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  Última noche en el Soho  (Last night in Soho)
  Dirigida por Edgar Wright
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Edgar Wright (Baby Driver, Scott Pilgrim contra el mundo) dirige ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO a partir de una historia concebida por él y un guion coescrito con KRYSTY WILSON-CAIRNS (1917). Producen la película, NIRA PARK, TIM BEVAN, ERIC FELLNER y Edgar Wright. La producción ejecutiva corre a cargo de JAMES BIDDLE, RACHAEL PRIOR, DANIEL BATTSEK y OLLI MADDEN, y los productores asociados son LEO THOMPSON y LAURA RICHARDSON.

En cuanto al equipo técnico, el director vuelve a recurrir a sus colaboradores habituales, como el diseñador de producción MARCUS ROWLAND (Baby Driver, Scott Pilgrim contra el mundo), el montador PAUL MACHLISS, ACE, ganador de un BAFTA (Baby Driver, Scott Pilgrim contra el mundo) y el oscarizado compositor STEVEN PRICE (Baby Driver, Gravity, Bienvenidos al fin del mundo). Además, ha reclutado a nuevos miembros de renombre, como el director de fotografía CHUNG-HOON CHUNG (Old Boy, La doncella, It) y la diseñadora de vestuario ODILE DICKS-MIREAUX, premiada con un Emmy y nominada a un BAFTA (An Education, Brooklyn, Chernobyl).

ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO es una producción de Working Title/Complete Fiction, en asociación con Perfect World Pictures, dirigida por Edgar Wright, para Focus Features y Film4, y rodada en el Soho, Leavesden, los Estudios Ealing y Londres.

Protagonizado por la ganadora del Globo de Oro Anya Taylor-Joy (Emma, Múltiple) y Thomasin McKenzie (Jojo Rabit). La película cuenta la historia de una joven que posee el increíble don de trasladarse al Londres de los años 60 y que en uno de sus viajes al pasado presenciará un terrible acontecimiento.


Bienvenidos al Soho
“Allí las luces brillan más,
Olvidarás tus problemas, olvidarás tus preocupaciones.
Ve al centro,
Todo irá bien cuando estés en el centro.
No hay nada mejor que el centro,
Todo te está esperando…”
“Downtown” (Petula Clark)

“Una pesadilla avivada por neones”, así describe ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO Anya Taylor-Joy. “Es oscura, pero unos alucinantes rayos de luz rompen la oscuridad. Es un mundo realista firmemente anclado en un sueño”.

“Me atrapó que fuera tan impredecible y que me absorbiera tanto”, dice su compañera de reparto Thomasin McKenzie. “Nunca se sabe lo que va a pasar”.

“Es un thriller lleno de sombras, oscuro, movido, extraño y muy colorido”, así lo describe Matt Smith. “Eso es lo asombroso de la película. Hay múltiples elementos que solo pueden ser obra de Edgar Wright. Mientras leía el guion pensaba: ‘Vaya, esto será interesante cuando lo ruede’. Pero lo que hace con la cámara va más allá, es brillante”.

“ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO es una carta de amor a una zona de Londres, a un tiempo pasado, cuando los Rolling Stones se codeaban con la princesa Margarita”, explica la guionista Krysty Wilson-Cairns. “Una carta de amor al pasado, pero también nos avisa de que no miremos atrás con demasiada nostalgia ni pensemos que el lado oscuro era muy brillante”.

En otras palabras, es una historia llena de contradicciones, exactamente lo que Edgar Wright buscaba.

“Adoro Londres y adoro los años sesenta”, dice. “Pero tengo una relación de amor-odio con la ciudad. Puede ser brutal y maravillosa a la vez. Siempre cambia, la gentrificación y la arquitectura cambian el paisaje lentamente. Si tenemos esto en cuenta, es muy fácil hacerse una idea romántica de décadas anteriores, incluso si no se vivió en ellas. Es perdonable creer que volver en el tiempo a los alocados sesenta sería fantástico. Pero personalmente, me entra una duda. ¿De verdad lo sería? Sobre todo desde el punto de vista de una mujer. A veces, cuando se habla con alguien que vivió los sesenta, cuenta historias demenciales, pero siempre tengo la sensación de que no lo cuenta todo. Y basta con preguntar para que diga que también fueron años duros. De eso va la película, de preguntar qué hay detrás de los cristales color de rosa y por qué se descubre con tanta rapidez el reverso de la moneda”.

El cineasta añade que entre el trabajo y salir, habrá pasado más tiempo en el Soho que en su casa en las últimas décadas. La zona, situada en el centro de Londres, con una superficie de menos de 1,5 kilómetros cuadrados, siempre ha estado llena de bares, clubes, teatros y cines, y desde hace unos 30 años es el corazón de la industria cinematográfica británica. Los londinenses suelen ir a tomar copas allí, sobre todo los trabajadores creativos. Pero cuando se regresa a casa después de una noche con amigos, o incluso volviendo del trabajo, es imposible ignorar que el Soho también alberga otro tipo de actividades. Siempre ha sido el antro del pecado, con sus clubes de strip-tease, burdeles y extraños personajes escondidos entre las sombras. Y esa es la emoción que proporciona el Soho. Por un lado es el corazón de la centelleante industria del espectáculo y por otro, el infame barrio donde florecen la prostitución, los chulos y cualquier vicio imaginable.

Esa doble identidad fue la inspiración de ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO. Algunas de las estrechas y oscuras calles del Soho, los ecos del alocado Londres de los sesenta, una inclinación especial por la música de entonces y cierta obsesión por las películas algo sombrías de la época hicieron nacer una idea en la imaginación de Edgar Wright: la historia de una idealista que persigue sus sueños en el Soho y descubre que le espera algo mucho más oscuro.

El director supo enseguida que la protagonista debía ser una mujer joven, una chica de provincias que llega a Londres. “No se me ocurría ninguna otra versión”, reconoce. “Mi mayor inspiración estaba basada en una protagonista femenina. También recordaba muchas películas de los sesenta, casi todas escritas por hombres, que contaban historias admonitorias acerca de mujeres que llegaban a Londres. Es probable que entonces parecieran muy innovadoras, pero ahora son sensacionalistas y moralistas, como si estuvieran contra la idea de que una mujer puede abrirse camino por sí sola”.

Edgar Wright quería ofrecer otro punto de vista, cambiar el conocido lugar común, y para conseguirlo usó la explotación sexual como telón de fondo. Siempre pensó que la acción transcurriría en el Soho, con su curiosa mezcla de empresas respetables y antros de perdición que dan al lugar una atmósfera inquietante. “La sombra de los sesenta es muy alargada en todo Londres, pero aún más en el Soho”, dice. “El Soho siempre ha sido el escaparate del glamur y del espectáculo, además de un lugar de perversión. No solo está impregnado de música y de cine, también de historia delictiva. He paseado incontables veces por el Soho de noche, y me ha dado tiempo a pensar en lo que era antes ese o aquel edificio. Se oyen los ecos del pasado, y no están tan lejos como pueda parecer”.

El pasado y el presente se funden hasta que los crímenes del pasado empiezan a afectar a la protagonista actual. Pero antes de llegar a esta conclusión, el cineasta debió decidir cómo iba a navegar por dos mundos tan diferentes y tan cercanos.


