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  El espía inglés  (Ironbark)
  Dirigida por Dominic Cooke
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Festival de Cine de Sundance 2020.

Segunda película del director inglés Dominic Cooke tras 'En la playa de Chesil', protagonizada por Saoirse Ronan. Este thriller narra la historia de Greville Wynne, un espía del MI6 que ayudó a la CIA a obtener acceso al programa nuclear soviético durante la Guerra Fría. La película, que participó en el Festival de Cine de Sundance, está protagonizada por Benedict Cumberbatch ('Vengadores: Endgame') quién interpreta a Greville y Rachel Brosnahan ('La maravillosa Sra. Maisel'), quién da vida Emily Donovan, agente de la CIA que dirige las operaciones de Wynne.


Sobre la producción
EL ESPÍA INGLÉS, un thriller basado en hechos reales, cuenta la historia de un modesto hombre de negocios, Greville Wynne (BENEDICT CUMBERBATCH), que fue reclutado para participar en uno de los mayores conflictos internacionales de la historia moderna. A petición del MI-6 y de una agente de la CIA (RACHEL BROSNAHAN) forma una peligrosa y secreta asociación con el oficial soviético Oleg Penkovsky (MERAB NINIDZE) para obtener una información crucial que evitará un enfrentamiento nuclear y así resolver la crisis de los misiles en Cuba.

El 16 de octubre de 1962 se le entregaron al presidente John F. Kennedy unas fotografías realizadas a gran altura desde aviones U-2 sobrevolando Cuba en las que se veía claramente a soldados soviéticos instalando misiles nucleares en la isla. A Estados Unidos ya había llegado la información de que la Unión Soviética tenía intención de establecer una base con cabezas nucleares en la isla caribeña. La crisis de los misiles en Cuba puso al mundo al borde de una guerra nuclear.

Las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos despertaron la curiosidad del guionista Tom O'Connor por la larga historia de espionaje entre Estados Unidos y Rusia. "Empecé a leer libros de historia", dice. "Oleg Penkovsky, al que encarna Merab Ninidze en la película, es una de las legendarias fuentes con las que contaban los americanos en la Unión Soviética. En un libro se afirmaba que el contacto de Oleg Penkovsky era un civil británico llamado Greville Wynne. En cuanto leí eso, mi vertiente de guionista de apoderó de mí".

Tom O'Connor se lanzó a investigar la relación entre Wynne y Penkovsky, que se menciona en varios libros, pero sin profundizar. "Hay bastante información para entender lo básico", explica el guionista. "Muchos hechos estaban y siguen estando clasificados. Saber exactamente qué ocurrió fue todo un reto porque ambos lados se han encargado de dar información falsa. No siempre interesa que todo quede claro y al alcance de cualquiera".

Greville Wynne escribió su autobiografía en 1967 titulada The Man from Moscow: The Story of Wynne and Penkovsky (El hombre de Moscú: La historia de Wynne y Penkovsky). Pero Tom O'Connor era consciente de que se había puesto en entredicho la fiabilidad del libro: "Me molesté en leer unos cuantos estudios que desmontaban punto por punto lo que Wynne decía que había ocurrido, argumentando que no era posible".

Uniendo información de diversas fuentes, el guionista redactó una primera versión y la mandó a varias productoras. Acabó en la mesa de Ben Pugh, de la empresa 42, y este, nada más leerlo, supo que su compañía debía producir la película.

"Hacía tiempo que quería hacer una película como esta", dice Ben Pugh. "En primer lugar, es un momento de la historia que me gusta mucho. También me parecía genial la idea de un hombre cualquiera en medio de este mundo, rodeado de unos elementos asombrosos con una crisis política mundial de telón de fondo. La historia gira en torno suyo y a su familia, mientras él acaba intentando salvar al mundo".

El productor convenció a Tom O'Connor de que 42 era la mejor empresa para el guion. A continuación, Ben Pugh mandó el guion a Dominic Cooke, director artístico y primer ejecutivo del famoso teatro Royal Court entre 2006 y 2009, y que dirigió En la playa de Chesil, una adaptación de la novela del mismo título de Ian McEwan, protagonizada por Saoirse Ronan y Billy Howle, estrenada en el Festival Internacional de Toronto en 2017.

"No podía dejar de leer el guion", reconoce Dominic Cooke. "Era una historia cautivadora, acerca de una época que yo desconocía bastante, escrita con absoluta maestría".

