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  Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho... ahora?  (Qu'est-ce qu'on a encore fait au bon Dieu?)
  Dirigida por Philippe de Chauveron
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Secuela de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014).


Entrevista con Philippe de Chauveron, director

P: ¿Cómo vivió el inmenso éxito de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?

R: Fue una sorpresa absoluta. Percibía holgadamente que el argumento agradaba, ya había signos positivos pero no me esperaba un éxito de tal magnitud y me extrañaba que funcionara tan bien en el extranjero. Las comedias francesas no siempre se exportan bien, y ésta dio la vuelta al mundo: la prueba de que el humor, cuando descansa sobre temas universales, puede funcionar en todas partes.


P: ¿Cómo se presentó la idea de que las parejas jóvenes se vieran tentadas de irse al extranjero?

R: Con el fin de recuperar la estructura de la primera entrega, en la que las cuatro hijas se casaban simultáneamente con extranjeros, me pareció interesante hacer vivir a las cuatro parejas una aventura común. Estábamos entonces en plena campaña presidencial y percibía en torno a mí el miedo a los extremos. Oía a gente decir que se irían de Francia si uno de esos partidos alcanzaba la victoria, y constataba que muchos ciudadanos procedentes de minorías se quejaban de la discriminación de que eran objeto.

Cuando se estrenó el primer film, usted dijo no haber querido hacer una película con mensaje, pero muchos sí lo vieron. Ello ¿le plació, le sorprendió, o por el contrario le molestó?

La gente tiende a ver todo tipo de mensajes en un film, pero mi único objetivo, cuando escribo, es hacer que el espectador se tronche de risa. Me encanta ironizar acerca de todos los temas posibles, no quiero que me recupere nadie. De haber un mensaje, éste sería: vivimos todos en el mismo país, ¡razón de más para que procuremos que todo vaya bien y que todos podamos ser felices!.


P: En la escritura del guión, se inspiró nuevamente en su entorno o en los héroes de la película?

R: Aunque siempre halle inspiración en cuanto veo, leo, o pase en el mundo, el film original fue nuestra primera fuente. Mi meta estaba en enfrentar a los personajes a problemáticas nuevas. Consciente de que mis actores iban a mostrarse divertidos e inventivos, escribí pensando en el modo en que podrían actuar y hablar. Y dado que la mayoría de ellos son muy creativos, asimismo guionistas de películas o de espectáculos, siempre les pedía su opinión acerca de cada versión del guión que les hacía leer. En ese momento, aportaban ideas sobre situaciones o diálogos.


P: Hacerles amar Francia, ¿era ése un placer personal?

R: Durante toda la escritura, no podía quitarme de la cabeza la frase de Sylvain Tesson, que Chantal Lauby cita en la película: «Francia es un paraíso poblado de gente que se cree en el infierno». Efectivamente, tenemos la suerte de vivir en un país moderado y estable, y muchos de nuestros conciudadanos, provenientes de todos los orígenes, reconocen que no estamos tan mal.

P: ¿Puede decirse que sobre todo la película es una oda a la provincia?

R: Situar la residencia de los Verneuil en Turena es un modo de rendir homenaje a su provincia, pero en ello también hay cierta ironía puesto que no hacemos sino desplazar el problema de Paris a la provincia; una vez más, se piensa que en otra parte están mejor.


P: Esta continuación marca el gran retorno de Pascal Nzonziç, quien encarna al suegro de Costa de Marfil. Dado el éxito que tuvo en el primer film, ¿se hacía lógico volver a darle un lugar destacado en la historia?

R: Sí, pues la familia Kof ha dejado huella en el público, que se habría sentido frustrado de no verlos de nuevo. Por otra parte, siempre resulta regocijante contraponer a Pascal Nzonzi con Christian Clavier. El enfrentamiento entre los dos suegros es una fuente de comedia rica pues, en el fondo, este marfileño y este turenés se asemejan mucho.


P: No hay todavía ningún maniqueísmo. ¿Estuvo pendiente de la dosificación?

R: Lo que hace reír en una comedia está en los defectos de los personajes. Así pues, pretendo "exagerarlos" un tanto. Los actores deben interpretar, pese a todo, a gente simpática y adorable.

El encanto que desprenden permite transmitirlo todo. En las proyecciones del primer film, notamos que los espectadores esperaban precisamente las pullas que les concernían: los argelinos que ríen los chistes sobre argelinos, los chinos que ríen los chistes sobre chinos, etc… Todo el mundo quiere que se le represente.