Desarrollando la historia
La idea se le ocurrió a Edgar Wright hace más de diez años, pero se limitó a escribir un tratamiento sin proponerse rodarla inmediatamente.

“Edgar me dijo que tenía ganas de desarrollar la idea en febrero de 2012”, recuerda la productora Nira Park, fiel colaboradora del director. “Entonces estábamos concentrados en Bienvenidos al fin del mundo y no teníamos un minuto. Pensé que no pensaría en otro proyecto, pero siguió dándole vueltas. Él estaba en Los Ángeles y yo, en Londres. Vino para una semana de reuniones durante la producción de Bienvenidos al fin del mundo y conseguimos hablar de la idea con Film4, que se entusiasmaron con lo que Edgar les contó. Entonces se trataba de una película de menor presupuesto que el definitivo. En Film4 estaban muy interesados y aceptaron encargar la documentación a Lucy Pardee, con la que Edgar había trabajado en Bienvenidos”.

Edgar Wright habló con Lucy Pardee, ganadora de un BAFTA en 2019 por su trabajo en Rocks, para que le ayudara a documentarse sobre diversos elementos de la historia. Entrevistó a un sinfín de personas que habían trabajado o vivido en el Soho en los sesenta. Reunió una enorme documentación que incluía el funcionamiento de la industria del sexo (de entonces y de ahora) en el centro de Londres, la opinión de los policías que patrullan la zona actualmente y el comportamiento de los estudiantes de moda, como la protagonista. También investigó el tema de las pesadillas y la parálisis del sueño, así como los encuentros paranormales, los sueños lúcidos y otros elementos que, con el tiempo, tuvieron cabida en el guion. A medida que Edgar Wright recibía esta información, a la que se deben añadir sus amplios conocimientos del cine y la música de la época, la historia empezó a cobrar formar.

Pero Bienvenidos al fin del mundo y Baby Driver se rodaron primero, y no fue hasta después de esta última cuando el director supo que ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO sería su siguiente película.

“Al terminar la gira de presentación de Baby Driver en marzo de 2018, tomé la decisión”, dice Edgar Wright. “Querían que realizara una secuela inmediatamente, pero sabía que antes debía hacer algo nuevo. Para mi propia salud mental, no podía enfrentarme a otra película de persecuciones de coches de elevado presupuesto. Tenía la oportunidad de hacer una película original con retos distintos, y no lo dudé”.

Como siempre, volvió a recurrir a Nira Park. “La primera vez que ofrecimos el proyecto, era una película de bajo presupuesto”, dice la productora. “Pero cuando empezamos a hablar, el proyecto creció y el presupuesto también. Contactamos con nuestros colaboradores habituales, Eric Fellner y Tim Bevan, de Working Title, para saber cómo podría convertirse en realidad esta idea. Y juntos presentamos el proyecto a Focus”.

Edgar Wright se sentía atraído por la idea de realizar un thriller en los años sesenta, con todos los elementos de terror y suspense de la época, pero quería contar la historia en un estilo mucho más contemporáneo. No se trataba solo de glorificar el pasado ni tampoco de esconder la realidad del sexismo y de la sordidez de los sesenta. Incorporar una protagonista actual a una historia que transcurre en los sesenta, daría otra visión del pasado y evitaría la típica nostalgia.

“En ese sentido existe una dualidad”, dice Edgar Wright. “Igual que en Eloise, que está enamorada de lo mejor de la década. Se trata de un periodo fascinante. El cambio cultural experimentado entre 1960 y 1969 es extraordinario. Probablemente sea el mayor salto realizado en una sola década. Pero también hay un temor latente por lo que ocurre debajo de la superficie. Si estamos demasiado tiempo enfrascados en un pasado romántico, es fácil no darse cuenta del peligro que tenemos delante”.

Fue entonces, con la historia totalmente desarrollada, pero aún sin guion, y con un título inspirado por la canción del grupo Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich, cuando Edgar Wright se reunió con su amiga, la guionista Krysty Wilson-Cairns, y le habló de su idea. Los dos pasaron la velada paseando por el Soho mientras le explicaba el concepto de la película y visitaban algunos de los famosos lugares del pasado.

“Fuimos al pub Toucan donde Krysty fue camarera durante varios años mientras escribía el guion de Aether”, explica el cineasta. “Vivía en la calle Dean. Si trabajas y vives en el Soho, acabas conociendo a los porteros de los clubes y a las chicas, son personas de verdad. Me contó un sinfín de asombrosas anécdotas”.

La guionista lo recuerda perfectamente. “Llegué a Londres con 22 años, la típica joven con un sueño”, dice. “Venía de una pequeña ciudad, había tenido una adolescencia protegida, y era capaz de entender el recorrido de la protagonista. Cuando conocí a Edgar – nos presentó Sam Mendes, que estaba convencido de que nos llevaríamos bien –, creo que acababa de dejar el bar. Hablamos de todos los pequeños clubes cutres abiertos hasta altas horas de la madrugada. Por eso dedicamos toda una noche a documentarnos de nuevo. Entonces no estaba metida en el proyecto, solo era una amiga que le enseñaba sitios donde me había divertido. Pero la historia me pareció genial”.

Pasó un año antes de que Edgar Wright llamara a Krysty Wilson-Cairns para pedirle que coescribiera el guion con él. Estaba a punto de empezar la preproducción de 1917 con Sam Mendes, la película por la que fue nominada al Oscar al Mejor Guion. En las seis semanas antes de irse, la guionista y el director alquilaron un despacho, plasmaron la historia en fichas que pegaron a la pared y escribieron la primera versión, que fueron refinando y perfeccionando en los meses siguientes.

“Llevaba mucho tiempo pensando en la historia”, dice Edgar Wright. “Solo me faltaba un elemento, y era Krysty. Aportó cosas a la película que jamás se me habrían ocurrido”. La guionista se preocupó sobre todo de dar vida a las escenas de los sesenta para asegurarse de que el público se enamoraría de Sandie. “Pasamos mucho tiempo decidiendo quién era Sandie y quién es Eloise”, dice Krysty Wilson-Cairns. “Sandie tenía que ser convincente, debíamos construir el personaje y el mundo que habita. Pensé en las personas a las que yo admiraba cuando era más joven. Podían ser personajes de series, mujeres poderosas. No se trataba de su aspecto físico, sino de su inteligencia y de cómo veían el mundo. Por eso, los diálogos de Sandie eran de suma importancia”.

Al igual que Edgar Wright, la guionista quería evitar a toda costa los lugares comunes de la joven descarriada típica del cine de los sesenta. “Me da la sensación de que el mensaje de esas películas es casi puritano, pero no todos estamos atrapados en algo así, menos mal. Nunca nos interesó la idea de la ‘mujer caída’. La idea misma de que una mujer pueda ‘caer’ me parece ridícula. Intentamos escribir algo que fuera real, que pudiera haber ocurrido, que tuviera interés en la actualidad. Nuestra intención siempre fue realizar una película emocionante y que hiciera pensar”.