A medida que leía el guion, empezó a imaginar a Benedict Cumberbatch en el papel de Wynne. Habían trabajado en varias ocasiones en los escenarios así como en la miniserie La corona vacía, para BBC, en la que el actor daba vida a Ricardo III. El guionista y el productor también tenían la esperanza de que Dominic Cooke pensara en el actor, que fue nominado a un Oscar. "Cuando Dominic aceptó dirigir la película, Tom y él hablaron un poco del guion, y a partir de ahí se lo mandó directamente a Benedict", dice Ben Pugh.

"Dominic Cooke vino a verme para hablar del papel y del proyecto. Tenía muchas ganas de volver a trabajar con él", reconoce el actor, al que fascinó el papel desde el primer momento. "Me atrajo sobre todo el recorrido del personaje. En una de nuestras conversaciones, le dije que me haría muy feliz ayudar en el proceso como coproductor a través de SunnyMarch y con mi socio en la empresa, Adam Ackland".

El productor Adam Ackland estaba entusiasmado con la idea de trabajar en una historia de espías: "No habíamos pensado en producir un thriller de espías, pero era una historia genial dentro del género con buenos personajes, y con la dignidad y la humanidad necesarias".

Una vez asegurados el director y el protagonista, Ben Pugh dio el siguiente paso. "Con el apoyo de UTA, mandamos el guion a FilmNation. Es la mayor financiera de la industria para este tipo de películas y enseguida se unieron a nosotros como financieros y productores del proyecto. Las tres compañías, 42, SunnyMarch y FilmNation, formamos una asociación asombrosa".

Ben Browning, presidente del departamento de Producción y Compras de FilmNation, dice: "Nos ocupamos de muchas películas de este tipo, con actores conocidos y de mucho talento que atraen a un público global. Habíamos trabajado previamente con Tom, el guionista, en una película que al final no hicimos, y con Benedict en The Imitation Game (Descifrando Enigma). También conocía el trabajo de Dominic en los escenarios y había disfrutado mucho con su primera película".

FilmNation presentó el proyecto en Cannes 2018, donde fue recibido con gran entusiasmo. "La idea fue muy bien acogida porque aportaba algo nuevo y muy adecuado a los tiempos actuales", dice Ben Browning. "Hay muchos y exitosos thrillers sobre la Guerra Fría, pero este no trata de personas inescrutables con motivos igual de inescrutables. Es una película emotiva sobre la relación entre dos hombres que hicieron algo extraordinario".


Los personajes
Tom O'Connor reconoce que, mientras escribía el guion, pensó en el actor ideal para hacer el papel de Wynne: "Siempre soñé con la posibilidad de que fuera Benedict. Durante la escritura intenté no hacerme ilusiones; no quería obsesionarme con Benedict porque, la verdad, nunca pensé que aceptara".

"Benedict Cumberbatch es conocido porque se le dan muy bien los papeles de genios torturados", añade Ben Browning, de FilmNation, hablando del actor nominado al Oscar por su papel en The Imitation Game (Descifrando Enigma). Pero aquí, en el papel de Greville Wynne, empieza como uno más que se ve involucrado en un juego de espías, y eso le permitió a Benedict aportar muchos matices y tonos a su personaje".

El actor también se sintió atraído por la personalidad de Wynne. Recuerda que, leyendo el guion, le cautivó "su sentido del humor, su terquedad y su inesperada fuerza. Me pareció increíble la idea del vendedor vendiéndose a sí mismo".

"Su recorrido es extraordinario", sigue diciendo Benedict Cumberbatch. "Pasa de ser un hombre de negocios de lo más normalito, de hecho sufre de una grave dislexia que casi le impide entender lo que lee, a ser el conducto por el que Occidente consigue una información crucial durante la Guerra Fría y la crisis de los misiles de Cuba".

El actor británico, que siempre se ha sentido intrigado por los cuentos de espionaje, añade: "Los espías son un alimento interesante para los actores porque constantemente llevan una máscara o están actuando, y porque los cambios de personalidad son muy rápidos".

La misión de Wynne se centra en contactar con el coronel de la inteligencia soviética Oleg Penkovsky, con el que acaba compartiendo una profunda amistad. "Le cae bien a Penkovsky y se fía de él", explica Benedict Cumberbatch. "Wynne le demuestra su lealtad cuando intenta ayudarle a escapar".

