pero no es culpa mía. Así es el Ejército". A lo que Picquart responde: "Puede que sea su ejército, Comandante, pero no es el mío".

Esta conversación refleja una realidad que sigue vigente en la actualidad. Los soldados están obligados a matar por su país. Pero si se comete un delito, no están obligados a encubrirlo.

El Coronel Picquart está en una situación parecida a la de Dreyfus: está encarcelado y la extrema derecha ha sacado a la luz su caso y le acusan de traición.

Porque eligió obedecer a su conciencia y a la necesidad de conocer la verdad en lugar de obedecer al espíritu militar. La historia empieza con una duda cuando descubre similitudes entre el escrito de Esterhazy y el escrito en la nota que se recuperó en la embajada alemana, el famoso "bordereau" (memorándum explicatorio o lista). Y después, la duda lleva gradualmente a una investigación. Picquart sigue adelante a pesar de que le dijeron que lo dejara y termina descubriendo más pruebas de la culpabilidad de Esterhazy. A medida que va descubriendo más cosas, más horrorizado se siente ante la magnitud de su error.

Se dice que el padre del filósofo Emmanuel Levinas (1906-1995), un librero lituano, le aconsejó que se mudara a Francia, argumentando que "una persona de bien no debe dudar en irse a vivir a un país que se despedaza por el honor de un pequeño capitán judío".

¡Es cierto, en ese momento había anti-Dreyfusards pero también había Dreyfusards! Y al final Dreyfus fue declarado inocente. Así que Francia sale del asunto relativamente bien, a pesar de que el caso se resolvió 12 años después y estuvo a punto de sumir al país en una guerra civil.

Otra dificultad de la película es explicar el Caso Dreyfus a jóvenes que no están familiarizados con él.

Para empezar, cuando me preguntaron sobre mis proyectos y dije que estaba trabajando en el Caso Dreyfus, a todos les pareció genial. Pero enseguida me di cuenta de que mucha gente desconocía lo que había sucedido realmente. Es uno de esos acontecimientos históricos que todos creen saber, pero lo cierto es que desconocen su envergadura.

A este respecto, la película es muy educativa porque permite a todos, incluidos aquellos que no saben nada del caso, comprender el dilema político y filosófico al que se enfrenta Picquart. Es casi una investigación policial. ¡Yo diría que es casi un thriller! La historia se cuenta de manera totalmente subjetiva. El público acompaña a Picquart en cada paso de la investigación. Pero los acontecimientos clave sí son auténticos, al igual que muchas de las palabras que se pronuncian porque están registradas en los documentos de la época.

Lo que también me llamó la atención en la película es el lamentable estado del servicio de contra-inteligencia francés en ese momento. Por ejemplo, la Unidad de Estadísticas donde los informantes juegan a las cartas y beben alcohol, donde el portero está medio dormido, la vigilancia deja mucho que desear y los recursos técnicos son una calamidad. Al público actual le sorprenderá mucho este panorama. El estado de la tecnología resulta chocante si lo comparamos con lo que sabemos hoy sobre la contra-inteligencia.

Eso también es auténtico, pero está claro que en esos tiempos parecía moderno. ¡Era la época de los primeros coches, los primeros teléfonos y las cámaras Kodak! En ese aspecto, la investigación realizada por Robert Harris para su libro también ha sido extremadamente valiosa. Por otro lado, esa confianza ciega en la tecnología hizo que algunos investigadores, como el famoso experto Bertillon, cometieran errores fundamentales y se negaran a cambiar de opinión a posteriori.

Una de las pruebas, que culpa primero a Dreyfus y luego lo exonera, es la existencia del 'bordereau'.

Es una carta rota, que se sustrajo de la papelera de la oficina del agregado militar en la embajada alemana. En esa carta, un oficial francés se ofrecía a proporcionar a los alemanes información sobre secretos militares, incluido el cañón de 120 mm. El ejército francés era muy sensible a ese tipo de filtración ya que mantenía en secreto un nuevo modelo, el cañón de 75 mm. Se trataba de un cañón sin retroceso diseñado para absorber el impacto del proyectil, lo que representaba un avance significativo.

Por una parte, están la hostilidad de la opinión pública, la del Comandante Henry que quiere quitarle el puesto a Picquart y la del personal militar y, por la otra están los que quieren ayudar a Dreyfus, como Émile Zola y Clémenceau.

Fue Zola quien sacó a la luz el caso en su famoso J'accuse ("Yo acuso"), una carta que envió al Presidente de la República Francesa y que se publicó en el periódico L'Aurore. Sin esa carta, quién sabe cómo habría terminado el caso. Clémenceau también desempeñó un papel muy importante. Siete años después del final del caso, cuando él mismo era primer ministro, nombró a Picquart Ministro de la Guerra.