Una vez escrito el guion, quedaba dar vida a los personajes. Y para eso harían falta dos protagonistas femeninas muy diferentes que compartieran un extraño vínculo. Para encarnarlas, el director se inclinó por dos de las actrices más interesantes del momento.


Quién es Eloise
Para encarnar a Eloise, el director necesitaba a una actriz tan idealista y tan carente de cinismo como la heroína de la historia, una intérprete que acercara al público el glamur del Londres de los sesenta y siguiera hacia un mundo más oscuro e inquietante. La productora Nira Park sugirió a la neozelandesa Thomasin McKenzie, que había conquistado las salas con su papel en No dejes rastro, de Debra Granik, a la que siguieron otros papeles interesantes en películas como Jojo Rabbit, de Taika Waititi, en 2019. Edgar Wright quedó con la actriz y se dio cuenta inmediatamente de que podría dar vida a Eloise. “Había visto No dejes rastro y me había parecido una película fantástica”, dice el director. “Thomasin no da la impresión de estar actuando, es totalmente realista, desaparece en el papel. Es asombrosa. Además, al ser joven, siente mucha curiosidad por el mundo. Sabía que viviría la aventura de su personaje”.

Para Eloise, Londres no es solo una ciudad, es una época. Deja el pueblo de Redruth en Cornualles para trasladarse a Londres y “perseguir su pasión por la moda”, tal como lo describe la actriz. Pero el Londres que imagina tiene menos que ver con la realidad y más con la versión que ha visto en películas y escuchado en los discos que pide prestados a su abuela Peggy (Rita Tushingham, Un sabor a miel), que también es su tutora. Las dos se llevan muy bien, algo que la actriz entiende perfectamente porque la relación con su abuela es similar. Además, Thomasin McKenzie tenía 18 años cuando rodó la película, la misma edad que Rita Tushingham cuando hizo Un sabor a miel.

La historia de la chica de provincias que se muda a la metrópoli para hacer realidad su sueño no es ajena a Edgar Wright, ya que él también dejó la pequeña ciudad donde creció para irse a Londres. “Londres, para cualquiera que llega de fuera, es un lugar que impone”, dice. “Te sientes fuera de lugar, no estás a la altura de los de tu misma edad, parecen mucho más sabios y más listos. Los que crecen en Londres siempre van por delante porque saben de qué va todo”.

Thomasin McKenzie está de acuerdo porque apenas conocía la ciudad antes de empezar a rodar: “Me parece el decorado perfecto para la historia de Eloise porque, del mismo modo que ella, todo el mundo cree que Londres es una ciudad brillante, con muchas oportunidades. Al igual que Eloise, cuando aterricé y subí al coche, miraba de un lado a otro boquiabierta. Trabajar en Londres ha sido asombroso. No todo es bueno en la ciudad, pero es mágica y hay gente increíble. El equipo técnico es uno de los más amables con los que he trabajado hasta la fecha”.

Por desgracia, el verdadero Londres y la ruidosa residencia estudiantil llena de compañeros mucho más seguros que Eloise se convierten en una experiencia muy dura para ella. “No está mucho tiempo en la residencia”, explica la actriz. “Se siente frustrada porque le apasiona lo que hace y se ha esforzado para llegar hasta aquí. Siente que los demás, y quizá se equivoque, no valoran esta oportunidad. Es insegura y tiende a ponerse nerviosa. Creo que su madre tuvo problemas de salud mental y Eloise ha heredado algo. Poco a poco vemos cómo afecta a su vida diaria”.

No se trata de que Jocasta (Synnøve Karsten), la compañera de cuarto de Eloise, sea cruel. Sencillamente intimida y no tiene en cuenta a la reservada Eloise. Se dedica a sus amigas Lara (Jessie Mei Li), Ashley (Rebecca Harrod) y Cami (Kassius Nelson). Eloise decide mudarse a una habitación en el último piso de una vieja casa propiedad de la anciana Ms. Collins (Diana Rigg). Y en este ambiente diferente, Eloise empieza a soñar con otro Londres, el que imaginaba antes de conocer la universidad. Pronto nos enteramos de que Eloise comparte un don con su madre fallecida, puede hablar con los muertos. O quizá sería más correcto decir que puede entrar en los ecos del pasado. Al viajar al pasado a través de los sueños, no tarda en desear que llegue el momento de dormirse para vivir una vida menos aburrida, más desinhibida, como la de la glamurosa Sandie, una joven estrella en ciernes del Londres de los sesenta. “Los sueños empiezan a convertirse en realidad”, dice la actriz, “y el espacio entre el pasado y el presente desaparece”.

“Eloise tiene un don que le permite ver lo que otros no ven, revive acontecimientos del pasado a través de una especie de vínculo psíquico”, explica Edgar Wright. “Cuando sueño, como muchas otras personas, tengo la impresión de ser otro. Es una extraña sensación entre la realización de un deseo y una pesadilla. También podría describirse como una extrema empatía. Una empatía que se convierte casi en un superpoder. Thomasin es una actriz sumamente empática, muy naturalista. Quiere estar en la situación, quiere vivirla”.

Al principio, las incursiones nocturnas de Eloise le aportan inspiración y confianza porque vive las experiencias de la brillante y abierta Sandie. Se tiñe el pelo como Sandie e incluso reúne el valor suficiente para conseguir un trabajo en el pub Toucan, como la guionista Krysty Wilson-Cairns. Pero la vida de Sandie no es un lecho de rosas, y Eloise lo descubre muy deprisa. “Nunca había rodado una película de terror o un thriller”, dice Thomasin McKenzie. “Me interesó mucho ese aspecto, quería explorar este nuevo género. Recuerdo que Edgar me preguntó si había algo que me pudiera dar miedo o ponerme nerviosa. Conteste que no inmediatamente, una respuesta totalmente equivocada. Había muchísimos momentos muy intensos en el guion. Entonces no sabía lo difícil e interesante que resultaría este papel”.

Una de las preocupaciones de Edgar Wright era proteger a sus jóvenes actrices. La coreógrafa Jennifer White no solo se ocupó de controlar las escenas de baile, también sugirió los movimientos en escenas más íntimas para que todos estuvieran cómodos. “Es un papel agotador”, reconoce el director. “Es necesario mantener un equilibrio cuando se rueda una película como esta. Hay que saber tomárselo a la ligera sin estropear la atmósfera. Fueron escenas muy duras, sobre todo para ella”.

“Las películas de Edgar siempre están muy coreografiadas y tienen ritmo, me centré en eso”, explica la joven actriz. “Me gustó observar cómo prepara las escenas, fue una experiencia reveladora. Tengo la sensación de haber aprendido mucho acerca de lo que es ser actriz”.

Pero Eloise solo es una parte del rompecabezas. El director debía encontrar a la otra protagonista y, por suerte, tenía a la actriz ideal en mente.


El encuentro con Sandie
Antes de que estuviera escrito el guion, Edgar Wright contó la historia a Anya Taylor-Joy. El director fue miembro del jurado de Sundance en 2015 cuando se presentó La bruja: Una leyenda de Nueva Inglaterra y se quedó impresionado con la interpretación de la joven actriz en el papel de Thomasin (nada que ver con Thomasin McKenzie). La admiración era mutua y volvieron a verse en Los Ángeles. Hablaron de la posibilidad de trabajar juntos antes de que le contara su idea de una película que transcurría en el Soho londinense.

