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  Las leyes de la frontera  Dirigida por Daniel Monzón
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Daniel Monzón, biografía y filmografía
Nació en Palma de Mallorca en 1968. Fue periodista y crítico de cine en la revista Fotogramas y en los programas de radio Dos horas de nada de Andrés Aberasturi y La radio de Julia de Julia Otero. Más tarde, fue subdirector del programa Días de cine de Televisión Española. Participó como coguionista de Desvío al paraíso (Shortcut to Paradise, 1994), un thriller en inglés dirigido por Gerardo Herrero y protagonizado por Charles Dance. En 1999 dirigió y escribió su primer largometraje, El corazón del guerrero, protagonizada por Fernando Ramallo, Joel Joan y Neus Asensi. Con esta película obtuvo dos premios en el Festival de Cine Fantástico de Ámsterdam, el Premio a la Mejor Película Internacional en el Festival de Cine fantasía de Montreal y el Premio a la Mejor Película en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Oporto. Su segunda película fue la comedia El robo más grande jamás contado (2002), con las actuaciones de Antonio Resines y Neus Asensi.

En 2006 dirigió el thriller La caja Kovak, coproducción española y estadounidense, rodada en inglés y protagonizada por Lucía Jiménez y Timothy Hutton. Con esta película obtuvo el Premio del Público en el Festival de Cine Fantástico de Lund. En 2009 dirigió Celda 211, con las actuaciones de Luis Tosar, Alberto Ammann, Antonio Resines y Marta Etura. Basada en la novela homónima de Francisco Pérez Gandul y adaptada por Jorge Guerricaechevarría y el propio Monzón. La película ganó ocho Premios Goya, incluyendo los de mejor película, mejor director y mejor guion adaptado. En 2014 estrenó El niño, un thriller protagonizado por el debutante Jesús Castro, junto a Luis Tosar, Sergi López y Bárbara Lennie. La película ganó de 4 Premios Goya y fue nominada en 16 categorías. En 2018 dirigió Yucatán, una comedía protagonizada por Luis Tosar, Stephanie Cayo y Rodrigo De La Serna. Su recaudación en las salas españolas fue de más de 5 millones de euros.


Notas del director
Cuando leí hace unos años "Las Leyes de la Frontera" sentí un impulso muy parecido a aquel que me sacudió de pies a cabeza al terminar la lectura de "Celda 211". La emoción del libro era muy diferente, pero la contundencia con la que me había golpeado por dentro la reconocí inmediatamente. Tenía que llevar esta historia a la pantalla.

El universo que recrea el libro de Javier Cercas siempre me ha resultado fascinante. Aquel tiempo, el de los primeros años de la transición, fue una época que conocí de niño y adolescente, aunque mientras la viví no pude entender su trascendencia. Durante aquellos primeros años de democracia sentíamos que todo era posible, que un mundo mejor basado en el respeto y la libertad llamaba por fin a las puertas, pintando el gris ceniciento de la vida social española con cautivadores colores de Titanlux...

La ilusión era generalizada. La transformación de nuestra vida y nuestra sociedad, sin embargo, tenía una cara B: los restos enquistados del franquismo y la terrible pobreza de gran parte de la población que contemplaba lo que ocurría amontonada en los arrabales de las grandes ciudades con el amargo sentimiento de no haber sido invitada a participar en la fiesta. De estos poblados de la miseria surgieron los quinquis, chicos y chicas casi adolescentes que, conscientes de la injusticia de sus circunstancias, decidieron vivir al margen de la ley, cogiendo a la fuerza lo que sentían que también debía ser suyo. Viviendo deprisa y muriendo deprisa.

El género del cine quinqui supuso para la época de la transición lo que el western o el cine de gángsters supusieron para el cine americano: una mitificación romántica de la figura del delincuente como héroe de leyenda, sólo que con características profundamente arraigadas en nuestra realidad más reconocible y cruda. Con aroma de cine de denuncia, con dosis de acción inusitadas para la época y con una crudeza de contenido y formas que aún hoy resulta dura de digerir, todas estas películas llenaron los cines de barrio con millones de espectadores que animaban exaltados los golpes del Vaquilla, el Jaro o el Torete. Todas desprendían autenticidad y, a veces de forma voluntaria y otras más involuntaria, desprendían también un vibrante lirismo.

