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  Mamá María  (La daronne)
  Dirigida por Jean-Paul Salomé
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Thriller protagonizado por Isabelle Hupert. Patience, una intérprete que trabaja para la policía con una aparente vida normal, se convierte Mamá María, la jefa de una red de venta de marihuana.

Isabelle Huppert es: 50%POLI / 50%NARCO / 100%PURA


Una conversación con Jean-Paul Salomé

P: ¿Qué le empujó a adaptar La madrina, la novela de Hannelore Cayre?

R: El libro me gustó mucho, sobre todo por el tono, y la mezcla de comedia y novela policíaca. También vi la posibilidad de plasmar ese bonito retrato con un papel de lo más interesante para Isabelle Huppert. Imaginé de inmediato el contraste de su apariencia más bien frágil entre todos esos hombres cachas, los camellos que se mueven en Porsche Cayenne y los policías, con su forma bastante irreverente de tratarlos. Dejé Unifrance en el verano de 2017, después de ocupar la presidencia durante más de cuatro años.

En los últimos meses de mi cargo, recorrí el mundo con Isabelle Huppert para la presentación de ELLE, de Paul Verhoeven. Al final de un viaje, le dije que me apetecía mucho trabajar con ella, y me contestó: “Ah, sí, una comedia no estaría nada mal”. Entretanto, Marc Irmer, que había producido COMMIS D’OFFICE, la primera película dirigida por Hannelore Cayre, pensó en mí para dirigir la adaptación de La madrina. Me mandó el libro, que me fascina. Me reuní con Hannelore. Yo sabía que había otros directores interesados, pero ella reconoció que tendían más hacia la mecánica policíaca y a borrar la comedia. Le expliqué que siempre me había interesado el equilibrio entre diferentes géneros, lo que pareció gustarle.

Aproveché para hablarle de Isabelle Huppert, pero no creyó posible semejante milagro; le aseguré que sí. Y luego tuvo lugar una coincidencia increíble: llamé a Isabelle Huppert, que acababa de irse de vacaciones, y me dijo que se había comprado la novela en el aeropuerto, la había leído en el avión y le había gustado mucho. Si el guion le parecía bien, estaba hecho. Hannelore quería participar en la adaptación y nos pusimos inmediatamente manos a la obra.

P: ¿Cuáles son las mayores diferencias entre el libro y el guion?

R: El pasado del personaje de Patience está más desarrollado en la novela, su infancia, los chanchullos de su padre… ¿Debíamos incluir flash-backs? Nos lo planteamos, pero complicaba mucho el relato, y preferimos que esos recuerdos influyeran de forma menos obvia en su caracterización. Sí desarrollamos el personaje de Hyppolyte Girardot, que es algo más retraído en el libro: no se da cuenta de nada, ella le manipula descaradamente. En la pantalla habría parecido un imbécil de primera. También faltaban elementos de peligro. Desarrollamos una doble amenaza, la de los hermanos Cherkaoui por un lado, y la de la policía durante el asunto de Barbès. Aunque solo sea por verosimilitud, no es nada fácil vender una tonelada y media de chocolate en París sin que nadie se pregunte de dónde sale. Pero en general, el guion es bastante fiel a la novela, aunque Hannelore, en muchas ocasiones y quizá por temor a repetirse, tendía a alejarse del libro. En esos casos, yo actuaba como el guardián del templo encargado de recordarle que no debíamos. Funcionó muy bien. Isabelle Huppert nos metía un poco de prisa porque dispone de muy poco tiempo entre los rodajes y el teatro. Debía estar segura y comprometerse para cerrar las fechas. Le gustó lo que leyó en diciembre de 2017, aunque nos pidió que añadiéramos unos toques de locura al personaje. Le parecía más colorido en la novela, así que volvimos al ataque.

P: ¿Le contó Hannelore Cayre cómo se le ocurrió la idea?