Zola pagó un precio muy alto al comprometerse con el caso y fue sentenciado a un año de prisión y a una multa de 3.000 francos franceses. Murió asfixiado por el humo de su chimenea; algunos dicen que los anti-Dreyfusards lo asesinaron. En cualquier caso, el periódico antisemita de Edouard Drumont, La Libre Parole, celebró la noticia de su muerte.


P: En su película, también vemos algunos carteles que dicen "Muerte a los judíos". El antisemitismo no ha desaparecido, ha cambiado de rostro. Se ha convertido en un asunto para extremistas de izquierda, para enemigos de Israel y para islamistas radicales. ¿Cree que podría producirse otro caso Dreyfus hoy en día o le parece impensable?

R: Con la tecnología actual sería imposible condenar a una persona basándose en un análisis de escritura defectuoso. Y desde luego no en el ejército, ya que la mentalidad del ejército ha cambiado. Ya no es "intocable". Hoy se nos permite criticarlo todo, incluido el ejército, mientras que en aquella época su poder era ilimitado. Pero es posible que se produzca un caso parecido. Tenemos todos los ingredientes para que suceda: acusaciones falsas, procedimientos judiciales pésimos, jueces corruptos y, sobre todo, "redes sociales" que condenan sin un juicio justo o sin derecho de apelación.


P: ¿Esta película ha sido una especie de catarsis para usted?

R: No, yo no trabajo así. Mi trabajo no es una terapia. Pero reconozco que estoy familiarizado con muchos de los mecanismos del aparato de persecución que aparecen en la película, y es cierto que me han servido de inspiración.


P: ¿La persecución que sufre empezó con Sharon Tate?

R: La manera en que la gente me ve, mi "imagen", comenzó a tomar forma con la muerte de Sharon Tate. Cuando sucedió y a pesar de que yo estaba atravesando una época horrible, la prensa se apoderó de la tragedia. No supo qué hacer con ella e informó de la manera más despreciable. Entre otras cosas, afirmaron que yo era uno de las personas responsables de su asesinato porque había tenido lugar durante una ceremonia satánica. ¡Según ellos, mi película La semilla del diablo demostraba que yo estaba confabulado con el diablo! La investigación duró varios meses hasta que la policía acabó encontrando a los verdaderos asesinos, Charles Manson y su "familia". Pero todo eso sigue persiguiéndome. Todo y nada. Es como una bola de nieve que cada temporada se hace más grande. Historias absurdas de mujeres que no he visto en mi vida y que me acusan de cosas que supuestamente ocurrieron hace más de medio siglo.


P: ¿No desea contraatacar?

R: ¿Para qué? Es como luchar contra molinos de viento.


Entrevista a Jean Dujardin

P: La nueva película de Roman Polanski cuenta la historia del Caso Dreyfus desde el punto de vista del Coronel Picquart, un héroe olvidado y el personaje que interpreta. ¿Conocía esta figura clave pero poco conocida?

R: El Caso Dreyfus fue un acontecimiento histórico muy importante que afectó y dividió profundamente a la sociedad francesa. Todos creemos conocerlo, aunque lo cierto es que sabemos bastante poco sobre él. Roman Polanski decidió contar la historia desde el punto de vista de Georges Picquart, un personaje fundamental. No conocía su historia. Picquart fue el Teniente Coronel más joven de la historia. Nació en Alsacia, al igual que Dreyfus. Durante el caso, Georges Picquart se ve atrapado entre su lealtad al ejército y la verdad. La religión católica y el sentimiento antisemita dominaban en Francia en ese momento y el ejército no tenía intención de renunciar al poder. Era un país donde el ejército ocupaba una posición central. Picquart tiene conciencia moral pero también obligación de obedecer: la duda le corroe y es lo bastante valiente como para sacrificar su carrera para descubrir la verdad. Yo ya he interpretado papeles dramáticos, pero este personaje ofrecía una nueva densidad y una gran sutileza.


P: ¿Cómo estudió el papel antes de que empezara el rodaje?

