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  El contador de cartas  (The card counter)
  Dirigida por Paul Schrader
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Sobre la producción
El guionista y director Paul Schrader (El reverendo) nos trae la historia de William Tell (Oscar Isaac) —anteriormente soldado de primera William Tillich—, un exmilitar a cargo de operaciones especiales sobre el que pesa la carga moral de los espantosos crímenes cometidos en Irak. Tras cumplir condena en prisión, se reinventa como jugador profesional en el circuito norteamericano del póquer, pero sus actos de guerra cometidos en el extranjero lo atormentan profundamente, incluso tras cambiar el aislamiento y la desesperación por amor y conexión. Su única solución es lidiar de forma violenta con su propio pasado.

Con Martin Scorsese como productor ejecutivo —que también colaboró con Schrader en Taxi Driver—, THE CARD COUNTER cuenta sin duda con el inconfundible estilo del veterano cineasta, sumiéndose en las insondables profundidades de la desesperación existencial de su protagonista y en su renacer cuando halla a una especie de familia en su agente La Linda (Tiffany Haddish) y el adolescente Cirk (Tye Sheridan), en busca de sentido para su propia vida tras el suicidio de su padre soldado.

«A lo largo de los años, he desarrollado un estilo propio para mis películas; suelen tratar de un hombre con una máscara que se siente solo, y la máscara es su ocupación», nos explica Schrader. «Puede ser taxista, traficante, gigoló o reverendo, y cojo a ese personaje y lo hago enfrentarse a un problema mayor, sea personal o social, como la crisis medioambiental de El reverendo. En THE CARD COUNTER, William Tell se encuentra solo con su máscara puesta, en este caso la de un jugador profesional de póquer, que resulta ser un antiguo torturador al servicio del gobierno de Estados Unidos. Es el nexo entre la Serie Mundial de Póquer y Abu Ghraib».


La historia
Mientras Schrader buscaba financiación para un western protagonizado por sus recurrentes estrellas Willem Dafoe y Ethan Hawke, al cineasta se le ocurrió una idea ligada a sus perennes temáticas de la culpa, la penitencia y la evaluación moral. «No hablo de la culpa en general, como la culpa cristiana, sino de un tipo de culpa más específico», dice Schrader. «¿Y si alguien ha hecho algo por lo que no es capaz de perdonarse? Incluso ha cumplido sentencia en prisión, pero, aunque la sociedad lo haya absuelto, él mismo no es capaz de darse ese perdón. Ha cometido una atrocidad, y ahora vive en una especie de purgatorio. ¿Cómo se lidia con algo así?».

Como muchos de los personajes que Schrader ha escrito —Travis Bickle en Taxi Driver, Julian Kaye en American Gigoló, Ernst Toller en El reverendo—, William Tell está haciendo tiempo y esperando a que pase algo. «En THE CARD COUNTER, tuve que pensar una profesión para alguien que vive en espera y que está experimentando una especie de “no-existencia”», dice Schrader. «El mundo de las apuestas me pareció el medio perfecto».

Viendo programas de póquer en televisión y reflexionando sobre las motivaciones psicológicas de la gente para jugar en las máquinas tragaperras, Schrader comenzó a visualizar la vida cotidiana de los jugadores profesionales, una monótona no-existencia en la que pueden pasar horas sin que ocurra gran cosa. «Eso es lo que Tell hace; existe en esa especie de limbo, viajando de casino en casino, jugando a las cartas, aguardando que ocurra algo», asegura Schrader. «En el póquer, puedes jugar durante días antes de que te llegue esa mano mágica. Cada varias semanas o así, puede ocurrir algo bueno, pero principalmente es un juego de esperar».

