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Polo Sur

Pop-Rock

Fecha de publicación del disco: 28 de agosto de 2006

1.Besos al aire
2.Cintura de arena
3.El vaivén de las olas
4.Las palabras solo son palabras
5.Amor es droga
6.Emborrachame de amor
7.Cuestión de fe
8.Páginas en blanco
9.Juegos
10.El extraño viaje
11.Sin ti
12.Pegado a tu cuerpo

Primer disco en solitario
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Decir que el disco Polo Sur abre la carrera en solitario de Javier Ojeda, cantante de Danza Invisible, no es decir la verdad completa. De hecho, Javier lleva años buscándose la vida en garitos, descargas, colaboraciones anónimas, experimentos esporádicos, recitales sorpresa, discos de colaboraciones y demás, para poder sacar lo que al margen de Danza hay en él. Lo invisible del cantante más energético de su generación. Polo Sur no es más que la constatación discográfica de una realidad: el talento musical y el lenguaje expresivo de JO va más allá del libro blanco de Danza Invisible.

Polo Sur certifica varias cosas. Una, que Javier Ojeda pertenece por todo derecho a una transgeneración de cantantes teatrales, de histriones de la voz, en un país, España, donde a los intérpretes masculinos, salvo excelsas excepciones, les ha dado siempre mucha vergüenza salirse de su carril vocal y expresivo. Un ejemplo para entendernos: a Brassens o Brel sólo lo podían trasladar en español cantantes latinoamericanos. En España o somos muy excesivos o tenemos mucho sentido del ridículo. Javier es por mediterraneidad (o mejor, ‘malaguitud’), condiciones vocales y físicas, origen y carácter, formación musical y por llevar más años en el escenario que un palmero de Lola Flores, miembro de esa lista heteróclita de intérpretes donde habitan desde un Bunbury a un Tino Casal, desde un Raphael a un Nino Bravo, desde un Miguel Bosé a un Javier Álvarez, pasando por Mike Kennedy, por Camilo Sesto o Marc Parrot y su alias con peca.

En Polo Sur Javier es más amplio y Ojeda que nunca. Es seductor. Es puta. Es crooner desatado. Es salsero medio tumbao. Es a veces David Sylvian fusionado con Héctor Lavoe. Es el chico al que cierto house le puede caber y el que ha sido capaz de convertir a los discutibles ochenta en referencia elegante, quitándole las hombreras y los lamés horteras. Los excesos de teclados en muchas de estas canciones se convierten en señales y texturas. Es otra de las certificaciones: los ochenta aportaron mucho más musicalmente de lo que se reconoce. Y estos ochenta de Polo Sur son elegantes y destilados.

Última certificación: se nota que Javier ama las canciones. Ama al pop (en el sentido amplio de música popular) y a estas alturas ya no se debe a bandera estilística alguna. Demuestra que viene de los ochenta pero que a estas alturas ya no le importa ser más Simple Minds que Bryan Ferry o ser más Prefab Sprout que New Order. No le importa reconocer que los boleros le matan. Que le gusta bailar y hacer bailar. Llegados a los cuarenta años, ya somos dueños de nuestra fatalidad o nuestra excelencia. Lo único que le pedimos a un artista es que nos cuente lo que sabe. Que no cree tan sólo pensando en los otros 40 que se llaman principales. A partir de ese momento sólo se entra en los cuarenta por derecho, aunque camines torcido. Y Javier sabe mucho más de lo que muchos sospechan.

Ha hecho un disco que también es un poco ahí queda eso. Devorador de ritmos y sonidos, Javier puede irse ya tranquilo a la cama con este Polo Sur. Elegante y lleno de alma. Oscuro a veces y sugerente siempre. Como un volcán helado. Como esos depredadores que sin tocarte un pelo te hacen temblar sólo acariciando el borde de una copa sin mirarla. Hijo de su historia, nos la cuenta ahora. Estamos ante un músico con cosas que contar. Con cosas que cantar. Canta en Polo Sur uno de los autorretratos posibles de un cantante superlativo. Un tipo al que no le importa expresar lo que lleva dentro. Ya se sabe: uno empieza a ganar cuando ya sabe que no tiene nada que perder.