Al principio, Anya Taylor-Joy no estaba del todo segura de querer hacer el papel porque no quería que la encasillaran como una actriz del género de terror, pero comprendió rápidamente que la película era diferente. “A medida que me contaba la historia, me daba cuenta de que me iba a divertir mucho haciendo el papel”, recuerda.

En un primer momento, los dos pensaron que sería Eloise. Y cuando por fin le mandó el guion, Edgar Wright lo acompañó con una nota pidiéndole que tomara en consideración el papel de Sandie. “La había visto en otros papeles en los últimos años y sabía que había madurado”, explica el director. “Le mandé un correo electrónico: ‘Tengo dos sorpresas, la primera, el guion del Soho ya existe. La segunda, quiero que consideres a Sandie’. Dijo que sí inmediatamente”.

Anya Taylor-Joy describe a Sandie: “Me gustó que me asustara. He interpretado a muchos personajes extraños, pero Sandie está segura de sí misma, no le asusta nada, como si fuese una gatita sexy. Cuando leí el guion por primera vez pensé: ‘¿Cómo voy a conseguirlo?’” Sandie es abierta, está llena de vida y de energía, llega a Londres decidida a convertirse en una estrella. “Creo que quiere serlo todo”, sigue diciendo la actriz. “Quiere cantar, bailar y actuar. Quiere ver su nombre en letras brillantes en una marquesina. La llamo ‘Pelotas de acero Sandie’ porque nada parece poder detenerla. Ojalá fuera un poco más parecida a ella”.

La única forma de interpretar a Sandie era hacer lo que haría Sandie: tirarse de cabeza. La primera vez que vemos a Sandie, se ha arreglado y maquillado para ir al Café de Paris, uno de los clubes de moda del Londres de entonces. También fue el momento en que Anya Taylor-Jones se metió en la piel del personaje. “La primera vez que encarné a Sandie tuve que entrar en un decorado delante de 200 figurantes como si la sala fuera mía. No sabía muy bien cómo hacerlo, pero lo hice. Y cada día fue un poco más fácil ser Sandie y pasármelo bien”.

Detrás de las cámaras, la relación de las dos actrices principales reflejó lo que ocurría en la historia. “Anya Taylor-Joy supo comunicar alegría a la película”, dice Thomasin McKenzie. “Me parece que nunca había visto a nadie trabajar tanto, no para nunca”.

Una vez elegidas las dos protagonistas, quedaba encontrar al resto del reparto para recrear el Soho del presente y del pasado.


Los intérpretes
“Soy un chico del Soho”, dice Matt Smith, “y Edgar también lo es. Le he visto muchas veces allí de noche”. El actor y el director se conocen desde hace tiempo y Matt Smith incluso fue a verle durante el rodaje de Baby Driver, pero hasta ahora no habían tenido ocasión de trabajar juntos. Edgar Wright siempre pensó en Matt Smith para el papel de Jack, el hombre de moda que puede convertir en realidad todos los sueños de Sandie.

“Siempre hemos querido trabajar juntos”, dice el director. “Matt tiene un encanto innato y era el actor ideal para encarnar a un personaje cuya arma secreta es el encanto. La idea me gustó. Y también el hecho de que su cara encaja muy bien con la época. Fue un placer hacer algo juntos por fin”.

Matt Smith ya estaba decidido a hacerlo antes de leer el guion. “Cualquier guion de Edgar es interesante. Es un cineasta brillante y único por su instinto y originalidad. Cuando lo leí, me enganchó del todo. Y pensé ‘Genial, voy a estar en una película de Edgar Wright’. Me muero de ganas de ver la reacción del público”.

El actor reconoce que le atrajo la idea de estar en una película que transcurre en los sesenta, sobre todo por la ropa, pero quizá lo que más le interesó fue el carácter de “thriller sombrío” que va adquiriendo la historia según se desarrolla. Era una oportunidad única para interpretar un gran romance y meterse en el pasado más turbio del famoso Soho. Y, recordando su época como protagonista de la serie “Doctor Who”, añade, riendo: “Nunca me ha sido ajena la idea de viajar en el tiempo”. Pero sobre todo, el personaje le fascinó.

“Encarno a Jack, un hombre siempre al acecho de lo que puede sacar”, explica. “Le gusta aparentar. Lleva trajes elegantes y tiene un buen coche porque es lo que le gusta. Conoce a Sandie. Es el hombre de las mil caras y le interesa el dinero. En el fondo, es muy inseguro. Parecen estar en una nube y se enamoran, ¿qué puede salir mal?”

Pero tal como dice Anya Taylor-Jones, no todo es de color rosa: “En realidad son tal para cual. Los dos están hambrientos de fama, los dos están dispuestos a hacer lo que sea para satisfacer su ambición. Creo que saben que pueden llegar a la cima, pero por desgracia, nada sale bien. Menos mal que Matt Smith es una bellísima persona, porque tenemos unas escenas de lo más incómodas juntos”.

La cosa se complicaba porque se necesitaban dos generaciones de actores totalmente diferentes para todos los papeles. Jóvenes actores en ciernes para dar vida a los compañeros universitarios de Eloise y también varios intérpretes de mucha más edad para papeles más maduros. Dado que Edgar Wright se inspiró en parte en el cine de los sesenta para la película, era lógico que invitase a iconos de esa época a unirse al reparto.

“Quería actores que tuvieran una conexión con la época, pero también debían ser los idóneos para el papel”, dice el director. “Pensé inmediatamente en Terence Stamp, pero tengo la impresión de que aceptó porque sus sobrinas son fans absolutas de Baby Driver. Está conectado con la década y me gustó mucho la idea de incluirle en la película”. El actor encarna a un habitante actual del Soho, una misteriosa figura que merodea por las calles del barrio y el pub Toucan. Hay algo en él que le hace sospechar a Eloise que puede tener relación con sus sueños y con Sandie.

Otro icono de los años sesenta es Diana Rigg, que encarnó a la perfección el clima de la época como Mrs. Peel en la serie “Los vengadores” e incluso llegó a tentar a James Bond a llevarla al altar en 007 al servicio secreto de su Majestad. Aquí da vida a la casera de Eloise, Ms. Collins, una mujer práctica que no se anda con tonterías. “Cuando empezamos a hablar de quién podría interpretar a Ms. Collins, alguien la mencionó y todos estuvimos de acuerdo en que sería perfecta”, dice Edgar Wright. “Es tremendamente versátil. Puede hacerlo todo, papeles cómicos, dramáticos, inquietantes. Quedamos para tomar algo y me adelanté, pero ya estaba esperándome. Llevaba una chaqueta imitación piel de leopardo y muchas pulseras. Había leído el guion y le gustaba mucho. Me dijo: ‘Ya sé que a algunos actores les asustan las historias más oscuras, pero a mí no. Disfruto con el lado oscuro’”.

Al final de un día de ensayo, la veterana actriz le dijo al cineasta que había estado en el famoso Café de Paris, uno de los decorados de la película, para celebrar su decimoctavo cumpleaños en 1956. Edgar Wright la invitó a ver el estudio y a compararlo con lo que recordaba. Le sorprendió la previsión con que el diseñador de vestuario Marcus Rowland había recreado el original, pero – a sus 81 años – le hizo notar casi inmediatamente que el decorado era un poco más grande que el original.