El siguiente paso para Schrader fue crear una elaborada historia para Tell, que incluía un oscuro y tumultuoso pasado como soldado en la Guerra de Irak. «Me pregunté qué podría haber hecho en la vida que fuera tan atroz que le resultase simplemente imposible superar sus despreciables actos», dice Schrader. «Hasta los asesinos en serie pueden perdonarse a sí mismos, pero ¿y si él hubiera hecho algo que había estigmatizado a su propio país? Ahí es cuando empecé a pensar en las torturas de la prisión de Abu Ghraib, delitos que no solo perjudicaron a los propios prisioneros árabes y a sus torturadores americanos, sino a toda la nación y a la cultura militar que los hizo posibles».

El mundo más inmediato de THE CARD COUNTER se desarrolla en el interior de los anodinos casinos estadounidenses, los salones de cóctel y las habitaciones de motel del circuito profesional más modesto, donde Tell juega al póquer y al blackjack no tanto por dinero, sino más bien como forma de pasar el tiempo. Estos enclaves, que salpican el paisaje norteamericano en las regiones costeras y las bulliciosas carreteras interestatales, son el entorno ideal para alguien que quiere perderse y seguir perdido. En manos de Schrader, es también un lugar en el que alguien como Tell puede encontrarse, de forma inesperada, a través de otros.

«Es un mundo absolutamente lleno de misterios, y puedes encontrarte montones de tipos diferentes de personas y personalidades recorriendo estos casinos», asegura Tiffany Haddish, que se preparó para el papel de la representante de jugadores profesionales La Linda visitando y apostando en varios casinos del sur de California antes de que THE CARD COUNTER iniciase su producción, a principios de 2020. «Los jugadores profesionales son gente fascinante, si te tomas el tiempo de sentarte a la mesa con ellos para charlar. Proceden de todo tipo de vidas, pero tienen una cosa en común: todos quieren ganar».

Tell, sin embargo, no se siente parte de su propio entorno, indiferente a su racha ganadora mientras intenta gestionar su propio dolor y expiar sus pecados. «Schrader investiga el trauma de un modo muy interesante, y es algo que ha hecho de forma constante a lo largo de toda su carrera», nos cuenta Oscar Isaac, que llevaba años queriendo trabajar con el guionista y director. «Tiene un modo único de capturar el pensamiento en personajes aislados que no disponen de la capacidad de expresarse de un modo convencional. Me siento muy agradecido por haber tenido la oportunidad de encarnar a uno de sus inolvidables personajes».


La carrera
Schrader nació en 1946 en Grand Rapids, Michigan, en el seno de una familia estrictamente calvinista; supuestamente, no vio ni una película hasta su adolescencia tardía. Tras asistir a Calvin College, donde estudió Filología Inglesa y Teología con la intención de ser pastor, Schrader se mudó a Los Ángeles a finales de los años 60 para estudiar Cine en la Universidad de California en Los Ángeles. Se convirtió en protegido de la influyente crítico de cine del New Yorker Pauline Kael, después de que las propias críticas de cine de Schrader publicadas en Los Angeles Free Press comenzaran a atraer atención a escala nacional. Kael le ayudó a conseguir un puesto de crítico en in Seattle, pero Schrader se sentía atraído por un futuro como cineasta y declinó la oferta.

Uno de sus mentores por aquel entonces era el cineasta y diseñador Charles Eames, que le enseñó a Schrader la filosofía de la literacidad visual: la noción de que una imagen o un objeto también pueden ser una idea, y de que las palabras no son el único modo de contar una historia. Comenzó a escribir guiones en los años 70, al comienzo de la era del Nuevo Hollywood. Su primer guion producido fue el de la película de 1974 Yakuza, un thriller criminal de estilo neo-noir que coescribió con su hermano Leonard Schrader y con Robert Towne (Chinatown; Shampoo), y protagonizado por Robert Mitchum. Warner Brothers pagó una suma récord por el guion, marcando una entrada a lo grande de los hermanos Schrader en la industria del cine.

