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El niño que miraba el mar

Cantautor

Fecha de publicación del disco: 12 de noviembre de 2012

El niño que miraba el mar
Un ser humano
Cera perdida
Las musas
Feo Mundo Inmundo
¡Que necesidad!
Señales de vida
No hay manera
Latido a latido
El basilisco
Un verso suelto
La ley de Galilei

Poesía hecha música
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El niño que miraba el mar es un CD+DVD de Luis Eduardo Aute que se anuncia que mantiene la esencia musical que ha caracterizado su carrera desde que en 1966 publicó su primer single.

El CD El niño que miraba el mar ofrece 12 nuevas canciones, poesía hecha música, de Luis Eduardo Aute con ese sosiego a veces inquietante que caracteriza al autor, tranquilas y evocadoras, que tratan de la condición humana y que miran lo actual con su habitual escepticismo, aunque siempre con alguna ventana abierta a la ilusión, al aliento individual. Es un disco de instrumentación sencilla, delicada y elegante, casi minimal, que envuelve el universo Aute, sinónimo de altura poética y preciosismo musical. Las 12 canciones llegan acompañadas de un DVD que es una película de animación de 20 minutos realizada por Luis Eduardo Aute, dibujada a lápiz fotograma a fotograma, a la manera antigua, continuando la senda que trazó en 2001 con la impactante "Un perro llamado Dolor".

El álbum se abre con la canción que le da título, El niño que miraba el mar (“Cada vez que veo esa fotografía que huye del cliché del álbum familiar, miro a ese niño que hace de vigía oteando el más allá del fin del mar”), una canción mayor, evocadora y poética, que enlaza pasado y futuro, para continuar con Un ser humano (“Y nunca satisfechos del reparto, matamos por hacer un gran papel: jamás un figurón del tres al cuarto porque hay que ser cabeza de cartel”) es un retrato de la condición humana, de la ambición y de la “huida del escenario” como salida.

Después, Cera perdida (“Pero seguimos siendo ciegos queriendo ser moldes de yeso y muertos que imitan la vida, apenas un gélido beso a un resto de cera perdida”) es otra crónica de las miserias globales sobre una base musical agresiva que contrasta con la suavidad de las canciones anteriores. Las musas (“Puedo decir, después de todo lo sufrido agasajando a musas con el corazón, que aún no sé qué impulsa ese primer latido que me demanda darles sangre de canción”) es un tema amable sobre la inspiración, encabezado por una cita de Leonard Cohen (“La poesía viene de un lugar que nadie controla, que nadie conquista”), y Feo Mundo Inmundo (“Sino porque ya se ha hecho con todo el poder esa casta que idolatra al dios de la horterada, que en su duda ante el dilema de ‘ser o no ser’ sueña con ser el caudillo de la Gran Bancada”) enlaza con otras canciones de Aute que reflejan una actitud crítica y desengañada ante lo que nos ha tocado vivir, interpretada casi ad libitum y envuelta por una instrumentación lírica y ambiental.

¡Que necesidad! (“Todo lo entiendo, Dios mío, todo lo entiendo menos el desastre de crear el lastre de la necedad”) cuestiona la existencia de la estupidez a ritmo de valsecito, Señales de vida (“Te puedo decir, mi amor cenicida, que gracias a ti empiezo a sentir, muy dentro de mí, señales de vida”) lanza un rayo ilusionado y de esperanza al álbum en una canción clásica desde su creación, y No hay manera (“Uno intenta, mal que bien, vivir de acuerdo con la vida, con su claridad oscura y en su clara oscuridad, inventándose el trayecto de ese viaje sólo de ida sin pagar peaje al cielo por un trozo de maná”) es el reflejo de una actitud vital.

En la recta final del álbum, Latido a latido (“Amiga mía, yo te pido, en esta quema a la deriva, tu corazón más encendido para que el soplo nos reviva latido a latido”) es el grito del náufrago preñado de lirismo en otra canción que es Aute esencial, El basilisco (“La veda que una banda de bandidos levantó sin límites de coto ni respeto al calendario, está agotando la última paciencia del reloj que empieza a hacer recuento de las piezas del osario, que duerma lejos del aprisco el basilisco”) es la metáfora de los tiempos actuales, y Un verso suelto (“No puse en duda el respeto al contrario aún a sabiendas de que el veredicto sobre el Poder y la Calle en conflicto lo dicta siempre el ladrón del erario”) es una mirada autocrítica. El disco se cierra con La ley de Galilei (“Bajo la luna se amaron un murciélago y una luciérnaga… pero su ciega, encendida pasión, no superó las luces del amanecer”) y ese toque de melancolía que recorre El niño que miraba el mar.

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