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Hijo de la luz y de la sombra

Melódica

Fecha de publicación del disco: 23 de febrero de 2010

1.Uno de aquellos
2.Del ay al ay por el ay
3.Canción del esposo soldado
4.La palmera levantina
5.El mundo de los demás
6.Dale que dale - con Miguel Poveda
7.Cerca del agua
8.El hambre
9.Tus cartas son un vino
10.Si me matan, bueno
11.Las abarcas desiertas
12.Solo quien ama vuela
13.Hijo de la luz y de la sombra

Poemas de Miguel Hernández
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Hijo de la luz y de la sombra es el álbum de 2010 de Joan Manuel Serrat. Está basado en los poemas de Miguel Hernández, con colaboraciones de Joan Albert Amargós y Miguel Poveda.

Es un año en el que se cumple el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, una figura sobre la que Serrat ya había trabajado (Miguel Hernández - 1972).

Se lanza en formato CD + DVD. El CD contiene 13 canciones y el DVD es un documental de 30 minutos de duración.


Carta abierta de Joan Manuel Serrat
Queridos desconocidos en general y sin embargo amigos la mayoría:

El 23 de Febrero aparece mi último trabajo discográfico: "Hijo de la luz y de la sombra". Un puñado de canciones sobre poemas de Miguel Hernández. Una prolongación del disco que apareció en 1972 y también un complemento.

Trece nuevas canciones componen esta entrega. Un amplio recorrido por la obra de Miguel Hernández que incluye desde poemas de juventud como "La palmera levantina" hasta versos de "Hijo de la luz y de la sombra", el más hondo y ambicioso de sus poemas, probablemente su obra maestra cuya lectura recomiendo de manera especial.

¿Por qué vuelvo a escarbar de nuevo en la obra de Miguel Hernández…? Fundamentalmente por dos razones. Una, porque este año se cumple el Centenario del nacimiento del poeta y, como viejo amigo que soy, me sentía en la obligación de celebrarlo desde los escenarios. La gente me lo iba a pedir. La gente ama al poeta y, como yo, no dejaría pasar la onomástica sin recordarla.

En principio, la idea buscaba apenas refrescar el viejo repertorio con un par de nuevas canciones así que, sin grandes expectativas, volví a bucear en su poesía pero a medida que los viejos versos me devolvían nuevas emociones y las ideas se iban materializando en canciones fue creciendo mi entusiasmo hasta que finalmente, a la vista de la bondad del material resultante, aposté decididamente por este trabajo que ahora presento. Una nueva entrega de sus versos listos para cantar.

La otra razón que me ha empujado a volver sobre la obra de Miquel Hernández, la más importante y la que me convenció del interés y validez del proyecto es la intemporalidad de su poesía, la vigencia de sus versos más allá del lugar y el tiempo en que vieron la luz, más allá del contexto en que nacieron, versos que siguen sonando tan sólidos y frescos como si hubieran sido escritos ayer y aquí.

Ha sido fundamental haber contado con magníficos colaboradores para llevar el proyecto a buen puerto. A todos ellos mi gratitud, desde la capitanía de Joan Albert Amargós en la preparación de las canciones, los arreglos y la dirección musical hasta la paciencia y el trabajo de Raúl Cuevas en la grabación y de José Luis Crespo en las mezclas. Ellos son una muestra de la larga lista de amigos y colaboradores que han hecho posible este "Hijo de la luz y de la sombra".

Me gustaría que este trabajo ayudase a acercar al público la poesía de Miguel Hernández, a mi entender uno de nuestros poetas contemporáneos fundamentales, y que la gente, más allá de las canciones, encuentre en los libros el alma del poeta.

La fecha de aparición de este trabajo es producto del azar aunque confieso que no me parece mal la coincidencia. Al fin y al cabo, visto desde la distancia, el 23 de Febrero de 1981 fue el día en que el franquismo perdió su última batalla y nada mejor que celebrarlo con vosotros descorchando este manojo de canciones que, con versos del poeta de Orihuela, he preparado en la esperanza de que os conmuevan como a mí.




Otro Miguel Hernández (por Agustín Sánchez Vidal)
Esta segunda entrega hernandiana no es una simple prolongación de la que hizo Joan Manuel Serrat hace 38 años. Supone algo distinto, una relectura atenta, que amplía y enriquece considerablemente la primera.

Mucho ha cambiado entre tanto la percepción del poeta. Cuando murió, en 1942, su obra impresa no llegaba a las 500 páginas. De ellas, el franquismo sólo permitió la libre circulación de unas 200. Y hubo que esperar a 1960 para que la edición argentina de Losada alcanzase el millar. Sobre ese corpus se asentaba aquel álbum, que tantos caminos abrió.