En Polo Sur, Javier ha hecho lo que sabe hacer mejor, rodearse de amigos con los que disfrutar su excelente cultura musical. Así el teclista y arreglista invidente Toni Romero; el guitarrista y compositor del grupo malagueño ya desaparecido Serie B, Agustín Ansorena; el guitarrista y arreglista Miguel Paredes, miembro actual de otro elegante grupo malagueño, Caradefuego y productor de Efecto Mariposa; la cantante de los mismos, Susana Alva; el saxofonista Roberto Cantero, el batería Coki Jiménez y Toni Cantero músicos con el primero del fantástico grupo malagueño de funky y hiphop Fulano y ahora en el nuevo Chambao; el bajista de Héroes del Silencio, Joaquín Cardiel, un musicazo; Javier Caffarena, otro músico malagueño asociado al cine; Isaac Aguilera (El Joven Isaac), guitarrista y arreglista, miembro de grupos como Domestic y, por supuesto, Nacho Serrano, hoy reputado productor y arreglista musical de música dance, house y electrónica y miembro de los míticos Niños de Brasil.

Asimismo están las letras de José Mari Villalobos, alter ego del enigmático Sr. Gris, o Antonio de la Rosa, letrista de los últimos discos de Danza Invisible. Letras que siguen situando a Ojeda en el territorio que más le gusta: la seducción, la sensualidad, la melancolía del fin del verano y las fiestas que acaban, la ausencia, las carreteras o el escenario marino, un escenario propio de road movie por la carretera de la Costa del sol donde Ojeda vive desde los 18 años, en ese pueblecito ya epítome del se vende/for sale que es Torremolinos y que un buen día fue barrio de Málaga para escindirse con toda su originalidad semisajona y crear mito. Y casi Javier se fue a Torremolinos desde Málaga a la vez a la vez que ambos pueblos se separaron: años de juventud, rebeldía y energía a los que hoy se asiste con una mezcla de melancolía, cinismo, serenidad y ternura. Y así suena el disco: doce fragmentos de una película con mucho de ese escenario solar, lleno de carteles en inglés junto a matas de pita y chumberas donde cada verano el amor llega y se va. Como del verano al otoño.

Recuerda un poco a ese disco de Germán Coppini en solitario, para el que suscribe una joyita olvidada, El ladrón de Bagdad, en el sentido de una obra de ser una obra de un cantante/creador de muy amplio espectro que a veces se ha visto demasiado aherrojado por el peso de su banda. Pero es Polo Sur un disco más exacto, sutilmente conceptual, más preciso en su tiro, donde ya Ojeda no se ve en la necesidad de mostrar todo lo que sabe hacer. Un trabajo que recuerda que Ojeda siempre ha sido un cantante, que quizá haya querido ser El Cantante (título y casi nick nobiliario con el que el salsero Héctor Lavoe pasó a la posteridad), pero que no sabe ni quiere disfrutar de su talento en egotrip solitario, sino como celebración, en compañía de otros. Las versiones de clásicos, de las que se pueden disfrutar tres en este disco, es otra de las señas de identidad de Javier, quien ya en 2001 ofreciera varios conciertos en solitario con su banda El Tercer Mundo –algunos de cuyos músicos colaboran con él en este Polo Sur– haciendo muy peculiares versiones de temas de Lavoe, Bowie, Roxy Music, Ray Davies o Prefab Sprout. Quizá en aquellos trabajos esté parte del germen de este Ojeda que sale a cantar en una sala de fiestas de la Costa del Sol, si la Costa del Sol fuese Las Vegas metida en una burbuja lynchiana y siempre que el cantante pudiese ir a cantar con su basca, montado en su bicicleta, derrochando energía, amistad, entusiasmo y líneas armónicas de voz a aquel que quiera lanzarse a bailar con él, a sentir con él toda una memoria de teclados, guitarras, viajes, susurros, falsetes, caricias lentas y teatros en miniatura.


1.Besos al aire: El primer tema pide en su letra “Algo que poder tocar, algo que poder sentir, algo que poder soñar junto a ti” y en su sonido guitarrero nos traslada al mejor Roxy Music. En algo recuerda aquellos discos originales de Danza, A tu alcance o Contacto interior. Una vez más Ojeda canta desde la puesta de sol. La hora bruja donde tanto en Danza como en el resto del disco una y otra vez aparecen.

2.Cintura de arena: Una suerte de soul danzable y elegante a lo Erykah Badu. Con una guitarra bluesera y una sugerente línea de violín. “En las caracolas ya no se oye el mar/ cuando tú no estás”. Muestra esta melancolía tan costasoleña donde detrás de cada éxtasis solar hay una conciencia de paraíso que se marcha, de cementerio marino. Ojeda se hace fuerte en el recitativo. Muy pegadizo el estribillo.