Recrear toda esta época y emular este género ya resultaban razones más que estimulantes para embarcarme en la adaptación del universo que propone Cercas, pero hubo más argumentos que me convencieron. El primero se refiere al punto de vista de la narración. El viaje al otro lado de la frontera que plantea la historia se ofrece desde los ojos de un joven de clase media, un estudiante de diecisiete años, hijo de funcionario, que vive donde la mayoría de nosotros, a este lado de la barrera, en un mundo, digamos, presidido por la normalidad. Este chico, Nacho, nos coge de la mano y da el salto al otro lado de la frontera. Con él emprendemos una aventura por el lado salvaje de la vida, una aventura que todos, en mayor o menor medida, hemos sentido ganas de vivir. Saltarse la ley y vivir deprisa junto a un grupo de delincuentes. Pura adrenalina adolescente.

Pero Nacho no solo se entrega a la aventura movido por la atracción hacia el peligro, la libertad y el arrojo que representan el Zarco y su cuadrilla, sino que se entrega a la aventura movido principalmente por el amor. El primer amor adolescente. Y es que, por encima de todo, esta es una historia de amor. Una historia de amor emocionante y compleja. Nacho, un chico tímido y normal de clase media se enamora sin remedio de Tere, una irresistible quinqui del otro lado de la frontera. Pero Tere es la chica del Zarco. ¿O es Zarco el chico de Tere? ¿O quizá ninguna de las dos cosas? "Las leyes de la frontera" es una historia de amor a tres bandas: misteriosa, bellísima, triste, profunda, de las que dejan huella, de las que no se olvidan. Una historia contada con las maneras de un thriller y el trasfondo histórico de la transición, en pleno verano de 1978, cuando toda una sociedad trataba de empezar a recorrer un nuevo camino con el pesado lastre de cuarenta años de represión.

También es el testimonio del tránsito por la pubertad de un adolescente de dieciséis años, del primer deseo sexual y del amor.

Como decía al principio, y por todas estas razones, imposible no hacerla.


Notas de los productores (Edmon Roch y Javier Ugarte)
"Las Leyes de la Frontera" nos devuelve al verano de 1978, a una España en la que se abría paso la democracia entre desequilibrios del pasado. Basada en la novela de Javier Cercas, suponía el reto de regresar a un país que todavía no había afrontado su modernización pero que vivía ya esos primeros soplos de libertad, un entorno que hoy en día sólo se puede vivir en las magníficas páginas de la novela de Javier Cercas y que suponía un enorme desafío de producción para poder recrear en su totalidad.

Leímos la novela cuando estábamos post-produciendo "El Niño" con Daniel Monzón, y enseguida supimos que ahí había un relato extraordinario para emprender juntos: una historia de amor, amistad y descubrimiento trepidante, una visión contemporánea de lo que nos había narrado el cine quinqui, pero con el envite y la ambición de recrear una página de nuestro pasado reciente que prácticamente se había desvanecido.

La historia transcurre en el Barrio Chino de Gerona, cerca de los barracones y zonas lumpen, que fue completamente reformado por la transformación urbanística que realizó el alcalde Joaquim Nadal en la década de los 90, convirtiendo esa zona degradada, poblada de prostíbulos desde el siglo XV, en una de las más atractivas de la ciudad.

