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Demasiado humano

Indie - Pop

Fecha de publicación del disco: 12 de febrero de 2016

1.Traedme la cabeza de Philip K. Dick
2.Láser
3.Carterista de tanatorio
4.Johnny Ramone, agente de la KGB
5.Demasiado humano
6.Guerreros
7.Caballero del tuntún
8.Cementerio nuclear en la pequeña ciudad
9.Novia del motorista fantasma
10.El ritmo escarlata
11.Bizcochos

Incluye Láser
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Demasiado humano es el octavo álbum de Parade.

Suena a una época en la que los sintetizadores no se programaban con ordenadores, sino que se tocaban directamente. Así es como se ha hecho este trabajo, con capas de sintes polifónicos para crear ritmos y atmósferas que guardan letras sobre inteligencias artificiales, motoristas fantasmas y pandilleros de finales de los setenta.

Como primer single, Láser.


Nota promocional
La temática central del nuevo álbum de Parade se podría resumir con un lema que, de algún modo, le conecta con sus orígenes: "sintetizadores, cajas de ritmos e imperfección". Un tratado de cómo pervertir a la máquina con una cualidad humana o crear un disco de música electrónica POP sin que las composiciones que lo integran puedan parecer frías o distantes. Un reto al alcance de Antonio Galvañ que no podía tener un resultado y un título que no fuera 'Demasiado humano'.

Es asombrosa la capacidad para sorprender de Parade, de reinventar estilos y de imaginar historias que nutren y dan vida a sus increíbles composiciones POP, porque eso sí que ha permanecido inalterable desde su primer disco. Once canciones en las que fiel a su manera de interpretar la música y la realidad, nos harán bailar y soñar, pero también reír y llorar y, aunque no lo crean, criticar y creer en un mundo mejor en el que vivir y cantar. Porque el genio de Yecla, si alguna duda había, ahora más que nunca demuestra que también es humano… 'Demasiado humano' habría que convenir.

El octavo pasajero en la discografía de Parade es por tanto un disco que trata de la imperfección de las máquinas, del corazón y del alma de los sintetizadores, pero también del error humano, de cómo una interpretación puede contener una equivocación que paradójicamente la hace mucho mejor, más cercana y empática que la perfección. 'Demasiado humano' suena a una época en la que los sintetizadores no se programaban con ordenadores, sino que se tocaban directamente. Así es como se ha hecho este nuevo trabajo de Parade, con capas de sintes polifónicos para crear ritmos y atmósferas que guardan letras sobre inteligencias artificiales, motoristas fantasmas y pandilleros de finales de los setenta, e historias increíbles que, una vez más, vuelven a sorprender hasta al fan más acérrimo de su autor, Antonio Galvañ.

La consecuencia práctica más importante de este regreso al futuro es que 'Demasiado humano' es una vuelta al sonido primigenio de Parade. Después de probar en sus últimos discos con sonidos cada vez más acústicos, al terminar Amor y ruido decidió que quería sentirse otra vez responsable directo de su música, con los menos intermediarios posibles. Cuando se dió cuenta que en Intonarumore tenía una flota de teclados, cajas de ritmos y artilugios generadores de ruido infrautilizados, sólo quedaba dejar que hablaran y comprender su lenguaje, ponerse manos a la obra y componer las once canciones que forman parte de este fantástico álbum y que a continuación desgranamos una a una.

Todas las canciones incluidas en 'Demasiado humano' se grabaron íntegramente en Intonarumore y se mezclaron en MIA por Antonio Illán. La masterización fue realizada Xavier Alarcón. El dibujo y el diseño gráfico es obra de Malota. En la grabación de los temas han intervenido: Antonio Galvañ (voz, piano y sintetizador), Eduardo Piqueras (guitarras) y María Galvañ (coros en “Bizcochos”).

El disco comienza con Traedme la cabeza de Philip K. Dick, que suena a Golpes Bajos supervitaminados y mineralizados, con urgencia de nueva ola. La letra es un resumen de todas las ideas y paranoias de este escritor fetiche de la ciencia ficción, que dudó y nos hizo dudar de la sustancia de la realidad. Aquel que en 1977 dijo en una convención francesa que había sido atravesado por un rayo láser rosa que le iluminó sobre sus vidas anteriores. El que inspiró Blade Runner, Minority report y 'Desafío total'. Al que Peter Weir y Jim Carrey plagiaron descaradamente en 'El show de Truman'. El que estaba convencido de que Nixon le espiaba y Dios era un extraterrestre. Suficiente material para hacer mil canciones.