Wynne regresó a Moscú a pesar del aviso de que corría peligro, pero estaba convencido de que debía ayudar a su amigo a escapar. El KGB le arrestó el 11 de mayo de 1963, mientras intentaba ayudar a Penkovsky, y fue condenado a ocho años de cárcel.

"Entonces llega la tragedia de un hombre corriente que debe enfrentarse a los límites de la resistencia física y mental en un gulag ruso", sigue diciendo el actor. "Lo más increíble es que aguantara careciendo de cualquier entrenamiento previo como espía, ni tuvo nunca disposición alguna para hacer el trabajo que le pidieron. Solo se prestó a ello por lealtad a su país".

Benedict Cumberbatch se quedó horrorizado al descubrir por lo que pasó Wynne durante su encierro. "Lo intentaron todo con él, desde las peores privaciones a palizas, tortura psicológica, duchas de agua helada y caliente", explica. "Es horrible pensar en lo que hicieron para romperle".

Fue intercambiado por el espía Gordon Lonsdale en 1964. Posteriormente escribió dos libros acerca de sus vivencias, el antes mencionado The Man from Moscow: The Story of Wynne and Penkovsky (1967) (El hombre de Moscú: La historia de Wynne y Penkovsky), y The Man from Odessa (1981) (El hombre de Odessa). En este último afirma que Penkovsky se suicidó en su celda, aunque la versión oficial aceptada por todos es que fue condenado a pena de muerte.

El guionista Tom O'Connor cree que las vivencias personales descritas por Wynne en los libros no son del todo fehacientes debido a su estado mental después de la cárcel: "Al salir de la prisión soviética, estaba profundamente traumatizado por lo que había pasado, por el cautiverio, por todo".

Su experiencia en la prisión le cambió. "Se sabe que su salud mental se resintió, cayó en el alcoholismo y dejó a su mujer", sigue diciendo. "Perdió sus ingresos y necesitaba dinero".

También estaba el secretismo que forma parte íntegra del espionaje. El MI-6 nunca reconoció que había trabajado para ellos, incluso después de ser liberado. "El gobierno británico nunca reconoció públicamente lo que hizo, y tampoco le dieron las gracias", añade el guionista. "Es muy probable que le doliera, que Greville se sintiera resentido y probablemente eso le empujara, cuando escribió el libro, a querer aparentar más de lo que hizo realmente".

EL ESPÍA INGLÉS termina con un plano de Wynne con la cabeza rasurada solo en la cárcel. La película deja entender que incluso cuando le liberen, no será el mismo. Es un hombre roto que no volverá a encontrar la paz. "La conclusión de la historia es que Wynne sabe que aún no ha llegado a casa", dice Benedict Cumberbatch. "Se entiende que el camino hacia la recuperación no va a ser fácil".

Muy pronto después de que Dominic Cooke y Benedict Cumberbatch se unieron al proyecto, se empezó a buscar al actor idóneo para encarnar a Oleg Penkovsky. Se recurrió a la mundialmente famosa agente de casting Nina Gold y se desplazaron a Moscú con la intención de encontrar al actor capaz de meterse en el papel.

"Hay mucho diálogo en ruso, por lo que quería a alguien cuyo idioma materno fuera el ruso", explica el director. "Fuimos a Moscú y vimos a varios actores excepcionales. Conocía a Merab Ninidze por McMafia, donde me había parecido sensacional. Es georgiano, pero ha vivido en Rusia y conoce bien el país".

"La primera prueba que le hicimos era para el papel de Gribanov, el oficial del KGB, pero lo hizo tan bien que se me ocurrió pedirle que volviese para el papel de Penkovsky", sigue diciendo Dominic Cooke. "Nos conquistó en la segunda prueba".

Merab Ninidze había oído mencionar a Penkovsky, pero desconocía su historia. Cuando buscó imágenes del coronel soviético en Internet se puso nervioso: "No sabía cómo encarar el papel, no me parecía en absoluto a él".

"Intenté crear algo basado en los dos minutos de imágenes de Penkovsky que había visto", explica el actor. "El clip fue mi inspiración y lo convertí en una interpretación sin intentar imitar a Penkovsky".