R: Sin revelar ningún secreto, puedo decirle que la historia de los padres de Patience es una versión novelada de la de sus padres. Hannelore también puso bastante de sí misma en la vertiente “anarco de izquierdas” de la heroína. Por ejemplo, durante la copa organizada por la brigada, echa pestes contra los camellos a los que “mandan a prácticas de radicalización por tres gramos de chocolate”; es algo que podría decir ella. Inventó la historia policíaca a partir de lo que observó como abogada penalista, después de haber defendido a bastantes camellos… De hecho, en el libro también hace comentarios muy pertinentes sobre los camellos, pequeños y grandes, y sobre los comerciantes, algunos procedentes de la inmigración china, que son víctimas de los peces gordos. Me gustaba la forma en que Hannelore les hacía hablar con inventiva, cada uno a su modo. Se dio cuenta de que, para la comunidad magrebí, los mismos dos o tres intérpretes se ocupaban de todos los casos, incluso los de terrorismo. Es un poco aterrador, nunca hay una verificación, nadie comprueba la traducción de las escuchas. Si alguien interesado tradujera para su propio provecho, nadie se enteraría. No es exactamente el caso de Patience. Quiere hacer un favor a la enfermera que le proporciona a su madre un final feliz, dentro de lo que cabe, demostrándole afecto, cosa que ella, a pesar de ser su hija, ya no es capaz de hacer. Pero si la droga está por ahí, ¿por qué no iría a buscarla?

P: ¿Habló con algún intérprete judicial?

R: Sí, con dos. Uno nos ayudó a traducir el guion al árabe porque estaba muy familiarizado con la terminología de los camellos. Y también una mujer, traductora de portugués, especializada en asuntos brasileños, documentos falsos, tráfico de cocaína. Nos enseñó cómo trabajaba; algunas veces lo hace desde su casa e incluso plancha mientras escucha las cintas. Ambos tuvieron ocasión de asistir a operaciones policiales, como la detención al principio de la película. Es una profesión que, durante mucho tiempo, fue menospreciada. El dinero para abonar los servicios de los intérpretes judiciales salía del presupuesto “sellos y sobres” del Ministerio de Justicia. No cotizaban para la jubilación. Todo esto cambió hace poco. Patience tiene razón en preocuparse por su futuro. También hablé con policías de la brigada de estupefacientes ara ver cómo trabajan con los traductores, cómo funcionan los interrogatorios, las noches de escucha. Les di a leer ciertas escenas y me hicieron comentarios interesantes.

P: La veracidad de la película también tiene mucho que ver con la inclusión del París actual.

R: Me mudé a Ménilmontant en abril de 2017, y tres meses después leí esta novela, que transcurre íntegramente en el barrio. Fue una ocasión para descubrir la zona. A veces iba al rodaje andando; el edificio donde detienen a los camellos está a dos calles de mi casa. El geriátrico está al lado. Me dediqué a localizar algunos decorados, haciendo fotos con el iPhone y luego le decía al jefe de localizaciones que fuera a verlo. También busqué puntos de vista desde arriba: la Torre Eiffel desde la calle de Ménilmontant, un plano en picado sobre el hospital Hôtel-Dieu o sobre el nuevo barrio de la Justicia. Enseñar la ciudad antes de sumirse en ella. Cuando no puedo rodar en el interior de un edificio porque no nos autorizan, me gusta enseñar el exterior; tengo la impresión de que aporta credibilidad y veracidad a la secuencia. Me pareció importante filmar París tal como es hoy, así como los barrios entre Belleville y Ménilmontant, que no se ven mucho en el cine francés. Hay auténticas comunidades en esos barrios. Por ejemplo, mucha gente de Wenzhou gestiona tiendas, pero también hay magrebíes, judíos ortodoxos, etcétera. Me apetecía que ese crisol – tan natural en las películas estadounidenses – estuviese presente, sobre todo entre la figuración, sin ser caricaturas. La Sra. Fo, por ejemplo, que debe llevar veinte años en Francia, no ha perdido su acento, pero su hijo ya no lo tiene. Los matrimonios entre personas de Wenzhou son objeto de atracos porque mueven mucho dinero.