R: Me preparé como exige Roman, con mucha atención al detalle. Me aprendí el texto con total precisión para estar totalmente a sus órdenes como director. Me sumergí en el texto durante dos meses. Trabajé con un coach para los ensayos y me encerré. Ensayé hasta que la cabeza me empezaba a dar vueltas, para tener la mayor confianza posible a la hora de rodar. Como Roman es un realizador muy técnico, necesitaba estar así cuando me pusiera delante de la cámara. Él rompe los códigos y las convenciones así que necesitas adaptarte a su forma de trabajar. Con él tuve que elaborar un estado de ira contenida, una emoción controlada que rara vez se le exige a un actor. Tienes que ser preciso con el texto, preciso en tu interpretación y flexible para poder adaptarte a su manera de dirigir. El texto de El oficial y el espía tiene un estilo literario, repleto de escollos. Tienes que masticarlo, tragarlo y que te salga sin pensar. Si Roman me hubiera ofrecido el papel hace cinco años, no sé si me hubiera atrevido a aceptarlo. De hecho, y para mi sorpresa, alcancé un estado extremadamente centrado y concentrado, casi meditativo, y me gustó.

También tuve que trabajar el aspecto físico. Roman quería que mi cuerpo estuviera más tonificado, más definido. Y tenía razón. Me hizo parecer más joven y más parecido a un soldado, a un guerrero.


P: Durante el rodaje llevaba un uniforme de la época. ¿Le ayudó o le influyó a la hora de interpretar el papel?

R: Me siento cómodo vistiendo ropa militar desde que encarné al Capitán Neuville en Un seductor a la francesa de Laurent Tirard en 2017. Pero el traje no es lo importante. Me sirve, me apoyo en él. Pero el objetivo no es parafrasear o exagerar el traje porque ya está ahí. No me inspiro en el traje, sino en las referencias, en mi vida y en mi experiencia pasada. Ya no me escondo tanto detrás de personajes arquetípicos como solía hacerlo. La comedia es como un músculo. Y aquí estamos más cerca del hueso.


P: ¿En qué condiciones se hizo la película?

R: Roman llevaba diez años pensando en este proyecto. No nos explicó demasiado por qué le interesaba; es una persona privada, reservada. Rodamos desde noviembre de 2018 hasta finales de abril, durante casi 75 días. Fue un rodaje muy largo. Los rodajes no suelen durar tanto. Durante casi seis meses llevé una vida monástica y estricta que a veces contrastaba con la intensidad emocional del rodaje. Mi recuerdo más vívido es la escena en el Palacio de Justicia de París, el mismo lugar donde se celebró el juicio del general Pétain en 1945. En esa escena, estoy subido al estrado ante 400 extras. Sentí una emoción muy especial.

Roman me exigió mucho, quiso que realizara un trabajo de introspección para mi actuación, pero también sobre mí mismo y sobre quién soy. Estuve muy concentrado durante el rodaje, absolutamente concentrado. Roman exige ese tipo de concentración.


P: Es la primera vez que trabaja con Polanski. ¿Cómo abordaron el trabajo juntos?

R: Polanski es el primer maestro que he conocido. Es un director que exige a los demás la misma precisión extrema que se exige a sí mismo. Necesitas seguirlo y no quedarte dormido nunca. Si lo haces él se da cuenta inmediatamente. Mete las narices en todo, en todos los aspectos del proceso del rodaje. Roman es un hombre que estudió bellas artes: prepara sus tomas como si fueran cuadros. Cada detalle debe ser perfecto: las cortinas de una habitación, una rama en un bosque, etc. Y tiene esa misma atención al detalle a la hora de dirigir a los actores. Puede ensayar una escena 30 veces antes de rodarla para conseguir que sea auténtica.

Roman es una persona compleja y exigente que no deja que nada lo desvíe de su camino. Tiene que ver el proyecto hasta el final. Necesita expresarse y encontrar la verdad. El oficial y el espía es una película fundamental para él, al igual que El pianista. No se trata solo de hacer una película: él vive su historia y nos arrastra con él. Y eso me parece maravilloso. Siento que estoy al servicio de la historia.


P: 'El oficial y el espía' es una película polifacética, no es solo una película histórica. ¿Cómo la definiría?

R: Polanski es un realizador obsesionado con una pregunta: ¿Cómo ajustarse a la trama y depurar la película hasta que lo único que quede sea pura sustancia? Roman no hace recreaciones históricas pretenciosas y aburridas. El oficial y el espía es una película inequívocamente moderna, un thriller de su tiempo. Y eso es extraordinario. Además, es una película necesaria, condicionada por la época en la que sucedieron los hechos. Tuvimos que rodar escenas donde la gente quema libros de Zola en medio de la calle porque el escritor apoya la causa de Alfred Dreyfus. Esas escenas se rodaron dos días después de que el grafiti antisemita - Juden! ("Judíos") apareciera en Bagelstein, una panadería de París propiedad de un judío. A lo largo de toda la producción, fuimos conscientes de lo que ocurría en el presente donde las muestras de antisemitismo han adquirido otro rostro. Es una película que debería proyectarse en las escuelas: muestra el significado del valor y la integridad.