El director se quedó sorprendido por la profundidad que Ninidze aportó al personaje de Penkovsky en la prueba. Cuando supo que tenía el papel, el actor se sumergió en la cultura, actitudes y estilo de la época.

"Volví a ver películas soviéticas de aquellos años", dice Ninidze. "Fue el cine de mi infancia y ofrece un tesoro de información en cuanto a la sociedad de entonces, cuenta cómo se comportaba la gente, cuáles eran sus ideales y sus creencias".

El actor decidió estudiar la historia familiar de Penkovsky para intentar meterse en su cabeza. "Escondió parte de su pasado porque en su familia había un enemigo de los comunistas", explica. "Llevó ese peso toda su vida".

Penkovsky desvió la atención de su familia y demostró su lealtad al unirse al ejército soviético. "Fue un héroe en el frente ucraniano", sigue diciendo el actor. "Era muy respetado en el ámbito militar, aunque al cabo de un tiempo después de la guerra, a nadie le importaba. Tenía muchas medallas, pero solo era un burócrata de alto nivel".

Un aspecto importante del personaje es cómo le afectó ese olvido. "Era un hombre que desconocía el miedo, un narcisista, estaba obsesionado con su imagen", dice. "Un poco como un actor olvidado que quiere regresar a la fama a toda costa".

El ego de Penkovsky le ayudó a creer que podría salirse con la suya. "Estaba convencido de que nunca le pillarían, era demasiado listo, y para cuando los soviéticos se dieran cuenta, ya estaría viviendo en Montana, en Estados Unidos", comenta Ninidze.

Su amistad con Wynne se forjó rápidamente porque compartían experiencias similares. "Les unió un sentido de familia", acaba diciendo. "Ambos entendían el enorme riesgo que corrían y necesitaban apoyarse mutuamente".

"Me pregunto cómo puede un hombre esconder una gran parte de su vida a la persona que ama, a su familia, a las personas que le importan", plantea Dominic Cooke. "Una de las cosas que une a Wynne y a Penkovsky en esta película es que ambos comparten ese mismo problema".

El cineasta, el guionista y los productores querían que Wynne tuviera una vida personal. "No se sabe mucho del matrimonio de Wynne", dice Tom O'Connor. "Aparte de que su primera esposa, Sheila, asistió personalmente al juicio en Moscú y que se divorció después de que fuera liberado, se desconoce todo".

Basándose en estos hechos, buscaron una forma de mostrar que el matrimonio no iba muy bien. "La idea de que Wynne hubiera tenido una aventura surgió en una conversación con Dominic", recuerda el guionista. "Su vida de espía era un secreto, como lo es también tener una aventura. Traiciona la relación con su esposa al no contárselo, del mismo modo que la traiciona con una amante, haciendo que todo sea aún más doloroso".

"No puede compartir su secreto con su mujer porque en el momento en que ella lo sepa, la pondrá en peligro, y también a su hijo, por complicidad", explica Benedict Cumberbatch. "No le queda más remedio que mentir, pero ella se da cuenta y desconfía. Siente que ha vuelto a traicionarla".

Jessie Buckley, que encarna a Sheila, dice: "Me sorprendieron la voluntad y el estoicismo de esta mujer. Estoy segura de que habría sido una espía increíble. Siempre hay mucho más de lo que se ve en la superficie".

La actriz tuvo bastante libertad para encarnar a Sheila. "Casi no había información de Sheila", sigue diciendo. "Como si hubiera desaparecido después de que todo pasara. Por suerte, existían algunas fotos y grabaciones que me fueron de gran ayuda".

Quiso poner énfasis en el hecho de que Sheila siempre debe controlar sus emociones: "En los sesenta nadie mostraba sus emociones, y menos un ama de casa infeliz con una vida que no la satisface. Todo son pantallas de humo y sonrisas delante de miradas tristes. En otras palabras, muchos momentos callados interrumpidos por sorbos de martini".

"Las películas de espías no suelen hablar mucho del matrimonio de los protagonistas", dice Dominic Cooke. "Suele olvidarse. Pero alguien que está bajo presión en su vida personal acaba estresado, y eso puede hacer peligrar una misión".

Emily, la agente de la CIA a la que da vida Rachel Brosnahan, tiene la idea de usar a Wynne para sacar información de Moscú. Es una amalgama de unos cuantos agentes de la agencia que trabajaron en la operación Wynne-Penkovsky.