P: ¿Cómo se preparó Isabelle Huppert para el rodaje ?

R: No habla árabe. Tuvo que aprenderse los diálogos fonéticamente. Aquí es donde una actriz a la que no le asusta el trabajo lo es todo. Empezamos a rodar en noviembre de 2018. En verano ya tenía todos los diálogos grabados de modo diferente, por un hombre, una mujer, a velocidad normal, a velocidad lenta. Se los aprendió sílaba a sílaba, entonación a entonación. Reconozco que estaba preocupado, sobre todo porque me decía que era muy difícil. Su preparador, que nos acompañó hasta el rodaje, me tranquilizaba. Luego, Isabelle se fue a rodar FRANKIE en Portugal. Creo que seguía memorizando los diálogos entre toma y toma, siempre que tenía un momento. Llegó el día D y se los sabía todos de carrerilla, era de locos. En el peor caso, podíamos haberla doblado, pero no fue necesario. Pedimos a marroquíes que escucharan los diálogos y todos fueron unánimes: hablaba muy bien con un pequeño deje francés. Luego la vestimos de Marité Coutard, la Mamá María rica que se impone a los camellos de poca monta cuando les cita en un hotel de lujo, y la Mamá María mucho más modesta cuando pasa la mercancía en un supermercado de los extrarradios.

P: Isabelle Huppert es de esas actrices que se sienten más cómodas en la ejecución que en la intención.

R: Antes de empezar a rodar, es necesario tranquilizarla acerca del sentido de la acción y de los diálogos. Por la mañana, durante la sesión de maquillaje, hablábamos de las escenas y de los diálogos que se rodarían ese día. Quiere estar segura de haber entendido las intenciones y el sentido de cada réplica. Por ejemplo, para la escena en que la Sra. Fo y Patience hablan de cómo blanquear el dinero, quería estar segura de haber captado el mecanismo. Cuando estamos de acuerdo en la finalidad, queda encontrar el ritmo, tanto para ella como para sus compañeros. Tiene un instinto que le permite saber cuándo lo ha dado todo o decir: “Mejor hacemos otra, quedan cosas por sacar”. Siempre busca, y creo que le gustó el personaje porque le ofrecía posibilidades interpretativas. Siempre me decía que había cosas que hacer, incluso en la réplica más nimia. Patience miente mucho y a todo el mundo para poder seguir con su doble vida. Isabelle debía inventar reacciones, fingir asombro. Por ejemplo, en la escena en casa de la Sra. Fo, la frase “Hablar no ayuda a cocer el arroz” no estaba incluida en el guion, a pesar de estar en el libro y de hacerme gracia. Le pedí a la actriz Jade Nadja Nguyen que la usara para acabar la conversación. Inmediatamente, Isabelle ofreció repetirla como un eco, igual que cuando repite la evocadora frase de Scotch: “Se acabó pasarlas moradas”.

P: Liliane Rovère forma parte de una galería de papeles secundarios muy logrados, ¿cómo los escogió?

R: Me apeteció la fantasía de Liliane, y también el hecho de que podía hablar en yiddish con su hija. El personaje debía comportarse con cierta sequedad hacia Patience, pero sin exagerar. En la escena en que Patience va a ver a Khadidja al el geriátrico para avisarla del peligro que representan los Cherkaoui, Liliane me comentó que no hacía nada: “Es una pena, el personaje podría tener destellos de lucidez e inmiscuirse en la conversación”. Decidimos que se agarraría a fragmentos de conversación: “¿Vamos a ir a la cárcel?” Nos costó dar un ritmo de la escena, pero valió la pena. No fue fácil encontrar a la Sra. Fo. Jade es vietnamita, pero consiguió transformarse en china y se inclinó inmediatamente por la comedia, lo que me pareció encajar con el sentido de la película. También debía poder plantarle cara a Isabelle Huppert. Con Juliette Vincent, la directora de casting, buscamos actores muy a tono con la comedia italiana. Los Cherkaoui son amenazantes, peligrosos, pero para Scotch y Chocapic, encarnados por Rachid Guellaz y Mourad Boudaoud respectivamente, había que encontrar a Laurel y Hardy. Son unos primos, y la película se burla de ellos, pero tampoco los caricaturiza.