Según avanzaba la década y las películas se convertían en el centro de la conversación cultural, cineastas como Frances Ford Coppola, Martin Scorsese y Terrence Malick se vieron catapultados a una posición de prestigio y prominencia internacionales. En 1976, el guion de Schrader para Taxi Driver, dirigida por Scorsese, lo ascendió al olimpo de los principales cineastas norteamericanos. En 1978, dirigió su primer largometraje, Blue Collar, basado en su propio guion sobre los miembros de un sindicato que trabajan en la línea de montaje de un enclave del Rust Belt o cinturón industrial de Estados Unidos. Para el cambio de década, el doble éxito de Toro salvaje y American Gigoló confirmó la reputación de Schrader como el filósofo-autor preminente de Hollywood.

A lo largo de cinco décadas, Schrader ha creado historias sobre hombres solitarios y angustiados, atrapados en su propio interior, que anhelan sentir amor y conexión, preocupados por la venganza y la redención y, a menudo, a merced de sus propios impulsos conflictivos. Tanto en Taxi Driver como THE CARD COUNTER, fuerzas internas y externas se combinan para generar un estallido de violencia. Travis Bickle y William Tell son dos personajes que se encuentran divididos entre reinos dispares, desesperados por hallar la paz en un mundo caótico.

Otros personajes clásicos de Schrader a los que ha insuflado vida sobre el papel y en la pantalla son Julian Kay, el gigoló protagonista de American Gigoló, atrapado en los estratos de su superficial existencia en Los Ángeles de un modo que le imposibilita expresar amor; Jake LaMotta, el inestable y tempestuoso campeón de Toro salvaje; Jesucristo, el mártir religioso por antonomasia en la adaptación de Schrader de la novela de Nikos Kazantakis La última tentación de Cristo; Yukio Mishima, el escritor japonés torturado cuyas frustraciones artísticas acaban en un suicidio, que, bajo la magistral dirección de Schrader en Mishima: Una vida en cuatro capítulos, se convierte en una epifanía; Wade Whitehouse, el agotado policía de New Hampshire en Aflicción, interpretado por Nick Nolte en una de los mejores trabajos de su carrera, que choca con su padre alcohólico y dominante mientras investiga un crimen; y Patty Hearst, una heredera secuestrada y transformada en ladrona de bancos, otra alma reprimida y confinada que encuentra su liberación actuando de un modo irracional y violento.

La temática común de todas estas obras es la trascendencia. El libro de Schrader publicado en 1972 «El estilo trascendental en el cine: Ozu, Bresson, Dreyer», recientemente actualizado con una nueva introducción, hace un análisis de esta tendencia en el cine del mundo, que está muy presente en muchas de sus obras. A medida que sus personajes lidian con sus demonios, se sienten transformados y frecuentemente exaltados o redimidos, incluso en su propio tormento. THE CARD COUNTER condensa los temas claves de Schrader de la soledad, el aislamiento y la redención, a medida que el hermético Tell se siente rejuvenecido por mediación de su conexión humana, solo para volver a ser arrastrado a las profundidades por los demonios de su pasado.

«Está sumido en una especie de patrón circular como forma de penitencia, porque ha hecho algo que, con el paso del tiempo, ha comprendido que es terrible, causándose daño a sí mismo y a sus víctimas, por no hablar de a su propio país», explica Isaac. «Las ramificaciones legales de lo que ha hecho y la condena que ha cumplido en prisión por sus actos no son suficientes para él. No siente que haya sido suficientemente castigado. Por eso, elige una vida desolada, portátil y repetitiva. Ese es el punto en el que está cuando comienza THE CARD COUNTER».


Los personajes
Como muchos de los personajes de Schrader, William Tell se va desvelando con el tiempo, mostrando más facetas, defectos y dimensiones a medida que la historia progresa. Se limita a hacer lo suficiente para desenvolverse profesionalmente, jugando a las cartas de día y pasando sus noches en habitaciones de motel anodinas en las que tapa los muebles y apliques para bloquear el presente y que el pasado pueda abrirse paso. A solas con sus pensamientos, en su habitación, escribe su diario, rumiando acciones pasadas y presentes en una metódica narración de voz en off.