Las Obras completas aparecidas en 1992 acrecentaron al escritor hasta las 2.500 páginas. Ese es el Hernández espigado para culminar Hijo de la luz y de la sombra, donde el cantautor no ha dudado en arriesgarse, yendo a buscar los versos hasta los rincones más escondidos. Y si ya en 1972 se habían rehuido tantas obviedades, ahora se ha ido todavía más lejos, ensanchando todos los registros: poemas de adolescencia, formación y tanteo; de tránsito, experimentación y plenitud; de repliegue, depuración y balance.

El arranque, Uno de aquellos, se basa en un soneto en alejandrinos incluido en Viento del pueblo, "Al soldado internacional caído en España". La adaptación, nada fácil, ha preservado su empaque, la poderosa osamenta épica, subrayada por instrumentos como la trompa. Pero los acordes encomendados a la guitarra rinden homenaje a los folksingers estadounidenses y los combatientes de la Brigada Lincoln (uno de cuyos integrantes, por cierto, colaboró con Hernández para convertir sus versos en canciones). Y en su apoyo acude un sonido tan paisano y cotidiano como la armónica, instrumento que tocaba el poeta para entretener sus soledades de cabrero.

Temáticamente esta pieza inicial guarda afinidad con Si me matan bueno: si vivo mejor, extraído de la obra de teatro bélico Pastor de la muerte. Sin embargo, en lo musical es otra historia. Aunque existan vínculos entre el Caribe y el folk americano -como la Guantanamera de Pete Seeger- el arrimo a los sones cubanos de esta composición evoca a Pablo de la Torriente, un brigadista de esa nacionalidad, muy querido por Miguel.

También fluye una corriente subterránea entre los poemas juveniles Del ay al ay por el ay y Dale que dale. Serrat ha captado con no poca sutileza esa veta que discurre bajo toda la obra hernandiana. Una raíz que arranca de su temprana afición al flamenco en Orihuela, para prolongarse en la pena negra de El rayo que no cesa y desembocar -ya a tumba abierta- en la etapa carcelaria. Un venero que en el segundo tema aflora de modo explícito en las apoyaturas vocales de Miguel Poveda.

La zona de sombra que contrapuntea este disco se acentúa con El hambre, de El hombre acecha, libro donde las esperanzas se gangrenan por fricción con la inminente derrota. Y termina dándose de bruces en El mundo de los demás, tan opaco y desasosegante, marcando la traslación desde el combate y los versos proferidos hasta el intimismo donde apenas se susurran.

Este último registro enlaza un tema del novio primerizo, Tus cartas son un vino, con dos de esa etapa postrera. Son apuntes despojados e inermes, que oscilan entre la levedad de Cerca del agua -una desleída acuarela- y el más esperanzado de Sólo quien ama vuela.

Entre medio, se despliega todo un mundo de claroscuros y contrastes. La Canción del esposo soldado, de Viento del pueblo, ha de transcribir el desgarro de quien se siente tan capaz de propagar la vida como de dar la muerte. Mientras que La palmera levantina, con su merodeo instrumental, traduce la ardua polimetría y continuo trasiego metafórico del luminoso original escrito por un Miguel casi adolescente. Y en Las desiertas abarcas se van desgranando desengaños en una dicción próxima a los registros más melodramáticos de la copla.

El insuperable cierre lo pone la canción Hijo de la luz y de la sombra, convertido ya en una de las cumbres de Serrat, con su magistral condensación del extenso poema original. Todo rezuma plenitud en ella, a través de su intenso recitativo, celebrando el sacramento de la vida, ese pozo de misterio donde se transmiten y sellan las estirpes, el imán de los cuerpos proyectados hasta la dimensión cósmica de la que proceden.

Miguel Hernández llegó a concebir su poesía como un itinerario desde el negro de la tinta hasta el cárdeno de la sangre. No se refería sólo ni principalmente a la vertida en las trincheras, sino a la que nutría los sentimientos y enfebrecía los tinteros hasta volverlos rojos y trémulos, en pudorosa metáfora del corazón. Pues un similar proceso de madurez puede advertirse entre los dos discos que le ha dedicado el cantante, desde aquel primero de luto riguroso a este otro en negro y rojo.

Con todo, quizá existan algunos elementos de continuidad. Los rescoldos de aquel espíritu colectivo, generoso y solidario, que hizo posible la Transición. Y que aquí ha cuajado en el DVD Imágenes en busca de un poeta, donde se han implicado algunos de los más destacados profesionales del cine español. Un tributo al poeta, sin duda. Pero también a todo lo que Joan Manuel Serrat representa en nuestras vidas.

Ese remate otorga al conjunto una dimensión excepcional, la de un proyecto difícilmente repetible, que carece de antecedentes. Quien acceda a los tres discos -el de 1972, este CD y el DVD que lo acompaña- obtendrá un entrelazo de palabras, músicas e imágenes de las que resulta un Miguel Hernández en tres dimensiones. El raro milagro de este Hijo de la luz y de la sombra.