"Emily es un personaje de ficción, sobre todo por la época. Todos los agentes que trabajaron con Wynne eran hombres", explica Tom O'Connor. "Pero pensamos que dar el papel a otro hombre quitaría atractivo a la historia, especialmente hoy en día. Por eso nos pareció más interesante que la agente de la CIA fuera una mujer".

"Siempre se intenta equilibrar el reparto sin por eso ser deshonestos con los años que se representan", explica el director. "Había mujeres en los servicios secretos, sobre todo en MI-6. Al trabajar en un mundo muy patriarcal, Emily debe usar la estrategia y su inteligencia para que le hagan caso".

"Lo pasé muy bien con el personaje de Emily", dice el guionista Tom O'Connor, "el tira y afloja, hacerse la tonta y la deferente antes de revelar una voluntad férrea que define al personaje. Luego, ver a Rachel Brosnahan hacerse con el papel fue maravilloso".

"Me di cuenta de que Emily es un personaje que ayuda a la acción a progresar", dice la actriz. "Me gustó que Dominic y Tom quisieran incluir una voz femenina en la historia, pero no se olvidaron de los retos a los que debería enfrentarse en aquella época".

Emily debe usar muchas artimañas para manipular a los hombres que la rodean. Sus superiores, todos hombres, están convencidos de que son los que aportan las ideas, a pesar de que surgen de Emily. "Para conseguir lo que quiere, no debe amenazar a nadie", dice Rachel Brosnahan. "Es algo típico de entonces, pero me parece que las mujeres seguimos en esta misma batalla. Emily cree que es la persona más inteligente entre sus compañeros y que, al menos, puede ofrecer ideas".

La actriz se preguntaba que empujó a Emily a unirse a la CIA: "¿Fue solo por patriotismo? ¿Las ganas de demostrar su valía en un mundo dominado por los hombres? ¿Había una conexión personal que le hizo tomar esta decisión?"

Una de las importantes decisiones a la que se enfrentaron el director, el guionista y los productores fue cómo retratar a los líderes soviéticos y estadounidenses. ¿Debían ser encarnados por actores? Finalmente acordaron que Vladimir Chuprikov daría vida al dirigente soviético Jrushchov, pero que usarían imágenes de archivo para el presidente Kennedy.

"Lo importante es que Penkovsky tenía acceso a Jrushchov y a los más altos dirigentes del sistema", explica Dominic Cooke. "Hacía falta ver a Jrushchov en carne y hueso para tener la sensación de que Penkovsky estaba allí con él. Además, es la razón por la que los americanos no querían renunciar a él como fuente de información".

Pero "JFK es una figura icónica", dice Tom O'Connor. "Todo el mundo le conoce, sobre todo el público occidental. Reconocemos su voz, sus gestos, su rostro. Nos pareció que era un actor, alejaríamos al espectador de la película. Además, JFK no tiene ninguna escena con los personajes, a excepción del director de la CIA John A. McCone, un papel muy pequeño en el guion, por lo que no era necesario que alguien le encarnara en la pantalla".


La crisis de los misiles de Cuba: Cómo eran los años sesenta
"Recuerdo a mi madre contarme que la gente pensaba que iba a ser el fin del mundo", dice el director Dominic Cooke. "Parece ser que incluso asistían a los oficios religiosos los que nunca iban a la iglesia".

Los cineastas debían hacer entender al espectador actual, consciente de que no hubo guerra nuclear, que no solo era posible, sino que muchos estaban convencidos de que iba a pasar.

"Buscamos una forma de usar esto como telón de fondo, pero sin incluir largas exposiciones sobre la crisis de los misiles de Cuba", sigue diciendo.

En octubre de 1962, la Unión Soviética desplegó misiles en Cuba. El presidente Kennedy exigió que se retiraran, pero Jrushchov se negó, lo que llevó a ambos lados a prepararse para una guerra nuclear. Durante trece días, una política suicida colgó la espada de Damocles de la guerra nuclear encima del mundo.

Mucha gente estaba aterrada. "Lo que realmente me llevó a entenderlo fue la descripción de Dominic", explica Benedict Cumberbatch. "El mundo contuvo el aliento; no se limitaba a un enfrentamiento entre dos países, todos los países en medio se verían afectados".

Tom O'Connor vio documentales, noticias de la época y habló con sus padres para poder incorporar la crisis en el guion. "Intenté captar la sensación de miedo, de impotencia que se apoderó de la gente: el mundo estaba a punto de acabar y no podían hacer nada al respecto".