«Tienes una noción general de quién es: se trata de un tipo misterioso y hay algo de extraño y meticuloso en sus rutinas, hasta que, poco a poco, comienzas a darte cuenta de lo que ha sido y de las cosas que ha hecho en la vida», dice Isaac del informal método de Schrader de desvelar al personaje y sus actos. «Tell es alguien que ha elegido permanecer en un estado de limbo; ha aprendido a contar cartas en la cárcel y ha escogido el mundo de las apuestas de baja estofa para ir ganándose la vida. No tiene ningún tipo de prisa».

Isaac se sintió atraído por Tell porque sus motivaciones no son inmediatamente aparentes. «A los hombres les cuesta mucho expresase, y algunos están tan heridos en su interior que no saben cómo abrir las puertas», dice Isaac. «En el caso de William, ha hecho algo tan malo que cabe preguntarse si una persona así merece algún tipo de empatía. Pero la investigación de sus procesos es fascinante».

«Se trata de otra entrega en la saga de Paul de “hombres solos en su habitación” y debo decir que el personaje de William Tell me enganchó desde el primer momento», añade Isaac. «Cada vez valoro más cómo Paul sabe conferir a sus guiones espacio para los pensamientos, los textos subyacentes y la exploración del subconsciente, cosas que tal vez parezcan tener sentido, pero que realmente no encajan de un modo lógico. Hay trabajo que hacer cuando tienes que afrontar sus películas. Pero, después de varias lecturas o visualizaciones, llegas a darte cuenta de que la mente humana no siempre funciona de una forma lógica, lo cual es esencial para entender tanto a William Tell como la obra de Paul, en general».

Tiffany Haddish, cuyo personaje, La Linda, centra el interés amoroso de Tell durante el transcurso de la película, ofrece una perspectiva única del protagonista, tan propio del universo de Schrader. «Es soldado y escritor, un tipo muy misterioso que está lidiando con sus sentimientos y emociones, pero que, al mismo tiempo, tiene mucha habilidad para jugar al póquer e interpretar el lenguaje corporal de la gente», dice Haddish. «No se limita a contar cartas. Podría ser considerado un asesino. Pero también es amante, aunque trate de reprimir esas facetas complicadas de sí mismo».

En una conferencia de seguridad sobre interrogatorios y veracidad, presentada por el comandante veterano de combate John Gordo (Willem Dafoe), Tell conoce a Cirk (Tye Sheridan) un adolescente que ha abandonado los estudios y cuyo padre conecta con el pasado en Irak de nuestro jugador de póquer. Omitiendo el turbio papel de Gordo en la ecuación, THE CARD COUNTER cambia de tercio para centrarse en la relación en ciernes entre Tell y Cirk.

«A William se le presenta de pronto la oportunidad de reengancharse el mundo a través de este joven, y comenzamos a ver cómo pierde algunas de sus cualidades negativas», dice Isaac. «Elabora un plan para ser el mentor de ese chaval como una oportunidad para perdonarse y ser perdonado, a su vez. El personaje de Tye es el que abre una brecha para William. Por primera vez, parece posible algún tipo de redención».

El insospechado dúo se lanza a la carretera para recorrer un casino tras otro, mientras William despliega su saber hacer en las mesas de juego. Entretanto, la identidad y las motivaciones de Cirk se van aclarando. Al igual que Tell, el padre del adolescente cometió crímenes similares en Irak, y fue entrenado por el mismo oficial militar sádico. Albergando sus propios demonios tras el suicidio de su progenitor, Cirk se ha embarcado en una peligrosa misión: capturar, torturar y matar al superior de su padre en Irak. Y quiere que Tell le ayude a hacerlo.