P: ¿Cómo se sabe hasta dónde llevar el listón?

R: Siempre es muy misteriosa la dosificación correcta de humor. El primer indicador está en lo que le hace reír a uno y en lo que hace reír al coautor. Tras tener la idea de partida, llamé a Guy Laurent, mi coguionista, para que me ayudara a escribir el guión de esta continuación, y dado que ambos participamos del mismo humor esto siempre funciona bien. Pero también en el rodaje, cuando los actores actúan, nos percatamos mucho de qué funciona y qué no.


P: ¿Cómo fue el reencuentro con los actores?

R: No se puede hablar propiamente de reencuentro, pues no los había perdido de vista. Al final, lo más difícil fue lidiar en el plató con estos actores, pues la comedia requiere saber estar concentrado.


Entrevista con Guy Laurent, guionista

P: ¿Qué entusiasma a un guionista a la hora de escribir una continuación?

R: Reencontrarse con los personajes es un gran placer, y el hecho de no tener que partir de cero es muy agradable. Tener que decidir todo, desde el nombre del perro al oficio del tercer papel puede ser muy fastidioso. Aquí, todo estaba en su sitio: sólo había que dar con un nuevo motivo para hacer que nuestros personajes actuaran y comunicaran en su decorado. Si ya los conocíamos bien al escribir la primera película, en esta ocasión les controlamos plenamente porque hemos podido evaluar qué es lo que mejor les funciona.


P: Antes de ponerse a escribir, ¿ya tenía ideas en mente?

R: No, esperaba a que se lanzara la maquinaria y fue Philippe de Chauveron quien la activó con la idea de partida. Se limitó a decirme: «Ya sabes, los yernos quieren irse de Francia». De inmediato, percibí una ironía interesante en relación al primer film. Ahora el trabajo consistía en desarrollar la idea lo suficientemente bien para generar una historia. Pero con Philippe hay fluidez, y estamos completamente de acuerdo sobre la forma y el tono.


P: Para desarrollar bien una historia, ¿es preciso saber cuál va a ser el final desde el principio?

R: Cada uno tiene su método. Tanto Philippe como yo somos muy intuitivos y tenemos pocas teorías. Cuando nos lanzamos a escribir, se asumen riesgos y el final acaba por imponérsenos. La evidencia, en ésta comedia, estaba en que acaba bien. A partir del momento en que los yernos quieren irse, ya sabemos que van a quedarse en Francia. Así pues, el conflicto estaba en saber cómo convencerlos.


P: ¿Fue esta idea de partida una ocasión de cantar las excelencias de Francia?

R: De ello nos dimos cuenta a posteriori. Nuestro objetivo estaba en dar con situaciones que nos hicieran reír, nos poníamos en la piel de los personajes; y al final, son ellos, cada uno con sus deseos, los que nos han conducido a esta idea.


P: ¿Nunca ha tenido la idea de realizar una película con mensaje?

R: Mecido por la comedia italiana, he desarrollado una inclinación por los temas de sociedad con ganas de reírme de ella pero con indulgencia. El único mensaje sería tomar distancia de las cosas.


P: ¿Le preocupaba lograr cierto equilibrio entre los distintos personajes?

R: Otra vez debo decir que funcionamos intuitivamente. En la relectura de las distintas versiones del guión, buscamos restablecer el equilibrio entre los personajes y probamos las burlas. Así, hemos podido suprimir diálogos que nos hacían reír mucho pero que eran redundantes y que reincidían demasiado en los mismos temas. Nos ha pasado que nos hemos censurado cuando hemos tenido la sensación de ir demasiado lejos, pero aún quedan réplicas un tanto osadas que hemos querido intentar. A partir del momento en que los personajes son arquetipos, caricaturas, se les puede hacer decir cosas a veces tremendas. Pero lo que es importante, cuando se quiere hacer comedias populares, es llegar al máximo número posible de espectadores.


P: ¿Y cómo se hace para llegar a un público que vaya de los siete a los setenta y siete años?

R: No es una cuestión que se plantee a la hora de escribir, ello inhibiría demasiado, pero en la relectura intentamos comprobar si las pullas resultan demasiado divisorias. El mejor modo de calibrar lo divertido de las réplicas está en saber si de entrada nos provoca, a Philippe y a mí mismo, un estallido de risa. Hay chistes para todas las clases de público.