“Luego dijo: ‘Es perfecto, maravilloso’”, comenta el director. “Hizo una pequeña pausa y siguió diciendo: ‘Recuerdo bajar por estas escaleras y notar a un montón de viejos verdes devorándome con la mirada como si fuera un trozo de carne’. Fue asombroso, en ese momento cristalizó la película. El glamur, la alegría y cómo se tuerce todo en ese instante oscuro que se le quedó grabado. Aún no había visto la escena, pero es exactamente lo que le pasa a Sandie. Todos esos ricachones de mediana edad que la miran como tiburones en el momento que entra en el local. Diana nos contó un recuerdo sin saber que formaba parte de la película”.

Por desgracia fue su última película, ya que falleció en septiembre de 2020 a los 82 años. Lo mismo ocurrió con Margaret Nolan, que tiene un pequeño papel en la película, pero que en los sesenta trabajó en Qué noche la de aquel día, con los Beatles, James Bond contra Goldfinger, y en nada menos que seis entregas de las películas Carry On…. “Puede decirse que es el epicentro de los sesenta”, dice Edgar Wright. “Siempre estaba en el centro de todo. Le di el papel y fue asombroso tenerla en el plató. Sus recuerdos eran alucinantes”. Hacía tiempo que la actriz se había retirado para reconvertirse en artista visual, pero Edgar Wright la convenció para que regresara por última vez e interpretara a una camarera en el club al que va Sandie. Falleció en octubre de 2020.

La cuarta veterana es Rita Tushingham, otra icónica actriz de los sesenta gracias a su papel protagonista en Un sabor a miel, por el que ganó el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes. Encarna a la cariñosa y protectora abuela de Eloise. “Comunica calidez”, dice Edgar Wright, sonriendo. “Está llena de vida, de energía, es divertida. Me sentía culpable por no haber trabajado antes con una actriz a la que admiro desde siempre y que había dado tantos buenos momentos. Quedamos, hablamos y tomé una de las mejores decisiones de casting hasta la fecha. Me creo totalmente que es la abuela de Thomasin. Conocerla personalmente es una de las cosas que agradezco de este rodaje”.

Tantas leyendas en el plató no era algo que tranquilizase a los actores más jóvenes. “Al principio me sentí muy intimidada”, recuerda Thomasin McKenzie. “Me documenté acerca de Terence y Diana, vi películas suyas que me pasó Edgar. Me di cuenta de lo fuerte que era ella, de su gran talento, y la verdad, me intimidó. Pero también quería honrarla con mi trabajo”.

Matt Smith comparte la opinión de su compañera de reparto: “Fue absolutamente increíble. Eran auténticas estrellas en la época, y lo siguen siendo. Por ejemplo, Terry [Terence] está en una canción de los Kinks, ¡no se puede ser más famoso! Fue una suerte tenerle. Me pasaba el día haciéndoles preguntas”.

Y para acabar el reparto, estaban los jóvenes actores que daban vida a los compañeros de Eloise en la Escuela de la Moda de Londres. Synnøve Karlsen, una de las protagonistas de la serie “Los Medici: Señores de Florencia”, es Jocasta, la más segura y extrovertida del grupo. “No hay muchos largometrajes protagonizados por dos mujeres jóvenes”, dice la actriz. “Además, esta historia no acaba como cabría esperar”. Añade que su personaje no tiene intención de ser mala, pero que el resultado es el mismo: “Aunque puede que sus intenciones no sean las mejores en cuanto a su relación con Eloise. Creo que es muy consciente de sí misma, quiere ser la más genial, la que lleva la ropa ideal y la más famosa del campus. Hay una gran diferencia entre las dos”, añade, riendo. “Me parece que Jocasta es la voz crítica que persigue a Eloise hasta el final”.

Jocasta ya tiene un grupo de amigas, entre las que están Jessie Mei Li, la protagonista de la serie “Sombra y hueso”, como Lara; Kassius Nelson en el papel de Cami, y Rebecca Harrod como Ashley, que la ayudan a afianzar su condición de chica más popular. Pero no impresiona a todos, y John, interpretado por Michael Ajao, que ya había trabajado cuando tenía diez años con Edgar Wright y Nira Park en Attack the Block, dirigida por Joe Cornish, se siente atraído por Eloise. “Doy vida a John”, dice Michael Ajao. “Estudia moda y es un chico amable, que no se corta, pero algo torpe. Siente una gran admiración por Eloise, le gusta su estilo, su trabajo y el aura que la rodea. Dar voz a su admiración no es su fuerte, pero los sentimientos de John son genuinos, sobre todo cuando escucha a Eloise y entiende cómo se siente”.

Los jóvenes miembros del reparto visitaron la Escuela de la Moda de Londres (London College of Fashion) y charlaron con los alumnos para entender mejor el ambiente competitivo en el que viven los futuros diseñadores del mañana. Michael Ajao decidió ir a clase de costura para saber lo que suponía estudiar moda. “Me ayudó a conectar con mi padre, que viene de una familia de sastres, algo muy parecido a la familia en la que creció John”, explica. “Es curioso porque me di cuenta de que muchos alumnos son bastante introvertidos, pero en cuanto empiezan a coser, dan rienda suelta a su personalidad”.

La ropa, desde luego, tiene un papel clave en esta película.


El vestuario y el maquillaje
La diseñadora de vestuario Odile Dicks-Mireaux estaba familiarizada con la moda de los sesenta después de haberse ocupado de An Education, por la que había sido nominada al BAFTA al Mejor Vestuario. Sin embargo, el paralelismo temporal de ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO ofrecía un nuevo reto y, en su opinión, un mayor atractivo, como ocurría con los decorados.

“Cuando hablé con Edgar por primera vez, nos hizo mucha gracia a los dos que la película se rodara en el Soho porque podíamos ir andando”, recuerda. “Me mudé a la zona en los ochenta y la conozco bien. Es maravilloso tener la oportunidad de trabajar con un guion original tan inspirador e innovador. Edgar estaba entusiasmado con el proyecto porque tenía muchísimas referencias cinematográficas de la época. Incluso preparó una bobina con imágenes. Me pareció muy generoso por su parte, nos indicó el tono y la ambientación que buscaba para la película. Todos sentimos que hemos logrado algo muy especial”.

Algunas de las principales referencias de la diseñadora fueron Brigitte Bardot, Cilla Black, Julie Christie y Petula Clark, además de documentarse en profundidad, ver películas, estudiar la bobina de imágenes de Edgar Wright y hablar con alumnos de la Escuela de la Moda para entender su enfoque.

Era importante conseguir que saliera bien el vestido de papel de periódico que Eloise lleva al principio de la película. La idea remonta a algo que solía hacer la bisabuela modista de Odile Dicks-Mireaux. “Hacía patrones con papel de periódico y los sujetaba con alfileres encima de la persona”, recuerda. “Tengo fotos de mi madre con vestidos de papel de periódico y siempre había querido usar esta imagen en una película. Eloise estudia moda y se me ocurrió utilizar cosas divertidas”.