3.El vaivén de las olas: Con ruido de proyector de película escuchamos una entrada de bajo que podría firmar U2. “Hace algunos años todo llevaba un ritmo más lento”, dice esta especie de crónica de melancólico perdedor con canción dentro de la canción. Una canción que podría versionear el mismísimo Bunbury. Tiene un poco de sus admirados Prefab Sprout, capaces de hacer micropop narrativo con alardes sinfónicos.

4.Las palabras solo son palabras: Un slide guitarrero y la batería de Coki abren este tema contundente. Con la voz de Susana Alva, la cantante de sus paisanos Efecto Mariposa, casi devolviéndole el favor de las 48 semanas de número 1 en 40 principales que el tema No me crees, cantado a dúo con él, supuso. “Las palabras sólo son palabras. Nada cambia todo sigue igual” dice este buen estribillo que musicalmente podría firmar Gainsbourg.

5.Amor es droga: Unos jadeos abren esta versión del maravilloso tema de Ferry y Roxy Music, Love is the drug, con versión en español de Antonio de la Rosa el último letrista de Danza Invisible... Curiosamente, suena más al Bowie de Let’s dance que al Ferry que lo idolatraba desde siempre. En estos temas Ojeda muestra su adeene como quien enseña una cicatriz de la que no se avergüenza. Garitos nocturnos y canalleo en una voz que ya tiene solera.

6.Emborrachame de amor: Seguimos con las versiones. Emborráchame de amor muestra una de las debilidades del cantante: los clásicos latinos y del bolero. Los agudos de Javier le permiten hacer cosas que sólo un Héctor Lavoe (uno de sus héroes y malditos que alientan sus gustos) puede permitirse. Sin embargo, como en otras ocasiones, no hay camaleonismo bowiano, sino ojedización. Canta con suavidad y chulería cool algo donde podría desatarse, pero no lo hace. “Bolero portuario, con olor a mar”, definió esta canción su compositor, el peruano Mario Cavagnaro. Los teclados del malagueño Toni Romero le dan el tumbao y el feelin’ que necesita esta pieza. De nuevo Javier en su club peculiar, casi cantando en el Teatro del Silencio de Mullholand Drive.

7.Cuestión de fe: Volvemos a pie de orilla con un puntito funky. El lugar donde las emociones de Ojeda le invitan a la reflexión sobre el paso del tiempo. Con letra de Antonio de la Rosa, canta: “Cualquier ilusión perdida/ Puede encontrarse después/ Porque a veces esta vida/ Es sólo cuestión de fe. /De pie frente a la playa/ Veo al mar romper su pena/ Y no importa dónde vaya/ Que siempre vuelve a la arena. /Es sólo cuestión de fe”, permite a Ojeda mostrar sus calidades vocales más elviseras. Un histrionismo vocal sin caer en la autoparodia ni en el egocentrismo. Los coros de Tachenko también brillan.

8.Páginas en blanco: La guitarra nos vuelve a llevar a la melancolía pop. Un tema escrito por el Sr. Gris sobre la falta de inspiración. De nuevo el aire de caída de la tarde con brisa marina cercana. Los coros de Alicia Carrillo y el saxo de Roberto Cantero le dan un plus de ternura y sensualidad al tema.

9.uegos: De nuevo Javier se marca una versión. En esta ocasión del Tell it like it is, que popularizó el soulman y baladista de color Aaron Neville, con música y letra de George Davis y Lee Diamond. Basada en la adaptación al castellano de Freddy Fender. Javier la canta estupenda y sencillamente.

10.El extraño viaje: Las olas del mar y una cita sonora a la celebérrima banda sonora de Encuentros en la Tercera fase abre esta otra canción de ambiente marino, sirenas cercanas con citas cinéfilas. Es el tema con aires más flamenco chill. Ma non troppo. Javier le pone voz a un mensaje teatral muy soul dentro una botella. Fantásticos los coros femeninos de Natalia Clavier.

11.Sin ti: Este funky con recitativo sobre la sensualidad es su sexual healing, donde más recursos seductores y eróticos saca con su voz. Con un deje aflamencao, Javier se deja mecer y mece a la chica que quiera creer que a ella se la canta. Sonará en discotecas, seguro.

12.Pegado a tu cuerpo: Unas campanitas de fondo anuncian que acaba el disco con su primer single. Pegado a tu cuerpo, con letra de Juan Mari Montes y un estribillo pegadizo. Y una línea más ochentera. Una vez más el bajo –los bajos– de este disco, junto a los teclados y las guitarras marcan el ritmo y la cadencia. El nanana del estribillo sirve para irse con una extraña mezcla de sensualidad, alegría y melancolía. Te entran ganas de comenzar de nuevo a hacer girar el círculo.

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