«En mi historia, a los tipos como al comandante Gordo les va bastante bien en la vida; son asesores privados de equipación de seguridad, y trabajan en el circuito de las conferencias tras haber salido indemnes, sin castigo alguno, de los abyectos y oscuros crímenes que han cometido», dice Schrader. «Los que han cumplido condena son los soldados de infantería como Tell y el padre de Cirk, mientras que Gordo anda por el mundo haciendo dinero».

En THE CARD COUNTER, La Linda también se gana la vida en ese mundo como representante de jugadores profesionales; su trabajo consiste en fichar y financiar a jugadores estrellas como Tell para enriquecer al conglomerado que la tiene contratada a ella. La Linda muestra un interés personal por Tell, que es reacio a firmar con la agencia hasta que esta le convence de que aspire a un perfil superior en el circuito de las apuestas y participe en la Serie Mundial de Póquer. Forjan una relación comercial que se vuelve lucrativa y, más adelante, amorosa, obligando a Tell a abrirse aún más.

«La Linda es como un buitre o un búho, observando a su presa para ver cómo se mueve o maniobra», dice Haddish. «Ha visto jugar a Bill, sabe que es capaz de contar cartas y es consciente de que puede hacerles ganar dinero, a ella y a sus inversores, así que se lanza al ataque. Pero luego quiere también su corazón».

Haddish, conocida por sus papeles de tipa malhablada y verborreica en comedias escandalosas y gamberras como Plan de chicas, aceptó interpretar el personaje de La Linda porque adora la obra de Schrader, en especial El beso de la pantera, su remake de 1982 del clásico de terror, filmado en Nueva Orleans y protagonizado Nastassja Kinski. «Es una película sobre una mujer que trata de descifrar quién es y lo que la define, y resulta ser nada menos que un felino», cuenta riéndose Haddish. «Me sentí muy identificada porque la primera vez que la vi yo también estaba tratando de dar con mi identidad. A Paul se le da muy bien contar historias sobre personajes que tratan de descifrarse».

Schrader contactó con la taquillera superestrella y le pidió leer su última obra después de que ambos recorriesen el circuito de galardones de 2017, con El reverendo y Plan de chicas, respectivamente, dos películas que no podían ser más dispares. A Schrader le encantó su interpretación en Plan de chicas y quería ver qué era capaz de hacer en un papel dramático. Haddish se lanzó de cabeza a la oportunidad de trabajar con Schrader, deseosa de mostrar una faceta distinta de sí misma al público, que esperaba de ella el descaro y la frescura de su personaje de Plan de chicas, Dina.

«La Linda es una especie de proxeneta, pero fuera del ámbito sexual; tiene mucha personalidad y su trabajo es hacer dinero para sus inversores», dice Haddish. «Como comediante, dado que mi trabajo es estimular el alma del público y convencerlo de que se embarque en un viaje conmigo mientras les cuento una historia, sentí que podía aportar el carisma y la personalidad necesarios para conseguir que los espectadores se metiesen en esta trama».

«La Linda es vibrante, tiene vitalidad y una vida con sentido propio. William lo ve y se siente atraído por este extraño trío que forman, incluyendo a Cirk», dice Isaac. «Se convierten en una cuerda salvavidas o familia sustituta para él».

Pero a Schrader nunca le han interesado las familias felices ni los finales de cuento; lo que le preocupa siempre es el abandono y el aislamiento de hombres solitarios, desde Travis Bickle y su creciente locura en Taxi Driver a Toller y su lento desmoronamiento en El reverendo. La trayectoria de William Tell es igualmente dolorosa y existencial, pero, a medida que su personaje se desarrolla y transforma durante el metraje de THE CARD COUNTER, también crece el progresivo y conflictivo temor, hasta que la película estalla en un acto de violencia catártica.

«Mi objetivo es crear una fractura en el cerebro del espectador, abriendo una brecha entre lo que desean y esperan de mis personajes y lo que sienten después de pasar tiempo con ellos», dice Schrader. «Cómo hacer ese ajuste depende de ellos, pero conseguir que el espectador se enganche en este tipo de conflicto es lo que todos los artistas buscan. Lo importante no es tanto lo que piensen los espectadores, sino que piensen».