Según la diseñadora, el vestido tenía mucha importancia en la historia. “Debía ser perfecto. La vemos de espaldas, a contraluz, por lo que la silueta era crucial, y tenía que poder moverse fácilmente. El vestido indica que ya sabe realizar patrones, algo que no está al alcance de todos los estudiantes. Por cierto, se pueden hacer vestidos preciosos con papel”, añade, riendo. Justo antes de empezar a rodar, la diseñadora ajustó el vestido y lo arrugó para que cayera perfectamente. Algún que otro espectador con ojo de lince verá que el periódico usado es el diario de Cornualles.

“Nunca había trabajado tan de cerca con el equipo de vestuario”, reconoce Thomasin McKenzie. “Eloise tiene un estilo muy peculiar, muy refrescante. Me asombró que me pidieran mi opinión, que contaran conmigo, y me ayudó mucho a la hora de encarnar al personaje. El vestido de papel de periódico es muy complicado, hay muchos detalles, solo podría realizarlo alguien muy hábil”. La ropa de Eloise, en general, es estampada y colorida, como si se la comprara en tiendas retro. La actriz describe su look como “de ratoncillo de campo”.

Cuando Sandie entra en el Café de Paris lleva un vestido corto de color rosa que también es vital para la historia. Odile Dicks-Mireaux lo llama “un vestido tienda”. Es típico de los sesenta, no parece nada espectacular, pero cambia en el momento en que Sandie se mueve y nadie puede dejar de mirarla. “Para mí, es el vestido de la película”, explica la diseñadora. “Busqué algo que inspirara a los diseños actuales de Eloise. Por suerte, Edgar no tiene miedo de los colores”. Escogieron una tela de color rosa coral con bordes de lentejuelas que realza el cabello rubio de Sandie. Sin embargo, Odile Dicks-Mireaux reconoce que nada hubiera funcionado sin un ingrediente fundamental: “Debo dar las gracias a Anya porque supo instintivamente cómo llevar el vestido”.

“A Sandie le gusta llamar la atención, desde luego”, dice Anya Taylor-Joy. “No se pone cualquier cosa. Tanto a Odile como a mí nos pareció crucial que cuando se la viera por primera vez, llevase algo elegante. Tampoco queríamos que fuera muy escotado. Debajo del vestido de gasa llevo un forro bastante apretado, pero el conjunto es recatado, porque Sandie se ve a sí misma como una duquesa”.

En esa misma escena, Jack, al que da vida Matt Smith, también lleva un traje impecable y el perfecto corte de pelo, todo muy estudiado para causar buena impresión. “Me gustó el traje”, dice. “Tiene un cierto estilo gánster y bastante color. Basta con ver las películas que Edgar nos indicó como referencia para darse cuenta de que las mujeres vestían con colores brillantes y los hombres tampoco se quedaban atrás”.

En cuanto al peinado y maquillaje de Sandie, la maquilladora y estilista de la película, Elizabeth Yianni-Georgiou, dice: “Me basé en el cabello rubio platino de Brigitte Bardot”.

Pero el estilo de los sesenta reaparece en el momento actual cuando Eloise, inspirándose en Sandie, se tiñe el pelo de rubio y empieza a diseñar en clase un vestido de color rosa coral. Al ser otro elemento esencial de la historia, la supervisora de maquillaje y peluquería Karen Cohen, que también trabajó en An Education, se convirtió en un miembro clave del equipo. “Cuando vi a las dos actrices por primera vez me sorprendió lo diferentes que eran”, dice. “Sabía que Edgar quería que se fundieran casi en un solo personaje, pero incluso sus poses no tenían nada que ver. Después de tomar clases de baile y movimientos, vinieron para que les hiciéramos diversas pruebas. Me di cuenta de que Thomasin florecía y empezaba a parecerse cada vez más al personaje de Sandie. Cuando vio a Anya de rubia, aceptó el reto. Según Thomasin McKenzie, su aspecto en la parte central de la película es “más maduro y llama la atención de los chicos”.

“Las dos debían parecerse y no se parecen en nada”, recalca Elizabeth Yianni-Georgiou. “Pero me gustan estos restos. No bastaba con maquillarlas, que todo dependiera del maquillaje. Había que ayudarlas a entrar en el personaje y dejar lo lograran con la ayuda de la asesora de baile y movimientos, del vestuario y de todos trabajando juntos”.

Karen Cohen y su equipo incluso se preocuparon de que el color del carmín estuviera en la paleta de colores creada por el diseñador de producción Marcus Rowland. “Edgar siempre decía que eran colores fuertes y, la verdad, nuestra referencia fue el nacimiento del Tecnicolor”, dice. “Hemos conseguido unos looks increíbles, austeros y sexy a la vez. Al principio, los sesenta son muy atractivos, el personaje es refrescante, alegre, feliz”.

Pero el vestuario y el maquillaje cambian a medida que avanza la historia. Sandie palidece, viste cada vez con ropa más oscura y pierde el sentido de discreta elegancia que muestra al principio. “Acortamos las faldas”, dice Odile Dicks-Mireaux. “Ya no es tan recatada, ahora viste para seducir”.

Eloise evoluciona igual, se inclina por colores más sombríos y se maquilla más. Los colores y estilos reflejan el desarrollo de la historia, pasando de los neones a las sombras, incorporándose a la perfección en los decorados diseñados por Marcus Rowland y el ambiente del Soho.


Las calles del Soho
Edgar Wright nunca dudó: había que rodar la película en el Soho, porque nada podía imitar al Soho.

“Tenía la sensación de que el centro de Londres y el Soho en particular no estaban presentes en la gran pantalla”, dice Edgar Wright. “Hay películas de elevado presupuesto en las que aparece Trafalgar Square, pero en las películas de los sesenta y setenta con las que crecí, como Plan siniestro o Deep End, las calles del centro de Londres eran el decorado principal. Por eso me apetecía mucho enfrentarme al desafío que suponía rodar una película en esa zona”.

Es el tipo de decisión que hace temblar a cualquier productor, pero en este caso todos hicieron lo imposible para lograrlo. “Primero buscaron a un director de localizaciones”, explica el productor ejecutivo James Biddle. “Por suerte, Camilla Stephenson, que se había ocupado de Bienvenidos al fin del mundo, acabada de quedar libre. Nos dejó muy claro que solo sería posible si disponíamos de mucho tiempo para planificarlo con antelación”.

Camilla Stephenson empezó a buscar decorados unos días después de la Navidad de 2018 con la idea de rodar en mayo, lo que representaba un tiempo de preparación más largo de lo habitual. El guion especificaba varios decorados en concreto porque los recorridos eran reales e iban desde el punto A al punto B. Se puso en contacto con el Westminster Council (Consejo de Westminster), habló con los comerciantes y recorrió el Soho a primera hora de la mañana, a partir de las 5:30, con Edgar Wright y el equipo.

