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Un ramo de rosas

Pop-Rock

Fecha de publicación del disco: 8 de noviembre de 2011

1.Gracias a la vida
2.Entre mis recuerdos
3.Un nuevo día brillará
4.Dame un beso
5.Lo eres todo
6.Noches blancas
7.Capítulo acabado
8.Te dejé marchar
9.18 años
10.Amado mío
11.Un ramo de rosas
12.Con mil desengaños
13.Eres tú
14.Historia de un amor
15.Mi confianza

Grandes éxitos
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Un ramo de rosas es un álbum recopilatorio de Luz Casal, en el que se incluyen tres nuevas canciones grabadas en los estudios de la Nouvelle Vague. Se incluye una versión de "18 años" de Dalida, la relación entre un joven y una mujer madura.

"Un ramo de rosas" es un tema compuesto por Juan Cerro y escrito por la propia Luz y Carolina Cortés. La letra, de incontestable fuerza poética, supone un canto a la liberación femenina tras una situación de sometimiento. "Se sale mejor del hoyo cuando se mira la vida desde la altura de los tacones", afirma Luz en referencia al texto.


Notas sobre el álbum
De rojo, con gesto sereno, los brazos al vuelo como una bailarina que siguiera quién sabe qué distinguida melodía. Así aparece Luz Casal en la fotografía tomada por Jean-Baptiste Mondino para la portada de su nuevo disco, Un ramo de rosas.

Se trata de un recopilatorio que celebra tres décadas de trayectoria profesional en la cúspide de la música popular española; una oportunidad para unir algunas piezas de ese puzzle ecléctico y singular que supone la discografía de Luz, para redescubrir un puñado -un ramo- de canciones que resisten con dignidad el peso del tiempo y sus sucesivas modas.

Abre el álbum Gracias a la vida, un tema escrito por Violeta Parra en 1966, todo un himno de gratitud que la poeta chilena compuso al final de su malograda vida y del que Luz, que desde hace algunos años lo incorpora a sus directos, afirma que «resume mi manera de estar en el mundo». Otro de los autores clásicos de la música hispanoamericana, Agustín Lara, firma la segunda canción del disco, una de las más estremecedoras de cuantas ha grabado la intérprete gallega y la que sin duda se convirtió en su carta de presentación internacional; Piensa en mí, en efecto, dio buena cuenta de las posibilidades vocales de Luz más allá del rock, género en el que se había curtido hasta entonces. Aquel bolero formaba parte de la propuesta de Pedro Almodóvar para la banda sonora de su película Tacones lejanos, completada con Un año de amor, un ajuste de cuentas afectivo que ya cantara Mina y que también incluye este particular ramo de rosas.

Con Nouvelle Vague, la banda francesa que se hizo célebre en el mundo entero gracias a sus covers en clave bossa nova, Luz revisita 18 años, un tema carente de estribillo que narra el encuentro entre un joven y una mujer que le dobla la edad. No queda ahí la colaboración; el disco rescata, además, la versión que juntos realizaron de Amado mío, la canción con que Rita Hayworth elevó la sensualidad a acontecimiento social en las salas de cine de los años 40 a través de Gilda.

La pasión, el álbum producido por Renaud Letang que rinde homenaje a algunos compositores inmortales del otro lado del océano y que le ha abierto mercados insospechados como los de Canadá, Turquía o Bahrein, es el de mayor presencia en Un ramo de rosas. La selección, de hasta cuatro temas, subraya la capacidad de inmersión de Luz como intérprete, situándola a la altura de algunas boleristas como Toña La Negra, Omara Portuondo o La Lupe. Con mil desengaños y Alma mía evidencian su destreza para sortear aspavientos vacuos y cantar en un necesario ejercicio de contención que tamiza el desgarro de ambos textos. Algo parecido ocurre con Historia de un amor, la famosa elegía que Carlos Eleta Almarán compuso a raíz de la muerte de su cuñada y que, en su voz, suena casi nueva. Pero Luz no obvia uno de los hilos conductores de su carrera, la habilidad para dotar de ironía situaciones inicialmente trágicas. «Me parece esencial quitar hierro a las cosas más duras», ha manifestado en alguna ocasión, lo que justifica la presencia de No me vayas a engañar, ese rítmico juego de dobles sentidos por el que la gallega circula jovial y categórica a partes iguales.

El disco toma su nombre de una canción original que cuenta con la composición de Juan Cerro y la autoría de la propia Luz junto a Carolina Cortés. Supone un canto a la liberación femenina tras una situación de sometimiento cuyos versos finales sentencian: «Te dejo el ramo de rosas, / ya entenderás mis razones / mientras yo te contemplo serena / desde la altura de mis tacones». Producida por Casal y Tino di Geraldo, corrobora la maestría de su intérprete en ese tono entre altivo e indiferente que otorga a la mayoría de las letras con temática amorosa y confirma su gran estado de forma creativo, promesa de futuros trabajos inéditos.

Un nuevo día brillará, el tema de Étienne Daho que Luz adaptó al español, aporta el optimismo goteante en Sencilla alegría, el disco que editara en 2004. Mucho más cruda es la factura estética de Inesperadamente, un corte que representa con acierto todo lo que en su discografía aún hay por descubrir, esas canciones que nunca fueron radiadas y que bien merecerían un álbum propio. Como contraste puede escucharse uno de los mayores éxitos de su carrera, No me importa nada, grabada en 1989 pero de una actualidad incontestable. Cierra este ramillete el tema predilecto de Luz, ese bálsamo contra el dolor por la muerte de un padre que destila Entre mis recuerdos.

Dinamitando lugares comunes, ajena a quienes intentan encasillarla en uno u otro género, Luz Casal se ha labrado una de las carreras más sólidas del panorama musical español, y Un ramo de rosas certifica que lo ha hecho desde la premisa moral de que las canciones sean algo más que objetos de consumo efímero y olvido prematuro. Una antología como esta, intensa y desprovista de fecha de caducidad, es la excusa idónea para revisar todas las caras que encierra su protagonista. Porque la cantante que viste pantalón de cuero y lanza su voz como un zarpazo eléctrico es la misma que, con sofisticados vestidos, canta boleros con la garantía de lustros de vigencia a sus espaldas; la que le toma las medidas al miedo para reponerse del cáncer a golpe de partitura y la que conquista escenarios inauditos. La que ha cantado en el Central Park de Nueva York, en el Olympia de París y en la Acrópolis de Atenas. Esta mujer, cuyas múltiples facetas habrían dado para parir a varias intérpretes que engrosaran la mitología musical de cualquier país, es reconocible en apenas una sílaba. Decimos Luz y nombramos tres décadas de comunión entre crítica y público. Que sean muchos más.

Alberto Gómez Almendres

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