El reparto
La relación de Oscar Isaac con Schrader se remonta a muchos años atrás. Después de terminar sus estudios en la Escuela Juilliard, el actor de origen guatemalteco se presentó a un casting para el afamado director y guionista en un centro comercial de Los Ángeles. El papel en juego era el protagonista de The Jesuit, una historia de acción escrita por Schrader que terminaría dirigiendo Alfonso Pineda Ulloa, sin la participación de Isaac ni Schrader.

Aunque no realizaron juntos The Jesuit, ambos se hicieron amigos, y así el joven actor entró en el radar de uno de sus grandes ídolos. «La aportación de Paul Schrader al cine estadounidense forma parte de mi vida», afirma Isaac. «Es un gigante del cine, y sus guiones y películas me inspiraron para convertirme en actor».

Después del éxito de crítica de El reverendo, Schrader se concentró en THE CARD COUNTER como su siguiente proyecto e inmediatamente pensó en Isaac, cuya carrera había despegado con éxitos de autor como A propósito de Llewyn Davis y Ex Machina, y grandes taquillazos como los episodios VII, VIII y IX de Star Wars, y X-Men: Apocalipsis.

«Me gusta un tipo determinado de actor, y para El reverendo pensé en Oscar Isaac, Jake Gyllenhaal y Ethan Hawke. como Ethan era un poco mayor que los otros dos, resultaba perfecto para encarnar al reverendo Toller», cuenta Schrader. «Pero nunca dejé de pensar en Oscar. Es alguien a quien siempre he querido convertir en uno de mis personajes».

Schrader contactó con el atareado intérprete, ofreciéndole el guion de THE CARD COUNTER —y ser el protagonista—, pero pidiendo una respuesta lo más pronta posible. Isaac firmó para interpretar a William Tell al día siguiente. «Obviamente es un actor muy bueno, pero además tiene una intensidad y un look que es un cruce entre Ramón Novarro y Marcelo Mastroianni», dice Schrader. «Oscar es hispano —su apellido real es Hernández—, y a esa intensidad le acompaña cierto vacío en el que puedes percibir cosas. Cuando Oscar quiere resultar vacío, puede resultar vacío. Sabe cómo hacerlo intuitivamente, igual que Ethan Hawke lo hacía en mi anterior película».

Para ayudar a Isaac a comprender la intensidad que William Tell guarda en su interior, Schrader le hizo leer El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma, de Bessel van der Kolk, uno de los más reputados expertos en estrés postraumático del mundo. «Ese libro fue revelador en muchos aspectos para dar forma al personaje», afirma Isaac. «Los hombres como William Tell en realidad no han gestionado el trauma que han sufrido porque no saben cómo hacerlo; incluso está mal visto que un hombre como él busque ayuda. William no sabe cómo vivir, ve peligros por todas partes y se ha encerrado en sí mismo. Incluso cuando crees que ha hecho algunos progresos mentales (para curarse), sus reacciones físicas a las cosas negativas que han pasado no se van tan fácilmente».

A la hora de encontrar un actor para Cirk, el joven que ayuda a William a salir de su rígido caparazón, Schrader eligió a Tye Sheridan, cuya carrera despegó cuando era niño con títulos como El árbol de la vida y Mud, y rápidamente dio el salto a éxitos de los grandes estudios como Ready Player One y la franquicia X-Men. Fue de gran ayuda que Isaac y Sheridan ya hubieran trabajado juntos en X-Men: Apocalipsis en 2016. «Es un encanto de tío, y un gran actor con una energía fantástica», dice Isaac de su compañero. «Fue bonito hacer con él escenas que implican a dos personajes que no están en la misma onda. Cirk tiene algo desgarrador, y el hecho de que ya nos conociéramos como actores, y estuviéramos cómodos juntos en las escenas, ayudó a dar vida a esa dinámica padre-hijo que tienen estos dos personajes».