El día que canté con Serrat (por Marc Ros de Sidonie)
Ese día puse una excusa a Axel y a Jes que no puedo recordar, probablemente ellos no la olvidan por ser una de las excusas más inverosímiles que hayan oído nunca. Ese día teníamos mucho trabajo, nada menos que una mudanza de un local de ensayo a otro, la misma mañana les mandé un sms y simplemente, no aparecí. Podría haber sentido remordimientos, pero las oleadas de emoción y nervios por lo que iba a hacer diluían cualquier sentimiento de culpa, ese día iba a cantar con Serrat y no se lo dije a nadie, pura superstición.

Todo empezó con una llamada de mi amigo Jofre Bardagí, diciéndome que Serrat estaba buscando una voz grave, con acento neutro para su último disco y los dos habían pensado en mí. Me tenía que unir a un grupo de cantantes formado por Carme Canela, Laura Simó, Óscar Larios y el mismo Jofre, todos con una larga trayectoria, todos con una gran experiencia, todos sin problemas para leer partituras (porqué, claro, son cantantes profesionales y han estudiado solfeo), todos… ¡menos yo! Sin embargo acepté aún sabiendo que podría tener problemas con mi “analfabetismo” musical, tú también lo hubieras aceptado si tuvieras la oportunidad de trabajar con uno de tus artistas favoritos y estar en uno de sus discos para siempre, para siempre jamás.

Y llega el día de cantar con Serrat. Estamos en el estudio, él no ha llegado aún, hay cámaras, hay gente que me saluda y no conozco, hay atriles con las partituras de las canciones que hay que cantar, glups, hay una institución de los arreglos musicales; Joan Albert Amargós, el músico más laureado del país y el hombre que dirigirá la sesión, y hay un cenicero lleno de colillas, estoy salvado. Para calmarme, me fumo un Lucky en cuatro caladas y me arrepiento de no haber estudiado música, que imbécil fui, tenía razón mi padre y cuando estoy a punto de abandonar el estudio y quizás mi carrera musical siento unos golpecitos en la espalda, me giro y me encuentro con una sonrisa, pero no se trata de una sonrisa cualquiera, es la sonrisa del Poeta, ha llegado Serrat. Al principio es difícil seguir sus comentarios, sus bromas, responder con naturalidad y hacer ver que no adviertes el aura de leyenda que lleva encima, pero poco a poco te va haciendo sentir cómodo y va dejando claro que estás ahí para trabajar en un disco en el que se ha dejado la piel. Entramos en la cabina, nos colocamos detrás de los micros, nos ponemos los auriculares y la primera sorpresa es que él va a cantar con nosotros, la segunda es que quiere colocarse junto a mí para escuchar la voz grave y la tercera y más maravillosa es que retira las partituras del atril que compartimos diciéndome-esto no nos va a servir- Ahí está, Serrat no sabe leer partituras como tampoco sabían leer Lennon, Dylan, Brel, incluso Pavarotti, estoy encantado ¡que empiece la sesión!

El disco es un compendio de poemas de Miguel Hernández musicados por Joan Manuel muy diferente al que ya hizo en el 1972. Los arreglos de Joan Albert Amargós fluyen elegantemente y dejan paso al instrumento principal, la voz. Amargós es delicado, nos sugiere, nos anima y Serrat es duro, sabe lo que quiere, es intenso y hace evidente el respeto que siente por Hernández, es fantástico verle trabajar. La primera canción que grabamos es una delicia:

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Un poco más y me desvanezco debido al síndrome de Stendhal. Yo también soy admirador de Miguel Hernández y su poesía está humildemente presente en A La Vera Del Mar o Por Ti, así que la sesión se convierte en todo un placer. En la grabación del cuarto tema, Jofre, que viene del rock y yo estamos tan a gusto que empezamos a hacer un poco de bulla y Serrat nos mete la bronca, “La Bronca”, él es el maestro y nosotros sus discípulos, y estamos agradecidos que nos lo haya recordado. A las diez de la noche acaba la grabación y hemos cantado en Uno De Aquellos, Del Ay Al Ay Por El Ay, la genial Si Me Matan, Bueno, Dale Que Dale y la hermosa Hijo De La Luz Y La Sombra, muy Joan Manuel Serrat.

Así fue el día en que canté con Serrat, uno de los días más felices de mi carrera. Cuando la sesión terminó, hablé con Axel y le expliqué el porqué de mi ausencia, estaba maravillado y orgulloso. A Jes no lo encontré y le dejé un mensaje que respondió con estas palabras-la primera excusa era mala, pero esta de que no has venido porqué estabas cantando con Serrat es una mierda-.

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