P: ¿Qué me dice del personaje de Hyppolyte Girardot?

R: Al principio nos inclinamos por un perfil estrafalario, pero acabamos pensando en un personaje más serio que ayudase a anclar una historia bastante loca en cierta normalidad. Hippolyte lo consiguió con gran sinceridad. Comunica la autoridad de su puesto, comandante de una sección de la brigada de estupefacientes, pero también es un personaje algo lunar, incluso tierno. Su sencillez puede hacer creer que se deja manipular por su amor a Patience, pero solo hasta cierto punto. No están en la misma onda. Él quiere volver a hacer su vida.

P: El comienzo es de película policíaca, luego se decanta por la comedia y poco a poco se dirige hacia el retrato emocionado de una mujer. ¿Las tres partes estaban presentes en la escritura del guion?

R: Esa sensación apareció durante el montaje. La montadora Valérie Deseine y yo comprendimos que la película imponía ese movimiento. Hannelore, al ver la película, me dijo: “Es igual que el libro, pero con más emoción”. Quizá porque el personaje principal se libera de sus trabas, se deshace de todo lo que le pesa desde hace años, suelta las amarras. Heredó las deudas de un marido que, como sus padres, participaba en asuntos no del todo claros; encontró un trabajo estable, pero no muy remunerado. Y, de pronto, se abre una puerta. En otras palabras, Patience es un poco THELMA Y LOUISE, pero no acaba saltando

P: ¿Encuentra el barco de su padre o le da su nombre a otro?

R: Vuelve a comprar el de su padre, puede permitírselo. Es la historia de una mujer que decide no pasar por el duelo y recuperar parte del paraíso perdido. “Podrías rehacer tu vida”, le dice una de sus hijas, y Patience contesta: “¿Y si prefiero quedarme como estoy?” Se consume alegremente. El barco no está en el libro. Durante la fase final de la escritura del guion, le pedí a mi hijo Antoine que me echara una mano. En su opinión faltaba un elemento fuerte, loco. Patience no se convirtió en Mamá María únicamente para pagar sus deudas. Una noche de insomnio pensé en esos espléndidos barcos, los Riva, el equivalente a un coche de colección. El cabello pelirrojo de Isabelle y la madera de caoba del barco me daban una imagen cinematográfica muy bella. Se lo propuse a Hannelore, pero no me contestó. Algo preocupado, la llamé: “Verás, Jean-Paul, estoy emocionadísima, te mando una foto”. La recibí ¿y qué vi? A Hannelore de niña en un Riva. El barco se llamaba Hannelore. Además, Isabelle se lo pasó realmente bien pilotando el barco en un lago marroquí.


Una conversación con Isabelle Huppert

P: ¿Qué le atrajo del proyecto de MAMÁ MARÍA?

R: Descubrí la novela por casualidad, al escuchar a la autora Hannelore Cayre en un programa de la cadena France Culture. Hablaba del libro unos días antes de que le otorgaran el Gran Premio de Literatura Policíaca 2017. Me gustó lo que dijo y salí corriendo a comprar el libro, que me pareció genial. Era todo un retrato de mujer, la promesa de un destino. No busco sistemáticamente papeles en las novelas que leo, también leo por placer. Pero en este caso, y por lo que había dicho la escritora, me di cuenta de que había un personaje central de lo más interesante. Y también la posibilidad de una película que no se entregara completamente a los códigos de un género, policíaco o comedia. Jean-Paul Salomé, con quien viajé mucho por motivos de trabajo con Unifrance, me dijo que le interesaba y, algún tiempo después, que había comprado los derechos de la novela. Ya habíamos vivido una situación fallida, era el momento de recuperarla.