“Hay muchas cosas que no han cambiado desde los sesenta”, dice la directora de localizaciones. “Las calles siguen estando en el mismo sitio, desde luego. Hay bares y clubes nuevos, pero otras cosas en el Soho siguen exactamente igual. Es un poco como un pueblo independiente en medio de la capital”. Aun así, cada decorado debía recrear con exactitud lo que había sido a mediados de los sesenta, basándose en una precisa documentación. Esto debía hacerse en cuestión de horas para que la vida normal del Soho siguiera su curso diario cada mañana después de rodar de noche. También había que encontrar aparcamiento para los enormes camiones de producción. “Cuando empezamos a redecorar la calle Bateman, se acercó mucha gente para contarnos cómo eran las tiendas en los sesenta”, recuerda Marcus Rowland. “Intentamos añadir elementos típicos de entonces. Al principio, los sesenta son más bien un mundo de fantasía en la mente de Eloise, pero a medida que avanza la historia se convierte en un mundo más apetecible que el ambiente universitario en el que se mueve”.

Para conseguirlo, se centraron en unas cuantas escenas importantes en las que se establecería el glamur y energía de la experiencia retroactiva de Eloise. Fue imposible rodar la auténtica entrada del Café de Paris por razones de logística. Se recreó en un cine de Haymarket, donde hubo que cortar una transitada calle. Se colocó un enorme cartel de la película Operación Trueno, de James Bond, en la marquesina (unos cuantos forofos intentaron comprar entradas) y durante una corta noche de verano, el equipo rodó el primer contacto de Eloise con el mundo de los sesenta.

“Había coches de época y autobuses pasando por la calle”, recuerda Thomasin McKenzie. “El enorme cartel de la película era asombroso, pero también era aterrador porque veía los vehículos venir hacia mí y debía confiar en que no se me llevarían por delante. Fue alucinante ver la transformación de Londres. Las personas que pasaron por esa calle debieron pensar que habían cruzado un portal temporal o algo así”.

Al diseñador de producción no le preocupaba tanto el tráfico como el amanecer. “Queríamos algo grande como el Haymarket”, dice, “pero esto implica problemas logísticos a gran escala. Todas las piezas del decorado se montaron en una sola tarde, lo que no dejó mucho tiempo para corregir alguna incongruencia. Nos esforzamos en recrear el sabor original del Haymarket con un máximo de carteles, neones y luces”.

“Fue bastante tenso”, recuerda Edgar Wright. “Era una de esas tomas que no sabes si de verdad va a salir bien. Y se lo debemos totalmente a Camilla, la directora de localizaciones, y a Richard Graysmark, el primer ayudante de dirección, ellos lo hicieron posible. Rodamos en pleno centro de Londres en verano con un montón de figurantes vestidos de época y con una actriz que cruza una calle llena de vehículos también de época seguida por el operario de la Steadicam, pero debíamos dejar un carril libre para el transporte público y las ambulancias. Pensamos que no podríamos hacer más de dos tomas en una hora, pero conseguimos más. Necesitábamos un mínimo de ocho tomas”.

Si era imposible cortar una calle, como ocurrió durante una espectacular toma en la que Jack y Sandie recorren el Soho a toda velocidad, el director optó por una innovadora estrategia para impedir que los transeúntes – la mayoría de ellos saliendo de bares – entrasen en cuadro. “¿Cómo se impide a la gente que entre en cuadro? Colocando figurantes por todas partes. Es una guerra de desgaste, hay que defender el territorio”.

Matt Smith reconoce que fue su momento favorito. “Estoy al volante de un maravilloso Triumph. Aparecieron varios amigos preguntándome si estábamos rodando en pleno Soho. ¡Fue genial!”

Otros decorados naturales son el colegio mayor Ramsay Hall, escogido por Edgar Wright porque la fachada de hormigón es un contraste brutal con los paisajes de Cornualles de donde viene Eloise, y la Escuela de la Moda de Londres, cercana a Oxford Circus. La escuela autorizó el rodaje en el interior del edificio al ser verano y no haber clases.

“Nos llevó bastante tiempo convencerles de que no destruiríamos la escuela”, recuerda Marcus Rowland. “Tampoco fue un decorado fácil de utilizar porque iluminarlo era complicado, pero creo que estas restricciones acabaron siendo un beneficio añadido a las escenas. [El director de fotografía Chung-hoon) Chung tiene un estilo muy especial, muy imaginativo, que da vida y dramatismo a la escena más corriente”. Incluso consiguieron rodar en la espectacular biblioteca de la escuela, a pesar de estar abierta para los alumnos los 365 días del año. Edgar Wright filmó sin apenas equipo la escena en que Eloise sale corriendo de la escuela y aparece en la calle Oxford llena de transeúntes. A veces, la solución más sencilla es la mejor.


De vuelta al estudio
El director y el equipo recrearon algunos decorados en el estudio porque podían diseñar espacios algo más amplios para que el director de fotografía Chung-hoon Chung y sus operadores tuvieran más libertad de movimientos. Asimismo, les permitía adaptar los decorados para que Chung-hoon Chung, Marcus Rowland y el supervisor de efectos visuales Tom Proctor crearan la ilusión de que Eloise y Sandie ocupan el mismo espacio en dos tiempos diferentes de forma comprensible.

“Estudiamos la posibilidad de rodar en el Café de Paris”, dice Edgar Wright, “pero era demasiado complicado. Debíamos retirar todos los decorados para que pudieran abrir cada noche. Me alegro mucho de no haber rodado allí porque el decorado que ideó Marcus es sencillamente extraordinario. Lo que queríamos hacer solo podía conseguirse en un plató. Por ejemplo, los planos especulares. Creamos una doble entrada, una para Thomasin y otra para Anya. Rodamos muchos efectos especulares alucinantes”.

El resultado de aumentar un poco el espacio (ya se dio cuenta Diana Rigg) y hacerlo un poco más brillante dejo boquiabierto a todo el mundo. “La primera vez que entré en el Café de Paris, no podía creerlo”, dice Anya Taylor-Joy. “Nunca había estado en un decorado así”. La primera escena en el Café de Paris establece una premisa para toda la película, mostrando el vínculo existente entre Eloise y Sandie en el transcurso de una noche en el club. Todo debía ser perfecto, y el equipo se esmeró para que lo fuera. Mediante una serie de efectos prácticos en un plató lleno de espejos, Sandie y Eloise giran y se funden, cambiando de lugar, mientras las dos bailan con Jack, y el pasado y el presente parecen ser uno.

“Se puede decir mucho de un personaje sin que pronuncie una palabra, solo mediante el movimiento”, dice Anya Taylor-Joy. “Sandie es un sueño para Eloise, es tan sofisticada… Y se vive todo esto en la primera secuencia en que aparece y baila con Matt. Me lo pasé realmente bien”. Sandie y Jack bailan, pero también lo hace Eloise cuando sueña que ocupa el lugar de Sandie en la pista de baile. Jennifer White se encargó de coreografiar sus movimientos, ayudando a las dos actrices a coordinar el más mínimo gesto para entrar y salir del cuadro como un perfecto reflejo la una de la otra.

“El decorado es cosa de Marcus”, explica Edgar Wright. “Luego entra Tom con algún que otro efecto visual. Pero también está la coreografía de Jen que da la pauta a las actrices. No olvidemos a Chung y la iluminación, y al asombroso primer operario, Chris Bain, con su increíble control. Chris podría denominarse el mago del control del movimiento. Es el perfecto resumen de cómo se rodó esta escena; trabajando juntos al unísono en todo momento”.