El reto fue revivir esa época, volver al envilecimiento, suciedad y abandono de una geografía que ahora resulta luminosa y cercana a la postal. Por ello, más allá del rodaje en la Girona que permanece fiel al pasado (la zona de la Devesa, pont d'en Gomis, plaça de Catalunya, plaça de la Diputació o Pont de la Barca), el equipo de arte capitaneado por Balter Gallart buscó por toda Catalunya los mejores enclaves para reproducir esa Girona enterrada en el pasado. Durante diez semanas de rodaje, y con mucha intervención en localizaciones naturales, el equipo se trasladó por distintos enclaves como Manresa, Montblanc, el Garraf, Vilanova i la Geltrú, Mataró, Esparraguera y muchos otros de la geografía catalana para dar vida a las callejuelas, las farmacias, los recreativos, las gasolineras, los bares, los chiringuitos, los cines de reestreno, las discotecas y los bancos. Una de las farmacias que atracan los quinquis, en la gerundese Plaça de las Castanyes, cerró poco después del rodaje.

Para conseguir el look de la época, contamos con los coches de época de los vecinos de las localizaciones donde rodábamos junto a la fabulosa colección de Josep Maria Reyes (Expomotor). Vinyet Escobar realizó un trabajo de diseño de vestuario formidable para revivir el mundo de los charnegos, quinquis y la nueva burguesía de la ciudad, y se entrenó a los actores y especialistas para conducir coches de los años 70 con un comportamiento muy distinto a los actuales. Si en "El Niño" el director de fotografía, Carles Gusi (que había participado en algunas películas de cine quinqui), rodó escenas de acción por tierra, mar y aire, en "Las Leyes de la Frontera" filmó persecuciones por el barrio viejo de la ciudad, por carreteras secundarias, accidentes en la Costa Brava y hasta con un helicóptero de época, con el apoyo de los VFX de Miriam Piqué para erradicar los elementos contemporáneos y devolvernos a los años en que transcurre la acción. Y si en "El Niño" Eva Leira y Yolanda Serrano descubrieron rostros y actores como Jesús Castro, aquí crearon una banda del Zarco tan fresca y verídica como imborrable, con actores noveles al lado de Begoña Vargas, Marcos Ruiz, Chechu Salgado, Santi Molero, Xavi Sáez o Carlos Serrano, entre otros.

Otro elemento fundamental fue la música. Bajo la supervisión de Juan Ibáñez, sabíamos que teníamos que regresar a la música que sonaba en esa época, desde Las Grecas ("Te estoy amando locamente"), hasta los hits que sonaban en las discotecas, como el "Let's All Chant" de The Michael Zager Band, o "El jardín prohibido" de Sandro Giacobbe. Todo ello junto al ritmo y frescura de la nueva kinkidelia creada por los geniales Derby Motoreta's Burrito Kachimba, autores de una espectacular banda sonora original y de distintas canciones originales, al lado de la poderosa "Yo Te Encontraré" de Lin Cortés.

Justo cuando estábamos a poco más de un mes de iniciar rodaje, en febrero de 2020 estalló la pandemia, cuando encarábamos la parte final de ensayos y localizaciones. Durante el confinamiento, Daniel Monzón siguió trabajando con los actores, y los distintos departamentos continuaron avanzando en sus tareas sin la seguridad de cuándo se podría reemprender el proyecto. Al final, el trabajo se decidió retomar en julio para filmar "Las Leyes de la Frontera" desde finales de agosto hasta principios de noviembre de 2020, con el nuevo desafío de aplicar las estrictas medidas sanitarias sin tener que renunciar a nada del magnífico guion escrito por Jorge Guerricaechevarría y Daniel Monzón a partir de la novela de Javier Cercas, con más de 1.000 figurantes, diez semanas itinerantes en distintas localizaciones, una nutrida segunda unidad, y numerosas escenas de acción y baile con especialistas, a lo largo y ancho de una geografía catalana que se volvió a vestir con las ropas de 1978.

Para realizar esta aventura, contamos con el impagable apoyo de la producción de Mercedes Gamero y el equipo de Atresmedia Cine, y con el respaldo desde el primer minuto de Warner Bros Española capitaneada por Pablo Nogueroles, así como con la colaboración de Netflix, y la financiación de ICAA, ICEC y SGR.

Llegó el momento de cruzar las últimas fronteras.