En palabras de Cumberbatch: "Los barcos cargados con misiles iban hacia Cuba; los estadounidenses estaban armados. Tenían acceso a botones y códigos. Bastaba con que unos exaltados conocieran los códigos, que unos cuantos se cerrasen en banda y se negaran a dialogar para que hubiera una catástrofe".

Dominic Cooke estaba convencido de que podría trasladar la sensación de crisis inminente a la pantalla. "Sabía cómo fue entonces, al menos en el Reino Unido, y siempre me ha interesado la Unión Soviética, la política y la historia de esa época", explica.

Había transcurrido una generación desde el final de la II Guerra Mundial y un nuevo modo de funcionar empezaba a apoderarse del mundo. La ropa había cambiado, pero aún no habían llegado los locos sesenta. Recrear ese aspecto y esa atmósfera representó un enorme esfuerzo. El director quería estar seguro de que los decorados y el vestuario encajaran a la perfección con la acción y los diálogos.

Dominic Cooke y varios jefes de departamento acababan de trabajar en una película que también transcurría en los años sesenta. "Trabajamos con gran parte del equipo de En la playa de Chesil, el mismo director de fotografía, diseñador de vestuario y diseñadora de producción", dice.

"Vi muchas películas de espías y de otros géneros que transcurrían en los años sesenta", sigue diciendo. "Lo más interesante fue descubrir que las películas rodadas en los años sesenta no son glamurosas, son muy realistas, al contrario de las películas que se rodaron después".

La directora de producción Susie Davies añade: "Hay que tener cuidado con esa época porque es fácil que el estilo supere a la sustancia. El diseño debe apoyar la historia, nunca debe ser obvio y llamar la atención".

"Quería que Moscú y Londres tuvieran un cierto parecido", comenta el director. "La arquitectura y otras cosas de ambas ciudades son muy diferentes, pero me negué a que se exagerasen las diferencias entre las dos".

Los decorados se diseñaron para mostrar la competencia entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Los dos superpoderes estaban empeñados en demostrar que su política ofrecía una vida mejor y una tecnología más avanzada.

"La arquitectura comunica una sensación épica debido a la competencia entre los dos países, sobre todo en los sesenta entre la arquitectura brutalista y la soviética", explica Susie Davis. "En cuanto al elemento británico, nos inclinamos por un Londres muy austero y sólido".

Para conseguir los decorados y edificios adecuados, recorrieron Europa del Este. Susie Davies dice que el director y los productores sabían exactamente lo que buscaban y que la arquitectura "se centraba en el tamaño y el poder, era opresiva y pesada".

Habían transcurrido cincuenta años desde los acontecimientos descritos en la película y fue necesaria una buena dosis de ingenio para recrear los decorados. "Algunos exteriores de Moscú se rodaron en Praga y otros lugares de la República Checa, y algunos interiores en el Reino Unido, todo está muy mezclado", explica la diseñadora de producción. "No nos fue posible encontrar decorados completos en un solo país".

En cuanto a los exteriores de la sede de la CIA en Langley, Virginia, se filmaron en la República Checa, y algunos de los interiores, en Londres. En este caso se tomaron algunas licencias artísticas, ya que en esa época la CIA se estaba trasladando a Langley.

"Hay cierta ambigüedad porque no se instalaron realmente en Langley en los años que corresponden al final de la película. Digamos que estiramos un poco la verdad", dice Susie Davies. "En la vida real, el decorado habría sido mucho más aburrido, pero esta pequeña libertad no cambia nada la historia. A veces viene bien tomarse algunas licencias". Para contribuir al realismo, la diseñadora seleccionó referencias de artistas y fotógrafos. "Para Moscú, una de nuestras principales referencias fue Henri Cartier-Bresson, que hizo una serie de fantásticas fotografías de la ciudad en los años cincuenta; y para Estados Unidos nos fijamos en el trabajo de Saul Leiter. Para el Reino Unido fue una mezcla entre Norman Parkinson y Martin Parr".

"Todos estábamos de acuerdo en que no debía ser demasiado bonito", sigue diciendo. "Algunas de las fotos y de los cuadros no encajan a la perfección, no están colocados de la forma más estética".

