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La puerta de Niños mutantes en la versión de La Habitación Roja para el álbum Mutanciones (2016).

Estreno 19 de febrero de 2016.

Así la presentan los mutantes:

No recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que tuvimos constancia de la existencia de La Habitación Roja. Pero tendríamos que situar ese momento muy al principio de nuestra existencia. Debe ser por aquello de ser coetáneos. Dicho de modo más castizo, somos de la misma quinta.

Durante muchos lustros, hemos batallado en los mismos escenarios, en los mismos festivales, hemos compartido muchos seguidores e incluso compartimos sello discográfico en nuestros inicios. Por eso, viendo todo esto con la perspectiva que dan las canas, puede resultar extraño que después de tantos años, nuestra amistad real se forjara hace relativamente poco tiempo.

Quizás después de coincidir durante años y cruzarnos fortuitamente en cualquier rincón de la vasta geografía ibérica, fue al descubrir lo que realmente nos unía cuando empezó nuestro idilio. Era algo muy sencillo, somos unos apasionados de las canciones, es lo que realmente nos importa y lo que da sentido a lo que hacemos. Así, sin más. Somos capaces de perder la cabeza por una buena melodía. Así que, después de años viéndonos las caras, descubrimos que compartíamos el gusto por la esencia, no había más secreto que ese. Compartimos adn. Y desde entonces, quedamos hermanados.

He de reconocer que personalmente debí darme cuenta allá por el verano del 2003. Recorrí toda la costa portuguesa de sur a norte en mi destartalado Ford Fiesta sin aire acondicionado, con las ventanillas bajadas y la música a todo trapo como principal terapia para combatir el desorden mental que me producía alguna femme fatale. Quemé una cinta de casete TDK D90 que tenía “Radio” en una cara y “4” en la otra (aún la guardo). Piratería puntera de la época. Sabía de sobra quienes eran. Les ponía rostro, pero fue entonces cuando les puse música y letra. Más bien fueron ellos quienes me la pusieron a mí. Desde entonces, forman parte de mi banda sonora. Descubrí que aquellos tipejos tenían una curiosa y certera puntería para contar en las canciones las cosas que me pasaban a mí. Sería por aquello del adn y tal.

A lo largo de todos estos años, hemos recorrido caminos paralelos, con sus encuentros y sus divergencias. Curiosamente, una de las mayores coincidencias pueda ser que, después de cumplir 20 años, ambos sentimos estar en nuestro mejor momento, con más ganas de hacer canciones que nunca. También hemos sido testigos y somos supervivientes de un movimiento que aunque siguen llamando indie, sabemos que hace tiempo que se extinguió. Hemos visto algunos grupos adelantarnos por la derecha, pero son muchos más los que hemos visto caer en la cuneta y en los precipicios de una profesión que sabemos que puede darte mucho a cambio de todo.

Pero dejemos de ponernos trascendentales y vayamos al grano (nunca mejor dicho). Lo de las canciones es cierto. Y lo del adn. Pero en honor a la verdad, debemos reconocer que en nuestra amistad hay un antes y un después de descubrir nuestra pasión por la gastronomía y nuestro entusiasmo y delirio al sentarnos a degustar un buen arroz. Como buenos valencianos, hacen gala de su destreza ante los fogones y alguna vez lo hemos podido comprobar. Aún así, seguimos teniendo una deuda pendiente.

Por todo esto y mucho más, su participación en este regalazo se nos antoja imprescindible. Su versión de “La Puerta” es luminosa, sutil y sorpresiva, cocinada a fuego lento, con cariño y sabiduría, ingredientes de primera calidad, buen caldo y un final que exige su tiempo de reposo. Y aún te quedan ganas para volver a repetir hasta la saciedad. Han convertido una canción en uno de esos platos que uno nunca olvida.

Jorge, Pau, Jose, Marc, Jordi, ¡Gracias hermanos!


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