P: ¿Le apetecía hacer una comedia?

R: Nunca ocurre así. Siempre es posible rehacer la historia y decir que el deseo precedió al acontecimiento, pero no, no es por falta de tonalidades diferentes. Siempre he pensado que hay tragedia en la comedia y viceversa. MAMÁ MARÍA es un tema que habría gustado a Claude Chabrol: tiene todos los ingredientes de la sátira, pero tanto en el libro como en la película, nunca se deja de lado una forma de humanismo. Me gustó esa necesidad por parte de la protagonista de sumirse en una aventura que le convierte en cómplice y adversaria. Cómplice porque todo empieza con la amistad que le une a la enfermera que cuida de su madre. Adversaria porque va a sacar el máximo de dinero posible a los que engaña. Hay una amoralidad, un lado anarco que me gusta. También me gusta como acaba, la alegría y la melancolía unidas. Y con una forma de soledad. Para el personaje, lo novelesco no excluye la soledad. Ni el valor. No le asusta ir donde va.

P: ¿Cómo resumiría el recorrido de Patience, su personaje?

R: Es una mujer que se enfrentó a un duelo brutal. Lo cuenta en una escena con Hippolyte Girardot, magnifico compañero. Se ocupa sola de todo, de sus hijas, de su madre. La verdad es que no se hace muchas preguntas cuando surge una bendición inesperada y se lanza de cabeza a la aventura. Es amoral sin saberlo; probablemente lo haya heredado de sus padres. Suelta las amarras. Pero no lo hace tanto para tener una nueva vida como para volver a encontrar una magnificencia perdida, volver a la vida de antaño. En cierto modo, es lo opuesto del personaje que interpreté en VILLA AMALIA, que lo dejaba todo después de un desencuentro amoroso. Pero no son cosas en las que pienso conscientemente cuando hago una película. No me hace falta pensarlas ni formularlas porque están ahí: el peso del pasado se cuela de forma sutil y alusiva en el relato. Aporta una forma de poesía al personaje y a la película.

P: Tuvo que aprender árabe

R: Sí, entender árabe y hablarlo es parte del personaje. De hecho, es lo que da pie a la historia. Fue un reto divertido, pero muy difícil. El mismo año tuve que hablar un poco de chino en LUZ, de Flora Lau, y mucho árabe en MAMÁ MARÍA. No es difícil con los idiomas más cercanos, pero tanto en chino como en árabe hay sonidos muy complicados de reproducir. Me preparé con varios meses de antelación y espero haberlo pronunciado con la suficiente corrección. Al principio solo entendía el sentido general de la frase. Poco a poco me esforcé en entender a qué palabra o grupo de palabras correspondía el sentido. Pero la musicalidad del idioma es tan importante que no entender nada tampoco era muy grave. Preferí esforzarme en reproducir esa musicalidad lo mejor que pude. Los diálogos en árabe nunca están aislados del resto: hablo árabe disfrazada de mujer árabe, a veces de mujer árabe muy rica y a veces más pobre. Me gusta mucho el traje que llevo en el supermercado, me parece muy auténtico. Cuando brilla, me parece más cercano a un disfraz. Todo me divertía, y no conseguía disociar el idioma del disfraz.

P: Es conocida por trabajar en el momento, ¿ya había tenido que preparar un papel con tanta antelación?

