David y Sara se despiertan pegados por el abdomen, desnudos. Están en un lugar misterioso. No recuerdan cómo han llegado hasta esa habitación. David sugiere la posibilidad de que hayan sido drogados y secuestrados. Ambos deben confiar en el otro para desvelar el misterio, pero Sara sospecha de David.
Mientras intentan atar cabos, descubren que estar pegados dificulta en extremo hasta las actividades más mundanas, además de hacer que aflore una inevitable atracción mutua a pesar de las circunstancias. Ambos se ven obligados a compartir con un desconocido sus secretos más íntimos y vergonzosos para poder descifrar el misterio.