Láser explota la vena melódica e italiana que desde hace mucho venera PARADE, esta vez inspirándose en aquellos que explotaron desvergonzadamente la música disco llenándola de melodías que no podíamos dejar de cantar: Righeira, La Bionda o los Matia Bazar de 1983. Delicias que cabalgan entre lo sonrojante y lo sublime. Láser comienza atmosférica, con teclados ominosos y sonidos de cristal roto, para después explotar en un irresistible estribillo repleto de guitarras y vocoder. Nos habla de la urgencia de entrar en aquellos sitios donde no te dejan, del orgullo de saber que haces algo que nadie puede hacer, de redimirse a través del baile. En fin, de todo aquello que nos cantaban los Llopis en 'La puerta verde' en aquel lejano 1960.

Carterista de tanatorio es un título muy explícito. Un oficio muy productivo, nos dice Antonio Galvañ, dada la escasa atención que se muestra a las pertenencias personales en esas circunstancias y lugares. Casi como una escena de Berlanga y Azcona. ¿Cómo puede aunarse esta letra, un ostinato de piano, una caja de ritmos y un riff de sintetizador deudor del 'Jump' de Van Halen? Parade lo consigue, escúchenlo.

Johnny Ramone, agente del KGB es otro título increíble de los muchos que nos regala Parade en este disco. ¿Puede un grupo punk y underground tener un guitarrista con unas ideas tan reaccionarias como las de Johnny Ramone? Imposible, era una tapadera, nos dice Parade. Johnny Ramone era un informante para los rusos, el topo perfecto. Espías y grupos punk. Todo esto envuelto en pop elegante, guitarras funk y citas a Prefab Sprout.

Demasiado humano es la canción que da título al disco. En ella se nos muestra un Parade clásico, con un sonido electrónico dulce y rebosante de pianos eléctricos y vibráfonos que nos remite a 'Cielo', la canción que nos lo descubrió allá por 1998. Recupera ese tecnpop sencillo que ahora practican grupos tan interesantes como Cascading Slopes. Porque hay mucha historia detrás de esta letra sobre inteligencias artificiales imposibles de distinguir de humanos. La singularidad está muy cerca. Parade y Ray Kurzweil lo saben.

Guerreros y Novia del motorista fantasma son dos fantasías pop. La primera es un homenaje a The Warriors, la película de culto que en 1979 dirigió Walter Hill. Con un pop sintético, sofocante y acelerado, la canción nos habla de las peripecias de los pandilleros perseguidos por el Nueva York oscuro de la película. Cencerros, sonidos de metro y guitarras punzantes evocan el sentimiento de huida y tragedia clásica que tan bien supo reproducir el film. La canción suena como unos Flechazos utilizando sintetizadores y cajas de ritmo en vez de un órgano Hammond.

Novia del motorista fantasma es también un homenaje, pero esta vez a un sonido, el Wall of Sound de Phil Spector, recreado a través de colchones de teclado, guitarras y coros al estilo de los Beach Boys. Todo para invocar el recuerdo de la chica fugada, el amor perdido, lo que no pudo ser.

Caballero del tuntún nos deja otra melodía memorable marca de la casa, da un reposo al disco y rememora el pop minimalista clásico del autor, además de sus influencias confesas, que van desde The Young Marble Giants a Vainica Doble. La letra toma los absurdos de las canciones infantiles que nos hablan de caballeros y doncellas, y nos deja un sabor agridulce y el corazón roto.

Cementerio nuclear en la pequeña ciudad es un pequeño apunte costumbrista en el disco, la canción que nos recuerda lo que ha sucedido en España durante los últimos años. Aparecen tentaciones y comisiones, pequeñas ciudades de interior y sus fiestas patronales, Vírgenes fluorescentes de tres ojos y concejales de urbanismo ávidos de grúas. Si a todo esto le añadimos el surrealismo y la provocación de Aviador Dro cantando Nuclear sí, tenemos el cuadro completo.

El ritmo escarlata es una canción en forma de juego minimalista, con pinceladas de Gato Pérez y Cathy Claret, todo pasado por el tamiz de Parade, que nunca esconde sus influencias. Con solo una caja de ritmos, un piano eléctrico y un contrabajo y menos de tres minutos de duración, Antonio Galvañ consigue divertirnos y emocionarnos a la vez.

Demasiado humano se cierra con Bizcochos, una canción que representa muy bien el propósito original del disco: emocionar a través de la tecnología. Los sintetizadores y las cajas de ritmo pueden conmovernos. ¿Es posible unir las texturas de los Pet Shop Boys y los dabadás de Antón García Abril? Parade lo hace, y además nos cuenta historias. Siempre nos cuenta historias. Como la de esta humilde familia de pasteleros que intenta preservar su negocio de la forma más extrema posible.

Canciones (letra, audio, vídeo)

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