Ninguno de los profesionales que trabajaban en THE CARD COUNTER estaba preparado para lo que Haddish aportó en el papel de La Linda. «Tiffany es una luchadora que siempre está intelectual, emocional y físicamente en movimiento. No tiene botón de pausa», dice Schrader. «La Linda es una persona que sabe descifrar a los demás, pero se mantiene distante. Como director, tuve que frenar a Tiffany para que no fuera tan suelta como es de forma natural, y obligarla a ser más calculadora, no una mujer espontánea que dice lo primero que se le ocurre».

Haddish se vio desafiada en todos los aspectos como intérprete, pero se mantuvo firme frente a Schrader en algunos aspectos del personaje, como su apariencia. «En el guion, La Linda vestía un poco a lo cutre, y eso no me gustaba», cuenta la intérprete. «Llegamos a un punto en común, y vestí cosas que era un pelín demasiado pequeñas para ella, de Forever 21 y Sahara. No era mi estilo, pero era 100 % La Linda. Ella quiere llevar la ropa más bonita, estar sexy y tener lo mejor de lo mejor, pero como proviene de San Luis Oriental, no sabe lo que es la moda en condiciones».

Schrader sacó a Haddish de su zona de confort para que La Linda no se pareciera en nada a los
personajes más conocidos de la cómica, como la deslenguada Dina de Plan de chicas. «Como monologuista trabajas muy duro en crearte un personaje, la mayor parte del tiempo por ti misma, y Paul me pidió que me deshiciera de Dina porque La Linda no tenía nada que ver», explica Haddish. «Necesitaba que yo fuera otro tipo de persona, nada de cantar y bailar. Me hizo plantearme si era una buena intérprete o no, pero me retó en muchos aspectos: el personal, el profesional y especialmente en relación con mi arte».

Schrader también la animó a que se deshiciera de esa forma de hablar tan rápida que la actriz lleva desarrollando desde sus comienzos como monologuista. «Él me indicaba cuándo mi voz se volvía muy cantarina, como en un monólogo, y si era necesario contenerme», dice Haddish. «Me mantuvo dentro del drama, pero también me dio un poco de libertad. La Linda es un personaje simpático, y Paul me enseñó cómo ser La Linda sin dejar de ser yo misma, sin abandonar del todo la superpersonalidad por la que soy conocida».

Antes de aceptar el papel, Haddish no sabía nada sobre juego, apuestas y representantes. Conocía las reglas del póquer, y estaba familiarizada con el blackjack, pero sabía que, para encarnar convincentemente a La Linda, iba a tener que explorar el mundo del juego, y así encontrar a su personaje... y al de Isaac. «La Linda no juega a las cartas en la película, así que no tuve que aprender todas las cosas que Oscar hace», explica Haddish. «Pero debía comprender los juegos que él realiza para que nuestros personajes pudieran forjar la química adecuada».

En el fondo, THE CARD COUNTER es una historia de amor, y la pareja de actores transmite una química palpable en la pantalla, especialmente durante su escena de amor, que fue la primera para Haddish. «Trabajar con Isaac ha sido una gran lección para mí porque sabe cómo mantenerse quieto, y en una escena puede decirte todo sin pronunciar una sola palabra», afirma Haddish. «Lo puedes ver en su lenguaje corporal, la forma en la que sus ojos van de un lado a otro, cómo agarra un vaso de la barra. Todo eso cuenta cosas acerca del personaje y lo que pasa por su cabeza, y queda transmitido sin ningún esfuerzo. Aún estoy aprendiendo cómo hacer eso. Soy una persona muy física por naturaleza, pero se puede dominar mucho con la quietud».