R: Tocar el piano para LA PIANISTA también fue algo parecido. No puede una anticiparse a la interpretación pura. La fabricación de la película precede al actor, no queda más remedio que dejar que las cosas lleguen a su tiempo. Pero tocar el piano o aprender un idioma son procesos que requieren tiempo y no pueden saltarse. Como elaborar un vestuario. Y no me refiero solo al disfraz de Mamá María. Marité Coutard, con la que ya había coincidido en LUCES DE PARÍS, de Marc Fitoussi, hizo un trabajo de primera. Casi se me olvida, pero también ensayé mucho con el perro. No soy muy de perros, pero es interesante observar a los animales en un rodaje. Estuve con él varias veces antes, era muy bueno. Vino con su domadora al patio de mi edificio y dimos la vuelta tres veces juntos. Fue un rodaje agradable, sobre todo porque trabajar con Jean-Paul Salomé es muy agradable. La puesta en escena que había escogido le permitía a mi personaje recorrer toda la gama de sentimientos sin ocultar ninguno. Un verdadero lujo para una actriz. La película estaba muy bien preparada. El guion había evolucionado desde la primera lectura. La película se centra principalmente en lo que piensa y siente Patience, sin por eso renunciar a lo que ocurre a su alrededor. Cuando empezamos a rodar, ya estaba todo en su sitio, no quedaba mucho por hacer, como ocurrió con ELLE, de Paul Verhoeven. Son películas totalmente habitadas por el personaje principal. Para una actriz es maravilloso tener un papel sustancioso, como si tirase de un hilo. Y uso el adjetivo “sustancioso” en vez de “importante” (es obvio que es importante) porque son papeles ricos por la infinita variedad que ofrecen. Siempre son lo que son y lo opuesto: fuertes y frágiles, divertidos y tristes. No hay nada impuesto, todo es libre.

P: ¿Nada de psicología, no construye el personaje?

R: No, no creo en semejantes nociones. Pero debe haber materia y profundidad, hay que aportar explicaciones discretas al espectador. Me gusta mucho mi relación con la Sra. Fo; el personaje me divierte y la actriz que lo interpreta, Jade Nguyen, también. Me gusta la sororidad entre Mamá María, la Sra. Fo y Khadidja, tres mujeres de orígenes muy diferentes a las que une la solidaridad. Esa forma de ir en contra de los arquetipos funciona muy bien en la película. Ser fuerte desde la fragilidad, engañar desde el candor, ahí está la gracia. Que alguien como yo vaya de superheroína cuando carece del físico adecuado. Ahora pienso en el plano de mi silueta recortada contra el aerogenerador. Jean-Paul ha sabido utilizar su talento como director y la fuerza del cine para que las imágenes hablen por si solas. Ya había notado el contraste en la novela, esa vertiente “ratoncito” en un mundo de hombres, la imagen de un personaje apocado solo en apariencia.

P: Patience miente a menudo, ¿la mentira cambia la interpretación?

R: Sobre todo es una fuente cómica. Al mentir se domina un poco el mundo que nos rodea, es una forma de poder para Patience. ¿Si lo noto cuando interpreto? Trabajo con las capas que se forman y se apilan para formar el personaje. Ahora bien, el cine permite una enorme gama interpretativa con las miradas. Y efectivamente, la mentira ofrece una gran variedad de formas de interpretar. Me divertí mucho en las escenas con Hippolyte Girardot, donde Patience intenta sonsacarle información sin revelar nada. O cuando se autotraduce. El placer que aporta la mentira al personaje también es el mío. Hay una fusión entre el personaje y la actriz. La comedia permite muchos efectos, solo queda saber dosificarlos.


Algunas críticas francesas
LE FIGARO (Nathalie Simon) ****
"La comedia de Jean-Paul Salomé en torno al tráfico de drogas mezcla con gran habilidad el género policíaco y el humor."

LE PARISIEN (Catherine Balle) ****
"La actriz nos hace disfrutar con una adaptación muy sabrosa de la novela policíaca de Hannelore Cayre."

LE POINT (Jean-Luc Wachthausen) ****
"Un entretenimiento mordaz y políticamente incorrecto."

MARIANNE (Olivier De Bruyn)
"A caballo entre la película policíaca sin complejos y la comedia alejada de toda seriedad, el cineasta firma un título original cuyo principal atractivo tiene nombre propio: Isabelle Huppert, a la que no tenemos bastantes ocasiones de ver moverse en un registro tan lúdico."