De sangre alicantina, Miguel Campello (Elche, 1979) partió a Madrid con 20 años para cumplir su sueño en la música. En la capital aguantó casi una década y dio forma a Elbicho, una criatura que gusta a flamencos, rastas y rockeros. Hace tres años y medio se refugió "del ruido y las malas vibraciones de la gran ciudad" en Las Águilas (Murcia), donde vive en "una montaña", explica, con su mujer y sus dos hijos.
La voz de Elbicho, o elbicho que canta, tiene 31 años y nació en Matola, un pueblo de Elche, donde él mismo dice que nunca pasa nada. Cuenta cómo se puso a escribir después de que le ocurriera un terrible accidente de coche: "Hace unos seis años fallece Jeni, que tenía 17 años, era mi compañera y me causó una pena tan grande que me empecé a preocupar de muchas cosas. Tuve ganas de morirme. Sientes que te falta algo y que no puedes recuperar, escribes a la muerte y llegas a convertirla en algo gracioso. Surge tanta rabia que te hace ponerte a cantar". En esos primeros tiempos los conciertos eran en la calle o en el metro, con su inseparable compañero Víctor Iniesta, el guitarrista actual del grupo, siempre amenizados por saltos y acrobacias que Miguel aprendió en el circo. No se considera un cantante simplemente. "Me gusta no estarme quieto, lo mismo hago una escultura, que me pongo a podar un árbol, pinto hago fotos o escribo, en realidad son formas de expresión: palabras o arcilla, son ganas de aprender. La música está en todas las vidas, nos acompaña desde que nacemos, la cuestión es animarse a hacerlo".
Miguel confiesa que siempre ha escuchado cantar, empezando por su abuelo que cantaba a Gardel y su madre que enlazaba canciones mientras hacía las tareas del hogar. "En mi casa siempre había fiesta, era como de circo, de repente aparecían gigantes y cabezudos que construía mi tío, jaleo y mucha gente a toda hora, mi abuela leía las cartas para averiguar el futuro, creo que todo esto me hizo nacer un surrealismo dentro que me ha llevado a todo lo que hago". La Escuela Popular de Música de Madrid, dirigida por el reconocido percusionista y compositor Guillermo McGill, fue el lugar donde, a mediados de septiembre de 2001, entraron en contacto los componentes de Elbicho. En cuestión de semanas comienzan a tocar en pequeñas salas y por la calle atrapando a los viandantes incautos los domingos de Rastro con canciones de una belleza y sencillez deslumbrante. Progresivamente se fueron sumando el resto de miembros de la banda, creando así el caldo de cultivo perfecto, compuesto de las influencias más dispares y de donde nacería la propuesta artística de Elbicho: flamenco errante, rock progresivo y ritmos afro-latinos sumados a letras salidas de un subconsciente Lorquiano, en la más acrisolada tradición entre King Crimson y Las Grecas. Con Elbicho ha conseguido llegar a lo más alto, tras 10 años de incesante trabajo. Tres discos de estudio; un directo y un recopilatorio. En estos diez años de historia no han dejado de girar tanto dentro como fuera de nuestro país. Sus excelsos conciertos, alguno de ellos de más de 4 horas; caracterizados por la improvisación que hacía cada concierto único, la energía como denominador común y algo de caótico. Pero ahora Elbicho necesita un descanso, alejarse del ajetreo de las giras y del mundo discográfico, por eso Elbicho se para, no se separa.
Para Miguel el tiempo ha ido cambiando su posición ante la vida, como dicen unas estrofas: "Hay muchas paredes, muy poco sitio, hay muchos caminos que no los encuentro". Al respecto comenta: "Después de unos años, mi vida en Madrid me hizo ir olvidando un poco mi pasado y pensar en las penas de los demás, me nació una preocupación más global. Ese aparato que atontece a la gente que es la televisión, yo mismo cortaría las antenas y dejaría un día o varias horas a la gente sin ella, sería estupendo ver qué sucede. Empiezo a mirar a mi alrededor y descubrir un mal trato muy grande a los jóvenes, a los árabes, a los que son diferentes, siempre la policía reprimiendo, a mí me han amenazado con pegarme por llevar una camisa abierta". Para Miguel "Elbicho es el Sida, mi tío Santi (que murió joven en la calle), Madrid, una forma de vida, es el toro con sus cuernos, con su fuerza y con ganas de comerse al de enfrente porque sabe que va a morir
es una música bien hecha, te guste o no". Cuando se sube al escenario se deja la vida y la multitud que los acompaña en cada concierto, disfrutan a rabiar con cada uno de sus temas.
Ahora Miguel Campello publica su primer disco en solitario, Chatarrero, una necesidad creativa, un homenaje a su abuelo y una reivindicación del "todo sirve para algo". Una reafirmación con su forma de hacer música, consecuencia de su hiperactividad creativa. Para este primer disco en solitario, se ha encerrado en su estudio, (totalmente ecológico) con los productores Tino di Geraldo y Guillermo Quero. El sonido resultante no está muy alejado del sonido de Elbicho, aunque si hay una incuestionable evolución próxima a la vertiente pop-rock del grupo. No hay excesos, aunque si algo de grandeza contenida, pero el álbum no es nada pretencioso, sus temas destilan la esencia y la raíz del Ilicitano de Matola. Una propuesta sincera, llena de guiños, en la que el cantante y compositor abre corazón y mente para que fluyan sus creaciones musicales. El primer single extraído es "Chatarrero".
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