El rodaje
THE CARD COUNTER es la tercera película seguida que Schrader rueda con el director de fotografía Alexander Dynan (Goodnight Mommy), tras el estridente thriller criminal Como perros salvajes y la sutil El reverendo, una película centrada en los personajes que estaba repleta de tonos terrosos y grises invernales. Para esta tercera cinta, Dynan debía capturar el colorido pero monótono mundo de los casinos interestatales que están un nivel por debajo de la tradicional vulgaridad de Las Vegas, así como los apagados entornos de la prisión de Leavenworth donde William Tell cumple condena, y su desgarradora experiencia como torturador en Abu Ghraib.

«No puedes hacer mucho con el mundo de los casinos interestatales y costeros, son simplemente espantosos», afirma Schrader. «Es como estar atrapado en el cuarto de baño de Donald Trump. Tienes toda esa ostentación, y debes compensarla con la sobriedad de los flashbacks. Nuestra paleta estaba muy limitada desde el principio porque no puedes reinventar los casinos ni la celda de una prisión».

Para las escenas de torturas, el equipo de diseño recreó Abu Ghraib. Para estos flashbacks, Schrader indicó en el guion que quería que esas pesadillescas escenas parecieran una realidad virtual totalmente envolvente, un efecto que en la película resulta en un descenso en primera persona a un infierno como el de El Bosco. Para ello, Dynan empleó tecnología de realidad virtual para presentar una versión aplanada y equirrectangular de la imagen estándar, que hace sentir al espectador que está recorriendo los sucios pasillos de la famosa prisión, y observando —si no ejecutando— atroces actos de tortura.

«Piensa en cuando se suben vídeos de realidad virtual a YouTube o Vimeo y el reproductor no puede manejar el atributo de 360º de las imágenes: estas quedan comprimidas y aplanadas de forma muy extraña», explica Dynan. «Las puertas se doblan y las siluetas se distorsionan hacia el margen del fotograma. Lo veo como una evolución del trabajo de James Wong Howe en Seconds, pero sin la necesidad de construir decorados torcidos».

Para conseguir el punto de vista en primera persona que Schrader quería, Dynan contó con la ayuda de Ben Schwartz, técnico de imagen digital cuyo trabajo en el cortometraje de realidad virtual Ashe ’68 puso a los espectadores en el lugar de la estrella del tenis Arthur Ashe en el Open de Estados Unidos de 1968. «Sin entrar mucho en tecnicismos, terminamos rodando con la cámara RED con unas lentes superanchas, para después reubicar la imagen en formato 2:1», explica Dynan.

THE CARD COUNTER se rodó en el estado de Misisipi (EE. UU.), antes de que la pandemia de COVID-19 detuviera la producción en marzo, cuando solo quedaba una semana de rodaje.


La banda sonora
Para la taciturna y visceral banda sonora de la película, Schrader acudió a Robert Levon Been, el cantante y compositor del grupo Black Rebel Motorcycle Club, que hace poco celebró su vigésimo aniversario. Been —cuyo difunto padre, Michael Been, fue cantante de The Call, y compuso canciones para Posibilidad de escape, el drama de 1992 dirigido por Schrader— trabajó codo con codo con el director para escribir las delicadas, sutiles y hechizantes canciones que sirven de narración alternativa en la película, ilustrando la confusión interior de William y su transformador viaje.

«Lo que comenzó como un encargo para escribir una canción para los títulos de crédito derivó poco a poco en crear toda la banda sonora de la película», cuenta Been, cuya primera incursión en componer música para cine fue con la comedia romántica Amor zombie (2014), dirigida por Jeff Baena. «En este caso mi método fue poco convencional y, en esencia, se desarrolló a contramarcha, una vez que elaboré la canción que cierra la película. Yo era un adolescente cuando mi padre trabajó con Paul en Posibilidad de escape, componiendo temas en el estudio de casa. Yo grababa en secreto, cuando Paul no estaba, partes de guitarra y bajo, hasta que al final me pillaron. Poder trabajar con él tantos años después —esta vez, legítimamente— es de lo más surreal».