Peter Colt (Paul Bettany) es un jugador de tenis británico que nunca consiguió realizar su sueño, llegar a la cumbre y ser una gran estrella internacional. Alcanzó el puesto undécimo de la clasificación mundial, pero el veterano profesional empezó a perder la confianza en sí mismo y bajó hasta quedarse en el puesto 119. Está a punto de retirarse cuando el destino le da un comodín: podrá participar en el torneo de Wimbledon por última vez. Dicho sea de paso, también será su último torneo. Peter Colt está a punto de dejar el tenis profesional y de irse a trabajar a uno de esos clubes donde un montón de mujeres maduras dan clases de tenis entre limpiezas de cutis y cócteles.
La estadounidense Lizzie Bradbury (Kirsten Dunst) es la joven estrella, la nueva chica mala de las pistas internacionales que pisa Wimbledon por primera vez. Concentrada, decidida, controlada y entrenada al máximo por Dennis (Sam Neill), su padre y entrenador, Lizzie no permite que nada se interponga en su camino, ni una equivocación de un juez de línea, ni una pelota inesperada y menos aún un romance sin importancia con otro campeón en alza, el americano Jake Hammond (Austin Nichols). El futuro de Lizzie ya está escrito: será la mejor tenista del mundo, una campeona del Grand Slam. No tiene más sueño que ése, y ganar Wimbledon sería el comienzo ideal.
Los planes de Peter para un retiro tranquilo se quedan en suspenso cuando llega a las sacrosantas canchas del Club de Tenis sobre Hierba y Croquet de Wimbledon. Lizzie y Peter se conocen por casualidad, acaban teniendo una aventura y él hace lo impensable, gana su primer partido. Empujado por una mezcla de suerte, amor y habilidad con la raqueta, Peter sigue ganando partidos mientras sus seguidores y los periodistas deportivos redescubren a la vieja gloria.
El tenista descubre que el mundo ama a los ganadores, pero nadie tanto como Ron Roth (Jon Favreau), su agente, que reaparece después de una larga ausencia. Vuelve a paladear el olvidado sabor de la victoria. Lizzie, por otro lado, descubre que su inclinación por aventuras cortas con compañeros de torneo quizá haya tocado a su fin. Ha pasado lo inimaginable, se está enamorando de un británico perdedor con corazón de campeón. Sólo hace falta que la suerte de Peter (y la de Lizzie) aguante un poco...