La preparación y los ensayos se prolongaron durante semanas. “Es bastante estresante saber que debes hacer exactamente lo mismo que otra persona”, reconoce Anya Taylor-Joy. “Nunca se me hubiera ocurrido que pudiéramos sincronizarnos tan rápidamente. Nos observamos mucho las dos, y algunos movimientos eran naturales”. Matt Smith se encontró en una situación complicada: debía fingir bailar con una sola actriz cuando en realidad cambiaba de pareja. “Fue interesante porque deben hacer lo mismo conmigo, pero son totalmente diferentes, como personas y como actrices”, explica. “De pronto todo cambia cuando aparece Thomasin, instintivamente hacemos algo un poco diferente. Me parece un elemento muy interesante, no había visto antes nada parecido”.

La consecuencia es una sorprendente forma de hacer entender el vínculo que une a las dos mujeres y lo que quiere comunicar la película. Eloise no se ha transportado en carne y hueso a través de un portal mágico ni ha subido a un DeLorean. Siente, experimenta, vive la vida de Sandie en sueños. Pero fueron necesarios meses de trabajo para crear el efecto requerido. Los efectos visuales agrandan fondos y funden tomas si es necesario, pero el resultado impecable se consigue con los decorados.

“Es muy complicado”, explica Thomasin McKenzie. “No entiendo cómo lo hicieron Edgar, Paul [Machliss, el montador] y Chung. Hay muchos detalles y debían estar pendientes de todos los ángulos y perspectivas”

“Creo que todos nos lanzamos de cabeza al mundo de los sueños”, dice Anya Taylor-Joy. “Rodar esa secuencia fue emocionante, bailábamos mientras Chris, el operador de la Steadicam, se movía entre nosotros con esa enorme cámara al hombro, intentando no darnos. Es asombroso. Estamos muy orgullosos de esta escena”,

Por suerte, la posproducción ya estaba muy avanzada al estallar la pandemia. La suerte siguió sonriendo cuando los productores pudieron planear unos días para rodar planos cortos cuando se relajaron las restricciones el verano pasado. El año y medio perdido fue frustrante, pero también tuvo sus compensaciones: nacieron nuevas ideas y hubo tiempo de sobra para lograr los efectos visuales perfectos. “Fue una posproducción larga”, dice la productora Nira Park, riendo, “y tuvimos mucha suerte de poder seguir montando. Edgar y Paul Machliss se conocen tan bien que no fue un inconveniente que trabajaran cada uno por su lado. El tiempo adicional de posproducción vino muy bien para los efectos visuales. Les permitió explorar ideas más creativas que posiblemente no hubieran tenido”.


El sonido de los sesenta
Edgar Wright es conocido por sus cuidadas bandas sonoras, y ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO, llamada así por el tema de Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich, no es una excepción a la regla. Mientras escribía el guion con Krysty Wilson-Cairns escucharon música de la época y grabó una playlist que entregó a los miembros del reparto. Pero también quería que la banda sonora incluyera las dos épocas y uniera las historias de dos mujeres muy diferentes. Para conseguirlo, el director volvió a recurrir al oscarizado Steven Price, con el que ya trabajó en Bienvenidos al fin del mundo y Baby Driver.

“Tengo suerte”, reconoce Steven Price, “llevamos trabajando juntos unos cuantos años y Edgar me habla de sus películas cuando aún las está escribiendo. Leí el guion mucho antes de que se rodara la película y empecé a componer cosas porque he descubierto que luego puede ser de ayuda. Le mando lo que más me gusta por si puede servirle a él y a mí de paso”. La música que compuso basándose en el guion se utilizó durante las pruebas de vestuario e incluso en el plató. Pero más aún, Edgar Wright la usó de forma innovadora e inesperada. “Edgar y Paul Machliss son brillantes con las músicas”, sigue diciendo Steven Price. “A menudo me mandaban una escena usando mi música de una forma que yo no había imaginado, y eso me lanzaba en una dirección totalmente diferente. Fue una forma muy interesante de trabajar”.

El compositor trabajó en la música de la película desde antes del rodaje en 2019 hasta el final del verano de 2021, enviando sus composiciones desde el primer momento para que Edgar Wright pudiera incorporarlas al tejido mismo de la historia. “Durante Baby Driver desarrollamos una técnica para que las canciones no se limitaran a ser momentos, sino que interactuaran con la partitura. Ahora hemos pulido esta técnica, las canciones y la partitura se funden”.

Además de lo anterior, Steven Price también ha añadido sonidos diegéticos a la música en momentos inesperados. Fusiona “cosas muy orgánicas de los sesenta” y usa un Mellotron y otros instrumentos de la época, pero añade “elementos de sintetizadores al estilo John Carpenter” así como voces. Reconoce que le han influido músicos contemporáneos como Ennio Morricone y John Barry, pero las grabaciones de estudio de los sesenta con ecos de diálogo añaden un punto diferente y, en ocasiones, realmente siniestro a la partitura. El sonido de los sesenta en el Soho se fusiona con el sonido del Londres actual cuando Eloise se ve atrapada en el pasado.

“Se nos ocurrió que la voz de Sandie fuese parte íntegra de la película y que se oyera su canto de sirena de los sesenta. Anya se convierte en parte intrínseca de la historia. Hay bucles de diálogos, casi al estilo de “Revolution 9”, de los Beatles, conseguidos con la mesa de mezclas. Fue genial. Me gustó que la actriz protagonista también fuera la cantante principal, todo encajaba. Uniendo los distintos elementos conseguimos un sonido extraño y bastante escalofriante”, explica el músico.

Steve Price convirtió el Soho en un personaje melódico, pero la técnica usada por Edgar Wright y él es poco corriente. “A medida que la película avanza, la sensación es que dos épocas se fusionan. Al principio utilizamos varias técnicas para mantenerlas separadas. Por ejemplo, un detalle sutil que me encanta: el sonido de los primeros 15 minutos de la película está en mono, todo sale por el altavoz delantero. Luego, Eloise llega a los sesenta y las cosas se abren”. Steven Price regrabó en Abbey Road la canción de Cilla Black “You’re My World” con más arreglos. La pasó de mono a un sonido envolvente, convirtiéndola en algo bastante teatral, “para que los sesenta tuvieran más vida que el momento actual y parecieran más coloridos y atractivos”. Es el equivalente en audio al cambio a Technicolor en El mago de Oz porque Eloise también entra en un mundo diferente.

Steven Price grabó varias versiones de canciones de los sesenta con Anya Taylor-Joy. “Hicimos una nueva versión de ‘Downtown’”, dice. “Imaginé que los sueños de Sandie se hacían realidad y que cantaba en el Café de Paris, así que preparé el tema con mucho rigor. Grabamos en la misma sala en que se registró la canción original. Se nos ocurrió hacer una segunda versión un poco siniestra que grabamos allí mismo con un ritmo diferente”.

Todo iba destinado a lograr el paisaje musical que apoyase el maravilloso mundo o mundos creados por Edgar Wright para contar esta emocionante y aterradora historia de sueños que pueden convertirse en pesadillas.