El productor Ben Browning añade: "Dominic ha conseguido que EL ESPÍA INGLÉS sea una película de los años sesenta; es visualmente preciosa y elegante, pero nunca se deja atrapar por el peso de la época. El drama es inmediato y visceral".

Susie Davies está de acuerdo: "Tuvimos cuidado de no usar demasiados colores, nos inclinamos más hacia los grises. Intentamos evitar los naranjas, verdes y azules típicos de la época para ceñirnos a tonos más tranquilos dentro de estos colores. O sea, nada de tonos chillones. Asimismo, escogimos líneas rectas en detrimento de las curvas".

"Limitamos la paleta de colores", explica el director Dominic Cooke. "Por ejemplo, decidimos que no habría un solo rojo ladrillo en la película. Y no lo hay porque buscábamos algo más duro; no queríamos que el mundo pareciera tranquilo, cálido y fácil".

El mismo esfuerzo se trasladó al vestuario. Los personajes son conservadores, no tienen nada de ostentosos y llevan ropa acorde con su carácter. "Nos centramos en las texturas", sigue diciendo. "Aquella época no era como en la actualidad, donde hay de todo. Muchos hombres de clase media solo tenían dos trajes, no había tanta ropa en los armarios."

El diseñador de vestuario Keith Madden dice: "La vida cotidiana no era tan glamurosa como nos enseñan en las películas rodadas posteriormente. No se trataba de los locos sesenta, sino más bien los moribundos cincuenta".

El diseñador de vestuario se documentó y buscó todas las fotos disponibles de Wynne y de Penkovsky para que la ropa que llevan fuera lo más realista posible. "Wynne era muy particular: en todas las fotos lleva la misma corbata. Hubo que investigar a fondo para adivinar el color, ya que las fotos eran en blanco y negro. Pero leyendo los libros que escribió, llegamos a la conclusión de que era una corbata de la Universidad de Nottingham".

Fue mucho más difícil saber cómo vestía Penkovsky. "En realidad, no sabemos qué tipo de ropa llevaba", dice Keith Madden. "La única foto suya fue tomada antes de los acontecimientos descritos en la película".

"Aunque sabemos que la moda en Rusia tendía más hacia la mezcla de colores", sigue diciendo. "Telas con dibujos geométricos, muchos pañuelos, abrigos grandes y pieles. En Rusia, llevar pieles no tiene nada de glamuroso, no como ocurre en Estados Unidos o el Reino Unido".

En cuanto a los británicos: "Bastante textura, tweed y espiguilla", explica Keith Madden. "Vimos muchas películas y reconozco que me dejé influenciar por El espía que surgió del frío".

Todos estaban de acuerdo en que Sheila iría más a la moda que su marido. "Sheila tiene más clase que Wynne; era la perfecta ama de casa de urbanización, pero también era modesta".

Keith Madden era consciente de las dificultades a las que se enfrentaría una mujer como Emily en su entorno laboral según la ropa que usara. "Lleva vestidos y trajes elegantes y femeninos, muy profesionales, para moverse en un ambiente masculino", dice. "Queríamos que tuviera un aspecto muy serio".

La actriz Rachel Brosnahan añade que la gravedad de la crisis de principios de los sesenta se ve reflejada en la política global actual. "Ningún mísil nuclear nos está apuntando ahora, pero el presidente Trump empezó empujando al oso norcoreano en cuanto fue elegido. De pronto, unos amigos míos en Nueva York me dijeron que se habían enterado de dónde estaba el refugio nuclear más cercano".

Después de las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos y las revelaciones de Cambridge Analytica, las relaciones entre Rusia y América, así como el espionaje entre ambas naciones estaban en todas las portadas de los periódicos, algo que no había pasado desde la caída del Muro de Berlín y el colapso del régimen comunista.

EL ESPÍA INGLÉS también es parte del momento actual. "En los últimos cuatro años hemos visto a Trump, Corea, China, el fin de los tratados nucleares entre Rusia y Estados Unidos, y todo esto pasaba mientras desarrollábamos y rodábamos la película", recuerda Benedict Cumberbatch. "Había cierta urgencia premonitoria en EL ESPÍA INGLÉS".

Una producción de FilmNation, 42 y SunnyMarch, dirigida por Dominic Cooke, EL ESPÍA INGLÉS narra la increíble historia de un ciudadano británico anónimo que ayudó a salvar al mundo.