P: En el guión, ¿se puede identificar partes en que se deje espacio para la improvisación de los actores?

R: Cuando escribimos, nosotros mismos improvisamos en cada escena pero, al final, el guión resulta bastante preciso. Los actores tienen sus indicaciones, pero dado que conocen bien a su personaje, en el plató son capaces de plantear propuestas. Podemos encajarlas cuando el lenguaje con el que se expresan no es el del personaje, pero si funcionan las incluimos gustosamente.

El objetivo está en no perder el hilo de la historia y en estar atento para mantener el famoso equilibrio.


Entrevista con Christian Clavier (Claude Verneuil)

P: ¿Ha dudado antes de lanzarse de nuevo a la aventura de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho… ahora?

R: No, acepté inmediatamente. Le había dicho a Philippe de Chauveron que lo seguiría si la aventura continuaba, pues me lo había pasado en grande en la primera película y vi el éxito que este film se granjeó; me pareció evidente actuar en la continuación. Siempre es un placer cuando el público te acompaña; no se trata de contar las entradas sino de compartir con los espectadores algo y de decirse que tenemos un humor común.


P: ¿Qué le ha complacido de este nuevo guión?

R: El hecho de reencontrar a los personajes que descubrimos en Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? Esa familia integrada por matrimonios mixtos entre las hijas y los yernos. Ahora afrontan una nueva problemática, pero son los mismos, con rasgos del carácter que les son bien propios.


P: ¿Se volvió a meter fácilmente en su personaje como Claude Verneuil?

R: Pues sí, porque desde el principio Philippe lo había escrito para mí, y nos divertimos tanto al crearlo en la primera película que guardaba el recuerdo de una interpretación verdaderamente placentera. Es un hombre que dice todo cuanto no debe decirse: verbaliza lo que piensa, por tanto, encarnarlo resulta regocijante. Ha sido encantador reencontrarse con Claude Verneuil, pues es un auténtico personaje cómico.


P: La idea de hacer que a estos jóvenes les gustara Francia ¿le complacía particularmente?

R: Desde el momento en que todos amamos nuestro país, se hace muy agradable ponderar sus cualidades, pero lo que aquí es divertido es el lado paradójico de la situación. El suegro al que doy vida se muestra muy crítico con todo, por lo que situarlo en un marco en el que se ve forzado a dar una imagen extremadamente positiva de Francia resulta muy divertido.


P: ¿Cómo fue el reencuentro con su "esposa" Chantal Lauby?

R: Nos divertimos mucho, incluso más que en el primer rodaje. Adoro a Chantal, es una compañera maravillosa y resulta excepcionalmente divertida y encantadora en esta película. Ya lo fue en Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? pero me da la impresión que nuestra complicidad ha crecido.


P: A partir de ahora, ¿le parecen como de su familia los jóvenes actores de la película?

R: Por supuesto, incluso fuera del plató nos divertimos con esa relación entre yerno y suegro que nos ata como personajes. Lo interpretamos, lo vivimos; es muy divertido. Y luego, lo que se nos reveló en nuestra vivencia del primer rodaje se ha prolongado en el segundo. Nos conocemos mejor, pero hemos intentado recuperar la sensación del primer film.


P: ¿Hubo espacio para la improvisación?

R: Sí, ya que me gusta tener cosas que poder aportar a mi personaje a lo largo de la interpretación en todas las tomas. Luego, Philippe decide si quedárselas o no, pero así es como procedo: me paso el día actuando.


Entrevista con Chantal Lauby (Marie Verneuil)

P: ¿Ha dudado antes de lanzarse de nuevo a la aventura de Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho... ahora?

R: Al leer el guión, de seguida me pareció que la nueva problemática a la que la familia Vernueil se enfrenta encajaba con la época en la que nos encontrábamos. Así pues, acepté rápidamente, pues la idea de reencontrarme con el equipo ya me complacía mucho.


P: ¿Volvió a meterse fácilmente en su personaje como Marie Verneuil?

R: Sí, porque me gusta y no está muy lejos de mí. Marie Verneuil son dos mujeres, incluso tres. Es una burguesa de provincias acomodada que parece estar un tanto a la sombra de su marido pero que vela activamente por su familia. Tiene cuatro hijas hermosas que ha criado y por las que se desvive. Ahora bien, el hecho de que acepte muchas cosas de ellas le proporciona una vertiente rock’n roll. Es eso lo que me encanta de Marie: se puede pensar que está atrapada, restringida, pero es un personaje que sale al encuentro de los otros y acepta abrirse a ellos pese a unas particularidades que obstaculizan aprender a conocerlos y a acogerlos en su familia. Pues, para ella, la familia cuenta por encima de todo. He conocido muchas mujeres como ella. Marie me recuerda un tanto a mi madre, que era católica y nos educó religiosamente, pero también tenía un espíritu muy abierto. Había soñado con hacer teatro; a mí me parecía muy moderna, diez veces más rockera que cualquier otra mujer. Además, fue la primera en reírse de todo cuanto pudiera comunicar dentro del grupo cómico Les Nuls, fue mi primera clienta. A menudo se tiene prejuicios acerca de los burgueses católicos, pero cuando se conoce a la gente, cuando se vive con ellos, nos damos cuenta de que no hay fundamento. Es esto lo que cuenta la película.


P: Con sus nietos, Marie Verneuil es una abuela enérgica...

R: Así es, le encanta hacer payasadas con ellos pues es un momento en el que puede divertirse y relajarse. Sin duda, ha estado un tanto sujeta a su marido, dado que a éste le gusta hacerse el patriarca, aunque se percibe que en la casa es ella quien lleva las riendas. Es maternal, y cuando le dice a su marido «no quiero que los niños se vayan», él sabe que no habla en broma. En esta película, Marie ha cambiado ciertos hábitos, aunque sigue fiel a su línea: de la zumba, se ha pasado a la marcha nórdica para eliminar toxinas cuando no se siente bien. Esta actividad física le permite sacar lo que lleva dentro cuando es muy pesado. Me gusta que Philippe de Chauveron haya hecho a una mujer bastante menos sumisa y constreñida de lo que podríamos pensar. Es cariñosa, torpe a veces, ingenua, pero tiene valores a los que se aferra. Y si a veces las cosas fallan, o ella perjudica inconscientemente al decir lo que piensa, no lo hace con maldad ni cinismo.


P: En esta segunda entrega, descubrimos asimismo que es una «abuelita 2.0». ¿Es su caso?

R: Ella no lo era en absoluto en el film anterior, pero con el tiempo ha llegado a serlo. Eso me divierte, ya que podemos encontrarnos con gente como ella que se vanagloria de estar al día en lo tecnológico pero que dicen «anstragram» en lugar de Instagram. Yo misma, a veces, hago reír a mi hija al hacerme un lío con las redes sociales, pues no son de mi generación. Voy poniéndome al día poco a poco porque me han instalado aplicaciones, pero en los primeros tiempos no sabía mucho por dónde iba ni lo que iba a decir.


P: ¿Cómo fue el reencuentro con su «marido» Christian Clavier?

R: Fue como si jamás nos hubiéramos separado, como si la pareja que formamos hubiera vivido junta estos cuatro años con las hijas, los yernos y los nietos. La idea de que Verneuil se haga escritor y que se las de ello un tanto me hacía reír pues sabía muy bien adónde nos podía llevar eso. Me satisface verdaderamente actuar junto a Christian porque siempre procuramos divertirnos y sorprendernos. Antes de cada escena, nos regocijamos pensando en lo que va a servirle al otro, en cómo diremos cada réplica para hacerle reír y sorprenderlo. Creo que eso es el secreto de una pareja que dura.


P: En su opinión, ¿cuál es el secreto para hacer reír al público?

R: Hay que quedarse en el primer grado y jamás ir más allá de tu personaje. La trampa consiste en incluir tras sus palabras otra intención que la suya. A partir del momento en que se dicen con sinceridad, todo va bien. Es el caso de las palabras malsonantes, por ejemplo. No hay razón para que sean vulgares. La vulgaridad viene de la mirada, del modo en que se mantiene la boca o el cuerpo, pero no de la palabra en sí misma.


P: La idea de hacer que a estos jóvenes les gustara Francia ¿le complacía particularmente?

R: Sí, porque es nuestro país. Puede que a veces lo detestemos porque somos unos gruñones, pero en Francia hay una libertad, una mezcla cultural e intercambios que no se encuentran en todas partes. Yo no hubiera podido irme de Francia: como buena auvernesa, necesito mis raíces y mi tierra para sentirme anclada.